Una imparcial historia sobre el maquis en España y sus diferentes etapas, sin tendenciosidad ni dogmatismos:
Hablemos del maquis.
Juan José Fernández Delgado
http://www.ateneodetoledo.org/wp-content/uploads/2017/09/Hablando-de-maquis-1.pdf
Pero antes hay que hablar de “los hombres de la sierra”, como eran conocidos los que se
echaron al monte, incluso antes de acabar la guerra civil (1936-1939), al ver próxima la derrota
del ejército republicano. Así pues, hablaré de aquel movimiento que presentó resistencia armada
al régimen franquista y consiguió durante unos años, casi dos décadas, que la paz anunciada por
el parte radiofónico transmitido desde la Comandancia de Burgos el 1 de abril de 1939, no se
hiciera real. No obstante, todos sabemos que aquel movimiento acabó en el más estrepitoso de
los fracasos por diversos motivos, que iré comentando.
Ahora señalo que este movimiento de lucha antifranquista no tuvo la misma presencia
ni la misma intensidad, ni idéntica esperanza ni persiguió los mismos objetivos durante esas dos
décadas –de los cuarenta y cincuenta- en que se desarrolla, por lo que se distinguen cuatro
etapas, desiguales en duración e importancia:
1. La primera se extiende desde la primavera del 1939, o antes, hasta octubre de 1944, y
la protagonizan aquellos que, ante el avance de las tropas franquistas, deciden no entregarse, y
se integran en el conjunto identificado como los huidos, a los que se van uniendo, además,
desertores y evadidos de penales y campos de concentración. Y formarán partidas dispersas que
fueron el germen de las posteriores agrupaciones de resistencia, a las que se unirán pequeños
grupos que entran en España de manera espontánea desde 1941, por los Pirineos y por el norte
de África con ayuda del PCE y de los norteamericanos. A partir de 1942 aumenta el número de
huidos como correlato del desarrollo de la Segunda Guerra, aunque el principal repunte de
guerrilleros se produjo después de la fracasada invasión del valle de Arán (16 de octubre, 1944).
Estos grupos, no obstante, no consiguieron vertebrar organizaciones que merezcan ser llamadas
políticas, y menos militares, pues su única finalidad era la autodefensa mientras esperaban el
resultado del conflicto europeo.
El éxito del ejército ruso en la batalla de Stalingrado (febrero de 1943) supuso esperanza
y optimismo para los huidos, y la JSUN apostaba desde el sur de Francia por la insurrección
nacional, idea de la que participaba todo el PCE, y aprovecha esta circunstancia para extender
su influencia sobre los de la sierra. Y enviará especialistas a finales de ese año para que
instruyan a las partidas de huidos que pululan por los montes de la Zona Centro.
2. La segunda etapa es la más breve, pero de mayor magnitud y de objetivos políticos
más definidos: desde los primeros meses de 1944, las partidas de la Zona Centro (Los Montes
de Toledo, Altamira y las Villuercas y los Ibores) mantienen contacto con la dirección del PCE
en Gredos, donde recibían instrucciones y propaganda. En esta etapa, Jesús Bayón González, el
jefe encargado de coordinar estos grupos, se hará llamar “Comandante Carlos” y procurará que
los huidos se llamen y se consideren guerrilleros integrados en la Agrupación Guerrillera del
Centro. Y para estructurarla y organizarla contó con Dionisio Tellado Vázquez, el legendario
“Mario de la Rosa”, y con el apoyo de José Antonio Llerandi Segura, “Julián”, cubano recién
llegado de Francia. Culmina esta etapa con la ofensiva de los “maquis” españoles residentes en
Francia contra el territorio pirenaico español en octubre de 1944 y fracaso de la operación.
3. De mayor importancia es la tercera, y va de 1945 a 1948: la presencia de partidas se
extiende por buena parte de los macizos montañosos de España. Es el periodo de mayor
actividad guerrillera y, también, de deserciones y traiciones, y de las vacilaciones del PCE sobre
el movimiento guerrillero, su cambio de táctica y su abandono posterior.
