LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS.
HOMBRES:
DIGNIDAD DEL HOMBRE:
478
“Antes que Pascal lo dijese con elocuencia sobrehumana, ya sabía el hombre en qué consistía su nobleza y su grandeza. El hombre es más noble que el mundo, porque el mundo no piensa y él piensa; y es más grande, porque ha de vivir después de acabado el mundo. Como el cielo se levanta sobre la tierra, así es mayor que el cuerpo que siente el espíritu que piensa. Quitad del mundo al hombre, ¿quién sabe en él de Dios? Esas flores se entreabren y esos astros resplandecen, mas ignoran para quién dan su luz o exhalan su perfume. Son los mudos e insensibles adornos de un templo magnífico; ¿pero que es del templo si falta el sacerdote?”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872). ‘Obras completas’.
LIBERTAD DEL HOMBRE:
479
“La virtud en el hombre es fuerza; y si, apoyado en la virtud, el hombre subyuga sus pasiones y reina o gobierna su razón ilustrada por un consejero divino, aquel hombre es libre. De hombres honrados y de pueblos sobrios y virtuosos se hacen pueblos libres; pero de hombres o pueblos en quienes cunde el libertinaje del espíritu o el espíritu desenfrenado de goces materiales –haced las Constituciones que queráis-, no haréis más que pueblos turbulentos o esclavos.”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872). ‘Obras completas’.
SENTIMIENTOS POLÍTICOS DEL PUEBLO ESPAÑOL:
480
“El pueblo español es todavía religioso gobernable; aun, por consiguiente, gobernable. Si un gran gobierno se dirigiera a él, hablándole la lengua que él entiende, el pueblo español le contestaría. Acordaos de las palabras del sr. Permanyer: ‘La mayoría del pueblo español no pertenece a ninguna bandería: conserva como un fuego sagrado los principios y sentimientos de sus padres’. Pero también ha dicho el ilustre amigo que ese pueblo español está atesorando desengaños, por eso le veis apartado de nosotros, indiferente adverso. Esta es la verdad; quien os diga lo contrario os engaña; la mayoría del país no ama este sistema tal como se usa; ama las Cortes; le es grato ese nombre, que lo fue a sus mayores, .... pero no gusta de que los diputados vengan aquí a traer sus pasiones y sus odios... España lo que quiere es “verdad, justicia y economía”, quiere obras buenas y no palabras vanas.”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
ESPÍRITU TRADICIONAL DE ESPAÑA:
481
“Yo deseo conservar lo que nos queda de aquellos tiempos, lo único que nos queda, aunque mermado y entibiado, el espíritu religioso y monárquico que esforzó a la gente española en la gran jornada de los siete siglos, desde una cueva oscura [Covadonga] hasta Granada la imperial; que paseó después por todos los ámbitos del mundo la bandera española, que atravesó por fin las soledades del Océano, y encontró, conquistó y civilizó un mundo nuevo”.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
482
¿Qué harían nuestros padres, los del siglo XV o XVI, si resucitaran en el siglo XIX y vieran, de una parte, los estragos de una revolución loca, que no reformó sino destruyó, y se encontrasen, de otra, con el libro y el periódico, el ferrocarril y el telégrafo...? Restaurarían, en cuanto fuera posible, la obra de los siglos, pero ‘acomodándola a las verdaderas necesidades, a las legítimas aspiraciones y hasta al gusto del presente’. Sólo así es hacedero formar una obra vividora, y reanudando la tradición se tiene Patria. El altar siempre es el mismo; los adornos del altar varían al compás de los tiempos. en los presentes, como en los pasados, se puede y debe escribir en la bandera de España: ‘Dios, Patria y Rey’.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO, ‘Restauración’, 1872.
INDEPENDENCIA ESPAÑOLA:
483
“No es éste tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza, ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar el don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores: desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada y los otros con la pluma. Ya vino el día en que pueden salir del pellejo los corazones y puedo yo añadir que he llegado dichosamente a la época de mi edad en que el hombre de bien y el buen ciudadano, ni por esperanza de mejor fortuna, ni por temor de la muerte, debe hacer traición a su conciencia. ¿Qué diría de mí la patria? ¿Qué pensarían los buenos y los malos de mi silencio? ¡Yo mudo ahora! ¡Yo, que hace tantos años que no he empleado la pluma y mi celo sino en honra y gloria de mi nación, ahora sin dar señales de vida en el momento en que el enemigo de la Europa maquina su esclavitud o su desolación! ¡Manos a las armas y Dios bendiga la noble intención de tan santa empresa!
