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Tema: El pensamiento reaccionario español

  1. #1
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    El pensamiento reaccionario español

    O lo que opina el progresismo sobre los teóricos “reaccionarios”.

    Quizá todos nos imaginamos que Menéndez Pelayo y los numerosos antiguos autores beligerantes contra la Ilustración (Padre Vélez, Padre Zeballos, Filósofo Rancio, Forner, Hervás y Panduro, Valcárcel etc), de los que él realizaba una apología en los “Heterodoxos”, son bien recibidos y considerados en todo el mundo intelectual.
    Estamos, por supuesto, muy equivocados. Los “intelectuales” del progresismo nunca lo han creído así. La etiqueta que progres y liberales atribuyen a todos los admiradores de Menéndez Pelayo y similares no es la de “tradicionalistas” sino la tendenciosa y despectiva de “reaccionarios”.

    Es significativa en tal sentido la obra de un progresista, Javier Herrero, que publicó en 1971 “Los orígenes del pensamiento reaccionario español”, magnífico libro que resume esenciales puntos de vista antiilustrados de aquellos antiguos autores “reaccionarios”, …sólo que los desvirtúa con sus negativas y pobrísimas valoraciones progresistas. Pero prescindiendo de ellas es una magnífica recopilación de aquel pensamiento “reaccionario” y muy útil por sus cuantiosas citas y referencias si son cuidadosamente reinterpretadas y corregidas de su compilador.

    Menéndez Pelayo escribía en sus “Heterodoxos”:
    “La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos le prepararon fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda, Cabarrús, Quintana... viven en la memoria y en lenguas de todos; no importa su mérito absoluto, basta que sirviesen a la revolución; todo lo demás del siglo XVIII ha quedado en la sombra”.
    Y uno de sus más fieles discípulos, Suárez Verdaguer nos dice que “...hay una gran dificultad para trazar un perfil aproximado de lo que eran y querían aquellos conservadores, por la sencilla razón de que no existen estudios acerca de la crisis del pensamienro español en aquellos años..” (Conservadores, innovadores y renovadores en las postrimerías del Antiguo Régimen, 1955)

    Para llenar ese vacío cultural y poner las cosas en su sitio, Javier Herrero (supuesto ¡¡rival!! de Menéndez Pelayo…), como digo, publicaba “Los orígenes del pensamiento reaccionario español”, dedicándose a estudiar “seria y científicamente” aquella “reacción” contra el pensamiento moderno de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que no poseía más fundamento, según él, que “los prejuicios, el odio y la ignorancia que la engendraron”.

    Comienza Herrero atacando las tesis de Menéndez Pelayo, divulgadoras del “mito reaccionario”, sobre que el movimiento ilustrado hubiera supuesto la corrupción del pueblo español, afirmando lo siguiente:
    “Don Marcelino leía mucho, y a veces leía muy mal... su formación filosófica era deplorable... los resultados de sus trabajos (filosóficos) son no ya deleznables sino francamente grotescos. Oponer a Newton, Voltaire o Rousseau, “pensadores” como el padre Ramírez o el padre Zeballos “es un disparate que a ningún intelectual serio se le hubiera tolerado y que se le ha permitido a don Marcelino, pero no deja de ser una locura”.
    Afirma Herrero que la mayor parte de las tesis de los “Heterodoxos” han sido “demolidas por la crítica moderna: Jean Sarrailh y Richard Herr”.
    Se ríe de que el “jansenismo, la filosofía y la masonería sean los fundamentos tenebrosos de la Ilustración en España, y de que “destruyan la santa monarquía absoluta y la sustituyan por la siniestra democracia liberal”.
    Que el padre Vélez y el Filósofo Rancio no son sino “una manifestación simplificada de las peores tendencias de la reacción europea”.

    Desprecia a autores contemporáneos como Suárez Verdaguer y a Elías de Tejada (por opinar que “la Ilustración es una infección europea que ha corrompido la grandeza de aquella España imperial”) y de Francisco Puy (por usar, “como los peores reaccionarios del siglo XVIII, el nombre de “Revolución” y contemplarla como una “obra diabólica”)

    Intenta Herrero mostrar que la llamada “tradición española” (por Menéndez Pelayo) ni es “española” ni es “tradición”.
    Que el problema real se daba entonces entre “absolutismo y derechos humanos”; y que se trataba de reemplazar la “violencia” por métodos “racionales”, lo que equivalía a “reducir a discusión parlamentaria las decisiones políticas” frente al antiguo “poder absoluto del monarca”.
    Pero, junto al monarca, “la nobleza y el clero se organizaban las fuerzas del absolutismo, que fulminaban maldiciones contra esa Razón, el peor de sus enemigos, y contra la burguesía”... los cuales no se expresarán mediante “argumentos racionales” sino mediante “mitos” que apelan a las pasiones de las clases reaccionarias, frustradas por el desafío lanzado a su autoridad por los nuevos principios”.
    El “mito fundamental” contra la Ilustración, según Herrero, era el de la “conspiración universal de las fuerzas del Mal contra el Bien... cuyo último origen es Satán”, conspiración de los “filósofos”, los jansenistas y los masones... Y los medios de tal conspiración serían los movimientos liberales y las democracias parlamentarias.
    Que la creación de esa “mitología reaccionaria” es sin embargo un fenómeno europeo. Que los más importantes “reaccionarios” fueron franceses (Bonald, de Maistre); los cuales aunque históricamente influyeron mucho y “cuyos argumentos sirvieron para apoyar la reacción del Antiguo Régimen”... “defendían un mundo muerto y descompuesto”.
    Y remata sus lindezas, nuestro estudioso, con una frase lapidaria:
    “culturalmente constituyen (aquellos “reaccionarios” franceses) la escoria de su época” pues fueron “eclipsados por los pensadores que han creado la civilización moderna”.

