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  • 1 Mensaje de jasarhez

Tema: También vuelve Teilhard

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    También vuelve Teilhard

    También vuelve Teilhard


    Teilhard es, quizá, el más seductor entre los teólogos del siglo XX. Aunque no sea propiamente teólogo, pues no expuso un tratado sistemático, sino que teoriza y especula en sus ensayos temas de cristología, de sacramentos, de eclesiología, de antropología. ¿Un filósofo? Un gran entusiasta con destellos de quasi iluminado. ¿Un místico? Un visionario, al borde del delirio exaltado. Si se le observa desde el prisma multi-facético del fenómeno modernista, es un solitario, muy original, en la órbita de la novedad, pero sólo en su nave. Es un peligro. Fascina con intuiciones vertiginosas que alejan de la Revelación y se pierden en la indefinición.

    Teilhard, cuando se examina, es un peligro doctrinal, un descomponedor del dogma, un fantástico innovador de conceptos que al fin quedan reducidos a viejas tendencias y antiguas heterodoxias. Teilhard puede embriagar, y causar luego el bloqueo de una pesada resaca.

    Por eso me asombró ayer enterarme de que vuelve, como una recaída delirante: En la Urbaniana, encuentro internacional sobre Teilhard de Chardin.


    La Pontificia Universidad Urbaniana de Propaganda Fide es una de las más antiguas instituciones académicas de Roma. Se dedica, desde sus orígenes, a preparar al clero misionero y al que procede de las misiones católicas. Un cometido especialmente delicado, pues de la buena formación que imparta la Urbaniana dependerá la buena doctrina que lleven a sus respectivas iglesias los misioneros y el clero indígena.

    ¿Es Teilhard un autor/un tema apropiado para la Urbaniana? No, en absoluto. Ni tampoco para la Gregoriana.

    Los ensayos de Teilhard - entiendo yo - conllevan actualmente un plus de peligrosidad, pues son fáciles de entreverarse con temas y tendencias de la new age. En cierto sentido, la obra de Teilhard podría entenderse como la exposición de un cristianismo new age, no con toda precisión, pero sí con toda su indefinición. Si me explico.

    A no ser que se tratara de una exposición crítica de su obra, insisto en que no es conveniente la presencia de Teilhard en ningún centro de formación católico, mucho menos en una universidad como la Urbaniana, dado su original carácter misional.

    La Compañía de Jesús nunca llevó bien la censura/condena de la obra del p. Pierre Teilhard de Chardín S.I. Si alguno pensara que la llegada de un jesuita a la Santa Sede ha podido favorecer esta rentrée, pudiera ser que acertara.

    Pero es improbable que pueda ser recuperable la obra de Teilhard para la ortodoxia católica. Ni siquiera practicándole intensivamente una hermenéutica de continuidad.

    Le probléme es que alguno también nos podría cuestionar retándonos a definir qué es/qué significa la ortodoxia católica. Y habría que reconocer que se trata de una cuestión difícil de precisar desde hace cincuenta años.

    Y ahora mismo, incluso, especialmente.


    +T.

    EX ORBE

  2. #2
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Re: También vuelve Teilhard

    Ciertamente, tengo que admitir que el padre Teilhard es el más seductor entre los teólogos modernistas del siglo XX. Sobretodo para aquellos que poseen una mala base teológico-doctrinal y se ven envueltos en toda la pléyade de mentiras nacidas en el seno de la Nueva Era. Creo que aquí, en este foro, ya conté un día cómo en tiempos de mi juventud llegué a perder mi fé, a pesar de haber estudiado en un colegio católico durante muchos años. Y tengo que admitir que, tras mi declive en la fé, los escrito de Teilhard me continuaban atrayendo. Sus teorías sobre el punto omega, y demás monsergas (hoy así las veo) por aquellos días me fascinaban; me embriagaban como bien dice el artículo.

    Pero es una religión falsa. Incluso diría que es la falsa doctrina del anticristo. Es la falsa religión del hombre que se hace Dios, en lugar de la fé verdadera, en la que Dios que se hace hombre por obediencia al Padre y su amor por todos nosotros. Las ideas del padre Teilhard son muy peligrosas y han estado siempre auspiciadas por los grandes organismos mundialistas y los teóricos progresistas-evolucionistas.

    Veamos como ejemplo, una de sus obras mas conocidas:
    'HIMNO A LA MATERIA' - Por Pierre Teilhard de Chardin
    (pego solamente el enlace)

    Pero es que ni siquiera sus falsas doctrinas son científicas. El padre Teilhard se dejó guiar, más que por la ciencia, por su “fe” inquebrantable en el evolucionismo… Una fé ciega que hasta le llevó a realizar una de las falsificaciones mas grandes de la historia de la palanteología moderna, conocida con el nombre de "El hombre de Piltdown".

    Todo un embaucador y un farsante, probablemente masón y, sin duda alguna, herético.


    Un saludo
    Última edición por jasarhez; 31/10/2013 a las 18:35
    ALACRAN dio el Víctor.

  3. #3
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Re: También vuelve Teilhard

    LA MASONERÍA Y TEILHARD DE CHARDIN




    Durante la intervención en la Asamblea General del “Gran Oriente de Francia”, habida en París, del 3 al 7 de septiembre de 1962, Jacques Mitterrand, Gran Maestro de la Masonería, ha reivindicado para la secta la publicación póstuma de las obras de Teilhard de Chardin y - hecho de capital importancia para un juicio de conjunto sobre el pensamiento teilhardiano- ha afirmado que la concepción de este infausto autor coincide con el humanismo naturalístico masónico.

