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Tema: Banca e Industria

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    Banca e Industria

    Como lo prometido es deuda, dejo aquí el trabajo complementario al que ya puse anteriormente sobre el problema inherente a la economía en los tiempos modernos. Se trata de un ensayo del mismo autor A. W. Joseph.

    Por supuesto, no duden en preguntar si surge alguna cuestión (me interesan mucho las opiniones de Irmao de Ca, Valderrábano, Kontrapoder, Jasarhez y demás foreros versados en cuestiones económicas y sociales).


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    Banca e Industria

    por A. W. Joseph, M. A., B. Sc., A. I. A.

    Birmingham, Inglaterra

    Igual que las tarifas o aranceles afectan a todos los negocios –ayudando a unos, dañando a otros-, también un sistema financiero defectuoso afecta a todos los negocios, pero con la importante diferencia de que éste daña a todos los negocios y a todos los individuos, no ayudando a nadie; incluso el negocio de los bancos comerciales legalmente constituidos sufre, aunque en menor grado que los otros.

    Resulta dudoso si nuestros banqueros son conscientes –pues ciertamente nuestros líderes políticos e industriales no lo son- de los fallos particulares en el sistema financiero tan lúcidamente presentados en este trabajo; pero, a menos que el sistema sea corregido, el periodo deflacionario destructivo del cual vamos saliendo lentamente volverá a aparecer inevitablemente en unos pocos años.

    Prefacio

    La famosa división de Gaul en tres partes tiene su reflejo en los aspectos de la reforma financiera. Existe el aspecto político, el aspecto ético y el aspecto técnico.

    Los dos primeros ofrecen de muchas maneras más atracciones emocionales que el tercero, y por esta razón (además de por su firmeza matemática y su concisión) creo que este trabajo de Mr. Joseph llena una necesidad dentro del Movimiento del Crédito Social. Confío en que recibirá la circulación y la atención que del todo merece.

    C. H. Douglas

    TEMLE

    23 de Febrero de 1935



    Banca e Industria


    Trabajo presentado a la Birmingham Actuarial Society el 16 de Octubre de 1934


    Trataré en este trabajo sobre dos cuestiones: (1) La base y funcionamiento del sistema bancario, y (2) la relación entre los costes de los artículos producidos y la cantidad de dinero distribuida por la industria.

    La forma más fácil para hacernos un dibujo claro de las operaciones de los bancos es la de estudiar una Hoja de Balance del banco simplificada. Para este propósito, y a lo largo de todo el trabajo, los bancos comerciales serán considerados como una sola institución (lo cual, por cierto, no está muy lejos de la realidad) y nos referiremos a ellos como “los bancos”. En la parte de los activos se encuentra el dinero en metálico a mano, el dinero en metálico depositado en el Banco de Inglaterra, billetes, préstamos a los clientes y títulos. En la parte del pasivo están las cuentas corrientes y depósitos de los clientes, el capital de los accionistas y las reservas del banco. Si los bancos hacen préstamos o compran títulos incrementan los depósitos y cuentas corrientes de sus clientes, es decir, el dinero de sus clientes. Consideremos una simple operación. Los bancos prestan a un fabricante para que éste pueda construir una fábrica. El dinero pasa del fabricante a los depósitos y cuentas corrientes de los contratistas. Estas cuentas constituyen nuevo dinero porque no se han reducido por esta transacción los saldos de ningún otro depositante. Considerando la hoja de balance de los bancos, en la parte del activo han aumentado los préstamos, y en la parte del pasivo las cuentas de los clientes han aumentado en la misma cantidad. Ciertamente este nuevo dinero puede no ser usado y en la medida en que sea dejado en depósito no servirá para efectuar el intercambio de bienes y servicios. Pero estaremos de acuerdo en que cuanto más dinero esté disponible potencialmente para su uso, habrá más dinero que probablemente sea usado realmente. El dinero consistirá, en su mayor parte, no en dinero en efectivo sino en entradas contables realizadas en los libros del banco [actualmente en sus ordenadores o telemáticamente] que serán giradas mediante cheques.

    El grado en que los bancos economizan en el uso de dinero en efectivo viene dado por la proporción entre las cuentas corrientes y de depósito de los clientes, y el dinero en metálico a mano más el depositado en el Banco de Inglaterra de los bancos. Esta proporción es hoy en día aproximadamente de 10 a 1 [en el sistema bancario español actual la proporción es de 50 a 1], lo que significa que la cantidad de dinero disponible en uso en el país es de diez veces la que hay en metálico o billetes bancarios. Todo este dinero es un derecho potencial sobre el metálico de los bancos, y no habría sido nada seguro, dentro de la presente estructura bancaria, el haber creado los bancos todos estos derechos de no ser por el hecho estadístico de que bajo condiciones normales los clientes como un todo no desean sacar más que una fracción de sus saldos. La extensión del sistema de cheques [hoy en día habría que añadir, transferencias bancarias, tarjetas de crédito y de débito, tarjetas prepago, etc…] ha contribuido mayormente a este estado de cosas, pues con la ayuda de los cheques las transacciones se efectúan sin la necesidad de que circule el metálico (pues de lo contrario se necesitaría sacar dinero en metálico de los bancos y su pago de un cliente a otro, el cual a su vez tendría que meterlo en el banco).

    Se ha causado mucha confusión en lo concerniente a la banca debido a que los banqueros (si bien no todos ellos) se han negado a admitir todas las consecuencias que surgen de la práctica bancaria. Ellos han negado que los bancos crean dinero. Se han hecho declaraciones tales como que “los únicos verdaderos creadores de dinero son las autoridades que tienen la potestad de imprimir billetes” (aquí estoy citando de un discurso de Mr. Beaumont Pease, presidente del Lloyds Bank, a la Asociación de Ingenieros Británicos el 10 de Mayo de 1934). Si surgieran dudas en lo concerniente a la anterior explicación de cómo los bancos crean dinero, quizá el siguiente argumento ayudará a aclarar la materia. Si la declaración de Mr. Pease fuera cierta debería llevar a la conclusión de que si se imprimiera una gran cantidad de billetes la nación estaría amenazada por la inflación, mientras que si los bancos encontraran posible incrementar su proporción entre el dinero de los clientes (por un lado) y su dinero en metálico a mano o en el Banco de Inglaterra (por otro lado) no se causaría inflación. Ahora bien, supongamos que se aboliera el presente sistema de cheques y cualquier transacción que tuviera lugar hoy en día se hiciera mediante el intercambio de dinero físico. De esta forma, si X deseara pagar una deuda de £100 a Y, pediría £100 en dinero en efectivo a su banco, lo entregaría a Y y éste lo depositaría en su propio banco. El efecto final de esta transacción sería exactamente el mismo que si X hubiera dado un cheque de £100 a Y. Pero aún así los £100 habrían tenido que haber estado disponibles en billetes. La cantidad de billetes en existencia para poder cubrir las presentes transacciones habrían tenido que ser muchas veces más grande que las de la actual emisión. De acuerdo con Mr. Pease esto habría sido una forma extrema de inflación cuando en realidad no habría ocurrido más allá de lo que realmente está ocurriendo actualmente por medio del sistema de cheques. Por otro lado, supongamos que por razón de la creciente popularidad del pago por cheque, los bancos vieran posible funcionar con una proporción de 20 a 1. Serían capaces de incrementar sus préstamos a la industria enormemente y el dinero distribuido en el transcurso de la expansión de capital circularía y causaría una alta demanda de bienes de consumo existentes. Los precios subirían y habría una fuerte real inflación. Pero de acuerdo a Mr. Pease no habría inflación en absoluto pues no fueron impresos más billetes.

    La práctica de los bancos de crear dinero (el cual posee el derecho de ser cambiado por dinero en metálico a petición) mediante la formación de préstamos y la compra de títulos es fundamentalmente defectuoso, pues los bancos se han obligado a sí mismos a pagar más dinero en efectivo del que hay en existencia. Ellos están, así, en una situación de potencial peligro. A pesar de lo segura que pueda parecer en tiempos normales la proporción entre depósitos y cash, la estructura siempre se viene abajo en una crisis. Por ejemplo, en 1914, en el estallido de la guerra el Tesoro tuvo que acudir en su ayuda imprimiendo y legalizando el uso de los Títulos del Tesoro para que así no cayeran en incumplimiento con sus depositantes. Los bancos se esfuerzan en minimizar este peligro (que, nótese, es un peligro no tanto para el público en general como para los propios bancos) mediante la adopción de una sana política financiera. Lógicamente la única sana política sería la cesación en la creación de crédito… pero semejante drástica deflación destruiría no sólo a los depositantes sino también al sistema bancario. Los bancos, por tanto, persiguen una política que mantendrá sus obligaciones para con el público (esto es, el dinero de los depositantes) lo más posible por debajo de las obligaciones del público para con ellos. En otras palabras, siempre hay una tendencia por los bancos a seguir una política deflacionaria. Ellos hacen esto mediante la no distribución de sus beneficios al máximo (mediante sus métodos de contabilidad, ellos se niegan incluso a declarar el monte total de sus beneficios), es decir, mantienen grandes reservas, ocultas o declaradas. Puesto que sus principales activos son los préstamos y los títulos, siendo estos últimos realmente préstamos al público en cierto sentido, éstos forman partidas en el balance contra las reservas. De ahí que el significado real de las grandes reservas sea un endeudamiento público igualmente grande con los bancos. Y puesto que esta, así llamada, sana política financiera es adoptada tanto para la supuesta protección de los clientes de los bancos como para los bancos mismos, parece inevitable la conclusión de que existe un fallo en la política bancaria que le impide funcionar en interés del público.