4. La última se desarrolla durante 1949 y primeros años cincuenta, y significa el
desmoronamiento de la lucha antifranquista hasta su desaparición en 1963, que algunos señalan
con la muerte de Ramón Vila Capdevila, “Caraquemá”, en Cataluña, y la de José Castro Veiga,
“el Piloto”, en Galicia. “El Piloto” murió el 10 de marzo de 1965 en un enfrentamiento con la
Guardia Civil después de una delación; incluso, otro maquis gallego murió después, Ramón
Rodríguez Varela, que llevaba en el monte desde los comienzos de la guerra y le encontraron
muerto en la cruz de unos caminos en 1967. Según la autopsia, murió de un infarto (1).
En este momento se hacen necesarias dos precisiones: que el periodo que media entre 1949
y 1952 no se puede considerar con propiedad de guerrilla porque la resistencia
antifranquista, como tal resistencia, ya había desaparecido, pues en las sierras de España sólo
permanecía un puñado de hombres acosados, acorralados por múltiples circunstancias y todas
negativas, y con peores perspectivas, incluso, que los huidos de la inmediata postguerra. Y es
así porque aquellos huidos y los guerrilleros de la segunda etapa tenían un futuro esperanzador,
puesto en las democracias vencedoras de la Alemania. Pero los guerrilleros de este periodo eran
hombres huidos sin esperanza, pues veían que esas democracias no sólo no venían a derrotar a
Franco, sino que Inglaterra y Francia empezaban a considerar a Rusia como enemigo naciente; y
también Rusia los abandona, pues España estaba muy lejos de sus objetivos después del reparto
de Europa en las reuniones de Yalta y de Postdam (2); además, desentendiéndose del problema
español, Rusia tenía las manos más libres para obrar a su antojo y conveniencia en la Europa del
Este. Veían también estos huidos sin esperanza afianzarse el Régimen de Franco. Y ha de
añadirse que ya no contaban con el enorme apoyo de la gente del llano, una vez que había sido
diezmada por la guardia civil. Así pues, acorralados por las fuerzas que los combatían,
abandonados por sus propias organizaciones y convertidos en problema para los enlaces y sin
valor alguno como confidentes y delatores para la guardia civil, contaban con dos soluciones:
malvivir aplastados al terreno o buscar por su cuenta la salida al extranjero. Por todo ello, el
año 1949 marcó el fin de la resistencia armada, aunque, oficialmente, se fija el año 1952.
La otra precisión es que hasta finales de los años sesenta existen coletazos del
movimiento, ejemplificados con la detención de los últimos “topos”.
Señalo a continuación, Quiénes eran y de dónde procedían.
Es indudable que la paz que se ofrecía detrás de aquel parte de guerra emitido desde Burgos el 1 de abril de 1939 no fue real,
ni las promesas de paz, familia y trabajo, tan cacareadas por la propaganda franquista del
momento, pues muchos de los que en todo ello habían confiado fueron los molestados con
represalias y declaraciones y vejaciones por el hecho de haber participado en la contienda en el
bando republicano, en muchos casos por motivos de azar. Por tanto, a los que se echaron
al monte por tan diversos motivos se les llamaba los hombres de la sierra o, simplemente, los de
la sierra:
-eran soldados republicanos que decidieron no entregarse, y se introdujeron en los
montes y sierras de España con la intención de continuar la guerra en un principio; después, con
la única idea de resistir y subsistir.
-más evadidos de las cárceles, de las prisiones habilitadas, de los batallones de
trabajadores (del de Buitrago, por ejemplo), de colonias penitenciarias y de destacamentos
penales. Muchos de ellos con la sentencia de pena de muerte firmada y el V.B. de Franco.
-gentes con pasado bélico poco claro (comprometido en demasía).
-otros con las manos manchadas de sangre, cosa común después de tres años de guerra.
