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Tema: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

  1. #1
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    Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    FUE PETAIN QUIEN NOS SALVÓ DE LA GUERRA (ABC, 26 Mayo 1976)


    Es evidente que Ramón Serrano Suñer, al decidirse a publicar haca cuatro meses, en varios periódicos, el capítulo más esperado de un próximo libro suyo, ha cumplido con el deber de hacer luz en torno a lo ocurrido el 23 de octubre de 1940 en la entrevista de Franco con Hitler en Hendaya.

    Yo puedo aclarar aún más lo que allí sucedió, puesto que, poco tiempo después de aquel acontecimiento, el general Kindelán -que me honró con su amistad y confianza- me lo relató exigiéndome, eso sí, absoluta reserva por tratarse de un secreto de Estado. Sin embargo, transcurridos varios años de la victoria aliada, y ante mi insistente deseo, el propio general me autorizó a contar a quien quisiera lo que me había revelado tiempo atrás. Me dijo que ello no era ya un secreto. El Generalísimo lo había explicado todo, abiertamente, en una sesión del Consejo Superior del Ejército, cuando uno de los generales presentes le preguntó, extrañado, por qué no habíamos entrado en la guerra en 1940 si, a juicio de tal general, eso hubiera sido lo lógico para asegurar la victoria del Eje y lograr nuestras reivindicaciones territoriales.

    A partir de la autorización del general Kindelán he relatado, a lo largo de los años, a muchísima gente -a casi todos mis amigos-, lo que él me reveló y ahora expondré al lector. Este advertirá que esa versión no contradice en lo esencial, como es lógico, la de Serrano Suñer; pero a su luz resulta mucho más comprensible lo escrito sobre aquella famosa entrevista por el entonces recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores. Los hechos, según el general Kindelán, que en aquella fecha estaba en cordiales relaciones con Franco, se desarrollaron como sigue:

    Al terminar nuestra guerra y comenzar la mundial quedó convenido que España entraría en esta segunda contienda cuando Alemania lo considerara necesario. En compensación obtendríamos el Marruecos francés, Orán y Gibraltar. A tal efecto Franco comenzó a concentrar tropas al sur y al este de nuestro Protectorado y en torno a la Roca. Pero sucedió que cuando Francia cayó en poder del Ejército alemán, cuando el Generalísimo y millones de españoles creíamos que la victoria germana era irreversible, cuando Franco pensaba que en cualquier momento sería invitado a participar en las operaciones finales y lograría así aquellas reivindicaciones territoriales, el panorama cambió radicalmente debido a la actitud que adoptó el mariscal Petain. Este, que conocía las pretensiones españolas, hizo saber a Hitler que la Francia que él representaba estaría dispuesta a colaborar lealmente en el «nuevo orden» europeo siempre que Alemania ni ninguno de sus aliados le privara de un solo palmo de su imperio colonial. Hitler no lo dudó: decidió sacrificar las aspiraciones españolas, ante la oferta de colaboración francesa, y llamó a Franco a Hendaya para que quedara esto en claro mediante la firma de un protocolo en el que habría de constar que, cuando España entrara en la guerra a requerimiento de Alemania, su única compensación territorial sería Gibraltar. El Führer quería poder exhibir ese protocolo, a al menos dar cuenta del mismo, al mariscal Petain cuando se reuniera con él en Montoire al día siguiente de la entrevista de Hendaya.

    Franco trató, por todos los medios, de disuadir a Hitler de su nueva actitud. Le dijo que se equivocaba: que el Marruecos francés y Orán estarían mucho más seguros en poder de España que de Francia. Él quería entrar ya, en lo que creía la fase final de la guerra, para obtener lo que estaba convenido: aquellos territorios africanos y Gibraltar. Era lo lógico, dadas las circunstancias y el ambiente de los tiempos de «Por el Imperio hacia Dios», pero el Generalísimo no pudo convencer al Führer.

    Sin embargo, terminadas las conversaciones de ese día, antes de retirarse a pasar la noche en San Sebastián, Franco redactó con Serrano Suñer un contraproyecto de protocolo (cuyo contenido no conocía exactamente el general Kindelán) y lo hizo llegar a Hitler. Éste, al examinarlo, lo rechazó. Parece ser que se enfureció y envió un mensaje al Generalísimo amenazándole con la ruptura de relaciones con España si, a la mañana siguiente, no tenían en sus manos, firmado, el documento que él -el Führer- había traído a Hendaya ya redactado. El Generalísimo o Serrano Suñer (ignoro ese extremo) lo firmaron -según el General Kindelán- esa misma noche.

    El general Kindelán me dijo también que Franco quedó profundamente desilusionado por lo ocurrido y que, a partir de ese momento, aunque continuó creyendo en la victoria del Eje y deseándola, se resistió a la entrada de España en la contienda por considerar que la simple recuperación de Gibraltar, no era suficiente compensación para los sacrificios que aquella beligerancia comportaría.

    A los pocos días o semanas, las autoridades navales españolas proporcionaron al Gobierno unos bien fundados informes en los que se apoyó el almirante don Salvador Moreno (entonces ministro de Marina) para adoptar una actitud de abierta oposición no sólo a cualquier intervención española en la guerra, sino a que se permitiera cruzar nuestro territorio a un contingente militar alemán que, con armas especiales, tomaría Gibraltar para nosotros y controlaría desde allí el Estrecho. Esos informes demostraban que la escuadra inglesa dominaba los mares y podía no sólo privarnos de toda clase de suministros vitales, sino «planchar» Bilbao, La Coruña, Cádiz, Valencia o Barcelona. Fue entonces -en noviembre de 1940- cuando comenzó a materializarse la nueva política de resistencia a los alemanes en la que intervino Serrano Suñer, como él lo relató años más tarde, con detalle, en su famoso libro «Entre Hendaya y Gibraltar». En ese libro, como es sabido, no escribió una sola palabra sobre la entrevista de Hendaya. Ahora ha explicado las razones por las que no pudo hacerlo.

    En cuanto a Franco, yo estuve siempre, como es natural, muy pendiente de lo que pudiera acerca de aquella entrevista; y que sepa, jamás dijo que «en Hendaya» él nos salvó de entrara en la guerra. Permitió, eso sí, que tal mito se extendiera favorecido por una fácil confusión: la resistencia que, «a partir de lo que allí ocurrió», opuso, efectivamente, a que un contingente de tropas alemanas cruzara nuestro territorio para tomar Gibraltar.

    Llegado a este punto he de señalar, coincidiendo en ello con Ramón Serrano Suñer, que no todos los generales españoles estuvieron conformes con la nueva y acertada postura del Generalísimo ante los alemanes. Recuerdo haber tratado mucho, en la primera parte de 1941, a los generales Yagüe y Muñoz Grandes. Estaban patrióticamente obsesionados con la oportunidad que se presentaba de recuperar Gibraltar, y pensaban que la obtención de esa sola reivindicación territorial bien merecía los sacrificios que los españoles habríamos de soportar.

    A la luz de lo que me contó el general Kindelán pienso que adquieren una mayor significación las siguientes frases que entresaco del relato que, de la entrevista de Hendaya, nos ha facilitado Serrano Suñer: Hitler «era quien nos había convocado a una entrevista en territorio francés…». En esa entrevista dijo: «Yo soy el dueño de Europa y como tengo a mi disposición doscientas divisiones no hay más que obedecer.» «…Franco se extendió mucho más que [el propio Serrano Suñer en anteriores conferencias] en la reivindicación de la zona francesa de Marruecos y el Oranesado…». Señaló a Hitler que «una concentración de tropas españolas en Marruecos obligaría a los franceses a mantener allí unos efectivos importantes inactivos que no pueden así acudir a otros sectores». «Cuando Franco trató con abrumadora amplitud el tema de las reivindicaciones españolas en Marruecos, pidiendo sobre esto un compromiso formal y previo para participar inmediatamente en la guerra, Hitler puso muchas objeciones y no se comprometió a nada porque ello hubiera destruido su política de aproximación con la Francia de Vichy, y dejó, como ya antes manifestara, el tema abierto para “para después de la victoria”.» «Cuando Franco terminó, Hitler dijo que era preciso que España tomara una determinación, pues tenía concertada para el día siguiente una entrevista con el mariscal Petain en Montoire y era preciso saber a qué atenerse.» «Hitler ordenó a Ribbentrop que nos entregara el documento que llevaba preparado para la firma, con objeto de que lo estudiáramos y propusiéramos enmiendas.» «Franco se mostró con toda razón indignado ante aquel documento que los alemanes traían preparado con la pretensión de empujarnos a la guerra “sin darnos ninguna compensación”. “Es intolerable esta gente -me decía-; quieren que entremos en la guerra a cambio de nada; no nos podemos fiar de ellos si no contraen, en lo que firmemos, el compromiso de cedernos desde ahora esos territorios que, como les he explicado, son nuestro derecho; de otra manera no entraremos en la guerra. Este nuevo sacrificio nuestro -decía Franco- sólo tendría justificación con la contrapartida de lo que ha de ser la base de nuestro Imperio. Después de la victoria, contra lo que dicen ahora, no se comprometen formalmente y no nos darían nada”.» «Más tarde, días después de la conferencia, volviendo Franco sobre el tema, le escribió [al Führer] una carta diciéndole que bien estaba que el nuevo orden que Hitler quería implantar estuviera presidido por la Justicia, pero no quisiéramos que la Justicia que se hiciera a Francia -país siempre enemigo de Alemania- se hiciera a expensas de nuestro derecho». «Ya entrada la madrugada [siguiente al día de la entrevista], cerca de las dos, llegamos a Ayete, la residencia de Franco en San Sebastián. Llevábamos con nosotros el proyecto de protocolo redactado por los alemanes en el que en términos claros se establecía el compromiso para España de entrar en la guerra “en el momento en que Alemania así lo considerara necesario”.» «Apenas clareaba el día cuando… el embajador [Espinosa de los Monteros]… venía muy nervioso [a San Sebastián] apremiando con la urgente necesidad para la firma sin dilaciones del protocolo preparado por Hitler y Ribbentrop que nos habían entregado en Hendaya y que nosotros habíamos rechazado.» «…Vengo (dijo el embajador) a pedir y a recoger una conformidad. De otra manera puede ocurrir cualquier cosa.»