    Mitterrand pone, sin ningún rebozo, en Teilhard el comienzo de la negación de la Tradición y del acentuado culto al hombre, a costa del culto a Dios, que -desde hace casi veinte años- han invadido, como epidemia mortal, tantos ambientes intelectuales católicos, eclesiásticos y laicos, y han introducido la confusión en la Iglesia.

    He aquí un pasaje importantísimo del discurso de Mitterrand:

    "A diferencia de nosotros los masones, los católicos, en nombre del ecumenismo, no se atienen ya firmemente a su pasado para sacar de allí la lección de la sabiduría. Hacen, por el contrario, todo lo que pueden para renegar de su Tradición, con el fin de adaptar su religión a la renovación. ¿Por qué ha sucedido esto? Prestad atención a lo que voy a decir y sabréis cómo ha empezado esta mutación. Un buen día ha surgido de sus filas un científico auténtico, Pierre Teilhard de Chardin. Quizá sin que se diese exacta cuenta de ello, ha cometido el crimen de Lucifer de que la Iglesia de Roma con frecuencia ha acusado a los masones: ha afirmado que en el fenómeno de la hominización, o - para usar la fórmula de Teilhard- en la Noosfera, esto es, en la suma total o masa de la conciencia colectiva, que circunda el globo terráqueo como el estrato más bajo de la atmósfera, es el hombre quien tiene la precedencia y no Dios y es el artífice principal de este proceso".

    "Cuando esta conciencia colectiva alcance su apogeo en el punto Omega - como dice Teilhard -, entonces habremos producido el nuevo tipo de hombre, como lo deseamos: libre en su carne y sin trabas en su mente. Así Teilhard colocó al hombre sobre el altar, y puesto que adoraba al hombre no pedía ya adorar a Dios".


    (ROCA VIVA, Madrid, año XV, n. 171, marzo 1982.)

    _________________
    Mitterrand, Gran Maestro masón, era pariente del presidente François Mitterrand. Tanto Jacques como François Mitterrand, pertencían entonces a la masonería. Al final de su vida, François Mitterrand se convirtió al catolicismo, de esta manera las exequias del que fuera presidente francés pudieron ser religiosas.

    Para profundizar más en el tema, ver:
    http://www.juliomeinvielle.org/libro...%20chardin.pdf


    Un saludo
    Última edición por jasarhez; 31/10/2013 a las 19:14

  4. #4
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    Re: También vuelve Teilhard

    Una crítica de conceptos y expresiones ambiguas del polémico jesuita francés, cuyas obras, en general, fueron condenados por la Iglesia en un (ya olvidado) “Monitum”, de 1962


    Revista FUERZA NUEVA, nº 76, 22-Jun-1968

    Ciclo de conferencias del P. Eustaquio Guerrero S. J.

    TEILHARD DE CHARDIN A EXAMEN

    Una crítica de los conceptos simplistas y de las expresiones ambiguas del pensador francés

    Las conferencias fueron pronunciadas en el Instituto de Estudios Jurídicos de Madrid, entre los días 27 a 31 de mayo. Las lecciones dadas por el padre Guerrero son fruto de un estudio profundo de las obras de Teilhard, realizado durante varios años de dedicación al tema. La categoría intelectual del conferenciante -gran filósofo y teólogo-, de reconocida fama internacional, dentro y fuera de la Compañía de Jesús, se ha puesto de manifiesto una vez más en estas lecciones.

    Un estudio desapasionado

    La primera conferencia- “Orientaciones para el fructuoso estudio de Teilhard de Chardin”- estuvo dedicada a introducir al auditorio en el tema. “Es un hecho -dijo el ponente- la actualidad de Teilhard en el pensamiento de los últimos tres lustros, pero no lo es menos la dificultad de apreciar con exactitud el valor y el sentido de su obra”. La dificultad procede no sólo de la naturaleza de ésta, sino de la apasionada discusión a que ha sido sometida por sus críticos: los unos, fanáticos adoradores; los otros, no menos fanáticos adversarios; sólo algunos sustancialmente objetivos. Esta oposición engendra entre los católicos discusión de criterios y discordia. Por ello, y en bien de la unanimidad y de la paz, es muy necesario y oportuno orientar con imparcialidad y objetividad a los que pretenden llegar a un conocimiento verdadero de Teilhard. Para lograrlo, nada mejor que la actitud adoptada por el padre Guerrero: estudio desapasionado, que pone de manifiesto el pensamiento. De Teilhard con objetividad científica; lo que no quiere decir neutralidad, porque la ciencia no es neutral ante la verdad, ya que el científico investiga lo real, que no puede confundirse con lo puramente fáctico.

    La lección segunda versó acerca de “Consideraciones generales sobre el ideal, el contenido y la expresión en la obra escrita de Teilhard. Sus ideas fundamentales, sus méritos, sus deficiencias y sus peligros”.

    “El ideal de Teilhard de Chardin como sacerdote jesuita hubo de ser y fue -en palabras del orador-, aplicarse con todo su ser y actividad a la santificación propia y ajena, según el Instituto de la Compañía de Jesús. Pero durante su formación, y especialmente durante los años de sus estudios superiores y aun muchos después, preparándose a su tarea apostólica, le absorbió la preocupación de armonizar su fe cristiana con su visión evolucionista del universo. Cuando ya logró la síntesis tranquilizadora, su ideal continuó, en el fondo, el mismo, pero reflejó matices si no de absoluta novedad, sí de gran actualidad. Precisamente, para ganar al género humano para Cristo, estaba decidido a participar en el mundo, no a separarse ni aislarse de él; a promover sus valores positivos, a hacerlo progresar lo más posible para el bienestar, la paz y la perfección, aun natural, de la humanidad. Entre estas dos tareas: servir a Dios, según las enseñanzas evangélicas, y entregarse al fomento del progreso en el mundo, no ve Teilhard oposición alguna, sino al revés, conexión íntima salva, no obstante, la excelencia de la vida contemplativa que él mismo recalca y que procura el bien, aun temporal del hombre, a su modo, y la necesidad de la abnegación y mortificación de los egoísmos resistentes al esfuerzo humano para realizar el progreso”.