    Es este un libro de cabecera para todo progre que nunca leerá a Menéndez Pelayo, pero sí repetirá tópicos parecidos sobre él.

    Mando esto porque, aunque nos asqueen estos tipos, conviene saber cuáles son las armas del enemigo para poder combatirle mejor. Gracias a libros como éste se hacen patentes muchísimos puntos flacos de la cosmovisión histórica progre-revolucionaria.
    ALACRAN dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Un ejemplo:
    Así se describe en ese mismo libro progresista la vida académica española a fines del siglo XVIII, citándose a un tal F. Aguilar Piñal:

    “La reforma de los colegios mayores por Carlos III fue la más importante revolución política del siglo XVIII... los colegiales habían formado una casta cerrada que disponía los puestos clave del poder político eclesiástico y cultural... defendiendo los intereses de la aristocracia y el alto clero... las becas, las cátedras, la enseñanza superior,...defensores de la “tradición”... dejando una “penosa huella”: indiferencia al estudio, prestigio del juego y del libertinaje... abuso tras abuso... desprecio a la cultura, “costumbres licenciosas”, “ceremonias frívolas”... formación farisaica... vanidad y presunción inigualables.. con ignorancia pareja a su vanidad...”
    Ahora bien, contra tal “muralla de barbarie”, fruto de la tradición española “que había muerto aplastada por su indolencia, e incompetencia”... se destacaron los “manteístas” que representaban una aspiración al cambio y a la transformación de la vida cultural y política española.
    El manteísta era el estudiante pobre, de las clases medias de la época... la Ilustración encontró en ellos sus más acérrimos partidarios... su influencia pasó a ser enorme bajo Carlos III...”

    Así pues, se está llamando corrupto, ignorante y vicioso a todo el estamento universitario tradicional de la España de fines del siglo XVIII por su “indiferencia al estudio, prestigio del juego y del libertinaje... abuso tras abuso... desprecio a la cultura, “costumbres licenciosas”, “ceremonías frívolas”... formación farisaica... vanidad y presunción inigualables.. con ignorancia pareja a su vanidad...

    Es sorprendente comprobar como el progresismo achaca al estamento clerical y aristocrático los vicios que uno precisamente siempre imaginó en los liberales y progresistas contemporáneos.
    Ahora va a resultar que los ilustrados y progresistas eran virtuosos, castos, humildes sabios y enemigos de los vicios, (incluso sin creer en cielos ni infierno, y sin ningún mandato imperativo de conciencia); los curas y nobles católicos en cambio serían ignorantes y viciosos (a pesar de profesar una religión que los amenazaba con el pecado y el infierno).

    Increíble que un progresista, “farisaicamente”, aparente no tener envidia de aquellos supuestos curas viciosos, cuando el egoísmo barato y licencioso camuflado de filantropía es lo que valora íntimamente todo progresista, (en tanto carece de perspectiva moral y sobrenatural que frene sus impulsos).

    Los tales “manteístas”, por cierto, tenían todo el aspecto de ser los antecedentes del típico político progre contemporáneo, amigo de vivir del cuento, de la demagogia y de la tontería del prójimo

  3. #3
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    El llamado “pensamiento reaccionario” comenzaría, según los progresistas, a finales del siglo XVIII, a raíz de ser publicadas en España traducciones de tratados franceses condenatorios de los ensayos filosóficos de Rousseau y Voltaire, cuyos escritos eran gravemente contrarios al catolicismo y al orden tradicional de la Cristiandad.
    Desde entonces pasa a ser decisivo el componente religioso o antirreligioso de los escritos y de los respectivos escritores y partidarios: si tienen componente religioso católico o defienden la fe católica (cosa que había sido habitual durante siglos y siglos) se pasaría a pertenecer a finales del siglo XVIII al bando de los “reaccionarios” (lo cual no deja de ser curioso, porque los progresistas nunca llaman “reaccionarios” a autores católicos intransigentes de otros siglos aun más católicos que el XVIII, sino sólo a los católicos que osaron enfrentarse a los falsos filósofos de los siglos XVIII y XIX y a su herencia político-progresista).

    Hay que hacer una matización indispensable para comprender el distinto enfoque enjuiciador de tal época entre historiadores tradicionalistas (o reaccionarios) y progresistas.
    Para el “reaccionario” el corte decisivo no se da en bloque contra toda la Ilustración (como imaginan los progresistas) sino solo a partir del anticatolicismo de ciertos escritores (Voltaire, Rousseau, Holbach, Helvetius...) cuyas obras, basadas en una interpretación naturalista de la razón y de la Filosofía, se consideraban atentatorias y ofensivas contra las verdaderas y tradicionales Filosofía, Razón, Religión y Ley Natural.
    El progresista (que es escéptico), en cambio, no distingue entre catolicismo y anticatolicismo de la Ilustración (considerándola globalmente como anticatólica), sino entre la Ilustración en conjunto y sus enemigos “anti-ilustrados” (o “reaccionarios”); acusándolos de oponerse absolutamente a TODA Razón, a TODA Filosofía y a TODO conocimiento. Cosa falsísima, en tanto que los “reaccionarios” sólo se oponían a la antirreligiosidad de los Voltaire, Rousseau, Diderot, Holbach, etc. y a la penetración de sus ideas en la católica España de entonces, pero no a otras facetas culturales de la Ilustración, como ciencias históricas, lingüistica, arqueología, técnicas industriales y agrícolas, investigación científica, viajes, etc., como consta por la inexistente polémica filosófico-religiosa con anterioridad al último cuarto del siglo XVIII; polémica que con anterioridad sólo era referida a aspectos de afinidad pro o antieuropeísta, en general.

