CONCLUSIONES



No, Malaspina no estuvo en Trafalgar, para entonces había empezado a dejarse morir, defraudado, enfermo y solo. Pero por mucho que Carlos IV, y sobre todo su valido Manuel Godoy lo catalogaran de traidor y revolucionario y tratasen de borrar su brillante paso por la Armada Real, Malaspina ya se batió en otras batallas. Nada ni nadie puede negar que fue uno de los grandes marinos ilustrados de aquella época, a quien los libros de Historia de España no han recordado demasiado. Podríamos hablar aquí de las causas de su procesamiento, pero sería alargarnos demasiado, y lo que nos interesa de verdad es recordar no sólo su hazaña, si no su entrega y sacrificio de su vida al mar, la pasión que desde sus tiempos de juventud le hicieron ver el mar, con otros ojos. Formó parte de esos marinos sabios a los que la historia dió su oportunidad, pero que el destino no consintió traslucir más allá de la frontera que separa la dicha de sentirse plenamente reconocido, y quedarse a las puertas de la satisfacción sin llegar a saborear el triunfo del orgullo. Excelente marino, como dijo Valdés, pero mal político. Pudo haberse visto envuelto en el enfrentamiento político que existía en la Corte entre los partidarios de Godoy y los de Aranda, otra teoría sería la que describe algún historiador analista y es que los protagonistas auténticos de la conjura, además de Malaspina, fueron el ministro Valdés, el obispo Despuig, la Marquesa de Matallana y la viuda de O'Reilly. Su finalidad era hacer salir del Gobierno al Príncipe de la Paz, cuya permanencia en él se presentaba como un auténtico peligro para la tranquilidad del país, capaz de comprometer, incluso, las vidas de los reyes debido a lo ineficaz de su gestión política y a lo tormentoso de su vida privada, pero al margen de todo esto, la realidad es que cinco años de una investigación histórica que costó una gran fortuna, con todo el material del que antes hemos hablado, se tiró literalmente, y nunca mejor dicho, por la borda. Sacar otro tipo de juicio, sería entrar en un debate vacío del que nunca terminaríamos de hablar, convirtiéndolo en tedioso. Podría hacerse buena la frase de Sánchez Dragó que da título a su libro "si habla mal de España, es español", y la verdad, no es fácil concebir la pretensión de hablar bien de la España que dio lugar a esta injusta realidad, el reinado de Carlos IV y las conjuras de una Corte, que más merecería la pena olvidar. Lo cierto es que sólo treinta años más tarde de la expedición de Malaspina y Bustamante, las naciones a las que refiere su informe, emergían a la independencia. Hoy en día, todavía se están recogiendo los frutos, científicamente hablando, de ésa expedición, sin olvidar lo que ha supuesto en cuanto a los avances para la navegación.



ALEJANDRO MALASPINA