Notas sobre el título
“¿Por qué el título "Yo acuso al Concilio"?
Por tener derecho a afirmar, mediante la crítica de argumentos tanto de crítica interna como externa, que el espíritu dominante en el Concilio y que ha inspirado tantos textos ambiguos y equívocos e incluso francamente erróneos no es el Espíritu Santo, sino el espíritu del mundo moderno, espíritu liberal, teilhardiano, modernista, opuesto al Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todas las reformas y las pautas oficiales de Roma son exigidas e impuestas en nombre del Concilio. Sin embargo, estas reformas y orientaciones son todas de tendencia francamente protestante y liberal.
Es desde el Concilio que la Iglesia, o al menos los hombres de la Iglesia que ocupan puestos claves, han tomado un rumbo claramente opuesta a la Tradición, es decir al Magisterio oficial de la Iglesia.
Se han creído la Iglesia viva y amante de la verdad, con libertad de imponer dogmas nuevos a clero y fieles: el progreso, la evolución, la mutación unidos a una obediencia ciega e incondicional. Han dado la espalda a la verdadera Iglesia de siempre, dándole nuevas instituciones, nuevo sacerdocio, nuevo culto, nueva enseñanza en permanente búsqueda, y eso siempre en nombre del Concilio.
Es fácil pensar que cualquiera que se oponga al Concilio, a su nuevo evangelio, será considerado como fuera de la comunión de la Iglesia. Pero si se les pregunta de qué Iglesia, responderán que de la Iglesia Conciliar.
Por lo tanto, es esencial desmitificar este Concilio, que ellos querían “pastoral” por su horror instintivo al dogma y para facilitar la introducción formal en un texto oficial de la Iglesia de las ideas liberales. Pero, acabada la operación, ellos dogmatizan el Concilio, comparándolo al de Nicea, y lo afirman similar a otros o hasta superior a los otros!"
Afortunadamente esa operación de desmitificar el Concilio ha comenzado - y comenzado bien- con el trabajo del profesor Salet en el "Courrier de Rome" sobre la “Declaración acerca de la "libertad religiosa"; en él, concluye que esa “Declaración” es herética.
¡Cuántos temas necesitados de estudio y análisis! Por ejemplo:
- Lo que concierne a relaciones entre los obispos y el Papa, en la constitución de "la Iglesia", los obispos", "las misiones";
- El sacerdocio de los sacerdotes y los fieles en los preliminares de la "Lumen gentium";
- Los fines del matrimonio en la "Gaudium et spes";
- La libertad de la cultura, de conciencia y el concepto de libertad en la "Gaudium et spes";
- El ecumenismo y las relaciones con las religiones no cristianas, con ateos,
- etc.
Rápidamente se hubiera detectado un espíritu no católico. De esos estudios, el enlace se hubiera hecho naturalmente con las reformas nacidas del Concilio. A continuación, una única luz iluminaría el Concilio.
Lo que necesariamente suscita una pregunta: los que han tenido éxito con esta maniobra admirable, ¿la tenían premeditada antes el Concilio? ¿Quiénes son? ¿Se reunieron antes del Concilio?
Poco a poco, los ojos se abren a una conspiración increíble, preparada desde tiempo atrás. ¿Este descubrimiento requiere preguntarse: ¿en esta obra, qué papel tuvo el Papa? ¿Su responsabilidad? En verdad, parece abrumadora, a pesar del deseo de exonerarlo de esta terrible traición a la Iglesia.
Pero aunque dejemos a Dios y a los verdaderos futuros sucesores de Pedro juzgar estas cosas, no deja de ser cierto que el Concilio ha sido desviado de su fin por un grupo de conspiradores y que nos es imposible entrar en esa conspiración, aunque aún haya algunos textos satisfactorios en este Concilio. Porque los textos buenos se usaron para que se aceptaran los textos ambiguos, minados y engañosos.
Hay una única solución: abandonar esos textos peligrosos asirnos firmemente a la Tradición, es decir,al Magisterio oficial de la Iglesia de veinte siglos.
Esperamos que las siguientes páginas lanzarán una luz de verdad sobre las intenciones subversivas de los adversarios de la Iglesia, ya conscientes o inconscientes.
Añadamos que las apreciaciones de los clérigos y los católicos liberales, de los protestantes y de los masones en el Concilio simplemente confirman nuestros temores. El Cardenal Suenens afirmaba con razón que este Concilio ¡era el 1789 en la Iglesia!
Así pues, nuestro deber es claro: predicar el Reino de nuestro Señor Jesucristo frente al de la ‘diosa razón’.”
+ Marcel Lefebvre
París, 27 de agosto de 1976
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