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Tema: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la historia.

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Era, en efecto, una constitución liberal. Causó más sufrimiento que el Antiguo Régimen. Los americanos (incluidos los indios) siempre habían sido tan españoles como nosotros. América siempre había sido una nación con España, NUNCA colonias, de eso hemos hablado aquí hasta la saciedad, con más derechos que muchos ciudadanos actuales.

    ¡Muera la Pepa!
    Chanza dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Cierto en lo de la Constitución Liberal,que además, casi que ni entró en vigor, aunque no estoy del todo de acuerdo en que causó más sufrimiento que el Antigüo Régimen, no olvidemos que precisamente Fernando VII, fue el seguidor por decirlo de alguna manera de ése Antiguo Régimen, y para mí, provocador de la causa de la Primera Guerra Carlista, que no olvidemos que trajo las consecuencias que todos sabemos ya no sólo a nivel político, si no humano en su más trágica visión, baste recordar que el número de bajas en la Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue brutal, y superaron la de los dos bandos que se enfrentaron en 1936, y fue catalogada como la más sangrienta de la historia contemporánea si tenemos en cuenta la relación entre el número de muertos y de habitantes. Pero si tenemos paciencia, lo que pretendo demostrar no es que la Constitución de 1812, la denominada Pepa, fuera un ejemplo de convivencia y connivencia social, si no los avatares históricos que trajo con sigo, y clarificar de alguna manera, bajo mi modesto punto de vista, la razón de algunos acontecimientos y de determinados personajes.

  3. #3
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    EL PASADO GLORIOSO DE LA DECADENCIA

    Frente a algunos historiadores y personajes influyentes que ensalzaban a todo trance el espíritu absolutista y tradicional se enfrentaban los que tenían la pasión puesta en defender las ideas liberales y europeizantes pero adaptadas la forma de vida del español de la época. Los primeros, es decir, los absolutistas, argumentaban el lamento de que con la Constitución se rompe totalmente con el pasado glorioso, pero olvidaban que no todo ese pasado fue glorioso, ya que España llevaba casi doscientos años mal gobernada por Nithard, el padre Juan Everardo Nithard, confesor de la reina Mariana de Austria, esposa de Felipe IV y regente como madre de Carlos II, un hombre carente de las condicines necesaria que sin desearlo, se convirtió en valido, sus desaciertos fueron enormes y llevó a España por los caminos de la derrota (Paz de Aquisgran, independencia de Portugal etc), otro valido más que dejó desvalida a España, o por el llamado Duende de Palacio o Corredor de Orejas, que era como antes llamaban a los alcahuetes, nos referimos a Fernando Valenzuela, ejemplar degenerado y que fuera conductor de las desdichas de una monarquía nefasta y de un desgraciado pueblo español. Fue un pícaro napolitano y corrido pendenciero carente de escrúpulo, listo más que inteligente y con sobradas prisas por trepar, otro valido en el resumen de un tiempo en el que una herida casual en una cacería era motivo suficiente para ser Grande de España, o por el narciso Almirante, Juan Tomás Enrríquez de Cabrera y Ponce de León, el del motín del pan, genovés Almirante de Castilla, que supo apoyarse en la debilidad de la reina Maria Ana de Neuburgo, la segunda esposa de Carlos II, otro favorito más, y quien antes también había asediado a su predecesora María Luisa de Orleans, parece ser que en la historia de España era el oficio principal de los validos, o por Anne Marie de la Trémoille, la Princesa de los Ursinos, quien tuvo en sus manos el destino de una España en guerra (Guerra de Sucesión) gobernada por un endeble Felipe V, maestra de intrigas en la Corte de un rey que no sabía cómo reinar. Esta mujer tuvo su pago de la mano de Isabel de Farnesio.



    Reyes y reinas extranjeras que hacen una política anti-española y derraman la sangre y los caudales españoles por los campos de Europa buscando tronos para sus hijos que algunos como Felipe, hijo de Isabel de Farnesio, se jactaba y alardeaba de ignorar la lengua castellana. O por el habilidoso cocinero y abate italiano Julio Alberoni, de profesión valido, maestro en la intriga y cuyas previsiones resultaron fallidas en su totalidad y todas sus esperanzas frustradas. O por el aventurero holandés, el barón de Riperdá, Juan Guillermo Ripperdá, un personaje que fue nombrado primer ministro con la influencia de la Farnesio, atenta siempre al bien de sus hijos y no al de España, y que una vez fueron descubiertas las mentiras e intrigas del de Riperdá por divulgar secretos de Estado, fue depuesto, encarcelado y fugado. Convertido al Islam, intentó después apoderarse de Ceuta. Este es el pasado glorioso, entre otros, que entrega España a Napoleón, en manos de otro valido, Godoy, como siempre, con desastrosos resultados, los de otra monarquía absoluta y decadente, fruto de la dejadez de los gobernantes demasiado hastiados por gobernar, y contra todo este pasado glorioso, es el que lucha el pensamiento político español, el liberalismo plasmado en la Constitución como amparo ante cualquier tipo de despotismo y con vistas a potenciar los esfuerzos por iniciar una nueva historia que camine paralela al resto de Europa. Pero su camino fue corto, y su final, si es que tuvo alguna vez algún principio, trájico, tanto como lo han sido otros finales de gloriosas luchas de un pueblo que se debate a dos bandas entre la aclamación y la adoración de los gobernantes de un despotismo y neopotismo ilustrado propio de una dinastía francesa maestra del gobierno con tedio y arrogancia sin parangón, y el desengaño y frustración de unos austrias menores que dejaron en España la humillante costumbre de caer, levantarse, y volver a caer. Y España, ha dado muestras en muchas ocasiones que el levantarse de nuevo, cada vez, cuesta más.

