"POR NOMBRE, FILIPINAS" (01 de Noviembre de 1542)
Por In memoriam - 1 de Noviembre, 2006, 0:10, Categoría: General
En 1537, el conquistador don Pedro de Alvarado y el agustino fray Andrés de Urdaneta obtuvieron la patente para poder realizar una expedición a los Mares del Sur. El periplo fue planeado hasta sus más mínimos detalles en la biblioteca del colegio agustino llamado "Casa de Estudios Mayores de Tiripetío", el cual tiene fama de ser la primera universidad erigida en el continente americano, pero un cúmulo de circunstancias adversas obligó a irlo posponiendo hasta el 29 de noviembre de 1540, año en el que don Antonio de Mendoza, Virrey de la Nueva España, retoma la idea de la expedición y, fallecido Alvarado, designa al experto marino y explorador Ruy López de Villalobos como jefe de la misma, proporcionándole seis barcos -cuatro naves mayores, una goleta y un bergantín- para llevarla a cabo. La empresa tenía una doble finalidad: primera, descubrir una ruta que llevara a las Islas de las Especias partiendo desde la costa americana y una vez allí, encontrar lugares donde poder establecer asentamientos comerciales; y la segunda y no menos importante, hallar la manera de regresar al punto de partida, el temido "tornaviaje" de aquellos cuyo avance está en manos de la fuerza y dirección de los vientos. Tal día como hoy del año 1542, la flota española izó velas en el puerto de Barra de Navidad, en el actual estado mejicano de Jalisco, con 370 tripulantes a bordo. Durante el trayecto, aquellos arrojados navegantes hicieron escala en numerosas islas, algunas ya descubiertas en expediciones anteriores, y otras en las que fueron los primeros europeos en pisar sus playas. Quedó constancia de que hicieron aguada en las Islas del Rey, hoy Hawai, y diversos parajes de las Carolinas, arribando la mañana del 2 de febrero de 1543 a Mindanao, lugar en el que se estableció el primer emporio. A continuación, tras fondear la flotilla varias jornadas en la isla de Luzón, navegando siempre con rumbo este lograron alcanzar las costas de Samar y Leyte, componentes todas ellas del archipiélago que Magallanes había bautizado de San Lázaro y que Ruy López renombró Filipinas en honor del Príncipe de Asturias, el futuro rey Felipe II. En aquellos parajes fueron recibidos con extrema hostilidad por parte de los indígenas tagalos, actitud que hacía muy difícil la obtención de suministros, sufriendo las tripulaciones de incontables penurias y necesidades. Ruy López mandó dos expediciones de regreso a Méjico y ambas fracasaron ante la ausencia de vientos favorables. Esta situación obligó a los españoles a abandonar los asentamientos y buscar ayuda en las islas de dominio portugués, pero al llegar a las Molucas fueron capturados y encerrados cautivos. Don Ruy López de Villalobos murió preso en la isla de Amboyna en el año de 1543, siendo confortado en sus últimos momentos por el navarro Francisco Javier de Jaso Azpilicueta, un joven misionero jesuita que llevaba en aquellas tierras pocos meses y que moriría de fiebres diez años más tarde en olor de santidad.
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