ARISTOCRACIA



Belleza, serenidad. Los mejores ejemplares del género humano. Algo que lleva mucho tiempo conseguirlo. Algo que no se puede conseguir pagando. Un ordenamiento de los instintos, una exigencia para consigo mismo... y para con los demás.

Hubo un tiempo en que brilló con luz propia la auténtica aristocracia. Sigue existiendo esa auténtica aristocracia, pero los nobles genuinos no mostrarán su rostro a las cámaras de los "paparazzi", no se rebajarán a esos lavaderos públicos que pueblan los "famosetes" ineducados, insolentes y procaces. La auténtica nobleza vive reservada y discretamente, ajena al inmundo que emergió con la revolución de 1789, que ha ido degradando cada vez más a los seres humanos. Los aristócratas se han alejado de la escena pública. ¡Y cuánto nos duele su distancia! Su ausencia... Su apartamiento -el apartamiento de la auténtica aristocracia- nos afecta. Las maneras se hacen cada vez más groseras, más vulgares. Se van extendiendo modelos "humanos" degradantes: esos jóvenes con gorras, "rapeando", imitando los gestos y las muecas simiescas de los primos hermanos de Darwin.

El mundo se plebeyiza. Ellos -los aristócratas- tienen que regresar. Han de volver, para convertirse en ejemplos vivos de todo lo mejor del género humano. Su valor y su misión no consiste en asimilarse al pueblo. El valor y misión de la aristocracia consiste más bien en elevar al pueblo, mostrándoles un modelo humano acabado.

"Nobleza obliga".


Publicado por Maestro Gelimer

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