  4. #4
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    La constitución de 1812 no tiene ningún punto positivo, toda vez que cualquier cosa que pudiera considerarse como buena, es reformable y suprimible según el propio papel. Y de todas formas, todo lo positivo existía como tal antes del papel, por lo que sólo añade la capacidad de suprimir esas cosas buenas (cosa imposible antes del papel).

    Así, es un papel subversivo que debió ser y fue rechazado por los españoles, como elemento extranjerizante para minar la bases de España.

    El que quiera leer un papel verdaderamente reformista hacia mejor, que lea el Manifiesto de los Persas.
    Última edición por Donoso; 06/10/2013 a las 05:39
    Ordóñez, Chanza, Hyeronimus y 2 otros dieron el Víctor.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  5. #5
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Se hablará, se hablará del Manifiesto de los Persas, y se explicará lo que fué, que de eso se trata este artículo, si me lo permiten, de explicar en qué consistió este periodo importántísimo de la Historia de España, como también se explicarán otros conceptos y situaciones...todo a su tiempo. Que quede claro que lo que se pretende no es dignificar la constitución de 1812, si no los eventuales cambios y situación social y política de la época. paciencia señores, por favor.

  6. #6
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    No se puede hablar de la Constitución de Cádiz sin subrayar lo siguiente:

    -Abolió el juicio de residencia, creando la impunidad de una nueva clase política.

    -Abolió la representación gremial, dejando a los trabajadores sin escuela propia y a la merced de los nuevos caciques sin escrúpulos.

    -Dejó muy claro que solo podían votar los más ricos, por tanto, la exclusividad pasaba a parte de la nobleza y la alta burguesía.

    -No respetó la "autonomía" americana y "profundizó" en el equivocado régimen "de funcionarios" que acaso de un plumazo mitigó el virrey Abascal, uno de los hombres que más visión política tuvo, con Jovellanos, en la época.

    -Se impuso por el golpe militar, nunca por el apoyo popular. El apoyo popular fue para los Cien Mil Hijos de San Luis que fueron acogidos como libertadores desde Irún a Cádiz.


    En definitiva: Las Cortes fueron un "bluf" apoyado por lo peor de cada casa. Su puesta en práctica se debe a Riego, uno de los mayores traidores de nuestra Historia y que, como bien apunta Julio C. González, estaba comprado por Inglaterra a través de Gibraltar. Él impidió el refresco de más veinte mil realistas peninsulares que, junto a los realistas americanos, hubieran aplastado la revuelta secesionista que, de hecho, hacia 1820, estaba tambaleándose. Pero vino el golpe liberal de 1820, y los oficiales liberales comenzaron a coparlo todo. Morillo llegó a Venezuela y se abrazó y hasta se besó con Bolívar; San Martín, en su encuentro con La Serna (Al que combatía Olañeta y el que destrozó toda la obra de Abascal) dijo aquello de "nosotros, los liberales, somos hermanos en todas partes del mundo", asentando la traición de Ayacucho, donde también estuvieron Espartero y Maroto, que luego se abrazarían en Vergara.

    Sin idealizar el Antiguo Régimen y en especial los últimos tiempos de Carlos IV, que fueron desastrosos, las Cortes de Cádiz fueron el jaque mate de las Españas.

    Con todo, reitero: Particularmente, no quiero ser "conspiranoico", pero pienso que esta oleada de separatismo antiespañol obedece al mismo plan. Es la "solución final" para acabar con España. Todavía las geopolíticas francesas y británicas están orientadas a ello. En verdad tanto odio no se comprende, y digo no se comprende porque como entrevió Jovellanos, España ya se humilla solita, y antes perecerá por los hijos traidores que le devoran las entrañas que por los tiranos extranjeros.
    Última edición por Ordóñez; 06/10/2013 a las 16:00

  7. #7
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    No se trata de ser conspiranoico, ésa es precisamente la palabra inventada por el progresismo, para invalidar en su momento tésis tan valedoras como los datos ocultos del 11-M. y sí, es cierto lo de las políticas francesa y sobre todo, británicas, orientadas ha seguir haciendo lo que han echo a lo largo y ancho de la historia. De Riego, también se hablará en el presente artículo, y de otros, que entre todos, perfilaron lo que daría de sí no ya sólo el régimen constitucional, si no las líneas que marcaron lo que a la postre, sería el final de las españas en América, pero hay que decir que no todo fue gracias a la Pepa, pues ya se había empezado a fraguar desde ante. Reitero, Malaspina ya lo dejó claro en su informe, y las políticas godoyistas hicieron lo propio, de eso no me cabe la menor duda.

  8. #8
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    FERNANDO VII EN VALENÇAY

    Mientras los españoles sacrificaban sus vidas en el altar del Deseado (Fernando VII), él, pasaba su dulce cautiverio en Valençay sólo amargado por el miedo a perder la vida, y muestra de este miedo sos sus palabras escritas a Napoleón sobre el intruso José:

    "Señor:
    He recibido con sumo gusto la carta de V.M.I. y R. del 15 del corriente, y le doy
    las gracias por las expresiones afectuosas con que me honra y con las cuales yo he
    contado siempre. Las repito a V.M.I. y R. por su bondad en favor de la solicitud del
    duque de San Carlos y de D. Pedro Macanaz, que tuve el honor de recomendar.
    "Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R. la
    enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el
    trono de España. Habiendo sido siempre objeto de todos nuestros deseos la felicidad de
    la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de
    ella un monarca mas digno ni mas propio por sus virtudes para asegurarsela, ni dejar de
    participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia.
    "Deseamos el honor de profesar amistad con S.M., y este motivo ha dictado la
    carta adjunta que me atrevo a incluir, rogando a V.M.I. y R. que después de leída, se
    digne presentarla a S.M. Una mediación tan respetable nos asegura que será recibida
    con la cordialidad que deseamos. Señor, perdonad una libertad que nos tomamos por la
    confianza sin límites que V.M.I. y R. nos ha inspirado, y asegurado nuestro afecto y
    respeto, permitid que yo renueve los mas sinceros e invariables sentimientos, con los
    cuales tengo el honor de ser, Señor, de V.M.I. y R. su mas humilde y muy atento
    servidor.
    Valençay, 22 de junio de 1808.
    Firmado: FERNANDO".

