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Tema: El Crédito Social y el catolicismo

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    El Crédito Social y el catolicismo

    El Crédito Social y el catolicismo

    Análisis del padre Georges-Henri Lévesque (1936)


    Actitudes


    Toda doctrina social o movimiento nuevo que sale a la luz, encuentra entre el público, generalmente, cuatro categorías de personas poco recomendables: los aprovechados y egoístas, los cuales quieren mantener sus propios intereses y viven apegados al antiguo estado de las cosas, son aquellos que, a pesar de ver que la reforma es para bien, rehúsan al cambio. En segundo lugar, tenemos a los superficiales e imprudentes que dicen ser los más inteligentes: ellos se forman una opinión sin antes haberse sentado a estudiar la cuestión; después tenemos a los entusiastas y a los snobs quienes, por no dejar de estar "a la moda" en temas de actualidad, creen en todo y aceptan las ideas, sin importar lo que ellos piensen o si es verdad o no. Finalmente, tenemos a los pusilánimes y a los tímidos, que tienen miedo al cambio, o cuestión nueva y huyen de todo reto, pues están atados al presente y a las cosas, como si éstas fuesen eternas, como si no entendiesen que la vida es una constante evolución y cambio hacia el progreso, teniendo por lo tanto, un futuro por ahora, desconocido.

    Nosotros no podemos ni debemos tomar alguna de estas actitudes, sobre todo aquellos que se digan verdaderamente católicos. No tenemos más que un deber: examinar sin prejuicios y sin conclusiones precipitadas, sin temor exagerado y sin entusiasmo temerario, sin gran desinterés como si se tuviese conciencia objetiva. En una palabra, debemos examinar toda idea nueva a la luz de los principios fundamentales del cristianismo. Esto es lo que debemos hacer, en la medida de nuestras posibilidades, en relación con las teorías del Crédito Social.


    Algunas precisiones

    Después de más de dos años, en varias ocasiones, ya hemos expresado en privado y en nuestras lecturas anteriores, la posibilidad por la cual los católicos se pueden adherir al Crédito Social. Nos han pedido muchas veces que expusiésemos nuestra opinión al público en general. Y si estamos cediendo, es con el único objeto de servir.

    Primero que nada, determinemos el objeto preciso en el que pondremos nuestra atención: Por Crédito Social, entendemos el conjunto de principios esenciales del sistema así llamado y elaborado por el Mayor Douglas y sus principales colaboradores, y no las aplicaciones o interpretaciones que se realizan sin algún fundamento.

    Queremos aclarar que en el presente estudio, juzgaremos al Crédito Social de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia Católica y no estrictamente desde el punto de vista económico. Le dejamos a los expertos en economía este asunto y nosotros nos concentraremos en el análisis teológico.

    Finalmente queremos remarcar que el análisis que a continuación se hace, no es un análisis en que la jerarquía católica haya tenido alguna participación. Sólo estamos expresando nuestra opinión personal.


    Análisis

    Primeramente queremos decir que no encontramos en las ideas esenciales del Crédito Social ningún defecto serio que permita que los católicos no apoyen este nuevo sistema económico. Todo lo contrario, pues sus principios están muy apegados a la sociología cristiana.

    El principal temor que ha sido expresado por los católicos, concerniente con el Crédito Social, es que es una forma de socialismo, doctrina condenada por la Iglesia. A este respecto, no encontramos que esta filosofía tenga principios semejantes a los del socialismo, condenados por las encíclicas de la Iglesia. El Crédito Social no es materialista, está lejos de impulsar la lucha de clases, no se opone a la propiedad privada, no restringe la libertad humana y no desacredita las funciones del Estado.


    Espiritualidad del Crédito Social

    Puede ser que alguien piense que el Crédito Social no se ocupa de reformas de índole económico y material. Y es verdad, pues en sí mismo es una reforma monetaria, lo que no significa sin embargo, que el Crédito Social no acepte otras reformas, como la de los valores espirituales. Si hubiese la posibilidad de ofrecer un sistema completo de reformas sociales, o una fórmula nueva de civilización como la realizada por el C.C.F. , su único objetivo sería exclusivamente los problemas económicos, por lo cual, ameritaría el título de materialista. Pero nada puede limitar estos esfuerzos al plano exclusivamente económico, pues debe respetar igualmente, los valores espirituales.


    En el marco espiritual

    Ahora bien, esto es exactamente lo que el Crédito Social propone. Douglas, en efecto, dio una orientación francamente espiritual a su nuevo sistema económico; pues declaró que cada sistema económico que se presente, debe servirse de una filosofía de la vida. No admite el sentir de aquellos que tienen en la mira un sistema económico como fin último, como si éste fuese el destino de la vida del ser humano. Entonces, reconoce a aquellos que como él, consideran que la particular actividad económica del hombre, trae consigo la obligación del respetar y favorecer otras actividades humanas, especialmente aquellas que se refieren a la naturaleza intelectual y moral. "Ninguna discusión del sistema financiero puede tener un propósito útil cuando no se reconoce: a) que un sistema de trabajo debe de tener un objetivo definitivo; b) que una vez que se ha determinado, debe aparecer inmediatamente como una técnica para armonizar los métodos de la psicología y de la física, para que de esta manera, se pueda lograr el objetivo con mayor facilidad. En lo que concierne a lo enunciado primeramente, a) la política del sistema económico se remite a una filosofía de la vida... La actividad económica, no es más que una actividad funcional de la humanidad. La actividad económica alcanza su máximo objetivo cuando ha logrado satisfacer estas necesidades económicas con el máximo de facilidad y de rapidez, sin pasar por encima de las otras actividades humanas (Warning democracy, pp. 37-43)

