Revista FUERZA NUEVA, nº 554, 20-Ago-1977
EL DEMOCRATISMO Y SUS MENTIRAS CONTRA LA VERDAD DE ESPAÑA (II)
HISTORIA Y SANGRE NO SE BORRAN
Manifestación máxima de la mentira empleada contra España para su desaparición de la Historia, más mentira todavía que la acostumbrada desfiguración de la realidad, es la negación que se viene haciendo, sistemáticamente, de la existencia misma de las cosas, haciéndole creer a la gente que jamás han sido.
La eterna “leyenda negra”
Una vez hemos escrito sobre ese fenómeno característico de la cultura occidental, que consiste en atribuir a las naciones europeas transpirenaicas todos los hechos y acontecimientos progresivos en la marcha de la Humanidad, y presentar como negativos y a contracorriente los producidos por España o los españoles. Así es como la desastrosa aventura, negativa, de la llamada “reforma protestante”, despliegue desgraciado de la contrahistoria, se presenta en los manuales o tratados como el comienzo de la mejor civilización europea. Y, en cambio, como retardatriz o reaccionario, en el peor sentido, lo que llaman casi despectivamente la Contrarreforma. Así lo creen los que ignoran la pujanza admirable de la única reforma importante y fecunda, que fue la de Cisneros, Isabel la Católica, Alcántara, Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y tantos más.
Según la “leyenda negra”, vieja de siglos, España no ha aportado nada valioso a la Historia; porque confunden a ésta con la contrahistoria. Y es en esta corriente de mentiras donde se forma la catarata de negaciones que viene desempeñándose hace cuarenta y más años sobre todos los hechos y acontecimientos grandiosos que forman la historia del Movimiento Nacional español contemporáneo.
Mentiras contra España
Lo que dicen los productos informativos de los laboratorios culturales del occidente democrático (únicos de que se surten los grandes periódicos y editoriales de este mundo y de España) acerca de la decisiva revolución española, es que aquí no hubo entre los años 1936 y 1939 una Guerra de Liberación Nacional, ni mucho menos una heroica Cruzada en defensa de la fe y la religión católica, entonces cruelmente perseguidas, y no como ahora pervertidas y desfiguradas para fines subversivos. Únicamente existió, según todos esos falsarios, una cruel guerra fratricida que ha dejado como huella nada más unos rescoldos de odio inextinguible.
No hubo, dicen, gestas de epopeya como el Alcázar de Toledo, ni batallas memorables como Brunete, el Jarama o la del Ebro: solamente, bombardeos criminales sobre poblaciones indefensas, “estigmatizados” (ante los pacíficos exterminadores de poblaciones enteras con sus bombas atómicas) por los pinceles casualmente comunistas del gran financiero del arte, Picasso. Ni hubo holocaustos gloriosos, como fueron en verdad los de José Antonio, Calvo Sotelo (el inmortal), Maeztu, Onésimo, Pradera o Ledesma y tantísimos más, sino únicamente -para la pudibundez democratista- oscuras represalias contra los artistas o “intelectuales” de la conocida nómina, muy bien pagada, de los antiespañoles, en cuyo ditirambo se siguen agotando los tipos y las grandes letras titulares de las imprentas y editoriales de la prensa infraespañola.
Tampoco hubo aquí, por lo que cuentan las propagandas democráticas, filósofos y pensadores rendidos a la evidencia y altísima significación de tan grandes hechos históricos, como fueron García Morente y otros muy destacados. ¡Nada! Para los avaros coleccionistas de infamias prefabricadas, antiespañolas y anticristianas, en España, desde el 18 de julio de 1936, no ha habido nada más que sombras o espectros de crueles inquisidores de leyenda negra, o reencarnaciones de fieros soldados de los Tercios de Flandes, tal como los describen y todavía evocan “nuestros buenos amigos” de Bélgica u Holanda. O de la dulce Francia, la de la noche de San Bartolomé y los crímenes y el terror de su Revolución.
Tampoco hubo Victoria el 1 de abril de 1939, victoria de España del Ejército Nacional. Sólo fue que los rojos y sus Brigadas Internacionales perdieron la guerra por torpezas, indisciplinas y traiciones, achacables exclusivamente a ciertos españoles, ignorantes de la grandeza heroica y el carácter invencible del Ejército, jefes y comisarios al servicio del comunismo, salvador de la Humanidad. ¡Oh!