    Puede subrayarse que cuando los bancos crean dinero haciendo préstamos y comprando títulos, no sólo se obligan ellos mismos a pagar más cash del que hay en existencia, sino que al mismo tiempo el público pasa a obligarse a pagarles más cash del que hay en existencia (otra defectuosa consecuencia de la política bancaria). En tiempos en que el comercio va mal, esto puede llevar a que ciertas secciones del público caigan completamente bajo su control. Tomando al público como un todo es posible equilibrar las obligaciones de los bancos para con el público con las obligaciones del público para con los bancos. La característica distintiva de la reserva bancaria es que no existe la correspondiente obligación-pasivo de los bancos para contraponer a la deuda del público con los bancos.

    Se advertirá además, cuando se considera si la política bancaria está de acuerdo con el interés público, que existe un límite superior a la cantidad de dinero que puede permitirse poner en existencia, dependiente del ingenio técnico de los bancos en economizar en el uso de dinero en efectivo, y no relacionado en absoluto con las legítimas necesidades de la industria.

    Permítasenos considerar ahora cómo el dinero es distribuido en la industria y los consecuentes costes que se crean. El punto de vista ortodoxo ha sido presentado por Mr. J. A. Hobson en Racionalización y desempleo, página 17, del cual cito lo siguiente:

    “Permítaseme hacer estas declaraciones de manera más clara. A medida que los procesos de conversión de materias primas en bienes finales (ya para el consumo humano o ya para su uso en la producción) se llevan a cabo en el mundo industrial, el dinero se distribuye simultáneamente (en varios intervalos, desde sueldos diarios hasta dividendos semianuales) a las personas que aplican su trabajo, capacidad, tierra, capital, en los diferentes procesos productivos, o como beneficio. Estos pagos continúan pari passu con los procesos productivos y, como sueldos, interés, salarios, rentas o beneficios, constituyen los costes o gastos de producción por un lado, y el “ingreso” de los receptores por otro lado. Si, como yo arguyo, es conveniente incluir el beneficio entre los gastos, el total de los pagos asciende al precio de venta.

    Por tanto, en consideración a esto, podemos decir que este precio de venta ha sido pagado por completo en los diversos gastos de la producción. Aquéllos que han recibido estos pagos en sus ingresos financieros poseen los medios para comprar todo el producto, tanto la parte de consumo como los bienes de capital que constituyen la otra parte”.

    El argumento es muy convincente pero, como veremos, es demasiado superficial e ignora ciertas consideraciones cuya omisión desbarata completamente las conclusiones que han sido sacadas. Las cuestiones con las que estamos tratando pueden ser examinadas desde dos puntos de vista, los cuales ambos conducen al mismo resultado cuando todos los factores son tenidos en cuenta. Existe el método usual de examinar los pagos hechos y los costes acumulados en el precio de cada artículo por separado y de ahí, por suma, de todos los artículos producidos; y existe el método de flujos establecido por el Mayor C. H. Douglas (autor del Crédito Social y otras obras) que implica examinar el flujo de poder adquisitivo distribuido y los costes acumulados en cada periodo de tiempo para cada negocio por separado y de ahí, por suma, para todos los negocios en el país. Considerando las cosas desde el punto de vista usual, es decir, examinando los pagos hechos y los costes acumulados para cada artículo por separado, los principales factores que han sido ignorados en los argumentos de Mr. Hobson pueden ser considerados bajo los tres encabezamientos siguientes: ahorro que no implica la creación de nuevo equipo capital, ahorro que implica la creación de nuevo equipo capital y el factor tiempo.

    Ahorro que no implica la creación de nuevo equipo capital

    Estaremos de acuerdo en que el argumento ortodoxo citado antes no prevé la distribución de más dinero del que es suficiente para equilibrar los costes de los bienes que vienen al mercado. Si, por tanto, algo de ese dinero distribuido es ahorrado (bien por una persona privada o bien por una compañía) deberá haber una deficiencia de poder adquisitivo. Este hecho es innegable cuando los ahorros toman la forma de un atesoramiento de dinero o una cesión de dinero no usado en depósito en el banco. Pero se aplica igualmente cuando “invertimos” nuestros ahorros comprando títulos valores. Si adquirimos los títulos de los bancos (no necesariamente de manera directa) el dinero pagado a los bancos es cancelado inmediatamente y ya no está más disponible para la compra de bienes (en el pasivo de las cuentas de los bancos, las cuentas corrientes y los depósitos se reducen por la cantidad de la suma pagada, y en el activo las inversiones se reducen). Si la inversión se realiza comprando títulos de otro miembro del público y el segundo miembro usa el dinero que ha obtenido para comprar bienes, entonces, por supuesto, la transacción no ha reducido el poder adquisitivo. El segundo miembro del público, sin embargo, ha gastado ahorros pasados y es innegable que el gasto de ahorros pasados neutralizará los efectos del ahorro presente. Pero en tiempos normales la cantidad de ahorro presente excede largamente la cantidad de ahorros pasados gastados. Pues los efectos de una carencia de dinero son tan serios tanto para un individuo como para una corporación, que existe un continuo impulso por parte del Gobierno, las compañías aseguradoras y otros grupos a recalcar en el público las virtudes tradicionales del trabajo duro y la frugalidad. En tiempos de profunda depresión, cuando el dinero es escaso, la tendencia a ahorrar puede ser superada, aunque lo que normalmente ocurre no es que los ahorros pasados sean gastados, sino que son destruidos por la depreciación en el valor del título en el que el ahorro había sido invertido. Tomado en su conjunto, el incremento neto en el ahorro (particularmente en forma de reservas de las compañías) y las pérdidas debidas a la anulación o depreciación de los valores de las acciones, son grandes factores causantes de una deficiencia de poder adquisitivo.

    El anterior argumento no trata de dar la impresión de que es malo ahorrar. En efecto, en un mundo donde el dinero es escaso, el hombre o compañía previsora tiene una gran ventaja sobre aquél que no ha ahorrado. Lo que se intenta probar es que bajo las presentes condiciones el ahorro causa una deficiencia de poder adquisitivo.

    Ahorro que implica la creación de nuevo equipo capital (el doble circuito)

    La manera más simple para estudiar qué ocurre en el proceso en que se usan ahorros para la expansión de nuevo equipo capital es examinar la secuencia de las operaciones en detalle. Supongamos que un fabricante, cuyos recursos existentes son empleados en otras cosas, comienza un negocio tomando prestado, digamos, £10000 de los bancos. Él construye un edificio y mientras lo hace distribuye £10000 a los contratistas. Él debe devolver a los bancos los £10000 y por tanto debe incluirlos como un coste indirecto en los precios de los artículos que produce. Ahora bien, ignorando el hecho de que los £10000 originales fueron distribuidos en un tiempo y deben ser recolectados del público en los precios de los productos en otro tiempo (punto éste el cual será tratado más adelante), podemos decir que el público toma posesión del dinero con el cual podrá satisfacer los costes indirectos. Supongamos que el negocio del fabricante prospera y no sólo es capaz de recolectar sus necesarios costes indirectos, sino que es capaz de acumular una reserva de, digamos, £5000. Haciendo eso, él ha recolectado del público £5000 más de lo que él ha distribuido. Hasta ahora esto es un ejemplo de ahorro por parte de un negocio que no implica creación de nuevo equipo capital. Pero supongamos que el fabricante decide usar los £5000 para expander su negocio. Él construye una ampliación de la fábrica con un coste de £5000 y haciendo eso distribuye esta cantidad a los contratistas. Ahora él queda en paz en lo que concierne al dinero distribuido al público. Pero habiendo construido una fábrica con un coste de £5000 él, de acuerdo con los métodos normales de contabilidad, cargará en el precio de los bienes fabricados por la segunda fábrica costes indirectos suficientes para obtener £5000. Estos costes no han sido nunca distribuidos y, por tanto, tarde o temprano, los costes de estos artículos excederán el dinero existente en manos de los compradores. Los £5000 han recorrido un doble circuito. Estaban incluidos en el precio de los artículos originales para que de esta forma pudiera formarse la reserva de £5000, y también se incluyeron en la segunda tanda de artículos. Pero sólo fue distribuido una vez cuando se construyó la segunda fábrica. O alternativamente el asunto puede ser examinado desde el siguiente punto de vista. La ampliación de la fábrica es un nuevo incremento físico de riqueza pero la cantidad de dinero disponible no se ha incrementado. Si el fabricante se hubiera acercado a los bancos cuando quería construir la ampliación y hubiera tomado prestado £5000, él habría distribuido nuevo dinero al público por valor de £5000. Pero en lugar de ello, acumuló una reserva y trató de hacer que unos existentes £5000 fueran suficientes para satisfacer los costes que él creó al construir la ampliación.