    También tómese en consideración esta otra afirmación, que se puede encontrar en el pequeño libro de la señorita E.S. Holter, "El A.B.C. del Crédito Social", obra que el Mayor Douglas estimara por su honesta y sencilla explicación: "El Crédito Social no es solamente una solución económica de la crisis actual; se compone de una base filosófica más profunda que se apoya sobre la naturaleza misma del hombre. Su objetivo principal no sólo es el de establecer la seguridad económica a los individuos sin destruir su iniciativa. Se interesa por la seguridad económica, en vista de asegurar la libertad individual, con el fin de que el hombre se desarrolle según sus propias aptitudes y habilidades. Las posibilidades contenidas en esta era de abundancia, van más allá del problema de distribución o de cualquier otra cuestión económica. La lucha por la vida material, pasa a ser algo de segundo plano. El hombre debe tener la libertad de realizar actividades intelectuales, afectivas y creadoras, las cuales exaltan la vida humana más allá de una simple vida vegetativa. La expresión de la individualidad es esencial para la felicidad del hombre" (p. 83)


    Una economía humana

    Pero Douglas no se contenta con presentar a su sistema económico con un marco espiritual y de orientarlo, por así decir, hacia el exterior mediante los bienes del espíritu. Esta finalidad espiritual, debe penetrar hasta el interior de su sistema. Está centrado completamente en el siguiente principio cristiano: -toda actividad económica debe de estar al servicio de las necesidades humanas- y no para la creación de riquezas por ellas mismas. El verdadero fin de la producción y de la distribución, repetía muy seguido Douglas, es el consumo y no el provecho. También decía que "La función de un sistema económico, es el de abastecer los bienes correspondientes a los consumidores que los necesiten". Todas sus reformas iban orientadas en beneficio del consumidor, para que la economía verdaderamente estuviese puesta a beneficio del hombre y de todos los hombres. "El carácter esencial de un Estado de cooperativa moderno, verdaderamente capaz de satisfacer las necesidades económicas, puede ser expresado por la siguiente definición general: una aristocracia funcional de productores, debidamente jerarquizados, puestos al servicio de una democracia de consumidores". (Credit-Power and Democracy, p. 90)

    Numerosos escritos del mayor Douglas enfatizan que la economía debe de estar orientada al hombre y para el hombre, para satisfacer sus necesidades. Es impresionante constatar cuántos de estos textos se acercan a una de las páginas más importantes, pero menos conocidas de Quadragesimo Anno: "El organismo económico y social, estará sanamente constituido y atenderá su objetivo; de esta manera, proporcionará a todos y cada uno de sus miembros, todos los bienes necesarios derivados de los recursos naturales e industriales, mediante la organización verdaderamente social de la vida económica. Estos bienes deberán ser suficientes para poder satisfacer las necesidades de una honesta subsistencia, para que el ser humano pueda tener otro nivel de prosperidad y cultura, que utilizadas con prudencia, no será un obstáculo para desarrollar las virtudes".


    I Carácter Pacífico del Crédito Social:

    Por la paz nacional

    El Crédito Social sólo propone una revolución: la revolución monetaria. No plantea un desorden social, ni la lucha de clases, ni reconocerle a alguien el derecho de dominar a otros. Sobre todo, no reconoce este derecho de dominación a los banqueros, que se dicen maestros y dictadores, pues antes que nada, son servidores del país. Tanto el Crédito Social como la sociología católica, saben que existen diferencias sociales inevitables y reconoce la necesidad legítima de diversos grupos y de profesiones; sin embargo pretenden que exista un respeto mutuo y que se trabaje en armonía y en colaboración al servicio del bien común.

    ... Y paz internacional

    Los simpatizantes del Crédito Social, extienden su política de colaboración y de paz hasta el dominio internacional. Sin embargo, están conscientes de que la paz será imposible si se mantiene el sistema financiero actual, el cual no dejará que exista el verdadero crédito y que conservará al mundo dentro de su dominio, buscando solamente el beneficio propio de los monopolios financieros internacionales anónimos; teniendo como consecuencia, la guerra y la miseria de los pueblos. "No podemos dudar que aquellos que controlan la política financiera, están consagrados de manera parcial, si no es que de manera total, a "salvar" los intereses de los banqueros, antes que proporcionar seguridad al mundo... El mundo no puede salvaguardarse con el simple hecho de quitar a los financieros de la posición dominante que tienen hoy en día. La alternativa es de hecho, clara y nada efectivo se puede hacer para proteger a la civilización de los riesgos más difíciles (de la guerra por ejemplo), sin atacar el poder de las finanzas" (Monopoly of Credit, p.83).


    II El Crédito Social y la Propiedad Privada:

    Catolicismo vs. Socialismo

    Con respecto a la propiedad privada, el Catolicismo y el Socialismo asumen actitudes radicalmente opuestas la una de la otra: El socialismo predica la socialización de los bienes como regla general, admitiendo a la propiedad privada como una excepción; la Iglesia, por el contrario, tiene a la propiedad privada como regla general, exceptuando ciertas socializaciones que pueden tomarse como excepciones.


    La tesis doctrinal de la Iglesia

    Aquellos que deseen conocer la tesis doctrinal de la Iglesia, deben, en definitiva, fijarse en el principio del bien común: elemento que constituye, como sabemos, el principio fundamental de toda la sociología católica y a la cual, se le da un valor social de primera importancia. En efecto, si la Iglesia escoge, como regla general, el régimen de la propiedad privada, es sobre todo porque ella lo cree así, debido a los hábitos que los seres humanos tenemos dentro del sistema económico. Este método es más apto que cualquier otro para garantizar el máximo de esfuerzos, de aplicación, de iniciativa y de libertad para todas las personas a favor del orden social, la prosperidad común y la paz: factores que integran
    los elementos necesarios del bien común.

