Dando crédito a la sociedad


Por Georgiana Pinwill



En la película “Karol”, Juan Pablo II dijo que se abrieran todos los caminos a Cristo, incluyendo los caminos económicos. ¿Cómo podemos abrir el sistema económico a Cristo? Ya que los humanos inventaron nuestro sistema económico terrenal, es lógico pensar que dicho sistema podría ser defectuoso, y todo aquello que no está construido en Cristo fallará. En consecuencia, debemos asegurarnos de que nuestro sistema económico esté construido en Cristo.

Cuando nos fijamos en cómo Dios crea y da la vida, observamos un acto abundando de generosidad. Ninguno de nosotros pagó un solo céntimo para ser concebido en el seno de nuestra madre. Habiendo creado vida, Dios luego nos da gratuitamente todo lo que necesitamos. Las manzanas crecen en los árboles, la lluvia cae, la hierba crece, las plantas brotan, los terneros nacen: y todo ello puede ocurrir sin que se tenga que intercambiar ni un solo céntimo. Ha estado continuando así desde el comienzo del mundo, mucho antes de que los bancos fueran creados en algún tiempo por nosotros los humanos. Dios nos da la gracia, los sacramentos, y un amor incondicional. Entonces, pues, ¿por qué decimos, “No se puede obtener algo por nada” y “En la vida no hay nada gratis”?

Dios no quiere que desperdiciemos nuestros dones. Esto está claro. “Aquél al que se le diere mucho se esperará mucho de él”. Al mismo tiempo, cuando se viene a recibir la vida eterna, Dios no espera de nosotros que paguemos más de lo que valga algo, pagar por activos que se están depreciando, o pagar interés. “Tú necesitas ir al purgatorio por otros cien años como interés por el pecado de soberbia”. ¿Os lo podéis imaginar? Jesús habló de no salir hasta que hubiéramos pagado el último penique. Él no dijo hasta que hubiéramos pagado la última factura con interés compuesto.

El Antiguo Testamento habla de no cargar nunca interés.

Una idea que me fascina es la de que todos los Bancos sean organizaciones sin ánimo de lucro, más bien como organizaciones benéficas destacables. Tendrían como objetivo proporcionar un servicio en lugar de hacer un beneficio; sin embargo, al final de cada año, cada banco calcularía el beneficio, deduciría costes (habiéndose mantenido los costes deliberadamente bajos), y todo beneficio iría a parar a organizaciones de beneficencia y/o a distribuirse igualmente entre la población. Es radical, lo sé. Quizás, en esta recesión económica, que es sólo una de muchas crisis, es tiempo ya de empezar a pensar radicalmente, o al menos hacerse preguntas radicalmente. Ciertamente, la apelación a Cristo es una de tipo radical.

El dinero se ha convertido en un dios que nos hipnotiza. El dinero y el sistema económico son irreprochables, infalibles. Como católicos, nosotros sabemos que sólo las declaraciones oficiales de la Iglesia son infalibles; por lo que nuestra sociedad necesita deshipnotizarse rápidamente.

No estoy sugiriendo nada imprudente, temerario o injusto; pero es tiempo ya de que nos fijemos en lo que hemos creado con ojos frescos y objetivos.

¿Habéis intentado alguna vez jugar al Monopoly sin cobrar nunca los 200 € cuando pasáis por la casilla de “salida”? Yo lo hecho. Es seguro que todos nos quedamos sin dinero rápidamente. En la vida real, ¿tenemos un equivalente a los 200 € en la “salida”? No. Incluso el Centrelink (el pago de la seguridad social) proviene del presupuesto del gobierno, originado a partir de los impuestos o de nueva deuda, y no es una donación gratuita procedente del sistema bancario. Todo lo que procede del banco viene con interés. Inténtese jugar al Monopoly con un número determinado de casillas de salida en donde se tengan que devolver todos los 200 € que se reciben, ¡y con interés!

En el año 1900, el 40 % de las poblaciones occidentales estaban en granjas produciendo comida. Ahora sólo 1 % lo hace, y hay excedentes por todos lados. Si somos una tal economía beneficiosa considerada en términos de producción por esfuerzo realizado, ¿quizás no sea hora ya de prestar atención a la idea de pagarnos a nosotros mismos un Dividendo Nacional, para permitirnos poder consumir nuestros excedentes y reducir nuestras deudas?

¿Estoy considerando a nuestro sistema económico de manera muy sencilla? ¿O es más bien el mundo moderno el que está adorando al sistema monetario como un dios pagano que es tan poderoso, complejo y antojadizo que pensamos que nunca podemos realmente entenderlo… o sólo lo pueden los muy especialmente instruidos –quienes de todas formas tampoco lo entienden? En última instancia, resultaba algo muy sencillo enjuiciar a los dioses paganos: ellos no existían ni tampoco surtían efecto.

