Homilías y Telegramas inservibles
El Alcázar. 19/10/1976.
LA prensa destacó la homilía del obispo de San Sebastián, doctor Argaya, en los funerales de las cinco
víctimas de la ETA. En un momento de lirismo emocionante, el prelado ofreció su vida por Guipúzcoa.
Nadie puede dudar de la sinceridad de tal aspiración. También, el cardenal Tarancón, envió un telegrama,
de condolencia. Y para que no faltase nada, también el cardenal Jubany hizo sentir su pesar. Todo esto, a
simple vista, está muy bien. Y aplaudimos tan generosos sentimientos. Pero esto no obsta para unas
sencillas acotaciones.
Ignoramos cual sería la reacción del obispo auxiliar de San Sebastián, doctor Setién, al que se atribuyen
gestos y viajes muy diferentes del expresado por el doctor Argaya. Pero dejando esto aparte, es evidente
que así como el Estado tiene la obligación de velar par el orden público y la seguridad de los ciudadanos,
sin dar amnistía a los que de antemano se sabe tienen el fanatismo de asesinar, la Iglesia tiene otros pode-
res, morales, a los que no debe renunciar. Pero sin que esos poderes los utilice en forma unilateral.
Decimos esto porque después de los SESENTA Y CINCO ASESINATOS cometidos por la ETA desde el
7 de junio de 1968 hasta el de las últimas cinco victimas el pasado día 4 (octubre de 1976) parece un lapso de tiempo
bastante largo para que los obispos de España, la Conferencia Episcopal Española, con toda su fuerza
magisterial, hubiera condenado, no "la violencia venga de donde venga"—frase ambigua, porque hay una
violencia justa otra injusta, una defensa propia legitima y una agresión totalmente inmoral—, sino a la
organización ETA, marxista leninista, terrorista- por programa ideológico, y empeñada en justificar el
crimen al precio que sea. Tristemente, muchos de los miembros de la ETA, han sido intoxicados en
medios clericales, fanatizados en lugares en donde se debía enseñar la Ley de Dios y no el racismo y la
lucha por la dictadura sangrienta del comunismo.
Hasta ahora (1976), ni el cardenal Tarancón, en su calidad de Presidente de la Conferencia Episcopal Española,
ni el doctor Argaya, ni monseñor Añoveros, ni los otros obispos, han dado doctrina sobre el anticristia-
mismo profundo e irreconciliable de la ETA. De ahí que no nos emocionan palabras teatrales, frases
alambicadas, desgarramientos verbales, mientras los báculos que empuñan los obispos, son palos que
recaen sobre un pobre canónigo como el doctor Ramón Orbe y, por otra parte, más de una vez han
servido para frenar el ejercicio de la justicia.
No nos inventamos nada. La ETA es notoriamente un brazo armado del marxismo-leninismo. En el
partido comunista de España, en cargos importantes, militan sacerdotes comunistas y "católicos comunis-
tas. Ni siquiera hay ningún rebozo ante estos hechos. El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de
España en febrero de 1975, en una declaración pública afirmaba: "En este contexto y ante la realidad
histórica descrita, el Partido Comunista de España asume la presencia de los comunistas cristianos y su
promoción a los diversos órganos de dirección del partido, sin ningún tipo dé discriminación con los
mismos derechos y deberes que cualquier otro militante. El encuentro entre fuerzas que tienen su raíz en
el primer movimiento igualitario conocido por la humanidad, el cristianismo, y el socialismo científico
moderno es un hecho de importancia histórica, que viene a reforzar el frente de la lucha de clases y a abrir
perspectivas más claras de victoria a los oprimidos".
Abunda más razón si se considera que, en 9 de noviembre de 1974, se pidió al cardenal Tarancón una
respuesta pública a estas dos preguntas que copiamos textualmente: 1)— ¿Puede un católico militar, cola-
borar, ayudar material y moralmente a la organización ETA y a sus militantes cuando actúan como tales?
2).— ¿Puede un católico pertenecer a partidos políticos que colaboren o participen en organizaciones en
las que el partido comunista interviene, como protagonista o que racionalmente se puede prever que será
el beneficiario último de las actividades propuestas, aunque dichos partidos en si no sean marxistas?
A estas horas todavía el cardenal Tarancón no ha tenido tiempo de contestar, a no ser que el cartero de su
calle se haya olvidado de hacerle llegar esta carta que se le envió certificada. Ya otra vez esto ocurrió con
cierto importante documento, de la Santa Sede, condenando la Asamblea de Obispos y Sacerdotes, con Ja
mala sombra de que lo recibieran otros prelados, excepto el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. Y
aunque sea un maldito azar, quizá el servicio de Correos tropezó otra vez en la misma piedra.