    Sin embargo, algunas veces puede pasar que por circunstancias históricas ajenas o por condiciones socioeconómicas particulares, la aplicación de la regla general no se lleve a cabo en toda su extensión en los aspectos de la propiedad o los intereses del bien común y estarán lejos de ser promovidos hacia el bien común. La socialización de esta propiedad entonces se vuelve justificable y hasta necesaria. De la misma manera que el bien común establece la regla general, también legitima la excepción.

    El Papa Pío XI mismo afirma que: "Hay ciertos tipos de propiedad que tienen que mantenerse reservadas para la colectividad, pues la gente tiene derecho de la dominación económica sobre los bienes que están reservados para todos, sin perturbar el orden de la propiedad comunitaria" (Quadragesimo Anno).

    Sin embargo, para cada caso se puede probar que la socialización se impone con el único objetivo de salvaguardar el bien común. Tratar de limitar a un número las posibles excepciones, sería desacertado, pues naturalmente van a variar según las necesidades y las condiciones sociales de cada época. En la actualidad, parece que el número de estas excepciones va en aumento. El mismo Papa Pío XI remarca: "Debido a la evolución de las condiciones sociales, mucho de lo creado por pequeñas asociaciones, se ve ahora desarrollado en grandes corporaciones". Puede ser que en los años siguientes, estas excepciones sean más y más numerosas. La historia está llena de cambios: diferentes tipos de alternaciones y recurrencias.


    ¿Y el Crédito Social?

    Ahora bien, ¿Cuál es la actitud adoptada por el Crédito Social con relación a la propiedad privada?, ¿El Crédito Social está de acuerdo con la tesis católica que acabamos de exponer o saca su inspiración de la doctrina socialista?. Nosotros contestamos convencidos que la doctrina del Crédito Social, no solo tiene que ver con la propiedad privada; también va de acuerdo con las enseñanzas de la sociología católica y es completamente contraria a los principios del socialismo.


    En principio

    A lo largo de sus obras, Douglas y sus intérpretes oficiales no cesan de pronunciarse a favor de la propiedad privada y de la iniciativa personal; y así mismo, de atacar violentamente las posiciones socialistas, hasta el punto de ridiculizarlas humorísticamente: "En lo que a mí concierne, no creo en el control democrático de la industria (por la socialización), más allá del control democrático de un equipo de críquet, y estoy convencido que es absurda la idea de que el porcentaje individual pueda exigir su parte al control administrativo de la industria". (Warning democracy, p.39)

    El Crédito Social no propone de ningún modo la nacionalización de las industrias, ni de las tierras, ni de tiendas, y menos aún, de los bancos. Su único objetivo, es el de quitarle a los bancos el poder que tienen de controlar el crédito y el dinero para confiar este poder al Estado: esta es la única nacionalización necesaria.

    Para aquellos que no tengan el tiempo suficiente para leer los escritos del Mayor Douglas para constatar la verdad de nuestras afirmaciones, les aconsejamos leer el Manual de Douglas, recopilación de textos y obras de este autor, compiladas por Phillip Mairet. Dentro de un largo capítulo de introducción titulado Ilusiones de la nacionalización, encontrarán constantes citas de Douglas en las que se muestra totalmente en contra de la nacionalización.


    Algunos textos

    Como ejemplo, hemos transcrito dos extractos:

    "Es casi sorprendente el hecho de que la experiencia de miles de millones de hombres y mujeres en departamentos como la oficina postal, donde el descontento es probablemente más general, y la justificación psicológica y material más obvia que en alguno de los modernos establecimientos industriales, no ha sido suficiente para impresionar al público con la insignificancia de la nacionalización". (Economic Democracy, p. 33).

    "El Estado Socialista está basado en las premisas siguientes: 1) el control de las políticas reside en la administración; 2) es posible "colectivamente" la administración y 3) El Estado deberá poder ejercer, en el aspecto económico, presión al individuo. Yo sugiero que el control de las políticas del Estado, residan en el crédito... y sus derivaciones financieras como la moneda; mientras que la administración sea experta en materia técnica, no susceptible a ser socializada y finalmente, que el único método posible en el que la civilización pueda desarrollarse, será haciendo que ni el Estado, ni ninguna otra institución, ejerza algún tipo de presión económica al individuo" (Control and Distribution of Production, p.32)

    También encontramos en "Credit Power and Democracy", una página en la que Douglas hace una afirmación más enérgica de lo común. Y con el objetivo de dejarle al lector una mejor ilustración, nos permitimos citar este pasaje, un poco largo, pero muy importante: "Un renombrado instituto de opinión, profesa que la raíz de los males se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción... y que, por tanto, el remedio se encuentra en la nacionalización. A la prescripción le sigue lógicamente el diagnóstico, pero desafortunadamente, el diagnóstico es defectuoso y hasta superficial... Es el crédito y no la propiedad física, quien ha hecho a la propiedad privada tan poderosa y le ha dado a la colectividad un importante rol".

    "Pero desde que la bendita palabra -nacionalización- ha sido pronunciada como la única alternativa para el caos, consideremos qué significado se le puede dar, cuando desabordemos el avión de las generalidades lleno de estas advocaciones, y aterricemos a la región donde las cosas ya están hechas: una región en donde las generalidades pierden valor y los detalles son los más importantes".