    Excesiva simplificación

    No es fácil aún juzgar la obra de Teilhard, porque, al parecer anda en inéditos no recogidos todavía en sus obras completas y sólo conocidos de algunos privilegiados; pero el Teilhard que se ha hecho famoso no es precisamente el científico, sino el pensador de problemas humanos y religiosos que hace unos años, y ahora mismo, preocupan a muchos, católicos y no católicos; y bajo este aspecto puede ser bastante bien conocido por los tomos publicados en diversas editoriales. Una lectura atenta de estos volúmenes -máxime si va acompañada de consulta a los mejores críticos- revela, sin duda alguna, que en el alma de Teilhard resonaban muchas de las preocupaciones religioso-morales, sociales y culturales de nuestro tiempo, y es benemérito por la franqueza, constancia, valentía y optimismo con que aborda los diversos problemas, y por el esfuerzo que desarrolla para resolverlos como él piensa que conviene al bien espiritual de la Iglesia, en general, y al hombre moderno, en particular.

    Pero también es visible la excesiva simplificación al proponerlos, la audacia para oponerse a las más venerables tradiciones, la fácil generalización a toda la teología y a toda la ascética católica de lo que solo corresponde a ciertos particulares autores o grupos reducidos, la confusión de los planos natural y sobrenatural, la imprecisión de los términos, la omisión de convenientes aclaraciones en puntos ocasionados a significaciones equivocas, dando un sentido contrario a palabras consagradas por su sentido dogmático.

    Expresiones falsas y ambiguas

    Por eso -pese a sus optimistas perspectivas, alentadores estímulos y bellos pasajes de antología-, incurre en expresiones falsas y en ambigüedades, que personas no peritas interpretarán muchas veces en sentido erróneo. Esto es lo que -con tanta razón como notable caridad y delicadeza- dijo el Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) en su tan famoso como desobedecido MONITUM del 30 de junio de 1962.

    En la tercera conferencia se trató del valor apologético de la obra de Teilhard de Chardin. El conferenciante comenzó diciendo que “no faltan quienes piensan que la apologética católica se reduce a las cinco vías de la Suma teológica con que Santo Tomás prueba la existencia de Dios”. Pero que esas argumentaciones con que se demuestra la realidad de un ser necesario, de una causa primera, de un film último, de un principio ordenador del universo… y los ulteriores razonamientos de la teología natural con que, además, se procura esclarecer y precisar el contenido del concepto de Dios, no son lo principal de la pedagogía religiosa de la Iglesia, pues por sí solos no pueden llevarnos, ni nos llevan, sino a un conocimiento abstracto de la divinidad, utilísimo, sin duda, mas no suficientemente eficaz y vital para hacérnosla centro de nuestro ideal de vida y de nuestro amor. Para este efecto era necesaria, de hecho, la divina revelación que proclamó Jesucristo, Verbo humanado. Por eso, lo más importante de la apologética cristiana es la demostración de que Cristo es lo que Él dijo que era: el enviado de Dios, el Mesías prometido a Israel, el Hijo de Dios, verdadero Dios y Salvador del mundo; y él mismo viene a sernos la más eficaz prueba de la verdad, de la fe católica y aun de la misma existencia de Dios.

    Limitaciones en su apologética

    Si admitimos la revelación hecha por Jesucristo es porque nos persuadimos de que su persona merece crédito absoluto; y de que lo merece por su sabiduría, santidad, milagros, resurrección y perpetua glorificación, amén de su obra a través de la historia en la Iglesia y por la Iglesia. Entonces aceptamos todas sus enseñanzas como divinas y nos entregamos totalmente a Él, pese a la alteza de los misterios revelados, inaccesibles en su fondo a nuestra limitada inteligencia.

    Esta apologética empieza por suponer y requerir inefables influjos sobrenaturales para llegar a creer: por consiguiente, no obstante un vigor lógico extraordinario, capaz de convencer a todos los hombres amigos de la verdad, sensatos y rectos, dando a la naturaleza racional las garantías prudenciales que exige que su fe a la palabra de Cristo, no es un salto en el vacío, sino en la roca firme de la realidad divina.

    El padre Teilhard, parte por no haber, quizá, profundizado en esta maravillosa estructura lógica y psicológica de la teología fundamental cristiana, parte por su especial sensibilidad del mundo científico en que se movía, no la estimó en su justo valor y pretendió sustituirla por otra fundada en las exigencias lógicas y, sobre todo, psicológicas de la evolución, como él la concebía.

    La eficacia, por tanto, de Teilhard en el terreno apologético es muy limitada, ya que -todo lo más- puede haber influido en algunas personas del ambiente suyo, pero no tiene valor general cuando la realidad nos lo está demostrando: por sus frutos conoceréis al árbol. Y además, una apologética científica nunca se podrá basar en hipótesis, como lo es el concepto de evolución -muy subjetivo por otra parte- de Teilhard de Chardin.