    Este es el gran malentendido que distorsiona toda la explicación y todo el proceso, pero que no se resuelve, en la medida que el progresismo parte de un tópico excluyente preconcebido.
    Al usarse como propaganda, por el bando "filosófico"-progresista, la posesión en exclusiva de “la razón" y "las luces”, pasó a calumniarse tendenciosamente como oscurantistas y retrógrados, y como negadores absolutamente de TODA Razón, TODA Cultura y TODA Ciencia a sus enemigos católicos, o sea a aquellos pensadores que matizaban o negaban solamente “la razón natural” progresista o sea, “las luces”, en conflicto con la Razón (en sentido Verdadero y Católico).

    Y es que como el carácter incrédulo y materialista de los falsos filósofos les impedía reconocer la base espiritual del orden tradicional, su ataque hacia el orden tradicional no se basaba en razones filósoficas de negación de Dios (ellos, por supuesto, no tenían idea de latín, de Teología, ni de filosofía escolástica) sino en la grosera afirmación materialista (acorde con su filosofía) de que la Religión y la Filosofía tradicionales venían a ser un montaje retrógado para justificar que debía haber reyes y curas que oprimieran al pueblo, imaginando que reyes, nobles y clero eran tan materialistas como ellos sólo que, para vivir bien habían inventado la religión y mediante ella engañar y oprimir al pobre pueblo ignorante de la razón y de las luces.

    El problema teológico de fondo que subyacía tras la nueva situación venía a ser, en resumen, el de la vigencia o no del Dogma del pecado original en el orden social, o sea, que un asunto teológico pasaba a estar en la base de un conflicto político cuando tal dogma figuraba ignorado (y atacado implícitamente) en las concepciones políticas anticristianas de los llamados “falsos filósofos” de la Ilustración.
    Religiosamente, un orden social basado en las tesis de los falsos “filósofos”, bien en la simple “razón” o “filosofía” natural, o bien sujeto a una mayoría cambiante de opiniones, ataca a la Iglesia negando el dogma del pecado original, al ser su fundamento la apología absoluta del Hombre caído como tal, ajeno a la redención de Cristo y a los sacramentos, y negador del papel y la necesidad santificadora de la Religión en la sociedad cristiana.

    El orden tradicional, atacado por los falsos “filósofos” (Voltaire Rousseau, Holbach...), NO es la defensa de unos privilegios de ciertos individuos (Reyes, Nobleza, Clero) apoyado en la religión como manipuladora de las conciencias del pueblo, SINO una estructura heredada de siglos, vertebrada desde arriba (desde lo más noble espiritualmente y materialmente) hacia abajo; y necesaria para mantener el influjo espiritual y religioso de la gracia divina desde lo más alto (el Altar), defendida y protegida por el Trono, hasta lo más bajo y recóndito del cuerpo social; necesaria para redimir y santificar la sociedad con los méritos redentores de la Pasión de Cristo.
    La religión cristiana precisa enseñar, purificar y elevar espiritualmente al hombre caído; y precisamente por ello y para ello, la Iglesia tenía una consideración política y social acorde con tal misión, y su status debía estar siempre un peldaño jerárquico más elevado que la de los individuos a quienes santificaba. Esa y no otra es la razón de la preeminencia y de los privilegios de la Iglesia en la sociedad: la espiritualidad y santidad de sus fines.

    Ahora bien; esa gracia divina, esa fuente de salvación ...se pierde y se diluye irremisiblemente en la sociedad una vez que los falsos “filósofos”, pasan a ignorar ese hecho y parten de la tesis de una razón “natural” o de una “soberanía popular” antirreligiosa ( “desde abajo”: desde la ignorancia y las miserias del hombre caído y pecador, en sentido teológico).
    Pues si los modernos monarcas absolutos o los representantes del “pueblo soberano” pasaban a sublimar los vicios del pueblo y a considerar la ignorancia, la impiedad y los vicios (llamándolos eufemísticamente: “cultura”, “razón”, “filosofía”...) como fundamento del nuevo orden social, ya no solo desconocían el carácter religioso y espiritual que fundamentaba el orden social sino que implantaban leyes que ignoraban la necesidad de la religión en la sociedad, con el consiguiente decaímiento de los sacramentos, el culto y los sacerdotes del conjunto del orden social, y en definitiva de todas las almas de esa sociedad.
    Lo cual acaba generando un círculo vicioso de ignorancia y degradación, donde lo que acabará siendo expulsado de tal sociedad, a largo plazo pero inexorablemente, no es el pecado ¡¡sino la mismísima Religión!!, al ser considerada un estorbo innecesario para la felicidad terrenal del “pueblo” enviciado y degradado en su materialismo.
    De ahí que la Religión y los tradicionalistas (o reaccionarios) no solo no debían disculpar sino atacar la tesis moderna de la razón ilustrada y de la soberanía popular, ...a menos de no querer contradecirse y autodestruirse, y no tanto por el hecho material de la desaparición de la religión y del clero, sino por el deber, ante Dios, de mantener la influencia santificadora de la Fe, el Culto y los sacramentos en el orden social, y en el fin sobrenatural de los individuos que forman esa sociedad.

