Iniciado por
Veleta
Disputas regionales aparte, que como bien dices son contraproducentes, me gustaría dejar claro que la expresión de mi simpatía por Primo y su prohibición antitaurina no implica incoherencia ni contradicción alguna con mis críticas previas al flamenco agitanado (no al puro), ya que los toros son una cosa y el flamenco otra, si bien tú, Ulibarri, has tenido a bien el mezclar ambas cosas bajo la denominación de "charanguismo prototípico ezpañolizta"... colocando la zeta en lugar de la ese en clara alusión a los andaluces.
Y está claro que has mezclado churras con merinas, ya que el flamenco no aparecía citado en este hilo hasta que tú lo mencionaste para atribuirme una incoherencia que no es tal... porque, repito: decir que apoyo a Primo en sus medidas antitaurinas no entra en contradicción alguna con decir que desprecio el flamenco agitanado, aunque al dictador jerezano le gustase dicho tipo de flamenco.
Por tanto, se ve claramente que has empleado un argumento falaz, que en modo alguno oso a pensar que sea debido a mendacidad, sino simplemente a un lapsus.
Respecto al asunto taurino, justificar la tauromaquia por la alta calidad de la carne de toro bravo es un argumento pobre, puesto que disponemos de otras carnes de calidad igualmente excelente, como el cerdo ibérico, el jabalí o el venado. Respecto a una posible extinción del toro bravo en caso de que se prohibiesen los festejos taurinos, ciertamente sería un problema que tendríamos que afrontar, procurando reintroducir al toro en espacios naturales adehesados donde pudiese vivir en libertad (así de paso, con toros bravos sueltos, muchos campos evitarían el impacto ecológico del excursionismo, acampadas, etc.). Del mismo modo en que el oso pardo podría vivir, si no se le cazase y hostigase de diversas formas, en los hábitats de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos, el toro bravo podría vivir en libertad, si a la gente no le diere por cazarlo, en diversos hábitats como Sierra Morena, los Montes de Toledo y diversas llanuras adehesadas del Valle del Guadalquivir y ambas mesetas. En todo caso, no cabe duda de que existirían graves problemas para asegurar la supervivencia en libertad del toro bravo, pero al fin y al cabo peor está el lince ibérico, que está a punto de desaparecer y a la inmensa mayoría de españoles, aficionados a los toros o no, no parece preocuparles demasiado.
Lo que dices de "comunión de Iglesia y Tauromaquia" es un exceso a todas luces, ya que más bien se trata de tolerancia a regañadientes de la Iglesia, que es universal, hacia la tauromaquia. El levantamiento de la pena de excomunión por parte de Clemente VIII no se debió sino a la presión de la entonces muy poderosa Monarquía Hispánica, que también intervino de modo, digamos que algo sospechoso, en la polémica "De auxiliis" que se estableció a raíz de las heterodoxas teorías del jesuita Luis de Molina. Fíjate en que el mismo papa que levanta la excomunión al toreo, recibe así mismo presiones españolas para intervenir en favor de las tesis del jesuita Luis de Molina, que son continuación de la posición del judío y ¿judaizante? Diego Láinez respecto a la Gracia. No queriendo favorecer a España en estos asuntos mayores, se declaró neutral en lo relativo a la polémica "De auxiliis", por lo que su levantamiento de excomunión a los que interviniesen en fiestas taurinas ha de interpretarse como una cesión en un asunto menor para no indisponer a la Santa Sede con la principal potencia política y militar de la época.
Los dos papas siguientes, Pablo V y Urbano VIII, tampoco quisieron pronunciarse sobre la polémica "De auxiliis" y al final todo esto desembocó en la condena como herético del Jansenismo, nacido en Lovaina, que en verdad no venía a sostener sino la posición ortodoxa respecto a la preeminencia de la Gracia Divina sobre la voluntad humana, que es la misma posición que había mantenido en España la Orden de Predicadores (Dominicos) y la opinión sobre el asunto de San Agustín. Ni que decir tiene, que esta polémica fue parte importantísima en el ataque que los jesuitas dirigieron contra los dominicos (guardianes intachables de la ortodoxia) y que con la condena del jansenismo y el triunfo de los jesuitas, perdió San Agustín y ganó Pelagio. Si Blaise Pascal fue un hereje, yo soy alcalde de Pyongyang.
Tal vez te preguntarás: ¿qué tienen que ver la polémica "De auxiliis", los jesuitas, el jansenismo y Pascal con el toreo?
Pues muy sencillo, que tanto en un caso como en otro, la Santa Sede actuó bajo la presión política española, que entonces no era peccata minuta, tanto para levantar la excomunión que recaía sobre la tauromaquia, como para condenar a unas gentes que nunca desafiaron la ortodoxia y en cambio dejar sin condena las tesis pelagianas de Luis de Molina.
Por otro lado, la bula "De Salutis Gregi Dominici" invalida cualquier voto o juramento posterior en sentido contrario, lo cual no afecta a la Encíclica de Clemente VIII, pero de todos modos queda sembrada una duda: Si los papas han sido y son infalibles cuando hablan ex cathedra, como señala el dogma establecido por Pío IX durante el Concilio Vaticano I, entonces San Pío V y Clemente VIII se contradicen respecto a la tauromaquia.
Se me podrá objetar que tanto el contenido de la Bula de San Pío V, como el de la Encíclica de Clemente VIII, no están destinados a establecer dogmas de fe, sino a disponer sanciones o levantarlas con respecto a una cuestión temporal como el toreo... cuestión temporal que, no obstante, puede tener y tiene, según las propias palabras de San Pío V, un efecto nocivo sobre las almas del rebaño de Dios... porque no hay que olvidar que, como su propio título indica, la Bula "De Salutis Gregi Dominici" está destinada a preservar la Salud del Rebaño del Señor, es decir, a evitar que las almas se condenen por participar en celebraciones paganas.
Si un papa califica a los festejos taurinos como "espectáculos cruentos y vergonzosos, no de hombres, sino del demonio" y otro afirma, según Ulibarri (y no tengo motivos para pensar que sea incierto) que "son una escuela de valor que pertenece al patrimonio de España" declarándolos implícitamente como algo beneficioso para alma, estamos ante una contradicción, pues sólo uno de los dos papas puede estar en lo cierto y entonces Pío IX se equivoca también al establecer que el obispo de Roma es infalible.
Estamos ante un hecho físico que tiene una contrapartida moral: los encierros y corridas de toros. Esta contrapartida moral no puede ser diabólica y beneficiosa al mismo tiempo, y la Iglesia no puede observar una posición contradictoria sobre nada que afecte a las almas de los fieles.
Mi opinión es que Clemente VIII, al levantar la excomunión a los que participasen en festejos taurinos, actuó movido por las presiones de la política temporal, en una acción similar a tantas y tantas manifestaciones y afirmaciones de algunos papas. Por ejemplo, Juan Pablo II estuvo muy influido por Ronald Reagan y desde luego no pueden ser verdad al mismo tiempo las disposiciones sobre los judíos de Inocencio III y las de Juan Pablo II... sólo uno de los dos puede tener razón, estando equivocado el otro, y entonces Pío IX también se equivoca.
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