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Tema: Apuntes para una economía tradicionalista en un Orden social, foral y católico

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Apuntes para una economía tradicionalista en un Orden social, foral y católico

    Apuntes para una economía tradicionalista en un Orden social, foral y católico

    Socialización
    En la ordenación de los bienes materiales, el Carlismo niega, de una parte el capitalismo liberal, que traslada a la economía las pugnas de los egoísmos infrahumanos y que termina en la esclavitud de los asalariados por parte de los propietarios de los medios de producción. Y, de otra parte, niega el Carlismo también la estatificación de esos medios de producción que agrava el mal al entregar a los asalariados indefensos en manos de un propietario único, monopolista absoluto, el Estado totalitario, señor de poderes plenos, irresistibles y exclusivos. Esto significa que el Carlismo defiende la propiedad privada frente al socialismo y la propiedad colectiva frente al individualismo. Y por eso el foralismo significa la simultánea defensa de la propiedad individual y de la propiedad estatal, dentro de un sistema de propiedad social. Así es como el Carlismo se suma a las corrientes socializadoras de la época; postulando que la propiedad no sea exclusiva de los individuos o del Estado, sino de los individuos como tales, de los cuerpos sociales como tales y del Estado como tal, en las proporciones variables que cada momento aconsejen.

    Propiedad social
    Al requerir como de máxima urgencia la constitución de economías sociales, el Carlismo rehuye tanto el individualismo burgués como el estatismo marxista. Porque es cierto que el individuo necesita la propiedad de algunas cosas para su normal desenvolvimiento, y que el Estado necesita también de propiedad para cumplir sus objetivos debidamente. Pero la forma normal de la propiedad es la de la libre participación de los individuos en los bienes de los organismos sociales, desde la familia al municipio o al gremio, forma que asegura la libertad individual, al par que garantiza a cada hombre un puesto activo dentro de la vida colectiva.
    Disminuyendo al máximo la propiedad individual y la estatal, el Carlismo conoce primordialmente las formas de propiedad social, cuyos sujetos sean la familia, el municipio, las agrupaciones profesionales y las sociedades básicas restantes. Y de acuerdo con ello, el Carlismo condena expresamente la desamortización de los bienes de las comunidades en el expolio con que la dinastía usurpadora fraguó artificialmente una clase burguesa de enriquecidos por méritos de favor político, a fin de sostenerse en el trono usurpado, exigiendo la reconstrucción inmediata de los patrimonios sociales, especialmente de los municipales, previa indemnización a los poseedores de buena fe.

    Reforma agraria
    El Carlismo sostiene que el proletariado campesino surgió en España a resultas de la desamortización. Por eso postula la realización de una reforma agraria, que reconstruya la propiedad social de las comunidades territoriales. Para llevar a cabo esta reforma agraria de un modo inmediato postula la autorización del pago de indemnizaciones a poseedores de buena fe con títulos de deuda local, en el marco de un régimen financiero especial y transitorio. Por aquí habrá de buscarse también la creación de patrimonios familiares indivisible en arriendos de noventa y nueve años, haciendo realidad la reforma agraria inaplazable. El resto de las propiedades agrarias será sujeto al cauce de propiedades empresariales, estableciéndose la participación proporcionada de los ahora asalariados en los beneficios de tales empresas.

    Reforma de la empresa
    La economía industrial o mercantil adoptará la forma patrimonial de las propiedades familiares o empresariales, con proporcionada participación en los beneficios de cuantos intervienen en el proceso de la producción o en el ciclo comercial. Una legislación especial canalizar el ahorro con miras a dar al accionariado popular influjo decisivo en la vida de las grandes sociedades anónimas. Pero, en lugar de ellas, que llevan el estigma de la explotación capitalista, el Carlismo sostiene con la doctrina social católica la conveniencia de fomentar por todos los medios las cooperativas de producción y de consumo.

    Banca
    El Carlismo considera a la banca como servicio público, regulado por ley adecuada que ordene sus actividades al servicio de la comunidad nacional, tanto en la canalización del ahorro privado, como en el uso del numerario. En todo caso, fomentar la actividad bancaria de los organismos sociales capacitados para ella, sustituyendo el ordenamiento bancario estatal o individualista, por instituciones bancarias profesionales o gremiales, municipales y regionales.