    Si la Iglesia negaba, minimizaba o disimulaba la existencia del pecado original en la sociedad y su necesidad imperecedera y urgente de santificación, acabaría irremisiblemente pasando a ser considerada ella misma por esa sociedad como una intrusa; pues resultando que tal sociedad tendería a considerarse perfecta y autocomplaciente consigo misma (precisamente debido a la ignorancia que tendría de su carácter caído y viciado), la Religión y la Iglesia sobrarían en absoluto, no apareciendo más que, para las mentes materialistas y degradadas, como una acaparadora de conciencias y privilegios.
    Ese es el drama de la Iglesia en los dos últimos siglos, y ese es el centro de los conflictos con los poderes políticos contemporáneos. No había (ni hay) término medio: la lucha era (y es) a vida o muerte.

    Religiosamente hablando, la moderna “soberanía popular” sería lícita, católicamente hablando, si Adán no hubiera pecado y toda la Humanidad, de él descendiente, tuviera status semejante a los ángeles: en tal caso, todo hombre rechazaría espontaneamente las tendencias viciosas y materiales, y tendría placer en la religión verdadera, tratando directamente con Dios sin necesidad de culto ni de coacciones directas o indirectas de poderes intermedios, al modo de Adán antes de haber pecado.

    Pero, en fin, para el caso que nos ocupa, los progresistas (en su grosera ignorancia materialista y en su blasfema impiedad) sólo ven en el orden tradicional “una superstición para engañar al pueblo justificando que haya reyes y curas que lo exploten y avasallen”); y en esa mentira estamos desde hace más de dos siglos.
    Última edición por Gothico; 23/06/2008 a las 16:42
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  4. #4
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Frente a la “Historia de los Heterodoxos” de Menéndez Pelayo, (escrita desde el punto de vista ortodoxo), el libro de Javier Herrero “Los orígenes del pensamiento reaccionario español” vendría a ser, al contrario, una “Historia de los “Ortodoxos Españoles” (desde 1770 a 1814) pero desde el punto de vista heterodoxo.
    En general, concebida dicha obra en clave progresista, confunde sibilinamente, intencionadamente y con absoluta mala fe la defensa de la Fe católica y del pensamiento español heredero y continuador de esa Fe (que Herrero y los suyos llaman “reaccionario”) frente los ataques a la impiedad, la falsa filosofía, la antirreligión; lo confunden, digo, con el ataque en bloque contra la CULTURA, la ILUSTRACION, y la FILOSOFIA en su aspecto sano (cosa que jamás imaginaron aquellos defensores reaccionarios); achacándoles además la defensa de la ignorancia, el servilismo y la opresión del pueblo.

    Panorama anterior a la Revolución Francesa (1770-1789)

    Las obras de Voltaire y Rousseau estaban prohibidas en aquella España de Carlos III (aunque no por eso tachan a este rey los progresistas de oscurantista, ni muchísimo menos), lo que no impedía que circularan clandestinamente textos subversivos en francés, de mano en mano, y entre gente instruida.
    Ello no obstante, ya se publicaban, desde años atrás, en Francia (donde los estragos eran mayores) y en Italia réplicas de autores católicos frente a tales desvaríos, disparates y blasfemias.
    El ambiente de 1770 en España ya predisponía a que se fueran tomando medidas contra tales desvaríos y sandeces, habida cuenta de que se tenía constancia de que gran parte del mundo culto español estaba siendo intoxicado doctrinalmente por novedades disparatadas y subversivas.

    Entre 1769 y 1772 aparecen en España dos traducciones de dos obras del abate francés Nonotte (1711-1793), por el padre Rodríguez Morzo, defendiendo la Religión contra los ataques de Voltaire y Rousseau:
    “Los progresos de la incredulidad son tan rápidos, que parece que se quieren avecindar en todos los reinos y provincias. Hasta aquí destilaban gota a gota su veneno, pero en el día fluye a borbotones.... Los sabios de este tiempo, a su parecer, poseen el arte de convertir el bien el mal; invierten todas las ideas de las cosas, confunden la luz con las tinieblas... alteran el mal pacífico de nuestra creencia y religión. La raíz última de esta subversión se encuentra en el nefasto espíritu de rebelión contra la disciplina moral y la sujeción intelectual... con orígenes en las pasiones carnales que intentan liberarse del yugo del espíritu... estragos de esta libertad de pensar que es la cuna en que está enroscada la serpiente del ateísmo”.
    “El famoso cuanto execrable Voltaire, que desde su casa de campo en Lucerna reta a todo el ejército católico...pero sus armas son las mismas de siglos atrás; sus blasfemias son las mismas que las de Luciano, Protágoras o Lucrecio.”
    “Niegan la espiritualidad e inmortalidad del alma... la humanidad, la buena fe, la equidad, la rectitud, la templanza, son para ellos solo ideas y de sola institución humana... según ellos, para evitar terribles guerras religiosas debemos tolerar las diversas creencias”,... ya que según Voltaire, si tuviéramos más caridad excusaríamos a los chinos en sus altares y a los indios en sus pagodas a los pies de sus ídolos abominables...
    “Ataques que nacen en Suiza y se propagan por Europa... se levantan del lago ponzoñoso de Ginebra...”
    Además, ataca la tolerancia propugnada por Voltaire como el peor de los males, cuyo fin es “el total trastorno y la entera destrucción de la religión”, tal libertad de pensamiento atacará al cielo y la tierra, a los papas, reyes, reinas, ministros, magistrados”, etc.