    Napoleón le rodeó de comodidades y de distracciones, entre las que se encontraba el bordar, labores de aguja e hilo en las que hacía competencia a su tío don Antonio. Desde su prisión de oro en Valençay, llegó a felicitar a Napoleón por sus victorias sobre las armas españolas, y además era tal el grado de adulación de Bonaparte por parte de Fernando, que llegó a pedirle a aquél la mano de su sobrina Lolotte, hija de Luciano Bonaparte y de Catalina Boyer, aunque esto fue poco antes de la guerra, pero parecía sentirse como un miembro más de la familia Bonaparte, y no cejó en su empeño de emparentar con ellos llegando incluso a tener la feliz ocurrencia de pedir la mano de Zenaida Bonaparte, hija del rey intruso José I y de Julia Clary. A Talleyrand, que velaba su custodia, cuando le escribía le llamaba primo.

  9. #9
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Verbo 505-506: El «otro» Cádiz


    1 de octubre de 2012 a la(s) 16:42



    Madrid, septiembre 2012. Al término del verano se ha distribuido, como es costumbre, el número correspondiente a mayo-junio-julio de Verbo, revista bimestral de formación cívica y de acción cultural según el derecho natural y cristiano; en este caso el 505-506. Se trata de un monográfico dedicado al tema seminario internacional «El "otro" Cádiz. Una revisión problemática de los orígenes del constitucionalismo hispánico» que, como informó FARO en su momento, tuvo lugar en Madrid el pasado mes de abril.

    Reproducimos la Presentación de este número, que nos dispensa de hacer lo propio con el sumario:


    En el bicentenario de la Constitución de Cádiz no ha habido espacio sino para el ditirambo de la ideología liberal. Difícilmente se ha abierto camino la reflexión, no digamos la crítica. De ahí que el empeño del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, con el auxilio de la Universidad Antonio de Nebrija y la Fundación Speiro, acogido por la prestigiosa Casa de América, en cierto sentido ha sido único.

    Recogemos en el presente número parte de las actas del Seminario Internacional «El "otro" Cádiz. Una revisión problemática de los orígenes del constitucionalismo hispánico», celebrado el 26 de abril pasado. Número monográfico, por lo que hemos prescindido incluso de las secciones de crónicas e informaciones bibliográficas, que tendrán que esperar a la cuarta entrega de este año.

    Comienza con un texto en el que nuestro imprescindible colaborador, el profesor de Údine Danilo Castellano, director además del Centro de Estudios Políticos del Consejo Felipe II, ofrece el encuadramiento teórico del fenómeno constitucional. Siguen un breve (y adecuado) perfil de las actitudes ante la crisis del antiguo régimen, de José Antonio Ullate, glosa de un acertado esquema del ya fallecido profesor Suárez Verdeguer, e inmediatamente el excelente y crítico panorama historiográfico trazado por el general Estanislao Cantero. El investigador del CONICET argentino Juan Fernando Segovia, también bien conocido de nuestros lectores, y director del Centro de Estudios Históricos del Consejo Felipe II, resume su aproximación al influjo del texto gaditano en el universo americano con los términos «traducir, moderar, introducir». Los textos de Cantero y Segovia son —a no dudarlo— los de una mayor extensión y también envergadura. El historiador Francisco José Fernández de la Cigoña resume con acierto en pocas páginas lo que constituyó su obra sobre la cuestión religiosa en las Cortes de Cádiz (El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución, vol. 2: Las Cortes de Cádiz, Madrid, Fundación Francisco Elías de Tejada, 1996, 461 págs.). Se explica por ello la ausencia de referencias, que se hallan por menudo en la obra que se extracta. Y el profesor Andrés Gambra analiza el pensamiento del más pugnaz de los opositores al código gaditano, el padre Alvarado, de la Orden de Predicadores, conocido como el Filósofo Rancio. Una reflexión del director de Verbo sobre el significado de Cádiz en el seno de lo que ha llamado «El "otro" bicentenario» cierra el número.

    Parecía obligado el esfuerzo por desentrañar las claves de un fenómeno de gran trascendencia no sólo histórica sino también teorética. Que, nos parece, se ha objetivado en un resultado más que digno. Y que ofrecemos con satisfacción a nuestros lectores con la esperanza de haber contribuido a esclarecer el rostro de nuestra historia contemporánea, con demasiada frecuencia azotado por la mentira, a causa del predominio de errores conceptuales.

    Sea bienvenido ese esclarecimiento, aún más en estas horas aciagas en que la falta de pudor y de inteligencia de quienes aún manejan los resortes del poder les anima a seguir invocando el «constitucionalismo» (aunque sea el de 1978, tataranieto degenerado del ya deletéreo de 1812) como solución a los problemas que amenazan con hacer desaparecer a España para siempre. Como si la causa de los mismos pudiera ser también su solución.

