...EL GAITERO EN UNA FIESTA DEL PATRON.
No molestaré a mis carisimos lectores con la descripcion de la noche anterior a esta fiesta : allí está el Gaitero tocando hasta las once en casa del mayordomo, y solo confesaré en honor de la verdad que al percibirse en la parroquia el touporrotou del tamborilero , viejos y jóvenes, hombres y mujeres, niños y niñas, chicos y gordos sueñan en el dia de mañana. Al sonido de la gaita , la alegría y la animacion no tienen término: un par de cohetes que retozaron en el aire al anochecer, y el repique general de campanas, alarmaron los corazones , las mozas limpiaron sus cofias, (tocas) han sacudido los manteles ( zagales abiertos de paños) y estiraron los dengues, (esclavinitas de grana) pero al sonido de la gaita , repito, los ancianos se sonrien, los jóvenes se alegran, las doncellas se ensayan en la muyñeira, los mozos en repicar las castañuelas, los cojos se hallan mejorados, y hasta los sordos oyen por aprension, comprobando este pensamiento de las Soledades de GONGORA.
La gaita el baile solicita el gusto
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Al romper el dia ya el Gaitero baja a la parroquia tocando la tierna y campesina alborada que repiquetea con primor, y despierta al rezagado dormilon que aun piensa que no cantó el gallo. Todos salen á su encuentro, todos ofrecen á sus plantas los inciensos de las salutaciones y de las alabanzas, y son las diez de la mañana cuando vuelve á casa del mayordomo. Aquí solo tiene tiempo para descansar, limpiarse del polvo ó del lodo, segun la estacion, y tomar un bocado con taquigráficas maneras.
Entretanto el átrio de la iglesia parroquial se llena de hombres y mujeres, aquellos de blancas cirolas y nuevos sombreros, y estas con lustrosos zapatos y ricas cofias, donde campea la cinta que simboliza la situacion de la moza que la lleva. Conversaciones indiferentes se ventilan entretanto, y de vez en cuando algun suspirillo ó mirada amante se abre calle por los varios grupos que se arremolinan en el pórtico. La hora se va acercando: pasa el señor Abad, á quien todos se descubren, siguenle los capellanes, vienen despues los cantores, vése cruzar al ama del cura con algun sobrinito, vestida de veinte y cinco alfileres, corre el sacristan con el misal de gala al brazo, repican las campanas, y solo falta que llegue el Gaitero con la comitiva del mayordomo.
De esta manera todos los ánimos están suspensos del sonido de la gaita, y apenas se percibe perdido en el eco, las mismas sensaciones de la mañana nacen en los corazones: alegría, entusiasmo, voces acordes, empellones, golpes de palo, todo está permitido en el entusiasmo lírico de estos festejadores. No hay duda, el Gaitero precede á los parientes del mayordomo con aire descuidado y filosófico, y este mensaje religioso-filarmónico merece la confianza de todos. Ahora el Gaitero no habla á ninguna persona, es altivo y orgulloso si los hay; se abre lugar por cualquier lado, entrecierra los ojos, ahueca por demas los carrillos para hacer alarde de su fuerza pulmonar, y aprobar estos versos de SALAZAR:
Oh música sonora de Galicia
A donde los Gaiteros
Los cueros tocan hechos unos cueros.
Y marcha sin pérdida de momento hacia la puerta de la iglesia, saluda al pasar el mayordomo, hace de pronto callar á la gaita , y echando dos chupadas del cigarro de algun compadre, se limpia el semblante, del sudor, hace la señal de la cruz, y sin decir oste ni moste sube al coro, que es el campo de batalla de sus operaciones lírico-dramáticas. El coro está lleno de aficionados porque no es el menor antecedente para una conquista amorosa el saber entonar el introito ó acompañar el credo: el Gaitero dirige a todos una sonrisa, que participa á la vez del agrado y de la ironía, la sonrisa del que se cree superior a todos.
Pronto se da principio à la misa, y el Gaitero se lleva la atencion de todos: ora canta en cuerda de tenor, ora cepilla su voz con una tessitura empalagosa, unas veces acompaña con la gaita por tono de fá á un recitado en re, otras sigue en altísima escala el tutti de los coristas del coro, y es allí a la vez soprano y bajo, Gaitero y flautista. Llega á Sanctus y coge la gaita, va á alzarse y prepara la flauta haciendo la obertura con un andante de muyñeira, ó unas variaciones sacadas de la célebre marcha imperial, viene el Agnus Dei y vuelve la gaita, se consume, y vuelve la flauta que sigue el canto medio tono mas subida por lo menos, y entre gaita y flauta, y flauta y gaita, mi buen Gaitero lleva á un terreno peligroso su misa do Patron compuesta en variedad de instrumentos ó de tonos.
