Gonzalo Fernández de la Mora describe crudamente "la Transición":
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El fraude sistemático
...El cambio político preconizado desde dentro y desde fuera del sistema anterior, suponía el tránsito hacia algo diferente; pero jamás se precisó la meta a la que se pretendía llegar. Nunca se declaró que se aspiraba a sustituir la monarquía unitaria, confesional y presidencialista por una monarquía plurinacional, agnóstica y partitocrática como sería la de la Constitución de 1978.
Ni siquiera se anunció cuál era el alcance de cada uno de los sucesivos pasos. Jamás se dijo que se legalizaría al Partido Comunista, ni que se convocaban elecciones para Cortes constituyentes; ni cuál era el modelo de Estado que habían pactado los partidos mayoritarios antes de que se iniciaran los debates parlamentarios.
La constante ambigüedad ... fue una meditada táctica que permitió captar sectores de opinión incluso contrapuestos. Cada uno configuraba con arreglo a sus preferencias la imagen de ese nebuloso Estado hacia el que se avanzaba... todos iban en el mismo vehículo, pero cada viajero se imaginaba un destino propio... para todos había una plaza en el poliédrico ómnibus del cambio...
Los que habían recibido de las Leyes Fundamentales de Franco el poder suficiente, para desde arriba, hacer el cambio político sí sabían adónde se encaminaban. Practicaron una ambigüedad que era caudalosa fuente de erróneos malentendidos; pero no les bastó con eso y recurrieron a engañar sistemáticamente a ciertos sectores de la clase dirigente y también a las masas. Engañaron a las Fuerzas Armadas, a las que el presidente del gobierno prometió solemnemente que no se legalizaría el Partido Comunista ni ningún otro más a la izquierda o separatista; se hizo creer a los procuradores de las Cortes orgánicas que se trataba de mantener la legalidad; se anunció a la iglesia en los debates constituyentes que no se permitiría el aborto y se respetaría la libertad de enseñanza; se ocultó al censo electoral que se le convocaba para designar unas cortes constituyentes que harían borrón y cuenta nueva del Estado español...; se afirmó que otorgando laxas y precipitadas autonomías se yugularía al terrorismo por falta de pretexto. Nada de ello fue verdad.
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Un país habituado a respetar el principio de autoridad estaba predispuesto para ir aceptando paso a paso los hechos consumados... un país sin experiencia cercana de los maquiavelismos partitocráticos y de la politiquería, en el peor sentido del vocablo, no estaba en condiciones de hacer la crítica racional de las declaraciones, promesas y programas con que se le abrumaba... Mentira, pues, con alevosía...
Las metas no se alcanzaron a través de una genuina convicción general, sino gracias a una serie de golpes pacíficos o de pronunciamientos civiles protagonizados por quienes habían recibido de la legalidad anterior poder suficiente para decidirlos y para seleccionar a los principales ejecutores.
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Los motores del cambio
A la muerte de Franco, el presidente Arias constituyó el primer gobierno de la Monarquía. La máquina del Estado funcionaba normalmente y el nivel de paz ciudadana era muy superior al que vendría en el lustro siguiente. Ninguna institución ni fuerza social estimable pidió el cambio constitucional.
Según los autores del "Informe sociológico sobre el cambio político en España" (Ed. Foesa, 1981), en la transición del año 1975 al 1976 solo el 37% de la población se pronunciaba a favor de la existencia de partidos políticos. Y las simpatías se manifestaban del modo siguiente:
(INFORME SOCIOLÓGICO SOBRE EL CAMBIO POLÍTICO EN ESPAÑA (ED. FOESA, 1981)
AÑOS 1975-1976POBLACIÓN APOLÍTICA: 63%
POBLACIÓN FAVORABLE
A PARTIDOS P0LÍTICOS: 37% ...
... DE ESE 37%: INDEFERENTE, EL 50%
...DE ESE 37%: OTRO 50%, DECIDIDO POR...
‘MOVIMIENTO NACIONAL: 15%
DEMOCRISTIANOS: 14%
SOCIAL DEMÓCRATAS: 6%
SOCIALISTAS: 5%
FALANGISTAS: 4%
LIBERALES: 3%
CARLISTAS 1%
REGIONALISTAS: 1%
COMUNISTAS; 1%
... La voluntad de cambio era, pues, extraordinariamente minoritaria.