    La diferencia entre la versión que yo he expuesto del general Kindelán y la de Ramón Serrano Suñer estriba en que, según el primero, el protocolo firmado fue el redactado por los alemanes y, según el segundo: «Franco después de un cuarto de hora de protesta, me djjo: “Mira, en estas circunstancias no es prudente hacer esperar más a los alemanes y lo mejor será entregar “el proyecto que hicimos anoche dándoles, sólo en base de éste, nuestra conformidad”.»

    Nunca he hablado de la entrevista de Hendaya con Serrano Suñer ni con el barón de las Torres -testigos ambos de lo que allí ocurrió- porque, fallecido el general Kindelán, quería conservar en mi memoria, para publicarlo en el momento oportuno, sin influencia de otros relatos, lo que él me contó. Pienso que la verdad histórica se descubre más fácilmente con el contraste público de las diversas versiones de quienes fueron protagonistas, testigos o tuvieron una información autorizada del hecho que interesa conocer. Ni que decir tiene que, lo expuesto por mí, queda sometido a las matizaciones que pudieran resultar de cualquier escrito del propio general Kindelán que apareciera en su voluminoso archivo.

    El deseo de compulsar con un documento de esa naturaleza -aún no encontrado- los datos en mi memoria, ha retrasado en varios meses la publicación, a que por fin me decido, de la importantísima información que aquel prestigioso e inteligente general tuvo a bien comunicarme. Estoy convencido de que otros podrán corroborarla o matizarla en algún detalle. Contribuirán con ello al más completo conocimiento de un hecho histórico trascendental.

    JOAQUÍN SATRÚSTEGUI

    Fuente: HEMEROTECA ABC

  2. #2
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    De la lectura de este tema me ha surgido una pequeña duda, algo que parece ser que han pasado por alto los protagonistas que relatan tales hechos, menos Franco que se olió inmediatamente el farol que se tiraba el "tío Adolf". Era el dueño de Europa y tenía 200 divisiones a su disposición... ¿dónde?, ¿haciendo qué?, ¿ocupadas en...? Vamos, que era lo mismo que tener dos equipos de fútbol de colegio equipados y armados frente a las aproximadas 90 divisiones de Franco, con experiencia en combate, al otro lado de Los Pirineos y defendiendo su Patria. Napoleón incurrió en el mismo error de cálculo, sólo que Hitler no tuvo los "güevos" que tuvo el corso, mientras Franco demostró ser más astuto y correoso. Si Hitler hubiese invadido España, la hubiese cagado mucho antes.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    El artículo de Satrústegui en ABC generó en su día una gran atención. Fue reproducido por otros diarios y generó varios comentarios de diversos escritores.

    Ricardo de la Cierva, en un artículo en El País de 27 de Junio de 1976 titulado "A Franco lo que es de Franco", realizó la siguiente réplica (el artículo es más extenso pues en él se tocan otros temas distintos al que nos ocupa; reproduzco solamente el apartado concerniente al tema):


    A desmentir tocan

    Camino de Santiago, por el aire, para participar como observador y como actor de reparto en el V Congreso de Libreros, se enfrascaba el cronista en un articulísimo -como todos los de Camilo José Cela- con título excitante para una sensibilidad profesional en tiempo de exámenes: La historia de España contemporánea. (Luego supe que sólo apareció en media edición de Cambio 16.) En ese artículo se afirma: «Según lo revelado por Joaquín Satrústegui y no desmentido por nadie, resulta que no fue Franco sino Pétain -y por tablas- quien nos ahorró la tragedia, ya que, según lo dicho por el general Kindelán -y tampoco por nadie enmendado-, Franco quería entrar a todo trance en la guerra y al lado de los alemanes.» Poco después corrobora: «En la entrevista de Hendaya, según los españoles sabemos ahora e ignorábamos antes, no fue Franco sino Hitler quien dijo que no.» Y poco antes atribuye Cela a Franco el «habernos metido en otro desastre, la guerra civil». Para esta tesis don Camilo se basa en su propia intuición; para la «revelación» de Hendaya se apoya en un artículo de Joaquín Satrústegui publicado en ABC, el 26 de mayo, que a su vez invoca el testimonio del general Kindelán.

    La credibilidad que confieren al señor Satrústegui su ejecutoria personal y su caballerosidad unánimemente reconocida; la enorme autoridad social que ejerce, mucho más de lo que él sospecha, don Camilo José Cela, pueden lograr conjuntamente, el absurdo de que una sarta de disparates como los que acabo de resumir parezca, primero, una noticia sensacional; y después, una conmoción de la historia aceptada. Nadie gana a este cronista -y me he hartado de demostrarlo- en admiración efectiva por nuestro candidato permanente al premio Nobel. Pero aceptar la validez de una peregrina tesis histórica sólo porque nadie la ha desmentido parece metodología un tanto radical y apresurada. El artículo del señor Satrústegui, en el que descansa el varapalo del señor Cela a Franco, contiene cuatro errores históricos graves y once menos graves, pero considerables. Contiene, además, una estupidez: afirmar que entre las conclusiones de un informe de entidad tan seria como la Marina española figuraba que en 1940 «la escuadra inglesa dominaba los mares». Se omite, seguramente, la siguiente conclusión del informe: la Tierra es redonda. Afirmar que «al terminar nuestra guerra y comenzar la mundial quedó convenido que España entraría en esta segunda contienda cuando Alemania lo considerara necesario» es una falsedad gratuita, que el general Kindelán sólo pudo pronunciar en sueños. Es también falso que Franco -o Serrano- firmen el protocolo de Hendaya; y que, ese protocolo tenga algo que ver con lo que dice el general Kindelán, quien está descalificado como testigo preciso. Estuvo presente en la elección salmantina de Franco; y en sus diversos testimonios sobre ella lo confunde todo, e incluso llega a proponer para fecha de la elección un día tan original como el treínta y uno de septiembre. ¡Qué no confundiría el bizarro y eficaz general del Aire, al que respeto profundamente como figura histórica y política, cuando relataba un hecho que no presenció! Está demostrado, archidemostrado documental y testimonialmente, que Franco había superado a finales de junio (no a finales de noviembre) la suprema tentación de su vida. Afirmar que el 23 de octubre de 1940 Franco «quería entrar ya en la fase final de la guerra» es saltarse a la torera toda la documentación disponible. Aventurar que Franco, que se resistió hasta el 12 de julio a adherirse a la gran conspiración, «nos metió en la guerra civil», es arriesgada tesis que este profesor no quisiera ver en un examen de fin de curso. Puede revisarse -y sé empezó la tarea hace más tiempo de lo que algunos piensan- la vida y la actuación histórica de Franco. Pero demos a Franco lo que es de Franco. A él debemos no «el habernos metido» en la guerra civil, sino la victoria en la guerra civil; a él debemos, en primer término, el haber salvado a España de entrar en la guerra mundial. Y en segundo lugar, no a esas ambiguas «autoridades navales españolas», sino al entonces jefe de operaciones del Estado Mayor de la Armada, capitán de fragata Luis Carrero Blanco. Atribuir al mariscal Pétain -y por tablas- nuestra evasión de la guerra es el colmo de la falsedad y de la injusticia histórica. Montoire-sur-le Loir no fue sólo después, sino también antes de Hendaya; manuales, por favor. Y el mensaje más importante del mariscal no se dirigió al Hitler despechado del 24 de octubre, sino a Franco cuatro -semanas antes- por medio del coronel aviador Funck, del que el general aviador Kindelán ni se enteró según parece. ¿Necesitaré concretar más los esbozados y enumerados disparates o se me permitirá rubricar con el desmentido este amistoso suspenso en historia contemporánea? En cuanto a la barbaridad poco anterior del señor Rato sobre actitudes intemperantes de Franco hacia don Alfonso XIII, se trata de la deformación absurda de un hecho real: una instancia enviada por conducto reglamentario en que solicitaba el canje de una condecoración por un ascenso. En fin, en la última e inolvidable conversación de este cronista con el Caudillo, después de manifestarle con todo respeto que quienes le habían propuesto el abrupto cese de Pío Cabanillas le habían engañado y le habían mentido, este cronista le dijo que cuando se empezasen, a proferir las inevitables estupideces revanchistas sobre su vida y su obra no faltarían respuestas adecuadas; que para algo es uno rojo y masón reconocido. Hoy no hace el cronista más que empezar a cumplir esa firme palabra.
    Última edición por Martin Ant; 23/01/2014 a las 21:49

  4. #4
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    A la réplica de Ricardo de la Cierva, le siguió otra contrarréplica de Joaquín Satrústegui, publicada en el diario El País, el 29 de Junio de 1976.



    martes, 29 de junio de 1976


    Tribuna:TRIBUNA LIBRE "Estupideces", "errores históricos", "falsedades"

    • Réplica a Ricardo de la Cierva



    Joaquin Satrustegui 29 JUN 1976



    Ricardo de la Cierva, en su crónica titulada «A Franco lo que es de Franco», publicada en este diario el domingo día 27, arremete contra un artículo mío sobre la entrevista Franco-Hitler en Hendaya, que se publicó el 26 de mayo último en «ABC», «La Vanguardia» y «Heraldo de Aragón», al cual se ha referido Camilo José Cela en otro suyo publicado en «Cambio 16» (21-27 de junio).Después de unas frases amabilísimas para Cela y para mí (que yo agradezco sinceramente), La Cierva dice que mi artículo «contiene cuatro errores históricos graves y once menos graves, pero considerables». No satisfecho, añade: «Contiene, además, una estupidez».

    Quien haya leído mi citado artículo, el resumen que del mismo publicó EL PAIS (30 de mayo), o esa crónica del profesor La Cierva, comprenderá que no tengo más remedio que salir inmediatamente en defensa de lo que escribí: el relato absolutamente objetivo que, poco tiempo después de la histórica entrevista de Hendaya, me hizo el general Kindelán de lo que allí ocurrió en realidad.

    Mientras La Cierva no demuestre de un modo fehaciente que ese inteligente y respetabilísimo general entendió equívocamente lo que el propio Franco le explicó, estaré convencido de que lo que me contó es, en esencia, la verdad histórica; la cual, como tantas veces ocurre, es mucho más simple de lo que se suponía.