    Afirma que “los (nuevos) filósofos son los enemigos más envenenados de los soberanos, que los pintan con los colores más negros, arrancando el pan de los pobres, mandando hurtos, cohechos e injusticias... abolir el culto religioso y sus ministros y establecer el deísmo y el materialismo.
    Estuvo en lo cierto absolutamente en toda su previsión: la cercana Revolución Francesa corroborará sus predicciones.

    Herrero: “con Nonotte comienza el principal sofisma “reaccionario”: extender el sentido de la palabra “tolerancia” haciéndola odiosa a los creyentes... contra sus propugnadores se formularán los más feroces ataques: la prisión, la muerte misma
    Respuesta: Javier Herrero ignora que la “tolerancia” es una idea moderna y que jamás ha sido usada por la Iglesia sino como un mal menor; que es una idea ajena a la Teología católica, y que su uso es circunstancial y de facto, pero habiendo estado siempre condenado que una nación católica debiera soportar religiones falsas; que tal tesis es viejísima y que la “intolerancia” no nació con los “reaccionarios”:continuaba existiendo, de hecho, con su “alabado” Carlos III.
    Y no se habla aquí de “dar muerte” a nadie. Eso lo imagina en su odio anticatólico, el señor Herrero.

    La contribución del abate Nonotte al “mito reaccionario” es importantísima; se encontrará, años después, en otros dos “reaccionarios”: el abate Barruel y el español Hervás y Panduro.

    Herrero, irónico: “es evidente que el fanatismo y la más implacable intolerancia son los medios de que debemos valernos para librarnos del mal abominable de la razón y de la filosofía”
    Respuesta: Nadie sino este progresista habló aquí de “fanatismo”.
    Compruébese la premeditada confusión progresista sobre el equívoco de los sentidos de las palabras “razón” y “filosofía” mediante su acaparamiento absoluto y tendencioso.

    Posteriormente, en 1777, fue traducida por el abogado F. de Represa (del Consejo de Castilla) la obra del dominico italiano Valsecchi (“De los fundamentos de la religión y de las fuentes de la impiedad”) en cuyo prólogo el traductor se propone “rebatir los sofismas, dicterios e imposturas que los incrédulos esparcen contra las verdades que defendemos”.
    Este carácter francés o italiano de los autores traducidos denota la universalidad de este género apologético en sentido católico y frente a los librepensadores de la época.

    Herrero: por el contexto de esas obras se trata de un contraataque de la Iglesia apelando al poder civil a que declare una guerra de exterminio contra esos rebeldes... esa guerra debe ir adelante...
    ¡¡Increíble!! Para este señor, prohibir la circulación de obras estimadas nocivas por el poder legítimo equivale nada menos que ¡¡a “guerra de exterminio” contra sus autores!!

    Asimismo fue traducida del francés, en 1777, la obra del padre Bergier “El deísmo refutado por sí mismo” en el que el traductor denunciaba en el prólogo la entrada en España, “de poco a esta parte” de ideas impías deístas y materialistas de Montesquieu, Voltaire, Helvecio, Rousseau, etc.
    En dicha obra se escribía que “el dogma de la tolerancia universal es el que más agrada a los ateos... así se dará salvoconducto a la tolerancia universal, correrá el libertinaje; se vivirá sin ley, sin Dios, viviremos como brutos y moriremos como tales”.

    Herrero: “tal prohibición de la tolerancia equivalía a la prisión y a la hoguera, ...se precisa de la espada... mediante la destrucción sistemática del hombre ilustrado”
    Respuesta: Nadie, sino este señor, habla aquí de “destrucciones, espadas y hogueras”, simplemente de restringir la publicación y difusión de obras, opuestas al sentir católico del 99% de aquella población española de entonces.

    En 1788 se publicaron en Berlin las “Obras póstumas” de Federico de Prusia, en donde aparecía su correspondencia con los enciclopedistas franceses (Voltaire, Diderot, Condorcet...) las cuales, con desparpajo y franqueza, contenían abundancia de pasajes antirreligiosos y antieclesiásticos, “especialmente preciosa para los pensadores reaccionarios que habían venido denunciando una conspiración impía” (Herrero). Así pues no había dudas ya sobre tal conspiración.
    Está claro que el delito para los progresistas no es la conspiración para atacar a clero y monarquía, sino la denuncia por los “reaccionarios” de la conspiración de los nuevos “filósofos”.

    Tal conspiración fue denunciada por el exjesuita italiano Mozzi en su obra “Proyectos de los incrédulos” en 1791, (con su “fe fanática”), y coincidiendo con los años más crudos posteriores a la Revolución Francesa , tal obra acabaría siendo la fuente de información favorita para los “reaccionarios teóricos del absolutismo”, como el P. Vélez, en España.
    En ella se indicaba que “la facción filosófica prepara aniquilar en Francia la religión cristiana y la monarquía, ...mediante una espantosa revolución”).
    “Una asamblea de filósofos entró a gobernar la nación... los Proyectos de los incrédulos se han llevado a un extremo que habrá que llorar por muchos siglos”.