Acábase la misa y se prepara á salir la procesion, cuando el Gaitero baja la escalera del coro despues del señor Abad, y sigue á la puerta principal donde le aguardan mozos y mozas, retozando en seco que es un contento. El Gaitero sigue en su austeridad inusitada , y solo se le escapan de vez en cuando algunas tiernas miradas no vacías de sentido para muchas. Entre un campaneo insufrible y un chisporroteo de fuegos, sale la esperada procesion, y el Gaitero que sabe su puesto, se coloca despues de los pendones de las cofraderias, y delante del estandarte de la Virgen, toca sus aplaudidos caprichos, y marcha con estudiada afectacion, parándose de vez en cuando porque se adelanta mucho arrobado en sus brillantes inspiraciones. En el villancico del crucero mayor siempre se estrena con alguna novedad filarmónica; es aquel su beneficio , y por lo regular punto mas ó punto menos, ejecuta una improvisada cavatina del fandango ú otra cosa por el estilo. Pero déjeme yo de tantos pormenores, corriendo un velo por estas pocas horas de impaciencia , y por el arte del diablo coloquémosle sentado con su tamborilero bajo una corpulenta robleda, y formando rueda con un numeroso peloton de hombres y mujeres.
Como dijo el P. Sarmiento, es pedir peras al olmo, el que no haya baile en la fiesta del Patron de cualquiera aldea , cuando todo es fiesta en la fiesta. Y como no puede haber baile sin Gaitero, claro está que este es la persona llamada por la Providencia para animar la gente. El Gaitero en la baila es terco, pesado, antojadizo, malicioso: perdió la seriedad de la mañana, y vuelve á dar pruebas de sus chistosas ocurrencias. Recogiendo de todas partes flores y miradas, reimprime algunas escenas de la boda ó del magosto, pero en una edicion furtiva y clandestina; mide el gran efecto de sus intrigas amorosas, y llama para su lado á algunos de los primeros espadas de la aldea. El Gaitero es aquí el autócrata de todas las voluntades, y no habrá miedo que siga en la mejor figura de la muyñeira, si cualquiera prójimo le brinda con un vaso, ó un cigarro de amigo.
Malicioso y pertinaz, toma por asalto los medios que le conducen á llevar parte en la fiesta , ya acelera el compás cuando dos queridos bailan solos, para que perdiendo el baile, digan todos que están ciegos como ellos solos, ya muda de tocata para frustrar los proyectos de aquel otro que pide en alto que rija la danza, y en todas las ocasiones dirige como se le antoja tan concurrida baila. Con una mirada, da el Gaitero un consejo saludable á la desconsolada moza, reprende a la casada que se olvida del que está en Cais, indica al tamborilero que están flojas las correas del pandeiro, y alegra al zeloso mozo que no quiere bailar. De esta suerte alimenta aquella sempiterna chismografia que reparte en las tabernas, que enmienda en la tertulia del señor Abad, y que comenta en el atrio de la iglesia en las noches de lunar.
El Gaitero es el foco de tanto entusiasmo, y el reverbero de grupos tan variados: en él se apiña lo bello, lo interesante, y recibe tal apoteosis de estos benditos de Dios, que lo envidiaria el mismo Homero, si no fuera ciego, como nos lo cantan viejos pergaminos. Viene la noche, y el Gaitero deshace este coso campestre, lleva la baila á casa del mayordomo, descansa por un rato, poniendo de lo mas flaca á la gaita, á ese cachazudo instrumento que con la antigua citola
non aman caquil hallaco
Mas aman la taberna é sotar eu bellaco.
(ARCIPRESTE DE HITA)
Y entrega su boca al dulcisimo brevaje que encierra la mas cercana pipa. Ahora se vuelven por todas partes las caravanas que llegaron a la tarde, se dispersan los pelotones de género epiceno, y entre las conversaciones que se mueven con mas calor, no deja de figurar en primera línea la del mérito del Gaitero, combatido por alguno que ha sido despreciado de su querida, gracias a los manejos de él; ó por otro personaje á quien dió de palos á la salida del molino, ó al pasar por la puente del lugar.
El Gaitero llega á casa del mayordomo con mas ganas de dormir que de otra cosa, y pronto se le cumplen los deseos, pues todos padecen de esta enfermedad, y se despiden con el ángel hasta el otro dia. Esta es la única en que el Gaitero es enemigo de toda cuestion incidental que haga prolongar la sesion de baile casero: marcha con su madre de Dios y veinte reales del pico hácia su casa, y llegar á ella y echarse en cama es todo uno... Al otro dia... pero ya es tiempo de que deje en paz al Gaitero que anda de ceca en meca, sin tregua ni descanso. ¡Querrá el cielo que se entregue en brazos de Morfeo, adormecido con los pámpanos saludables del Rivero ó del Ulla!!
La vida del Gaitero es un coche parado; no hay romería , no hay diversion en Galicia que no comparta con él sus placeres y dolores. Solo una vez en la vida asiste como todos á una oracion religiosa ... fenómeno singular!.... solo una vez se le ve en la iglesia envuelto en su capote y con la frente arrugada.... Mala señal.... Esto me huele á entierro, y tengo una aprension que Dios me libre.... mas... alto! El Gaitero sufre entonces una transmigracion pitagórica, es el hombre campana de Victor Hugo, y dicen las gentes acongojadas con el dolor que inspiran los finados y el recuerdo que despierta la aparicion del músico: «hoy tenemos campanas por gaita, y clérigos por bailadores, » comparacion tan espantosa que me hace soltar mi mal cortada péñola.
Antonio Neira de Mosquera
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