Revista FUERZA NUEVA, nº 553, 13-Ago-1977
El democratismo y sus mentiras contra la verdad de España (1)
LA IMPOSICIÓN DEMOCRÁTICA
Jaime Montero
Es sabido que las fuerzas y potencias del imperialismo democratista, desde su triunfo en la guerra mundial, año 1945, tenían decretada la demolición del Régimen nacional español y la imposición a nuestra Patria de su democracia. En su plan de acabar con el “colonialismo” y con el “fascismo”, dos consignas útiles para repartirse el mundo (los viejos imperios coloniales europeos) entre la URSS y los EE.UU., el Estado nacional español, surgido como consecuencia de la Revolución del 18 de julio de 1936, fue catalogado, arbitrariamente, entre los “fascismos”, con el fin de poder pulverizarlo, igual que hicieron con los Estados alemán e italiano.
Manipulación de los hechos
Lo de menos para ese plan era la realidad histórica de nuestra Revolución, única en el mundo de signo cristiano, y el hecho de que España no fue derrotada en la guerra, siendo, al contrario, la única nación del continente europeo que, por sí sola -el pueblo unido en el Movimiento Nacional- detuvo a Hitler y a sus temibles ejércitos, para los cuales Francia, con su famoso ejército y su línea Maginot, vino a ser un aperitivo de tres semanas.
Y ¿por qué lo de menos para el plan era la realidad histórica española? Pues, sencillamente, porque el democratismo se caracteriza por crear una realidad aparente (la única que existe para la gente en general), valiéndose para ello de sus colosales y fascinantes medios de propagación de tópicos y mentiras (prensa encadenada, publicaciones masivas, campañas mundiales, películas, publicidad, televisión, etc.) con los cuales crean estados de opinión, partidos políticos, líderes salidos de la nada lanzados como estrellas de espectáculos, y, sobre todo, el mito de la democracia: esa quimera inventada para ilusionar y seducir a los hombres y las colectividades masificadas. Que no es la democracia real, de participación efectiva responsable, sino la que monopoliza el nombre y la idea de la democracia, invocada beatamente como una divinidad, a la que se rinde culto, encarnada en un sistema. El sistema cuyos medios e instrumentos de sugestión gregaria mueven y utilizan a su antojo y conveniencias los grandes monipodios internacionales del imperialismo democratista, con sede y centrales en la URSS, en los EE UU, o en las factorías dependientes del Mercado Común.
Los hechiceros del culto mágico a la nueva deidad, o sea, los democratistas, son presentados por las gigantescas propagandas como intérpretes y ministros del poder absoluto del pueblo soberano, una vez que éste (por la propaganda) ha aprendido de la democracia a prescindir de Dios y de la religión verdadera, embaucado con la maliciosa patraña de ser el pueblo el legislador supremo. Con eso, y por obra del estado emocional que se crea con los métodos de la psicología de masas y de grupos, los juicios mágicos de los hierofantes del gran rito, difundidos por la prensa en cadena y otros “mass-media”, anulan y suplantan todo discernimiento personal o colectivo acerca de cuestiones o problemas de cualquier carácter: religioso, histórico, político, moral o estético.
Extracto último de la falsa realidad
Merced a esas sugestiones y a la creación de realidades falsas es como se ha llegado en España la actual (1977) situación, que tanto asombro produce y cuyas derivaciones pueden ser enormemente desastrosas. No es lo adecuado decir: ¡parece mentira!, para expresar la perplejidad general producida por el reciente espectáculo político de unas Cortes, reunidas para ultrajar el escudo de España, montadas a caballo para iniciar su carrera sobre las dos precisas y escogidas fechas del 13 de julio y el 22 del mismo mes, con la Pasionaria y Carrillo como los diputados más importantes y significativos y el jefe del Estado Nacional (Juan Carlos) diciéndose ante ellas rey “sin poderes políticos” (contra el artículo VI de la vigente (1977) Ley Orgánica) a la espera de que los “representantes” del soberano -el pueblo- dicten, ellos, una Constitución para la Monarquía constitucional? Contra el principio V de los inalterables del movimiento. Que por lo que se dice vender a determinar el número. De nacionalidades existentes en nuestra península, islas y plazas de soberanía. Así como el régimen político y corresponderá en el futuro a cada una de ellas. Contra todos los principios y leyes fundamentales del Reino. Los Estados desunidos de España será, tal vez, de lo que preparan
No es lo adecuado decir que parece mentira, no; sino que todo eso se ha montado sobre una serie casi infinita de mentiras, inventadas propaladas y sistematizadas con el fin de establecer en España la democracia -la suya- que decidieron imponernos como a una colonia, las super potencias ganadoras de la guerra y dictadoras de la paz de 1945.
