Historia de la lengua española 1: El ibérico

Restos de palabras ibéricas se descubren hoy:
en inscripciones con caracteres ibéricos, sobre todo en monedas acuñadas por los romanos;
en inscripciones latinas grabadas en época inmediata a la conquista romana;
en las obras de escritores romanos (geógrafos)
en la actual toponimia española
en nuestras mismas hablas romances (sobre todo en la castellana.

Fonética: Poco se sabe de la fonética del ibérico. Los romanos tan sólo nos hablan de lo difícil que les era la pronunciación de las voces indígenas, por poseer sonidos inexistentes en latín, inarticulables para un romano. Pomponio Mela, español pero de una región pronto romanizada decía: “Existen algunos pueblos y ríos de los cántabros cuyos nombres no pueden ser pronunciados con nuestra boca”.
Es más, tan extraña resultaba a los romanos nuestra manera de pronunciar que llegaba a producirles risa. A pesar de lo cual, el celtíbero Marcial no se avergonzaba ante los romanos de pronunciar voces ibéricas hasta con orgullo: “No nos avergüenza cantar en nuestros versos –le dice al romano Lucio- los nombres más duros de nuestra tierra, ya que nacimos de íberos y celtas”. Son esos nombres Salo (hoy Jalón), Tutela (Tudela), Rixama, Cardua, Peteron, Rigas (Ricla?)... “No te mueven a risa, o lector, estos nombres tan rústicos? –añade Marcial. ¡Ríete en buena hora que yo prefieroe stos tan rústicos a tu Bituntum! (Epigr. IV, 55).

Si en punto a los sonidos consonánticos las diferencias entre el latín y el ibérico debían ser hondas, no sucedería así, en cambio, con las vocales, pues los iberos pronunciaban, seguramente, una e y o abiertas, iguales a las del latín vulgar, según se desprende de la presencia en España de voces ibéricas con diptongos ie o ue, los cuales en España son siempre el resultado de la evolución de una primitiva E u O abiertas.
Así, el castellano “izquierdo”, de origen ibérico, corresponde a una forma primitiva con E, que el vasco conserva en ezquerdo o ezquerra; lo mismo que el nombre de persona Ja-vier corresponde al ibérico-vasco Eche-berri “casa nueva”, y el nombre de lugar Li-güerre (Huesca) al ibérico-vasco gorri, rojo. (Menéndez Pidal, Sobre las vocales ibéricas e y o en los nombres toponímicos RFE 1918)

Morfología: De la morfología del ibérico solo han llegado a vislumbrarse la declinación del nombre y la composición de palabras. Schuchardt demostró la existencia de una declinación por desinencias, que el vascuence conserva sin graves alteraciones (Die iberische Deklination, Wien 1907).

Respecto a la formación de palabras, nótase en el ibérico una extraordinaria vitalidad, gracias a a sus muchos sufijos, de los que algunos perduran en el vascuence. Se descubren sobre todo en los innumerables nombres de lugar ibéricos, los cuales aparecen por series, cada una de idéntica terminación.
Y así los hay terminados en –toi o –doi, como Alastuey (Huesca) –que parece el vasco lats-toi “sitio de arroyos”; Aratoi antiguamente, y Araduey ahora (un río de los llanos de Sahagún), que es el vasco ara-toi “sitio de llanuras”; este sufijo vive, pues, en el vascuence, donde se llama, por ejemplo, Ameztoy al encinar.
Igualmente el sufijo –oi, variante quizá del anterior se encuentra diptongado en ué o uí, en toponímicos al norte de Aragón y Cataluña: Allué, Binué, Larrué, Serué o bien Ardanuy, Jenuy, Senuy, conservando su vitalidad en el vascuence, más que en la toponimia en el lenguaje común.

Fisonomía vasca tienen también los sufijos –accu, -eccu y –occu, propios de toponímicos como Novellaco, Lumpiaque (Z), Jadraque (Gu), o Meco (M), Pinseque (Z), Alpanseque (So), o Mazueco (Bu), Masueco (Gu), Barrueco (Cc, Sal y Cad); sufijo éste último, emparentado con el vasco –oqui, el frecuente Beloqui de la región vasca. (Mdez. Pidal, Orígenes del español, estado lingüistico de la Península hasta el siglo XI. 1926).

