De su obra "Ortodoxia":





Pero hay que agregar una palabra más. Al comienzo de esta conversación negativa dije que nuestra ruina mental la trae la razón desenfrenada y no la desenfrenada imaginación. Un hombre no se vuelve loco por hacer una estatua de 1.600 metros de altura; pero puede volverse loco pensándola en pulgadas cúbicas. Ahora, una escuela de pensadores comprendiéndolo así, se ha abalanzado a esa verdad, creyendo hallar en ella la forma de remozar la salud paganizada del mundo.


Vieron que la razón destruye; pero dicen que la voluntad crea. La autoridad ulterior reside en la voluntad, no en la razón. El punto supremo es no el por qué un hombre requiere algo, sino el hecho de que lo requiera. No tengo espacio para describir o exponer esta filosofía de la Voluntad.


Supongo que llegó a través de Nietzsche, que predicó algo llamado egoísmo. Por cierto Nietzsche fue bastante ingenuo, porque renegó del egoísmo simplemente predicándolo. Puesto que predicar algo, es renunciar a ello. Primero, el egoísmo llama guerra despiadada a la vida y luego se toma todas las molestias posibles para arrojar sus enemigos a la guerra. Predicar el egoísmo es practicar el altruismo. Pero como quiera que empiece, su punto de vista es bastante común en la literatura corriente. La principal disculpa de estos pensadores, es que no son pensadores: son actores. Dicen que elegir es en sí divino. De ahí que el señor Bernard Shaw haya atacado la vieja idea según la cual los actos deben juzgarse conforme al típico deseo de felicidad. Dice que los actos del hombre no son causados por su tendencia a la felicidad, sino por un esfuerzo de voluntad.


No dice: "el jamón me hará feliz", sino "yo quiero jamón". Y en esta temía, otros le siguen aun con mayor entusiasmo. El señor John Davidson, un destacado poeta, tanto se apasiona por este asunto, que se ve obligado a escribir en prosa. Publicó sobre él, una obra breve con varios extensos prefacios. Lo cual es bastante natural para el señor Bernard Shaw, cuyas obras son todas prefacios. El señor Shaw (sospecho) es el único hombre sobre la tierra que haya escrito poesía. Pero ese señor Davidson, que puede escribir poesía excelente y en vez de escribirla debe escribir complicada metafísica en defensa de esta doctrina de la voluntad, demuestra que la doctrina de la voluntad, se ha posesionado de los hombres. Aún el señor H. G. Wells, a medias ha hablado en su lenguaje diciendo que el hombre debe probar sus actos no como un pensador sino como un artista; diciendo "siento que esta curva está bien" o "esta línea debe ir en tal forma." Todos están agitados; y bien pueden estarlo. Porque por esta doctrina de la divina autoridad de la voluntad, creen que pueden liberarse de la fortaleza carcelaria del racionalismo. Creen que pueden escapar. Pero no pueden.


Esta alabanza confusa a la volición, concluye en la misma destrucción confusa que la observancia de la lógica. Así como el absoluto libre pensamiento, implica dudar del pensamiento en sí, exactamente así, la aceptación exclusiva del "querer", paraliza la voluntad.


El señor Bernard Shaw, no ha percibido la positiva diferencia que existe entre el viejo experimento utilitario del placer (que por supuesto es burdo y mal expresado) y lo que él sostiene. La real diferencia entre la experimentación de la felicidad y la experimentación de la voluntad consiste en que la experimentación de la felicidad es un experimento y la otra, no lo es. Se puede discutir si el acto de un hombre que se precipita desde una colina, tiende a la felicidad; no se puede discutir que ese acto derive de la voluntad. Por supuesto que deriva. Se puede alabar un acto diciendo que se le había destinado a procurar placer o dolor, a descubrir la verdad o salvar el alma. Pero no se le puede alabar porque implique voluntad, porque tal alabanza, no es más que decir que es un acto. Según esta alabanza de la voluntad, no se puede elegir un camino mejor que otro. Y sin embargo, la elección de un camino por ser mejor que otro, es la verdadera definición de la voluntad que se está alabando.


La adoración de la voluntad, es la negación de la voluntad. Admirar exclusivamente la elección en sí, es rehusarse a elegir. Si el señor Bernard Shaw, viene a mí y me dice: "quiera algo", es como si me dijera: "no me importa lo que usted quiera", que es como decir: "yo no tengo voluntad en general, porque la esencia de la voluntad es ser particular. Un brillante anarquista como el señor John Davidson, se irrita contra la moralidad ordinaria y de ahí invoca a la voluntad, la voluntad para cualquier cosa. Lo único que quiere es que la humanidad quiera algo. Pero la humanidad quiere algo. Quiere la moralidad ordinaria. Se rebela contra la ley y nos dice que queramos algo o cualquier cosa. Pero algo hemos querido. Hemos querido la ley contra la cual se rebela. Todos los fanáticos de la voluntad, desde Nietzsche hasta el señor Davidson, están realmente privados de volición. No pueden "querer"; apenas pueden desear. Y si alguien exige. una prueba, se la puede hallar fácilmente en este hecho: que siempre hablan de la voluntad como de algo que puede dilatarse y quebrarse. Pero ocurre exactamente lo opuesto. Cada acto de voluntad, es un acto de autolimitación. Desear acción, es desear limitación. En este sentido, cada acto voluntario, es un acto de autosacrificio.