Con esta guerra volveremos a ser españoles rancios a pesar de la insensata currutaquería, esto es, volveremos a ser valientes, formales y graves. Tendremos patria, la amaremos y defenderemos... Tendremos costumbres nuestras, aquellas que nos hicieron inconquistables a las armas y a la política extranjera. Cantaremos nuestras jácaras, bailaremos nuestras danzas, vestiremos nuestro antiguo traje. Los que se llaman caballeros montarán nobles caballos, en vez de tocar el fortepiano y de representar caseros dramas sentimentales apestando a francés. Volveremos a hablar la castiza lengua de nuestros abuelos, que andaba mendigando ya, en medio de tanta riqueza, remiendos de jerga galicana. Nuestra lengua volverá a ser de moda cuando el ingenio y seso de los españoles produzca obras dignas de la posteridad, y cuando la moral y la política, cuya jurisdicción vamos a fijar, salgan en traje y lenguaje castellano.
¡Oh, incautos españoles! Aún creo que no habéis temido todo lo que podríais temer de las inicuas ideas de Bonaparte, hecho dueño de España. Preveíais éstos y los otros trastornos, contribuciones, conscripciones, abolición de vuestras leyes, ruina de vuestra santa Religión, pérdida de las Américas, etc., etc. Pero, ¿estabais seguros de que no había de poner la España por el modelo de los demás países que domina mediata o inmediatamente? ¿Estabais seguros de que, tomando en todo por pauta a su organizada Francia, no os dividiría en departamentos, distritos, prefecturas, etc., quitando el nombre y la existencia política a vuestras provincias y acaso el nombre mismo de España, imponiéndola el de Iberia o Hesperia, según la manía pedantesca de sus transformaciones, para que así nuestros nietos no se acordasen de qué país fueron sus abuelos?
¡Españoles ilustres, provincias que os honráis con este timbre glorioso y que juntas formáis la potencia española y que, reduciendo vuestras voluntades en una sola, haréis para siempre invencible la fuerza nacional: unión, fraternidad y constancia!
ANTONIO CAPMANY (1742-1813), ‘Centinela contra franceses’, 1808.
484
“Venid, vencedores, de la Patria honor, recibid el premio de tanto valor.
Tomad los laureles que habéis merecido, los que os han rendido Moncey y Dupont.
Vosotros, que fieles habéis acudido al primer gemido de nuestra opresión.
Venganza os llamaba de sangre inocente, alzasteis la frente que jamás temió.
Y al veros, los dueños de tantas conquistas huyen como aristas que el viento arrolló.
Vos de una mirada que echasteis al cielo parasteis el vuelo del Águila audaz;
Y al polvo arrojasteis con iras bizarras las alas y garras del ave rapaz.
Llegad ya, provincias, que valéis naciones, ya vuestros pendones deslumbran al sol:
pálido el tirano tiembla, y sus legiones muerden los terrones del suelo español.
¡Oh, qué hermosos vienen! ¡Su porte, cuán fiero!
¡Cuál suena el acero! ¡Cuál brilla el arnés!
Estos son guerreros valientes y bravos, y no los esclavos del yugo francés.
Funesto es el día, francés orgulloso, y el campo ominoso que pisas también:
la sombra de Alfonso, con iras más bravas, su gloria en las Navas defiende en Bailén.
¡Oh, cuán claros veo brillar en sus ojos los fieros enojos que van a vengar!
¡Oh, cuánto trofeo que ganó su espada, verá consolada la Patria en su altar!
¡Oh Patria, respira de males prolijos, descansa en los hijos que el cielo te dio! ni temas que el arte falte a su fortuna: soldados la cuna naciendo los vio.
Tiempo es ya que altiva la frente levantes, pues llegan triunfantes los hijos del Cid.
Venid, vencedores, columnas de honor,
la Patria os da el premio de tanto valor.”
JUAN BAUTISTA ARRIAZA (1770-1837), ‘Himno de la Victoria’.