    Intervencionismo
    El Carlismo preconiza la intervención del poder público - regional o estatal Según los casos fijados por la ley - en la economía a fin de garantizar el bien común y que el desarrollo económico sea también un desarrollo social. Por lo tanto sostiene el deber en que está el mismo de lograr algunos fines como los siguientes:
    a) Encauzar las economías privadas al servicio del bien común en función de los planes generales de desarrollo económico.
    b) Fiscalizar la rentabilidad de las empresas y censurar su administración en los aspectos técnico-jurídicos.
    c) Garantizar la libertad de asociación profesional y encauzarla a la defensa de los intereses económicos de quienes legalmente puedan asociarse para tales fines.
    d) Impedir el "lock-out" siempre, y la huelga cuando se trate de huelgas "subversivas" o "salvajes".
    e) Garantizar un salario mínimo vital personal y familiar, complementado siempre por la parte de los beneficios empresariales, en las cuantías fijadas por el Consejo Social Regional respectivo, dentro de los límites fijados anualmente por el Consejo Social Real.

    Política social carlista
    Baste con los anteriores ejemplos para el fin que se perseguía. El Carlismo es consciente de que una sociedad auténticamente cristiana exige que todo hombre sea propietario de bienes bastantes para atender sus necesidades, Según el tipo de vida medio del ambiente en que viva. Por eso, la meta de la política social carlista es acabar con las injustas desigualdades en la posesión de las riquezas, propiciar una justa redistribución de los medios económicos y proporcionar sin excepción a todos los españoles una parte conveniente en forma de propiedad familiar o por participación en las propiedades sociales. No puede sentir la grandeza de la patria, ni se puede sentir llamado a cumplir la misión de las Españas, quien no esté integrado plenamente en ellas por no pertenecer a las instituciones políticas y económicas que las constituyen. Esto es justamente lo que pasa cuando la propiedad es individualista - concentrándose en una sola -. Y esto es justamente lo que pasa, asimismo, cuando la representación es inorgánica o cuando no hay representación política ninguna, como ocurre respectivamente en el liberalismo y en el socialismo. Por eso propugna el Carlismo una propiedad social y una representación corporativa, que considera los precisos instrumentos forales capaces de eliminar para siempre al mero asalariado, vendedor de trabajo propio y de votos electorales prestados, sin arraigo social efectivo, y vergüenza de una comunidad que quiera merecer el calificativo de cristiana.

    ¿QUE ES EL CARLISMO? 1971 (Edición cuidada por Francisco Elías de Tejada y Spínola, Rafael Gambra Ciudad y Francisco Puy Muñoz. Capitulo 10 Fueros (puntos 154 a 160)

    El Matiner
    Alejandro Farnesio dio el Víctor.

  2. #2
    Avatar de Irmão de Cá
    Irmão de Cá está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Apuntes para una economía tradicionalista en un Orden social, foral y católico

    Retomo este hilo para dejar un reto a todos los foristas interesados en participar: debatir una hoja de ruta de diez etapas, como mucho, para llegar a las metas de política económica trazadas por Don Francisco Elías de Tejada y expuestas arriba, partiendo de la situación y entorno actual de la economía española, que es una economía muy abierta al exterior como sabemos.

    Siendo economista, no conozco todavía la economía española al detalle - por ser portugués. Sin embargo, intentaré aportar mi grano de arena, hasta porque los principios políticos y económicos carlistas expresan casi perfectamente los del tradicionalismo luso; y la hoja de ruta que pueda resultar de este debate, también se podrá aplicar y difundir en otros rincones de la Hispanidad, que no solamente en España.

    Quién se anima?
    res eodem modo conservatur quo generantur
    SAGRADA HISPÂNIA
    HISPANIS OMNIS SVMVS

  3. #3
    Avatar de ALACRAN
    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Re: Apuntes para una economía tradicionalista en un Orden social, foral y católico

    El catolicismo: ¿freno a la expansión económica?



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº156, 3-Ene-1970

    A la luz de la Historia

    EL CATOLICISMO: ¿FRENO A LA EXPANSIÓN ECONÓMICA?

    La escena es bien conocida: La Edad Media, uniformemente dócil a las jerarquías religiosas, llevando una vida reglamentada “al ritmo de jubilosos hosannas” (la expresión es de Pío XII). La obsesión del Más Allá inhibía el espíritu de empresa temporal. El arrodillamiento económico produce una impotencia crónica. Esta Edad Media miserable estaba sumida en las más crueles hambres y sobrevivía, mantenida en la esterilidad económica por una dominación señorial confabulada con una prepotencia clerical.

