DOCUMENTO nº 3

Respuesta del Santo Padre a Su Eminencia el Cardenal Arcadio María Larraona, prefecto de la Sagrada
Congregación de Ritos

"La ‘Nota personal´ relativa al esquema Conciliar ‘De Ecclesia’ nos ha causado, como bien podéis imaginar, sorpresa y preocupación, tanto por el número y dignidad de los firmantes como por la gravedad de las objeciones suscitadas sobre la doctrina del esquema y de las declaraciones rotundamente opuestas, y apoyadas -según nuestra opinión personal- en argumentos discutibles. Por otra parte, la "Nota" nos llegó la noche inmediatamente anterior a la tercera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, cuando ya no se podía presentar el esquema a nuevo examen, debido a las repercusiones muy graves y perjudiciales, fácilmente previsibles, sobre los resultados del Concilio y, por ende, en toda la Iglesia y particularmente en la Iglesia Romana, que hubiera tenido la puesta en práctica de las sugerencias de vuestra ‘Nota’.

Tenemos muchas razones para creer, por lo que se nos ha dicho, que el envío de este documento principalmente se debe a vuestra iniciativa, señor Cardenal, y que incluso no todos los que la han firmado tenían un completo y cuidadoso conocimiento del mismo. Vuestra carta del 21 de septiembre, sobre el mismo tema y del mismo tenor, seguida de un texto mecanografiado de contenido similar, da prueba de ello. Es por lo tanto a vos a quien abrimos nuestro corazón, aunque no queramos dar una respuesta adecuada a las observaciones que se nos han expuesto, cuando las voces del Concilio en relación con el esquema en cuestión ya se han expresado claramente, y con un método tal de información y votación que elimina toda sospecha de poca circunspección con respecto a la doctrina y la importancia de las diferentes propuestas presentadas a la votación de los Padres Conciliares, y cuando el examen de los consejos dados por el voto ‘placet juxta modum’ se está todavía cuidadosamente llevando a cabo, inspirado por el deseo de acoger cualquier enmienda razonable, para disipar algunos justos temores en cuanto a la exactitud de las doctrinas presentadas y para tranquilizar todos los espíritus.

De momento, nos parece suficiente y conveniente informaros, para vuestra tranquilidad y justificación, que, por nuestra parte, no hemos descuidado nada de cuanto nos parecía justo y oportuno que fuera hecho, para que la preparación del esquema se llevara a cabo conforme a la sana doctrina y por medio de discusiones libres, tranquilas y objetivas. Nos mismo hemos querido enterarnos de la controversia relativa a ciertas afirmaciones del esquema y de lo bien fundado de las fórmulas adoptadas, consultando a teólogos italianos y no italianos de excelente reputación y reservándonos el derecho de introducir modificaciones posibles tras el texto definitivo donde parecía exigirlo la ortodoxia o la claridad de la exposición.

Nos mismo hemos ordenado que la Comisión ‘De Doctrina Fidei et Morum’ reexamine las exposiciones controvertidas y Nos mismo hemos dispuesto que la Pontificia Comisión Bíblica se pronuncie respecto a la exégesis de ciertos pasajes escriturarios citados en el esquema para apoyo de tesis discutidas, obligando así a que se reuniera la Commisión ‘De Doctrina Fidei et Morum’ para examinar otra vez los puntos controvertidos. Por otra parte, ha sido tranquilizador para Nos saber que el esquema, que durante largo tiempo fue cuidadosamente evaluado por la Comisión en cuestión y por la Subcomisión competente, ha recibido la aprobación explícita de Su Eminencia el Cardenal Ottaviani, Secretario de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, y el apoyo aun más explícito del asesor del Santo Oficio, monseñor Parente,también él distinguido teólogo, sin dejar de mencionar el voto favorable y casi unánime de la Comisión ‘De Doctrina Fidei et Morum’.

Podemos aseguraros, pues, señor Cardenal, que la elaboración del esquema está totalmente exenta de las presiones y manipulaciones a las que vuestros escritos, antes citados, atribuyen su origen.

