Otra visión de la Guerra Civil americana

Guerra Civil americana y Revolución

El 9 de abril de 1965 lo poco que quedaba del ejército confederado se rendía en Appomatox Court House al comandante en jefe del ejército de la Unión Ulyses S. Grant. Pocos días después, el presidente Lincoln era asesinado en lo que parece un confuso episodio, dado que la benevolencia que el presidente de la Unión manifestaba hacia los vencidos era virulentamente criticada por el ala radical del Partido Republicano. No obstante, a Lincoln le sucedería su vicepresidente Andrew Jhonson el cual defendía también una política benévola para con el vencido Sur. Aquí, si por la decimotercera enmienda a la Constitución de los Estados Unidos se abolía la esclavitud, en virtud a la decisión de los distintos parlamentos o “legislaturas” de los Estados sureños, se promulgan los llamados “códigos negros”, por los que se que restaban derechos políticos y civiles a los antiguos esclavos, lo cual llevó al ala radical del partido republicano a exigir la adopción de medidas contundentes para hacer cumplir las leyes que del Congreso emanaban, un Congreso del cual, esta minoría radical-revolucionaria, había conseguido expulsar a 85 representantes de los estados sureños. Además, los blancos sureños comprometidos con la causa confederada, es decir, la práctica totalidad de los mismos, fueron excluidos del censo electoral y tampoco podían ser elegidos para ningún cargo público, mientras se concedía el voto a los libertos, generalmente analfabetos y por ello, fácilmente manipulables.

También la justicia fue intervenida: como las sentencias judiciales de los tribunales y los jurados sitos en el Sur no eran propicias a los intereses de los nordistas, se les arrebató la jurisdicción siendo entregada a los tribunales federales o a los de la Dirección de Libertos, mientras se suspendían garantías esenciales como el habeas corpus.

Esto inquietó al presidente Jhonson y al Tribunal Supremo que declararon inconstitucionales algunas de estas medidas, como la suspensión del habeas corpus o el control militar de los asuntos civiles: “ Los Estados a los que la República garantizó una forma de gobierno republicano (democrático) se han visto reducidos a una dependencia militar, y a la voluntad arbitraria de los generales (nordistas acérrimos) a los que se confió el mando de los distritos; y aunque la Constitución previene que cada Estado tenga sus representantes en el Congreso, Virginia, Missisipi y Texas están excluidos aún de las dos cámaras, habiéndoseles negado participación en las elecciones para designar presidente y vicepresidente de los Estados Unidos” (A. Jhonson). La reacción de los radicales no pudo ser más virulenta: Jhonson fue acusado de alta traición, lo que motivó su juicio por el Senado y aunque fue declarado inocente por un estrecho margen de votos, la maniobra sirvió para amedrentar al presidente.

En virtud de la Reconstruction Act (Ley de Reconstrucción) propiciada por la minoría radical-revolucionaria, “el ejército tenía poderes para destituir y nombrar funcionarios, inscribir votantes, celebrar elecciones, regular los procesos de los tribunales y aprobar las constituciones de los estados”, es decir, que “los jefes militares tenían total control sobre los gobiernos civiles y no eran responsables (de sus actuaciones)” ante nadie, de manera que ejercían un poder totalmente arbitrario y tiránico. Como prácticamente ningún sureño podía participar en la vida política y jurídica de su propia tierra y puesto que había pocos colaboracionistas, la Liga de la Unión, organización radical del Norte, envió a aventureros y especuladores del Norte y el Oeste, conocidos como carpetbaggers, o chupadores de sangre, a fin de que ocuparan los puestos rectores de la sociedad sureña, si bien no hicieron más que saquear el país. Para asegurarse una sólida base de poder, acudieron a la población negra, - a la que, no obstante, habían dejado sumida en una situación de semi-esclavitud al adscribirles a la tierra -, organizándolos, y manipulándolos, partidariamente y creando milicias negras que debían asegurarse de que los libertos votaban a estos carpetbaggers a la vez que debían evitar que los sureños blancos pudieran votar, milicias que crearon el terror entre la población blanca sureña.

En este contexto, nacen agrupaciones como el Ku Klus Klan, los Caballeros del Sol Naciente o los Caballeros de la Camelia Blanca, siguiendo la tradición guerrillera de los bushhawker y unidades de batidores de la Guerra civil. Al principio, el apoyo civil a estos grupos era enorme, pero los métodos terroristas y brutales empleados redujeron paulatinamente su apoyo. Pero en la década de 1870 se organizaron milicias como la Liga Blanca de Lousiana o los Camisas Rojas de Carolina del Sur, que lejos de ser organizaciones terroristas, eran el contrapeso a las milicias republicanas radicales: “Lo que ocurrió entre 1874 y 1877 no fue una violencia indiscriminada estilo Klan, sino una insurrección calculada al caer en el dominio demócrata (sudista) los últimos estados no redimidos”.

Como ya dijera el general nordista Sherman en 1965 “cualquiera que sea el cambio que podamos desear en los sentimientos y pensamientos del pueblo (en el) Sur, no podemos lograrlo por la fuerza. Ni podemos permitirnos sostener allí un ejército lo bastante grande para mantenerlos sometidos”. Efectivamente, el orgulloso e independiente pueblo del Sur no se dejó someter por los radicales que querían arrasar con sus creencias, sus tradiciones y su tierra.


CAUSAS REALES DE LA GUERRA CIVIL AMERICANA.

La historiografía oficial ha hecho de la causa nordista, la causa de la lucha contra la tiranía y la opresión y por la libertad y la dignidad del ser humano.

No negamos que en el llamado partido abolicionista, hubiera numerosos idealistas movidos por la piedad y el amor al prójimo, pero si el Sur decidió crear una Confederación no fue por una sádica y abominable obsesión esclavista, como tampoco la actitud del Norte se explica en base a un encomiable afán de mejorar las condiciones de los negros.