    En resumidas cuentas, y extractando párrafos de mi largo artículo, recordaré al lector que, según el general Kindelán, al terminar nuestra guerra y comenzar la mundial, quedó convenido que España entraría en esta segunda contienda cuando Alemania lo considerara necesario. En compensación, obtendríamos el Marruecos francés, Orán y Gibraltar. Pero a la caída de Francia en poder del Ejército alemán, el mariscal Petain, que conocía las pretensiones españolas, hizo saber a Hitler que la Francia que él representaba estaría dispuesta a colaborar lealmente en el nuevo orden europeo siempre que, ni Alemania ni ninguno de sus aliados le privara de un sólo palmo de su imperio colonial. Hitler no lo dudó; decidió sacrificar las aspiraciones españolas ante la oferta de colaboración francesa, y llamó a Franco a Hendaya, para que quedara esto en claro mediante la firma de un protocolo en el que habría de constar que, cuando España entrara en la guerra a requerimiento de Alemania, su única compensación territorial sería Gibraltar. El führer quería poder exhibir ese protocolo o al menos dar cuenta del mismo al mariscal Petain, cuando se reuniera con él, en Montoire, al día siguiente de la entrevista de Hendaya.

    Franco trató, por todos los medios, de disuadir a Hitler. Quería entrar ya en lo que creía -como millones de españoles- la fase final de la guerra, para obtener lo que estaba convenido: el Marruecos francés, Orán y Gibraltar, pero no pudo convencer al Führer.

    El general Kindelán me dijo también que Franco quedó profundamente desilusionado por la ocurrido, y que, a partir de ese momento, aunque continuó creyendo en la victoria del Eje y deseándola, se resistió a la entrada de España en la contienda, por considerar que la simple recuperación de Gibraltar no era suficiente compensación para los sacrificios que aquella beligerancia comportaría.

    La Cierva califica de «falsedad gratuita» ese relato del general Kindelán y dice que «está demostrado, archidemostrado documental y testimonialmente, que Franco había superado a finales de junio (no a finales de noviembre) la suprema tentación de su vida. Afirmar que el 23 de octubre de 1940 "quería entrar ya en la fase final de la guerra" es saltarse a la torera toda la documentación disponible.

    Lo curioso es que el profesor La Cierva no aporta tal documentación, y la que cita en el primer volumen de su reciente «Historia del franquismo» no prueba nada. Ello no es de extrañar. Como historiador, él sabe mejor que yo lo difícil que es fijar la realidad de los hechos históricos recientes. Cuando escribió su «Historia», no conocía el relato -posterior- de un testigo de excepción, como Ramón Serrano Súñer, ni el del general Kindelán, que yo he podido aportar. La Cierva escribió su libro con los datos de que disponía. Si como historiador busca realmente la verdad histórica, no debe rebelarse contra el hecho de que esos datos resulten rectificados por otros posteriores de mayor autoridad.

    En mi artículo ya señalaba que Serrano Súñer, en su famoso libro «Entre Hendaya y Gibraltar», «no escribió una sola palabra sobre la entrevista de Hendaya»; y que «ahora ha explicado las razones por las que no pudo hacerlo». En cuanto a Franco -añadía yo-, «estuve siempre, como es natural, muy pendiente de lo que, pudiera manifestar acerca de aquella entrevista, y, que sepa, jamás dijo que en Hendaya él nos salvó de entrar en la guerra. Permitió, eso sí, que tal mito se extendiera favorecido por una fácil confusión: la resistencia que, a partir de lo que allí ocurrió, opuso, efectivamente, a que un contingente de tropas alemanas cruzaran nuestro territorio para tomar Gibraltar».

    Ramón Serrano Súñer me escribió, el 28 de mayo, una afectuosa carta, de la que transcribo lo siguiente: «... leí con atención tu artículo del que, como dices -y no podía ser de otro modo- sustancialmente Kindelán te contó lo que Franco le había dicho (el subrayado es mío). Nada de particular tiene la confusión o el error de que el protocolo aceptado por Franco se entregara en Hendaya o al amanecer del día siguiente -como ocurrió-, en Ayete. Vive, y es notario de Madrid, quien fue nuestro mecanógrafo al dictarle el texto condicionado y reformado al regresar a San Sebastián»..

    Ricardo de la Cierva debería reflexionar desapasionadamente. ¿Cree que porque dijera a Franco, que "cuando se empezasen a proferir las inevitables estupideces revanchistas sobre su vida y su obra no faltarían respuestas adecuadas", se justifica la frase: «Hoy no hace el cronista más que empezar a cumplir esa firme palabra»? Si el notable escritor se serenara, quizá llegaría a descubrir quién es verdaderamente el que ha incurrido en «estupideces», «errores históricos» y «falsedades». El general Kindelán, desde luego, no.

    Por lo demás, pienso que Cela tiene razón cuando, al señalar que «según síntomas ciertos, no fue del todo verdadero lo que se nos dijo», concluye: «Ya no toca mirar atrás, sino adelante. Pero tampoco sobra conocer lo que pasó en nuestra casa».

  5. #5
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    El artículo de Satrústegui en ABC generó en su día una gran atención. Fue reproducido por otros diarios y generó varios comentarios de diversos escritores.

    Ricardo de la Cierva, en un artículo en El País de 27 de Junio de 1976 titulado "A Franco lo que es de Franco", realizó la siguiente réplica (el artículo es más extenso pues en él se tocan otros temas distintos al que nos ocupa; reproduzco solamente el apartado concerniente al tema):

    A desmentir tocan

    Camino de Santiago, por el aire, para participar como observador y como actor de reparto en el V Congreso de Libreros, se enfrascaba el cronista en un articulísimo -como todos los de Camilo José Cela- con título excitante para una sensibilidad profesional en tiempo de exámenes: La historia de España contemporánea. (Luego supe que sólo apareció en media edición de Cambio 16.) En ese artículo se afirma: «Según lo revelado por Joaquín Satrústegui y no desmentido por nadie, resulta que no fue Franco sino Pétain -y por tablas- quien nos ahorró la tragedia, ya que, según lo dicho por el general Kindelán -y tampoco por nadie enmendado-, Franco quería entrar a todo trance en la guerra y al lado de los alemanes.» Poco después corrobora: «En la entrevista de Hendaya, según los españoles sabemos ahora e ignorábamos antes, no fue Franco sino Hitler quien dijo que no.» Y poco antes atribuye Cela a Franco el «habernos metido en otro desastre, la guerra civil». Para esta tesis don Camilo se basa en su propia intuición; para la «revelación» de Hendaya se apoya en un artículo de Joaquín Satrústegui publicado en ABC, el 26 de mayo, que a su vez invoca el testimonio del general Kindelán.
    Bueno, al menos ahora al ver la procedencia de tales afirmaciones me quedo más tranquilo, y es que al respecto soy un gran discrepante del Sr. de La Cierva sobre la fiabilidad de dichas fuentes.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  6. #6
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    Considero que unas notas biográficas de Joaquín Satrústegui vienen muy al caso para comprobar que este señor fue siempre alguien sumamente coherente con su propia trayectoria ideológica -en lo personal no entro-, y a través de dicha trayectoria, podemos estimar su objetividad sobre Franco.




    Joaquín Satrústegui

    Joaquín Satrústegui Fernández (San Sebastián, 17 de octubre de 1909 - id. 11 de marzo de 1992) fue un abogado y político monárquico español. Combatió en el bando franquista durante la Guerra Civil Española, y evolucionó desde el ultraconservadurismo de su juventud hacia posiciones liberales, siempre dentro de los sectores monárquicos. Fue uno de los asistentes a la conferencia del Movimiento Europeo celebrada en Múnich en 1962 (denominada como "contubernio de Múnich" por el régimen franquista). Tras la muerte de Franco fue elegido sucesivamente senador y diputado.

    Biografía

    Satrústegui nació en el seno de una familia monárquica, acomodada y con intereses navieros de San Sebastián.1 Su padre fue Enrique Satrústegui Barrié, barón de Satrústegui. Estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid, obteniendo la licenciatura en 1932. Amplió sus estudios en Economía y Dereho Público en la Universidad de Georgetown (Estados Unidos). Durante el periodo republicano formó parte de Renovación Española. El 17 de julio de 1936, dentro de las operaciones del golpe de Estado que dio inicio a la Guerra Civil, formó parte del grupo de jóvenes militantes del partido monárquico que, liderados por Carlos Miralles, y siguiendo órdenes del general Mola, ocuparon el puerto de Somosierra, con el objetivo de facilitar el acceso a Madrid a las columnas que, desde el norte, debían tomar la capital. Durante la Guerra Civil, Satrústegui, que había realizado el servicio militar en las milicias universitarias y obtenido el grado de alférez, llegó a capitán de complemento dentro de las filas del ejército franquista.


    Deseando restaurar la monarquía en la persona de Juan de Borbón, desde 1940, una vez acabada la guerra se enfrentó a Franco, por lo que fue multado y detenido en varias ocasiones. Fue candidato a las elecciones municipales por Madrid del 21 de noviembre de 1954, junto a Joaquín Calvo Sotelo, Juan Manuel Fanjul y Torcuato Luca de Tena, pero sus interventores fueron expulsados del colegio electoral ante el temor del régimen de una victoria de esta candidatura. Fundó la organización clandestina Unión Española (1957), movimiento liberal que propugnaba la forma de Estado democrático para España y reconocía a Juan de Borbón, entonces en el destierro, como legítimo rey de España. Participó en el denominado Contubernio de Múnich, mayo de 1962, por lo que fue desterrado durante casi un año en Fuerteventura, junto a Jaime Miralles y Fernando Álvarez de Miranda, entre otros.

    Con el paso del tiempo, se convirtió en un activo defensor de la integración de España en la Comunidad Económica Europea, integrado en las plataformas de oposición al franquismo y opuesto a la presencia de bases estadounidenses en España. En agosto de 1976, vinculó Unión Española a la Federación de Partidos Demócratas y Liberales de Joaquín Garrigues Walker y al Partido Liberal de Enrique Larroque, constituyendo la Alianza Liberal, de la cual fue elegido presidente.

