Vidal Quadras, la economía de Rajoy y cómo ser la "leal oposición"

A este paso, ese pintoresco partido apellidado Popular acabará con mucha cifra, mucho buenismo y poca chicha ideológica. ¿Cómo les distinguiremos del PSOE?

"La democracia no es suficiente. Si la cultura muere, el país muere". La frase es de Pat J. Buchanan en su último y agónico libro –State of Emergency- sobre el fin de nuestra civilización por la invasión de pueblos del Tercer Mundo. Pero si la hubiera pronunciado el pescadero de su barrio, la secretaria de su gestoría o el ingeniero de la obra de su casa hubiera dado exactamente igual: resulta obvia para casi cualquiera, aunque no para todos.

Y es que el complejo de costumbres, esquemas mentales, hábitos de vida, actitudes ante los hechos fundamentales de lo humano, referencias históricas y, sobre todo, la conciencia de compartir unos referentes claros en cuanto a la procedencia de comunidades históricas del pasado y, así mismo, la conciencia de la vinculación al destino de esa misma comunidad histórica; en una palabra, lo que llamamos cultura, en su más amplio sentido, es lo que proporciona un sustrato, un contenido, al procedimiento formal de elección de dirigentes que llamamos democracia. Pero nunca al revés. Lo primero es anterior a lo segundo e invertir los términos conduce al absurdo más absoluto. Buchanan nos recuerda algo obvio porque vivimos en una época idólatra, en la que las palabras tabú parecen conjurar cualquier razonamiento. La necedad más primaria tiene posibilidades de ser aceptada, o cuando menos debatida, si es convenientemente aderezada con palabras-tótem como "democracia", "tolerancia", "diálogo" y similares, unas palabras ante las que nadie va a detenerse para comprobar qué significan realmente en el contexto exacto en que se utilizan.

Ahora resulta que para el PP, ese partido que lleva suplantando el ansia de comunidad, de pueblo y de seriedad en la política desde hace dos décadas, la ofensiva del PSOE sobre el triple eje de la eutanasia, el aborto y el voto inmigrante no son "problemas reales". Los auténticos problemas son los económicos, para los que recomiendan la sempiterna –e ineficaz- cantinela liberal de "austeridad", "reformas estructurales" y "liberalización del mercado de trabajo". Si no fuera porque uno se resiste a creer que los dos millares de personas que deben formar la dirigencia del PP, la mayoría profesionales aventajados con titulación superior, no entienden absolutamente nada, muchos no creeríamos que no pudiera deducirse de la realidad empírica semejante conclusión.

Según informó El Semanal Digital, ante las punzantes intervenciones de Alejo Vidal Quadras en el primer Comité Ejecutivo tras el XVI Congreso del PP, la respuesta de Rajoy es que el PP tiene que centrarse hoy en los problemas reales, es decir, en la crisis económica, y no en debates que dividen a los españoles y sobre los que no hay ni siquiera iniciativas concretas.

Incapaces de distinguir de la planificación estratégica la lucha por los contenidos, califican de "problemas reales" solo a los económicos porque son incapaces de comprender que lo que el PSOE pretende es un cambio en las mentalidades, en el que se acepte una visión sobre la vida humana sin disidencias. El aborto, como estrategia de genocidio prospectivo sobre las generaciones futuras, la eutanasia, como devaluación de la vida hasta el relativismo y la dependencia del criterio individual o del capricho, y el voto inmigrante como manera de vaciar la nacionalidad de su contenido hasta equipararla a la residencia por cuestiones laborales, todo ello se sitúa en la línea de la disolución física del pueblo español.

Además, aborto y voto inmigrante favorecen la estrategia del capital global, que induce crecimientos demográficos negativos para sustituir las poblaciones autóctonas por mano de obra inmigrante carente de derechos. Al margen de consideraciones morales de enorme valor, la combinación de aborto masivo e inmigración constituye un formidable ataque a los derechos conquistados por las generaciones que nos precedieron y se perfila como la puntilla final sobre el tan cacareado "Estado de Bienestar". Por supuesto, nada de esto es de extrañar, precisamente por provenir de un partido como el PSOE, que ha sido siempre el partido de la plutocracia. Para ellos, a fin de que el pueblo español acepte su destrucción a medio plazo sin rechistar, es necesario un cambio en las mentalidades que disfrace de "derechos" y "libertades" lo que no es sino nuestro propio sepelio como pueblo. Esto es lo que, en el fondo, ocultan las irresponsables pero siniestras palabras de Zapatero de que su gobierno está "más allá de la alternancia".

En esta tesitura el PP considera que "el filón" está en la crisis económica. Incapaz de dar la batalla por los contenidos –una batalla que demandan millones-, por miedo a que no le sitúen en un centro construido a la medida de la izquierda, yerra en creer que su receta liberal es la salvación ante el tsunami que se avecina. Puede que al final muchos españoles voten al PP porque no hay otra cosa, pero el caso es que también en lo económico PP y PSOE coinciden en el principal error que subyace a la presente crisis: ambos toleran un Banco Central Europeo regido por un ignorante que cree que la manera de que ningún precio suba consiste en subir el costo que está en todas partes - el tipo de interés –, algo que, para más INRI, depende de una decisión exclusivamente voluntarista. Las medidas de Trichet, cuyo curioso efecto consiste en llenar aún más los bolsillos de los hiper-ricos a costa de las clases trabajadoras, no son cuestionadas absolutamente por nadie, de manera que el pueblo español se debate entre una izquierda que planea el genocidio sibilino del pueblo y una derecha que propone soluciones tan ineficaces y ridículas que lo único coherente que puede verse en ellas es que con su inoperancia favorecen las intenciones de aquellos a quienes pretende combatir.

Por fortuna es que cada vez mayor la separación que se abre entre los políticos de uno y otro bando y las fuerzas sanas del pueblo que creen en el futuro de España, en la decencia y en defender la vida de los que están por venir. Esa masa no es, como creen los estrategas de la ambición "centrista", un montón de marginales de los que pueden prescindir numéricamente en sus sesudos y siempre errados cálculos. Se trata más bien de la única fracción del pueblo sobre la que puede reconstruirse una vida civilizada y humana. Es muy posible que colaborar con el PP que llega sea cada vez más claramente luchar por la destrucción de nuestro pueblo, algo por cuyo futuro todos tenemos un deber.

Eduardo Arroyo