    "Sus exponentes serán los primeros en admitir que, la política de la nacionalización, no puede ser favorablemente juzgada por sus primeros frutos(por ejemplo, la oficina postal, el servicio telefónico, etc.) Si vamos a llegar al milenio por este camino, será necesario nacionalizar absolutamente todo, ya sea por medio de la expropiación o por medio de una valuación. Ahora bien, dejando de lado los problemas que nos aquejan actualmente con respecto a la adquisición, imaginemos que ya han sido resueltos, que se ha cumplido el objetivo y que la comunidad se encuentra de regreso en el siglo doceavo (donde todas las posesiones legales estaban controladas por una autoridad central, que hoy en día podríamos llamar la nación o el pueblo, en lugar de decir el rey). Está claro que algunos seres humanos confiables deberán ocupar los puestos administrativos. Y a propósito del método que se utilizará para seleccionar a los administradores, podemos encontrar diversas formas; sin embargo, si alguien se imagina que existe un método cualquiera para impedir que una sola persona obtenga el control supremo de toda la administración, entonces esta persona, podrá explicar bien por qué a Lenin nada le impidió introducir el más grande y completo alistamiento militar e industrial que el mundo ha conocido". (p. 47 y siguientes)


    Un último testimonio

    He aquí un último testimonio que citaremos de la obra de la señorita Holter, arriba mencionada. Entre los errores de lo que ella llama la "vieja economía", la señorita Holter menciona la tesis de la nacionalización de la industria, de la abolición de la propiedad privada y de la eliminación de la ganancia. Y si las comparamos una por una, nos damos cuenta que ella misma expone las ideas del Crédito Social.

    A continuación lo que escribe a cerca de la nacionalización: "La nacionalización de la industria no concierne a nuestro problema. No es necesaria para incrementar la producción... y existe todo el derecho de suponer que el estar en un sistema de control nacional de la producción, no será muy eficiente y no responderá a las demandas del consumidor, los cuales en este momento están bajo la administración privada. ¿Por qué cambiar?" (p. 79).

    Con relación a la abolición de la propiedad privada, ella afirma cabalmente que: "Adherirse a la propiedad colectiva, significaría simplemente que estamos poniendo un obstáculo para llegar al objetivo designado. Por ejemplo, el elevar el poder de compra de la gente al nivel de su capacidad de producción" (p.80). Y en cuanto a las ganancias, esto es lo que la autora nos dice: "Es también absurdo pensar que el sistema de ganancias es responsable de todos nuestros males... En realidad, el Crédito Social no busca el disminuir las ganancias, sino incrementarlas paralelamente al ingreso general de la comunidad" (p.80)


    Una excepción

    El Crédito Social tiene sus principios contrarios a la nacionalización. Sin embargo existe, como ya lo hemos indicado, una excepción para el crédito y la moneda. En este punto, el Crédito Social no está equivocado, siempre viéndolo desde el punto de vista de la sociología católica. La nacionalización del crédito y la moneda pueden entrar en la categoría de excepciones legítimas comentadas arriba. El dinero y el crédito son la sangre misma del organismo económico. Si hay alguna cosa que no podemos dejar en control de las personas privadas, sabiendo que el bien común debe asegurarse, es ciertamente el instrumento monetario. Los hechos lo prueban muy clara y trágicamente.

    Además, en la opinión de Douglas, esto no debe ser una excepción. Él sostiene la idea de que al Estado se le debe de atribuir el control de la moneda, y esto no es otra cosa más que restaurar el privilegio que al mismo Estado le pertenece por derecho y que le ha sido usurpado por los banqueros.


    ¿Y en los hechos?

    Hasta aquí podríamos decir: "Muy bien, admitimos que el Crédito Social se opone, en principio, a la nacionalización; pero la excepción que se acaba de mencionar, ¿No puede romper la regla general?. Dejarle el control al Estado del sistema monetario, ¿No sería un medio para hacer que la vida económica vaya indirectamente encaminándose a la socialización universal?".

    La objeción puede parecer muy fuerte para aquellos que no conocen el Crédito Social. Si esto fuera cuestión de encargarle al Estado el financiamiento de diferentes empresas, del control del crédito directamente y acorde con los métodos que utilizan los banqueros, el peligro definitivamente sería muy grave. Pero el Crédito Social quiere algo totalmente diferente: un control científico del crédito y de la moneda basado en la capacidad de producción y en las necesidades del consumo al mismo tiempo. Quiere además que este control sea ejercido, no directamente por el Estado en sí mismo, sino por una comisión de expertos que posean una extensa autonomía como la Magistratura o la Oficina de Estadísticas. Finalmente, el objetivo de esta comisión no será el financiar la producción, sino el consumo. "El Comisionado del Crédito Nacional, medirá con precisión matemática el Crédito Nacional desde los factores reales de la producción y el consumo" (Social Credit for Canada, p. 231).

    En resumen, lejos de ser incompatibles con el principio de la propiedad privada, el Crédito Social se presenta como su abogado. Este nuevo sistema debe ser seriamente estudiado por aquellos que están en la búsqueda de importantes reformas económicas que sobretodo, respeten los derechos de la propiedad privada.


    III La libertad individual y el rol del Estado

    Un problema

    La conciliación de autoridades con la libertad humana, así como sus respectivas prerrogativas siempre ha constituido una de las más grandes dificultades de la vida social. Para muchos, el problema se soluciona sacrificando uno de estos elementos: la autoridad, como los anarquistas, o la libertad, como los simpatizantes de la dictadura permanente.


    La solución católica

    Acabamos de leer una forma simplista de arreglar la situación. La doctrina social cristiana presenta una solución más complicada, pero sin duda, mucho más justa porque va en relación con el sentido común. La Iglesia sabe muy bien que, por un lado, la libertad es uno de los más importantes privilegios del hombre, un derecho inalienable y por esto quiere que no sólo sea respetado, sino también promovido. Por el otro lado, como ve que varios hombres se asocian libremente para el bien común, no podrán unir sus esfuerzos en una cooperación armónica sin la ayuda de un principio superior que les ayude a organizar y unificar estos esfuerzos, es decir, una autoridad.