    Había colaborado con la oposición en la Plataforma de Organismos Democráticos, con la que formó una plataforma que se presentó a las elecciones de 1977 como Senador, siendo elegido como candidato más votado por la circunscripción de Madrid en la coalición electoral Senadores por la Democracia. En el Senado se integró en el Grupo Progresistas y Socialistas Independientes, junto a miembros del Partidos Socialista Popular e Izquierda Democrática, entre otros. Tras la disolución de Alianza Liberal, en diciembre de 1977, fundó el Partido Liberal Progresista, del que fue nombrado presidente, pero que también se disolvería más tarde. Finalmente, se integró en Unión de Centro Democrático (UCD), partido que abandonó tras el desastre electoral de octubre de 1982. Fue diputado de UCD por Madrid en la primera legislatura, en la que fue vocal en las comisiones de Asuntos Exteriores y Constitucional. Estaba casado y tuvo cuatro hijos.


    www.es.wikipedia.org/wiki/Joaquín_Satrústegui
    Última edición por Valmadian; 26/01/2014 a las 22:35
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    A modo de complemento de los dos artículos de Satrústegui, pienso que puede venir bien reproducir el Capítulo 15. Epílogo a Hendaya de las Memorias de Serrano Suñer.





    XV. Epílogo a Hendaya

    EI Protocolo secreta • Copia del Protocolo secreta • Protocolo
    secreto editado en inglés por el Departamento de Estado de USA
    como documento procedente de los archivos de la Wilhemstrasse y
    de la Chancillería del Reich • Un articulo de López Rodó • En torno
    a la entrevista de Hendaya • Otras reacciones


    Después de publicado, anticipadamente, en la prensa este capítulo, he considerado necesario, ante las reacciones que se produjeron, reunir algunos apéndices y agregar determinados datos que vienen a constituir un "postcapítulo" o un "epílogo" a dicho capítulo. Todo en la vida histórica, como en la vida personal humana, tiene sus ampliaciones y derivaciones de carácter epilogal. Ellas poseían en este caso importancia notoria, y las reúno aquí bajo el epígrafe que me ha parecido más llano y suficientemente expresivo.

    Cuando decidí publicar dicho capitulo fui al Ministerio español de Asuntos Exteriores para obtener una copia del “protocolo", que allí se archivaba. De momento, cosa extraña, no lo encontraron y me prometieron buscarlo con interés. Pasadas unas semanas, volví y entonces se me manifestó ya que el documento no se encontraba.


    El protocolo secreto

    Aunque yo tenía idea de haber leído u oído que el protocolo -en su ejemplar alemán- había sido localizado en algún sitio, no traté más este punto. Pocas semanas más tarde, el profesor Carlos Rojas, de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia, publicaba en ABC (28 de febrero de 1976) un importante artículo sobre la entrevista de Hendaya, en el que, gracias a su seria labor de investigación, aportó el dato concretísimo de que el secreto protocolo había sido editado por el Departamento de Estado de USA el año 1960, como documento procedente de los fondos requisados en 1945 en los archivos de la Wilhelmstrasse y de la Chancillería del Reich, que fueron devueltos a la Republica Federal de Alemania en 1958. La edición lleva el titulo general de "Documents on German Foreign Policy, 1918-1945" y el texto del protocolo consta en las paginas 466-467 del tomo XI de "Series D (1937-1945) The War Years (September 1, 1940-January 31,1941)", Washington, 1960. La noticia proporcionada por el profesor Rojas terminaba, de una vez, con la especulación –acompañada de marcadas reticencias- que sobre el documento y su paradero se venían haciendo en España.

    Todavía después se ha pretendido negar la existencia del protocolo de Hendaya por consideraciones equivocadas de tipo formal, por carecer -se dice- el documento de firma. Pues bien, como he dicho anteriormente, al regresar de Hendaya lo redactamos Franco y yo, en términos de contrapropuesta o de enmienda al elaborado por los alemanes, y en las primeras horas de la mañana lo entregó a Ribbentrop nuestro embajador Espinosa de los Monteros.

    En los usos diplomáticos son frecuentes los canjes de notas que equivalen a acuerdos entre los Gobiernos. Unas veces se sigue el sistema de canje de notas firmadas, y otras el de canje de notas verbales que llevan sólo las iniciales de los respectivos funcionariosdiplomáticos; y el contenido de estas notas es equivalente, mejor dicho, es el acuerdo entre los Gobiernos. También puede seguirse el sistema de un acta que contiene un solo texto, si son iguales los de uno y otro Gobierno, o los dos textos si existen diferencias. Y el acta en cuestión puede ir rubricada por una sola parte.

    Y la existencia del protocolo -del pacto entre Hitler y Franco- viene confirmada por la carta, que días después, en 30 de octubre de 1940 escribió éste a Hitler, que se publica en el capítulo anterior. Recuérdese: "Querido Führer: después de nuestra entrevista de Hendaya, donde tuvimos ocasión de conocernos y de plantear directamente cuestiones de vital interés para nuestros dos países, quiero, refiriéndome a lo convenido en la propia entrevista ... '

    "Ante la necesidad por Vos expresada de acelerar la guerra, incluso llegando a una inteligencia con Francia, que eliminase los peligros resultantes de la dudosa fidelidad del ejercito francés de África al Mariscal Pétain, fidelidad que con toda certeza desaparecería si de cualquier modo fuera conocido que existía un compromiso o promesa de cesión de aquellos territorios, me pareció admisible Vuestra propuesta de que en nuestro pacto no figurase concretamente lo que es nuestra aspiración territorial."


    Copia del Protocolo secreta

    Hendaya, octubre 23, 1940.

    Los Gobiernos italiano, alemán y español se han mostrado conformes en lo siguiente:

    1. EI intercambio de opiniones entre el Führer del Reich alemán y el Jefe del Estado español, siguiendo a esto conversaciones entre el Duce y el Führer así como entre los Ministros de Asuntos Exteriores de los tres países en Roma y Berlín, ha aclarado la presente posición de los tres países entre sí así como las cuestiones implícitas al modo de llevar la guerra y que afectan a la política general.

    2. España declara estar dispuesta a acceder a la conclusión del Pacto Tripartito en septiembre 27, 1940 entre Italia, Alemania y Japón, y a este fin firmar, en la fecha que sea fijada por las cuatro Potencias unidas, un protocolo apropiado que contemple su actual acceso.

    3. Por el presente Protocolo, España declara su conformidad al Tratado de Amistad y Alianza entre Italia y Alemania y al mencionado Protocolo Secreto complementario de 22 de mayo de 1939.

    4. En cumplimiento de sus obligaciones como aliada, España intervendrá en la presente guerra al lado de las Potencias del Eje contra Inglaterra, una vez que la hayan provisto de la ayuda militar necesaria para su preparación militar, en el momento en que se fije de común acuerdo por las tres Potencias, tomando en cuenta los preparativos militares que deban ser decididos. Alemania garantizará a España ayuda económica, facilitándole alimentos y materias primas, así como a hacerse cargo de las necesidades del pueblo español y de las necesidades de la guerra.

    5. Además de la reincorporación de Gibraltar a España, las Potencias del Eje afirman que, en principio, están dispuestas a considerar, de acuerdo con una determinación general que debe establecerse en África y que puede ser llevada a efecto en los tratados de paz después de la derrota de Inglaterra -que España reciba territorios en África en extensión semejante en la que Francia pueda ser compensada, asignando a la última otros territorios de igual valor en África; pero siempre que las pretensiones alemanas e italianas contra Francia permanezcan inalterables. (Nota escrita a máquina al pie del documento que dice lo siguiente: El texto original dice: "protegiendo hasta aquí las reclamaciones alemanas que sean hechas contra Francia" y fue corregido en la forma que figura más arriba de mano de S. E. el Ministro Ciano.)

    6. El presente Protocolo será estrictamente secreto, y los aquí presentes se comprometen a guardar su más estricto secreto, a no ser que por común acuerdo decidan hacerlo público.

    Hecho en tres textos originales en italiano, alemán y español.


    Protocolo secreto editado en ingles por el Departamento de Estado de USA como documento procedente de los archivos de la Wilhemstrasse y de la Chancillería del Reich


    Secret protocol

    Hendaye, October 23, 1940.

    The Italian, German, and Spanish Governments have agreed as follows:

    1. The exchange of views between the Führer of the German Reich and the Chief of the Spanish State, following conversations between the Duce and the Führer and among the Foreign Ministers of the three countries in Rome and Berlin, has clarified the present position of the three countries toward each other as well as the questions implicit in waging the war and affecting general policy.

    2. Spain declares her readiness to accede to the Tripartite Pact concluded September 27, 1940, among Italy, Germany, and Japan and for this purpose to sign, on a date to be set by the four Powers jointly, an appropriate protocol regarding the actual accession.

    3. By the present Protocol Spain declares her accession to the Treaty of Friendship and Alliance between Italy and Germany and the related Secret Supplementary Protocol of May 22, 1939.

    4. In fulfillment of her obligations as an ally, Spain will intervene in the present war of the Axis Powers against England after they have provided her with the military support necesary for her preparedness, at a time to be set by common agreement of the three Powers, taking into account military preparations to be decided upon. Germany will grant economic aid to Spain by supplying her with food and raw materials, so as to meet the needs of the Spanish people and the requirements of 'the war.

    5. In addition to the reincorporation of Gibraltar into Spain the Axis Powers state that in principle they are ready to see to it, in accordance with a general settlement which is to be established in Africa and which must be put into effect in the peace treaties after the defeat of England -that Spain receives territories in Africa to the same extent as France can be compensated, by assigning to the latter other territories of equal value in Africa, but with German and Italian claims against France remaining unaffected. (Typewritten footnote on the document at this point reads: "The original text reads: 'thus protecting any German claims to be made against France', and was corrected as above by the hand of his Excellency Minister Ciano.")

    6. The present Protocol shall be strictly secret, and those present undertake to preserve its strict secrecy, unless by common agreement they decide to publish it.

    Done in three original texts in the Italian, German, and Spanish languages.


    Un artículo de López Rodó

    Un breve comentario deseo hacer sobre la mentada, y patente, tendenciosidad. Diré que no me molesto en escribir y en ocuparme de todo esto más que para informar con seriedad y honradez. Algunas personas, por el contrario, están interesadas en otra especie de juegos políticos. Así, se produjo una interferencia del señor López Rodó con un artículo cuyas tonalidades apologéticas eran bien visibles: “... que Franco contra viento y marea... mantuvo a España al margen de la segunda conflagración mundial", lo que no habíamos puesto nunca en duda sino subrayado repetidamente, pese a la indigna leyenda oficial que contra mi se montó cuando, en lugar de la prevista victoria alemana, llegó la derrota.

