ALABANZAS DE ESPAÑA:
120
ALABANZA DE AL-ANDALUS (por Al-Saqundi -siglo XIII-)
“Loado sea Dios, que dispuso que quien hable con orgullo de la península de al-Andalus pueda hacerlo a plena boca, infatuándose cuanto quiera, sin encontrar quien le contradiga, ni le estorbe en su propósito. Porque al día no se le llama oscuro, ni a la cara bonita se le puede llamar fea.
Cuando paró de hablar Al-Saqundi, se escuchó la voz del gobernador de Ceuta, el emir Abu Yahya ibn Zakariya ben Al-Mumin que dijo:
Ancho campo encontraste para hablar, si tienes lengua que hable, habla.
Y la voz orgullosa del poeta dijo al hablar de España:
-Yo alabo a Dios porque me hizo nacer en al-Andalus y me concedió la gracia de ser uno de sus hijos. Mi brazo puede alzarse con orgullo y la nobleza de mi condición me impulsa a hacer acciones meritorias. Y ruego por nuestro señor Mahoma, su excelso profeta, y por sus inmaculados familiares y compañeros y les envío mi saludo.
Tras esta impresionante introducción, empezó con el ataque directo a los que ponían sus ciudades por encima de las de las de España, con un ataque frontal al escritor y poeta tangerino Al-Tany, diciendo:
-Y después de esto digo: Alguien que discutía la superioridad de al-Andalus, me ha movido cuando estaba quieto y me ha llenado estando vacío, obligándome a salir con repugnancia de mis casillas para contradecir y refutar su opinión.
Y mirando directamente al tangerino añadió:
- Pretendía éste tal romper la opinión unánime de las gentes y venirnos con algo que no aceptan ojos ni oídos, pues todo el que ve y oye no puede pasar por semejante cosa ni dejarse arrastrar por quien vagabundea en esos andurriales.
- Querer como él quiere, ensalzar a Berbería sobre al-Andalus es querer ensalzar la
izquierda sobre la derecha y decir que la noche es más clara que el día. ¿Cosa
asombrosa! ¿Cómo puede comparar las puntas de las lanzas con los regatones y taladrar la roca con el vidrio? Tú que soplas donde no hay brasas e intentas cazar halcones con gavilanes, dime: ¿Cómo podrás multiplicar lo que Dios ha hecho escaso y ennoblecer lo que Dios dispuso que fuese ruin? ¿Qué intolerable mentira es esta? ¿Cómo puede comparecer un vejestorio delante de una muchacha? Vuelve los ojos al rostro que reverencias y presta oídos a la voz que respetas:
¡Gran diferencia hay entre la generosidad de los dos Yazides: Yazid Sulaym y al-Agarr ibn Hatim!
- No pierdas la vergüenza, ¡oh, tú que intentas gorjear con sollozos, peinarte sin pelo y enamorar a las mujeres honestas con canas teñidas! ¿Dónde ha ido a parar tu juicio? ¿Qué se ha hecho de tu talento y de tu lucidez? ¿Se ha apoderado el prejuicio patriótico de tu corazón, hasta el punto de cegar las luces de tus ojos y de tu entendimiento?
Dices tú: “Nuestros son los reyes”. Pero también hubo reyes nuestros; que en nosotros se cumple el dicho del poeta:
La fortuna está un día en contra nuestra y otro día en nuestro favor; un día estamos afligidos y al otro día estamos alegres.
Si con el califato de los Banu Abd al-Mu’min (¡que Dios prolongue!), tenéis ahora en vuestras manos el trono de todos los países del Magrib, antes lo tuvimos nosotros con el califato de los Qurasies, de quienes dijo uno de ellos, perteneciente a la rama oriental de la familia:
Yo pertenezco a un linaje de gentes nobles y poderosas. Las cimas de los púlpitos se moldean para que las huellen.
Califas en el Islam, caudillos contra los infieles. En ellos está y a ellos ha de atribuirse la gloria de todas las hazañas;
y de quienes dijo otro de ellos, perteneciente a la rama occidental:
¿Acaso no somos nosotros los Banu-Marwan, aunque cambie nuestro estado y a pesar de las vicisitudes de la suerte?
Cuando uno de nosotros nace, la tierra se estremece de júbilo y vibran en su honor los púlpitos.
En su tiempo florecieron tantos hombres ilustres y poetas, cuantos se han hecho célebres en todos los horizontes, cuya fama es más perdurable sobre las páginas de los días, que los collares en los cuellos de las palomas,
y avanza con el paso del sol por todos los países y transita con el soplo del viento por la tierra y el mar.