    Podría objetarse que el fabricante no está bajo la necesidad de incluir el coste de la ampliación en el precio de los bienes fabricados por la nueva fábrica. Esto es perfectamente cierto y el fabricante podría haber rebajado el valor de su ampliación de fábrica hasta cero en el mismo momento de su erección, en cuyo caso él no necesitaría recolectar el coste de la ampliación en los precios de sus bienes. Dicho procedimiento, sin embargo, es contrario a las prácticas de contabilidad aceptada, se opone al sentido común y es, en esencia, extremadamente deflacionaria. A su vez, es contrario a los métodos de contabilidad que el fabricante se vería forzado a usar si él hubiera construido la fábrica tomando prestado de los bancos. La total importancia de esta última afirmación podrá apreciarse si tomamos en consideración el factor de la competencia. Supongamos que un fabricante competidor Y, sin recursos privados, construye una fábrica de la misma forma en que X lo hizo cuando construyó su fábrica original, es decir, tomando prestado de los bancos. Él toma prestado, digamos, £5000 que distribuye a los contratistas y, por tanto, se obliga a recuperar los £5000 en los precios de los bienes. X no está obligado a recolectar los £5000 pero en la práctica tratará de hacerlo. Entre X e Y están intentando recolectar £10000 del público, los cuales sólo han recibido los £5000 de Y. X, por supuesto, podría vender a precio más bajo que Y, pero lo más probable que ocurra sería que X recolectara £2500 del público e Y otros £2500. X de esta manera habría sido forzado a rebajar el valor de su ampliación de fábrica hasta los £2500 e Y estaría en deuda con los bancos por valor de £2500, es decir, todavía estaría intentando obtener £2500 del público para poder salir de su posición deudora. De esta manera el doble circuito ha formado un exceso de costes sobre el poder adquisitivo cuyo exceso podría haber sido considerado originalmente inocuo si el primer fabricante hubiera adoptado el procedimiento espartano de reducir en libros su ampliación de capital a cero. Pero en el tumulto del comercio competitivo una parte de la deficiencia se considera definitiva en tanto que algunos fabricantes se ven forzados a endeudarse con los bancos, mientras que otros fabricantes son compelidos a reducir su capital y subsidiar, de esta manera, al público.

    Cuando se ve forzado a cancelar el valor en libros del capital de esta forma se dice, en la jerga bancaria, que uno está poniendo su casa en orden, y este método es uno de los medio tradicionales de los bancos para superar una depresión. El método (deberá admitirse) tiene cierto éxito en su primario objetivo de reducir la disparidad entre los costes y el poder adquisitivo, pero se podría cuestionar si el trastorno y estancamiento del comercio resultante, seguido de un montón de bancarrotas, causado por tal drástica deflación, no será peor que la enfermedad que se pretende curar. Que tal método sea presentado como la única vía sana para superar una admitida disparidad entre los costes y el poder adquisitivo, no es más que el resultado de aquella visión que dice que es malo, si no imposible, distribuir nuevo poder adquisitivo de otra forma que no sea mediante préstamos a los productores a través del sistema bancario.

    El factor tiempo

    En los argumentos precedentes los costes y el poder adquisitivo habían sido considerados sin relación al tiempo en el cual los costes vienen al mercado en forma de precios, y a aquél en que el poder adquisitivo es distribuido como sueldos, salarios y dividendos. Pero esta cuestión del tiempo es importantísima.

    La disparidad en tiempo entre los costes y el poder adquisitivo en lo que concierne a artículos separados puede ser dividido en tres etapas. Primera etapa: antes de que los bienes vengan al mercado el dinero distribuido excede a los precios. La proporción de dinero y el periodo de tiempo a lo largo del cual es distribuido por adelantado depende del artículo producido y de las condiciones de la industria. Así, si el trabajo humano está siendo reemplazado por máquinas, la cantidad de dinero distribuida cuando las máquinas se están haciendo puede ser mucho mayor que aquélla que se distribuya cuando los bienes mismos se estén haciendo. Segunda etapa: cuando los bienes vienen al mercado los costes exceden al dinero distribuido. Tercera etapa: posteriormente (de acuerdo con la teoría ortodoxa, es decir, excluyendo las consideraciones del ahorro y del doble circuito referidas anteriormente) la diferencia entre costes y poder adquisitivo es compensada con los dividendos. Esta distribución puede que no se complete hasta muchos años después de que los bienes hayan sido vendidos, y normalmente pasará al menos un año antes de que los dividendos sean declarados. Así, aún concediendo la asunción ortodoxa de que “en un tiempo u otro” el dinero distribuido puede ser suficiente para satisfacer los costes de los artículos producidos, sólo podrá ser por pura casualidad si en cualquier momento dado la cantidad de poder adquisitivo en las manos del público fuera exactamente igual a los costes de los artículos en el mercado.

    A veces se hace la pregunta de cómo es que si existe una continuamente creciente diferencia entre los costes y el poder adquisitivo no se haya producido desde hace tiempo el colapso completo del sistema económico. La primera razón es que los bancos aplican el remedio de la deflación, es decir, fuerzan a las compañías a rebajar activos perfectamente buenos a valores en libro mucho más bajos que sus razonables valores reales. La segunda razón es que comprando títulos los bancos dan a los vendedores poder adquisitivo adicional (un punto que será tratado en mayor detalle más tarde). La tercera razón es el descubrimiento de mercados extranjeros. Los bienes (y sus valores en precio adjuntos) son exportados de manera que el total de valores en precio en el mercado doméstico se reduzca. La cuarta, y muy importante razón, es el factor tiempo. Pues el dinero creado por los bancos y distribuido por adelantado con respecto a aquellos bienes finales que todavía no han llegado al mercado puede ser (y en periodos de auge siempre es) suficiente para cubrir –con quizá un generoso margen- la disparidad fundamental entre los costes y el poder adquisitivo. Pero aquellos minoristas que tienen la fortuna suficiente de tener bienes disponibles a la venta en ese tiempo inmediatamente toman la ventaja de las condiciones de auge reinantes para subir sus precios para absorber la superabundancia de dinero, causando así inflación. Tales condiciones de auge sólo pueden ser temporales pues más tarde, cuando los bienes con respecto a los cuales se distribuyó dinero por adelantado vengan al mercado, el poder adquisitivo será insuficiente a menos que un nuevo montón de bienes de capital se ponga en curso de producción y dinero adicional sea puesto en circulación. De hecho, incluso bajo la visión ortodoxa de los costes y del poder adquisitivo, es necesario para el continuado funcionamiento del sistema económico que haya suficientes bienes en la primera y la tercera etapa para equilibrar aquéllos de la segunda etapa. Cuando los factores de ahorro y de doble circuito son tomados en cuenta, está claro que nuevos bienes de capital deben ser producidos en proporción geométrica para mantener en funcionamiento el sistema económico.

    Podrá observarse del exhaustivo análisis anterior que el argumento habitual no es de ninguna manera franco y sencillo. El Mayor Douglas, sin embargo, ha descubierto un análisis más corto que ataja muchas de las dificultades, y este análisis es conocido como el teorema A + B. La diferencia esencial entre el tratamiento del Mayor Douglas y los argumentos habituales es que los costes y el poder adquisitivo son considerados como un flujo a través del sistema productivo.