    I - Fray Fernando de Zeballos.
    Aclamada su obra por Menéndez Pelayo como “síntesis suprema de la verdad católica en todas las esferas de conocimiento” y superior a la obra de Nonotte, (aunque ignorando Menéndez Pelayo, según Herrero, la dependencia ideológica de Zeballos de la obra del abate Nonnotte).
    Su obra principal “La falsa filosofía, crimen de Estado”, en donde “se combaten las máximas sediciosas y subversivas de toda sociedad y aun de la humanidad”, se publicó en 1775. Zeballos denunciaba en ella “los males públicos que pueden nacer de unos sistemas y proyectos impíos que unos hombres vagantes llamados filósofos, conciben en la oscuridad y podredumbre de su ocio” ... “la impiedad y religión que dicha filosofía predica va a revolver el orden público, a derribar a los soberanos...
    Efectivamente acertó en su profecía, ya que pocos años después estallaba la Revolución Francesa.


    Escribía Zeballos:
    “El nombre de deísta” empieza a resonar aquí aunque “es nuevo en nuestra España, que era una tierra afortunada y santa cuando ni ésta ni otra mala bestia atravesaba por ella”... “una casta de impíos, que no tienen otro espíritu ni otro Dios que el orgullo y la vana complacencia de sus almas”.
    Establece tres grados en el movimiento impío:
    en un primer grado, el hombre aplica peligrosamente la razón a los principio religiosos (protestantismo);
    en un segundo grado, la razón reemplaza a la religión natural, pero como es imposible al hombre mantenerse en la simple bondad natural...
    por lo que se termina en el tercer grado de impiedad: el deísmo, “el de todos aquellos que viven sin alguna ley.. ni religión”
    Herrero: “Zeballos incitará a los poderes establecidos a la aplicación de la violencia para la necesaria represión de tan peligrosa subversión... su pensamiento ultramontano... “el hombre culto será para Zeballos un monstruo intelectual y moral, digno de los peores castigos y aun la muerte misma
    Respuesta. Si entendemos por “violencia” la simple prohibición de publicar libros impíos y falsos, tiene razón el progresista.
    Zeballos no menciona para nada ni “los peores castigos ni la muerte misma”, eso lo imagina de Zeballos gratuitamente el señor Herrero.
    Y sobre el “hombre culto” seguramente se imagina el señor Herrero que no hubo “hombres cultos” en el mundo hasta que llegaron Voltaire y sus comparsas...


    El progresismo atribuye a Zeballos el comienzo de la típica “manía conspiratoria”, propia de todo “reaccionario”: la de que hombres corruptos maquinan en la sombra planes de destrucción universal, lo cual es un “rasgo importantísimo del pensamiento reaccionario”.
    (Efectivamente, en este punto la tesis de Zevallos parece algo disparatada, cuando cita que los “deítas” habrían nacido en Polonia a partir de una secta de luteranos, que como albañiles alemanes se trasladaron a Francia y sembraron allí el deísmo y la falsa filosofía).
    Pero es curioso que como Zeballos ( como tantos en dicha época) ignoraba el concepto (posterior) de Ilustración, el progresismo le endilga por ello la ignorancia del significado de las “luces” de la Ilustración, en su conjunto, como si considerara todo el proceso ilustrado (en bloque) como una “conspiración”.

    Aparece ya en Zeballos la apelación a la conspiración de los francmasones (¡¡los fundadores de la secta habrían sido dos artesanos: Quintino y Coppino”...!!); francmasones, “cuya moral es lograr hacer lícito todo lo que es posible”; que el fin de esa filosofía es el de permitir al hombre la satisfacción de sus instintos más bestiales; que la guerra contra los nuevos “filófosos” (o sea “la Ilustración, según Herrero) y la Iglesia no es sino un capítulo más entre Dios y el demonio... el hombre de pecado (o sea, el “ilustrado”, como remata Herrero); que niegan el orden verdadero de toda autoridad terrestre, que desciende de Dios a los reyes y afirman impíamente que la fuente de soberanía es el “pueblo pestilente”... que asciende de los charcos de la plebe como una niebla que sube del suelo o del cieno y quiere envolver al mundo...”
    Herrero: “así pues los más violentos castigos, la tortura y la muerte misma serán necesarios para evitarlo”...
    Respuesta. Esas torturas y castigos no las pide Zeballos, lo imagina de él nuestro progresista.
    Herrero, irónicamente: ...”así pues para desarmar a la sociedad, el ilustrado atacaría el valor moral de los castigos de la sociedad, como la pena de muerte y la tortura; atacaría también el hecho de las guerras, defendidas por San Pablo, San Agustín y los Santos Padres”...
    Comete Zeballos la barbaridad de atacar un icono de la bibliografía progresista: “De los delitos y de las penas” del italiano Beccaria:
    “este tratadito... habla acá y allá de las penas... contra la pena de muerte en favor de los parricidas, sodomitas y ladrones”... “Dios puede quitar la vida... y lo mismo cualquier hombre en nombre de Dios y por sus órdenes... aun cuando por parte de estos no hubiera culpa”

    Herrero, escandalizado: “o sea, derecho absoluto de los príncipes, incluso a la ejecución arbitraria de sus súbditos; algo escalofriante; con la implacable lógica que su fondo de odio hacia la cultura arguye en favor de los más inexorables excesos”...
    Respuesta: Zevallos no habla en absoluto de arbitrariedad, sino que parece referirse a que el celo por cumplir un deber de justicia no impediría que por un hipotético error en la aplicación concreta de la pena de muerte, se pidiera proscribir la pena de muerte totalmente; cosa muy distinta.
    Y sobre el “odio hacia la cultura” de Zevallos, debe matizarse más bien como el odio hacia la demagogia, la tontería y las sandeces como camuflaje de la maldad (o sea, efectivamente, la llamada “cultura” en jerga progre).