    Mi colaboración en aquella política para mantener a España alejada de la guerra no solamente no es tomada en consideración ni fue, para aquellas personas, valiosa, sino que molesta reconocerla porque con ello quedaría destruida la fábula de "el bueno y el malo", y el triunfalismo de la infalibilidad de Franco.

    Se da, en cambio, en el citado articulo el contrasentido de exaltar y supervalorar un informe que se atribuye en exclusiva -con inexactitud- a Carrero, del cual viene en señalarse, como merito entre otros, "que consta de seis folios mecanografiados a un solo espacio". Por cierto que ese articulo de López Rodó -explicado por él como aportación suya a la Historia, cuando en realidad es sólo un ditirambo- ha servido (sin proponérselo por su parte, claro está) para obtener la pequeña y sustanciosa puntualización de que tal informe no fue obra personal y exclusiva de Carrero sino del Estado Mayor de la Armada, como resulta de las manifestaciones del hijo del almirante Rapallo, cuando éste era a la sazón segundo Jefe de aquel alto organismo. Pues bien, don Francisco Rapallo López-Quiroga, escribe en ABC (25 de febrero de 1976): "Don Luis Carrero Blanco, Capitán de Fragata, era jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor de la Armada. Y este Estado Mayor, igual que hicieron los de los otros Ejércitos, aportó un informe" "dado a conocer por mi padre que, naturalmente, estaba redactado por los diversos elementos del Estado Mayor y, por lo tanto, también por el señor Carrero, pero sin que fuera exclusivamente suyo... "

    Y en definitiva, como argumenté replicando a López Rodó (La Vanguardia Española, 3 de marzo de 1976), resulta que el verdadero autor del informe –formal, política y jurídicamente-, desde el momento en que lo hizo suyo y asumió su responsabilidad, no fue otro que el almirante Moreno, Ministro de Marina. Las cosas en su punto. Tal autoría ha pretendido arrebatársele buscando fundamento en incomprensibles colaboraciones…1

    Prescindiendo del oscurecedor artículo comentado, resulta claro que el informe que se atribuyó en exclusiva a Carrero -emitido en 11 de noviembre de 1940- no llegó a tener trascendencia alguna, a los efectos que se le han supuesto, de fijar la actitud a adoptar por España ante la guerra mundial, dado que –repetimos- ya antes, en el mes de septiembre de 1940, yo en Berlín y en 23 de octubre del mismo año Franco en La entrevista de Hendaya, habíamos definido, tomado, y comunicado al III Reich, la conocida postura española.

    Podría terminar estas puntualizaciones repitiendo estas palabras mías pronunciadas en otra ocasión: "Tan despreciable me parece anteponer a la verdad exigencias convencionales y falsas, como sacrificarla a la sana y al prejuicio hostil."

    Por otra parte, debo consignarlo, recibí emocionantes misivas de adhesión, incluso algunas escritas por personas que, habiendo mantenido criterios adversos a mi pretéritaactitud política, han formulado ahora un juicio favorable ante la exposición de la verdad; mientras que otras no han sabido o no han podido sustraerse a un punto de vista de hostilidad, de resentimiento, o de histérico fanatismo, sin tener en cuenta que los hechos son como son y que la antipatía personal no influye para nada en la objetividad de lo referido. Un sentido cristiano y ciudadano de respeto a la verdad me impone la ineludible obligación de referir las cosas tal y como pasaron: La Historia española como ha sido y no como se quiere, es el titulo muy expresivo de un trabajo, reciente todavía, del excelente escritor José Ramón Alonso, comentando este hecho histórico.

    Finalmente, como insinúa el profesor Carlos Rojas, debería abrirse un expediente en nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores a fin de averiguar lo ocurrido en relación con el repetido protocolo. En realidad, si el documento se ha extraviado, destruido u ocultado, se ha cometido con ello un delito por infidelidad en la custodia de documentos. (Capítulo III del Titulo VII, "De los delitos de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos", del Libra 2.0 del Código Penal, texto refundido por Decreto de 14 de septiembre de 1973.)2

    Sería realmente grave que este precedente quedara sin sanción; hechos así pueden tener, en más de un caso, las peores consecuencias.

    Sin duda, alguien -¿quién?- pensó aquí que tras los bombardeos implacables sobre Berlín, y con la destrucción de las dependencias oficiales de la Wilhelmstrasse, toda la documentación, y por tanto el protocolo de Hendaya, habría desaparecido. Siendo así, nuestro ejemplar del protocolo podría destruirse también impunemente aquí y, de este modo, continuar viviendo del cuento, esto es, de la versión estereotipada y convencional
    -inexacta- de la entrevista de Hendaya, tal como circulaba corrientemente en nuestro país. No sabían los que así pensaron y procedieron -en su ruralismo ignorante y romo- que en la Wilhelmstrasse y en la Chancillería alemana los sótanos acorazados y cajas fuertes habían conservado indemne toda la documentación allí archivada, documentación que ocuparían los rusos, los americanos y los ingleses.

    Llegado a este punto no quiero insistir en el tema que, por desgracia, ha sido tratado hasta aquí, en el mejor de los casos, con tanta ligereza. Prefiero que los españoles seria y honradamente interesados en conocer la verdad comenten y califiquen por sí mismos los hechos. Por eso transcribo a continuación, dada su importancia, el antes citado artículo del profesor de la Universidad de Emory en Atlanta don Carlos Rojas, publicado en ABC de 28 de febrero de 1976:3


    En torno a la entrevista de Hendaya

    La aparición en ABC y en La Vanguardia de la parte referente a las entrevistas de Hendaya y Berchtesgaden, en las memorias aun inéditas de don Ramón Serrano Suñer, viene a dar cumplimiento a un precepto del autor, hecho público ya en anteriores ocasiones. "Ni callar ni mentir; o callar sólo cuando no fuera posible hablar con honrada sinceridad. 'Tan despreciable me parece anteponer a la verdad' aquellas exigencias convencionales y falsas como sacrificarla a la saña vindicativa o al prejuicio hostil." (EI subrayado procede del texto de don Ramón.)

    Me honra y me une muy sincera amistad con el señor Serrano Suñer. A lo largo de los últimos años muchas fueron las horas que hemos dedicado a comentar lo sucedido en Hendaya y lo ocurrido poco después, el 19 de noviembre de 1940, en Berchtesgaden y en la entrevista que allí sostuvo don Ramón, como ministro de Asuntos Exteriores de España, con Hitler. No comprendo en absoluto, o quizá comprenda demasiado bien, las fuentes o razones de Carrero Blanco para afirmar, en presencia del profesor De la Cierva, que don Ramón Serrano Suñer se comprometió entonces "de manera virtualmente irreversible a la entrada inmediata de España en la guerra" (Ricardo de la Cierva, Historia del franquismo, p. 184). Ricardo de la Cierva tampoco debió comprender aquellas fuentes o razones del almirante (quien, naturalmente, no estuvo presente ni en Hendaya ni en Berchtesgaden), puesto que se inclinaba a aceptar la versión del señor Serrano Suñer. A mayor abundamiento, la veracidad de don Ramón viene avalada documentalmente por un memorándum alemán que obra ahora en los archivos de la República Federal.

    Incomprensible e increíblemente el protocolo de Hendaya ha desaparecido, en cambio, de una caja fuerte de nuestro propio Ministerio de Asuntos Exteriores. En estas horas de "transición ", cuando según nos dicen se van a airear tantas cosas, fuera conveniente que el Ministerio abriese una investigación policial para averiguar cómo pudo perderse un documento de tanta importancia. Tal vez sabríamos entonces quiénes y por qué lo hicieron desaparecer.

    La otra copia del protocolo obraba, claro está, en poder de la Wilhelmstrasse, así como también guardábase en sus archivos el memorándum de la entrevista de Berchtesgaden entre Hitler y el señor Serrano Suñer. En la primavera de 1945, y en la agonía del nazismo, el Führer dio orden de que los fondos documentales del Ministerio fueran destruidos. No obstante, sólo un numero limitadísimo de documentos, casi todas de escasa importancia, desaparecieron entonces. Cuando a los pocos días entró en Berlín el Ejército soviético, sus servicios especiales revisaron cuidadosamente aquellos legajos para apropiarse de escasos papeles. Uno de estos es el documento C-57, que el fiscal soviético aportó como prueba U.R.S.S.-336 al interrogatorio del general Keitel en el juicio de Nuremberg, para mencionarlo de pasada también en el interrogatorio del general Jodl. Allí se sintetiza el proyecto del propio Jodl, como jefe de Operaciones del Cuartel General de Hitler, para apoderarse de Gibraltar. En otras palabras, ésta es la operación que el mismo Jodl expuso a don Ramón Serrano Suñer en Berchtesgaden, a solicitud de Hitler.

    A diferencia de las autoridades soviéticas, las americanas arramblaron con todos los archivos de la Wilhelmstrasse y, por añadidura, con los de la Cancillería del Reich. En junio de 1946 el Ministerio de Asuntos Exteriores británico y el Departamento de Estado americano convinieron la publicación conjunta de aquellos fondos documentales antes de devolverlos a la Alemania Federal en 1958. La edición lleva eltítulo conjunto de Documents on German Foreign Policy, 1918-1945. EI Departamento de Estado consta como único editor, orillados los ingleses por razones que ignoro, y el pie de imprenta es siempre el de Washington, aunque los diversos volúmenes aparecen en años distintos, cuyo tomo XI, Series D (1937-1945) The War Years (September 1, 1940-January 31, 1941). Washington, 1960, contiene el protocolo secreto de Hendaya en páginas 466-467, y el memorándum del 19 de noviembre en Berchtesgaden en páginas 589-606. Pese a inevitables discrepancias de matiz, estas pruebas documentales atestiguan cumplida y terminantemente versión que ha dado don Ramón Serrano Suñer de aquellas circunstancias.

