Abordamos a continuación el tema de la plusvalía. J. A. Primo de Rivera hace referencia al mismo en una entrevista publicada en El Sol de 9 de febrero de 1936 (en rojo la transcripción).

El tema electoral se ha alejado definitivamente en la charla. Nosotros hemos de forzar ya la despedida. Sin embargo, para corresponder a la cordialidad del candidato por Cádiz que es don José Antonio Primo de Rivera, recogemos ya al terminar la definición que éste nos hace de sus teorías económicas de programa de Falange.

– Lo que pretendemos no es más que evitar la adjudicación de la plusvalía a los titulares de los signos de créditos, luchamos por una economía sindicalista que adjudique la plusvalía a la comunidad orgánica de los productores constituida en Sindicatos verticales.


Previamente ya hacía hecho referencia a la plusvalía en otra entrevista no publicada realizada por el periodista José Montero Alonso el 12 de diciembre de 1935, en el que decía prácticamente lo mismo (transcripición en rojo).


Paro obrero.–De momento hay que alejar el fantasma del hambre, cueste lo que cueste, buscando el dinero donde lo haya (como alguien dijo y no cumplió). Pero a la larga, el problema del paro exige la desarticulación del sistema capitalista, dentro del cual no hay solución para los problemas sociales, porque es él quien los crea o los agudiza. La Falange, contra el criterio capitalista que asigna la plusvalía al capital, propugna el criterio sindicalista: la plusvalía para la comunidad orgánica de productores.

Como se recordará, el término plusvalía es un término económico-financiero hecho popular por Karl Marx en su obra y que se ha ido extendiendo paulatinamente dentro de los círculos de economistas académicos.

Originalmente el término hace alusión a la existencia de una descompensación en términos comparativos entre la parte o proporción de la renta general ganada por los titulares de valores financieros (es decir, la parte de renta general correspondiente a dividendos, intereses, etc...) y la renta ganada por los trabajadores, ya sean autónomos, administradores o empleados (es decir la parte de renta general correspondiente a sueldos, salarios y beneficios). Marx, asumiendo (al igual que los economistas clásicos) que el dinero sólo puede fluir y emitirse por medio del sistema productivo, consideraba la cantidad de renta para el consumo o poder adquisitivo que llegaba a manos de la población como una cantidad fija y dada, de tal forma que sólo se consideraba como renta general la máxima cantidad que el sistema productivo era capaz de distribuir en su normal funcionamiento. Por tanto, asumiendo dicha cantidad como algo fijo incapaz de incrementarse por otras fuentes distintas que las que distribuía el propio sistema productivo, Marx simplemente señaló como solución -ante la evidencia del problema de la insuficiencia de poder adquisitivo en manos de la mayor parte de la población trabajadora- una redistribución de toda esa renta general fija, detrayendo de aquéllos que recibieron una mayor parte de dicha renta general una porción para repartirla a la otra parte de la población mayoritaria que había recibido, dentro del funcionamiento del sistema productivo, una parte de la renta proporcionalmente más pequeña.

Dejando a parte los elementos ideológicos introducidos por Marx (en los que básicamente consideraba o asumía el prejuicio de que toda la riqueza de la comunidad politica era generada exclusivamente por el trabajo actual de esa misma comunidad política), es evidente que dicha concepción económica-financiera de la plusvalía ha sido prácticamente aceptada por la mayoría de la gente. Antes de entrar en las afirmaciones de Primo de Rivera antes transcritas, basta señalar, como botón de muestra, lo que dicen Gustave Thibon y Henri de Lovinfosse en su librito Solución Social, donde recogen también el concepto de la plusvalía, indicando que la mayor parte de la misma se la agencia el Estado vía impuestos (en lugar del capital vía intereses).

Jose Antonio Primo de Rivera se acerca más a la verdad en sus palabras al achacar al capital, y más concretamente al sistema financiero, la absorción de dicha plusvalía que la comunidad política genera en su actividad productiva. Sin embargo, se queda corto y es aquí donde entra en juego de nuevo el análisis de C. H. Douglas para poner las cosas en su sitio y dar con la solución al problema.

