Bibianieves y los siete enanitos
POR FRANCISCO ROBLES
Publicado Domingo , 11-04-10 a las 09 : 49
Bibiana Aído es la sumiller de cortinas de Zapatero, un cargo al que aspiraban los nobles durante los años y los siglos de la monarquía absoluta. Si aquellos individuos que presumían de linaje impoluto se encargaban de descorrer las cortinas antes de la audiencia del monarca, la ministra de Igualdad hace algo similar pero distinto: borda cortinas de humo como si fuera una Mariana Pineda más bien progre, evanescente, ligera de ideas y de equipaje. Esas cortinas de humo sirven para desdibujar los perfiles de la crisis, las aristas de una economía que sigue a la deriva, en caída libre y permanente por mucho que pretendan maquillar las cifras del paro con los habituales afeites de la estadística. Un poner: el enfermo está mejorando porque hoy le ha subido la fiebre menos que ayer.
Bibiana Aído se descuelga de vez en cuando con una de las suyas para distraer al toro que da las cornadas de la crisis y llevarlo a los terrenos de la charlotada, de la chufla y el ridículo. Lo último ha sido la andanada que ha soltado contra las películas de la factoría Disney que se basan en los cuentos infantiles. Ya saben. La Cenicienta transmite el arquetipo de una mujer sumisa que se dedica a las tareas del hogar, y Caperucita Roja —durante los primeros años del franquismo se le cambió el nombre por el de Caperucita Encarnada— no está acorde con los nuevos tiempos de la liberación femenina. La ministra Aído sabrá que los cuentos de hadas se sometieron en su día a la crítica psicoanalítica: ese zapato de Cenicienta se las trae y se las lleva. La ministra conocerá las teorías al respecto de Bruno Bettelheim, que defendía estos cuentos a la hora de formar al público infantil tanto en lo moral como en lo intelectual. La ministra sabrá eso… o no. Pero esto es lo de menos. Se trata de lanzar una buena cortina de humo para que el personal no se pregunte por qué somos el único país de Europa, junto a nuestra querida Grecia, que se muestra incapaz de salir de la crisis económica.
Ya puestos y puestas, que se elimine definitivamente el estudio de la Literatura en el curriculum de la ESO y del escuálido Bachillerato. El Poema de Mío Cid es un canto belicista preñado de islamofobia, La Celestina es una novela donde la mujer desempeña el papel de objeto sexual que satisface los deseos del macho, El Lazarillo de Tormes fomenta el engaño y la picaresca para obtener la riqueza económica y el ascenso social, El Quijote no divulga el diálogo como método pacífico de resolución de conflictos, Quevedo era un misógino recalcitrante que no respetaba a las señoras de la tercera edad cuando definía a una de ellas como «vieja pero fea»… ¿Qué podemos decir del machismo que subyace en ese Tenorio que rompe los esquemas de la igualdad de género? Bécquer engaña a la mujer con sus patrañas románticas. Y hasta Lorca cae en esos estereotipos cuando escribe La casada infiel.
Podríamos seguir con la pintura. ¿O no es machista la Venus del espejo que pintó Velázquez en Italia y que se exhibe, para deshonra del ideal feminista, en la Nacional Gallery de Londres? Ya está bien. Melibea no puede suspirar por Calisto. Aldonza Lorenzo no debe humillarse hasta el extremo de convertirse en la idealizada Dulcinea del Toboso que sacie el apetito de Don Quijote. Hay que llevar a cabo una revolución absoluta en el mundo de las letras y de las artes. Moratín debería reescribir «El sí de las niñas» para convertirlo en algo más igualitario y acorde con la Logse: «El no de los niñatos y de las niñatas». Todo ha de cambiar para que todo cuadre con el bibianismo que marcará el final de una época y el amanecer de un periodo de felicidad absoluta. Prohibamos El Quijote por belicista, por machista, por islamófobo, por fomentar unos valores que no cuadran con el imaginario bibianesco. Ya está bien de siete enanitos para una sola Bibianieves…
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