    Serrano Suñer no ha ocultado nunca su germanofilia de aquellos tiempos, a diferencia de quien pretendía ofrecer a don Ramón a los tribunales de Nuremberg, en 1945, para demostrar que nuestro imperio se iba convirtiendo rápidamente en democracia orgánica al precio de su cabeza. Lo cierto es que en Berchtesgaden, Serrano Suñer fue el primer hombre que dijo "no" al déspota más poderoso del mundo de aquel entonces, desde su ascenso a la Cancillería en el año de gracia de 1933. Don Ramón Serrano Suñer, quien estaba completamente de acuerdo con Franco respecto a la política exterior, presentó todas las razones de orden económico, de absoluta miseria por mejor precisarlo, que impedían a España determinar una fecha para la entrada en la guerra; añadió que era amigo de los alemanes, pero que su primera fidelidad estaba con su país y que éste se defendería en caso de invasión como ya lo había hecho en tiempos napoleónicos. Hitler, quien había tratado a gritos y casi a coces a Schschunigg y a Hacha, cedió entonces. “Pienso que España puede tomarse algún mes más para prepararse y decidirse.” Cinco años después, ya en los amenes de aquel imperio (el de los nazis), el general Guderian y luego Albert Speer volverían a contradecir a Hitler y volvería a humillarse, para asombro suyo, aquel tirano.

    El 7 de septiembre de 1943, el general Jodl declara en Munich, y en una reunión de gauleiters, que Serrano Suñer ha sido un “ministro jesuítico” que engañó a Alemania. El propio general afirma luego en su diario que la resistencia de don Ramón ha desbaratado el proyecto de Alemania para hacer entrar a España en la guerra y apoderarse de Gibraltar. En fin de cuentas el jefe del Estado Mayor Operativo de las Fuerzas Armadas no hacía sino repetir el convencimiento del propio Hitler. El calificativo de “jesuítico”, aplicado por Jodl a don Ramón, procede en realidad del Führer. En el Tercer Reich los altos mandos militares tenían una manifiesta tendencia a imitar las ideas y palabras de su dictador, lo cual no fue óbice para que luego todos aquellos modelos de servilismo renegaran de su memoria en Nuremberg.

    En las llamadas Conversaciones secretas, los textos taquigráficos de monólogos y diálogos de Hitler, recogidos por orden de Martin Bormann entre Julio de 1941 y noviembre de 1944, el odio de Hitler al señor Serrano Suñer se manifiesta con una saña y unos insultos que honran a don Ramón. EI 7 de junio de 1942, afirma en la intimidad: "En España, desdichadamente, alguien está siempre dispuesto a servir los intereses políticos de la Iglesia. Serrano Suñer, el actual ministro de Asuntos Exteriores, es uno de estos hombres. Desde mi primer encuentro con él me embargó un sentimiento de repulsión, aunque nuestro embajador, con abismal ignorancia de la realidad, me lo presentó como el más ardiente germanófilo de España."

    EI 7 de julio del mismo año comenta el Führer: "Resulta obvio que él (Franco) es incapaz de librarse de la influencia de Serrano Suñer, aunque este último sea lapersonificación del cura en política y mantenga un juego obviamente artero con los poderes del Eje. De hecho los curas son increíblemente estúpidos. A través de Serrano Suñer intentan dar un impulso reaccionario a España para devolverle el trono a la Monarquía. No obstante sólo conseguirán encender otra guerra civil, que ellos serán sin duda incapaces de sobrevivir."

    EI primero de agosto de 1942, Hitler dedica una larga tirada a España, donde reserva, como de costumbre, su mejor odio para don Ramón, después de despotricar contra Franco e inclusive contra Isabel la Católica. "La verdadera tragedia de España fue la muerte de Mola; él era el único cerebro, el autentico dirigente. Franco llegó al poder como Poncio Pilatos entró en el credo. EI espíritu más siniestro es, sin duda alguna, Serrano Suñer, cuya tarea es preparar el camino de la Unión Latina. "

    Del 5 de septiembre, dos días después de la caída de don Ramón Serrano Suñer, es la última y sin duda la más interesante referencia de Hitler a éste. "Serrano Suñer se las había ingeniado para aniquilar a la Falange y restaurar la Monarquía si le hubiesen dado la oportunidad de hacerlo. ¡Su desgracia ha sido ciertamente acelerada por mi reciente declaración!" (Todos los textos de Hitler proceden de la edición americana Hitler's Secret Conversations, del original "Bormann- Vermerke", que no he tenido la oportunidad de consultar. Soy, por lo tanto, único responsable de las traducciones.)

    ("Ni callar ni mentir; a callar sólo cuando no fuera posible hablar con honrada sinceridad. 'Tan despreciable me parece anteponer a la verdad' aquellas exigencias convencionales y falsas, como sacrificarla a la saña vindicativa y al prejuicio hostil. ") Precisamente por haber tenido que callar durante tantos años fue víctima don Ramón Serrano Suñer de una de las campañas de descrédito más bajas y mejor orquestadas de nuestra Historia. A la Historia precisamente, en su versión universal, la llamaba a veces Unamuno sueño de Dios. La nuestra particular, de españoles, parece en cambio el sueño de Shakespeare: una pesadilla donde conviven Macbeth y Falstaff y donde es preciso recurrir al testimonio del propio Führer para subrayar una vez más que don Ramón Serrano Suñer no fue nunca el hombre de Hitler en España, sino el hombre a quien Hitler no perdonó nunca su heroica entereza en Berchtesgaden.


    Otras reacciones

    En general, la tónica de las reacciones ante las nuevas noticias sobre la página histórica de Hendaya iba explicablemente matizada por el gesto de la sorpresa. "Asombro" fue el epígrafe de un comentario de otro jurista, Manuel Jiménez de Parga, en Diario de Barcelona (4 de junio de 1976).4

    Algo más tarde, el 21 del mismo mes y año, el escritor y académico Camilo José Cela se hacía, entre otras, estas consideraciones, marcadas asimismo por el signo de la sorpresa: "Los ideólogos del régimen, perdidos en la ancha mar de las palabras solemnes, llegaron a suponer y a decirnos que Franco era la antonomasia de la España eterna y siempre victoriosa: durante la batalla, venciendo a la horda comunista y, tras la paz, burlándose de la horda nazi en una maniobra genial en lucha en la que, a cambio de algunos detalles cómicos e intrascendentes, desplegó todo un curso de habilidad diplomática... "

    De todo ello viene a concluir Cela -creo que con ironía- "que no fue Franco, sino Hitler, quien dijo que no". Pongamos las cosas en su sitio: Franco dijo que no, aunque el no de Franco es cierto que fue consecuencia del no de Hitler, al negarle éste su petición del Oranesado y la zona del Protectorado francés en Marruecos, además de nuestra vieja y eterna reivindicación de Gibraltar. Nos libraron de la tragedia, pues, una serie de circunstancias concurrentes: Pétain, que con su decisión de no ceder una pulgada del Imperio francés en África, obligó a Hitler a decir no; la negativa de Franco como consecuencia de no concederle el teutón los territorios que pedía Franco como condición para entrar en la guerra, y pronto... la misma Rusia al convertirse en la mayor preocupación y dificultad para el Führer; y sobre todo la Providencia.

    No me extiendo al repaso de otros comentarios o puntos de vista reflejados en la prensa, entre lo que, como antes he dicho, tiene carácter epilogal o de corolario respecto a los hechos que puntualmente referí. Con carácter de resumen expongo a continuación algunas consideraciones finales.

    En efecto, de haber accedido Hitler a las propuestas formuladas de parte española, se habría entrado en la guerra. Afortunadamente, Hitler no cedió a las pretensiones de Franco porque -esto es notorio- le interesaba mucho la alianza con Francia; le importaban en concreto, entre otras cosas, los buques de la Marina de guerra francesa fondeados en Tolón y en Bizerta, lo que era zona libre según el armisticio del mismo año, 1940. El mariscal Pétain exigía de Hitler, condición previa de su amistad política, la seguridad de que fueran respetados los derechos franceses sobre Argel y el Oranesado, que eran departamentos administrativos de Francia, esto es, territorio políticamente francés, como que asimismo se mantuviera indemne su situación de protectorado en Marruecos y Túnez. "Ni una pulgada del Imperio francés en África había de cederse" era la condición -repito- puesta por el viejo Mariscal tan inicuamente tratado por una política de su país.

    Al comprender Franco que Hitler no iba a avenirse a sus pretensiones, decidió adoptar una actitud de resistencia a fin de evitar nuestra entrada en 1a guerra o, en otro caso, la invasión de nuestro territorio. Pensaba Franco que sin la compensación de aquellos dominios en África, una España empobrecida, arruinada como consecuencia de la guerra civil, e inerme de añadidura, no podría arrostrar en modo alguno el tremendo sacrificio de una nueva guerra. Es justo, pues, atribuir a Franco, desde entonces, el merito contraído de haber hecho todo lo posible para alejar tamaño riesgo. Yo serví y secundé ese propósito en todos y cada uno de mis encuentros con los alemanes, poniendo a contribución todos mis recursos dialécticos, pero cuidando de conservar siempre el tono amistoso -por otra parte sincero- con el fin de evitar la invasión. Serví activamente una política de equilibrio: "amistad y resistencia" en mis numerosas confrontaciones con los alemanes y con mayor prudencia de la que en sus manifestaciones y conducta tuvieron algunos de los que en la hora del miedo me atribuían la exclusiva en la política germanófila.

    Algunas personas que, por lo visto, consideran ilegítimo que yo hable de esa colaboración mía porque en su servilismo estiman ver con ello ensombrecidos los merecimientos de Franco, han querido subrayar en cambio la valía de otras determinadas colaboraciones, no obstante ser estas subalternas y, he de repetirlo, posteriores a nuestra toma de posición frente a los planes de Hitler.

    La falta de serenidad, de objetividad, de criterio ponderado y justo aparece en todos los campos por lo que toca a las reflexiones o valoraciones sobre nuestra política ante el conflicto mundial. Así, mientras mi exposición verídica y honrada en relación con Franco ha parecido rebajante a gentes de aquí, no faltan comentaristas extranjeros que califican de apologético mi trabajo.

