Contienda en la que se dieron toda suerte de confusiones y en la que en ocasiones fue dado, sí, ver a “realistas” masones y liberales...
¿En ocasiones? En realidad, si uno revisa la nómina de oficiales superiores y funcionarios "realistas" verá que la enorme mayoría eran liberales y unos cuantos, masones declarados. De hecho, casi todos juraron la constitución de 1812 y lo exigieron como condición sine qua non a cualquier entendimiento con los "patriotas" (que no "criollos" como dice la nota, pues criollos y peninsulares hubo en ambos ejércitos). [Obviamente uso los términos "realista" y "patriota" en sentido descriptivo y sin ningún contenido de calificación moral.] Por eso, con todo el respeto y admiración que me merece el autor de la nota, me parece que la explicación es bastante simplista.
Las razones de las guerras "de independencia" fueron complejísimas. Había viejos rencores (por algo Miranda decía que el cuartel general de la revolución estaba en los Estados Pontificios, en referencia a los jesuitas exiliados), había cuestiones personales (por ej. Goyeneche en el Alto Perú o Elío en Montevideo), había rencillas de regiones y provincias (abajeños versus arribeños en el Alto Perú, Quito vs. Guayaquil, Bogotá vs. Caracas, Lima vs. Buenos Aires, Montevideo vs. Bs. As., México vs. La Habana, etc.), estaban las leyes sobre acefalía con las que los americanos venían más o menos gobernándose desde tiempos de Felipe II, estaba el resquemor entre peninsulares y criollos, entre criollos e indígenas, entre monopolistas y contrabandistas (el contrabando había sido más o menos tolerado en tiempos de los Austrias), entre distintas tribus indígenas que apoyaron a uno u otro bando, el anquilosamiento del Concejo de Indias (y su pérdida de poder frente a los ministerios creados por las reformas borbónicas), y un larguísimo etcétera. No quiero decir que las ideologías no hayan tenido nada que ver (de hecho, el P. Furlong demostró que en América se conseguían muy fácilmente libros prohibidos que en la Península eran inhallables). Pero tampoco se sostiene del todo la hipótesis de una "revolución impopular". Tanto en uno como en otro bando hubo dos cosmovisiones enfrentadas que los cortaban transversalmente y, lamentablemente, tampoco el Rey desde Madrid tuvo siempre las cosas muy claras ni fue siempre un ejemplo. En cualquier caso, el quiebre del Imperio Español fue una desgracia no sólo para los pueblos que lo integraban, sino para toda la Cristiandad.
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