Sus reyes no cesaron de sucederse, conforme se dijo:
El califato no cesó de sucederse entre vosotros, como las margaritas se enfilan en el collar.
hasta que Dios decretó que se rompiera el hilo de sus perlas y se extinguiera su imperio. Entonces desaparecieron, ellos y sus historias, y se borraron, ellos y sus huellas:
Ornamento de esta tierra fueron en vida; después de la muerte son ornamento de los libros y de la Historia.
¡Cuántos beneficios dispensaron y cuántas faltas perdonaron!
Puesto que el hombre no es más que la historia que tras él queda, sé tú una bella historia para quien ha de compilarlas.
Uno de los florones de su imperio fue al-Mansur ibn Abi Amir. ¡Qué prodigio el de este hombre, que en sus incursiones por tierras de cristianos llegó hasta el Mar Verde, que no dejó en ellas ningún cautivo musulmán y que, mientras vivió, reunió siempre el ejército de Heraclio y el valor de Alejandro! Cuando murió se escribió sobre su sepulcro:
Las huellas que dejó hacen inútil que se le describa; por ellas creerás estarle viendo con tus propios ojos.
¡Por Dios! Jamás producirán los tiempos otro como él, y nadie que no sea él defenderá las fronteras.
................
Cuando, después de fragmentado este imperio, se alzaron los reyes de taifas y se dividieron el territorio, los más ilustres súbditos estuvieron unánimes en reputar favorable tal división, pues ellos animaron el mercado de las ciencias y rivalizaron en recompensar a poetas y prosistas.
No había para ellos vanagloria mayor que el que se dijese: “El sabio Fulano vive en la corte del rey Zutano”, o “el poeta Tal está al servicio del rey Cual”. No hubo entre ellos ninguno que no gastara su riqueza en prodigalidades y de quien las alabanzas no despertaran memorias que ya no volverán a dormir a lo largo del tiempo.
Ya habrás oído hablar de los reyes eslavos amiries, Muyahid, Mundir y Jayran y habrás oído hablar también de los reyes árabes Banu Abbad, Banu Sumadih, Banu al-Aftas, Banu di-l-Nun y Banu Hud. En honor de cada uno de ellos se han eternizado tantas alabanzas que si se alabase a la noche sería más clara que la aurora.
Los poetas no cesaron de balancearse entre ellos como se balancean los céfiros en los jardines y de entrar a saco en sus tesoros con la vehemencia del ataque de al-Barrad, hasta el punto de que uno de sus poetas, al ver que los reyes rivalizaban en atraerse sus alabanzas, llegó a jurar que no alabaría a ninguno de ellos en una qasida por menos de cien dinares; el propio al-Mutadib ibn Abbad quiso obligarle a que le alabase en una qasida, y él, a pesar de la célebre impetuosidad del rey y de su severidad extremada, se negó a ello, hasta que le diese lo que había estipulado en su juramento.
.................
Y aunque todos los reyes de al-Andalus, conocidos por el nombre de reyes de taifas, rivalizaron en afanes culturales, quiero hacer mención especial de los Banu Abbad, pues, como dijo Dios (¡ensalzado sea!), “en ellos hay frutos, palmeras y granados”.
Todos los días eran para ellos como fiestas y tuvieron una inclinación a las letras que no alcanzaron los Banu Hamdan de Alepo. Ellos, sus hijos y sus ministros fueron los primeros, tanto en el dominio de la prosa como en el del verso, y reunieron en sí todas las ramas del saber. Notorias son sus huellas y célebres sus noticias.
Eternizaron tantas y tan perfectas bellas acciones cuantas andan en lenguas de las nobles gentes y del vulgo.
Y, por Dios, dime tú ahora de quién os gloriáis, antes de esta predicación del Mahdi. ¿Es de Saqut el Hayib, o de Salih al-Bargawati, o de Yusuf ibn Tasfin?
..................
Y si te atreves a rivalizar con nosotros en cuanto a sabios, dime: ¿Es que tenéis en la ciencia del Derecho alguien que pueda compararse a Abd al-Malik ibn Habib, conforme a cuyas opiniones se procede hasta el día de hoy, o a Abu-l-Walid al-Bayi, o a Abu Bakr ibn al-Arabi, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el viejo, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el joven, estrellas del Islam y antorchas de la ley de Mahoma, a quien Dios bendiga y salve?
¿Tenéis en las ciencias alcoránicas alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn Hazm, que llevó una vida de austeridad en medio del gobierno y de la riqueza, a todo lo cual renunció para dedicarse a la ciencia que, en su opinión, estaba por encima de todas las categorías?