    Y finaliza nuestro glorioso Zeballos:
    “Cuando en una Corte o en una gran ciudad veo la cárcel pública, la venero por una obra tan acepta a Dios y no menos necesaria que muchísimas obras sagradas”.
    Sublime.

    II - El padre Rodríguez.

    Autor muy alabado por Menéndez Pelayo.
    El cisterciense Antonio José Rodríguez publicó “El Philoteo” en 1776.
    Incide en dicha obra sobre los principales motivos del padre Zeballos; cita, contra las doctrinas impías, los edictos de Clemente XIV, los de los Estados generales de las Provincias Unidas (Países Bajos) y la condena del Consejo de Ginebra contra el “Emilio” de Rousseau, así como el implacable ataque a Voltaire del abate Nonotte.
    Escribe el P. Rodríguez: “Los vasos que contienen el veneno andan entre muchas manos en nuestra España... se duda del purgatorio, del castigo eterno, inmortalidad del alma, sobre revelación, autoridad soberana, sacando conclusiones para la disolución y el libertinaje...”)
    “La desatinada filosofía del perverso Judas dio ejemplo a la incredulidad de sus sucesores... aquella mala semilla produjo tanta infernal herejía que desde el principio infestó la Iglesia Católica”
    “Monsieur Voltaire, epiloguista de la impiedad moderna, defensor acérrimo de la religión natural contra la revelada... se reviste de declamador contra la castidad y favorable a los vicios de la carne”
    Y sobre Rousseau: “Qué bestialidad, afectar hipócritamente moderación de las costumbres y ejercicios de piedad, ...pero mojando su pluma en zumo de sapos y culebras, igualar el ser del hombre con el de las bestias...”

    Herrero: el P. Rodriguez recoge los conceptos esenciales de esa ideología que las fuerzas conservadoras están creando contra los filósofos...
    Respuesta: Todo falaces equívocos:
    Primer equívoco : repetir la Iglesia sus condenas de siempre contra los ataques a la Fe viene a ser ya en esta época “ideología” para los progresistas. Curiosísimo. ¿Por qué las condenas contra Lutero o contra Nestorio o contra Arrio no se consideran “ideológicas”, pero sí las condenas a Voltaire?
    Segundo equívoco: al orden tradicional de siglos lo denomina “fuerzas conservadoras” (el mismo proceso de perversión lingüistica subversiva, tal como hoy día a los normales de siempre se les pasa a denominar “heteros”)
    Tercer equívoco : ¡¡Equipara a sus "filósofos" con la totalidad y plenitud de la Filosofía!
    “filósofos”...que no tienen más interés para un progresista que el de alborotadores del cotarro; si sus “teorías” hubieran servido para mantener aquel orden no les habrían interesado lo más mínimo.


    III – El padre Valcarce

    “Los desengaños filosóficos”, publicados entre 1787 y 1790 inciden en los mismos puntos que Zeballos y el P. Rodríguez:
    Habla en su obra de “algunos semisabios y espíritus pequeños que preciados de su ciencia desprecian las máximas antiguas y la sólida y sana doctrina”...)

    Herrero, irónico: “su actitud recuerda algunas caricaturas de Feijoo, donde describía la insolente ignorancia de nuestros escolásticos que con dos o tres silogismos destruyen a los más importantes pensadores de la Europa moderna”.
    Respuesta: otros recordamos (mira tú por dónde) algunas caricaturas de Menéndez Pelayo contra la insolente ignorancia de nuestros “ilustrados” que, con dos o tres sofismas, creían haber destruido a los más ilustres filósofos clásicos y escolásticos.

    Continúa Valcarce: “no hay especulación en los modernos en puntos metafísicos que no se halle mil veces en los escolásticos” y aquello que es original suyo no sirve sino “para alterar la sana doctrina que enseñan los católicos”, así pues “lo útil y sano que tengan éstos lo hallaremos en los nuestros; lo demás no lo queremos; mejor nos es dormir que despertar para tales paradojas...
    “nada nuevo trajo al mundo Descartes con su nueva metafísica”;
    “todos los pensamientos de Malebranche son extravagantes... pero sirven maravillosamente a los modernos libertinos, a los incrédulos y a los presuntuosos”;
    “poco puede esperarse de la metafísica de Locke, que tiene de ella una noción superficial, sin método alguno ni geométrico ni silogístico”...

    ¡¡Blasfemias monstruosas para el progresismo!!, por ello comenta Herrero:
    Herrero: “pocas veces ha hablado la ignorancia, incluso entre nuestros más feroces oscurantistas con tanta ingenua franqueza... ésta es la ciencia que oponen a Descartes y Newton”... ¿Qué importa para nuestra ilustración y el bien de la sociedad lo que escribe Helvetius y Rousseau en su “Emilio”?
    Respuesta: ...Descartes, Newton... precursores de los “sapientísimos” iluminados Engels, Marx, Jean Paul Sartre, etc. Efectivamente, nadie puede oponerles a estos “ciencia” alguna, aun hoy día, so pena de quedar por “ignorante reaccionario oscurantista”.
    Lo de “nuestra ilustración y el bien de la sociedad”... interesaba muchísimo... sobre todo a los alborotadores en cuanto les servía de disculpa para guillotinar reyes y matar curas, como se vería pocos años después en Francia. O se aceptaban las nuevas ideas ...o a la guillotina: lo pedía la “ilustración” y “el bien de la sociedad”.
    Y es que el “bien de la sociedad” equivalía a república anticlerical; sin ella no hay ni puede haber bien social alguno, claro.