    Crítica de la evolución teilhardiana

    En la cuarta lección, el padre Guerrero hizo un análisis muy agudo sobre la moral y la ascética en Teilhard de Chardin. Partiendo de lo que constituye la moral católica y la ascética, expuso a continuación algunos de los puntos principales de la concepción de la moral y la ascética por parte de Teilhard.

    Sobre la base de la realidad espiritual y convergente, y por la necesidad de resolver el problema de la armonía entre la gracia y la naturaleza, formula Teilhard de Chardin dos principios o afirmaciones mayores, ejes de su moral y su ascética.

    1ª. Hemos de colaborar a la gran corriente de vida que impulsa al mundo hacia su meta, y después, en particular, al hombre hacia su perfección inmanente primero, y después, hacia su convergencia en el “punto omega” trascendente, que es, en concreto, Cristo. Porque esa colaboración implica realización del plan divino, y, por lo mismo, cumplimiento de la divina voluntad.

    2ª. Asimismo, hemos de colaborar al progreso del mundo, porque así contribuiremos a la edificación del cuerpo de Cristo, del Cristo total de que hablaba San Agustín.

    De estas dos afirmaciones fundamentales, derivadas por Teilhard, la una, de la naturaleza de la evolución y de su conexión con Dios creador, y la otra, del modo de ser de Cristo, Verbo encarnado, y de la doctrina paulina sobre su primacía y eficiencia en el universo, y el Cuerpo Místico, concluye Teilhard que el esfuerzo humano por secundar la evolución, por progresar, por promover las realidades terrestres -todo viene a ser uno- es norma esencial de la ascética cristiana; pero también lo es, aunque en segundo lugar, la abnegación de los egoísmos y concupiscencias que resisten al trabajo en ese progreso y obstaculizan la unanimización de criterios y la concordia de amor a que tiende la noosfera, como al término final, en su marcha ascendente hacia la perfección.

    El esfuerzo debe estar inspirado por el entusiasmo y la esperanza del éxito, y no sólo por la buena intención moral o deseo de agradar a Dios con la propia acción; y la abnegación y el sufrimiento, que necesariamente han de acompañar al positivo esfuerzo también.

    En los dos aspectos de esta tarea recibirá gran aliento el cristiano persuadido de que así obtiene el precioso resultado de construir el cuerpo de Cristo, acelerar la Parusía y preparar el mundo para su espiritualización y divinización definitiva en el “punto omega”.

    El padre Guerrero mostró con toda claridad cómo la parte aceptable que puede hallarse en estas ideas la puede realizar el cristiano sin necesidad de acudir a la evolución, porque -con evolución o sin ella- el cristiano tiene alicientes sobrantes en su fe y deberes acuciantes en los preceptos evangélicos para trabajar en beneficio del prójimo. Tampoco entiende el padre Guerrero de qué otra manera se pueda trabajar por el progreso, etc., sino cumpliendo cada uno con su deber de estado, como siempre lo enseñó la Iglesia. Es decir, que Teilhard se empeña en hacer depender todo de la evolución, tal como él la entiende. Y llegados a este punto cabe apreciar que la evolución -en el supuesto de que la ciencia algún día la confirmase tal como la entiende Teilhard de Chardin- nada añadiría a la moral ni a la ascética cristianas. (…)

    A. SALGADO


    Última edición por ALACRAN; 03/10/2022 a las 13:35
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: También vuelve Teilhard

    MONITUM [CONTRA LAS OBRAS DEL P. TEILHARD DE CHARDIN]

    Sagrada Congregación del Santo Oficio
    SUPREMA SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO

    Ciertas Obras del Padre Pedro Teilhard de Chardin, incluso obras póstumas, son publicadas y encuentran una acogida nada despreciable.Independientemente del juicio que se forme acerca de lo que atañe a las ciencias positivas, en materia de filosofía y teología, aparece claramente que las obras mencionadas abundan (scatere) en tales ambigüedades, o más bien en errores tan graves, que ofenden a la doctrina católica. Así, pues, los Emmos. y Rvdmos. Padres de la Suprema S. Congregación del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios y a todos los Superiores de Institutos religiosos, a los Rectores de Seminarios y a los Presidentes de Universidades a defender los espíritus, particularmente los de los jóvenes, contra los peligros de las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus discípulos.

    Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el 30 de junio de 1962.
    Sebastián Masala, Notario

    https://fundacionspeiro.org/revista-verbo/1963/11/documento-3990
    Última edición por ALACRAN; 03/10/2022 a las 13:45
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: También vuelve Teilhard

    Teilhardismo religioso


    Revista FUERZA NUEVA, nº 66, 13-Abr-1968

    TEILHARDISMO RELIGIOSO

    Jaime Montero

    Hay una desproporción evidenteentre la biografía oscura, la personalidad sin vigor social de Teilhard de Chardin y esa póstuma difusión mundial de sus libros y de su nombre que permite hablar de teilhardismo. También es manifiesta la incoherencia entre lo que se habla del autor y de sus obras y lo que de éstas conoce la gente.

    Creen algunos que al amonestar el Santo Oficio, el 30 de junio de 1962, a todas las jerarquías y superiores de la Iglesia, Órdenes e Institutos Religiosos, especialmente de centros de estudios, la conveniencia de “defender eficazmente los espíritus, sobre todo de los jóvenes, contra los peligros de las obras del padre Teilhard de Chardin y de sus acólitos”, en atención a estar “suficientemente de manifiesto que en materia filosófica y teológica tales obras están llenas de ambigüedades o, más bien, de graves errores que atentan a la doctrina católica”, según las expresiones literales del “Monitum”, en su día publicado, lo que hizo la Iglesia fue ponernos en guardia frente a una nueva herejía.