    Podemos dividir las fábricas en aquéllas que realizan bienes de consumo y aquéllas que producen o equipo capital o bienes que están incompletos. Pongamos que A1 + B1 sean los costes en un periodo de tiempo de artículos producidos por fábricas que realizan bienes de consumo que se dividen en costes A1 (que se refieren al dinero pagado a los individuos por medio de los salarios, sueldos, dividendos, etc.) y en costes B1 (que se refieren al dinero pagado a otras instituciones). Pongamos que A2, B2 sean los costes correspondientes de fábricas que producen equipo capital. El dinero distribuido a los individuos es A1 + A2 y el coste de los bienes de consumo finales es A1 +B1. Si el dinero en manos del público debe ser igual al coste de los bienes de consumo producidos, entonces A1 + A2 = A1 + B1, y por tanto A2 = B1. Ahora bien, la ciencia moderna nos ha conducido a una situación en la que las máquinas cada vez más y más toman el lugar del trabajo humano en la producción de bienes, es decir, A1 se está convirtiendo en menos importante en relación a B1, y A2 menos importante en relación a B2.

    En símbolos, si B1/A1 = k1 y B2/A2 = k2, ambos k1 y k2 están incrementándose.

    Puesto que A2 = B1, esto significa que (A2 + B2)/(A1 + B1) = [(1+ k2)*A2]/[(1 + 1/k1)*B1] = (1 + k2)/(1 + 1/k1), que está incrementándose.

    De esta forma, para que el sistema económico continúe funcionando es esencial que los bienes de capital sean producidos en una cantidad cada vez más creciente en relación a los bienes de consumo. Tan pronto como la proporción de bienes de capital en relación a los bienes de consumo se afloja, los costes exceden al dinero distribuido, es decir, el consumidor es incapaz de adquirir los bienes de consumo que llegan al mercado.

    El ciclo comercial y las fuentes de beneficios de los bancos

    Permítasenos ahora recopilar la información concerniente al sistema financiero y sigamos un ciclo normal de la depresión al boom y vuelta otra vez a la depresión. Comenzamos a partir de un estado de depresión, es decir, un estado donde es incuestionable la disparidad entre los costes de los bienes y el poder adquisitivo. Los comerciantes son incapaces de vender sus bienes y se ven forzados a reducir sus precios y usar parte de sus reservas o capital. Un número de ellos entran en bancarrota lo cual causa además pérdidas del capital del público y en algunos casos pérdidas a los bancos. Puesto que una pérdida a los bancos es un aligeramiento de la deuda del público, esto ayuda a reducir la diferencia entre el poder adquisitivo efectivo del público y los costes de los bienes. Por sí mismo, sin embargo, esta deflación forzosa no sería suficiente para cambiar la corriente. Al contrario, el curso de la depresión ha dado como resultado una reducción de los préstamos bancarios a la industria y de los depósitos correspondientes, pues los bancos no han estado dispuestos a prestar a nuevos prestatarios o incluso continuar los antiguos préstamos bajo la incertidumbre prevalente. Por eso se reduce el ratio bancario entre depósitos y dinero en efectivo. Ellos son capaces de incrementar los depósitos por otros medios y esto pueden hacerlo mediante la adquisición de títulos. El incentivo es un incremento de los beneficios. El tipo de interés sobre los títulos que compran excede el tipo que ellos pagan sobre las cuentas de los depositantes formadas mediante la misma acción de adquisición de títulos. Los bancos generalmente prefieren préstamos a títulos porque el tipo de interés es mayor, pero si no pueden conceder préstamos con seguridad, no tienen ningún problema en pasarse a los títulos valores. La adquisición de títulos incrementa la cantidad de dinero en manos o en las cuentas del público. Es verdad que sólo una clase particular del público se aprovecha de este dinero extra, es decir el público inversor, pero al tiempo parte este dinero se filtra a través de los canales comerciales ordinarios. El grado en que el dinero es creado por los bancos de esta forma puede ser juzgado por el hecho sobre el cual dio testimonio Mr. Reginald McKenna en su discurso del 26 de Enero de este año a los accionistas del Midland Bank, de que desde Febrero de 1932, cuando el país estaba casi en el momento más bajo de la depresión, los depósitos habían subido por un monto cercano a los £300 millones, casi exclusivamente a causa de la adquisición de títulos iniciada por el Banco de Inglaterra y seguida de los bancos. Existe, por supuesto, un efecto secundario a estas adquisiciones de títulos por los bancos: el valor de los títulos sube.

    Después de pasado un tiempo el incremento de dinero en circulación combinado con la previa deflación y precios reducidos, es suficiente para hacer aproximar el poder adquisitivo a los costes de los bienes en el mercado. El comercio se restaura y la confianza crece. Los fabricantes están preparados para asumir nuevos compromisos y los bancos para financiarlos. La misma acción del Banco de Inglaterra al adquirir títulos es una absoluta y clara señal a los bancos comerciales de que es seguro adelantar préstamos a la industria. Después de un tiempo la cantidad depósitos en comparación con el dinero en efectivo de los bancos se aproxima al límite de diez a uno y se ven forzados a vender títulos para así poder continuar haciendo préstamos a la industria. Ellos lo harán inmediatamente pues el precio de los títulos ha sido artificialmente elevado por las previas adquisiciones iniciadas por ellos mismos y seguidas del público, y el producto obtenido sobre los títulos es bastante menor que el que se puede obtener con los préstamos. La venta de títulos por los bancos no causará una inmediata bajada en sus precios porque el público (que incluye a las compañías comerciales) está grandes beneficios, poniéndolos a continuación en reservas e invirtiendo estas reservas en la adquisición de títulos de los bancos. El grado del boom dependerá de la proporción entre los bienes de capital en curso de construcción y los bienes de consumo que están encontrando su camino hacia el mercado. A medida que los bienes de capital son producidos en una proporción cada vez más creciente el boom continuará y puede llegar incluso a convertirse en frenético. Pero en todo momento el teorema A + B está funcionando, contribuyendo a una potencial creciente disparidad entre costes y poder adquisitivo. Tarde o temprano el montón de bienes de consumo que emergen al mercado excederá los nuevos bienes de capital en curso de construcción, y la deficiencia subyacente de poder adquisitivo y la carga de deuda escondida pasará a revelarse. Los fabricantes y los comerciantes se ven forzados a vender bienes a precios rebajados y vender los títulos para poder satisfacer las deudas. Las condiciones no son mejoradas por la acción de los bancos al intentar reclamar los préstamos cuyas garantías (que parecían ser los suficientemente buenas en los buenos tiempos) ahora se van acercando peligrosamente a la cantidad del préstamo concedido. En este periodo del ciclo comercial la cantidad de depósitos disminuirá porque los bancos, mientras reclaman los préstamos a la industria, evitarán (a consecuencia de la inseguridad reinante) compensar el déficit mediante la adquisición de títulos. Existe un efecto bola de nieve: los precios de los bienes y títulos caen, los préstamos son reclamados, el poder adquisitivo disminuye cada vez más, más bienes y títulos son vendidos a precios reducidos, los valores caen aún más, etc… La depresión continúa hasta que, como indicamos antes, el Banco de Inglaterra cambia la corriente adquiriendo títulos.

    Se advertirá que además del beneficio del interés normal de los bancos, es decir, el saldo del interés recibido sobre los préstamos o los títulos por encima del pagado a los depositantes, ellos tienen otras dos grandes fuentes de beneficios. El ciclo normal de las operaciones implica adquisiciones de títulos por los bancos a los precios más bajos y sus ventas a los precios más altos. En segundo lugar, durante el ataque de la depresión la garantías sobre la cuales los préstamos habían sido concedidos se reducen en muchos casos en valor por debajo del préstamo mismo y esto significa que la garantía (puede ser una granja, una fábrica o acciones en una compañía) pasa a ser propiedad del mismo banco, bien directamente o a través de una compañía operante controlada. En esta etapa los bancos muy probablemente hagan algunas pérdidas contables. Esto se refleja en menores beneficios, de manera que en tiempos de depresión los bancos sufren en sus beneficios financieros como les ocurre a otras empresas comerciales, y se ven forzados a hacer uso de sus reservas ocultas o declaradas para poder seguir dando dividendos. Pero aunque ellos están perdiendo en beneficios financieros, están todo el tiempo ganando en activos físicos, es decir, se convierten en los poseedores reales de granjas, fábricas, etc…, al precio del préstamo original en lugar de al valor del activo como una empresa en funcionamiento en tiempos de prosperidad, y este precio puede ser tan pequeño como un 50% de su valor real. En la mayor parte de los casos no venden estos activos en la depresión sino que los mantienen hasta que vengan mejores tiempos. Cuando las condiciones han mejorado y existe mucho dinero por todas partes (creado por los bancos y emitido sobre préstamos a los productores de nuevo equipo capital) el valor de estos activos físicos crece y los bancos son capaces de vender algunas de estas granjas, etc… al público. Los bancos son empresas de negocios y ellos no venden por la cantidad del préstamo original por el cual adquirió la propiedad. Ellos consiguen el mejor precio que pueden y normalmente arroja un beneficio sustancial. Dicho en pocas palabras, los bancos siempre son capaces de llegar a la planta baja y salir antes de que la planta se desplome. Los métodos de contabilidad normales y las convenciones arbitrarias en las cuales trabajan los bancos les permite poder iniciar periodos de inflación y deflación de forma que los hagan parecer un resultado de la ley natural. En periodos de deflación se apoderan de los activos de la nación. En los periodos de inflación son capaces de enajenar estos activos obteniendo beneficio y de, además, hacer beneficios sobre sus carteras de títulos. Atendiendo al grado en que estos beneficios no son distribuidos como salarios a sus empleados o como dividendos a sus accionistas, el público queda hipotecado con los bancos sin tener los medios para poder saldar la hipoteca.