Mentiras y métodos democratistas
Las mentiras empezaron cuando la ONU recién creada decidió por votos que España era un peligro para la paz del mundo “por fabricar bombas atómicas en serie” y otras patrañas, lo que les sirvió para establecer desde entonces el conocido cerco internacional de chantajes y boicots (con agresiva retirada general de embajadores), represalias comerciales, campañas canallescas de prensa, insultos, difamaciones, y demás medidas inicuas propias de la democracia, con el fin de hacernos daño y deteriorar la imagen de España; que, para el mundo manipulado por todo eso, empezó a ser, ¡no lo que de verdad era!, una nación pacífica y laboriosa reconstruyendo las ruinas en ella producidas por las fuerzas internacionales, democráticas y comunistas que trataron de destruirnos a sangre y fuego y nos expoliaron, sino una “nación fascista y belicosa”, enemiga de la paz y de la libertad. Eso sirvió de pretexto para la más bellaca guerra internacional contra España, no declarada pero sí sostenida con saña, mediante la invasión de los “maquis”; sucio procedimiento de las democracias europeas para inferimos todo el mal posible y al mismo tiempo quitarse de encima los incómodos y peligrosos brigadistas rojos de la tan nombrada resistencia francesa (hecha por milicianos fugitivos derrotados de la guerra Española de liberación) contra los ejércitos de ocupación de Hitler.
Estrategia antiespañola
La estrategia del plan internacional contra España se basó, igual que siempre -leyenda negra-, en procurar a escala mundial su desprestigio y en provocar la asfixia o la destrucción de todo aquello que pueda mantenerla en forma, unida en orden, poniendo en acción la fecunda capacidad forjadora de civilización cristiana de nuestro pueblo. Por eso, demostrada ante el mundo la formidable potencia renovadora del glorioso Alzamiento del 18 de Julio de 1936 y la virtualidad entrañada en el Estado Nacional instaurado sobre los principios del Movimiento, el desarrollo del siniestro plan exigía evitar la continuación de nuestro Régimen al desaparecer el Caudillo, redoblando para ello el esfuerzo demoledor en dos direcciones convergentes a ese fin:
1ª Exaltación triunfalista de la democracia, atribuyéndole como sistema todas las virtudes y excelencias políticas imaginables, además de las maravillas cantadas sobre el progreso del mundo, y
2ª Desprestigio y persecución de nuestro Régimen político, achacándole todos los vicios más repulsivos, así como el origen de las dificultades y entorpecimientos acumulados, como hemos visto, contra España, por la conjura internacional. Llegando en esto hasta el extremo de glorificar como héroes en lucha por la libertad a los cobardes asesinos terroristas, por medio de criminales campañas del democratismo satánico, anticristiano y antiespañol, a veces coreadas por voces y actitudes de jerarquías eclesiásticas.
Estas son las causas inmediatas de la admiración “beata” por la democracia y del menosprecio imbécil hacia nuestro Régimen, que han hecho tan fácil, para los enanos y truhanes de sus antecámaras y recocinas, ponerse a desmontarlo ante la casi indiferencia de gentes drogadas por los medios de difusión ideológica y las propagandas planetarias. (…)
El procedimiento para someter a los pueblos con el tósigo dulzón y enervante de la democracia consiste en hacérsela desear y hasta aceptar por propia voluntad, empleando al efecto astucia y dinero en abundancia. Lo cual, manejado con la maestría que lo hacen, obliga a reconocer en las fuerzas y organizaciones democráticas todos los méritos y las artes que, en materia de captación de voluntades, hicieron inmortal a la Celestina. Bien puede decirse que el democratismo es la gran alcahueta de la humanidad actual, y la democracia su gran ramera.