Cuando estaba estudiando derecho en la universidad, pregunté a un compañero mío de estudios una cuestión. “¿Crees que hay más deuda en el mundo que dinero con el que poder pagarla?” Se inclinó muy despacio y cerca de mi cara. Mientras levantaba un dedo hacia su boca, susurró “Se supone que no debes decírselo a ellos”. Tuve que admirar su sentido del humor.

¿Podemos rogar que Dios nos lleve a su voluntad en economía? La fe tiene muchas implicaciones para la economía que no son tan ampliamente tenidas en cuenta. En el Evangelio de San Mateo 17:23 – 26, nuestro Señor pagó su impuesto mediante la creación de un incremento en la oferta monetaria. El a menudo mal citado extracto de Timoteo 1 6:10 “el amor al dinero es la raíz de todos los males”, no es una declaración de tipo “defensa oportunista de una causa y la contraria”. ¿Quién derribó las mesas de los cambistas? ¿Quién nos enseñó a orar (Mateo 6:12) “Y perdona nuestras deudas,…”?

Si el Sábado fue hecho para el hombre, ¿no podría considerarse al sistema monetario del mismo modo? Dos de los Evangelios contienen las palabras “No puedes servir a Dios y mammon.”

De todas las mujeres que van a clínicas abortivas, sólo un muy pequeño porcentaje dice que se debe a presiones financieras. Sin embargo, ¿cuántas se sienten seguras con el dinero (y deudas) que tienen? Una cosa es tener dinero. Otra cosa distinta es sentirse seguro de que siempre tendremos lo suficiente para vivir. Con incertidumbre económica, nadie sabe cuánto dinero es suficiente. ¿Cómo crecerá la inflación? ¿Todas las casas costarán como mínimo un millón de dólares dentro de una década? ¿Habrá otra crisis económica? No fuimos avisados de la llegada de la reciente crisis, ¿seremos avisados de la siguiente? El lado físico para la dación de vida no constituye ya más ningún problema. Es el lado económico para la dación de vida el que sí lo constituye; la inseguridad económica.

Existen dos formas devastadoras de tensión en economía. Una es la carencia de bienes materiales para las necesidades básicas. La otra es la posesión de lo suficiente manteniéndolo con inseguridad, y con el miedo a perderlo. La mayoría de los australianos, afortunadamente, saben poco acerca de tener que pasarse realmente en serio sin lo necesario, pero muy pocos de nosotros no hemos conocido el terror de perder lo que tenemos. Es la escasez y el miedo a ella lo que induce a la codicia. Incluso los cerdos en los comederos automáticos no se zarandean ni empujan los unos a los otros; están asombrosamente bien educados en medio de la abundancia segura. No hay razón ninguna para no tener a los humanos en una situación similar.

Estoy hablando de economía porque pienso que profundiza más en el asunto del aborto de lo que originalmente pensaba. Si podemos conseguir un sistema económico correcto, los padres podrán ver a través de la niebla (y del miedo) de la incertidumbre.

Tenemos cultivos que están creciendo y frutas en los árboles, pero no el dinero con el que poder comprarlos. Dios dijo, id y multiplicaos. ¿Por qué este mandato es tan difícil hoy? Tenemos una mejor atención médica y normas de nutrición y seguridad, pero tener niños se va volviendo más difícil. ¿Y si el sistema económico es algo de nuestra propia fabricación: no culpa de la naturaleza que todavía nos da el verano cada año; no culpa de Dios quien todavía hace que los vegetales crezcan? Entonces, ¿de quién? Una de las cosas simples del ser humano es que, cuando las cosas se ponen difíciles, sabemos que uno de nosotros ha metido la pata.

Si los hombres no pueden confiar en un sueldo, no querrán casarse. Los empleos se van desfasando con cada nueva invención. Sin embargo, hemos ligado el dinero a los empleos. Necesitamos hacernos más ineficientes simplemente para así poder pagar a la gente. Un hombre solía ganar un sueldo por un trabajo útil, y sostener a una gran familia. Podían necesitar tener cuidado con el dinero, pero ellos podían vivir. Hoy, una pareja sin hijos con empleos de primera línea pueden terminar sin tener suficiente en la jubilación. Nada ha emasculado más a los hombres como el sistema económico.

Sí, siempre habido una gran pobreza. Antes de la Revolución Industrial, se debía principalmente a la dificultad de producir comida y otros artículos esenciales. Desde la Revolución Industrial, se ha debido a que los empleos están siendo ocupados por máquinas.

