Revista FUERZA NUEVA, nº 578, 4-Feb-1978
Ya vuelven
Hace unos meses, cuando la demolición del franquismo dio paso a la riada del revanchismo rojo, FUERZA NUEVA anunció en la portada, sobre una imagen patibularia de puños cerrados, la realidad que se venía encima: “Ya vuelven”. En efecto, volvieron y España ha recobrado aquel rostro de angustia y miedo que precedió al Alzamiento del 18 de julio de 1936.
Mientras tanto, en los sectores clericales que habían jugado al desenganche del franquismo, se sonreía plácidamente. Ellos, los eclesiásticos progresistas, se habían colocado a tiempo en el lado bueno, en el lado ganador. Nada tenían que temer. Sólo esperar a recoger la cosecha.
Pronto comenzaron a percibir signos inquietantes. Las cómodas relaciones con Franco, que en tantos beneficios y privilegios se transformaron, se convertían en un frenazo al Concordato, que comenzaba a ser, esta vez por parte del Estado, una incómoda reliquia del pasado. La ofensiva contra la enseñanza privada exigía movilizaciones de masas. La catolicidad de la nación sufragaba en el proyecto de nueva Constitución. El “no es esto, no es esto” comenzó a sonar en bocas clericales que tanto habían propugnado la llegada de “esto”.
El editorial de “Ya” (diario episcopal) del 22 de enero (1978) es una especie de “hasta aquí hemos llegado”, que, junto a una protesta, constituye una comprobación de los frutos obtenidos con la suicida política de desenganche. Se refiere a la reaparición del viejo anticlericalismo, del anticlericalismo de la quema de conventos y de los 10.000 eclesiásticos asesinados, cuya memoria se quiso enterrar para que no dificultara la “apertura”. Pero los muertos han resucitado de manos de quienes los ayudaron a alcanzar la palma del martirio.
“Ya” denuncia que el órgano de la CNT, “Castilla Libre” ha restablecido el “anticlericalismo grueso y bravucón”, que, dice, “ya no se lleva en ningún país desarrollado”. Será que aquí somos diferentes. O que con la democracia hemos dejado de ser desarrollados. Porque, según reproduce “Ya”, dicha publicación emplea las siguientes expresiones: “Camarilla de la sotana”, “los miles de parásitos que componen el clero”, los hipócritas que ahora tratan de cambiarse la sotana ensangrentada por un traje de calle”, “los primeros asesinos de un régimen que les permitió llevar la pistola humeante debajo de la sotana”, “los criminales que ahora quieren igualarse a los obreros cuando fueron sus asesinos”, “la plaga mucho más peligrosa para la sociedad que la peor enfermedad, contra la que debemos luchar hasta hacerla desaparecer por completo”.
“Ya” se lamenta de que tales ataques puedan producirse contra la Iglesia, precisamente cuando la Iglesia tanto ha hecho por la instauración de la democracia, que permite publicar un órgano como “Castilla Libre”.
El editorialista no se da cuenta de la contradicción en que incurre: si la democracia que la Iglesia ha ayudado a implantar es la que permite la publicación de órganos como “Castilla libre”, ¿de qué se queja? ¿No quería esa democracia? ¡Pues toma democracia! Gracias a ella vuelven a la luz del día los perseguidores de la Iglesia, a los qu Franco había barrido de la faz de España.
La subvención del culto
Si el anticlericalismo “grueso y bravucón” vuelve en “Castilla Libre”, el anticlericalismo “civilizado” aparece en “El Socialista”. Casi en la misma semana en que salió el alarmado editorial de “Ya”, el semanario “El Socialista” publicaba, a página entera, un informe titulado “Más de seis mil millones para la Iglesia”. Y en un subtítulo destacado recordaba: “Según Carrero Blanco, el Régimen entrego al clero 300.000 millones de pesetas”. La mezquindad con que el informe socialista regatea los 6.000 millones concedidos para este año (1978) a la Iglesia, en contraste con los 300.000 entregados por el régimen de Franco, puesto de manifiesto por “El Socialista”, es todo un símbolo de que en más de un despacho episcopal y en más de una una sacristía debe de haber hecho llorar.
Por si fuera poco, el informe de “El Socialista” se completa con un artículo de Enrique Miret Magdalena, uno de los mimados animadores del progresismo en la Iglesia, que comienza con el siguiente párrafo: “En tiempo de nuestra II República se suprimió la subvención al culto y clero; y la Iglesia española reaccionó pidiendo ayuda económica a sus fieles, los cuales respondieron parroquia a parroquia, aportando su contribución voluntaria al mantenimiento de su propia Iglesia. Pero ahora se resiste la Iglesia a hacerlo, porque confía que el Gobierno y la mayoría parlamentaria cederán a sus presiones económicas en nombre de la religión tradicional”.
No hace falta asegurar que Miret Magdalena está en contra de que el Estado subvencione el culto y clero de la Iglesia católica. En contra, incluso, de que, como se hace en Alemania, el Estado recaude de los católicos la contribución para el sostenimiento de su Iglesia. Hay que acabar con el “contubernio” Iglesia-Estado, dice. Y añade que es a los católicos a quienes corresponde ayudar a su Iglesia y, si no lo hacen, ellos sabrán por qué.
Es lástima que Miret Magdalena no haya profundizado en este aspecto. Si, en 1931, cuando la República suspendió la ayuda al culto y clero, los católicos se bastaron para sostenerlos (a los altos niveles de entonces, con muchos más sacerdotes que en la actualidad), ¿qué ha ocurrido para que hoy la Iglesia no se atreva a pasar la prueba del sostenimiento por sus propios fieles? Quizá se tema recoger la cosecha que se ha sembrado. Es decir, encontrarse a las espaldas un pueblo fiel, al que se sacrificó en aras del oportunismo político.
R. I.
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