Lo que se fue con el Servicio Militar Obligatorio
08 de enero de 2013 por Redacción FNFFJuan Ramón Lozano Rojo
Alférez de Complemento de Artillería
XXVIII Promoción de la IPS (1970)
El Servicio Militar Obligatorio fue suspendido[1] en España el 31 de diciembre de 2001 por el gobierno de “centro reformista” (¿) de José Mª Aznar (RD 247/2001, 9 de marzo, por el que se adelanta la suspensión de la prestación del servicio militar)..
El entonces ministro de Defensa del gobierno Aznar, don Federico Trillo Figueroa, oficial del Cuerpo Jurídico de la Armada, remató la decisión del gobierno con aquella frase que pronunció en el Congreso de los Diputados y ha quedado para la historia: “Se acabó la puta mili”
Desde entonces mucho se ha hablado sobre lo que se perdió con esta decisión, frente a las pretendidas ventajas de supresión, que podríamos resumir en:
-Evitar a los jóvenes de sexo masculino (las mujeres, quizás por aquello de la “justicia democrática asimétrica”, estaban exentas) una pretendida pérdida de tiempo.
-Mejorar la formación militar de las FFAA, puesto que las nuevas tecnologías requieren una mayor especialización, incompatible con una duración de la presencia en filas inferior a un año.
-Hacer frente al caos que suponía una objeción de conciencia creciente, para la que el Gobierno era incapaz de arbitrar servicios alternativos, y suponía, en la práctica, un agravio comparativo con los que sí se incorporaban a filas para cumplir con sus obligaciones cívicas.
-Demostrar que un gobierno de centro-derecha era más “progre” que los “progres” (este es un aspecto no revelado, pero al que el autor concede mucha credibilidad, habida cuenta del complejo permanente que agarrota a los partidos democráticos de derechas desde la muerte del Caudillo).
Frente a estas ventajas, lo que se da por evidente que se perdió es:
-La conciencia de Nación para todos los jóvenes, y la posibilidad de convivir con personas de distintas procedencias geográficas, culturales y sociales, apagando prejuicios tribales
-El sentimiento de compañerismo o, mejor, de camaradería[2]. Sentimiento tan fuerte, que muchos han mantenido el contacto con sus camaradas a lo largo de su vida.
-La posibilidad de acceder a la alfabetización, o al certificado escolar, por parte de aquellos jóvenes que, por diversas circunstancias, no habían podido acceder a ello con anterioridad. Estudios sociológicos demuestran que la contribución del SMO solamente a la alfabetización en España fue, entre 1963 y 2000 (período del que hay datos tabulables) de una reducción de un 5% anual a la tasa de analfabetismo de nuestra patria.
De todas formas, esta posibilidad ha quedado enmascarada por el gobierno de extrema izquierda de Rodríguez, al dar el certificado sin méritos a casi todo el mundo[3]. Claro que con esta práctica de inflacionar todo lo inflacionable, se consigue el “gran mérito” de devaluar dichos certificados, hasta convertirlos en papel mojado, prácticamente sin ningún valor…
-Los cursos de formación profesional que se impartían mediante el PPE, y que dotó a millones de españoles de una capacitación para acceder a empleos cualificados muy demandados por la sociedad (soldadores, electricistas, mecánicos,….; y también el conseguir el permios de conducir para ejercer como conductor profesional de camiones, autobuses, etc).
-La posibilidad de aprender un oficio o profesión no universitario, mediante los programas de formación profesional del Ejército, a través de su organismo PPE, que supusieron una oportunidad de mejora laboral para millones de jóvenes durante los años en que estuvo vigente (salieron especialistas en soldadura, mecánica, electricidad, etc; amén de los que consiguieron gratis el permios de conducir par ejercerlo como profesión en la conducción de camiones o autobuses).
-El alcanzar una cierta madurez, debido a que muchos no habían salido de las casas de sus padres hasta entonces, y se veían, por primera vez en sus vidas, en la necesidad de resolver todas sus necesidades sin recurrir a los padres u otros parientes.
La cultura del mérito (incluso con sus injusticias) hacía calar en nuestra personalidad la necesidad de esforzarse para alcanzar las metas fijadas.
Pero a lo anterior, debemos añadir dos aspectos más, uno menos estudiado y citado, y el otro, prácticamente sin desvelar y, por tanto, mucho menos estudiar.
-El primero corresponde al proceso de logro de la madurez, del que ya hemos hablado, pero en un aspecto diferente. El servicio militar hacía madurar a las personas, al someterlas a una disciplina nada caprichosa (aunque muchas veces no se explicara el porqué de la misma), en una edad que es clave para alcanzar la condición de adulto en cualquier persona. Esta disciplina ayudaba a que cada joven adquiriera un gran sentido de la responsabilidad.
El autor recuerda cómo en los años 60, en que el SMO existía en prácticamente en todos los países de Europa (excepto en el Reino Unido), los jóvenes británicos demostraban un comportamiento más errático e inmaduro que los del resto de los países. Evidentemente, alguna correlación habría entre esta actitud y la ausencia de obligatoriedad en el paso por las filas.
-El segundo tiene que ver también con el proceso a la madurez, pero desde el punto de vista de cada individuo en relación a cómo ve a los demás. Es decir, desde un punto de vista iniciático.
Quizás sea éste el aspecto más difícil de explicar. Desde que existe el ser humano, vemos cómo las diferentes culturas han ido creando ritos (que muchos llaman iniciáticos) por los que pasaban cada individuo en momentos diferentes de su desarrollo personal. Los niños, primero, y después los jóvenes, tomaban estos ritos como hitos y retos a superar, y también como referencias, en su proceso de realización como personas.
Podríamos decir que los humanos, aunque somos animales y estamos dotados de un aparato locomotor, necesitamos raíces o referencias sobre las que apoyarnos. Pues bien, nuestra sociedad postmoderna ha eliminado todas esas referencias en las personas. Se empezó con los ritos religiosos (1ª comunión, confirmación), que eran comunes –por nuestra cultura- a la inmensa mayoría de la población. Se siguió con los ritos educativos (certificado escolar, pruebas de reválida en el Bachiller), y se ha rematado con los ritos cívicos (el SMO).
Y por eso vemos a nuestros jóvenes como zombis porque, al faltarles las raíces, viven en un desconcierto permanente y en una ausencia de ilusión.
Y ahora no podemos quejarnos, porque hemos cosechado lo que, insensatamente, nuestros “representantes” (¿) decidieron.
Tenemos lo que nos merecemos.
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1] De hecho, abolido, puesto que con el actual sistema político “demorrágico”, que reduce la condición humana a la de simple “voto”, nadie volverá a reponerlo.
[2] Es curioso que ambos términos tengan un origen militar:
“Compañerismo”, desde tiempos de las legiones romanas, de “cum pannis”, o compartir el “paño” (o poncho; cada poncho era ¼ de la tienda de campaña, tanto en las legiones romanas, como en el ejército alemán en la 2ªGM; en España, en cambio, un poncho era 1/6 de la tienda).
“Camaradería”, desde nuestros famosos Tercios en el siglo XVI. Viene de “hacer la camarada”, que era crear el grupo de quienes compartían “cámara” o techo, y se juraban mutuo apoyo en toda circunstancia.
[3] (dicen que para evitar estigmatizar a los peores; se olvidan de los mejores, igual que en el caso de la delincuencia se olvidan de las víctimas, desde los tiempos de Concepción Arenal: “odia el delito y compadece al delincuente” (de las víctimas, ni rastro….)
https://fnff.es/actualidad/103267059/lo-que-se-fue-con-el-servicio-militar-obligatorio.html
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