    Se ha afirmado antes que la adquisición de títulos por los bancos ayuda a prevenir el derrumbe del sistema económico. A medida que el público se endeuda más y más con los bancos se sigue una creciente deficiencia de poder adquisitivo. Ahora bien, si los bancos adquieren títulos, ellos crean depósitos que ayudarán a contrarrestar la deficiencia. De ahí que para que las cosas mantengan su curso exista una tendencia a apoyar cualquier proyecto que suponga la creación de títulos para que sean comprados por los bancos. Los bancos mismos acapararán a veces la totalidad o una gran parte de la emisión de un Gobierno, pero también adelantan dinero a sus clientes para suscribir una porción del mismo. El cliente gana ya que el tipo de interés sobre la emisión es mayor que aquél del préstamo. Los bancos ganan porque el tipo de interés sobre el préstamo es mayor que aquél que paga sobre los depósitos resultantes del gasto del Gobierno del dinero obtenido por la emisión. Puede ser que los bancos no absorban la totalidad de una emisión y de esta manera obtengan toda la diferencia de interés entre aquél producido por la nueva emisión y aquél concedido por los bancos a sus depositantes, porque de esta forma se mantiene la ficción de que la emisión es suscrita con los ahorros del público en lugar de a partir de nueva creación de dinero por los bancos mismos. Ahora bien, todos los títulos que vienen a posesión de los bancos (ya directamente, o ya indirectamente vía préstamo al propietario nominal del título), son una consolidación de la deuda del público con los bancos. El 30% del gasto presupuestario del país el pasado año fue en relación al interés sobre los préstamos de la nación y una gran parte de esta cantidad era pagadera directa o indirectamente a los bancos [si no recuerdo mal, en los Presupuestos aprobados por Rajoy a finales del pasado año para este año 2013, un 50% del gasto presupuestario estaba destinado al pago del interés de la Deuda Pública]. Por eso la idea popular de que la alta presión fiscal es una fuerte causa de la disminución del comercio es muy correcta, pues la porción de los impuestos que representan el interés de los bancos es poder adquisitivo potencial del público que será cancelado una vez que llegue a los bancos a menos que se redistribuya en forma de salarios para los empleados del banco o de dividendos para los accionistas del banco. La exacción del público para pagar el interés sobre deudas pasadas a los bancos ha alcanzado hoy en día enormes dimensiones y su importancia radica en el hecho de que ningún miembro del público es capaz de escapar a este gravamen. Que la verdadera naturaleza de este mal no es conocida resulta patente por el apoyo que se da al principio de la alta imposición por muchas personas bienintencionadas, particularmente socialistas, sobre el fundamento de que la imposición es meramente un paso de dinero de las manos de un grupo de personas -normalmente los ricos- a las de otro grupo de personas –generalmente los pobres. No se advierte el hecho de que una tal gran proporción de impuestos simplemente hace subir los costes sin que sean redistribuidos. Más aún, se presenta una completamente incorrecta imagen de los recursos de la nación y muchos proyectos cuya ejecución es altamente demandada (y que, desde el punto de vista físico-material, el país está perfectamente capacitado para realizar) son dejados a un lado en la creencia de que la nación no puede soportar el coste.

    La distorsión entre el dinero y la realidad

    Los fallos en el sistema financiero han tenido el efecto de divorciar la política monetaria de la realidad física. En algunos casos se ha llegado a la situación peculiar de que si un rumbo de acción es examinado desde un punto de vista financiero parecerá que se sostiene un tipo de resultado mientras que si se examina desde un punto de vista físico parecerá que se sostiene un resultado exactamente contrario. Vale la pena examinar aquí cuatro ejemplos de esta distorsión de la verdad.

    (1) Importaciones y exportaciones. No habrá duda alguna de que desde el punto de vista de la riqueza física un país es más rico por sus importaciones y es más pobre por sus exportaciones. Pero tenemos la anomalía de que cuando un país exporta más bienes de los que importa es observado como teniendo una balanza comercial “favorable”, y cuando ocurre lo contrario se dice que tiene una balanza comercial “desfavorable”. Que no es sólo una cuestión de palabras viene demostrado por el hecho de que todas las naciones en el mundo, ricas o pobres, están activamente ocupadas en tratar de arrojar sus bienes a otros mercados y en mantener fuera de sus propios mercados los bienes de otros países. La razón por la que los países adoptan una política tan estúpida (desde el punto de vista de la riqueza real) e imposible de cumplir si se toma a todo el mundo en su conjunto, es porque en el transcurso de la fabricación de bienes para exportar se distribuye dinero a la clase trabajadora que ayuda a compensar la existente y creciente deficiencia de poder de compra en el país exportador, y el total de precios en el mercado doméstico se reduce por la exportación de los bienes hechos con este dinero. De ahí que las compañías que fabrican bienes para el mercado de exportación estén bien miradas, aún cuando estuvieran realizando una acción tan criminalmente estúpida como la de fabricar municiones, armamentos y aeroplanos para ser vendidos a un país que pueda usarlos contra el país del cual fueron comprados.

    (2) Riqueza y Deuda. La naturaleza y la ciencia se han unido para producir la potencialidad de una creciente riqueza real y ocio para cada individuo. La cantidad de moneda metálica sacada de las minas cada año no va al mismo paso que la expansión de la riqueza real. El dinero extra sólo puede ser formado por medio de préstamos bancarios, es decir, incrementando la deuda. De ahí que por un lado tenemos un excedente de riquezas y ocio y por el otro un incremento de la deuda mundial. Como muy a menudo se ha señalado, el país más rico es el país que tiene la más grande Deuda Nacional.

    (3) Distribución del ocio. Se han estado haciendo intentos de limitar las horas de trabajo para terminar con la situación anómala actualmente existente de una proporción de la población trabajando continuamente e incluso trabajando horas extras, mientras que un gran cuerpo de desempleados no puede encontrar ningún trabajo en absoluto. No podía posiblemente haberse encontrado un remedio más sensato que la limitación de horas para distribuir la cantidad de trabajo que debe hacerse entre toda la población trabajadora, y aún así bajo las condiciones presentes el proyecto está condenado al fracaso. Pues supongamos que la semana laboral es de 40 horas y se propone limitarlo a 30 horas por semana. O bien la factura de sueldos deberá ascender un 33%, de manera que el precio de los artículos fabricados (ya suficientemente difíciles de vender) deben ser incrementados; o el sueldo de cada trabajador individual (ya lo suficientemente pequeño), deberá ser reducido en un 25%. De esta manera tenemos la situación de que un remedio claro y directo de sentido común está condenado al fracaso bajo los presentes métodos financieros. La dificultad, sin embargo, puede ser fácilmente superada si se ponen en práctica los remedios que serán sugeridos más tarde. En primer lugar, debemos estar de acuerdo en que si se hace menos trabajo personal entonces es justo que los sueldos sean disminuidos a menos de que exista incremento en la eficiencia. Así, el precio del bien fabricado no subiría. Se sugerirá más adelante que todos los miembros del público deberían recibir un ingreso directo para el consumo. De esta forma el ingreso total del trabajador será el adecuado para satisfacer sus necesidades aunque disminuya la porción derivada de los sueldos.

    (4) Obras públicas por medio de préstamos (o tomando prestado). Bajo las condiciones presentes cuando un municipio o un país desea crear un activo público (ya productivo como, digamos, una depuradora central, o ya improductivo como, digamos, un parque público) tiene que tomar prestado. Esto es porque los ingresos de la gente son insuficientes como para soportar una mayor presión fiscal o un incremento de tasas. Se ha explicado cómo este crédito que se toma prestado es un paliativo temporal para superar la deficiencia crónica de poder de compra, pues lo que hace es meramente traspasar el gravamen del presente al futuro y consolida la esclavitud del país a los bancos. Pero lo que debería advertirse particularmente acerca de esta transacción es que aunque el país ha embargado el poder adquisitivo futuro (desde el punto de vista financiero), ha construido la obra pública a partir del ingreso actual (desde el punto de vista físico). Pues si la obra pública no se hubiera hecho, los trabajadores ocupados en ella estarían desempleados, la comida y ropa que estos trabajadores habrían consumido o bien no se habrían producido en absoluto o bien se habría tirado, los materiales para construir la obra pública habría quedado en desuso. Si la construcción de la obra pública significara que los hombres (que en otro caso estarían ocupados en la producción de bienes de consumo, en el mantenimiento del equipo capital o en la creación de equipo capital nuevo y útil) fueran desplazados de estas ocupaciones, entonces sí habría una toma de préstamo o crédito desde un punto de vista físico, pues el trabajo que han dejado sin hacer ahora tendrían que realizarlo en el futuro. En esas circunstancias sí que habría cierta justificación para un crédito o toma de préstamo financiero. Bajo las presentes condiciones, sin embargo, cuando existen más de dos millones de desempleados y un excedente de materiales la operación financiera de tomar prestado no se corresponde ni mínimamente con el aspecto físico del asunto.