    En contrapartida de lo que acabo de decir, vemos que bastó la primera ráfaga de nueva luz sobre aquel decisivo hecho histórico para que numerosas y autorizadas voces dieran en la prensa fe de su reconocimiento por la aparición de algunas aclaraciones de importancia e interés. Del mismo modo, una larga serie de testimonios personales expresados de palabra o por escrito me compensaron suficientemente, por sinceros y espontáneos, de la obstinada persistencia de la "verdad establecida" -convencional, oficial-, con desprecio de la verdad sin comillas que es lo que cuenta.

    Me parece legítimo, por ello, hacer breve mención de algunos de los muchos escritos personales que me llegaron a raíz de la publicación del capítulo aquí epilogado, con la expresión de mi gratitud a todos. Éste se cierra, pues, con unas cuantas manifestaciones privadas, las cuales, en cuanto respetables documentos humanos, incluyen aspectos de clara significación pública ante hechos que de suyo la poseen. Entre los juicios de profesores, abogados, diplomáticos, escritores, profesionales de muy varias actividades, estudiantes, empleados..., hombres y mujeres, en fin, de la más diversa condición, me he limitado a escoger los fragmentos que siguen:

    “...Yo, como español y como buen amigo de Vd., he sentido una gran alegría en apreciar su gesto de caballero; así los sabelotodo ya no pedirán que se explique lo de la reunión de Hendaya. Ya está explicada y ¡en que forma! Caballerosidad, buen gobierno, cariño a España, a la que se libró de una mala papeleta..." (Tomas García Figueras, tratadista de máxima autoridad en temas africanos.)

    (Para que una interpolación, con este motivo, no constituya para el lector una interrupción demasiado larga, he preferido pasar a nota algunos de los restantes testimonios.)5

    He querido ofrecer sólo algunas muestras variadas de lo que refleja en cierta medida el "ambiente general" en torno al tema. No faltaron entre los comunicantes quienes, subrayando el pábulo que alcanzó según todas las señales al capítulo de la entrevista, me comentaban la rapidez de la venta de los periódicos respectivos en librerías y quioscos. Hubo también quien destacaba cómo los sucesivos artículos eran objeto de viva conversación hasta entre las gentes más sencillas. Muchos se interesaban por el modo de hacerse con mi libro, al que ya en febrero de 1976 daban por publicado. Alguien, en fin, con conmovedora espontaneidad, requería mi consejo sobre la obra de Gracián que debía comprarse, ello en vista de mi referencia al autor del Oráculo Manual que, junto con la de Quevedo, ponía fin al capítulo. He aquí por dónde mis consideraciones y noticias de índole política venían a ser acicate de cultura política y también ética y literaria. Quizás -ello significaría un consuelo- algunos compatriotas nuestros comiencen a reflexionar sobre que existe e importa un arte de prudencia y que, entre otras cosas, algo se esconde de dañoso en la consuetudinaria y arraigada técnica de "saber declinar a otros los males". Buena cosa, en verdad, si tal reconocimiento estuviera también en el ambiente general suscitado por el anticipo de mi libro.

    -------------------------------------------------------------------------------------------------


    1. Carta publicada en La Vanguardia Española el día 3 de marzo de 1976 en respuesta a López Rodó:

    "Señor Director de La Vanguardia.

    "Señor Director: con motivo de la publicación en la prensa de un capítulo mío sobre la 'Entrevista de Hendaya', el señor López Rodó escribió un artículo que, contra su propósito esclarecedor, ha traído confusión. Y ante la insistente tenacidad del autor por su carta aparecida en ese periódico el domingo 29 de febrero digo:

    "1.o Que confunde López Rodó dos reuniones distintas: la que tuvo lugar exclusivamente con los ministros militares, convocada por Franco, a petición mía, antes de salir yo para Alemania, que es a la que me he referido en mi trabajo, con otra celebrada por la Junta de Defensa.

    "2.o Que la frase que pone en labios de Franco -desde luego no pronunciada en la reunión a que yo me refiero- estaba en cualquier caso y lugar fuera de los términos que siempre usó al dirigirse a mí.

    "3.o Que el informe de 'seis folios mecanografiados a un solo espacio' (informe del Estado Mayor del Ministerio de Marina) argumentando contra una intervención en la guerra mundial es posterior a la conferencia Franco-Hitler en Hendaya y, más todavía, a mis negociaciones en Berlín con Hitler, donde -en uno y otro lugar, en una y otra ocasión- Franco y yo, sin tutores ni apuntadores -solos-, habíamos definido ya la actitud de España de máxima amistad con el Eje pero de impreparación para la beligerancia.

    "4.o Que la autoría del citado informe de Marina, sin duda luminoso y que yo no conocía, debe considerarse –formal, política y jurídicamente- como del almirante Moreno (que era entonces el ministro) al hacerlo suyo y tomar su responsabilidad: en lugar de atribuirla a sus colaboradores, que, por cierto según acaba de informarnos don Francisco Rapallo López-Quiroga, hijo del almirante del mismo apellido y que fue quien asistió a la reunión de la Junta de Defensa en su calidad de segundo jefe de Estado Mayor, fueron varios y no sólo Carrero a quien López Rodó atribuye en exclusiva aquel trabajo y su merito.

    "5.o Que López Rodó y cuantas personas se interesen seria y honestamente por estos temas deben leer el artículo publicado en el ABC del día 28 de febrero por el profesor Rojas, de la Universidad de Atlanta, que es altamente esclarecedor y que por su valor documental merecería ser reproducido.

    "6.o Creo que agotados con los dos escritos de López Rodó y los dos míos los cuatro turnos que concede nuestra Ley de enjuiciar, debemos pedir disculpas a los lectores y al director de La Vanguardia por esta fastidiosa controversia.

    "En todo caso recibiré siempre con respeto cualquier aportación fundada en relación con una tarea, muchas veces para mí penosa, a la que sólo por deber estoy entregado.

    "Con mi saludo afectuoso,

    "Firmado: R. Serrano Suñer."


    2. Articulo 364. El funcionario público que sustrajere, destruyere u ocultare documentos o papeles que le estuvieren confiados por razón de su cargo, será castigado:

    "1.o Con las penas de prisión mayor y multa de 5 000 a 25 000 pesetas siempre que del hecho resultare grave daño de tercero o de la causa pública.

    "2.o Con las de prisión menor y multa de 5 000 a 10 000 pesetas, cuando no fuere grave el daño de tercero o de la causa pública.

    "Se impondrá además la pena de inhabilitación especial."


    3. En el mismo diario, Joaquín Satrústegui publicó con fecha 26 de mayo de 1976 un artículo titulado "Fue Pétain quien nos salvó de la guerra". Fundándose en su conocimiento de los hechos a través de revelaciones que con carácter reservado le hiciera en su día el general Kindelán, coincide Satrústegui con lo expuesto sobre el encuentro de Hendaya pero dice de modo más claro y abierto -que la verdad histórica debe agradecer- lo que ya de modo implícito estaba en mi exposición de aquel acontecimiento.

    En la narración hecha por Kindelán a Satrústegui había sólo una pequeña confusión, o error, consistente en creer que el protocolo aceptado por Franco fuera entregado en Hendaya, cuando la entrega se hizo realmente en Ayete al amanecer del siguiente día. Vive todavía la persona -ahora es notario de Madrid y entonces era Director General de Prensa- que, por la reserva del tema, actuó de mecanógrafo, como persona de confianza, en aquella ocasión al dictarle el texto condicionado y reformado a nuestro regreso a San Sebastián.

    Por lo demás, el artículo de Joaquín Satrústegui tiene aportaciones de interés. Aparte de la que se refiere a la actitud de ciertos generales, que entendían que la sola recuperación de Gibraltar ya era bastante para entrar en la guerra, es valiosa la consideración en torno al almirante Moreno:

    "A los pocos días o semanas –Satrústegui toma como fecha de referencia la de la entrevista de Franco y Hitler-, las autoridades navales españolas proporcionaron al Gobierno unos bien fundados informes en los que se apoyó el almirante don Salvador Moreno (entonces Ministro de Marina) para adoptar una actitud de abierta oposición no sólo a cualquier intervención española en la guerra, sino a que se permitiera cruzar nuestro territorio a un contingente militar alemán que, con armas especiales, tomaría Gibraltar para nosotros y controlaría desde allí el estrecho. Esos informes demostraban que la escuadra inglesa dominaba los mares y podía no solo privarnos de toda clase de suministros vitales, sino 'planchar' Bilbao, La Coruña, Cádiz, Valencia o Barcelona. Fue entonces -en noviembre de 1940- cuando comenzó a materializarse la nueva política de resistencia a los alemanes en la que intervino Serrano Suñer, como el lo relata años más tarde, con detalle, en su famoso libro Entre Hendaya y Gibraltar."

    EI escritor antes citado, don José Ramón Alonso, indicaba en la revista Sábado Gráfico, ya el 28 de enero de 1976, que de mi capítulo anticipado resultaba claro cómo la política Hitler-Pétain impidió acceder a lo pedido por Franco, evitando asimismo la guerra. Y se preguntaba: "¿Qué nos salvó de entrar en la contienda y, como en 1808, ver el suelo español convertido en campo de batalla?" Añadiendo seguidamente: "Parece, por las revelaciones del señor Serrano Suñer, discretísimo político y ahora casi un mago de la Historia inmediata, que lo que vino a salvarnos fue que Hitler no quiso comprometerse a dar a España, mayores territorios en el Norte de África, porque su política de acercamiento a Franco en Hendaya venia a coincidir con los días dorados de la colaboración franco-alemana, cuando todavía el almirante Darlan no había vencido a Pierre Laval en la primera de sus batallas."

    José Ramón Alonso, atento comentarista de mi capítulo sobre el encuentro de octubre de 1940, sabe muy bien que no me asisten facultades mágicas de ninguna clase y que mal pueden ejercerse tales artes en la exposición de la Historia ("la Historia como fue" son sus palabras) aunque, con frecuencia, hallamos lamentables casos de superchería o manipulación interesada de los hechos históricos, lo cual, por supuesto, nada tiene que ver con la Historia auténtica; es su propia negación. Yo no hice otra cosa que exponer llana y seriamente lo que pasó, sin otras miras que dejar en su sitio la verdad, y afrontando los riesgos que ello a veces comporta. Comprendo, sí, el asombro ante la aparición casi súbita de datos evidentes que fueron sustraídos durante largos años, y por circunstancias diversas, al conocimiento y enjuiciamiento públicos. Por ello, tampoco tengo nada que oponer a esta otra manifestación del citado escritor, pero sí agradecer su sensibilidad y comprensión. "El silencio de Serrano Suñer ha supuesto enorme sacrificio, por cuanto se le tuvo durante años por el máximo defensor de la alianza hispano-alemana." Y no transcribo otra afirmación del mismo distinguido publicista (Sábado Gráfico, 28 de enero de 1976) porque no me mueve a escribir la vanidad sino el deber y el derecho de salir al paso de una cómoda y cobarde leyenda.