-y cuantos no creyeron aquellas promesas de Franco, y bastantes de los que las creyeron
y regresaron a sus hogares se vieron obligados a echarse al monte, pues por rojos eran
hostigados y citados con demasiada frecuencia a declarar.
-También hubo gente popular que se fue a la sierra por encontradas circunstancias,
ajenas a cualquier compromiso político, y jóvenes que se negaron a incorporarse al servicio
militar, algunos de ellos obligados por familiares a no incorporarse.
-y otros muchos que no quisieron optar por la vía del exilio: “Yo nada he hecho; por
tanto, nada me puede pasar” –se decían-. Pero la realidad fue muy otra.
-Y a todos ellos, se ha de añadir la “gente del llano”, integrada por familiares y
confidentes de los hombres de la sierra que les proporcionaban comida y noticias.
-y los “topos”, aquellos hombres que cansados de la vida de huidos deciden regresar a
sus pueblos, donde viven escondidos esperando la ocasión más oportuna para entregarse o a ser
descubiertos por una mala circunstancia.
La mayor parte procedía de la España rural; de hecho, la lucha guerrillera tiene un
carácter eminentemente campesino, y se manifiesta en la nula incidencia que tuvo en el ámbito
urbano, si exceptuamos en el centro de España Talavera y Puertollano, donde los de la sierra
gozaban de cierta infraestructura y apoyo. Y Madrid, claro. Por ello, la mayoría de los huidos
carecía de instrucción cultural y política, y en muchos casos manipuladas con ideas populistas
en las respectivas Casas del pueblo. “Fueron muy pocos los que se incorporaron a la sierra con
un espíritu auténticamente guerrillero y de oposición armada al franquismo. Su principal
objetivo, y en muchos casos el único, era salvar la vida y esperar a que la situación política se
normalizase pronto para poder regresar a sus casas”, como afirma Benito Díaz (3). Y Jesús
Bayón González, “Comandante Carlos”, después de varias reuniones con los huidos en las
sierras de Gredos y Altamira, escribe una carta (noviembre 1944) a José Isasa Olaizola,
“Fermín”, jefe de la organización del Ejército Guerrillero del Centro, decepcionado por lo difícil
que resultará dotar de organización y disciplina a estas partidas: los huidos –dice- no creen
mucho en la disciplina militar, ni en la organización de que pretendemos dotarles. Tienen un
“bajo nivel político, puesto que son hombres de los pueblos limítrofes, muchos no pertenecen a
ningún partido político y los demás ingresaron durante la guerra”, cita tomada también de
Benito Díaz Díaz, coordinador del libro La guerrilla en Castilla-La Mancha (4). Y en su libro
Huidos y Guerrilleros Antifranquistas en el Centro de España, señala que era continua la
variación de los integrantes de las partidas, pues cambiaban de grupo con frecuencia; y a pesar
de que eran cada vez más numerosos, carecían de la más elemental organización política y
disciplina militar. Asimismo, había un trasiego constante de gente que unas veces estaba en la
sierra y otras se escondía en casas de familiares o amigos. Y “su actitud individualista, su
inexperiencia y el escaso armamento del que disponían”, más sus propias traiciones, (5) serán
causas suficientes para que lo paguen muy caro.
Por su parte, Andrés Trapiello, en su libro La noche de los cuatro caminos. Una historia
del maquis. Madrid, 1945 (6), se refiere a la historia de la guerrilla como “la de unos cuantos
débiles y la de unos cuantos pobres (…) defendiendo la libertad bajo banderas estalinistas”,
citado por Moreno Gómez, en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, núm. 206.
Así pues, “siempre la razón última de su estancia en la sierra tuvo como origen (salvo
excepciones) el sálvese quien pueda”, dice ahora Moreno Gómez (7).
