Fuente: El Pensamiento Navarro, 27 de Junio de 1978, páginas 1 y 9.
In memoriam
Ha muerto don Joaquín Baleztena
En las primeras horas de la mañana de ayer nos llegaba la dolorosa y tremenda noticia del fallecimiento de nuestro ilustre y entrañable amigo don Joaquín Baleztena Ascárate, personalidad relevante de la vida navarra, insigne patricio de nuestra tierra, carlista lealísimo, que durante toda su vida sirvió a la Causa con entrega total.
Son horas de luto para nosotros, pues don Joaquín Baleztena estuvo siempre vinculado a EL PENSAMIENTO NAVARRO, al que con total desinterés e inmenso cariño prestó desde su juventud su colaboración y apoyo. En esta Casa deja un recuerdo imborrable.
A pesar de su modestia, de su huida de toda ostentación, de todo cargo de relumbrón, obligado por sus correligionarios, que veían en él a un gran valor, a un caballero tradicionalista, orgullo de la Causa, de recia estirpe y de prestigio indiscutible dentro y fuera de nuestra Comunión, el señor Baleztena se vio obligado a aceptar importantes representaciones políticas, que supo desempeñar con dignidad y ejemplar servicio.
Muy joven todavía, fue elegido, en votación brillante, concejal del Ayuntamiento de Pamplona, formando parte de la mayoría carlista, en aquellos tiempos de lucha, en que liberales y republicanos trataban de darnos la batalla en la vieja Iruña, sin que jamás lo consiguieran, a pesar de contar con toda la ayuda oficial.
Más tarde, allá por el año 1919, en momentos difíciles para la Causa –hacía poco que se había producido la escisión mellista–, nuestros correligionarios requirieron su nombre para las elecciones de diputados a Cortes por la Merindad de Pamplona. Y don Joaquín Baleztena, por disciplina y lealtad, acudió a la lucha electoral, siendo elegido diputado en triunfo clamoroso, pues obtuvo uno de los primeros puestos entre los tres diputados que habían de ir al Congreso en representación de Navarra.
Después de la Cruzada fue nombrado Consejero Nacional y Procurador en Cortes por designación directa, cargo que rechazó en carta muy razonada que dirigió al Generalísimo Franco.
Dentro de nuestra organización desempeñó también cargos importantes: primero, Presidente del Círculo Carlista de Pamplona; miembro directivo de la Juventud Carlista, y, posteriormente, durante muchos años, Jefe Regional de nuestra Comunión en Navarra.
Por sus grandes servicios, por su prestigio y valía, por su lealtad insobornable, nuestro llorado Rey le concedió la preciada distinción de Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, que ostentaba con verdadero orgullo.
«Sobre mi boina, sólo Dios». Era ésta la divisa de este gran caballero que acabamos de perder. La boina roja que siempre se había visto en su casa, como símbolo de los ideales de sus padres y abuelos que lucharon consecuentemente durante su vida, reverenciándola como una reliquia y con la que con ilusión admirable salió a la calle en aquel memorable mes de julio de 1936, como lo hicieron también todos los suyos.
Don Joaquín Baleztena Ascárate estuvo siempre a nuestro lado. Sus visitas a EL PENSAMIENTO NAVARRO fueron frecuentes. Su cariño a nuestro periódico fue una lección y una enseñanza. Incluso supo dejarnos en las columnas de este diario trabajos magníficos, fruto de una preparación y cultura, uno de ellos que llevaba por título «Don Alfonso en Deauville», por el que fue procesado, pero no pasó nada porque en aquella época don Joaquín Baleztena gozaba de impunidad parlamentaria como diputado a Cortes. Durante muchos años formó parte del Consejo de Administración de «Editorial Navarra», propietaria de este periódico, como consejero y Presidente de la Editorial, respectivamente. Siempre estuvo a nuestro lado, hasta su muerte.
Modelo de caballeros católicos, ferviente defensor de la Fe, devoto de la Santísima Virgen, propulsor de toda obra buena, estamos seguros de que en esta hora encontrará en la otra vida la recompensa merecida.
Su muerte constituye para nosotros una pérdida irreparable. Enarboló con entusiasmo la bandera de la Tradición, consciente de que en la Tradición se encerraba la única salvación de las grandes virtudes de España.
Al cerrar estas líneas hemos de expresar a su distinguida familia, tan querida por nosotros, nuestra condolencia muy sentida por la muerte de tan ejemplar caballero, al mismo tiempo que pedimos encarecidamente a nuestros lectores eleven sus oraciones al Cielo por el descanso eterno de su alma.
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