Él fue quien dijo, cuando mandaron quemar sus libros:
Dejaos de quemar pergaminos y vitelas y hablad de cosas de ciencia, para que vea la gente quién es el que sabe.
Aunque queméis el papel, no quemaréis lo que el papel encierra; antes bien, quedará guardado en mi pecho.
¿O a Abu Umar ibn Abd al-Barr, autor del Istidkar y del Tamhid? ¿O a Abu Bakr ibn al-Yadd, el mejor hafiz de al-Andalus en esta época?
¿Tenéis un lexicógrafo como Ibn Sida, autor del Kitab al-muhkam y del Kitab al-sama, sabio a quien, si Dios le cegó la vista, no le cegó ciertamente la inteligencia?
¿Tenéis en gramática alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn al-Sid, y libros como los suyos? ¿O a Ibn al-Tarawa, o a Abu Ali al-Salawbini, que vive ahora entre nosotros y cuya fama ha recorrido el Oriente y el Occidente?
¿Tenéis en Música y Filosofía alguien comparable a Ibn Bayya?
¿Tenéis en Astronomía, Filosofía y Geometría un rey como al-Muqtadir ibn Hud, señor de Zaragoza, que fue un prodigio de estas materias?
¿Tenéis en Medicina alguien comparable a Ibn Tufayl, autor de la Risalat Hayy ibn Yaqzan, tan sobresaliente en la ciencia filosófica, o a los Banu Zuhr –Abu-l-Ala, su hijo Abd al-Malik y el hijo de éste, Abu Bakr- tres perlas puestas en fila?
¿Tenéis en la ciencia histórica un Ibn Hayyan, autor del Matin y del Muqtabis?
¿Tenéis grandes eruditos como Abu Umar ibn Abd Rabbihi, autor del Iqd?
¿Tenéis quien se haya cuidado de eternizar la memoria de los hombres ilustres de su país y preocupado de reunir sus bellas obras, como Ibn Bassam, el autor de la Dajira? Claro es que, aun dando por bueno que lo hubieseis tenido, ¿de qué sirve la bolsa en la casa vacía?
¿Tenéis en la prosa retórica alguien comparable a al-Fath ibn Ubayd Allah, el que cuando alabó a alguno lo ensalzó y cuando le censuró lo desacreditó, para evidenciar lo cual son el mejor testigo las páginas de su Kitab al-Qala’id; o a Ibn Abi-l-Jisal en su epistolario, o a Abu-l-Hassam Sahl ibn Malik, aun vivo entre nosotros, en sus sermones?
¿Tenéis en poesía un rey como al-Mutamid ibn Abbad, cuando dice:
Junto a un recodo del río pasé la noche en la deliciosa compañía de una doncella, cuyos brazaletes semejaban las curvas de la corriente.
Al quitarse el manto descubría su talle, floreciente rama de sauce. ¡Qué bello abrirse del capullo para mostrar la flor!
.....................
¿O como su hijo al-Radi, cuando dice:
Al caer la tarde, sin previa cita, pasaron junto a mí, encendiendo el fuego de mi corazón, y ¡de qué modo!
No es de extrañar que se acreciese mi deseo con su paso; la vista del agua exacerba el ansia del sediento.
¿Tenéis un rey que haya compuesto sobre las diferentes ramas de la literatura una obra en cerca de cien volúmenes, como la que compuso al-Muzaffar ibn al-Aftas, rey de Badajoz, a quien no apartaron las guerras ni los cuidados del reino de la afición literaria?
¿Tenéis entre los visires alguno comparable a Ibn Ammar en su qasida tan divulgada, más extendida que un refrán y más placentera de oír que el encuentro del amante que llega?:
¿Has hecho fructificar tu lanza con las cabezas de los reyes enemigos, porque viste que la rama place cuando está en fruto,
y has teñido tu cota con la sangre de sus héroes, porque viste que la bella se engalana de rojo?...
¿O como Ibn Zaydun en su qasida, que a pesar de su longitud es lo más sutil que se ha dicho en el género nasib? Es aquella en que dice:
Diríase que no hemos pasado juntos la noche, sin más tercero que nuestra propia unión, mientras nuestra buena estrella hacía bajar los ojos de nuestros censores:
Éramos dos secretos en el corazón de las tinieblas, hasta que la lengua de la aurora estaba a punto de denunciarnos.
¿Tenéis entre los poetas alguno comparable con Ibn Wahbun, cuando improvisó ante al-Mutamid ibn Abbad, logrando certeramente su intención? Alababa al-Mutamid el verso de al-Mutanabi:
Cuando los camellos obtuvieron una mirada tuya, los extenuados y los débiles se sintieron reconfortados,
y él improvisó:
Si es elocuente el verso de Ibn al-Husayn, es solamente porque las dádivas producen cosas excelentes y porque los regalos abren las campanillas de las gargantas.