    Copiamos las últimas líneas del resumen final del seminario del pasado abril y del número de Verbo que nos ocupa, «Más allá de Cádiz», del profesor Miguel Ayuso:


    Frente al tópico de la decadencia patria en el siglo XVIII, si excluimos los últimos años de Carlos IV, y el influjo parcial del enciclopedismo bajo Carlos III, el ambiente de serenidad y de cooperación, que todavía reinaba, mantenía en todos una razonable esperanza en la recuperación del orden comunitario cristiano en que nuestra convivencia se asentaba. Pero esa esperanza de recuperación social y religiosa fue desarticulada por la guerra de la Independencia y los procesos que desencadenó: «Hizo abortar los procesos de incorporación pacífica y precipitó los de disolución violenta, creando abismos insuperables y sumiéndolo todo en rencores y recelos. Posiblemente, sin ella el enciclopedismo español no habría sido el desertor afrancesado, ni aun siquiera constituyente en el sentido de la Revolución francesa. Y la gran mayoría católica y monárquica del país no habría producido guerrillas y puritanismos enfermizos, sino una favorable reacción cultural, encaminada a contrarrestar la influencia del racionalismo enciclopedista» (5).

    A los doscientos años de la Constitución de Cádiz estas líneas no resultan fáciles de entender. Pero, por otra parte, alcanzan particular relieve. Esa hendidura de Cádiz deriva sobre todo del racionalismo que, con su designio constituyente, aspiraba a dar vida a un mecanismo perfecto de sola base racional y con exclusión de cualquier otro fundamento trascendente religioso o histórico. Ahí debía aparecer la Constitución sabia y definitiva que encontró en el utilitarismo de Jeremías Bentham su artesano más destacado, hasta el punto de redactar con perfecto apriorismo constituciones políticas para los pueblos que venían de alcanzar la cualidad de libres y democráticos, dejando atrás la ignorancia y el despotismo. Hoy, por un lado, se ha disuelto en el irracionalismo (rectius en el nihilismo) la pretensión constituyente, mientras que por el otro la realidad constitucional se descompone.
    ___________
    (5) Rafael GAMBRA, «La herida de la Independencia», en Miguel Ayuso (ed.), Obra completa de Rafael Gambra Ciudad, Madrid, Digibis-Publicaciones digitales.

    Fuente: AGENCIA FARO

    Chanza, Hyeronimus y Pious dieron el Víctor.

  10. #10
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Aingeru. Si algo bueno tenía que tener el aniversario de la constitución revolucionaria de Cádiz era precisamente el de poner de nuevo sobre el tapete las inconsistencias de los autores liberales de la historiografía dominante desde 1833 (ya se sabe aquello de que los vencedores escriben la Historia) sobre los acontecimientos del reinado de Fernando VII, y que muchos otros han venido repitiendo hasta hoy como papagayos sin ninguna visión crítica (he estado viendo por encima el texto completo de su ensayo que tiene usted publicado en otro foro y veo que, tristemente, cae en los mismos clichés y lugares comunes de dicha historiografía).

    Desde luego a día de hoy continua siendo válida la advertencia que D. Federico Suárez ya señaló en su estudio publicado doblemente en la década de los ´50, cuando hablaba de las pasiones ideológicas apriorísticas que siguen dominando en los historiadores contemporáneos a la hora de abordar los hechos acontecidos en aquel reinado (1808-1833), en tanto que los hechos de aquella época son solidarios de las mismas pasiones políticas de hoy en día (pues a fin de cuentas, lo de hoy trae su origen de aquellos acontecimientos, y no deja de ser entendible -que no justificable- el uso de los mismos términos ideológico-propagandísticos que los de entonces para la "justificación" de los mismos) y, de ahí, la parcialidad o falta de imparcialidad existente a la hora de referirlos.

    Aunque todos los artículos de la revista del mensaje anterior son muy buenos, recomiendo sobre todo el trabajo completo y documentadísimo (la bibliografía citada es enorme) de D. Estanislao Cantero sobre la desastrosa, anticatólica, antiespañola y revolucionaria (copia servil de la francesa de 1791, para que luego digan quiénes eran los verdaderos serviles) constitución de Cádiz.
    Última edición por Martin Ant; 07/10/2013 a las 14:18
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  11. #11
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Estimado Martín Ant, en primer lugar, le informo que el texto que usted a dicho ver, efectivamente es mío, pero no está completo, ni mucho menos. Es más, he preferido hacerlo en este sitio donde últimamente hago mis aportes, porque me creo que es bastante más serio e interesante, por lo que lo que usted ha leído, ni está completo, ni terminado por razones personales, y además, aquí hay algunos cambios que en el otro no aparecen, y no son cambios de contexto, si no más bien para cumplimentar información, que es de lo que se trata el artículo en sí, informar de un periodo de la Historia de España muy importante, a mi modo de entender. Parece ser que usted no entiende que yo, no estoy de ninguna manera, haciendo ningún tipo de homenaje ni a aquella Constitución, ni por supuesto lo hago a la presente, pues no estoy de acuerdo con ninguna de las dos, ni se lo hago al movimiento liberal. Y desde luego, no seré yo quien defienda a Fernando VII, eso si lo desea, lo puede hacer usted, ya que para mi, ha sido si no el peor, sí uno de los peores gobernantes de la Historia de España, si me permite decirlo, pero insisto, este no es ningún tipo de reconocimiento ni a la Constitución, ni a ningún tipo de ideología política. Es un reconocimiento, eso sí, y un homenaje, a un pueblo, el español, que es al que en su momento, le tocó sufrir las consecuencias de unos, y de otros, como siempre vaya. Parece ser que a veces, las cosas, no son lo que parecen verse, hay que saber verlas, para dar un parecer, y eso es lo que intento hacer aquí, si me dejan, y tengo tiempo.
    Última edición por Aingeru; 08/10/2013 a las 21:12

