Brigitte Bardot, un caso más del orwelliano auto-odio occidental
Tenemos el problema dentro de casa y no nos enteramos. Hasta el punto de que la menor crítica y la simple defensa de los valores de Occidente acaba convirtiéndose en "odio racial".
El juez Oliver Wendell Holmes, Jr., miembro del Tribunal Supremo de los EEUU entre 1902 y 1932, es el autor de la célebre sentencia del caso de los Estados Unidos contra Schenck, relativa a la libertad de expresión en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. La sentencia ha pasado a la historia del derecho con la expresión de "clear and present danger" (peligro claro y actual) y reza en una de sus partes: "En todo caso, la cuestión es si las palabras empleadas se usan en circunstancias tales y son de tal naturaleza que crean un peligro tan claro y actual como para acarrear males sustantivos que los Estados Unidos están en su derecho de impedir. Es una cuestión de grado y proximidad. Cuando una nación está en guerra, muchas cosas que pueden decirse en tiempo de paz constituyen tal estorbo hacia su esfuerzo que su sonido no podrá soportarse mientras los hombres estén en el combate y ningún tribunal podrá considerarlas bajo la protección de derecho constitucional alguno".
La sentencia del juez Holmes constituye un ejemplo de las limitaciones a la primera enmienda de la célebre "Bill of Rights", de manera que una ley es constitucional si se demuestra que aquello que prohíbe constituye "un peligro claro y actual".
Ochenta y nueve años después, como acaba de contarnos en The New York Times Adam Liptak, en un artículo titulado "La excepción americana. A diferencia de otros, los Estados Unidos defienden la libertad a ofender con el lenguaje" (American Exception. Unlike Others, U.S. Defends Freedom to Offend in Speech. 12.6.2008), esta vez en Canadá, el presidente del Tribunal Supremo de aquél país, Brian Dickson, escribía que "el compromiso internacional para erradicar la propaganda del odio y, lo que es más importante, el papel especial del que gozan la igualdad y el multiculturalismo en la constitución canadiense, necesita separarse de la línea argumental… según la cual la supresión de la propaganda del odio es incompatible con la garantía de la libertad de expresión".
Uno y otro caso pertenecen al ámbito de la denostada censura, pero mientras que el primero se pronuncia en el contexto del esfuerzo de guerra de un país –algo que puede ser comprensible-, en el segundo caso, lo que tenemos es que el compromiso de Canadá –o, más exactamente, de los políticos canadienses- con el multiculturalismo y la igualdad de todas las religiones, razas y culturas requiere silenciar a los que no creen que todos los credos, razas y culturas son iguales. El caso de Canadá es extrapolable a otros muchos países que pasan por "tolerantes" y en los cuales se supone que la libertad prima sobre cualquier otro bien. En realidad, los dogmas de la "sociedad diversa" exigen que se sacrifique a la otrora ensalzada "sociedad libre".
En el caso de Canadá, teóricamente una sociedad democrática, un tal Mark Steyn fue juzgado por cargos diversos a raíz de su libro America Alone (América sola), un auténtico "best seller" en Canadá, que sostiene que las naciones occidentales están sucumbiendo al peligro de la amenaza islámica. Steyn, que ganó en 2006 el premio de periodismo Eric Breindel, escribe para docenas de publicaciones en varios continentes, pero después de que la editorial Maclean publicara un capítulo de su libro, su caso fue llevado por cinco estudiantes de derecho musulmanes ante los tribunales, todo ello bajo el patrocinio del Congreso Islámico Canadiense. Finalmente tuvo que responder ante el Tribunal de Derechos Humanos de la Columbia Británica y ante la Comisión de Derechos Humanos Canadiense, dos instituciones de nombre orwelliano.
Steyn, un liberal que cree que Occidente es superior al Islam porque su libertad le permite la liberalización de las drogas, la industria pornográfica, el capitalismo explotador, las mafias exóticas, el aborto pagado con fondos públicos o la "Educación para la Ciudadanía" y similares, no se percata de que la verdadera amenaza hacia Occidente no está en el Islam sino en Occidente mismo, en el veneno interior que le corroe y que ha convertido a Occidente, en palabras de Alexander Solzhenitsin, en "una sociedad metaestable que debe descomponerse".