El trabajo tiene dos aspectos que requieren de cuidado y reflexión para diferenciarlos y entenderlos. La palabra se usa a veces para denotar un puro servicio, con frases como “Estoy haciendo algo de trabajo echando una mano en Vinnies”, o “Formar una familia constituye un duro trabajo”, o “Estoy trabajando a favor del candidato X en las elecciones”. Este trabajo de ayudarse unos a otros nunca se detendrá mientras haya amor en el mundo.

La otra realidad del trabajo es la que a veces describimos como “la maldición de Adán”. Después de relatar la caída del hombre, el Capítulo 3 de Génesis dice en su Versículo 19 que Dios dijo a Adán “Con el sudor de tu frente comerás el pan”, y en el Versículo 23 “Así, el Señor Dios le expulsó del jardín del Edén, a cultivar la tierra de la que fue tomado”.

Si por la buena gracia de Dios y Su perdón, y por la obediencia del hombre a Dios y la aplicación de la ley natural de Dios, allí donde 40 hombres seguían a un caballo que tiraba del arado en 1900, ahora sólo uno se sienta en su tractor con aire acondicionado, ¿es esto razón alguna para el pánico? ¿Deben los otros 39 ser devueltos al trabajo de forma tal que la norma del pleno empleo se mantenga inviolable?

¿Debe reafirmarse rigurosamente toda suavización de la maldición?

La respuesta es sí y no. En caso de que quedaran acuciantes necesidades médicas, de vivienda, educativas o de otro tipo, entonces el pleno empleo tiene sentido. ¡Todos manos a la obra! ¡Todos manos a la obra! Pero, sin embargo, si tratamos el pleno empleo como un axioma, cómo podremos hacer frente a ello si el empleo en casi todas las demás áreas está igualmente atrofiado. Si el empleo hubiera de ser proscrito como medio, ¿lo forzaríamos como fin? En el catolicismo, el fin del hombre está en otra parte.

El pleno empleo, con los avances tecnológicos a nivel exponencial, requiere de un consumismo infinito y de un materialismo insaciable. ¡El camino a la locura!

Ya en 1946, el Profesor F. E. Gregorie, hablando en una Convención de Crédito Social en Regina, dijo “El pueblo de Quebec, junto con Santo Tomás de Aquino, afirma que un mínimo de bienes terrenales, suficiente para llevar una vida decente, resulta apropiado para ayudar en la práctica de la virtud.” La palabra “suficiente” constituía su palabra clave.

San Mateo 6:25 a 34 resulta muy hermoso en este sentido.

Desafortunadamente, si insistimos en el empleo como requisito previo para la distribución del “empago”, todos tendremos que aprender a consumir sin límite. El Crédito Social sugiere vías para la distribución de los sueldos de las máquinas, y terminar así con la necesidad de crecimiento infinito en la economía.

España (en 2013) tiene una tasa de desempleo del 26 % y el desempleo juvenil es de aproximadamente del 60 %. Sin embargo, los minoristas están rebosantes de bienes y todos están suplicando por que haya ventas. Así, pues, ¿por qué necesitamos el pleno empleo si todavía tenemos excedentes no utilizados? No lo necesitamos. Pero lo que sí necesitamos es rebajar al dinero de su posición divina, y darle un status no mayor al de los tickets de un teatro, en relación con el número de asientos en el teatro, pero con derecho abierto a todo el teatro de la vida.

Juan Pablo II y su mentor polaco, Cardenal Wyszynski, al analizar las realidades geopolíticas, habían llegado a la conclusión, en la década de los 80, según nos cuenta Malachi Martin en su obra “Las llaves de esta sangre”, de que sólo había tres entidades que fueran capaces de decidir el futuro del mundo. La Internacional Roja (el Soviet), ahora caída, la Internacional Dorada (los Bancos interrelacionados e interdependientes que crean el dinero del mundo) y la Internacional Negra, cuyo nombre proviene del color de la ropa de los hombres que la conforman. ¿Nos está contando Martin la verdad? ¿Podría realmente ser como las botellas verdes que se ponen encima del muro para disparar, y “Ahora ya sólo quedan dos”?

Puede que la Internacional Dorada tenga muchas cosas pendientes por hacer al mismo tiempo, pero solamente tiene el apoyo de una sola pierna: la creación y el control del crédito, del cual surge todo su poder. Igual que “las aves del mismo plumaje”, los bancos, con una sola pierna, saltan todos ellos juntos, en una danza interdependiente en donde todo el dinero se origina como deuda, y en términos netos no hay dinero en absoluto en la sociedad. Nuestro último depósito bancario desaparecería con la última devolución del último préstamo bancario.

Los molinos de la victoria de nuestro Señor de hace 2000 años están moliendo lentamente, pero maravillosamente.

¿Podríamos dar crédito allí donde la fe es debida?


Texto original: GIVING SOCIETY CREDIT

Fuente: SOCIAL CREDIT.AU