    Remedios

    Los remedios para nuestro grave estado económico presente no necesitan ser ni revolucionarios ni drásticos. En particular, no hay necesidad de alterar la organización que está funcionando bien, es decir, el sistema de producción. Todo lo que es necesario es realizar una clara y directa arremetida sobre las organizaciones que no están funcionando correctamente. Lo primero esencial es dar a los banqueros la confianza en el sistema que ellos están manejando y lo segundo es dar al público la confianza en el sistema comercial. Esta confianza, sin embargo, debe engendrarse atacando las fuentes del problema y no meramente predicando optimismo.

    Así, actualmente, los bancos, al conceder préstamos, se obligan a sí mismos a pagar en efectivo más dinero del que hay en existencia. En su subconsciente siempre está el miedo de un pánico bancario, y ellos limitan sus adelantos al arbitrario ratio en funcionamiento de diez veces su dinero en efectivo. Desde 1928 el miedo a un pánico bancario ha sido completamente ilusorio porque el Banco de Inglaterra tomó entonces poderes para incrementar la emisión fiduciaria hasta cualquier montante requiriendo permiso del Parlamento. Sin embargo, los bancos no parecen ser conscientes de este hecho (o temen que el Banco de Inglaterra no les concederá los recursos necesarios). Debería ser un principio fundamental de la práctica bancaria conceder crédito hasta cualquier montante para satisfacer las legítimas necesidades de la industria. El crédito no debería ser restringido por ninguna ratio artificial bancaria. Existe una cierta cantidad de peligro en permitir a instituciones privadas tener ilimitados poderes de incrementar el crédito, y puesto que sería en realidad el crédito de la nación el que estaría respaldando el dinero creado, existen fundamentos para exigir que algún cuerpo público, digamos un departamento de estadística de la Junta Directiva de Comercio, sea puesto para controlar la cantidad total de crédito emitido.

    Para que el comerciante tenga confianza en el sistema económico la deficiencia fundamental de poder adquisitivo debe ser corregida. El comerciante-industrial podrá entonces ser capaz de producir bienes en la certidumbre de que si están bien hechos y satisfacen una demanda real, serán comprados. Esto puede hacerse mediante la creación y distribución de nuevo poder adquisitivo a los consumidores. Las necesidades de los productores ya habrán sido satisfechas por los bancos. La cantidad del crédito al consumidor que debe ser distribuida deberá ser descubierta por experiencia bajo la guía de la Junta Directiva de Comercio o cualquier otro cuerpo. Los factores que afectarán en ella serán (1) el total de precios de bienes de consumo que vienen al mercado, (2) la cantidad de dinero existente, (3) la cantidad de crédito al productor que está siendo creado, (4) la cantidad de ahorros (verdaderos ahorros, no los grandes ahorros actuales que surgen como consecuencia de la inseguridad del sistema económico), (5) la cantidad de ahorros pasados que están siendo gastados, y un número de otros factores variados. No hay necesidad, sin embargo, de estimar cada factor por separado. El poder adquisitivo adicional debe ser tal que la cantidad de dinero en manos del público sea suficiente para adquirir los bienes disponibles. Es importante que el dinero sea distribuido a los consumidores como un dividendo. No debe ser necesario (como ocurre bajo el presente sistema) que antes de que el público pueda consumir la presente producción, deba ser creada antes una montaña de nuevo equipo capital. La mayoría del mundo, en particular este país incluido el imperio [lo mismo es aplicable a Las Españas], ha pasado ha ser lo suficientemente rica en recursos físicos como para haber pasado aquella etapa. Eso no quiere decir que el crecimiento de equipo capital deba ser parado. Al contrario, pues las necesidades de los productores serán las primeras en ser resueltas por los bancos. Pero cuando sus necesidades sean satisfechas la deficiencia de poder adquisitivo remanente será compensada mediante la emisión de crédito a los consumidores. No es inconcebible que el impulso dado al comercio fuera tan grande que se pudiera distribuirse demasiado dinero a los consumidores a través de los productores. En esas circunstancias sería necesario retirar dinero de los consumidores y esto podría hacerse a través de los impuestos o por otros medios.

    No hay razón para esperar que haya inflación, es decir, una subida de los precios, puesto que el total de dinero en manos de los consumidores no excede al total de costes de los bienes de consumo en el mercado. El hecho de que el público tendría confianza en el sistema económico ayudaría además a prevenir la inflación. Pues cuando existe dinero de sobra en manos del público pero los comerciantes tienen una inherente falta de confianza, éstos recolectan todo el dinero que pueden del público por medio de precios más altos para así formar reservas y altos beneficios antes de que los buenos tiempos terminen. Pero si existe confianza en el sistema económico esto no es necesario. En consecuencia, el incremento de poder adquisitivo no produce un incremento de precios, sino que, por el contrario, incentivando el incremento en la producción de bienes de consumo se reducen los costes indirectos y la necesidad de publicidad, y realmente reduce los precios. Pero en el inicio del proyecto y probablemente durante varios años después sería necesario tomar precauciones. Probablemente el plan más simple propuesto hasta ahora para tratar con esta dificultad sea el del Mayor Douglas, conocido como el precio ajustado o el plan de descuento de precios. De acuerdo a este plan parte del dinero que se ha decidido que debe crearse y distribuirse a los consumidores no es distribuido directamente a cada consumidor en forma de un Dividendo, sino que sólo se distribuye al consumidor cuando éste compra un artículo de consumo final, como un descuento sobre el precio del artículo que está comprando. Para que pueda permitirse poner en obra el descuento de precio, el minorista debe registrarse y las condiciones para el registro es que sus libros estén abiertos a la inspección, que él deba hacer un beneficio mínimo (para así prevenir la reducción de precios (dumping)) y que no haga más que un beneficio justo basado en la facturación, que será determinado por las condiciones de su comercio y la facturación usual aplicable a dicho comercio. La incipiente inflación debida a los grandes beneficios que innecesariamente realizan los minoristas puede de esta forma ser prevenida, pues los minoristas que especularan no se les permitiría registrarse y perderían el subsidio del descuento de precio. Más aún, por este plan el crédito al consumidor sólo sería emitido en el momento en que los bienes fueran puestos en el mercado y no antes. El incentivo de los fabricantes de producir bienes de consumo continuaría estando ahí pero los consumidores no tendrían de antemano dinero en sus bolsillos deseando ser gastado lo antes posible.

    Si los métodos resumidos en esta sección fueran puestos en práctica (y planes más detallados para su puesta en práctica ya existen), tendríamos el resultado de que el sistema financiero reflejaría la realidad. El principio de que debería haber una correspondencia exacta entre el dinero y las cosas reales debería, sin embargo, ser trasladada más correctamente a nuestros métodos contables. La máxima que debería adoptarse ha sido expresada por el Mayor Douglas en una frase que basta con su sola enunciación para que su verdad se refleje de manera patente, a saber, que “el verdadero coste de la producción es el consumo”. Por ejemplo, si una fábrica es construida, la nación ha ganado un activo. El coste de la fábrica no debería encarnarse en los precios de los artículos producidos por la fábrica mucho antes de que la vida útil de la fábrica se termine y el crédito correspondiente a este activo sea retirado en consecuencia. Los únicos costes de la fábrica que deberían incluirse deberían ser los de mantenimiento y obsolescencia.