Veamos ahora su integración y distribución en esas cuatro etapas:
En la primera, conocida como “periodo de huidos” (desde antes de que acabara la
guerra hasta 1944), hay que contar, en primer lugar, con restos del derrotado ejército
republicano de las columnas de Toral (8) y de Cartón (Pedro Martínez Cartón), que en marzo de
1939 se introdujeron en los Montes de Toledo y en La Jara. “De hecho, los pocos soldados
republicanos que al terminar la Guerra Civil se escondieron en las sierras y lugares abruptos de
la geografía española, no lo hicieron para continuar una lucha que ya habían perdido, sino como
medio para alcanzar la supervivencia” (9). Y a ellos se han de añadir individuos que ubicados en
el monte hacían la guerra por su cuenta.
-Y entre los primeros evadidos de cárceles y calabozos, se encuentran nuestros cuatro
paisanos, pues lo hicieron el 30 de junio de 1939.
-También entre los primeros huidos se cuentan tres vecinos de Menasalbas que se
habían escapado de la cárcel de ese pueblo toledano: Saturnino Gómez Muñoz, “Margallo”,
Benigno Escobar Gutiérrez, “Trascanta” y Domingo Mariblanca García-Díaz, “Mariblanca”,
acusados de numerosos “asesinatos en el tiempo rojo”, a los que se unirá nuestro paisano
Quintín García Fernández. Todos murieron muy pronto.
-El grupo que merodeaba por Navahermosa, gobernado por Eugenio Sánchez, el Rubio
de Navahermosa, relacionado con más de diez asesinatos en su pueblo, y El Chato de la Puebla,
Valentín Gil Valiente, fugado de la cárcel de Navahermosa…
-Los hermanos Manuel y Ramón Guerreiro Gómez, gallegos y militares, apodados,
respectivamente, “Antonio” y “Julio”. Serán cabezas muy visibles de la II Agrupación
guerrillera que actuaba en la provincia de Ciudad Real y “Antonio”, luego, un traidor.
-A principios de 1940 se fueron a la sierra ocho hombres del pueblecillo de Hontanar.
-Desde primeros meses de 1940, también actuaron por los montes toledanos Joaquín
Ventas Cinta, “Chaquetalarga”, al que tan bien conocían algunos del pueblo, y Juan Aldana, los
dos de Fuenlabrada, y Honorio Molina Merino, “Comandante Honorio”, de Villarta de los
Montes, fugados los tres de la cárcel de Herrera del Duque. “El Comandante Honorio” tenía su
campo de acción entre Los Yébenes y Ventas con Peña Aguilera, y a su grupo se unieron 20
evadidos de la cárcel de Orgaz en enero de 1940, y otros huidos de Ajofrín y de Retuerta del
Bullaque como Victoriano García Francés, “El Artista”, y Ángel Carbonel Caballero, “El
Catalino”, y otro desconocido. Murieron estos tres en marzo de 1941 en un encuentro con la
Guardia Civil. De la cárcel de Quintanar de la Orden, el 11 de noviembre de 1939 escaparon 12
condenados a muerte, entre ellos el famoso José Manzanero Marín.
-Y desde finales de 1940, José Méndez Jaramago, “El Manco de Agudo”.
-Se ha de añadir también el grupo de evadidos (unos veinte) del convento de las
Concepcionistas habilitado para cárcel en Hinojosa del Duque (10) la última noche de agosto de
1940. Entre ellos estaba Pedro Díaz Monje, “El Francés”, personaje emblemático de la guerrilla
en Cáceres, y Francisco Corchado Silveira, “Lazarete”, que formó su propia partida con una
docena de huidos de su pueblo, El Viso del Marqués. Y en agosto del año anterior (4 de agosto
de 1939), se habían escapado de la cárcel de Belalcázar, ubicada en el convento de la Divina
Pastora, quince lugareños, todos condenados a pena de muerte, entre ellos Dionisio Castellano
García, “Palomo”, (11) que llegaría a ser el jefe del Estado Mayor o jefe supremo de la 2ª
Agrupación de Ciudad Real y, capturado en los alrededores de Malagón el 5 de junio de 1948
por la delación de su compañero “René”, Honorio Delgado Blanco, el legendario guerrillero que
vino de Francia a instruir y a organizar las diversas agrupaciones del centro de España, y
tendrán, los dos, el triste honor de contarse entre los grandes traidores de la lucha guerrillera.