Efectivamente, la discusión sobre la esclavitud era una constante desde principios del S. XIX, pero se había ido superando mediante diversos compromisos y acuerdos. Incluso Lincoln era consciente de que la abolición total e inmediata de la esclavitud en el Sur llevaría a la ruina económica y a una difícil integración social de los libertos. Por su parte, cuando la esclavitud fue abolida en el Norte, el Sur no se opuso, y si pugnó por que algunos de los nuevos estados que entraron en la Unión lo hicieran como esclavistas, no fue por manía opresora sino para mantener el precario equilibrio de intereses en el Congreso.

Al fin y al cabo, tanto los contemporáneos como los historiadores actuales, eran y son conscientes de que el área natural de producción esclavista había llegado a su límite, dado que en la mayor parte de los nuevos estados del Oeste, éste tipo de sistema de producción era inviable, dadas las condiciones físicas y climáticas. Tenemos un caso significativo: California había entrado en la Unión como estado libre (sin esclavitud), pero al iniciarse la Guerra civil, se desataron duros enfrentamientos entre los que han sido llamados esclavistas y abolicionistas. ¿Por qué había “esclavistas” en California? ¿Realmente los que han sido tachados de tales luchaban simplemente por conseguir la esclavitud?.

Si en el Norte, se había abolido la esclavitud no era tanto por las campañas abolicionistas como porque su economía se basaba en la producción industrial y las actividades financieras, sistema capitalista en el que la esclavitud no sólo no tenía lugar, sino que no era rentable.

Desde la Independencia, el sector industrial había crecido mucho en las antiguas Trece Colonias, el Norte, precisando cada vez más materia prima para sus fábricas, especialmente las relacionadas con la producción textil. Sin embargo, el algodón del Sur era exportado fundamentalmente a Gran Bretaña y Francia, para pesar de industriales y financieros nordistas. Estos eran los más interesados en imponer un gobierno federal (central) fuerte que propiciara legalmente el control, especialmente el económico, de ahí su apoyo a la creación de un Banco Federal central en detrimento de la autonomía económica y las competencias financieras y fiscales de los estados del Sur. Precisamente, el partido demócrata, que representaba al Sur, se había opuesto a las propuestas jacobinas y centralistas del Norte. Ésta es la verdadera clave de la Guerra Civil americana, el intento del Norte radical-revolucionario de hacer del Sur una colonia productora de materias primas y la lucha del Sur de mantener su autonomía y tradiciones. Los sudistas no tenían por qué ser sádicos opresores obsesionados con el vejatorio sometimiento de los negros, aunque seguramente los había: Sencillamente, el sistema de producción esclavista era el sistema más adecuado y viable para hacer posible la producción y el desarrollo económico. Ciertamente, la prosperidad del Sur se basaba en la esclavitud de miles de hombres y mujeres, pero el propio Lincoln era consciente de que una abolición mal planteada traería más problemas, incluso a los propios libertos, que beneficios. Se pudo ver en Rusia, con una abolición de la servidumbre mal planteada que resultó más perjudicial que beneficioso para los campesinos, y se vio en los Estados Unidos donde los libertos quedaron sumidos en la inestabilidad laboral y la guetización socio-política incluso en las “multiculturales” ciudades industriales del Norte, como Nueva York o Chicago. Y es que, como dice Errol Flyn, que interpreta al general sudista Stuart, en la película El camino de Santa Fe, el Sur podría resolver sus propios problemas en su momento, pero a los radicales no les interesaba la situación de los negros, simplemente hacerse con el poder y arrasar con todo un pueblo, el único que podía oponerles una resistencia seria.

Lo cierto es que la situación de los antiguos esclavos no mejoró demasiado, y no sólo por los “códigos negros”: Los grupos radicales querían acabar con una sociedad muy apegada a su tierra, a sus tradiciones y a su independencia, tendencias que dificultaban el control político de raíz jacobina que sostenían los radical-revolucionarios. Por eso era necesario, no sólo hacerse con el Sur, sino destruir la sociedad sureña, a la gente, y ahí, los especuladores o carpettbaggers y los utilizados negros jugarían un papel esencial, intentando destruir material, moral y étnicamente a los sudistas.

Los esclavos, en nombre de cuya libertad y dignidad se había hecho la guerra, quedaron, como hemos dicho antes, adscritos a la tierra como peones agrícolas, por lo que su situación no mejoró mucho, y si ciertamente recibieron derechos políticos y cívicos, los libertos fueron utilizados como fuerza bruta y manipulable con la que aplastar a los independientes y orgullosos hombres del Sur. Del mismo modo, miles de inmigrantes europeos que llegaron a América en la década de los sesenta para trabajar y tener una vida mejor, fueron enviados al frente sin comprender por lo que luchaban, como ocurrió con los irlandeses de la célebre película de Michael Caine, la Brigada de San Patricio, ambientada en la guerra con Méjico, los cuales sin embargo, sí se dieron cuenta de la manipulación a la que fueron sometidos y reaccionaron contra ella. Negros, europeos, americanos, fueron utilizados por el gran capital y los radical-revolucionarios... Pero el Sur resistió, no pudo ser sometido. Por desgracia, algunos hicieron de esta resistencia abominable crimen y otros de la defensa de su identidad y sus tradiciones, desprecio a la dignidad y libertad de las personas, pero muchos son los que, por encima de esto, hacen de la bandera sudista, la bandera de la auténtica libertad.

Hoy la bandera confederada es la bandera de los rebeldes, de los que no se someten a los dictados de las fuerzas fácticas imperantes, de los que defienden su tierra, sus creencias, sus tradiciones.

Dixie