Mindanao: el intento español por dominar la «isla imposible»

Por Carlos A. Font Gavira

La colonización española del Archipiélago de las Filipinas representó un proceso largo y desigual en su intensidad. A la lejanía oceánica con la metrópoli hay que añadir que había muy pocos elementos de homogeneidad en un archipiélago conformado por más de 7 000 islas.

El centro del poder hispano radicaba en la ciudad de Manila, en la isla de Luzón, pero más al sur se encuentra la segunda isla más grande del archipiélago filipino. Mindanao es bastante desconocida y supuso durante tres siglos y medio un desafío a las autoridades españolas de Manila.

El carácter de sus habitantes, mayoritariamente musulmanes y reacios a la colaboración con los europeos, hicieron que Mindanao viviera en un estado de insurrección permanente. A lo largo del siglo XIX se llevaron a cabo los intentos más serios y ordenados por parte del gobierno español por someter políticamente y explotar económicamente la isla de Mindanao con resultados muy dispares.


Panoplia de armas de los musulmanes de Mindanao. Varias lanzas y una lantaca (pequeña pieza de artillería).
Museo Oriental de Valladolid. (Castilla y León, España). Archivo de Carlos A. Font Gavira.

Una isla indomable: Mindanao (Filipinas)

Oficialmente, a partir, de la expedición de Miguel López de Legazpi (1564-65) se inicia el establecimiento definitivo de los españoles en el archipiélago filipino. Manila fue fundada el 24 de junio de 1571 y las ordenanzas del primitivo cabildo fueron promulgadas pero dejaron fuera de su ámbito jurisdiccional a gran parte de las Filipinas.

Hay que resaltar que el núcleo del colonialismo español en Filipinas se centró y desarrolló en la isla de Luzón y, concretamente, en la capital Manila y alrededores. El establecimiento de la ruta comercial transoceánica que unía Manila con México (Virreinato de Nueva España), y éste a su vez, con España, revalorizaron la importancia de mantener el dominio en las Filipinas, a cualquier precio. Sin embargo la expansión hispana alcanzará otras islas como las Visayas, Palawan, etc. Pero hubo una, en concreto, que supuso una frontera insostenible desde el primer momento: la isla de Mindanao.


Retrato de estudio, en soporte carta de visita, de indígena filipino del grupo de moros de la isla de Mindanao (1860-1898). Fotografía histórica del Museo del Ejército. N.º Inventario: MUE-120071. Biblioteca Virtual de Defensa.

La segunda isla en tamaño de la archipiélago, Mindanao, así como el lejano archipiélago de Joló o Sulú, quedaron fuera del dominio hispano. Es más, estaban bajo la soberanía nominal del rey de Borneo (la mayor isla de Indonesia) que abarcaba estos archipiélagos.

El territorio de Mindanao está poblado, en su mayor parte, por una densa selva ecuatorial y dispone de algunas elevaciones como el monte Apo, en Dávao (2 954 metros de altitud). Numerosos ríos y cursos de agua surcan la isla. Se calcula que más de 300 ríos (de los que 25 son navegables), atraviesan la isla, destacando el río Pulangui o Río Grande que tiene 483 kilómetros de curso, alcanzando una anchura máxima, en algunos tramos, de diez kilómetros. De este imponente río parten innumerables esteros o pequeños ramales, que servían a las rancherías musulmanas, hostiles a los españoles, como vías de comunicación para su comercio e intercambios.


Mapa Político-Hidrográfico de Mindanao (1860-1880). Misión de la Compañía de Jesús. Islas Filipinas.
Archivo Cartográfico de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército. Signatura: Ar.Q-T.3-C.3_336.
Biblioteca Virtual de Defensa.

El problema de fondo en esta isla, aparte de las obvias cuestiones de lejanía geográfica, era la composición étnico-religiosa de la población pues, en gran parte, eran mayoritariamente malayos-musulmanes. El Islam se había extendido por Indonesia en los siglos XIII-XVI y recaló en la costa sur-sudeste de Mindanao así como en todo el archipiélago de Joló. El dominio musulmán también abarcaba toda la costa sur de la isla de Palawán, la isla Balabac y Cagayán de Joló, así como la costa noroeste de Borneo. Es complicado determinar el origen concreto de los primeros pobladores de Mindanao y la irrupción del Islam en el escenario geopolítico de Asia-Pacífico. Algunos autores apuntaban a distintas emigraciones procedentes de India para explicar la islamización de la isla.