  12. #12
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    NACE LA PEPA

    En este orden de cosas, se reunieron las Cortes en Cádiz, baluarte de la independencia y cuna de la libertad, después de venir de la Isla de León (San Fernando), y promulgaron ese ideal artículado en el que prevalecen las ideas de los oradores y políticos liberales como don Diego Muñoz Torrero, Agustín de Argüelles y Álvarez González, quien podría ser el diputado más reconocido de las Cortes de Cádiz y padre de la Constitución, Isidoro de Antillón y Marzo, Juan Nicasio Gallego y Hernández del Crespo, José María Calatrava Peinado, o José Mexía Lequerica, entre otros. Fue sin duda uno de los textos jurídicos más importantes del Estado español, por cuanto sentó las bases de constituciones posteriores. Considerada como un baluarte de libertad, fue promulgada en Cádiz en el Oratorio de San Felipe Neri el 19 de Marzo de 1812, día de la festividad de San José, por lo que popularmente fue conocida como “La Pepa”, casualmente el mismo día de la onomástica de José I Bonaparte, el rey intruso. Compuesta de diez títulos con 384 artículos, y es considerada como el primer código político a tono con el movimiento constitucionalista europeo contemporáneo, de carácter novedoso y revolucionario, y esto de revolucionario es con respecto a su contenido, y no al estilo de la Revolución francesa, si no de carácter más español, adaptada a las circunstancias de la nación, desde la legalidad, por quienes eran los legítimos representantes, acordándola conforme a las normas procesales del momento, y como contrapartida o respuesta al Estatuto de Bayona, inspirado en el modelo de Estado constitucional bonapartista. Si bien hay que reseñar que tenía algunas influencias o coincidencias con la Constitución francesa de 1791, pero es importante aclarar quiénes fueron los constitucionalistas de Cádiz. De facto, fueron en un principio 104 diputados que asistieron a la primera sesión y 223 que firmaron el acta de la última, aunque no son considerables pues no se tiene una verdadera constancia, y que la mayoría de los autores establece un número de diputados clasificados de los cuales 97 eran eclesiásticos, de los que solo 5 eran obispos, prevaleciendo los de alto y medio clero secular, 60 abogados, 55 funcionarios públicos y 16 catedráticos, además de 4 escritores y dos médicos, añadiendo 37 militares de los cuales no podemos contabilizar si eran o no aristócratas (más adelante explicaremos el por qué de esto, ya que los militares de carrera eran aristócratas, y los que se supone que respaldaron la Constitución venían del mundo de las guerrillas), 8 nobles titulados y 9 marinos, además de 15 propietarios y 5 comerciantes. Podemos decir que se trata pues de una minoría instruida que no opera según un consenso popular. La clase media silenciosa no participa en la acción política de Cádiz, ni la respalda.

    En resumen, digamos que los integrantes de las Cortes formaban una grupo heterogéneo en el que figuraban muchos burgueses liberales, funcionarios ilustrados e ntelectuales procedentes de otras ciudades tomadas por el ejército del rey José, y miembros de las Juntas, que, huyendo de la guerra, se habían concentrado en Cádiz, ciudad-refugio protegida por la marina británica.
    A causa de las dificultades de la guerra, la alta nobleza y la jerarquía de la Iglesia apenas estuvieron representadas en Cádiz.
    Tampoco asistieron los delegados de las provincias ocupadas, (la mayoría), a los que se buscó suplentes gaditanos, lo mismo que a los representantes de los territorios españoles de América. Predominaban en las Cortes las clases medias con formación intelectual, eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares y catedráticos, aunque no faltaban tampoco miembros de la burguesía industrial y comercial. No había, en cambio representación alguna de las masas populares: ni un solo campesino tuvo sitio en la Asamblea de Cádiz; y tampoco hubo mujeres, carentes todavía de todo derecho político.
    Última edición por Aingeru; 11/10/2013 a las 20:02

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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    MUERTE DE UNA ESPERANZA

    Tras la llegada Valencia el 16 de abril de 1814, después de haber visitado algunas ciudades españolas, se encontró allí con el cardenal arzobispo de Toledo y de Sevilla, Luis de Borbón y Vallabriga, hermano de quien fuera María Teresa de Borbón y Vallabriga, esposa de Godoy. Era presidente de la Regencia y favorable a las reformas liberales de 1812. También se reunió con una representación de las Cortes de Cádiz presidida por Bernardo Mozo de Rosales, encargado de entregar al rey un manifiesto firmado por 69 diputados absolutistas (de los 284 que componían las Cortes), llamado Manifiesto de los Persas, que propugnaba la supresión de la Cámara gaditana y justificaba la restauración del Antiguo Régimen.


    El manifiesto toma el nombre de una referencia que se contiene, al principio del mismo, sobre la costumbre de los antiguos persas de tener cinco días de anarquía tras la muerte del rey. Los firmantes comparan esa anarquía con el periodo de liberalismo imperante hacía dos años ("en los mayores apuros de su opresión", reza el título), equiparan la Constitución de 1812 a la Revolución Francesa y piden la restauración de los estamentos tradicionales del Antiguo Régimen. El documento sirvió de base al rey para decretar, el 4 de mayo siguiente, el restablecimiento del absolutismo. Aquí se deja constancia del párrafo en concreto:

    "SEÑOR:
    1.- Era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor. Para serlo España
    a V. M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad, del número de los Españoles que se complacen al ver restituido a V. M. al trono de sus mayores, son los que firman esta reverente exposición con el carácter de representantes de España; mas como en ausencia de V. M. se ha mudado el sistema que regía al momento de verificarse aquélla, y nos hallamos al frente de la Nación en un Congreso que decreta lo contrario de lo que sentimos, y de lo que nuestras Provincias desean, creemos un deber manifestar nuestros votos y circunstancias que los hacen estériles, con la concisión que permita la complicada historia de seis años de revolución".