Y nos parece que tampoco la presentación del esquema en el Concilio pueda ser acusada de innovación indebida, como si se hubiera impuesto por sorpresa, cuando el asunto del que trata está vinculado a los del Concilio Ecuménico Vaticano I, y cuando su presentación misma fue precedida de un largo debate en la primera y segunda sesión de este Concilio. La Congregación General del Concilio de 30 de octubre de 1963 ya había dado autorizadamente instrucciones para la orientación de este asunto, de tal naturaleza que sirvieran al menos para advertir a todos y cada uno de los Padres Conciliares del contenido e importancia de las doctrinas en cuestión. Si aun quedan dudas a este respecto, fácilmente se disipan recordando que unos folletos detallados y representativos, si bien no autorizados, habían sido enviados a los Padres Conciliares para apoyar tesis contrarias a las del esquema y que se hicieron llegar a los Padres unas semanas antes de la reapertura del Concilio. Por lo tanto sería casi un insulto a su sabiduría suponer que no tenían un conocimiento preciso y una conciencia prevenida acerca de los graves y delicados aspectos doctrinales del esquema.

Nos parece igualmente injustificado afirmar que la mayoría de los Padres fue víctima de "todo tipo de métodos de propaganda" y que las doctrinas en cuestión fueron "impuestas por ciertos grupos de presión que recurrieron a ciertos elementos de orden psicológico y no teológico", ni, de hecho, creemos fundado el temor de que se atente contra la doctrina del Primado de esta Sede Apostólica; pensamos, más bien que debemos felicitarnos por las profesiones explícitas y reiteradas de profundo reconocimiento y adhesión sincera que se le han sido hechas en esta solemne circunstancia.

Queremos percibir en estas graves valoraciones y sugerencias una noble preocupación por la ortodoxia de la doctrina y una celosa solicitud por nuestra fragilidad personal en cuanto a las funciones que a nuestro apostolado se refiere; y por ello os estamos agradecidos. Siempre seremos muy sensibles a cualquier llamamiento hecho en un momento tan extraordinario para nuestra responsabilidad suprema, ya vigilante en virtud de las fervientes oraciones al Señor y por el ofrecimiento de nuestra humilde vida, para que nuestro testimonio pueda ser fiel a la pureza de las enseñanzas de Cristo y al verdadero bien de la Santa Iglesia.

Os suplicamos creáis que nos esforzamos por seguir la redacción final del esquema con objeto de quitar de él lo que no parece conforme a la sana doctrina así como hacer todos los retoques justificados. Sin embargo, no os ocultamos que tal vez surjan nuevos problemas para la Iglesia; será responsabilidad del que ejerce la función de guía vigilar desde la cumbre para cuidar que esos problemas encuentren soluciones felices y coherentes con las tradiciones fundamentales y con los más altos intereses de la Iglesia misma. Pero confiamos en la ayuda de Dios y estamos convencidos de que estas soluciones serán más convenientes y útiles cuanto la Curia Romana, siempre consciente de sus altas funciones, sepa recibir favorablemente las conclusiones del Concilio, con pronta y sagaz protección.


Permitid a este respecto, que os roguemos, señor Cardenal y todos los que han compartido vuestra intervención ante Nos, que nos ayudéis siempre en nuestras difíciles tareas y que por vuestra parte reflexionéis sobre las consecuencias nocivas que implicaría una actitud (si no se basara en razones verdaderas y probadas) tan contraria a la mayoría del episcopado y tan perjudicial para el éxito del Concilio Ecuménico, así como para el prestigio de la Curia Romana.

Dignáos señor Cardenal, y cuantos a vos se han asociado, perseverar en la oración para que el Espíritu Santo asista a la gran y extraordinaria Asamblea Conciliar y se digne guiar con su luz y su virtud al que es el menor de todos y que necesita más de la ayuda celeste, situado como está, por ordenanza divina, a la cabeza de la Iglesia de Cristo, en esta hora solemne."

Con nuestro respeto y buena voluntad, os enviamos también en esta ocasión, nuestra bendición apostólica.
Paulus P. P. VI


(CONTINÚA)