Sin embargo Steyn acierta en que todos parecen tener derechos menos Occidente. Así, en muchos países son comunes las demandas por un vago y nebuloso "odio racial", que condena a cualquiera que dude de las bondades del Harlem multiétnico. En prácticamente la totalidad de los países occidentales, la crítica a Israel se asimila irracionalmente con el "antisemitismo" y hay penas de cárcel para ello. El último caso chusco –pero no por ello menos patético- ha tenido lugar en Francia, donde Brigitte Bardot ha tenido que pagar una multa de 20000 euros por incitar a la "discriminación" y al "odio racial" tras denunciar el degüello de un cordero a manos de musulmanes.
Y es que para la criptodictadura que progresa en nuestra civilización, el pasado de Occidente es enteramente execrable. Cada país –occidental, claro- solo tiene derecho a sentirse orgulloso en la medida en que odia su pasado. Las diversas versiones del pseudo patriotismo occidental, cuya versión auténtica mantuvo cohesionada nuestra sociedad durante siglos, radican ahora en un vaciamiento conceptual de la propia idea de nación, raíces e historia y de todo lo que no conecte sin resquicio de duda con los ideales ilustrados.
Por eso, si Steyn hubiera denunciado las "atrocidades" de las Cruzadas, los "crímenes" del colonialismo o la "intolerancia" de la Inquisición, no hubiera tenido ni un solo problema. Pero mediante el secuestro de la historia, se ha fabricado un imaginario colectivo a la medida de un Occidente que se odia a sí mismo y que abjura de lo que ha sido, mientras que se le inculca estúpidamente que los demás son moralmente superiores a él por el mero hecho de no ser occidentales.
Hace escasos días Tzvetan Todorov –quizás el único terrícola que queda que ha hecho de la Leyenda Negra española un motivo de reflexión filosófica en su Las morales de la Historia- ha recibido el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, como símbolo de un multiculturalismo que ha venido a quedarse y que, con el código penal a su servicio, ha sustituido la libre discusión con sus adversarios por la indignación, primero, y por la cárcel y el linchamiento mediático después.
A lo largo y ancho del planeta, pero con epicentro en los países occidentales, estamos asistiendo al nacimiento de una nueva ortodoxia. Los creyentes de la diversidad y los creyentes en el No-Occidente, están haciendo causa común contra la libertad en nuestra propia casa. Pero no como fin en sí sino como estrategia de dominio. La víctima será, ya no solo nuestra libertad, sino nosotros mismos, lo que somos y lo que fuimos. En Canadá y en todas partes.
Eduardo Arroyo.
El Semanal Digital (c)
GALARDONAN A UN EXPONENTE DE LA NEO-LEYENDA NEGRA
Los sacrificios humanos indígenas fortalecen la cohesión de grupo, afirma este enemigo de España.
TODOROV, PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE CIENCIAS SOCIALES, UN ENEMIGO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA
Tzvetan Todorov fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias. Así informaba el ABC del 18 de junio de 2008. Yo, ni me enteré, pues me traen al fresco estas cosas. Pero me puso sobre la pista de Todorov un excelente artículo de Eduardo Arroyo, publicado en “El Semanal Digital”, y colgado en hispanismo.org. Daré el enlace del original:
http://www.elsemanaldigital.com/blog...84520&cod_aut=
Así que me informé. ¿Qué méritos podría tener en su haber este personaje para recibir un premio español de tanto prestigio y tan suculento? ¿Quién era este Todorov?
Así que me puse a buscar información. Que es lo que hay que hacer en estos casos. El ABC reproducía un pasaje del acta que le otorgaba el premio Príncipe de Asturias a este extranjero: "Sus preocupaciones intelectuales, su sabiduría y erudición, que superan fronteras y buscan puntos de encuentro y le han permitido abarcar grandes temas de nuestro tiempo, como el desarrollo de las democracias, el entendimiento entre culturas, el desarraigo, el reconocimiento del otro y el impacto de la violencia en la memoria colectiva". ¡Cuántas palabras bonitas! Como siempre, los ídolos del mundo contemporáneo brillan, dándole a todo el discurso una impronta masónica que tan de moda está. Todorov se define a sí mismo como “un hombre desplazado”; no le vamos a regatear ese título: es un auténtico desplazado -y por su aspecto, cualquiera diría que se escapó del Guetto de Varsovia-, pero por fin el "desplazado" ha encontrado una buena "plaza", ganándose el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Y es que así son las cosas: se ha puesto a escribir tonterías justo en la época en que más tontos hay en el mundo; al menos, en España. Y por eso le sonríe la fortuna y los caballeros Kadosh.
