Fumar no es pecado en sí mismo, sino su exceso; mientras no se tenga total certeza que voy camino a la muerte por fumar, no se puede reprochar moralmente esa costumbre. Desde luego que se supone que cada uno es responsable de sus actos, y que tendrá la madurez para tomar la mejor decisión, pero dicha decisión es del individuo, no del Estado.
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