    La Iglesia, entonces, se pronuncia al mismo tiempo por la libertad y por la autoridad. No va a sacrificar ni la una ni la otra; sin embargo se esforzará para que se concilien y armonicen. ¿Cómo? Basándose en el principio que el Papa llama "La función que le concierne al Estado, principio de la filosofía social, que no puede cambiar o ser alterada". Lo que significa, en primer lugar, que se le dejará a la iniciativa privada, individuos y asociaciones, la mayor libertad posible (libertad legítima, claro) y el Estado sólo intervendrá cuando las empresas se vean impedidas a realizar sus fines particulares, que a su vez afecten los intereses generales o aquellos que conciernen con el bienestar común.

    Esto es, desde nuestra perspectiva, la enseñanza real de la encíclica Quadragesimo Anno: "como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos.".


    Ventajas

    Vemos entonces que se garantiza la libertad del individuo, lo protege contra la ingerencia continua del Estado; al mismo tiempo éste se libera de -una cantidad casi infinita de cargos y responsabilidades- que oficialmente no le pertenecen y de los cuales no se puede ocupar como es debido. Y ya estando liberado, el Estado podrá verdaderamente cumplir su deber de gobernar, lo que quiere decir que podrá guiar las libertades individuales con miras al bienestar de todos, promoviendo enérgicamente, el desarrollo de cada uno de los individuos. "Que la autoridad pública deje en manos de las agrupaciones de orden inferior (y a los individuos) las funciones de menos importancia para que sus esfuerzos no se dispersen y así, el Estado podrá ejercer más libremente, mas intensamente y más eficazmente, las funciones que le pertenecen: dirigir, observar, estimular y juzgar según las circunstancias y las demandas".


    El socialismo, por el contrario...

    Resumamos en pocas palabras estas enseñanzas de la sociología cristiana, concernientes a la conciliación práctica de la autoridad y de la libertad: al individuo, primero que nada, se le debe dar la mayor libertad e iniciativa posible. Luego, para poder suplir sus incapacidades, se hará un llamado primeramente, al núcleo familiar, luego a otras agrupaciones más extensas como las profesionales, y así mismo, a todas aquellas que están involucradas en el desarrollo de la sociedad doméstica; finalmente el Estado será llamado en caso de que estas organizaciones no sean capaces de solucionar, especialmente aquellas que conciernan con el bienestar común. Así, cada grupo social deberá suplir las deficiencias de los grupos inferiores o de los individuos, para coordinar sus respectivas actividades siempre y cuando se proteja su propia iniciativa y libertad.

    La Escuela Socialista, por el contrario, procede en sentido inverso. Trabaja, por así decirlo, para construir la sociedad a partir de la dirección del Estado, encomendándole a éste casi todo el poder, las funciones, las riquezas del país y dejando completamente en segundo término, la libertad, iniciativas y derechos de los individuos.


    ¿Y el Crédito Social?

    Ahora consulte usted mismo la filosofía social que el Mayor Douglas le imprimió a la base de su sistema económico. Compare estas ideas con aquellas que acabamos de exponer y verá con claridad que los principios del Crédito Social son contrarios al Socialismo y van en correspondencia con la doctrina cristiana.


    A favor de la libertad y la iniciativa privada

    En efecto, puede ser que no haya nada más contradictorio a la obra de Douglas que lo que llamamos "mentalidad socialista", este estado mental inferior que induce a pensar que todo lo debemos esperar del Estado. Por el contrario, en sus diversas obras, Douglas promueve enérgicamente, la libertad y a la iniciativa personal, algunas veces hasta el borde de la exageración y los defiende en contra de lo que él llama "El Prusianismo de Estado". Podríamos citar numerosos textos para afirmar lo que estamos diciendo, pero mencionaremos sólo algunos extractos más significativos:

    "Debemos desarrollarnos a partir del individuo, y no decrecer a partir del Estado... El ideal a seguir, es el alcanzar la más grande libertad posible mediante una asociación voluntaria y sin contrato, la cual se formará para el beneficio de todos, los deseos de cada miembro de la sociedad... Si se demuestra que alguna condición oprime al individuo, no se podrá aceptar como excusa el hecho de que esta condición sea deseable para los intereses externos de la organización. Y ahora bien, como la -cooperación- es la característica de la época que se anuncia, nuestras premisas exigen que esta cooperación se obtenga por un consentimiento razonado, y no para conseguir los intereses de algún sistema".

    "Los sistemas están hechos para los hombres y no los hombres para los sistemas, y además, para el principal interés del hombre: su desarrollo personal por encima de todos los sistemas". (Economic Democracy, passim).