Pero ojalá no fuesen otra cosa que tonterías las que escribe este búlgaro nacionalizado francés. Además de tonterías, escribe contra España. Y, lógicamente, por eso recibe un premio en España. Y deja escritas perlas como ésta que me he encontrado:
“Si alguna vez se ha aplicado con precisión a un caso la palabra genocidio, es a éste. Me parece que es un récord, no sólo en términos relativos (una destrucción del orden de 90% y más), sino también absolutos, puesto que hablamos de una disminución de la población estimada en 70 millones de seres humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con esta hecatombe. Se entiende hasta qué punto son vanos los esfuerzos de ciertos autores para desacreditar lo que se llama la "leyenda negra", que establece la responsabilidad de España en este genocidio y empaña así su reputación. Lo negro está ahí, aunque no haya leyenda. No es que los españoles sean peores que otros colonizadores: ocurre simplemente que fueron ellos los que entonces ocuparon América, y que ningún otro colonizador tuvo la oportunidad, ni antes ni después, de hacer morir a tanta gente al mismo tiempo. Los ingeleses o los franceses, en la misma época, no se portan de otra manera; sólo que su expansión no se lleva a cabo en la misma escala, y tampoco los destrozos que pueden ocasionar.” (“La conquista de América, el problema del otro”.)
Claro. Luego va, y se pone a bailar con números, que si los españoles matamos a tantos y tantos millones de indios. Los indios no mataron españoles -eran corderitos. Todo puede ser que este Todorov incluso se atrava a atribuirnos la creación de las cámaras de gas. El caso es que no sé: no he leído el libro completo –pues entienda Vd. que las náuseas me lo impiden. Pero me pregunto si, en las estupendas estadísticas fantasmales que este tipo hace sobre los indios “exterminados” a manos de los españoles, a este sujeto se le pasó alguna vez por las mientes que además de la muerte cruenta en combates, una de las causas de la mortandad de la población aborigen es las enfermedad; epidemias que los españoles exportamos, inconscientemente, a América, y que los organismos indígenas no podían soportar. Bueno, si no ha contado las cifras debidas a esta causa natural, cuando quiera este Todorov puede sumar unos milloncejos más de víctimas, que para el caso: tanto monta, monta tanto.
En un análisis que este individuo hace de la conquista de México llega a establecer la bizantina diferencia entre “matanza” y “sacrificio”. Reserva la palabra “matanza” para el presunto exterminio calculado que ejercieron nuestros ancestros españoles en América (Todorov puede imaginarse a los compañeros de Cortés con una calavera de las SS, la imaginación es la loca de la casa). Mientras que a los sacrificios humanos, las hecatombes de congéneres que ofrecían los indios a sus terribles demonios, Todorov prefiere, en la línea de los sofistas contemporáneos, patentar un eufemismo: “homicidio religioso”. Si la “matanza” es algo horrible, por lo que tendríamos que avergonzarnos siempre (incluso si le ganamos a la selección de fútbol de Italia), el holocausto demoníaco es, al parecer de Todorov, algo muy positivo, pues el "sacrificio humano" fortalece -según éste tío- el tejido social, y asegura la cohesión del grupo, siendo un acto público. Ya lo saben ustedes, ¡qué lástima que el cristianismo y las espadas españolas eliminaron los sacrificios humanos y el canibalismo en América!
Eso que se llama intelectualidad tendría que ser una responsabilidad. Pero los intelectuales como Todorov son algo peor que unos irresponsables. La delincuencia intelectual tendría que estar severamente proscrita: no se puede ir por ahí insinuando que la antropofagia es mejor que Hernán Cortés. No pienso comprar ningún libro de este sujeto, y desde aquí invito a que todos los genuinos españoles hagan lo mismo. Y siento mucho haber traído aquí su nombre, pero era mi deber rechazar en bloque la actividad de este individuo. Y mostrar mi indignación por el premio que han sido capaces de darle en España.
Increíble, pero cierto. Por escribir cosas así se reciben premios en este país. ¿Cómo habríamos de llamar a aquellos que son capaces de conceder un premio a un detractor de nuestra nación y de nuestra historia? ¿Son traidores? ¿Son simplemente imbéciles? ¿Quién les paga? No lo sé. Pero con noticias así cobro la certeza de que yo jamás recibiré un premio Príncipe de Asturias, ¡ni falta que me hace!
Ser español es algo muy serio, más serio de lo que algunos miserables desplazados o emplazados pueden imaginar. Y hay gente que no puede representarnos por más tiempo, es intolerable que haya “españoles” que pretendan representar a España y sean capaces de premiar a apologistas de la Leyenda Negra anti-española. Si eres español: muestra tu rechazo.
Publicado por Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
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