La hostilidad de los musulmanes de Mindanao (denominados “moros” por los españoles) fue constante desde el inicio de la llegada de los españoles, en el siglo XVI, y se extendió hasta la expulsión de los mismos en 1898, tras la guerra contra los Estados Unidos. Fueron casi tres siglos y medio de constantes guerras, batallas, escaramuzas, tratados de paz y treguas. Una de las primeras campañas militares, que tenía por objetivo la pacificación de Mindanao, fue la decretada por el rey español Felipe IV el 16 de febrero de 1636. Las operaciones fueron encomendadas al gobernador de Filipinas, Sebastián Hurtado de Corcuera (1587-1660). La soberanía española en la isla era más nominal que real aunque, con bastante ahínco y tesón, el gobierno de Manila logró algunos establecimientos permanentes como el de Isabela (isla de Basilán), otro establecimiento similar en la costa norte de la isla de Joló, así como hospitales militares en Zamboanga, Parang, Mindanao, Illigan y Marahui.


Embarcación típica de los piratas malayos. Mindanao (Filipinas). Museo Naval. Madrid (España). Archivo de Carlos A. Font Gavira.La población musulmana de Mindanao, en gran parte, se dedicaba a la piratería. La recurrente práctica del pillaje y las razzias hacía crecer la inseguridad en la navegación por aquellos estrechos. De otra manera tanto el comercio, como el transporte marítimo así como la seguridad militar se vieron profundamente afectados.

La piratería musulmana usaba embarcaciones a vela (vintas) pintadas con vistosos colores. Estas embarcaciones ligeras y desmontables llevaban incorporadas un par de balancines para mejorar el equilibro en el agua. Las vintas solían realizar sus actividades en aguas costeras o pantanosas. Además los piratas de Mindanao disponían en su arsenal de ataque, de un nutrido grupo de armas blancas (kris) así como artillería. Ésta última se nutría, básicamente, de la lantaca que era un pequeño cañón de bastante alcance.

Proyectos para administrar y colonizar Mindanado (Siglo XIX)

La población de la isla de Mindanao a finales del siglo XIX no se conoce con precisión. No existía un censo oficial puesto que el control de las autoridades españolas era muy relativo. La fuente más fiable son los datos recogidos por las misiones religiosas destacadas en esta isla tan inexplorada.

Según los padres agustinos el número de habitantes de Mindanao, en el año 1895, se podía calcular en alrededor de 500 000 personas. Los musulmanes de Mindanao se gobernaban en una infinidad de sultanías, normalmente, enfrentadas entre sí. Los llamados “dattos” equivalen a grandes jefes que agrupaban a sus súbditos en rancherías y algunos estaban supeditados a sultanes de mayor rango. La población de origen y sustrato malayo-mahometano ocupaba las dos terceras partes de la isla y ocupaba las tierras más productivas y feraces.


Retrato de estudio, en soporte carta de visita, de indígena filipino del grupo de moros de la isla de Mindanao (1860-1898). Fotografía histórica del Museo del Ejército. N.º Inventario: MUE-120071. Biblioteca Virtual de Defensa.

Abandono de la idea de la conversión al cristianismo de la población de Mindanao

Fue tal la situación de inseguridad e inestabilidad en la isla durante siglos que no fue hasta 1857 cuando el gobierno español fue reconocido, por ejemplo, por el sultán de Tumbao mediante un tratado. Igualmente, el gobierno español decidió, tras siglos de combates infructuosos, someter a la población musulmana de Mindanao pero sin convertirlos al cristianismo.

Tal drástico viraje en la política tradicional española fue recomendación del coronel Espina en 1878, quien deducía que la intransigencia religiosa (también estaba la cuestión de las órdenes religiosas y su poder) podía eternizar el conflicto sin resultados prácticos. Después de siglos de enfrentamientos y lucha sin cuartel entre los españoles y los musulmanes de Mindanao la política española cambió de postura.

En la segunda mitad del siglo XIX proliferaron diversos estudios geográfico-militares (también comerciales) sobre Mindanao y cómo proceder allí. Muchos militares se daban cuenta que no podían concebir el sometimiento de la población musulmana, como una guerra religiosa tal y como se practicó en siglos anteriores.