Por cierto, que los autores de esa encuesta no eran sospechosos deantidemocratismo sino todo lo contrario, como lo demuestra, entre innumerables, esta opinión: “El nombre de Franco ha sido para una generación entera no sólo de españoles un símbolo de todo contra lo que había que luchar”. Claro que las encuestas que ellos mismos aportaban desmentían el prejuicio contra el estadista.
Por iniciativa de sus colaboradores, el presidente Arias decidió acometer una reforma constitucional (de las ‘Leyes Fundamentales’) que mantenía la estructura fundamental del Estado y ampliaba algunos cauces representativos... Pero cuando la alta Cámara estaba debatiendo el articulado llegó inesperadamente la noticia de que el rey había pedido la renuncia de Arias, y éste, que aún disponía de casi tres años más de mandato legal, había presentado la dimisión sin la menor resistencia...
Ya no cabía duda alguna al respecto; la reforma constitucional que Arias había acometido le pareció insuficiente al rey. En ese momento quedó a plena luz que el “motor del cambio” no era el pueblo, ni los sindicatos, ni la clase política; era, como subrayó Areilza, el monarca. En rigor, fue un cambio libérrimamente otorgado puesto que no era visible ninguna presión ni de las instituciones ni de la sociedad.
Quien rechazaba la reforma continuista era obvio que preconizaba una sustitución total del sistema. Había dos caminos: la ruptura revolucionariade la legalidad o la utilización del ordenamiento constitucional vigente para derogarlo desde sus propios supuestos. En el segundo caso se mantendría la legalidad, es decir, el respeto por lo menos formal, ya que nunca material a las normas juradas. El preconizador de esta fórmula fue Torcuato Fernández Miranda, un fino ingenio jurídico que previamente había sido designado por el rey presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.
...Para asegurar el apoyo de las Cortes estaba Fernández Miranda quien, preocupado por ciertos escritos míos me llamó un día para comunicarme: “El rey lo ha decidido y vamos a un régimen pleno de partidos”. Le pregunté que si tan pleno como el de la II República, y me dijo que no consideraba prudente responderme. En un clima intencionadamente superequívoco, tal era el cociente de ambigüedad que se imponía, incluso ante el amigo y antiguo compañero de Gobierno.
Para el poder ejecutivo... Fernández Miranda propuso un hombre que, según me confesó, le inspiraba escasa confianza y ninguna estima académica, Adolfo Suárez. El candidato tenía la cualidad de haber caído simpático a Juan Carlos desde que le conoció cuando, entonces príncipe iba a descansar a una villa serrana en la provincia de Segovia donde Suárez era gobernador civil...
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Para controlar a las Fuerzas armadas se nombró al General Gutiérrez Mellado... que había permanecido largos periodos al margen del Ejército. Era conocido por su audaz infiltración en los medios republicanos durante la guerra civil, lo que permitió suministrar valiosa documentación militar a los nacionales, pero, sintiéndose insuficientemente premiado había ido acumulando un notorio resentimiento contra Franco y su régimen... Era el hombre ideal para neutralizar al Ejército de la Victoria; primero, lo silenció, luego lo desvertebró, y finalmente lo dejó sin pulso... Así es como el cambio político se hizo contra el común sentir del Ejército...
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Era preciso encauzar los votos y, para ello, se constituyó la UCD. Fue un partido de cuadros promovido desde la Presidencia del Gobierno y al que se incorporaron los que estaban dispuestos a abjurar de su pasado autoritario o conversos al demoliberalismo, que se transformaron en los más sañudos perseguidores de sus antiguos correligionarios...
El programa de la UCD era de ambigüedad suma pues reunía elementos de casi todas las ideologías no marxistas. La imagen que se presentó a la opinión pública fue de una cierta continuidad perfectiva del régimen anterior, simbolizada por su líder, exsecretario general del Movimiento.
Para organizarse, utilizó el aparato del antiguo partido único. En términos sociológicos el éxito electoral de UCD fue el triunfo del franquismo porque recogió la mayor parte de los votos afectos al Estado del 18 de julio...
En suma... la ambigüedad del programa de la UCD permitió que la derecha votara a favor de un equipo que luego haría una política de centro-izquierda y que acabaría disolviéndose en la nada para dar paso al socialismo en 1982..."
(Gonzalo Fernández de la Mora, 'Los errores del cambio', 1986)
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