Católicos y burgueses liberales

28 diciembre, 2015

Es difícil determinar cuándo comenzó esa relación tan peligrosa y tóxica como es la del Catolicismo con la Burguesía liberal. En mi opinión, quizá venga de la época de la Guerra Fría, época en la cual, el gobierno de EEUU, en su interés por ser la única potencia mundial, y el Vaticano, en su interés por luchar contra una ideología como el Comunismo, que estaba masacrando cristianos y erradicando el Cristianismo; estrecharon sus relaciones diplomáticas, hasta el punto de conseguir que el mundo Yankee y su proceso globalizador fueran vistos con buenos ojos por los países de tradición católica. Esta tendencia, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, no sólo se consolidó, sino que se acrecentó con los años y, a día de hoy, encontramos a los países de tradición católica y a una gran parte de los católicos practicantes -y eso que cada vez son menos- absolutamente absorbidos por la cultura yankee, logrando consolidar esa terrible advertencia pronunciada por Jesucristo, posiblemente, también, causa de la gran apostasía: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.” (Mt 6,24).
La Cultura Yankee, hija natural del Capitalismo, nieta del Calvinismo y bisnieta de la Herejía Protestante, domina omnipotentemente, a través del mecanismo de la Globalización, la cultura del mundo, con especial incidencia en los países desarrollados. Sus principales manifestaciones son: el individualismo, la sobrevaloración del trabajo, la búsqueda de la gloria personal y el desprecio por el excluído, la imposición de una cultura de carácter mundial y desprecio de las raíces culturales de cada país, la primacía del equilibrio del ciclo Producción-Consumo sobre la Educación, el Arte, la Cultura y la Belleza, la dictadura de la Técnica, la mercantilización del Derecho, la destrucción de la unidad familiar y la instrumentalización del Trabajo entendido como factor de producción.
Bajo este panorama, no debería extrañarnos aquella reflexión de Pier Paolo Pasolini que reza: “Para concluir me gustaría decir que, a pesar de todo, lo ‘contrario’ de la religión no es el comunismo (que, aunque haya tomado de la tradición burguesa el espíritu laico y positivista, es en el fondo muy religioso). Antes bien, lo ‘contrario’ de la religión es el capitalismo (despiadado, cruel, cínico, puramente materialista, causa de la explotación del hombre por el hombre, cuna del culto al poder, horrenda guarida del racismo).”.
El trasfondo de todo esto es que, al final, la gran consecuencia de acoger la Cultura Yankee es la adoración del Dinero y, en el caso del católico burgués, la adoración de “dos señores”. Por ello, muchas veces, a uno no le extraña que el ateo, el comunista o el liberal, identifiquen a la Iglesia Católica con la Burguesía Liberal, ni tampoco que muchos fieles -de comunión frecuente- afirmen abiertamente que el Papa Francisco es comunista cuando critica la ‘Cultura del descarte’, el ‘Cambio Climático’ o cuando dice aquello de “El Comunismo ha robado a los católicos la bandera de los pobres”; ni tampoco nos extraña que se adhieran con rapidez a la artificial e individualista “cultura de empresa”, al snobismo frente a la Elegancia, a la filantropía frente a la Caridad, a la prepotencia frente a la Humildad, a la apariencia frente a la Nobleza interior y a la obsesión productivo-consumista frente a la Cuestión Social.
El gran reto del catolicismo social pasa por vencer al fantasma de la Cultura Yankee, de lo contrario, mucho me temo que la apostasía generalizada seguirá in crescendo.

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