Revista FUERZA NUEVA, nº 493, 19-Jun-1976
Los niños de manos rojas
El “ruedo ibérico” es algo que los franceses tienen al sur de su país y al que se asoman con frecuencia, ya que es una diversión de infinitas posibilidades. Cuando en ese ruedo la sangre no corre o no lo hace con la frecuencia deseada, azuzan a los gallos, afilan ciertos espolones y ¡a asomarse otra vez a la barrera a ver qué pasa allá abajo!
Conviene comprobar cuánta sangre se ha derramado en España desde el final de la guerra y cuánta parte de culpa tienen nuestros vecinos del norte. Leyendo el libro del coronel Aguado Sánchez “El maquis en España” indigna el constatar la gran parte de culpa que Francia o su Gobierno o quienes fueren tienen en la sangre que en esas tierras españolas se ha venido derramando. 227 guardias civiles muertos, 370 heridos, 953 asesinatos de civiles, entre “ejecuciones”, represalias, rehenes o simple ansia de matar, cosa muy desarrollada entre aquella fauna que a España vino a “liberar del terror franquista”. De estos bandoleros, 2.173 quedaron para siempre en montes, vaguadas, caseríos, quebradas o en los lugares de ejecución. Aparte hay que contabilizar raptos, sabotajes, asaltos, robos…
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Estos “guerrilleros de la República” eran preparados, entrenados, armados, curados, escondidos (pocas veces), animados, respaldados… por un muy numeroso sector de franceses y en Francia. Naturalmente que la cabeza comunista visible era española, a la sombra de Francia y dirigida desde Moscú. Leyendo el libro antes citado queda uno perplejo de la catadura moral de aquellos desgraciados que vinieron a España engañados, respirando odio, para morir aquí revueltos en sangre, miseria, polvo y mugre. Terror de los campesinos a los que decían venir a liberar.
Mientras tanto, sus jefes y jefecillos, que jamás se atrevieron a traspasar la frontera, se quedaban cómodamente en la Francia acogedora, cuando no en otros países “paraíso” como Rusia, Yugoslavia o Polonia. Y no venían porque la cobardía es a veces libre y ellos preferían enviar a morir en España a esta carne de cañón, malencarada y cruel; carne miserable a la que despreciaban y de la que se servían para los fines del partido.
Años más tarde, cuando surge el fenómeno ETA y demás siglas del sindicato del crimen, sus jerifaltes y asesinos son elevados a la categoría de héroes, se les da cobijo, se les mima, se les arma, se les ayuda y se les esconde. Cuando muere un “guerrillero” con el alma encallecida por el odio, por la desesperación, por la desesperanza…, se lanzan los vates de allende el Pirineo a ensalzar al “héroe”. Y otra vez se acodan en la barrera del ruedo ibérico para ver la próxima fiesta.
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Cuánta sangre vertida aquí con la ayuda de Francia. Hijos de Francia que sestean por nuestras costas plácidamente gracias a que por la acción de aquel denigrado guardia civil el “héroe guerrillero” ya no está cerca. Con el tiempo, motivado por esas misteriosas razones de la genética y de la influencia del medio ambiente sobre la conformación de las razas, los niños franceses, muchos niños franceses, van a nacer con las manos enrojecidas. Enrojecidas por la sangre española que sus divertidos padre y abuelos ayudaron a derramar en esta España nuestra.
Desde que los franceses se asomaban desde su tranquilo jardín para observar cómo los españoles nos destrozábamos en Irún (1936) hasta hoy (1976), cuántas cosas han pasado. Cuánta sangre de uno y otro bando se ha derramado gracias a la criminal y cobarde actitud de muchos franceses y de muchos de sus “humanitarios” gobiernos. Cuántos odios mantenidos, provocados y alimentados desde esas emisoras francesas, malolientes de tanto escarbar en cubos de basura. Cuántos odios provocados por ese locutor de Radio París, que con su voz atiplada bombardea implacablemente año tras año, día tras día para mantener el ruedo ibérico siempre animado con rencores y con odios (…)
Jesús FLORES THIES |
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