Ciertamente es innegable que la comunidad política genera lo que podríamos denominar un beneficio a su favor. Es decir, con indiferencia de la forma en que dicha producción es realizada (es decir, dejando a un lado la proporción que aportan las máquinas y el trabajo humano al proceso productivo) lo cierto es que la realidad económica actual es la de una superabundancia de producción en todos los sentidos, es decir, que no existe problema alguno de producción. Ahora bien, si para realización de toda esa (y cada vez más creciente) producción se necesitan menos horas de trabajo, menos consumo de materiales y menos deterioro o depreciación de bienes, esto, en términos reales o físicos, significa que se ha generado un beneficio real-físico a favor de esa misma población. Por tanto, el sistema financiero (que no es más que un sistema contable que contabiliza y refleja -o mejor dicho, debería reflejar- dicho beneficio real) debería traducir en términos financieros a favor de la población el beneficio real-físico que dicha comunidad política ha generado.

El problema principal de la economía, por tanto, es el siguiente: de acuerdo con las reglas de contabilidad financiera la comunidad política es correctamente cargada con los costes en que dicha comunidad política ha incurrido para la formación de toda su producción en un periodo de tiempo determinado (bienes de capital depreciados, bienes de consumo destruidos para la elaboración de la producción, consumo de energía, etc.), pero, siguiendo el mismo criterio de contabilidad nacional y constatando que la producción ha sido (y de hecho es cada vez más) mayor que el consumo incurrido en el mismo periodo de tiempo, esa misma comunidad política no es correctamente abonada, como debería serlo si la contabilidad nacional fuera realmente (y no lo es actualmente) un fiel reflejo en términos financieros de lo que física-realmente ocurre en nuestra economía moderna en términos comparativos de producción-consumo de riqueza por unidad de tiempo.

Huelga decir que si en todo momento hablo de comunidad política es porque considero (siguiendo en esto a Douglas) que la plusvalía o beneficio no debería recaer sólo en los trabajadores (ideología marxista), en el sistema bancario o en el Estado, sino que debería monetizarse a favor de toda la población que conforma dicha comunidad política sin distinción ninguna. De hecho, actualmente en el caso de los españoles, por poner un ejemplo (aunque también ocurre lo mismo en las poblaciones de los demás países denominados occidentales: ingleses, rioplatenses, novohispanos, italianos, franceses, novogranadinos, australianos, brasileños, angloamericanos, etc...), sólo una pequeñísima parte de la plusvalía o beneficio físico o real es monetizado y distribuido a las entidades financieras (por medio del interés) las cuales los reparten a su vez a sus empleados bancarios, a sus administradores y a sus accionistas u obligacionistas; el resto de la ingente plusvalía se desperdicia sin que nadie se aproveche de ella (en términos físicos o reales esto se traducen en un desperdicio o desecho cada vez mayor tanto de producción o riqueza actual como de producción o riqueza potencial).


Posdata.- Veo que por ahora las afirmaciones realizadas en este hilo no generan inquietudes o interrogantes en los foreros (pienso sobre todo en jasarhez y kontrapoder). No duden en ningún momento en realizar todas las críticas que sean necesarias o en preguntar sobre algún punto que pudiera no haberse entendido bien.

Hace un tiempo, el forero Juan Vergara me criticó (crítica que recibio el Victor de muchos foreros) que yo pusiera demasiado hincapié o que señalara de manera reduccionista que el único o principal problema de la economía en los países denominados occidentales fuera una cuestión meramente técnica, en el sentido de ser un problema estrictamente financiero-contable o, mejor dicho, de una mala contabilidad llevada a cabo a nivel general o comunitario. Desde luego reafirmo de nuevo, conforme a la doctrina política tradicional, la subordinación de la economía a la política y de ésta a la justicia o moral. Pero también afirmo que si el origen de una problema es de carácter técnico (en este caso una mala contabilidad con consecuencias sociales terribles para la comunidad política) es evidente que debe darse también una respuesta de carácter técnico a dicho problema. Por poner un ejemplo, si yo en una empresa compro algo (por ejemplo material de oficina) evidentemente tendré que reflejar dicha compra como un gasto de la empresa y no como un ingreso en los libros de contabilidad. Dicho con otras palabras, aquí, en sentido estricto, no entra para nada hablar de política o de moral, sino que habría que hablar de un asunto estrictamente contable (sin menoscabo, por supuesto, de las analogías o relaciones amplias que pudiera tener la política y la moral con dicho acto concreto de contabilidad falsa: por ejemplo, si dijeramos que en un sentido amplio cabe hablar de mala política por parte de dicha empresa por llevar mal la contabilidad o falta de moral por realizar mal los asientos contables).