Tampoco - siguen dogmatizando- ha existido la Revolución Española del 18 de Julio. No hubo ideales ni Principios que dieran vida y movimiento arrollador al levantamiento unánime del pueblo para derrocar por la santa y justísima violencia los poderes vesánicos y criminales de “un Gobierno anticonstitucional, tiránico y fraudulento”, como dijo el Caudillo.
No existió, ni existe, el Movimiento Nacional, continúan salmodiando los enemigos de España. Y, en fin, vienen propagando también -en lo cual les hacen coro “expertos constitucionalistas” infraespañoles- que en nuestra Patria no ha existido ni existe un Régimen político propio, dentro de un Orden Fundamental instituido para la progresiva realización de la Justicia, como es, efectivamente, nuestro orden institucional, hoy tan vilipendiado y siempre mal conocido. Ni tampoco -siguen mintiendo- hemos tenido un Estado bien organizado y servido, como suprema institución de la comunidad nacional española (¡nuestro único Estado, contemporáneo y de este siglo!), sino, según su torva letanía, una “oprobiosa dictadura” carente de las notas del “Estado de Derecho” burgués y socialista. (Cuyas primicias, por cierto, ya vamos “disfrutando” en forma de vulneración en cadena de toda clase de leyes por simples decretos o por actos caprichosos del Gobierno capitalista y democrático que ahora nos lleva a donde y por donde quiere).
Hechos que se corresponden con mentiras
A ese designio mentiroso y demoledor a todo lo grande y noble, y a tantas negaciones contra España y su historia, corresponden en la vida práctica hechos muy deliberados, conocidos y lamentables: se viene prescindiendo de conmemoraciones y honras a monumentos en recuerdo de fechas, hombres y gloriosos acontecimientos de nuestra epopeya nacional reciente. Francia, los Estados Unidos norteamericanos y Rusia pueden seguir y siguen celebrando los horribles crímenes y ferocidades sanguinarias de revoluciones, las suyas, terroríficas, o de sus guerras libertadoras, como lo hacen, con grandes desfiles y fiestas nacionales (que ocupan a nuestros periodistas y diplomáticos), después de que han pasado dos siglos, o, en la URSS, sesenta años. España, en cambio, por mandato de nuestros opresores, y por vil servilismo, cobarde y vergonzoso, de unos cuantos infraespañoles, no puede hacer más que olvidarse y hasta sonrojarse de sus limpísimas y gloriosas hazañas nacionales. (…)
Los colaboradores de la campaña antiespañola
Tales son las pesadas lápidas de mentiras y negaciones, bajo las cuales Europa y las democracias pretenden enterrar a España para excluirla de la Historia. Pero han sido colaboradores en la preparación de esas losas y en el empeño funerario, muchos españoles indignos de serlo:
1º) Los obispos y presbíteros, que en la Asamblea Conjunta (1971), tuvieron la innoble desfachatez de blasfemar la gloria de los mártires y héroes de la Cruzada española. Por villana cobardía ante el comunismo ateo y criminal, declararon culpables a los confesores de la fe, con la calumniosa injuria de que “no supieron ser ministros de reconciliación”.
2º) Los periodistas infraespañoles que vienen ya hace años arrojando estiércol sobre la brillante historia y los gloriosos hechos del Alzamiento y la Guerra de Liberación española, y últimamente sobre el Caudillo, haciendo el juego, miserablemente a las sucias campañas y perversas intenciones de los enemigos de nuestra Patria y de la civilización cristiana.
3º) Los intelectuales y profesores, también infraespañoles, que por cretinismo y otras taras, personales o de secta y monipodio cubren su necedad y deficiencias formativas con pedanterías librescas y un estúpido desprecio hacia todo lo que es y vale de España, nuestra historia, nuestro pueblo, instituciones y cultura.
4º) Los políticos sin la grandeza moral que exige la participación responsable, desinteresada e independiente, en la formidable empresa del Movimiento español y el Estado Nacional, cuya misión y trascendencia universales no han sido capaces de entender ni de servir.
5º) Los malos financieros y negociantes que, insaciables, han contaminado la atmósfera moral de España y de los españoles, principalmente políticos y altos funcionarios, vendiendo al capitalismo supranacional o sin escrúpulos, sagrados intereses de nuestra Patria y defraudando legítimas aspiraciones y necesidades de empresarios y honrados trabajadores españoles. (…)
Jaime MONTERO
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