No sé si ese Bentall será feliz, pero para mí está loco. Tanto hablar de optimismo los psicólogos, y ahora nos salen con esta. Y en todo caso, habría que definir la felicidad. Hoy en día se habla mucho de felicidad, se promueve mucho, hasta hay quienes dicen con sus mejores a otros: "sé feliz". La felicidad, desde luego, es una actitud. Y no depende necesariamente de las circunstancias. Una vida de placeres no es sinónimo de felicidad. De hecho, no suele serlo. En cambio, es perfectamente posible ser feliz en medio de la adversidad. Y más para el cristiano, que tiene a un Dios en el que buscar consuelo, refugio y ayuda; que si está bien formado sabe llevar con esperanza y alegría las penalidades de la vida, la cruz que le toque llevar, sabiendo que aunque lo pase mal en este mundo en el otro estará mejor, así que como que puede aplicar esa cruz por su alma o por las necesidades espirituales o materiales de su prójimo, o por alguna otra situación de necesidad. Saber eso, y saber que la cruz nos une con Cristo, genera una alegría interior y una felicidad profunda y duradera, no una dicha efímera como las de aquí abajo. Todos queremos ser felices y eso está bien y es natural; es bueno que queramos estar lo mejor posible en este mundo y que ayudemos según nuestros medios a los demás a serlo. Pero, puestos a escoger, es preferible pasarlo mal en esta vida pasajera y luego ser felices por la eternidad a tratar por todos los medios de ser felices aquí. Por todas partes se nos propone la felicidad, la publicidad la promueve para motivarnos a consumir haciéndonos creer que tal o cual cosa nos hará más felices. Nos quieren vender muchas felicidades que son flor de un día. Pan para hoy y hambre para mañana. Pero la verdadera felicidad es la felicidad a largo plazo, y empieza aquí en la Tierra si sabemos estar en el mundo sin enredarnos con las cosas del mundo.