    Otros, por el contrario, valoran más el hecho de que en no pocos de los institutos, tan gravemente advertidos por Roma de sus deberes, se hayan difundido con un celo extraordinario las obras y encomiado la personalidad del autor; llegando, incluso, a realizar propaganda - el “teilhardismo” en marcha- entre escolares hasta de bachillerato, a los que en centros de la Iglesia se les habla de Teilhard como del Maestro. Así. Con lo que la gente está desorientada.

    Existe, sin duda, un problema de rebeldía junto con otros, en esto del teilhardismo religioso. Como también, animándolo y moviéndolo todo, una operación de lanzamiento técnicamente planeada y dirigida, no más indicativa de la valía verdadera de las obras del autor de lo que puedan serlo, en otro orden de cosas, los encomios publicitarios de una bebida o una película y los premios literarios, en relación con el espumoso, la superproducción gigante o la novela que sean objeto de similar escándalo propagandístico.

    Herejía, lo que se llamaba antiguamente herejía, parece que no hay, pese al síntoma de la efervescencia clerical tan característico. Para los que carecemos de autoridad en la materia existe un dato a favor de que no estemos ante ese grave acontecimiento y es la apuntada insignificancia de Teilhard como hombre -todo lo contrario de lo que han sido siempre los herejes-, su absoluta falta de coraje personal y poder de arrastre o sugestión sobre las gentes.

    Él no sostuvo polémicas ni presentó más problemas “oficiales” que el de una interpretación de la obediencia tan “sui generis” como sus teorías religiosas, que trajo de cabeza a varios superiores de su Orden. Lo mismo que un colegial díscolo e inquieto -psicológicamente no debió pasar mucho de ahí su carácter de jesuita estudioso-, anduvo de centro en centro: hoy en Europa, mañana en China y más tarde en América. Según su entusiasta panegirista, Robert Speaight, en un trabajo sobre “Teilhard y la Compañía”, la postura de Teilhard “fue no cometer imprudencias”, y él mismo confesó, revolviendo sus dificultades en la Orden: “Lo peor que podría sucederme es que me enviaran a un país lejano, donde no pediría nada mejor que trabajar e investigar”. ¿Dónde aparece la pasión indomable de los heresiarcas?

    Hay más frases y anécdotas, pero baste lo escrito. Si se piensa en Arrio o en Lutero, en los rebeldes y tozudos controversistas que revolvieron en sus tiempos la Iglesia con cuestiones teológicas, dogmáticas o morales, se refuerza esa opinión de que no hay herejía, porque no hay herejes. Frente al trágico talante de esos que expusieron su existencia, rompieron con la Iglesia y hasta dieron su sangre por el qué o el cómo de Cristo, la Sagrada Escritura, la Trinidad, la libertad humana y la gracia divina, contrasta el hecho de que Teilhard no se jugó su suerte personal, ni nadie estará dispuesto a grandes sacrificios, poniendo el alma y la vida en defensa del punto Omega o en sostener que descendemos precisamente de algún mono, tal vez asexuado.

    Pero si Teilhard no fue un hereje, sí es positivamente cierto que son ambiguas sus ideas y graves los errores que en sus obras atentan a la doctrina católica. Aquí está la significación del teilhardismo como episodio actual y peligroso de la vida de la Iglesia, ya que siendo expresa “la obligación que tienen todos los fieles de huir de aquellos errores que más o menos se acercan a la herejía”, la febril difusión de este autor, que realizan sus activos acólitos (expresión del Santo Oficio), nos pone ante el hecho grave de que esa obligación “se ignora como si no existiese”, confirmando los temores y la observación de Pío XII, en cuya “Humani Generis” pueden leerse las frases entrecomilladas últimamente.

    Veamos unas muestras concretas de teilhardismo religioso. Los que, basados en él, hablan de la “santa Evolución” y aceptan o hacen correr tesis de materialismo dialéctico e histórico, ni siquiera reparan que están cayendo en lo mismo que se critica cuando se pone en la picota a los jueces de Galileo por haber condenado a éste en nombre del sistema geocéntrico, que resultó ser falso. La Iglesia, en efecto, como enseñó Pío XII, “no puede ligarse a ningún efímero sistema filosófico” o científico. ¿Cómo se atreven entonces a poner en tela de juicio dogmas y doctrinas en nombre de conquistas científicas, en parte ya desmentidas y pronto, de seguro, rebasadas?

    Otro botón del muestrario es ver en lo que va cuajando la “amplia corriente mística, extraordinariamente adaptable y vivaz” que anunciaba Teilhard como fruto de su ideario religioso. Cuantos más monjas y frailes dados a su lectura y más estudiantes con Teilhard debajo del brazo por sentar plaza de avanzados, más avanza, y no hay que probarlo, el sensualismo, crece el espíritu de rebeldía, aumenta el abandono de las difíciles virtudes que tensan la voluntad y elevan el espíritu del hombre, o más estúpidamente, se entregan, los así alineados por la propaganda, a lo que es “puro afán de novedad”, “inmoderado celo de apostolado” -un falso apostolado- o, como dijo también Pío XII, pueblerino temor de “ser detenidos por ignorantes de los problemas de la ciencia”.

    Para los fieles católicos deseosos de alguna orientación, el Evangelio basta para tenerla. Cristo repetía que su doctrina no era suya, sino de Aquel que le envió. Léanse u óiganse páginas y teorías de Teilhard y sus “profetas” y se observará el engolamiento característico y el alborozo juvenil con que se airean como doctrinas enteramente nuevas para el orto de una Iglesia y hasta de una nueva Humanidad y un mundo a renovarse por su anuncio.