La población autóctona de Mindanao no iba a abandonar su religión musulmana, al contrario, el conflicto hacía reforzar sus creencias e idiosincrasia. La encarnación del fanatismo religioso-guerrero en Mindanao lo constituían los denominados “juramentados.” Eran guerreros fanáticos que hacían voto de morir matando, creyendo así conseguir irremediablemente el Paraíso.

División de Mindanao en siete provincias

Desde el punto de vista administrativo el gobierno español decidió crear en 1860 el Gobierno General de Mindanao. El territorio de la isla fue dividido en siete provincias y el Gobernador General disponía de amplias atribuciones. Estas provincias o distritos fueron los siguientes:


  1. Provincia de Zamboanga
  2. Provincia de Misamis
  3. Provincia de Surigao
  4. Provincia de Dávao
  5. Provincia de Cotabato
  6. Provincia de Basilán
  7. Provincia de Lanao


El potencial económico de Mindanao


Mindanao también empezó a ser valorada desde el punto de vista económico. La administración española en Filipinas hizo exposición de las riquezas y potencialidades de la isla como la fertilidad de su suelo, su riqueza aurífera (terrenos de Iponan, Pigtao y Puiholngon), o el cultivo del café (Zamboanga, Lanao y Dávao).

Igualmente la expansión comercial era factible dada los numerosos ríos, como el Butuan, Grande, Dumanquilas o el Cagayán, que funcionarían como excelentes vías para el tráfico comercial. Todo el escenario geopolítico del Extremo Oriente comenzó a ser revalorizado a partir de la segunda mitad del siglo XIX con la vista puesta en la apertura comercial de China.

Las viejas potencias europeas imperiales como Francia y Gran Bretaña fueron posicionándose en territorios e islas del Asia Oriental cercanos al imperio chino. Otras potencias europeas (Alemania) se apuntaron a la carrera imperialista e incluso potencias extra europeas como los Estados Unidos de América y Japón también deseaban controlar y dominar enclaves e islas en este escenario.

La isla de Mindanao, por su situación geográfica, al ser la isla más meridional del archipiélago de las Filipinas, podía usarse como plataforma comercial en las rutas de navegación que se dirigían a China, Indonesia e incluso Australia.

Entre la guerra y la pacificación

El trabajo de edificación desarrollado en Mindanao por el general Valeriano Weyler (1838-1930) en el cargo de Capitán General de Filipinas fue puesto en entredicho durante la campaña del general Blanco (1894-1898). Los musulmanes de Mindanao decidieron interrumpir las comunicaciones de los nuevos fuertes españoles construidos como el de Momungan provocando una respuesta militar.

El general Blanco tenía como plan continuar, a grandes rasgos, el iniciado por Weyler, hasta la laguna de Lanao, partiendo de Momungan por el Norte, atravesando la isla de Mindanao, y dominando la laguna, convertida ya en centro de la resistencia nativa.


Croquis de la Laguna de Lanao y Río Agus (1894). Cuerpo de Estado Mayor del Ejército. Signatura. Ar.Q-T.1-C.3_108. Biblioteca Virtual de Defensa

Complementaria a las operaciones militares fue el cambio administrativo-territorial que se efectuó. Bajo el mando del general Blanco se procedió a la creación, el 8 de Octubre de 1895, del 7º Distrito de Lanao, conformando así uno de los siete distritos en total en que se hallaba dividida, en ese momento, la isla de Mindanao.

El séptimo distrito abarcaba todo el territorio que rodeaba la laguna de Lanao, y, además por el Norte se extendía hasta Lumbayanegui, y por el Sur hasta la divisoria de las aguas entre la laguna de Lanao y la bahía de Illana. Este distrito fue creado de la segregación de los distritos 5º de Cottabato y el 2º de Misamis, y se caracterizó por una permanente rebeldía ante las autoridades españolas.

A pesar del recrudecimiento de las campañas militares llevadas a cabo por el gobierno español no se sometió el territorio del todo. Como anotaron los jesuitas estacionados allí: “Siendo de muy reciente creación este distrito y no habiendo dominado completamente en él las armas españolas, no se pudieron formar poblaciones ni censo del número de sus habitantes” y añadía, sobre su población que “los infieles moros malanaos son en gran número; en solo Uato habrá unas 4.000 almas, y en las rancherías, que pueblan las costas de la laguna”.