A la defensa de España, defensa de la verdad
Frente a tan formidable aparato de poderes y medios, nuestra Patria podrá salvarse volviendo enérgicamente por los fueros de la verdad: contra las falsedades de las propagandas; contra la suplantación “informativa” de las realidades y los hechos y contra la enormidad de los fraudes perpetrados, para la imposición de la democracia. ¡Aquí del periódico nacional que propugnan Blas Piñar y esta revista!
Fueron, efectivamente, la falsificación de la realidad de España y las enormes campañas de prensa las que encandilaron al público dócil, que ve la televisión y lee periódicos y revistas, con las supuestas y fabulosas excelencias de la democracia como sistema mágico para el logro por ensalmo del orden, la paz y la felicidad general. En esa atmósfera, cargada además con la progresión alucinante del terrorismo organizado contra las instituciones, y las innobles maniobras sobre nuestro territorio del Sáhara, las cosas presagiaban ya, al principio del año 1975, muy acusadamente en primavera, la caída ignominiosa en el descrédito (así lo decían sin rodeos los periódicos extranjeros) del “régimen dictatorial español”, culpable, según tan colosales campañas, de la enemistad de otras naciones; concitador del terrorismo, y unánimemente rechazado por la “opinión del país”. Tal era el tenor informativo de la prensa extranjera; mas, ¿quién no recuerda también la línea editorial, o portavoz del “Ya”, y el “desahucio” del Caudillo por parte de los señores Cabanillas y Garrigues, este último desde la página más solemne de “ABC”?
Y sin embargo, la realidad no era entonces, ¡como no es ahora, ni nunca! la que fabricaban y presentaban a la gente las campañas y opiniones difundidas por los órganos de prensa y propaganda encadenados en el aparato democratista, que incluye Banca y supranacionales, entre otras muchas cosas. La enfermedad y muerte del Caudillo en olor de multitud y en fama de santidad, en medio de la admiración y el dolor unánimes; dejando como estelas de su último viaje las manifestaciones de duelo más impresionantes de la Historia política y el Mensaje generoso dejado en testamento a los españoles, dio en tierra por entonces con el madurado plan de “advenimiento salvador de la democracia” como sistema “libertador” de nuestra Patria.
Para los tenaces manipuladores de los hechos y fabricantes de “información” con las artes de la mentira y el amaño habilidoso, resultó necesario entonces cambiar de plan y calendario. La nueva maniobra consistió en hacer creer al pueblo que eran necesarias unas “reformas” para perfeccionar la gigantesca obra de Franco (frase frecuente bajo el gobierno Arias) acoplando en el sistema de Leyes Fundamentales del Reino, y sin tocar a los principios del Movimiento, salvo el VII, una ley fundamental más, denominada cautelosamente Ley para la Reforma Política (1976) que no contiene ni la más mínima referencia a derogaciones o modificaciones del Ordenamiento Fundamental y Principios de nuestro régimen político.
Por obra, es de suponer, de legistas expertos en voladuras de sólidas construcciones jurídicas por la preparación y colocación de preceptos explosivos en elementos aislados, pero básicos, del Ordenamiento, se hizo someter a referéndum como “ley fundamental” a esa que no puede serlo por su radical contradicción con los Principios del Movimiento Nacional. Engañando los periódicos al pueblo, con la falsedad de ser válida la votación popular de tal ley, mediante esa consulta, que el Rey, como Jefe del Estado, carecía en absoluto de facultades para someter a referéndum sin pedir, y obtener, antes, el dictamen preceptivo del Pleno del Consejo Nacional, acerca del proyecto de ley elaborado por las Cortes españolas.
Y así, por tan tortuosos caminos de fraudes y falsificaciones, maniobras y mentiras, que es preciso recordar constantemente, hemos arribado ya, como antes decíamos, a la violentísima escena, con ropaje circense de legalidad, de anunciarse en marco solemne el establecimiento “ab initio”, en la España del Estado Nacional y de los Principios y Leyes Fundamentales en vigor, del “sistema democrático constitucional” que los grandes poderes del mundo (tan crueles con España) imponen a sus pueblos vasallos con el fin de tenerlos sometidos a su imperio. (…)
Jaime MONTERO |
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