En su época de maquis, “Palomo” se entregó sin descanso a la guerrilla, con el único
afán de derrotar a Franco y a su Régimen para hacer tabula rasa de su pasado. Luego, se
entregó por completo al teniente coronel Limia Pérez, Jefe de la Comandancia de la Guardia
Civil de Ciudad Real, y delató y traicionó a sus compañeros para recabar “certificados de buena
conducta” que compensaran, o paliaran, las causas por las que había sido condenado antes de
terminar la guerra, y acabó con toda la II Agrupación de Ciudad Real y con la guerrilla en
Granada. En fin, se presentó al juicio con un abultado número de manifestaciones de
reconocimiento por parte de Limia Pérez, pero no se le conmutó la pena y murió fusilado (5 de
agosto, 1951), después de haber pasado una semana en el calabozo de la cárcel de Ocaña sin
recibir ni una sola visita. Es el protagonista de la novela que estoy escribiendo.
-También se echó al monte, próximo a Los Alares, Ángel Nevado Príncipe, acusado de
haber participado muy activamente en la muerte de varias decenas de vecinos de Alía,
asesinados en Puerto de San Vicente por la Columna Fantasma de Manuel Uribarri Barutell, de
la que había formado parte. Y por estos pueblos jareños anduvo huido Julián Díaz Palomo
“Malamuerte”, de Campillo, que se había fugado de la cárcel de Toledo.
Y a todos ellos hay que añadir aquella red de enlaces y colaboradores que les prestaban
servicios de avituallamiento y de noticias, como ya señalé.
Para detenerlos y hacerlos frente, al principio participó el ejército apoyado por efectivos
de la guardia civil. En una de estas batidas detuvieron (17 de abril de 1939), cerca de
Manzaneque, a un teniente y a cuatro soldados republicanos. Unos días después, era capturado
el comisario político de la 4ª Brigada Mixta con sede en San Martín de Pusa y, al tiempo, se
descubrió un depósito de armas con fusiles y 500 cartuchos. Otros deciden suicidarse antes de
entregarse y de ser capturados, como José García Arias, “Tresdedos”…
-Segunda etapa. Se desarrolla durante 1944 y culmina con el fracaso de la ocupación del valle de
Arán. Durante la primera etapa y todo el año de 1944, la represión ha ido en aumento, por lo que
ha crecido el número de “maquis”, término que ahora se introduce en España (12) por extensión
de su significado en Francia para referirse a estos hombres de la sierra empeñados en derrotar a
Franco y, si posible fuera, a su Régimen. A partir de la formación en Francia de la Agrupación
de Guerrilleros Españoles (AGE) y de la invasión del valle de Arán, es cuando los huidos son
organizados en Agrupaciones Guerrilleras (AG) por empeño y decisión del PCE, que sigue “el
consejo de distintos asesores soviéticos que apelaban al papel desempeñado por la guerrilla
durante la guerra civil rusa”, tomando como ejemplo la historia del mítico Chapayev, como
afirma César Vidal en su artículo “¿Fueron los maquis una fuerza democrática” (13), y adoptan
una terminología grandilocuente: Divisiones, Ejército Guerrillero, Estado Mayor de tal y cual
División…
En esta etapa, además, en el verano de 1944, el PCE crea en Toulouse la Unión
Nacional Española (UNE), que engloba a comunistas, socialistas, anarquistas y miembros de
izquierda republicana. Luego se constituyen en Agrupaciones Guerrilleras (AG), dentro de la
misma, con el nombre rimbombante del XIV Cuerpo de Guerrilleros del Ejército Republicano,
pues creían llegado el momento de liberar a España. Con esta intención se produce la invasión
del valle de Arán y otros valles colindantes. Pero el 28 de octubre de ese año, Vicente López
Tovar, jefe de los cuatro mil guerrilleros que entraron, dio la orden de retirada “a partir de las 12
horas de la noche”, con el consentimiento de Santiago Carrillo...
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