Pero lo patente es que ni el cardenal Tarancón, ni monseñor Argaya ni la Conferencia Episcopal, ni el
Nuncio, ni todas estas siglas de ¡as Comisiones Episcopales, —que no entendemos los cristianos de misa
y olla—, todavía no se han enterado de que España, sufre un ataque internacional del terrorismo
comunista, de la masonería, y por ello se puede explicar la mudez de nuestros obispos, mientras se
desgañitan con homilías lacrimógenas y telegramas a la altura de cualquier partido socialista o comunista,
—aliados de la ETA—, para lamentar unas víctimas que, de no cambiarse los procedimientos de la vida
política y los criterios de la acción de la Iglesia ante España, no serán las últimas.
Ignoro si viene a cuenta, pero leí que don Pedro de Ribera, virrey de Napoles, concedió la amnistía a un
hombre condenado a muerte. Este, después fue libertado. Al poco tiempo cometió otro homicidio. El
virrey comentó: "El primer homicidio cometióle éste, pero el segundo lo he cometido yo". Ahí va por si
sirve para obispos, cardenales y políticos. Muchas cosas son inservibles. Y España reclama ya los
remedios que el bien común, la verdadera teología, la legítima defensa, el orden público y la razón normal
no obnubilada por intereses inconfesables, exigen para su supervivencia y futuro.
Manuel RIBERA
http://linz.march.es/documento.asp?reg=r-38681
Última edición por ALACRAN; 22/05/2017 a las 20:58
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
A principios de 1974, aun en vida de Franco, fue ajusticiado el anarquista Puig Antich como autor del asesinato de un policía. La "Iglesia catalana" (obispos Jubany, Camprodón...) condenaban la no aplicación del indulto y se deshacían en lágrimas por el malhechor. Cuando se ajusticiaba o perseguía a facinerosos y criminales, los obispos condenaban la “violencia”... “viniera de donde viniera”, o sea la violencia legítima del Estado, ¡¡equiparándolo a las bandas criminales!!, como ya sabemos.
Rafael García Serrano, indignado, escribía en el diario ‘El Alcázar”, en su más puro estilo:
“Nos asombra a los modestos ciudadanos, la soberbia seguridad de algunos prelados y clérigos. Según ellos, la Iglesia, en uso de su nunca negada libertad, tiene derecho a todo, mientras que el Estado solamente goza del privilegio de tutelar esta libertad y callar modestamente ante la voz de los sabios doctores.
Uno está en condiciones de tener memoria y no recuerda, desde 1931 hasta esta misma noche, una tan arrogante actitud eclesiástica ante los incendios de mayo del 31 o de la primavera del 36. Entonces no se alzó ninguna voz comparable a estas que hoy resuenan (hasta después de que soldados y paisanos, en rebeldía por la defensa por la unidad e independencia de España y de la fe de Cristo, se levantaron en armas contra un poder tiránico y asesino). Calvo Sotelo tuvo menos lágrimas en los púlpitos que Puig Antich (por lo menos hasta que en la calle gallearon las cornetas del estado de guerra; después a la sombra de las espadas, ya fue otra cosa).
En extraña armonía para los ojos de un cristiano viejo y español cabal, se combinan ahora algunas voces de la clerecía vasca y catalana, junto a llamadas o incitaciones exteriores a la violencia y confusas ceremonias de adhesión a la Iglesia por parte de quienes jamás se ocuparon para nada de temas religiosos, salvo para leer con fruición los encarnizados episodios de la gran caza al católico abierta entre 1936 y 1939.
Los pueblos que olvidan repiten sus errores. Alguien está olvidando mucho, quizá demasiado. La iglesia, según estos olvidadizos, puede invadir todos los campos. El Estado, al parecer, debe contemplar esta invasión y someterse a ella. ¿Porqué nadie ha recordado que el documento primero de este tumulto está en manos del fiscal? Porque los fiscales, sencillos seres humanos, pueden equivocarse, pero rara vez pecan de ligeros.
¿Tendremos los españoles que ver convertida a nuestra Iglesia en una triste Iglesia del silencio, precisamente por hablar demasiado? “
9 de marzo de 1974
(Extraído de “La paz ha terminado”, Ed. Planeta, 1980)
Última edición por ALACRAN; 27/05/2017 a las 15:43
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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