    En conclusión, debería subrayarse cómo de importante es que las compañías de seguros estudiaran los efectos económicos del ahorro, pues es su oficio ofrecer al público la forma de ahorro más útil que se haya descubierto hasta entonces. Es indiscutible que el ahorro es beneficioso para los individuos que son lo suficientemente afortunados como para sacar un excedente sobre su actual ingreso, pero ¿qué pasa con los que no se lo sacan? En relación a esto se recordará que en una reciente discusión de la Society relacionada con el informe de Cohen se señaló que los funcionarios esperaban recibir una palmadita en la espalda por sus servicios en promover la frugalidad; en lugar de ello se les dijo que resultaba dudoso que fuera algo bueno que el dinero se filtrara del bolsillo de los trabajadores para el seguro, cuando podría ser mejor empleado en alimentos y vestir al trabajador y su familia mientras estuviera vivo. Más aún, si (tal y como se ha indicado anteriormente) cada penique ahorrado causa un trastocamiento de la industria, el bien hecho a la comunidad por el ahorro no resulta tan patente. Las compañías de seguros, por tanto, aunque sólo fuera por salvaguardar su propia situación, deberían ver con buenos ojos cualquier plan que tuviera el efecto

    1. De permitir al público tener un ingreso excedentario disponible para el ahorro,
    2. De contrarrestar el mal que se produce actualmente como consecuencia de la reducción de demanda efectiva sobre los productos de la industria causada por el ahorro.

  2. #2
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    Re: Banca e Industria

    Quedan borrados los mensajes fuera de tema.

    La próxima vez todos los que escriban, y los que respondan a los escriban, cosas fuera de tema, serán expulsados para no molestar al resto del foro.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  3. #3
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    Re: Banca e Industria

    En mi opinión poner más dinero en circulación estaría muy bien (¿a quién le amarga un dulce?) Pero si ese dinero no se canaliza hacia los sectores manufactureros y se desvía hacia el sector especulativo de las finanzas o hacia sectores coyunturales como la construcción o a la compra especulativa de materias primas y recursos naturales, entonces sólo servirá para que la riqueza se concentre todavía más en menos manos y aumente la pobreza y la desigualdad. Eso es lo que ha pasado en España -y en el mundo entero- en los últimos años.

    Por tanto es importante que el sector financiero vea en el sector manufacturero y en la economía real un objeto interesante para sus inversiones. ¿Cómo se logra eso en un mundo globalizado y desindustrializado? En mi opinión ahí entra la política en parte, pero sobre todo es la innovación y el saber hacer los que podrían ganar la partida. Sólo una nueva Revolución Industrial (tecnológica y ecológica) puede hacer fluir el inmenso capital que circula hoy por los bancos hacia las fábricas. Lamentablemente España está des-invirtiendo en ciencia, educación y tecnología por lo que en mi opinión estamos cavando nuestra propia tumba.

    Un saludo
    Última edición por Valderrábano; 13/06/2013 a las 16:41

  4. #4
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    Re: Banca e Industria

    En mi opinión poner más dinero en circulación estaría muy bien (¿a quién le amarga un dulce?) Pero si ese dinero no se canaliza hacia los sectores manufactureros y se desvía hacia el sector especulativo de las finanzas o hacia sectores coyunturales como la construcción o a la compra especulativa de materias primas y recursos naturales, entonces sólo servirá para que la riqueza se concentre todavía más en menos manos y aumente la pobreza y la desigualdad. Eso es lo que ha pasado en España -y en el mundo entero- en los últimos años.
    La idea es que de la misma fuente de la que parte la financiación de la producción, parta también la necesaria financiación del consumo general de la población.

    Tenga en cuenta Valderrábano que en el análisis se hace hincapié en que esa nueva financiación del consumo creada ex novo y gratis para la población (y creada no de manera arbitraria, pues eso produciría inflación, sino en base a los datos de producción -actual y potencial- y consumo reales o físicos presentados en términos contables o financieros de la economía presente, tal y como se reflejen en los datos estadísiticos) tiene que distribuirse directamente, y no indirectamente en base a la financiación de una nueva tanda de equipo capital (necesaria o innecesaria, es indiferente), una parte de la cual (de la financiación, me refiero) terminará -tarde o temprano- en manos de los consumidores vía sueldos, salarios y dividendos.

    Es evidente que en la situación actual de absoluta falta de confianza generalizada (pues un sistema financiero adjunto a un sistema económico real de una comunidad política es esencialmente fiduciario) ni siquiera los bancos comerciales se atreven a financiar al sector productivo (actual o potencial, es indiferente). Como usted bien sabe, Valderrábano, todo el que esté famililizariado con la práctica del negocio bancario conoce la importancia del departamento de Riesgos que, bajo la sanción última del director de la sucursal, da o no el visto bueno a un préstamo o financiación de un nuevo (o ya existente) proyecto productivo, y el cual se fundamenta, como es obvio, en la previsión que hace dicho departamento de la probabilidad de que dicho préstamo será devuelto o no en un futuro más o menos inmediato (pues el negocio bancario cobra su beneficio del interés adjunto a dicho préstamo). Ahora bien, si esa devolución depende de la suficiente existencia de poder adquisitivo en el público (que liquide a la empresa productora los costes incurridos y, de esta forma, la empresa pueda devolver el préstamo o financiación), entonces, en última instancia, todo depende de que el público esté suficientemente financiado. Pero ahora bien, si como he dicho antes, esa financiación del público sólo puede venir por la vía indirecta de la previa financiación de la producción por los bancos (que es lo que usted sugería en su comentario para la reactivación de la economía) entonces nos encontramos con un círculo vicioso: los bancos no prestarán al sector productivo porque prevé el departamento de Riesgos que no podrá ser devuelto el préstamo porque el público carece de poder adquisitivo para pagar a la empresa productora para así cancelar el préstamo, poder adquisitivo el cual sólo puede venirle al público precisamente de esa misma hipótetica financiación o préstamo del sector productivo y que el departamento de Riesgos -por la previsión elaborada anteriomente dicha- no querrá conceder.

    Lloyd Reynolds en su Introducción a la economía expresaba este mismo problema enunciándolo de esta forma: "Todo el mundo está de acuerdo en que el nivel de la demanda afecta el nivel de la producción y que la demanda repercute en el gasto. La mayor parte de las discusiones respecto a la prosperidad y la depresión toman el gasto como punto de partida. Consideremos la siguiente “explicación de sentido común” de la depresión: “¿Por qué van mal los negocios? Porque no se gasta bastante dinero. ¿Por qué no se gasta bastante dinero? Porque la gente gana poco. ¿Por qué gana poco la gente? Porque los negocios van mal”. Este razonamiento en círculo vicioso no explica nada. Sin embargo, se repite sin cesar en las discusiones corrientes."

    Evidentemente, un banco comercial preferirá ante este panorama la compra o inversión en títulos financieros, como usted bien señalaba como posibilidad a evitar. Sin embargo, no deja de ser lógico que así lo haga para obtener beneficios, teniendo en cuenta lo anteriormente señalado acerca de los préstamos directos al sector industrial (y todo ello independientemente de que, en última instancia, esa misma financiación pueda llegarle por la vía indirecta de las inversiones bursátiles de los bancos comerciales que adquieren los títulos).

    Lo cierto es, en todo caso (como apunté antes), la inherente deficiencia de poder adquisitivo seguiría estando ahí, provocando los consecuentes males sociales que todos conocemos.

    Por tanto es importante que el sector financiero vea en el sector manufacturero y en la economía real un objeto interesante para sus inversiones. ¿Cómo se logra eso en un mundo globalizado y desindustrializado? En mi opinión ahí entra la política en parte, pero sobre todo es la innovación y el saber hacer los que podrían ganar la partida. Sólo una nueva Revolución Industrial (tecnológica y ecológica) puede hacer fluir el inmenso capital que circula hoy por los bancos hacia las fábricas. Lamentablemente España está des-invirtiendo en ciencia, educación y tecnología por lo que en mi opinión estamos cavando nuestra propia tumba.
    ¡Pero si precisamente eso es lo que ya se está haciendo ahora!

    De hecho ése fue siempre, desde los inicios de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, el norte que ha estado siguiendo la política bancaria en lo que se refiere a los criterios seguidos para la financiación de tal o cual empresa productiva para su propio beneficio personal: la innovación tecnológica, que permite a las empresas encontrar aquello que siempre están buscando como locas dentro de la lógica impuesta por el sistema capitalista reinante desde entonces, a saber, la posición privilegiada que le permita copar el mercado, acaparando así todo el poder adquisitivo de la demanda y destruyendo toda compentencia. Es lo que en la jerga conocen los economistas ortodoxos como "competencia monopolística" (que siempre tarde o temprano termina en monopolio u oligopolio, si es que antes el Estado no se adelanta en ese aspecto mediante la nacionalización, es decir, mediante la monopolización anticipada, que viene a ser el mismo mal en la práctica).

    Es verdad, por tanto, como usted señala, que un empuje empresarial en la innovación tecnológica (y no sólo tecnológica, pues basta tener en cuenta también la comercialización diferenciada o marketing en jerga anglosajona, que también influye en la diferenciación deliberada del producto o servicio prestado, que es otra forma de "competencia monopolísitica" al margen de la tecnología), animaría la correspondiente financiación por parte de los bancos (previo estudio favorable de Riesgos) de dichas empresas innovadoras o punteras que produciría la correspondiente distribución de poder adquisitivo en la población y eliminaría temporalmente la brecha o deficiencia de poder adquisitivo respecto a los precios globales del mercado.