    Entre otros artículos el Manifiesto declaraba las siguientes intenciones:

    La monarquía absoluta es una obra de la razón y de la inteligencia; está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus reyes. Así que el soberano absoluto no tiene facultad de usar sin razón de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios); por esto ha sido necesario que el poder soberano fuese absoluto, para prescribir a los súbditos todo lo que mira al interés común, y obligar a la obediencia a los que se niegan a ella. Pero los que declaman contra el poder monárquico, confunden el poder absoluto con el arbitrario;
    sin reflexionar que no hay Estado donde en el constitutivo de la soberanía no se halle un poder
    absoluto.
    Los más sabios políticos han preferido esta monarquía absoluta a todo otro gobierno. El hombre en aquélla no es menos libre que en una república; y la tiranía aún es más temible en ésta que en aquélla. España, entre otros reinos, se convenció de esta preferencia y de las muchas dificultades del poder limitado, dependiente en ciertos puntos de una potencia superior, o comprimido en otros por parte de los mismos vasallos [...]
    No pudiendo dejar de cerrar este respetuoso Manifiesto en cuanto permita el ámbito de nuestra representación y nuestros votos particulares con la protesta de que se estime siempre sin valor esa Constitución de Cádiz, y por no aprobada por V. M. ni por las provincias [...] porque estimamos las leyes fundamentales que contiene de incalculables y trascendentales perjuicios, que piden la previa celebración de unas Cortes españolas legítimamente congregadas en libertad y con arreglo en todo a las antiguas leyes.
    (...) 20. Quisiéramos grabar en el corazón de todos, como lo está en el nuestro, el convencimiento de que la democracia se funda en la inestabilidad y la inconstancia; y de su misma formación saca los peligros de su fin (...) O en estos gobiernos ha de haber nobles, o puro pueblo: excluir la nobleza destruye el orden jerárquico, deja sin esplendor la sociedad.

    21. La nobleza siempre aspira a distinciones; el pueblo siempre intenta igualdades: éste vive receloso de que aquélla llegue a dominar.
    40. En fin, Señor, esta Constitución, firmada el 18 del propio marzo (...) dice: Que la Nación española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de nadie, ninguna familia o persona. Y el artículo 14 expresa que el gobierno de la nación española es una monarquía hereditaria: artículos inconciliables.
    134. La monarquía absoluta es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes (...) En un gobierno absoluto las personas son libres, la propiedad de los bienes es tan legítima e inviolable que subsiste aún contra el mismo soberano (...)
    Madrid. 12 de abril de 1814



    El 17 de abril, el general Francisco Javier de Elío (Pamplona, 1767 - Valencia, 1822) , al mando del Segundo Ejército, puso sus tropas a disposición del rey y le invitó a recobrar sus derechos. Para darle más fuerza a su juramento, los oficiales gritaron "¡Viva el rey! ¡Muera el que así no piense!". Este hecho puede ser considerado el primer pronunciamiento de la historia de España, y digamos que fue posteriormente uno de los principales responsables en la represión absolutista de la restauración borbónica de Fernando VII, siendo ejecutado tras el triunfo de la Revolución Liberal de 1820, Revolución de la que luego hablaremos.


    El 4 de mayo de 1814, Fernando VII promulgó un decreto, redactado por Juan Pérez Villamil (instigador y autor intelectual del célebre Bando de Independencia o Bando de los alcaldes de Móstoles, que ha trascendido históricamente como el documento que inició Guerra de la Independencia) y Miguel de Lardizábal ( en 1815 perdió el favor del rey que lo encarcelaría en el castillo de Pamplona, este ilustre personaje fue el único mexicano pintado por Francisco de Goya y Lucientes, en 1815 ) que restablecía la monarquía absoluta y declaraba nula y sin efecto toda la obra de las Cortes de Cádiz:

    " mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquiera clase y condición a cumplirlos ni guardarlos".

    El 5 de mayo, Fernando VII sale de Valencia y emprende una marcha triunfal hacia Madrid. El entusiasmo popular ante el retorno de El Deseado es inmenso. El régimen constitucional no es capaz de oponer resistencia y las Cortes son disueltas el 10 de mayo de 1814.

    Toda esta tarea legislativa no significó un triunfo definitivo de los liberales, el pueblo se siente absolutista, no conoce este proceso revolucionario de Cádiz y por ello aclamará la llegada de Femando VII como rey absoluto. A partir de 1814, los españoles están divididos ideológicamente, esta ruptura se hará sangrienta a lo largo del XIX.



    La restauración del absolutismo llenó las cárceles y presidios de África de patriotas que habían luchado por España en la Guerra de la Independencia, mientras el monarca pasaba su presidio dorado en Valençay, pero las razones de la sociedad estaban más que claras, y era que la Constitución no significaba en realidad el sentimiento de toda una Nación, y los desengaños serían significativos, ya que desde un principio, no se contó con los factores sociales más evidentes, entre ellos, la directa participación del pueblo. Comenzaba un período de seis años de gobierno en el que iban a dominar los sectores más reaccionarios de la sociedad:

    La Iglesia encabezó una cruzada contra las ideas de libertad y democracia, y defendió a los partidarios del antiguo régimen; se restableció el Tribunal del Santo Oficio (la Inquisición), que se suprimió en las Cortes de Cádiz. Se suprime libertad de expresión y de asociación, donde muchas universidades expulsaron a profesores más abiertos a las ciencias e ideas liberales.

    Toda esta tarea legislativa que significó la Constitución de 1812 no significó un triunfo definitivo de los liberales, el pueblo se siente absolutista, no conoce este proceso revolucionario de Cádiz y por ello aclamará la llegada de Femando VII como rey absoluto, y más que nada, por temor a otra Revolución como la francesa, contra la que habían luchado. A partir de 1814, los españoles están divididos ideológicamente, y esta ruptura se hará sangrienta a lo largo del XIX.