Cuando se elige algo, se rechaza todo lo demás.


Esta objeción que los 'hombres de la dicha escuela, aplicaban al acto de contraer matrimonio, es en realidad la objeción adecuada para cada acto. Cada acto es una selección y una exclusión irrevocable. Tal como cuando usted se casa con una mujer renuncia a todas las demás, así cuando elige un camino de acción, reunía a todos los otros caminos. Si usted acepta ser. Rey 'de Inglaterra, renuncia al puesto de Ujier de Brompton. Si usted se va a Rome, inmola una rica y placentera vida en Wimbledon. La existencia de este lado negativo o limitante de la voluntad, hace poco más que jocosa la charla de los anárquicos, adoradores de la voluntad. Por ejemplo; el señor John Davidson nos dice que nada podremos hacer contra el "Vos, no podréis"; pero seguramente "Vos, no podréis", sólo es uno de los corolarios imprescindibles del "yo quiero". "Yo quiero ir a la Reyista del Lord Mayor, y Vos, no podréis detenerme." El anarquismo nos conjura a ser artistas creadores y audaces, sin importársele de las leyes o de los límites. El arte es limitación; la esencia de cada pintura está en sus perfiles. Si usted dibuja 'una jirafa, debe dibujarla con el pescuezo largo.


Si en su audaz forma creadora, se conserva libre de dibujar una jirafa. con el pescuezo corto, ciertamente descubrirá que usted no es libre de dibujar una jirafa. En el momento de entrar al mundo de los hechos, se entra al mundo de las limitaciones.


Usted puede liberar las cosas de sus leyes accidentales o accesorias, pero no de las leyes propias de sus naturalezas. Si usted quiere, puede liberar a un tigre de sus rejas, mas no lo libre de su cautiverio. No libre al camello de su joroba: puede estar librándolo de ser camello. No se pasee como un demagogo incitando a los triángulos a evadirse de sus tres lados. Si un triángulo se sale de sus tres lados, su vida llegará a un lamentable término. Alguien escribió un artículo titulado: "Los Amores de los Triángulos"; nunca lo leí, pero estoy seguro de que si los triángulos alguna vez fueron amados, fueron amados por ser triangulares. Este es ciertamente el caso de toda creación artística, la cual en cierto modo, es el más acabado ejemplo de voluntad pura.. Los artistas aman sus limitaciones: constituyen lo que están haciendo. El pintor, se alegra de que la tela sea chata. El escultor se alegra de que el yeso sea incoloro.


Podría agregarse que la misma laguna y la misma bancarrota se observa en todos los tipos terribles y violentos de literatura; especialmente en la satírica.


La sátira será loca y anárquica, pero presupone la admisión de cierta superioridad de unas cosas sobre as; presupone un modelo, típico.

Cuando en la calle los chicos se ríen de la gordura de un distinguido periodista, inconscientemente lo comparan con el mármol de Apolo. Y la extraña desaparición de la sátira de nuestra literatura, es un ejemplo de las cosas violentas que se desvanecen por carecer de alguna base sobre la cual ejercer violencia. Nietzsche, tiene cierto talento natural para el sarcasmo; podía burlarse a pesar de que no pudo reír; pero siempre hay en su sátira algo incorpóreo y enclenque, sencillamente porque no estaba respaldada por ningún fondo de moral corriente. Es en sí más grotesco que ninguna de sus expresiones. Pero ciertamente, Nietzsche se mantendrá como exponente del fracaso total de la violencia abstracta. El reblandecimiento cerebral que finalmente se apoderó de él, no fue un accidente físico. Si Nietzsche no hubiera concluido en la imbecilidad, el nietzchismo habría concluido imbécil Pensando aisladamente y con orgullo, se termina por ser un idiota. El hombre cuyo corazón no se ablande, acabará con los sesos reblandecidos.


Esta última tentativa de evadirse del intelectualismo, concluye en el intelectualismo y por consiguiente en la muerte. La evasión fracasó. La admiración frenética de la ilegalidad y la adoración materialista de la ley, terminan en la misma nada. Nietzsche escala montañas vacilantes y finalmente aparece en el Tibet. Se sienta al lado de Tolstoy en el país del vacío. Ambos son inválidos, uno porque no puede retener nada y otro porque no puede perder nada.


La voluntad dé Tolstoy se congela por la intuición budista de que todas las acciones especiales son malas. Pero la voluntad de Nietzsche igualmente se congela por su teoría de que todas las acciones especiales son buenas, porque si todas las acciones especiales son buenas, ninguna de ellas es especial.


Hacen alto en la encrucijada, y uno odia todos los caminos y al otro le gustan todos. El resultado es bueno; algunos no son difíciles de prever: hacen alto en la encrucijada.