    La realidad fue muy diferente. Y conviene examinarlo para poder apuntar un tanto positivo en la doctrina socio-económica de la Iglesia.

    Nos hace falta, pues, para un estudio de temas contrapuestos, el análisis de los principales capítulos de la historia económica de la Edad Media. El más pequeño examen, por muy atento e imparcial que quiera ser, nos revelará, a partir del siglo XII, la eclosión de nuevas sociedades, sociedades económicas ya, con las características profundas que perfilan una economía moderna: movilidad de los capitales, sentido de la investigación, gusto por la aventura comercial, creación de técnicas bancarias, primicias de un Derecho Mercantil, etc.

    BASÁNDONOS en los concienzudos y casi ejemplares testimonios de las obras “Ética protestante y espíritu del capitalismo”, de Max Weber y “Los banqueros judíos del siglo XIII al XVII”, de Calmann-Levy, podemos plantear las dos cuestiones fundamentales para el estudio de la actitud del catolicismo frente al hecho económico:

    1- ¿Qué enseña la historia medieval?
    2- ¿Cuál fue el papel económico de la Iglesia?


    TRAZOS SIGNIFICATIVOS DE LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EDAD MEDIA

    Las grandes corrientes del cambio internacional

    El historiador Boisonnade, especialista de la Edad Media, escribe que, en el siglo XI, la vida comercial se expande con una fuerza que ella no había conocido y que sobrepasa los más óptimos periodos de la antigüedad. La economía nueva tiene ahora órganos especiales que provoca la creación de clases diferentes y de una variada forma de organización.

    Es, en efecto, a partir del siglo XII, en que los progresos unidos a las ciencias naturales han dado paso a un desenvolvimiento considerable de las grandes empresas: desarrollo de las industrias textiles, de las industrias del cuero, de la madera, del vidrio, y al mismo tiempo, un desenvolvimiento de la metalurgia.

    Entonces aparece el gran comercio internacional y surgen las grandes compañías comerciales.

    Las comunicaciones y los transportes

    Las vías de comunicación se desarrollan rápida y progresivamente. Las compañías de constructores de puentes se multiplican. Es en esta época cuando fueron construidos un buen número de estos puentes de piedra que todavía en nuestros días ocupan un importante lugar en los medios de comunicación. La circulación fluvial se organiza; se regulariza el curso de los ríos por medio de diques. En 1460, Francia dispone de 25.000 kilómetros de carreteras y de pasajes suficientes entre los Alpes y los Pirineos para comunicarse con los grandes centros mediterráneos. En el siglo XIV, los convoyes de mercaderes no necesitaban más de 35 días para ir de París a Nápoles por el Col de Mont Cenis.


    A partir del siglo XII, comienza la construcción de las grandes flotas mercantiles. Los astilleros de construcción naval de Venecia, Génova, Marsella y Barcelona lanzan navíos de 500 a 600 toneladas que pueden transportar de 1.000 a 1.500 pasajeros. Los puertos son protegidos. Los Estados de Occidente construyen sus primeras flotas de guerra para proteger sus rutas marítimas. Génova tiene en 1295 doscientos navíos de guerra (con 25.000 marineros). Francia tiene un número igual de navíos. Hacia 1250 se perfeccionan la brújula y el gobernalle. La navegación se encaminará hacia la India… y América. Es éste un período de intensa transformación industrial y de cambio de los hábitos comerciales.

    Desenvolvimiento de los mercados y las ferias

    Desde el siglo XI, los mercaderes se asociaban para compartir riesgos y peligros. Se crean las sociedades en comandita o se asocian personalmente aportando capitales, mercancías y agentes. Los mercados del norte de Francia, de la región parisiense, de Normandía, Picardía, Flandes y Renania se agrupan en “guildes” o sociedades de defensa y de protección mutua. Estas “guildes” se federan formando las “hansas” que, a veces, forman verdaderas potencias como la de las 60 ciudades de la Champaña, Picardía, Flandes, Francia, Normandía y Brabante.

    Estos agrupamientos de mercados, libremente constituidos por la iniciativa privada, hacían sus reglas jurídicas y negociaban tratados de nación a nación. El siglo XIII aporta las codificaciones que reglamentan las libertades económicas y constituyen los fundamentos de un derecho comercial internacional. Los tratados comerciales se multiplican entre los príncipes cristianos, sin duda, pero también entre éstos y los Estados musulmanes. (En 1238, Venecia firma un acuerdo con Egipto y en 1256, con Trípoli, etc.)

