El Vaticano bendice, 50 años después, «El Evangelio según san Mateo» de Pasolini
ÁNGEL G. FUENTES
«L’ Osservatore Romano» afirma que «es la mejor obra sobre Jesús en la historia del cine»
ABC
Una escena de «El Evangelio según san Mateo», de Pasolini
En la Iglesia de Francisco, Pasolini va al Paraíso. Su «Evangelio según San Mateo», es celebrado por «L'Osservatore Romano»: «Es la mejor obra sobre Jesús en la historia del cine». Esta es la información sorprendente que recogía en recuadro en su primera página el diario «La Stampa», al igual que han hecho otros medios nacionales.
Cuando se cumplen los 50 años de la presentación de la película «El Evangelio según san Mateo», es inesperado, y al mismo tiempo estimulante, que su realizador Pasolini sea elogiado por el medio informativo oficial de la Santa Sede, «L'Osservatore Romano», cuyo director, Giovanni Maria Vian, ha dicho: «Elogiar a Pasolini es una señal de la Iglesia de la misericordia de Francisco».
Pier Paolo Pasolini, considerado como uno de los mayores artistas e intelectuales italianos del siglo XX, era visto también como «un intelectual hereje», pero ahora se transforma en cierta forma en «un padre de la Iglesia en película: Pasolini se convierte en maestro de la fe mediante imágenes», afirma «La Stampa». En línea con el pontificado de Francisco, que pone al centro «las periferias geográficas y existenciales», el periódico de la Santa Sede reconoce en Pasolini «la inspiración digna de un creyente».
Acusado de blasfemia
La Filmoteca vaticana ha digitalizado la película, que es bendecida por el diario del Papa como «una representación que toca cuerdas sagradas y construye un sincero realismo». «L’ Osservatore Romano» elogia «la humanidad que el realizador traslada a la pantalla, dando un vigor nuevo al verbo cristiano». Es más, el Evangelio «en este contexto aparece todavía más actual, concreto, revolucionario».
Cuando el filme se presentó en la Mostra de Venecia, fue recibido con críticas positivas, pero también con acusaciones de blasfemia. También cuando llegó a las salas fue censurado y contestado por algunos sectores. Pero los cardenales lo aplaudieron. El productor, Alfredo Bini, ha contado que fueron necesarios treinta taxis para llevar a los purpurados al cine Ariston de Roma, donde había organizado la proyección de la película de Pasolini. Eran los tiempos de la celebración del Concilio Vaticano II. Los padres conciliares, cuando leyeron en los títulos de cabeza la dedicatoria al Papa Juan XXIII, aplaudieron felices, y al final salieron contentos de la sala. A partir de entonces, el filme se proyectó en muchos seminarios y centros religiosos, con la bendición de la jerarquía eclesiástica. Incluso se organizó una proyección en Nôtre Dame.
Aunque después «L’ Osservatore Romano» de la época escribió que la película era fiel a la narración, pero no ciertamente a la inspiración del Evangelio. En realidad, el filme sorprendió a todo el mundo: en forma positiva a la jerarquía católica; en negativo, a la izquierda, que se quedó perpleja.
Pasolini se declaraba ateo, pero la religión le atraía, sin duda, hasta el punto de que el sacro es un tema que atraviesa toda su obra poética. El propio Pasolini confesó haber leído los evangelios una primera vez en 1942, y después en 1962 en Asís.
La mitología pasoliniana precisa que la idea del «Evangelio según san Mateo» nació en una tarde de dudas y tormentos del realizador, en un albergue de Asís, el 2 de octubre de 1962, esperando la visita de Juan XXIII, al que le dedicaría el filme. ¿Por qué el Evangelio de san Mateo? A Pasolini le atraía el más duro y severo de los evangelistas, porque además la figura de Cristo está evidenciada más en su humanidad que en el aspecto divino. En definitiva, el «Evangelio» de Pasolini es, a los 50 años de su presentación, perdonado y bendecido por la iglesia del Papa Francisco.
El milagro de creer sin creer
POR OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE
Aún no se le ha atribuido a nadie este milagro, pero la lectura del Evangelio y su magnífico vuelco en película por parte de un poeta ateo, homosexual, marxista y rompedor es, sin duda, una prueba irrefutable de que los milagros existen. Toda la energía poética y revolucionaria del texto sagrado encuentra un extraño sentido terrenal y divino en la estética de la escasez de la puesta en escena, en la brusquedad del paisaje y los rostros, en una mirada espontánea hacia los personajes y desde ellos a la historia. Es la visión de alguien que, milagrosamente, ha comprendido lo carnal y lo espiritual en su más asombrosa contradicción, y que lo extrae de actores no profesionales (su Jesús fue el catalán Enrique Irazoqui y su propia madre la Virgen María), con una fidelidad que sólo respeta el texto sin pararse en la reconstrucción o el detalle visual y de época; y con una fe en el dolor que expresa que sitúa su «Pasión» en el otro extremo de la de Mel Gibson. Sentir sin ver; creer sin creer.
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