De orgullo por su poesía se creyó profeta; pero si hubiera sabido que tú habías de recitar sus versos se hubiera creído un dios.
¿Tenéis alguien comparable al poeta de al-Andalus Ibn Darray, de quien dijo al-Ta alibi que era en las comarcas de al-Andalus lo que al-Mutanabbi en las de Siria?
¿Es por acaso uno de vuestros poetas el que intentó describir la castidad e inventó aquello con lo que el propio encanto fascina y con lo que huele la flor? Es Abu Umar ibn Fray en su dicho:
Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche y las tinieblas nocturnas (iluminadas por su rostro) también levantaron aquella vez sus velos.
No había mirada suya en la que no hubiera incentivos que evolucionaban los corazones.
Mas di fuerza al precepto divino que condena la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel de mi pasión, para que mi pasión, para que mi instinto no se rebelase contra la castidad.
Y así pasé con ella la noche, como el pequeño camello sediento, a quien el bozal impide mamar.
Tal un vergel, donde para uno como yo no hay otro provecho que el ver y el oler.
Que no soy yo como las bestias abandonadas, que toman los jardines como pasto.
¿Acaso llegó algún metaforista entre vuestros poetas a decir algo parecido a lo que dijo Abu Ya far al-Lama:
En medio del ala negra de la noche avanzó una nube, balanceándose graciosamente, como se balancea el que tiene una herida en un pie.
El céfiro dispersó las perlas de su collar, y ella, para buscarlas, encendió las lámparas (del relámpago)?
¿O a lo que dijo Abu Hafs ibn Burd:
La noche, al esconderse fugitiva, cuando brilla la aurora, parece
un negro velo quemado por alguien que quiere encender una lámpara?
¿Es por acaso uno de vosotros el que describió el tinte rojo que produce el vino en la mejilla con palabras como éstas, de al-Sarif al-Taliq:
Salía el sol (del vino) y era su boca el poniente, y el oriente, la mano del copero que, al escanciar, pronunciaba fórmulas corteses.
Y al ponerse en el delicioso ocaso de sus labios dejaba el crepúsculo en su mejilla?
¡Con versos como éste queda en libertad la lengua (para decir alabanzas) y se enorgullece cualquiera!
¿Es acaso de los vuestros el que se dirigió al dicho de Imnu-l-Qays:
Me elevé hacia ella, cuando se hubo dormido su gente, con la elevación de las burbujas de agua, una tras otra,
y lo arrebató como arrebata el céfiro el aliento de las flores, y lo robó con la delicadeza con que la boca del sol roba la saliva del rocío de las auroras, y lo sutilizó de tal manera que se adentra en las almas, produciendo tal alegría que dispensa de beber vino?
....................
¿Es uno de los vuestros aquel que estaba atado por los beneficios, pero cuya lengua desató la ingratitud? Es Ibn al-Labbana, el que dijo:
¡Por vida mía y por mi gente! Son unos protectores a quienes jamás pedí ayuda contra la fortuna sin que volviese ayudado.
Después de guarnecer de pluma mis alas, las mojaron de generoso rocío; por eso no puedo volar de su tierra.
¿O el otro que, habiéndole retirado aquel a quien alababa el beneficio a que le tenía acostumbrado y habiendo correspondido él a eso interrumpiendo sus loas, como llegase a su noticia que el alabado le censuraba por esta causa, dijo lo que vas a oír? Es Ibn Waddah, y sus versos los siguientes:
¿Era yo otra cosa que un pájaro dedicado a alabaros, que se alzaba y moraba en el boscaje de vuestra gloria?
Pero si me habéis arrancado el plumaje que me disteis y habéis retirado de mí vuestra sombra, ¿cómo voy ya a cantar?
¿Es acaso uno de los vuestros el poeta que, viendo que la gente se quejaba a gritos del fastidio de oír comparar la boca con la margarita, las flores con las estrellas y las mejillas con las anémonas, se presentó amablemente a transformar esas metáforas de un modo que hace nueva su forma en los oídos y hace penetrante su enmohecido filo en las inteligencias, llegando al más bello extremo de las cosas peregrinas y haciendo con su espléndida imaginación que fuese incapaz de entenderlo el beduino más hábil en lanzar flechas? Es Ibn al-Zaqqaq, cuando dice:
Un airoso mancebo giraba en nuestro torno llenando las copas y reavivándolas a la hora en que el sol ya se había levantado y había ya brillado la aurora.