    En contra del individualismo y la anarquía

    Sin embargo, Douglas menciona prudentemente, que para llegar a este fin donde se le garantiza al ser humano la supremacía, no se debe confundir con el individualismo y mucho menos, con el anarquismo. Él lo que propone, es una "sociedad basada en la libertad plena, donde el individuo coopere para el desarrollo de las labores en las que el interés colectivo e individual no son más que aspectos diferentes de una misma cosa". (Ibíd. pp. 16 y 148)


    Respeto de la persona humana

    Finalmente, para saber qué tanto reprueba Douglas la tesis socialista igualitaria, que tiende a poner a todos en un mismo nivel y que destruye la personalidad humana, tenemos que leer la siguiente cita en donde hace énfasis del respeto a la persona humana: "El pueblo clama por igualdad... No importa en qué área se desarrolle el ser humano, lo que quiere es igualdad. Está convencido, y en mi opinión, muy convencido, de que es totalmente diferente de los de más y la idea moderna de tener una -personalidad real e ideal-, está lejos del clamor por la igualdad que se quería en el siglo XIX... Entonces, muy lejos de la realización de una utopía que nos concierna a todos, pienso que lo que todos nosotros deseamos como individuos, es un régimen de vida que nos permita gozar de los beneficios de la ciencia y de la educación para el fomento de nuestras propias ideas y deseos, que naturalmente son diferentes, y que serán aún más diferentes mientras más se individualicen. Las propuestas del Crédito Social comienzan en todo momento, desde este punto de vista, y debe ser considerado como una doctrina completamente inversa al Estado Socialista, Fascista o Soviético". (Warning Democracy, pp. 24-25).


    Hasta en el orden económico

    Estos son, en la opinión de Douglas, los principios básicos que toda reforma social debe de seguir y que hasta el orden económico debe respetar, por esto mismo, se encargó de elaborar un sistema económico que dejara el mayor espacio a la iniciativa privada. "Tenemos en el terreno industrial un doble problema que solucionar: obtener la distribución efectiva de los resultados y restaurar la iniciativa privada... La distribución del poder económico del individuo, es un postulado fundamental de cualquier mejora radical" (Economic Democracy, pp. 58 y 145). "Ahí hay", afirmaba, "dos métodos de gobierno: el compulsivo y el incentivo". Y así, vemos que Douglas se pronuncia finalmente por la condenación de las economías soviéticas y fascistas.

    Por esto, lejos de todo deseo de socializar, se le destinará a los individuos la tarea de organizar y administrar sus empresas. Rechazando toda militarización de la vida económica. Le deja a cada uno el derecho de seleccionar y de seguir su vocación económica de acuerdo con sus capacidades y gustos. La producción y la distribución deberán de estar bajo el dominio de la iniciativa privada, al igual que el consumo. Todos sus esfuerzos, van ciertamente orientados a garantizar a los consumidores un poder de compra conveniente, el cual, es el medio eficaz para obtener completa libertad.

    Esperamos que estas notas sean suficientes para demostrar que el Crédito Social está lejos de designarse como socialista, poniendo al Estado como aquel que aplaste la libertad individual. Si se va a realizar alguna crítica en contra del sistema, será solamente para el sistema contrario (el socialismo).


    Traducción: Nemiliz Gutiérrez Arroyo

    Fuente: Periódico San Miguel
    Última edición por Martin Ant; 15/02/2014 a las 13:00
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    Re: El Crédito Social y el catolicismo

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    Dando crédito a la sociedad


    Por Georgiana Pinwill



    En la película “Karol”, Juan Pablo II dijo que se abrieran todos los caminos a Cristo, incluyendo los caminos económicos. ¿Cómo podemos abrir el sistema económico a Cristo? Ya que los humanos inventaron nuestro sistema económico terrenal, es lógico pensar que dicho sistema podría ser defectuoso, y todo aquello que no está construido en Cristo fallará. En consecuencia, debemos asegurarnos de que nuestro sistema económico esté construido en Cristo.

    Cuando nos fijamos en cómo Dios crea y da la vida, observamos un acto abundando de generosidad. Ninguno de nosotros pagó un solo céntimo para ser concebido en el seno de nuestra madre. Habiendo creado vida, Dios luego nos da gratuitamente todo lo que necesitamos. Las manzanas crecen en los árboles, la lluvia cae, la hierba crece, las plantas brotan, los terneros nacen: y todo ello puede ocurrir sin que se tenga que intercambiar ni un solo céntimo. Ha estado continuando así desde el comienzo del mundo, mucho antes de que los bancos fueran creados en algún tiempo por nosotros los humanos. Dios nos da la gracia, los sacramentos, y un amor incondicional. Entonces, pues, ¿por qué decimos, “No se puede obtener algo por nada” y “En la vida no hay nada gratis”?

    Dios no quiere que desperdiciemos nuestros dones. Esto está claro. “Aquél al que se le diere mucho se esperará mucho de él”. Al mismo tiempo, cuando se viene a recibir la vida eterna, Dios no espera de nosotros que paguemos más de lo que valga algo, pagar por activos que se están depreciando, o pagar interés. “Tú necesitas ir al purgatorio por otros cien años como interés por el pecado de soberbia”. ¿Os lo podéis imaginar? Jesús habló de no salir hasta que hubiéramos pagado el último penique. Él no dijo hasta que hubiéramos pagado la última factura con interés compuesto.

    El Antiguo Testamento habla de no cargar nunca interés.

    Una idea que me fascina es la de que todos los Bancos sean organizaciones sin ánimo de lucro, más bien como organizaciones benéficas destacables. Tendrían como objetivo proporcionar un servicio en lugar de hacer un beneficio; sin embargo, al final de cada año, cada banco calcularía el beneficio, deduciría costes (habiéndose mantenido los costes deliberadamente bajos), y todo beneficio iría a parar a organizaciones de beneficencia y/o a distribuirse igualmente entre la población. Es radical, lo sé. Quizás, en esta recesión económica, que es sólo una de muchas crisis, es tiempo ya de empezar a pensar radicalmente, o al menos hacerse preguntas radicalmente. Ciertamente, la apelación a Cristo es una de tipo radical.

    El dinero se ha convertido en un dios que nos hipnotiza. El dinero y el sistema económico son irreprochables, infalibles. Como católicos, nosotros sabemos que sólo las declaraciones oficiales de la Iglesia son infalibles; por lo que nuestra sociedad necesita deshipnotizarse rápidamente.