    La realidad era que no pocas cuestiones se solventaban no en las Cortes de manera abierta, sino en los pasillos y en reuniones secretas o de que los diputados parecían más estar en una tertulia que al servicio de la nación. También de que, buscando el lucimiento, se elevaban perdiendo el contacto con la realidad, además las Américas, parte de España a la sazón, no estaban suficiente y legítimamente representadas; cómo además se pretendía que los diputados no tuvieran empleo en el Estado y, sobre todo, cómo constituía un gran error que las Cortes no fueran las que decidieran la regulación de los impuestos. Asimismo, la Constitución carecía de realismo al abordar las relaciones entre las Cortes y la Corona. Digamos que acabó fracasando no por la falta de patriotismo o de brillantez de sus redactores sino, fundamentalmente, por la manera en que éstos se dejaron llevar. La constitución refleja un marcado carácter liberal, incluso bastante desparejado con la forma de vivir a la que el pueblo estaba acostumbrado. Proponía medidas liberales imposibles de ser absorbidas por la sociedad de la época. Una constitución que obligaría a cambiar las estructuras de una nación frágil de un golpe, quizás demasiado, y además se vieron superados por un idealismo que les cegó ante la reacción que los grandes beneficiarios del Antiguo Régimen como fueron la monarquía absoluta y la iglesia católica, quienes se opondrían con las armas de un pueblo principalmente analfabeto, a sus avances.

    En resumen, La mayoría de la nobleza se sentía herida por la supresión de los señoríos, y la mayoría de la jerarquía eclesiástica se oponía a las reformas liberales de forma hostil y belicosa. El pueblo llano experimentaba la esperanza, lógica después de los padecimientos de una guerra, en un futuro feliz en el que todos los males pasados tendrían remedio. Para los españoles de 1814 esa esperanza se centraba en la persona de Fernando VII el Deseado. La tensión entre partidarios y enemigos de las ideas liberales se trasladó al choque entre el rey y la Regencia. En este conflicto de poder ganará el más fuerte. Las tropas del segundo ejército mandadas por Elío, rindieron honores reales al monarca a pesar de haberlo prohibido la Regencia. Podemos decir en consecuencia que el rey desaprovechó una oportunidad única de lograr una convivencia entre las dos Españas que durante la guerra de la Independencia se habían formado, o que posiblemente, aprovechó la falta de apoyo del pueblo a una Constitución que no acababa de comprender, y en la que una importante parte de la sociedad estaba sin representar.

  14. #14
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Aingeru. Si algo bueno tenía que tener el aniversario de la constitución revolucionaria de Cádiz era precisamente el de poner de nuevo sobre el tapete las inconsistencias de los autores liberales de la historiografía dominante desde 1833 (ya se sabe aquello de que los vencedores escriben la Historia) sobre los acontecimientos del reinado de Fernando VII, y que muchos otros han venido repitiendo hasta hoy como papagayos sin ninguna visión crítica (he estado viendo por encima el texto completo de su ensayo que tiene usted publicado en otro foro y veo que, tristemente, cae en los mismos clichés y lugares comunes de dicha historiografía).

    Desde luego a día de hoy continua siendo válida la advertencia que D. Federico Suárez ya señaló en su estudio publicado doblemente en la década de los ´50, cuando hablaba de las pasiones ideológicas apriorísticas que siguen dominando en los historiadores contemporáneos a la hora de abordar los hechos acontecidos en aquel reinado (1808-1833), en tanto que los hechos de aquella época son solidarios de las mismas pasiones políticas de hoy en día (pues a fin de cuentas, lo de hoy trae su origen de aquellos acontecimientos, y no deja de ser entendible -que no justificable- el uso de los mismos términos ideológico-propagandísticos que los de entonces para la "justificación" de los mismos) y, de ahí, la parcialidad o falta de imparcialidad existente a la hora de referirlos.

    Aunque todos los artículos de la revista del mensaje anterior son muy buenos, recomiendo sobre todo el trabajo completo y documentadísimo (la bibliografía citada es enorme) de D. Estanislao Cantero sobre la desastrosa, anticatólica, antiespañola y revolucionaria (copia servil de la francesa de 1791, para que luego digan quiénes eran los verdaderos serviles) constitución de Cádiz.

    En contestación, ahora que tengo algo de tiempo a Martín Ant , desde luego, no pretendo cuestionar a Don Federico Suárez Verdaguer sobre la categoría de su trabajo como historiador, ni nada parecido. Yo no soy más que un simple aficionado a la lectura, y sería comparar un minúsculo grano de arena, con la inmensidad del universo. Pero me permito la libertad de opinar, si se me permite, y sinceramente, una figura perteneciente al Opus Dei, a la que aprecio en doble manera, primero, porque era valenciano, tierra de mis antepasados, y segundo, porque fue primer Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, mi tierra. En su vasta tarea de historiador ha sido un escrupuloso y fiel recopilador de datos y narrador de hechos y acontecimientos. En este sentido, habría que decir que fue un historiador positivista, para quien lo que no está en los documentos o de lo que no hay pruebas, no está en el mundo, y también ejerció durante muchos años del rey Juan Carlos, y aquí está la cuestión, y es que su valoración o, digamos interpretación de determinadas cuestiones monográficas relativas a temas político-sociales del periodo que nos ocupa, es a mi parecer, defensora a ultranza de una interpretación muy conservadora, casi reaccionaria y profundamente antiliberal de los sucesos acontecidos en España aprincipios del siglo XIX. Su versión no considero que sea del todo imparcial, ya que a mi entender, en buena medida se manifiesta heredera de la tradición antiliberal del siglo XIX.