    Pero insisto en que esto no dejaría de ser un mero parche (igual que cuando le dije a Jasarhez que la inversión en obras públicas -que era la solución que él señalaba- también producirían un temporal alivio o aumento del poder adquisitivo de la población, pero que en realidad sólo sería coyuntural sin llegar a solucionar, fundamentalmente, el problema inherente de la falta crónica de poder adquisitivo de la población).

    La solución, recalco, tiene que pasar por una financiación del consumo de la población que al mismo tiempo no haya pasado previamente por una financiación de la producción, es decir, que dicha financiación del consumo no genere nuevos costes (que tarde o temprano, más bien temprano, son repercutidos en los precios, aumentando cada vez más, de esta forma, la deficiencia crónica de poder de compra de la población).

  5. #5
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    Re: Banca e Industria

    La idea es que de la misma fuente de la que parte la financiación de la producción, parta también la necesaria financiación del consumo general de la población.
    Sí bueno, pero lo malo es que el consumo GENERAL de la población cada vez se compone más de productos chinos, hechos en china, por empresas chinas que a su vez guardan sus dineros en bancos chinos... ¿ con este su sistema de "financiación del consumo general de la población" no estaríamos alimentando a un parásito que nos acabará matando?

    El plan renove para la compra de coches es algo parecido a la fianciación directa del consumo que Vd propone y parece que funciona porque no es algo GENERAL . Y es que España es el segundo productor de coches de europa y SEAT es la marca más vendida, por tanto ahí sí el dinero del plan renove retorna a nuestro sistema financiero vía impuestos, salarios, etc. ¿Pero sucedería lo mismo si compramos un televisor japonés? Ahí le dejo la pregunta.
    Última edición por Valderrábano; 14/06/2013 a las 16:58

  6. #6
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    Re: Banca e Industria

    Sí bueno, pero lo malo es que el consumo GENERAL de la población cada vez se compone más de productos chinos, hechos en china, por empresas chinas que a su vez guardan sus dineros en bancos chinos... ¿ con este su sistema de "financiación del consumo general de la población" no estaríamos alimentando a un parásito que nos acabará matando?

    El plan renove para la compra de coches es algo parecido a la fianciación directa del consumo que Vd propone y parece que funciona porque no es algo GENERAL . Y es que España es el segundo productor de coches de europa y SEAT es la marca más vendida, por tanto ahí sí el dinero del plan renove retorna a nuestro sistema financiero vía impuestos, salarios, etc. ¿Pero sucedería lo mismo si compramos un televisor japonés? Ahí le dejo la pregunta.
    Cuando hablaba de la financiación del consumo general de la población me refería a un aumento del poder adquisitivo. Aumento el cual se realizaría directamente, sin tener que pasar por previo proceso de producción o una previa recaudación de fondos dinerarios ya existentes (ya sean fondos de la empresa privada que financia con sus reservas una bajada de precios de sus productos, ya sean fondos del Estado previamente quitados a las empresas y familias). Es decir: que igual que para la financiación de la producción se crea el dinero por el sistema bancario, también esta financiación del consumo se crearía directamente de la misma fuente por la cual se crea el dinero para la producción entregándose directamente a la población.

    El problema no es tanto que la población quiera o no comprar un producto chino o japonés o de donde sea. El problema está en que la población de una comunidad política esté lo suficientemente financiada para poder libremente expresar sus preferencias a la hora de realizar sus adquisiciones, es decir, que su demanda real se convierta en efectiva al ser respaldada por el suficiente dinero para comprar los bienes y servicios que ella desee de acuerdo a la conocida relación calidad-precio del respectivo bien o servicio, ya se encuentre dicho bien o servicio actual o potencialmente (en este caso habría que o producirlo si se tiene la técnica para hacerlo o importarlo si no se tiene) existente en el mercado.

  7. #7
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    Re: Banca e Industria

    Pero si los bancos españoles financian de forma GENERAL la compra de productos chinos, ¿no estaríamos financiando a los bancos chinos?


  8. #8
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    Re: Banca e Industria

    Pero si los bancos españoles financian de forma GENERAL la compra de productos chinos, ¿no estaríamos financiando a los bancos chinos?

    Actualmente los bancos comerciales españoles que realizan una financiación al consumo para la población lo hacen mediante préstamos al consumo, es decir, generando un nuevo coste financiero o deuda financiera al receptor del préstamo. Y esto vale para cualquier caso, incluido el caso particular que usted señala (que, por cierto, no implica necesariamente que la compra del producto chino por el consumidor-usuario español implique que la empresa a la que se compra esté en relación financiera con un banco domiciliado en China).

    Por tanto no cumple el requisito señalado antes de que la financiación al consumo de la población se realice sin generar al mismo tiempo un nuevo coste financiero.

    El objetivo fundamentalmente buscado es el de que el poder adquisitivo de la población trate de ajustarse lo más posible al nivel general de precios de los bienes y servicios (actuales y potenciales) oferidos a esa misma población. Esta es la forma en que se distribuyen los bienes y servicios en un sistema económico desarrollado en que la mayoría de las interrelaciones económico-sociales de la población se realizan por medio de transacciones o intercambios financieros o dinerarios.

  9. #9
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    Re: Banca e Industria

    El objetivo fundamentalmente buscado es el de que el poder adquisitivo de la población trate de ajustarse lo más posible al nivel general de precios de los bienes y servicios (actuales y potenciales) oferidos a esa misma población. Esta es la forma en que se distribuyen los bienes y servicios en un sistema económico desarrollado en que la mayoría de las interrelaciones económico-sociales de la población se realizan por medio de transacciones o intercambios financieros o dinerarios.
    Quizá una bajada de impuestos ayudaría de forma más rápida a que la población pudiese ajustar mejor su nivel adquisitivo. Si el Estado puede crear dinero de la nada, tal y como Vd nos dice ¿para qué cobrar impuestos?

    En fin, no quiero abusar de su buena voluntad al explicarnos todo esto, pero sinceramente yo no lo veo claro por ningún lado.

  10. #10
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    Re: Banca e Industria

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    Valderrábano, por supuesto que no abusa planteándome las cuestiones que usted desee. Para eso precisamente abro estos hilos, para tratar de aclarar cualquier duda sobre el análisis descriptivo de Douglas sobre el funcionamiento de la economía moderna, sus problemas y sus correspondientes soluciones.

    A raíz de lo que usted señala sobre los impuestos, constato una vez más el principal escollo que siempre se les plantea a los economistas cuando tratan de dar solución al surgimiento de un problema económico: ¿cómo se puede dar solución a un problema en un sector particular de la economía en una comunidad política sin al mismo tiempo generar otro u otros problemas en otros sectores de la comunidad política?

    En la jerga de los economistas ortodoxos hacen alusión a esto implícitamente dando por supuesto ya de antemano que en todo sistema económico se produce una situación que denominan "juego de suma cero", es decir, que ya asumen como algo necesario la imposibilidad de favorecer a un sector de la comunidad sin al mismo tiempo desfavorecer a otro u otros, es decir, implícitamente dan por supuesto la imposiblidad de la consecución del bien común (esto es algo que ya vió y teorizó magistralmente D. Juan Vallet de Goytisolo ante el preocupante panorama social que le presentaba la década de los ´60 cuando abordaba el espinoso tema de la mentalidad tecnocrática y de los desasostros efectos sociales cuya aplicación provocaba en la comunidad política española, aunque también, por supuesto, era extensible a los demás países occidentales que aplicaban las mismas políticas tecnocráticas bajo la misma supervisión de los organismos mundialistas o internacionales).

    Bueno, Valderrábano, y se preguntará usted ¿por qué le suelto este rollo previo? Pues porque al decir usted que al disminuir los impuestos el Estado se produciría un aumento del poder adquisitivo de la población yo le diría que sería cierto al principio, pero el Estado (que en este caso actúa como si fuera una empresa particular más), para seguir haciendo frente a las obligaciones contraidas (no entro en el tema de si se trata o no de competencias artificialmente autoadquiridas, es decir, que no era necesario que se las autoatribuyera) necesitaría compensar esa disminución de ingresos financieros por otro lado, y como en las circunstancias actuales el Estado ha renunciado voluntariamente a una de las tradicionales regalías del poder político como es la creación del crédito de la comunidad política que rige, entonces sólo le queda acudir a la Deuda Pública, la cual, como se sabe, sacrifica o hipoteca el poder adquisitivo inmedato futuro de los españoles a las necesidades del presente.

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