    No estoy sugiriendo nada imprudente, temerario o injusto; pero es tiempo ya de que nos fijemos en lo que hemos creado con ojos frescos y objetivos.

    ¿Habéis intentado alguna vez jugar al Monopoly sin cobrar nunca los 200 € cuando pasáis por la casilla de “salida”? Yo lo hecho. Es seguro que todos nos quedamos sin dinero rápidamente. En la vida real, ¿tenemos un equivalente a los 200 € en la “salida”? No. Incluso el Centrelink (el pago de la seguridad social) proviene del presupuesto del gobierno, originado a partir de los impuestos o de nueva deuda, y no es una donación gratuita procedente del sistema bancario. Todo lo que procede del banco viene con interés. Inténtese jugar al Monopoly con un número determinado de casillas de salida en donde se tengan que devolver todos los 200 € que se reciben, ¡y con interés!

    En el año 1900, el 40 % de las poblaciones occidentales estaban en granjas produciendo comida. Ahora sólo 1 % lo hace, y hay excedentes por todos lados. Si somos una tal economía beneficiosa considerada en términos de producción por esfuerzo realizado, ¿quizás no sea hora ya de prestar atención a la idea de pagarnos a nosotros mismos un Dividendo Nacional, para permitirnos poder consumir nuestros excedentes y reducir nuestras deudas?

    ¿Estoy considerando a nuestro sistema económico de manera muy sencilla? ¿O es más bien el mundo moderno el que está adorando al sistema monetario como un dios pagano que es tan poderoso, complejo y antojadizo que pensamos que nunca podemos realmente entenderlo… o sólo lo pueden los muy especialmente instruidos –quienes de todas formas tampoco lo entienden? En última instancia, resultaba algo muy sencillo enjuiciar a los dioses paganos: ellos no existían ni tampoco surtían efecto.

    Cuando estaba estudiando derecho en la universidad, pregunté a un compañero mío de estudios una cuestión. “¿Crees que hay más deuda en el mundo que dinero con el que poder pagarla?” Se inclinó muy despacio y cerca de mi cara. Mientras levantaba un dedo hacia su boca, susurró “Se supone que no debes decírselo a ellos”. Tuve que admirar su sentido del humor.

    ¿Podemos rogar que Dios nos lleve a su voluntad en economía? La fe tiene muchas implicaciones para la economía que no son tan ampliamente tenidas en cuenta. En el Evangelio de San Mateo 17:23 – 26, nuestro Señor pagó su impuesto mediante la creación de un incremento en la oferta monetaria. El a menudo mal citado extracto de Timoteo 1 6:10 “el amor al dinero es la raíz de todos los males”, no es una declaración de tipo “defensa oportunista de una causa y la contraria”. ¿Quién derribó las mesas de los cambistas? ¿Quién nos enseñó a orar (Mateo 6:12) “Y perdona nuestras deudas,…”?

    Si el Sábado fue hecho para el hombre, ¿no podría considerarse al sistema monetario del mismo modo? Dos de los Evangelios contienen las palabras “No puedes servir a Dios y mammon.”

    De todas las mujeres que van a clínicas abortivas, sólo un muy pequeño porcentaje dice que se debe a presiones financieras. Sin embargo, ¿cuántas se sienten seguras con el dinero (y deudas) que tienen? Una cosa es tener dinero. Otra cosa distinta es sentirse seguro de que siempre tendremos lo suficiente para vivir. Con incertidumbre económica, nadie sabe cuánto dinero es suficiente. ¿Cómo crecerá la inflación? ¿Todas las casas costarán como mínimo un millón de dólares dentro de una década? ¿Habrá otra crisis económica? No fuimos avisados de la llegada de la reciente crisis, ¿seremos avisados de la siguiente? El lado físico para la dación de vida no constituye ya más ningún problema. Es el lado económico para la dación de vida el que sí lo constituye; la inseguridad económica.

    Existen dos formas devastadoras de tensión en economía. Una es la carencia de bienes materiales para las necesidades básicas. La otra es la posesión de lo suficiente manteniéndolo con inseguridad, y con el miedo a perderlo. La mayoría de los australianos, afortunadamente, saben poco acerca de tener que pasarse realmente en serio sin lo necesario, pero muy pocos de nosotros no hemos conocido el terror de perder lo que tenemos. Es la escasez y el miedo a ella lo que induce a la codicia. Incluso los cerdos en los comederos automáticos no se zarandean ni empujan los unos a los otros; están asombrosamente bien educados en medio de la abundancia segura. No hay razón ninguna para no tener a los humanos en una situación similar.

    Estoy hablando de economía porque pienso que profundiza más en el asunto del aborto de lo que originalmente pensaba. Si podemos conseguir un sistema económico correcto, los padres podrán ver a través de la niebla (y del miedo) de la incertidumbre.

    Tenemos cultivos que están creciendo y frutas en los árboles, pero no el dinero con el que poder comprarlos. Dios dijo, id y multiplicaos. ¿Por qué este mandato es tan difícil hoy? Tenemos una mejor atención médica y normas de nutrición y seguridad, pero tener niños se va volviendo más difícil. ¿Y si el sistema económico es algo de nuestra propia fabricación: no culpa de la naturaleza que todavía nos da el verano cada año; no culpa de Dios quien todavía hace que los vegetales crezcan? Entonces, ¿de quién? Una de las cosas simples del ser humano es que, cuando las cosas se ponen difíciles, sabemos que uno de nosotros ha metido la pata.