485
“Luego se levantó del mar de la gran masa del Pirineo, cuya azulada mole, coronada de brumas, despertó en mi alma recuerdos inmortales... ¡Aquél era el perpetuo antemural de España, que no pudieron borrar los más insignes conquistadores! El poema de nuestra independencia, escrito con sangre de cien generaciones, acudió, pues, a mi memoria... ¡Cuántas veces... cuántas, vinieron sobre nuestra tierra, ya por el Septentrión, ya por el Mediodía, verdaderas inundaciones de guerreros amenazando sumergirnos! ¡Y qué lucha de titanes la nuestra por defender la nacionalidad y el nombre de los españoles, ora contra los Escipiones, ora contra Yusuf, ora contra Carlomagno, ora contra Bonaparte!... ¡Ni un sólo día transigimos con el extranjero! ¡Ni uno sólo yació en ocio nuestra espada!”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘De Madrid a Nápoles’, 1861.
486
“Gran cosa, altísima faena fue; pero aun se puede decir más: Napoleón en Europa solo había encontrado ejércitos; en España fue donde encontró un pueblo, y para decir en pocas palabras cuán grande era este pueblo, basta decir que no hizo caso de Napoleón. La frase es vulgar y por eso es más sublime. ¡Oh! ¡Y cómo gozo yo cuando pienso en Valencia y lo que pasó en Valencia, en que un vendedor de pajuelas, subido en hombros de otro valenciano, en medio de la plebe congregada dijo estas grandes palabras: ‘El vendedor de pajuelas declara la guerra a Napoleón Bonaparte’. Admirad, señores, estas palabras; entre nosotros hasta los más humildes tenían algo de reyes; el pueblo español, con el romano, llevó sólo en su frente cierto sello real: ‘Populum late Regem’.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
SENTIDO PROVIDENCIALISTA:
487
“Oh, Dios mío! ¿Qué gran pecado ha cometido el pueblo español en sus días de prosperidad y de grandeza, que así concitas contra él los elementos cuando la fuerza de los hombres no es bastante a contenerlo en el camino de la gloria? ¿Por qué estorbas su regeneración? ¿Por qué le impides levantarse del polvo donde le hundió tu ira hace tres centurias? ¡Oh, Señor! En la tribulación que sufrimos reconozco la mano omnipotente que sepultó en los mares aquella escuadra Invencible, cuyo armamento difundiera el terror por toda Europa. ¡Tremendo fue nuestro castigo en aquellos días! Pero dese ya tu justicia por satisfecha. ¡Gracia, Señor! ¡Misericordia! ¡Aplaca tu cólera! ¡No nos tornes a la nada! ¡Mira que nuestra penitencia ha sido larga, dolorosa, áspera como el más duro cilicio! ¡Mira que hemos llevado la corona y el cetro de la ignominia durante trescientos años! ¡Mira que todos los pueblos que antes nos rendían pleito homenaje, nos han escarnecido, nos han befado, nos han dado a probar la hiel y el vinagre más acerbos!... ¡Señor, piedad para España! ¡Piedad para tus hijos! ¡Piedad para tus soldados!”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘Diario de la Guerra de África’, 1859.
LIBERTAD:
488
“El nombre del libertad parece condenado a ser mal comprendido en todas
sus aplicaciones, desde que se apoderaron de él los protestantes y los falsos
filósofos. En el orden religioso, en el moral, en el social, en el político, anda
envuelto en tales tinieblas, que bien se descubre cuánto se ha trabajado para
oscurecerle y falsearle. Cicerón dio una admirable definición de la libertad,
cuando dijo que consistía en ser esclavo de la ley; de la propia suerte puede
decirse que la libertad del entendimiento consiste en ser esclavo de la verdad,
la libertad de la voluntad en ser esclavo de la virtud; trastornad ese orden y
matáis la libertad.
Quitad la ley, entronizáis la fuerza; quitad la verdad, entronizáis el error;
quitad la virtud, entronizáis el vicio. Sustraed el mundo a la ley eterna, a esa ley
que abarca al hombre y a la sociedad, que se extiende a todos los órdenes, que
es la razón divina aplicada a las criaturas racionales; buscad fuera de ese
inmenso desculo una libertad imaginaria, nada queda en la sociedad sino el
dominio de la fuerza bruta, y en el hombre el imperio de las pasiones: en uno y
otro la tiranía, por consiguiente la esclavitud.”
JAIME BALMES, ‘El protestantismo comparado con el catolicismo’, 1842.
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