    Es, pues, difícil de negar que la Edad Media, mucho antes de nuestras modernas “conquistas” económicas (libre cambio, Mercado Común), había espontáneamente practicado las grandes libertades comerciales entre las naciones.

    Los capitales, la moneda, el crédito, la Banca

    Desde luego, un auge tal en la producción y en los cambios económicos no puede producirse a una tal escala sin el concurso de nuevas técnicas monetarias y bancarias. Boisonnade (A. cit.) afirma que “el crédito proviene de nuevas formas, más adaptadas a los deseos de los comerciantes, tales como las ventas a crédito, bajo reserva de dinero y bajo caución, los avances autorizados de bienes traslaticios y recuperables, los empréstitos sobre hipotecas y, sobre todo, los préstamos sobre depósito de numerario o de banco, y los préstamos a las grandes aventuras, el último de los grandes usos de las empresas del comercio marítimo”.

    Y es justamente aquí donde la empresa y la obra de la Iglesia es la más audaz y la más fecunda.

    La más audaz, porque la sociedad cristiana ignoraba las técnicas concupiscentes y rapaces de los aventureros, de los banqueros lombardos o el tráfico usuarios de los prestamistas judíos cuyas tasas de interés variaban corrientemente del 30 al 50 por 100 cuando no del 80 al 100 por 100, si las circunstancias lo permitían.

    La más fecunda también por los progresos económicos que dependían en aquella época, como hoy, de la movilidad de la renta de los capitales, de la fluidez de los cambios, de la rapidez y seguridad de los reglamentos, así como del crédito, sin el cual las iniciativas industriales y comerciales quedaban paralizadas.

    En las grandes ferias se introducen los pagos por compensación y por cambio de créditos con facultad de reintegro mediante comisión.

    De esta práctica hecha general nacen las oficinas de cambio y casas de banca. Las primeros arbitran las innumerables monedas de la época, pero su zona de control disminuirá pronto cuando comienza a desarrollarse la circulación fiduciaria. Las segundas crecen en importancia y según Boisonnade “abandonan a los judíos la clientela popular y la mayor parte de préstamos sobre salarios que se exigen en razón de tarifas calificadas de usurarias, que llegan hasta el 80 por 100, teniendo que intervenir los banqueros cristianos que se organizan por todas partes para inaugurar las nuevas formas de crédito.

    A medida que el comercio se desarrolla, la necesidad de capitales se hace sentir. Es una ley física de la vida económica: las sociedades industriales y comerciales de la Edad Media no escaparán de ella. Resulta difícil procurarse el numerario metálico, por lo que el uso del papel de crédito, equivalente a la letra de cambio, y como primer esbozo de nuestros tratos modernos, se expande más y más. Su uso se generaliza cuando aumenta la confianza en los bancos que guardan los depósitos de metálico, cuyos recibos o billetes adquieren cada vez mayor solidez, hasta el punto que acaban siendo moneda. Este fue el nacimiento de la moneda fiduciaria (de fides = confianza).

    Las grandes ciudades mercantiles de Italia multiplican las sociedades en número colectivo, que organizan el crédito, uniéndose entre ellos para la organización de los mercados. Poseen poderosos capitales. La palabra “capital” es corriente en los textos italianos para designar el dinero invertido en los negocios. Estas “compañías” en fin, tienen redes de agentes, de sucursales en los principales países de Europa, lo mismo que en África del Norte, en Chipre, en Siria. Estos banqueros practican los seguros y reaseguros marítimos y terrestres; ellos se encargan de la recepción de los efectos comerciales y de la liquidación de créditos. Ellos abren y reglamentan las cuentas corrientes y regularizan las operaciones de mercaderes. Con los Templarios, se creó el primer banco de depósitos y de descuentos organizando el crédito público y privado. Reciben en custodia mediante recibos y restitución a primera vista los objetos preciosos, la plata y el oro. Practican no solamente los préstamos sobre bienes raíces, sino préstamos sobre hipotecas, fletes y mercancías.

    El auge económico y la Iglesia

    Veamos punto por punto qué opina la Iglesia, por boca de sus maestros, de todos y cada uno de los factores fundamentales de este fenómeno.