    Y algo más. No fue el triunfo lo que prometió Jesús para los suyos; pero lo más atractivo de estas teorías -por eso se siguen- es el éxito mundano, la fama, la pródiga alabanza, la mundial publicidad. El rigorismo jansenista, con ser tan poco atrayente (a diferencia en eso del teilhardismo), bastó que fuera en su tiempo novedad también para gozar de “las simpatías, elogios y admiración entusiasta no sólo de los protestantes, sino de muchos católicos distinguidos, especialmente de los literatos y, lo que parece más paradójico, de los mundanos y de ciertos cristianos tibios e indiferentes”. Obsérvese la casi identidad existente entre los seguidores de aquella secta, tal como los describen Llorca, Leturia y Montalbán en su “Historia de la Iglesia”, y los entusiastas de esta moda religiosa.

    Porque el teilhardismo es eso desde luego. Lo que puede quedar de él lo dirá el tiempo. Pero hay algo indudable, con la evidencia de lo que vemos, oímos y tocamos: al soplo del afán de novedad, tópico de la colosal propaganda americana; del cansancio que produce la práctica de las virtudes y de las dificultades que de siempre han entrañado los dogmas y misterios de la Iglesia, muchos encuentran y ofrecen en esta ideología religiosa todo lo necesario para complacer esos gustos y allanar esos penosos obstáculos.

    No será aventurado afirmar que son esas circunstancias, en general, y una propaganda enemiga, en particular, las que han originado la súbita expansión del teilhardismo religioso, cuyo arraigo y exuberancia en tierras “no trabajadas” es otra prueba de que la semilla doctrinal no es evangélica.

    Jaime MONTERO


    Última edición por ALACRAN; 11/04/2023 a las 13:58
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    Re: También vuelve Teilhard

    "Nuevas cartas de Teilhard de Chardin"


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 102, 21-Dic-1968

    NUEVAS CARTAS DE TEILHARD DE CHARDIN

    Por Louis SALLERON

    Con el título “Accomplir l’homme”, las ediciones Bernard Grasset publican nuevas cartas inéditas del padre Teilhard de Chardin, con un prefacio del padre D’Ouince.

    Estas cartas, que cubren un período que va de 1926 a 1952, están dirigidas a dos corresponsales femeninas. A la primera, las cartas han sido escritas en francés; a la segunda, en inglés; pero la traducción es perfecta.

    Hemos sido informados de que esta doble correspondencia no ha sido publicada en su totalidad. Es normal. Las destinatarias podían considerar inoportuno dar publicidad a algunos párrafos. Esperemos solamente que los que han querido conservar no tuvieran excesivo interés. Añadamos, por otra parte, que no hay ningún motivo para pensar lo contrario.

    Teilhard es un excelente escritor de cartas. Hemos leído estas nuevas cartas con el mismo placer que leímos las que fueron ya publicadas, que estaban dirigidas a sus padres, a su prima Margarita, a Léontine Zanta. Pero no hemos encontrado en ellas, en cuanto a las ideas se refiere, ninguna otra cosa -ni de más ni de menos- que en las precedentes. Son siempre los mismos temas: la Vida (la palabra aparece decenas de veces, siempre con V mayúscula), el Mundo, el “hecho humano, el Porvenir, el Progreso, “mi Evangelio”, etcétera. Siempre la misma confusión, el mismo misticismo naturalista, la misma convicción de construir un nuevo cristianismo (que salvará el antiguo, caduco), etcétera.

    Desarma. Es personalmente muy simpático, pero no llego a comprender cómo ha podido “convertir a su religión” -no podemos expresarnos de otro modo- a espíritus serios. Ciertamente, su influencia puede explicarse en diferentes esferas. Unos han encontrado en él una moral de la investigación y de la acción; otros, han sido liberados de ciertos prejuicios referidos a las relaciones de la ciencia y de la fe; otros, finalmente, han ampliado su visión del cristianismo. Pero no se puede ir más lejos.

    Víctima de un gigantesco “concordismo”, Teilhard identifica prácticamente la Ciencia a la Fe y el mundo a Dios. Encontramos en estas nuevas cartas la expresión definidamente renovada (de la que estábamos ya saturados) de su religión del Mundo, del Hombre, del Adelante, de la Evolución, etc.

    Creo haberlo dicho -escribe- que mi “religión” termina por reducirse en este abandono (activo) en un Mundo que comprendo cada vez menos (en el sentido de que las explicaciones tradicionales que se dan de él me parecen cada vez más insuficientes), pero cuya “divinización” o la “personalización” en curso me parece cada vez más clara. La única cosa que me interesa en adelante, y que me tranquiliza, es que mi existencia haya sido, en la medida de lo posible, un acto de fidelidad a la Vida”.

    Es por lo que se siente “cada vez más consagrado al servicio del Mundo” (página 103).

    Esto podría ser una manera poética o ética de escribir. Pero insiste demasiado en el carácter religioso de su fe para que podamos minimizarlo.

    Antes de ir a Roma, escribe:

    La cuestión de fondo, realmente en juego, es la de saber hasta qué punto la autoridad oficial está, sí o no, decidida a aceptar (y a integrar en la fe cristiana) la “fe” en un porvenir (en una super-evolución) terrestre de la Humanidad. Si es no, no hay colaboración posible entre nosotros” (páginas 129-130).

    Teilhard pretende así que su visión del futuro -que proclama científica- se convierta en el Credo del catolicismo. Parece un sueño.