    Si los hombres no pueden confiar en un sueldo, no querrán casarse. Los empleos se van desfasando con cada nueva invención. Sin embargo, hemos ligado el dinero a los empleos. Necesitamos hacernos más ineficientes simplemente para así poder pagar a la gente. Un hombre solía ganar un sueldo por un trabajo útil, y sostener a una gran familia. Podían necesitar tener cuidado con el dinero, pero ellos podían vivir. Hoy, una pareja sin hijos con empleos de primera línea pueden terminar sin tener suficiente en la jubilación. Nada ha emasculado más a los hombres como el sistema económico.

    Sí, siempre habido una gran pobreza. Antes de la Revolución Industrial, se debía principalmente a la dificultad de producir comida y otros artículos esenciales. Desde la Revolución Industrial, se ha debido a que los empleos están siendo ocupados por máquinas.

    El trabajo tiene dos aspectos que requieren de cuidado y reflexión para diferenciarlos y entenderlos. La palabra se usa a veces para denotar un puro servicio, con frases como “Estoy haciendo algo de trabajo echando una mano en Vinnies”, o “Formar una familia constituye un duro trabajo”, o “Estoy trabajando a favor del candidato X en las elecciones”. Este trabajo de ayudarse unos a otros nunca se detendrá mientras haya amor en el mundo.

    La otra realidad del trabajo es la que a veces describimos como “la maldición de Adán”. Después de relatar la caída del hombre, el Capítulo 3 de Génesis dice en su Versículo 19 que Dios dijo a Adán “Con el sudor de tu frente comerás el pan”, y en el Versículo 23 “Así, el Señor Dios le expulsó del jardín del Edén, a cultivar la tierra de la que fue tomado”.

    Si por la buena gracia de Dios y Su perdón, y por la obediencia del hombre a Dios y la aplicación de la ley natural de Dios, allí donde 40 hombres seguían a un caballo que tiraba del arado en 1900, ahora sólo uno se sienta en su tractor con aire acondicionado, ¿es esto razón alguna para el pánico? ¿Deben los otros 39 ser devueltos al trabajo de forma tal que la norma del pleno empleo se mantenga inviolable?

    ¿Debe reafirmarse rigurosamente toda suavización de la maldición?

    La respuesta es sí y no. En caso de que quedaran acuciantes necesidades médicas, de vivienda, educativas o de otro tipo, entonces el pleno empleo tiene sentido. ¡Todos manos a la obra! ¡Todos manos a la obra! Pero, sin embargo, si tratamos el pleno empleo como un axioma, cómo podremos hacer frente a ello si el empleo en casi todas las demás áreas está igualmente atrofiado. Si el empleo hubiera de ser proscrito como medio, ¿lo forzaríamos como fin? En el catolicismo, el fin del hombre está en otra parte.

    El pleno empleo, con los avances tecnológicos a nivel exponencial, requiere de un consumismo infinito y de un materialismo insaciable. ¡El camino a la locura!

    Ya en 1946, el Profesor F. E. Gregorie, hablando en una Convención de Crédito Social en Regina, dijo “El pueblo de Quebec, junto con Santo Tomás de Aquino, afirma que un mínimo de bienes terrenales, suficiente para llevar una vida decente, resulta apropiado para ayudar en la práctica de la virtud.” La palabra “suficiente” constituía su palabra clave.

    San Mateo 6:25 a 34 resulta muy hermoso en este sentido.

    Desafortunadamente, si insistimos en el empleo como requisito previo para la distribución del “empago”, todos tendremos que aprender a consumir sin límite. El Crédito Social sugiere vías para la distribución de los sueldos de las máquinas, y terminar así con la necesidad de crecimiento infinito en la economía.

    España (en 2013) tiene una tasa de desempleo del 26 % y el desempleo juvenil es de aproximadamente del 60 %. Sin embargo, los minoristas están rebosantes de bienes y todos están suplicando por que haya ventas. Así, pues, ¿por qué necesitamos el pleno empleo si todavía tenemos excedentes no utilizados? No lo necesitamos. Pero lo que sí necesitamos es rebajar al dinero de su posición divina, y darle un status no mayor al de los tickets de un teatro, en relación con el número de asientos en el teatro, pero con derecho abierto a todo el teatro de la vida.

    Juan Pablo II y su mentor polaco, Cardenal Wyszynski, al analizar las realidades geopolíticas, habían llegado a la conclusión, en la década de los 80, según nos cuenta Malachi Martin en su obra “Las llaves de esta sangre”, de que sólo había tres entidades que fueran capaces de decidir el futuro del mundo. La Internacional Roja (el Soviet), ahora caída, la Internacional Dorada (los Bancos interrelacionados e interdependientes que crean el dinero del mundo) y la Internacional Negra, cuyo nombre proviene del color de la ropa de los hombres que la conforman. ¿Nos está contando Martin la verdad? ¿Podría realmente ser como las botellas verdes que se ponen encima del muro para disparar, y “Ahora ya sólo quedan dos”?

    Puede que la Internacional Dorada tenga muchas cosas pendientes por hacer al mismo tiempo, pero solamente tiene el apoyo de una sola pierna: la creación y el control del crédito, del cual surge todo su poder. Igual que “las aves del mismo plumaje”, los bancos, con una sola pierna, saltan todos ellos juntos, en una danza interdependiente en donde todo el dinero se origina como deuda, y en términos netos no hay dinero en absoluto en la sociedad. Nuestro último depósito bancario desaparecería con la última devolución del último préstamo bancario.

    Los molinos de la victoria de nuestro Señor de hace 2000 años están moliendo lentamente, pero maravillosamente.

    ¿Podríamos dar crédito allí donde la fe es debida?


    Texto original: GIVING SOCIETY CREDIT

    Fuente: SOCIAL CREDIT.AU
    Pious dio el Víctor.

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