El jardín nos había ofrendados sus anémonas y daba su perfume el mirto, oscuro como el ámbar.
‘¿Dónde está la margarita?’, dijimos, y alguien nos contestó: ‘La he dejado en la boca de quien nos sirve los vasos.’
Y el copero insistía en negarlo, pero cuando sonrió se descubrió el secreto.
.......................
¿Es acaso de los vuestros el que sobresalió en las descripciones de jardines, arroyos y cuanto se relaciona con esto, y llegó a la bandera de la meta, afrentando a todo el que tras él intentó alcanzarla? Es Ibn Jafaya, el que dice:
La embriaguez nos acostó una tarde de placer: en ella fue blando y dulce mi lecho.
El araka se desvistió de su sombra para vestírmela; la rama se bajaba a escuchar lo que decía la paloma;
el sol se inclinaba pálido hacia el ocaso; el trueno musitaba sus ensalmos y la nube escupía (como una hechicera)...
.........................
¿Acaso es uno de los vuestros el que, al salir de mañana a un jardín, con su amado y con una copa, y encontrar los encantos del jardín cubiertos por la niebla, temió, al ver eso, que se retrasase en llegar un convidado suyo, y le dijo, invitándole, lo que sigue? Es Abu-Hassan ibn Rassam, en sus versos:
¡Ea, apresúrate! No hay otra cosa que la convenida: la copa y la luna llena (el amado).
No seas perezoso porque veas que la niebla cubre al jardín y al vino.
Lo que sucede es que el jardín está velado hasta que tú vengas a él, y entonces dejará caer su velo.
...............................
¿Acaso es uno de vosotros el que dijo sobre temas ascéticos palabras semejantes a las de Abu-Wahb al-Abbasi al-Qurtubi? Helas aquí:
En este estado en que me ves, si atentamente lo consideras, soy el más feliz de los hombres.
Mi morada es el sitio que quiero en toda la superficie de la tierra. bebo la más clara de las aguas.
No poseo vestidos que tema despierten envidia ni me verás ningún dinero.
Como almohada pongo mi brazo derecho y, cuando me vuelvo, el izquierdo.
No tengo padre ni hijo y, desde que tengo uso de razón, no formé familia.
Algunas cosas me eran placenteras en tiempos, mas reflexioné y vi que eran fantasmas.
..............................
¿Acaso surgió entre vosotros una mujer como Wallada al-Marwaniyya? Ella fue la que dijo en chanza al visir Ibn Zaydun, que tenía un esclavo llamado Alí:
¿Qué le pasa a Ibn Zaydun que, a pesar de su generosidad, habla mal de mí sin motivo, puesto que soy inocente,
y me mira de reojo, si me acerco a él, como si no fuese más que a castrar a Alí?
¿O como Zaynab, hija de Ziyad, el literato, al-Wadi Asiyya, la que dice:
Cuando los calumniadores rehusaban todo lo que no fuera separarnos, sin que tú ni yo pudiéramos tomar venganza de ellos;
cuando lanzaron sobre nuestra buena fama el tropel de sus dicterios, y disminuyeron con ello nuestros protectores y auxiliares,
los combatí desde los reductos de tus ojos, de mis lágrimas y de mi alma, respectivamente, con espadas, con torrente y con fuego?
........................
La discusión entre ambos duró varias horas, y dio lugar a una de las descripciones más hermosas de España. En dicha discusión, el poeta cordobés fue enumerando una por una las ciudades más importantes mientras la asamblea permanecía callada; maravillada de tantos conocimientos.
Cuando Al-Saqundi hizo la descripción de Málaga y habló de su vino, el gobernador
reprimió el aplauso de los presentes. Vinieron luego las descripciones de Córdoba y
Granada, diciendo de esta última que una de sus bellezas era por ser la ciudad que había dado más poetisas. Después, cuando hablaba de Sevilla, el soberano estalló en una carcajada coreada por todos al contar el poeta la historia de aquel borrachín que estaba muriéndose, y cuando fueron a decirle que pidiera perdón a Dios por sus pecados, porque no podría ir al paraíso, él, elevando los ojos al cielo dijo: ¿Oh, Señor! De todo lo que hay en el paraíso no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.
Luego el poeta cordobés hizo la descripción de Valencia y su Ruzafa, de Almería y de otras ciudades españolas, y al terminar de recitar añadió una frase de tipo profético que decía: «No hay que desear jamás ayuda, más que de aquel que tiene la espada por amigo intimo».”
AL SAQUNDI ( -1231); “Risala” (“Elogio de Al-Andalus”)
Marcadores