La nueva división administrativo-militar en Mindanao fue seguida de unas instrucciones generales redactadas y aprobadas por el general Blanco el 21 de octubre de 1895. En ellas se ratificaba la política de atracción con los nativos llevada a cabo por sus predecesores. Sobre todo alejarse de cualquier “guerra santa” o proselitismo religioso, por parte de las tropas españolas, respecto a la población, mayoritariamente, musulmana del distrito.

Asimismo, se animaba a respetar las propiedades de la población nativa excepto cuando se produzcan actos de rebeldía y fuera necesario, en tal caso, someterlos por la fuerza. Es curioso el tercer artículo de estas instrucciones generales pues aludían al compromiso de devolución de los esclavos (sacope) que se presentasen en las líneas españolas al sultán o jefe de ranchería respectivo. Asimismo, se asumía el compromiso de no maltratar a los esclavos huidos o fugados. En el artículo número ocho se hacía mención al fomento de la agricultura y el desarrollo del comercio en el territorio. Prueba de la política española seguida a finales del siglo XIX, que no solo buscaba el sometimiento militar sino que se complementaba con una empresa de colonización.

Por primera vez en siglos, se valoraba el territorio de Mindanao desde un punto de vista económico y comercial abriéndose expectativas para una ulterior colonización y, como resultado pretendido, una pacificación del territorio. Respecto a las relaciones con los nativos, el general Blanco, en su artículo noveno, ordenó lo siguiente: “El Gobernador de Lanao, observará las relaciones con los moros el sistema de atracción que el Gobierno General aplicará en distintas comarcas del Sur del archipiélago, pobladas por razas Malayo-Mahometanas”.

Fin de la presencia española en Filipinas (1898): la guerra prosigue

La Revolución de 1896 comenzó después del grito de Balintawak el 29-30 de agosto de 1896. El Katipunán, liderado por Andrés Bonifacio (1863-1897), comenzó la insurrección contra las autoridades españolas con ataques al barrio de San Juan del Monte, en Manila.

Hemos apellidado la revolución de 1896 como tagala, en referencia al grupo étnico hegemónico en la colonia española, puesto que tendemos a homogeneizar a las Filipinas como un todo único. La guerra contra los españoles se concentró, en un primer momento, en la isla de Luzón aunque, con el paso de los meses, el conflicto salpicó a otras islas, incluida Mindanao.

A principios de 1897 parecía que la suerte del conflicto filipino favorecía a las armas españolas. A principios de febrero resultaban pacificadas Bulacón, Batangas, Bataán, Zambales y Nueva Écija. En los territorios no tagalos del norte de la isla de Luzón se crearon las comandancias de Cagayán e Isabela, junto a la ya existente de Ilocos.

No obstante, la mayor parte de las tropas españolas (cerca de 37.000 hombres) estaban destinados en el teatro de operaciones de Cavite y solo unos 6.000 soldados españoles guarnecían la isla de Mindanao además de Paragua y los lejanos archipiélagos oceánicos de las Marianas y las Carolinas. Los refuerzos navales (cruceros Isla de Luzón e Isla de Cuba más el transporte Álava), se concentraron en Cavite.

En esta tesitura de fuerzas fue cuando José Sánchez Ibargüen (1852-1929) fue nombrado Comandante de la Sección de Fuerzas Navales de la Laguna de Lanao en mayo de 1897. Su misión era la de castigar y reducir a los nativos hostiles establecidos en los alrededores de la laguna de Lanao y congregados en las llamadas rancherías (conjunto de ranchos o chozas que forman una especie de poblado) y parapetados en los cotta (fortificaciones). En unas condiciones climatológicas adversas y una hostilidad incesante por parte del enemigo las páginas del diario de operaciones de Ibargüen describirán los pormenores de tan desigual conflicto.


Croquis de la Laguna de Lanao (1898). Archivo Museo Naval de Madrid. Signatura. MN-79-23. Biblioteca Virtual de DefensaEl nuevo campo de operaciones para él, tenía como centro la laguna de Lanao, que con una superficie de 350 kilómetros cuadrados, aproximadamente, es el lago más extenso de la isla de Mindanao y el segundo de todo el archipiélago de las Filipinas.