Léxico ibérico: En cuanto al léxico, ya acabamos de ver cuan abundantes ejemplos nos brinda la toponimia.
Haremos mención de
a) Algunos nombres comunes, siempre confusamente transmitidos por los romanos. Así Suetonio pone en boca de Augusto, la ibérica palabra “dureta” (una especie de silla de baño) (Suetonio, Octav. Augustus, II, LXXXII)
Plinio, el fantástico narrador de las riquezas naturales de España, cita varias palabras indígenas –o “barbara apellatio”, como él las llamaba, entre ellas arrugia (quizá hoy arroyo), usada por los primitivos mineros hispanos para designar los canales en que lavaban nuestro oro. (Hist. Nat. XXXIII, 21)

b) Entre los nombres geográficos mencionemos, primero, el de España, derivado de una latinización de la voz ibérica Hispali, pues los romanos la convirtieron en Hispania. Hispali, en principio, daba tan solo nombre a la actual ciudad de Sevilla, forma que también deriva de Hispali a través de la arabización de Isbilia (por no saber los árabes articular la p). España y Sevilla proceden pues de la misma voz ibérica Hispali; la primera a través de los romanos, y la segunda de los árabes.
Recordemos también el nombre de Tarsis, que es como llamaron en tiempos no menos remotos a esta vieja España en su porción más conocida, la de la desembocadura del Guadiana y del Guadalquivir, nombrada también en el Antiguo Testamento (Ezeq XXVII, 12 y en todo el AT hasta once veces).

c) Nombres explicables por el vasco, que muestran de una manera irrefutable, como aquella lengua primitiva no pudo ser otra que la madre del vascuence: en toda la Península, tanto en los extremos (Portugal, Galicia, Cataluña, Andalucía) como en su centro (Castilla y Aragón) y aun allende el Pirineo, en la Aquitania, existieron, y a veces aun existen nombres de lugar compuestos de raíces o palabras usuales hoy en vascuence: así el vasco iri-berri: Iriberri y Uribarri (villa nueva), es exactamente el mismo nombre que llevó la antigua Granada, llamada antes Iliberi (hoy Elvira, por etimología popular).
De esta misma palabra el primer elemento iri-a (la ciudad), llevábalo la Iria Flavia de Galicia, hoy Padrón, mientras el segundo elemento, -berri lo hallamos hoy en el otro extremo de la Península, en Alcu-bierre (Z), Bena-barre (Hu), Isa-barri (L). A una ciudad del centro de España conociéronla los antiguos por Arriaca, es decir, arri-aga, en vasco, sitio pedregoso; siglos más tarde los árabes cambiáronle el nombre por el de Guadalajara, que en su lengua conserva el mismo significado, valle de las piedras.
En fin, palabras vascas como ara (llano), aran (valle), aranz (espino), muño (otero o colina) y otras varias entran en la composición de nombres de lugar por toda España difundidos.

d) Restos de léxico ibérico quedan además en algunos nombres de persona. Así nuestro más corriente y típico apellido García debe ser el mismo que, a juzgar por ciertas inscripciones, sabemos llevaban iberos llamados Arcea, palabra que ha sido interpretada por el vascuence artz (oso). Ibérico también debe ser Velasco, Blasco y sus derivados Velázquez, Blázquez y Vázquez que alguien ha supuesto relacionado con el vasco bele (cuervo). Las interpretaciones de estos nombres son de Luchaire Cfr. M. Lübke, R. Namenstudien, II 15. 62, 63)
El mismo origen se ha dado a Gutierre (y Gutierrez) que ha sido relacionado con el vasco guti (poco o pequeño). Ibérico es también Iñigo, nombre que en inscripciones aparece en la forma Ennebonx o Ennegensis.

(J. Oliver Asín, Historia de la lengua española)