    Podría estar catalogado como perteneciente a la corriente historiográfica del moderantismo, y pienso que denosta demasiado tanto a la Ilustración como a la Revolución, por llamarla de alguna manera, al periodo constitucional de 1812. Se empeñó en presentar a esta última de una forma demasiado incipiente como un producto del azar histórico ya que, y según su criterio, y en parte, también lo es el mío si se aprecia a lo largo del artículo, ni enlazaba con la tradición, ni fue requerida por el pueblo, el cual no deseaba cambios y mucho menos que se sustituyera no ya el orden, si no más bien el desorden monárquico, que es lo que creo bajo mi punto de vista que estaba ocurriendo, por una institución política de nuevo cuño, que a mi entender, también enjuicio como desorden. Esto, Don Federico, lo hace de una forma tozuda, en mi opinión, que casa a la perfección con un cierto sanchopancismo español, partidario de profesar una fe ciega y sin quebraderos de cabeza y a su vez, repetir hábitos perennes de un pasado que precisamente, poco dieron de positivo en la gloriosa Historia de España.

    Mi intención es dar un punto de vista más desde una doble visión que de un ángulo cerrado, y es lo que pretendo explicar a lo largo y ancho del documento es precisamente una cosa, que fue lo que en su momento podría ser la necesidad de un cambio, y la otra, que fue el desastre no ya de la monarquía fernandina, si no también del liberalismo de la época. Ahora se pueden dar todos y cada uno de los vítores que crean convenientes a las manifestaciones que de una u otra manera, solapan las opiniones que pretendo exponer, pero pienso que antes de enjuiciar, es más conveniente saber escuchar hasta el final. Luego...opinen lo que crean conveniente.

  15. #15
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Aingeru. Ciertamente es imposible que un historiador no refleje o plasme su cosmovisión a la hora de interpretar y dar una explicación a los hechos que recopila (esto lo reconoce honradamente, por ejemplo, Menéndez Pelayo en su introducción a los Heterodoxos, en donde señala claramente que eso de la supuesta "neutralidad" del historiador es un cuento chino). Pero eso no quiere decir que todo criterio que se utilice para dicha interpretación sea tendencioso y, por tanto, falsee necesariamente la explicación que se da de los hechos a la hora de analizarlos. Si esto fuera cierto, caeríamos en un escepticismo absoluto que nos impediría llegar a la verdad que siempre subyace a los hechos históricos y que les da su sentido. Es decir, el hecho de que existan interpretaciones falsas no quita que siempre haya de existir un criterio verdadero o correcto que dé sentido a los acontecimientos historiados.

    D. Federico Suárez fue uno de los historiadores pioneros (al cual le han seguido sus pasos muchos otros hasta hoy en día) que inició en la década de los ´40 una revisión de los hechos acontecidos en el período que comprende los reinados de Carlos IV (1788-1808) y de Fernando VII (1808-1833) y la etapa cristina (1833-1840), debido a que estos hechos no encajaban en la interpretación que la historiografía liberal dominante había establecido tras la primera guerra carlista, y que continua hasta hoy en día en la mayoría de libros y publicaciones, como refleja el ensayo que usted escribió o como refleja, por poner otro ejemplo, el libro de texto de Historia con el que yo estudié 2º de Bachillerato en el colegio.

    Estos trabajos de D. Federico y de muchos otros historiadores en la misma línea crítica y correctora de la interpretación liberal dominante no han podido ser nunca contestados por los historiadores liberales que, o bien callan o bien se dedican a declarar su supuesta inconsistencia pero sin señalar pruebas de ningún tipo en contra (como por ejemplo Begoña Urigüen que en su libro "Orígenes y evolución de la derecha española: el neo-catolicismo", se limita simplemente a decir que la tesis de D. Federico es insostenible y que ya ha sido contestada por otros historiadores, pero sin dar ninguna explicación ulterior ni aportar ninguna prueba, ya por sí misma, ya citando a esos otros historiadores que supuestamente ya habían contestado a D. Federico).

    Lo cierto es que la vía abierta, entre otros, por D. Federico en la década de los ´40 ha estado dando muchos frutos, como él mismo señala al recopilar en la introducción a la 3ª edición de su ya clásico "La crisis del Antiguo Régimen", de 1988, los avances que se han estado haciendo en el estudio del periodo histórico al que me he referido antes (1788-1840), frutos en los que por cierto, hay que reconocer el trabajo realizado por la Universidad de Navarra (y lo dice alguien como yo que no es precisamente entusiasta con el Opus) en forma de publicaciones de ingente cantidad de documentos del periodo susodicho. Huelga decir que en la misma introducción D. Federico, siempre al tanto de las nuevas publicaciones que iban saliendo, subrayaba y constataba que la vía abierta por él, entre otros, no sólo no había sido contestada adecuadamente sino que muchas nuevas publicaciones dirigían sus trabajos por esa misma dirección revisionista y correctora de la visión estándar de los historiadores liberales (Francisco Martí, José Luis Comellas, María del Carmen Pintos, Cristina Diz- Lois, Bullón de Mendoza, Estanislao Cantero -véase el trabajo que antes le cité-, Andrés Gambra y un largo etcétera de catedráticos e historiadores).

    Usted si quiere cuelgue su ensayo. Yo en este Foro ni pincho ni corto nada; yo simplemente hacía una crítica a tenor de lo leído en su trabajo. Eso sí, tengo pensado poner otros trabajos alternativos de D. Federico Suárez a modo de contestación. Y luego que los lectores comparen y saquen sus propias conclusiones sobre cuál de las interpretaciones o explicaciones se ajusta más a los hechos acaecidos en el periodo historiado. Creo que es lo más justo, ¿no le parece?
    Última edición por Martin Ant; 13/10/2013 a las 13:39

  16. #16
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    Re: La constitución de 1812, causa y efecto de una necesidad. Recuerdos de la histor

    Si señor, me lo parece, Martín, y además, lo creo oportuno y conveniente, ya que de esta manera, aprendemos todos un poco más, y yo el primero. Pero le rogaría, si tiene usted a bien, que tenga un poco de paciencia para terminar de ver el final del trabajo, pues creo que merece la pena. UN SALUDO CORDIAL, y agradecido por sus comentarios.

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