    En parecidos términos, por lo que toca a la trascendencia histórica de los datos aportaos, se expresaba en ABC (17 de marzo de 1976) bajo el título "Sobre la necesaria objetividad" el jurista, escritor y periodista José Maria Ruiz Gallardón, que fue en su juventud valioso colaborador mío en importantes tareas jurídicas. "Los recientes artículos de Ramón Serrano Suñer, aparecidos en ABC y La Vanguardia, han venido a esclarecer una etapa histórica muy mal conocida incluso por los llamados historiadores. Sobre todo tras el definitivo artículo del profesor de la Universidad de Atlanta, señor Rojas, también publicado en ABC, quien, tras una minuciosa búsqueda en los archivos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, deja como definitivamente incontrovertible la versión de nuestro ex ministro de Asuntos Exteriores. Replicar en contra de la misma, aludiendo a supuestas milagrosas intervenciones y a muy honorables personas, pero insignificantes en aquellas horas decisivas o argumentar sobre supuestas e ignoradas alusiones, no hace sino confirmar lo que ya es indiscutible."


    4. "Según informaciones procedentes del general Kindelán, el Jefe del Estado español quería entrar inmediatamente en el conflicto bélico, con el fin de obtener el Marruecos francés, Orán y Gibraltar. Era su única condición, pues estaba convencido del triunfo aplastante del Eje. Y con este propósito acudió a la llamada de Hitler."

    5. “...Cumplo el gratísimo deber ciudadano de dirigirme a Vd. para felicitarle de todo corazón por los aleccionadores artículos de ABC sobre la histórica entrevista de Hendaya. Creo que ha prestado Vd. un buen servicio al país y a la verdadera Historia." (Eleuterio Santos Canalejas, Villanueva de Alcardete, Toledo.)

    "Soy un joven español, estudiante, gran amante de la historia y de las letras. Le escribo esta sincera carta por dos motivos importantes: el primero es felicitarle por sus recientes artículos históricos, que son ya documentos, escritos en La Vanguardia, ABC y Historia y Vida sobre un tema tan decisivo, desfigurado, desconocido -hasta ahora- y que era una necesidad ante la historia el conocer perfectamente la verdad para poder entender el complicado periodo de España 1930-76 e incluso la segunda guerra mundial." (Luis Mir Pardo, Barcelona.) .

    "Leí 'El encuentro de Franco y Hitler en Hendaya'. Es un fundamental documento para los que vivimos y para las generaciones futuras. Es una fortuna que coincidan en ti el forjador de Historia y el escritor de Historia. Como coautor del trascendental episodio nos has hecho el regalo de poner tu clara pluma al servicio de la verdad, como obsequio maravilloso para quienes llevamos a España en el alma." (Joaquín Reguera Sevilla, Registrador de la Propiedad en Madrid.)

    "He rogado a Dios viviera Vd. con lucidez para que llegado el día se aclararan todas las actuaciones y los de las poltronas de la carroza vayan quedando en el lugar que les corresponde." (Jaime Rubio López, Madrid.)

    "Seguí con verdadera atención su serie de seis artículos...; muy interesante, por cierto, y develadora de una colección de tópicos y novelería que el vulgo confeccionó.", (Carmen Serrano Hermoso, Madrid.)

    "Distinguido y admirado señor: Digo admirado yo que tanto le odié cuando era Ministro de Relaciones Exteriores. No obstante, debo confesarle que más tarde, cuando fue colaborador de La Vanguardia, me entusiasmaron tanto sus colaboraciones que las buscaba y esperaba, no digamos ahora con estos capítulos de la historia de España que nos ha relatado con ese afán tan noble de verdad y de claridad. Por sus frutos le he conocido. Sin más, muchas gracias." (Juan Capdevila, San Hipólito de Voltregá.)

    "Quiero decirte sólo la profunda satisfacción con que he leído en ABC de hoy el artículo de Carlos Rojas 'En torno a la entrevista de Hendaya', que reivindica tu actuación en un momento trascendental." (José Maria Arauz de Robles, Abogado del Estado, Madrid.)

    “...Volviendo a su escrito acerca de las conversaciones que tuvieron ustedes con los mandos alemanes en Hendaya, se ha escrito mucho y seguirá hablándose, si bien para los que tanto le queremos a usted desde hace tantos años, ha sido una suerte esa aclaración de apertura del frigorífico y dar suelta a la verdad oculta, ya que para el hombre de la calle o de a pie, entre los que me incluyo, la noticia fue de que estaba usted interesado en que España entrara en guerra con los 'nacis' alemanes y a ello se debía su salida del Ministerio de Asuntos Exteriores. En fin, todo aclarado, y cosas veredes, Mío Cid." (Julián Maza Bolea, Zaragoza.)

    "Sigo con gran alegría todos sus triunfos literarios. ABC le proclama 'Figura del mes'. Bastante más se merece su semana sobre Hitler." (Ángel Ezcurra Sánchez, Madrid. El firmante de la carta alude, claro es, a la semana que ocuparon en el periódico las sucesivas entregas de mi capítulo.)

    "He leído de nuevo a López Rodó y la contestación suya. Don Laureano parece empeñado en conseguir todas las glorias para Carrero -que en aquella época era un simple oficial afecto al Estado Mayor de la Armada- y en eclipsar las de todos los de más protagonistas, que en realidad fueron dos: Franco y usted." (Ramón de Sanchís de los Santos, Barcelona.)

    "Cuando con motivo de su cese como Ministro me dirigí a Vd., pues intuía había sido victima de esas perversas tramas que se gasta la alta política, le decía que no se preocupase demasiado porque siempre hay cosas que más pronto o más tarde vuelven a su cauce." (Teodosio Díaz Gómez, Santander.)

    "Desde siempre, recuerdo haber escuchado a mi querido padre, ya fallecido, hablar con mucho respeto y simpatía sobre Vd. Al mismo tiempo que expresaba su confianza de que algún día podría explicar a la Historia todo lo que por diversos condicionamientos no había podido hacer hasta que el momento llegara." (Gema Piñana, Paris.)

  8. #8
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

    Después de haber leído dos veces consecutivas este último mensaje, sigo sin encontrar ninguna razón que justifique que fue Petain quien nos "salvó" de Franco y de Hitler, tal como afirmó en su día el Sr. Satrústegui, -"insigne analista politólogo e historiador"-, como tampoco de las preclaras palabras del Sr. Cela, que como al personaje anterior, también deseo eterno descanso en la paz de Dios, pero que como historiador le pasaba aquello que solía afirmar: "la memoria es flaca".

    En resumen, "ninguno de ambos señores" es fuente fiable en esta materia, sino que más bien parecen sacar los pies de sus respectivos tiestos. No así, el Sr. Serrano Suñer, que si estuvo presente en la entrevista de Hendaya y hasta visitó Berlín en su calidad de titular de Exteriores. Y este señor, en cambio, no menciona para nada y en parte alguna la importantísima mediación del Sr. Petain que, recordemos, era un pobre presidente títere de la Francia de Vichy encargada de decir "amén" a todas las ocurrencias del "cabo boche". Y debo añadir que resulta un tanto perverso el uso de cierta terminología como cuando, por ejemplo, por dos veces se señala la "germanofilia" del Sr. Serrano Suñer cuando, en realidad, era "nazifilia", pues entonces había también muchos germanófilos que de simpatizantes con el nazismo no tenían nada.

    Los hechos son los que fueron, y ahí están los archivos para molestarse en indagar en ellos; podrá haber documentos desconocidos, tal como pasa en relación con cualquier personaje, acontecimiento o etapa histórica que se quiera; la Historiografía (lo prefiero así porque como "Historia de..." la hay de todo lo habido y por haber) es interpretable según la ideología, el método de lectura y análisis, así como el gusto y apetencia de los estudiosos, pero las recreaciones más o menos fantásticas, usando personajes y situaciones reales, son propias de la literatura.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  9. #9
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    Re: Fue Petain quien nos salvó de la guerra

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    En puridad, la versión de los hechos que aparecen en el artículo de ABC pertenece al General Kindelán y no al Sr. Satrústegui, el cual simplemente se limita a hacer de mensajero al recogerlos y reproducirlos. El Sr. Serrano Suñer está conforme con esa versión de los hechos. La razón por la que yo me animé a colgarla, aparte de las garantías antes mencionadas, fue porque el siempre minucioso y documentado historiador Tomás Echeverría también la daba por buena.

    Es verdad que el título del artículo no deja de ser algo sensacionalista, pero pienso yo que Satrústegui lo titula así, a parte de para la típica técnica que suelen usarse en los titulares para atraer la atención del público a su lectura, para servir también de contraste a la tan manida -y falsa- afirmación o frase, que gusta mucho a los franquistas, de que "Franco nos salvó de la guerra" (asunto al que también alude incidentalmente Satrústegui en el propio artículo).

    De todas formas de la lectura del cuerpo del artículo de ABC se entiende bien que Petain no hizo directamente de manera deliberada ninguna gestión conducente a evitar que los españoles entraran en una guerra que hubiera sido de consecuencias desastrosas para sus inmediatos intereres, sino que las gestiones de Petain se dirigían a conseguir que Hitler no aceptara las condiciones que Franco le presentara para entrar en la guerra. En este último sentido sí que cabría hablar de una ayuda indirecta por parte de Petain hacia los genuinos intereses españoles, pues estas gestiones del Mariscal impidieron que no prosperaran las condiciones que Franco ponía sobre la mesa para meternos de lleno en la guerra al lado de Alemania.

    Se podría afirmar, como dice Serrano Suñer, que nos salvó la Providencia (mediante la decisiva intervención indirecta de Petain como instrumento de la misma).

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