    El capital. Lejos de condenar en razón de los abusos que pueden hacerse, los textos católicos lo tienen por legítimo y necesario al bien común. El dinero -escribe San Bernardino de Siena- no tiene solamente el valor del puro objeto en oro y plata, sino que, además tiene el valor del beneficio que produce, a esto llamamos comúnmente “capital”.

    Uso de la moneda como agente de cambio. Santo Tomás toma a cargo la definición dada por Aristóteles a la moneda: “La sociedad no es posible sin el cambio, el cambio mismo no es posible si no se establece un producto de igualdad entre los bienes. Sin medidas comunes no es posible establecer una medida de igualdad”.

    La moneda es esta común medida de las cosas. Dos son sus principales características:

    a) No es una riqueza natural. Tiene un valor convencional. “Estas cosas -los signos monetarios- no pueden ser considerados como una riqueza real porque ellas pierden todo su valor y toda utilidad frente a las necesidades vitales, conforme las necesidades humanas cambian”.

    b) No debe conservar un valor estable. Es imposible asegurar la equidad en los cambios si la común medida experimenta notables variaciones. De estas dos características fundamentales de la moneda, Santo Tomás saca la conclusión de que hay que asegurar la sumisión de los poderes económicos al bien público.

    Desde el siglo Vi, el Papa San Gregorio Magno reconoce ya la legitimidad del interés en el préstamo comercial.

    Las operaciones de crédito

    Es absolutamente legítimo: es un cambio en el cual la entrega de un bien o la ejecución de un servicio se difiere. El acreedor crea confianza (“creditum”, del latín credere: creer) a la otra parte por la retribución que le es debida. Boisonnade remarca:

    “Los mismos canonistas, que prohíben como usura el interés del préstamo sobre la comida y el trabajo, admiten con San Buenaventura e Inocencio IV, la legitimidad de la remuneración de los capitales invertidos en las empresas comerciales e industriales cuando hay riesgos (damnum emergens) o privación temporal de la recuperación de los capitales (lucrum cesans)”.

    Está comprobado que en el siglo XIII, los papas toman bajo su protección a los banqueros italianos, colocando bajo la salvaguardia de los tribunales eclesiásticos, obligando a sus deudores a reembolsar los préstamos bajo la amenaza de penas espirituales, al mismo tiempo que realizan la caza de los usureros.

    El papel de la banca

    Es el de concentrar el capital-dinero para orientarlo hacia operaciones útiles y lucrativas. Ella recibe los depósitos y hace los empréstitos. Devuelve al depositario un interés inferior al que recibe de sus prestatarios, porque ella corre con los riesgos (periculum sortis) y encaja las pérdidas (damnum emergens).

    Desde el siglo XIII, la marcha de la vida económica viene a parar en una diferenciación en los factores de la producción (trabajo, capital, gestión, etc.) y parece más normal que los ahorradores se dirijan a los bancos o a las oficinas bancarias para buscar la empresa industrial que invertirá sus economías.

    Todas estas operaciones han sido siempre calificadas de buenas y saludables porque ellas estaban subordinadas a las necesidades reales de los consumidores, finalidad natural del acto de producción.

    Tal fue la doctrina constante de la Iglesia. En nuestros días, hemos visto a Pío XII tratar, en los mismos términos, del papel social de la banca: “La influencia y la responsabilidad de los bancos es enorme. Ellos son los intermediarios del crédito y los creadores de fondos comerciales, agrícolas e industriales. El orden económico actual es inconcebible sin el factor dinero. Los bancos dirigen la corriente monetaria e importa que no sean dirigidos hacia empresas económicamente malsanas, violando la justicia, funestas para el bienestar del pueblo, perniciosas para la vida civil, sino hacia la armonía con la sana economía pública y con la verdadera cultura”.

    ***
    De todo lo que precede, podemos sacar en conclusión que:

    1. Las técnicas comerciales, monetarias y bancarias de la economía moderna tienen fundamentalmente sus partidas de nacimiento en el esfuerzo económico de la cristiandad del Medievo.

    2. La condenación del préstamo con interés no es una traba para la constitución de estas nuevas instituciones económicas, porque en ellas se encuentra dentro de la enseñanza de la Iglesia una justificación doctrinal y una codificación moral.

    José María R. Ibáñez


    Última edición por ALACRAN; 19/06/2025 a las 16:54
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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