    Pero como todos los visionarios, Teilhard no ve lo real y no tiene idea de lo que es la Ciencia. Absolutamente convencido de que su Evangelio es el Evangelio, lo lee tranquilamente al revés. Por ejemplo:

    “… Con una de esas frases más simples en apariencia (como la de “Amaos los unos a los otros”), quiero decir, por su recomendación repetida de confiar en el mundo como fundamental y útilmente bueno (e incluso amante), el Evangelio, estoy cada vez más convencido de ello, ha tocado una de las leyes estructurales más profundas del Universo” (pág. 129). ¿Dónde diablos ha leído Teilhard en el Evangelio, y como una “recomendación repetida”, que “confiemos en el mundo como algo fundamental y útilmente bueno”?

    Y en otra parte:

    Finalmente, todo pasa, y el gusto fundamental de la vida permanece: eso es lo esencial o, como dice el Evangelio, “lo único necesario” (pág. 134). ¿El “gusto de la vida es lo único necesario” en el Evangelio?

    A Teilhard no le preocupan estos detalles. Su cristianismo es el cristianismo de mañana, que liquidará todas las antiguallas actuales.

    “… El principal interés de mi vida ya no es (hace ya bastante tiempo) el hombre fósil, sino el hombre de mañana; o, más exactamente, “el Dios de mañana”, puesto que estoy cada vez más convencido de que el gran acontecimiento de nuestro tiempo es una especie de cambio que se produce para nosotros “en la faz de Dios”: el puro “Dios de arriba” combinándose con una especie de “Dios de delante” (prolongación de lo humano). Todo esto está, lo creo seriamente, en el mismo eje de “phylum” cristiano…” (pág. 139).

    Por eso deplora la proclamación del dogma de la Asunción: “No es que tenga nada “contra ninguna” magnificación de María en el cristianismo”, pero dice: “No desisto de mi idea de que en el estado actual de la teología, semejante definición es como un desafío a la física y a la biología” (259).

    Y añade:

    Es posible que tengamos necesidad de este exceso de conservatismo ciego para hacer que los cristianos tomen consciencia de hasta qué punto hemos progresado secretamente en el reconocimiento de una faz nueva de Dios”.

    Un dogma que es “como un desafío a la física y a la biología” es evidentemente inasimilable para Teilhard. Le hubiera sorprendido y escandalizado, que un no católico (de origen luterano), C. J. Jung, pudiera escribir que está “manifiestamente inspirado por el Espíritu Santo que el Papa ha proclamado, para la mayor extrañeza de los racionalistas, el dogma de la Asunción” (respuesta a Job, pág. 216).

    Podríamos preguntarnos por qué, con las ideas que profesa, Teilhard no ha abandonado la Iglesia, o al menos la Compañía de Jesús (que obstaculizaba entonces su actividad).

    La respuesta es simple. En lo que concierne a la Iglesia, Teilhard se considera su más fiel y más celoso servidor. Está convencido de que la Iglesia se equivoca, de que él tiene razón, y que lo mejor que puede hacer es ayudarla “desde el interior”, a renovarse de punta a cabo.

    Así, pues, ¿por qué no va a seguir siendo jesuita? En el fondo, es lo mejor que puede hacer, incluso para propagar sus ideas. Lo ve muy claro y lo repite con mucha frecuencia. “Romper con mi orden no haría sino poner obstáculos en mi camino” (página 131).

    “(Romper) es precisamente, según creo, la cosa que no debo hacer, y soy cien veces más eficaz actuando desde dentro que desde fuera” (pág. 151).

    Según mis propios principios, no puedo luchar contra el cristianismo; solamente puedo actuar desde el interior, intentando transformarlo y “convertirlo”. Una actitud revolucionaria sería infinitamente más fácil, y también más agradable, pero sería un suicidio” (pág. 188), etc.

    Por otra parte, Teilhard no es un alma vulgar. Como la “circulación privada” de sus escritos está muy bien asegurada, no tiene necesidad de la aprobación de las masas. Esta vendrá después, cuando llegue el momento. Por otra parte, si se le deniegan las cátedras, puede celebrar conferencias, como hace en realidad. Una relativa censura aumenta su auditorio. Lo sabe.

    A veces se tiene el sentimiento, ante auditorios limitados y elegidos, de que el “esoterismo” es la atmósfera que conviene a las grandes verdades y a la grandes revelaciones” (pág. 182).

    ¿No es esto justamente su aportación?

    Un prefacio desilusionador

    Hemos dicho que el libro tiene un prefacio del Padre D’Ouince, y lo sentimos. El padre D’Ouince es un hombre santo, universal y legítimamente conocido como tal. ¿Cómo se atreve a dar crédito total a Teilhard?

    Evidentemente, todo es santo para los santos, todo es ortodoxo para los ortodoxos y todo es comestible para los estómagos de hierro. Pero, de cualquier modo…

    El padre D’Ouince no duda en escribir que lo que Teihard “llamaba con una expresión ambigua, si se aísla de su contexto, “la religión de mañana” era el catolicismo más auténtico, el de San Pablo y San Juan, el de su piadosa Madre…” (página 26).

    ¡Cielo santo! ¿Qué piensa usted de esto, cardenal Journet; y usted, Jacques Maritain; y usted, Etienne Gilson; y usted, padre Philippe?

    Hablando de la prohibición de publicar y de enseñar que le fue hecha a Teilhard, el padre D’Ouince escribe: “La aureola de la persecución aumenta todavía su prestigio y hace recordar el caso precedente, tristemente célebre, de Galileo” (pág. 17).

    He aquí ciertamente una persecución a la que se hubiesen acomodado voluntariamente los miles o millones de mártires de los regímenes comunistas (con los que Teilhard es tan indulgente). En cuanto a Galileo, ¿qué tiene que ver con todo esto? ¿Son las imaginaciones de Teilhard sobre el porvenir del hombre lo que el padre D’Ouince asimila a teorías científicas?