También conocida como Laguna de Malanao, se encuentra en el Segundo Distrito en Misamis. La laguna desagua por los ríos Nimanton y Agus y desemboca en la costa y en la bahía de Illana. La laguna de Lanao tiene una extensión de unos 46 kilómetros de largo y unos 100 metros de profundidad. Algunas pequeñas islas salpican la laguna, su caudal es estable pues lo nutren cuatro ríos y es factible la navegación de pequeñas cañoneras, como demostró la campaña de Sánchez Ibargüen. Las crecidas de nivel de la laguna serán una constante debido a las abundantes precipitaciones de la zona causando más de un problema a la dotación de Sánchez Ibargüen.

El comienzo del año 1898 parecía que nacía con buenas perspectivas para la pacificación general del archipiélago filipino. El nuevo Capitán General, Fernando Primo de Rivero (1831-1921) después de intensas negociaciones y contactos, anunciaba el Pacto de Biak-na-Bato (21/01/1898).

El gobierno español entendía que la paz era un hecho y de hecho la rebelión finalizó en las provincias de Batangas, Cavite, La Laguna, Bulacán, Pampanga y Nueva Écija. Sin embargo más que una paz firme habría que hablar de una tregua incierta ya que se sustentaba, no sólo en la victoria militar, sino en la “compra” de los líderes filipinos mediante grandes sumas de dinero.
Incluso de manera sarcástica el 6 de enero de 1898 se botó en el Arsenal de Cavite el último buque español llamado “Mindanao”, como el último territorio filipino donde lucharían los españoles. La amenaza de una intervención de Estados Unidos contra España se hacía cada vez más evidente.

Aunque el punto de fricción entre ambos países fue Cuba, sin embargo, la primera batalla directa entre ambas naciones aconteció en aguas de Filipinas. La batalla de Cavite (01/05/1898) supuso el descalabro de la flota española y el inicio del ataque estadounidense a Manila. A pesar de este desastre, a tenor de la correspondencia de algunos mandos españoles, aún mantenían una autosuficiencia y análisis erróneo de la situación.

Quizás el acontecimiento más importante, y espectacular fue el descubrimiento de un crucero estadounidense navegando por la laguna de Lanao. El mes de diciembre de 1898 fue de plena actividad en la Laguna de Lanao para las exiguas fuerzas españolas destacadas.

Empezaron a llegar las órdenes de evacuación tanto de los hombres como del material y armamento. En un amplio y detallado oficio, con fecha de 5 de diciembre de 1898, el Gobernador General de Filipinas, Diego de los Ríos, ordenaba la evacuación del campamento de Marahui y la Línea Militar. Se instaba a que de acuerdo con el Jefe de la División Naval se inutilizaría la escuadrilla naval así como se procediese a la retirada total de la artillería, municiones,… y toda panoplia que fuese de utilidad para el enemigo.
Después de tantos años de combates incesantes contra los moros de Mindanao de pronto las fuerzas españolas procedían a abandonar la isla. Se cuidó mucho la manera, de cara a los rebeldes musulmanes, en que las tropas españolas saldrían de sus posiciones y el mensaje que querían se transmitiese.

Las fuerzas españolas se concentrarían en Iligan y se procedería al licenciamiento de las fuerzas indígenas bajo mando español. Se puso atención, de manera formal, que todas las decisiones y deliberaciones encaminadas para deshacerse del material de guerra (artillería y municiones) quedaran reflejadas en un acta. Se recomendaba que las cañoneras fueran echadas a pique en aguas bastante profundas abriendo las válvulas de inundación mientras que las embarcaciones de madera fueran incendiadas.

La paz se había firmado con los EEUU pero la guerra proseguía en Mindanao contra los musulmanes filipinos.

Conclusiones

La colonización de las Filipinas, por parte de España, supuso un desafío logístico durante siglos por la lejanía del territorio y su propia diversidad insular. Entre el rosario de islas del archipiélago la gran isla de Mindanao fue la que más problemas causó al gobierno español debido a la conflictividad de sus habitantes renuentes al dominio español. Esta rebelión crónica duró siglos y permaneció hasta la misma expulsión de los españoles de Mindanao en 1898 por parte de los EEUU.


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