La sociedad occidental ha acabado con el hambre y la pobreza. Vivimos más años, libres de toda atadura y con una infinidad de posibilidades materiales a nuestro alcance. Sin embargo, la depresión y los suicidios no dejan de aumentar mientras una sensación de hastío e inautenticidad corroe las entrañas de nuestra sociedad. Y esta sensación brota “del tiempo que corre sin construir”, de la vida sin vínculos y sin entrega que se pierde “en la incoherencia de un mundo carente de sentido y de límites…”
El silencio de Dios posee todas las virtudes de la novedad. En un siglo en que reina el conformismo del absurdo y del desorden, (…) nada hay más nuevo ni más insólito que predicar el retorno de las fuentes y defender la naturaleza y la tradición. Rafael Gambra se sirve de la obra de Antoine de Saint-Exupéry -especialmente de sus obras El principito, Ciudadela y Tierra de hombres- para reivindicar el compromiso, el vínculo, el sentido del rito y de la tradición como el único medio para lograr una vida realmente humana.
Gambra, con una prosa tan precisa como bella, despieza el absurdo cotidiano del hombre que malvive preso del desarraigo y de la razón instrumental. A partir de ahí, inicia un viaje a los estratos más profundos de la naturaleza humana para descubrir “esa sed que la devora”; el misterio existencial que nos vincula con el mundo mientras al mismo tiempo buscamos trascenderlo.
Marcadores