    Le hubiera sido fácil al padre D’Ouince hablar de su amistad con el hombre que tan tristemente le ha fascinado. Le hubiera sido incluso fácil evidenciar lo que de válido se podía sacar de ella. Pero considerar como un “profeta” a este visionario extravagante es realmente despreciar la objetividad más elemental. La verdad sufrirá por ello. ¿El padre D’Ouince piensa que el cristianismo podrá beneficiarse?

    Louis SALLERON



    Última edición por ALACRAN; 23/01/2024 a las 13:08
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: También vuelve Teilhard

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    “TEILHARD DE CHARDIN O LA RELIGIÓN DE LA EVOLUCIÓN”, del P. Julio Meinvielle

    Ver también del P. Meinvielle sobre Teilhard y otros teólogos progresistas: http://hispanismo.org/crisis-de-la-i...tml?highlight=




    Revista FUERZA NUEVA, nº 107, 25-1-1969

    Diagnóstico definitivo sobre un cosmólogo

    “TEILHARD DE CHARDIN O LA RELIGIÓN DE LA EVOLUCIÓN”, del P. Julio Meinvielle

    La figura de Teilhard de Chardin se ha convertido casi en un personaje novelesco. Sus intuiciones encalabrinan a los lectores e irritan a los teólogos, que se ven y se desean para establecer una relación coherente entre la ciencia y la fe. Pero su obra estaba a falta de que alguien la juzgara sin apasionamiento y desde una plataforma más duradera que las páginas de los periódicos.

    Los tratadistas teilhardianos han tomado dos direcciones, una de ellas la que incoa Henri de Lubac; y la que ofrece Julio Meinvielle. Para nosotros, después de la lectura de “Teilhard de Chardin o la religión de la evolución”, la duda está aclarada. Este estudio agudo y exigente demuestra que el mundo espiritual y religioso del jesuita francés no coincide con las conclusiones de la sana filosofía y teología católica. Es imposible concordar los sobrenatural con lo antropológico.

    Teilhard quiso aplicar el postulado de la evolución universal a todo el fenómeno espacio-temporal en un sentido que había de afectar a todas las realidades físicas, biológicas, psicológicas sociológicas, humanas y divinas, creadas e increadas. Prescindiendo de la posibilidad de la evolución en general, la verdad es que -y Meinvielle lo demuestra a lo largo de un prólogo y ocho capítulos, amén de varios apéndices- la evolución es ortodoxamente inviable. “Comprendemos -escribe el ensayista- que esta conclusión haya de ser resistida. Pero no ha de ser ello en virtud de argumentos científicos, filosóficos y teológicos, sino por las mismas razones de tipo sentimental y efectivo que mueven a muchos católicos a abrazar los muchos y diversos errores que pululan en la vida moderna”.

    Y es que Teilhard acepta como un dogma el progreso de la Humanidad, en su aspecto propiamente humano. Con esto hace que la humanidad, al encerrarse en el principio de la inmanencia o de la propia conciencia, ha cortado los caminos que conducen al ser y se ha precipitado en el ateísmo. Por tanto, no se puede hablar de progreso sino más bien de degradación. O lo que es igual, a caer en los errores y perversidades del mundo moderno. “No abrimos juicio -puntualiza el autor- sobre las intenciones de Teilhard de Chardin, las que suponemos nobles y honorables. Enjuiciamos su sistema evolutivo, tal como éste se presenta objetivamente”.

    Meinvielle recurre al testimonio de autoridades para juzgar las bases biológicas y paleontológicas. Pero la penetración y la profundidad filosófica y teológica del autor le permite sacar unas extraordinarias y ajustadas conclusiones en el sentido de que sería imperdonable ligereza presentar el problema como resuelto en cuanto a la hipótesis evolucionista o fixista. Pues si el concepto de evolución transformista, que constituye la base de toda la obra teilhardiana, no se justifica bajo su aspecto biológico y paleontológico, mucho menos se le puede justificar al alterar la base de la filosofía y trastocar la teología especulativa y práctica. Por otra parte, como la “cristificación” viene a resumir todo el universo del famoso jesuita, las desviaciones toman un carácter “sagrado” que las hace más radicalmente peligrosas.

    A título de ejemplo diremos que Teilhard coincide con Engels en puntos fundamentales, porque tiene una misma metafísica “a priori”: la metafísica del monismo evolucionista de la materia. Al subestimar el carácter pecador del hombre y del mundo, se subestima la necesidad de expiación, redención y penitencia. Asimismo en la explicación teilhardiana, además de alterarse el concepto de Dios y de la creación inmediata de la materia primitiva, se altera la necesidad de la creación exclusiva e inmediata del alma espiritual del hombre. Por tanto, con ello llegamos a concluir que si la filosofía moderna es atea, también serán ateas la cultura y la vida de los pueblos. La operación de “cristificar” un tal mundo resulta francamente sacrílega e impía. Sería “cristificar” al demonio.

    A este tenor, el apretado ensayo da cumplida cuenta de las afirmaciones reputadas por erróneas, al mismo tiempo que explica la segura y verdadera doctrina. Con una indudable maestría que ha hecho de este libro un “clásico” sobre el ya fallecido jesuita francés.

    TEILHARD DE CHARDIN O LA RELIGIÓN DE LA EVOLUCIÓN, por Julio Meinvielle. Ediciones Theoria. Buenos Aires


    Última edición por ALACRAN; 26/03/2024 a las 14:22
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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