    Y termina Valcarce: “...frente al desorden que hoy reina entre los falsos eruditos nada mejor que la intolerancia, la severidad y el rigor contra todo novador”.
    O sea, ni más ni menos “intolerancia” que la que siempre hubo en siglos pasados menos veleidosos que el XVIII.
    Precisamente, la falta de esa severidad confirmaría los presagios “reaccionarios” sobre una futura caída de reinos y persecuciones religiosas.
    ¿En qué se equivocaba Valcarce, entonces? ¿En no ser un progresista ilustrado, y de no desear ver rodar cabezas en la guillotina en nombre de la "cultura" (como luego se vería)?
    Última edición por Gothico; 23/06/2008 a las 23:00

  5. #5
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    La Ilustración es un movimiento que hunde sus raíces en la nefasta filosofía cartesiana: todo parece dubitable, menos la razón autónoma -¿autista?- desde la que se juzga todo lo demás. Mientras que extendemos la sospecha sobre el ser de las cosas y sobre la misma verdad, nos entregamos a la fantasiosa elucubración que: o bien desemboca en la admisión de un "innatismo de las ideas" -ciertas ideas son tomadas como si fuesen axiomas de las que derivar todo el resto de conclusiones- (racionalistas), o bien termina admitiéndose que el conocimiento se disuelve en la sensación (empiristas). En el caso último, la conclusión más coherente es la de David Hume: el escepticismo.

    La ilustración se desarrollará en Inglaterra durante el siglo XVII (muy recomendable el libro "Los orígenes intelectuales de la Revolución inglesas", de Christopher Hill, Editorial Crítica) y eclosiona en el XVIII con el enciclopedismo.

    Y ahí está Inmanuel Kant, para decirnos que la Ilustración es la mayoría de edad de la Humanidad. Sirviéndose de esa metáfora -que puede rastrearse en los clásicos grecolatinos y también en "El Criticón" de nuestro Baltasar Gracián-, Kant elaborará uno de los más grandiosos mitos y despropósitos de todos los tiempos. Somos adultos, nos dice este grisáceo profesor prusiano, ya es hora, pues, de emanciparnos. ¿De qué? Pues de todo lo que ha tutelado a la humanidad: religión, tradición... Todo eso... ¡por la borda! Uno de los filósofos preferidos de los progresistas españoles -aunque dudo mucho que hayan leído la "Crítica de la Razón Pura" o la "Crítica de la Razón Práctica"- es justamente Kant, pues Kant es la voz de la Ilustración. Lo que Descartes pensaba por lo bajini, Kant lo proclama a los cuatro vientos. Kant, lector y rendido devoto de Juan Jacobo Rousseau.

    Pero Kant es, en ese sentido, la síntesis de las dos antítesis en que pareció quedar el linaje de Descartes: racionalistas y empiristas. Y en el bando empirista hay una clara mayoría insular, de las Islas Británicas. Muchas veces se subestima la revolución inglesa. Se concede toda la atención a la revolución francesa, pero apenas se trata la inglesa (me refiero que no se estudia en los depauperados temarios de Historia del sistema educativo actual). Pero no tendríamos que olvidar que ideas como "tolerancia", "división de poderes" y otras propias del liberalismo están delineadas, y más que esbozadas, en la obra de Locke.

    Lo que se desprende de tu magnífico análisis, Gothico, es que el progresismo siempre ha vencido mediante la manipulación del lenguaje. La misma denominación "liberal" da a entender algo que no es: Liberalidad no es liberalismo.

    Y por si fuera poco, a la postre, se da a entender que fueron los tradicionalistas, precisamente los más calumniados y difamados, los culpables de la falta de entendimiento. Así dice Miguel Castillejo en un libro dedicado al apóstata y herético Julián Sanz del Río: "El fundador del krausismo español. Etapa andaluza":

    "La defensa bunkeriana de la tradición por la tradición cerró las puertas a toda posibilidad de diálogo y entendimiento entre los grupos disidentes."

    El entendimiento era imposible. Pero no por cerrazón de los tradicionalistas, sino por incompatibilidad absoluta y férreo principio de identidad lógico, ontológico y teológico.

    No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.

    Muchas gracias por su estupenda exposición, Gothico.


  6. #6
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    El pensamiento reaccionario tras la Revolución Francesa (1790-1800)

    Estamos en 1790; han transcurrido ya veinte años de la brutalidad “reaccionaria”, pero ¡¡asombrosamente aun no nos ha contado el sr. Herrero que se hubieran producido asesinatos ni encarcelaciones de ilustrados o liberales en España en ese intervalo!! (a pesar de que ya se contaban por millares los asesinatos de reaccionarios a manos de revolucionarios en la desgraciada Francia de la época).

    Y es que no hay que olvidar que el complot “reaccionario” que nos viene denunciando el sr. Herrero es interesado: consiste en ir preparando el terreno al lector incauto, cargando las tintas sobre la “reacción” (o sea, sobre las derechas), a fin de acusarla como culpable cuando acabe llegando el tiempo del enfrentamiento bélico de las “dos Españas” (cosa que, para Herrero, comenzaría a partir de la persecución de los “ilustrados” tras la instauración del absolutismo a la vuelta de Fernando VII, por “ furias desencadenadas”, y nada menos que “a sangre y fuego”...

    A pesar de su filantropía ilustrada y humanitaria, al sr. Herrero parece evidente que el carácter sanguinario y cruel de la Revolución francesa no le importa, por lo cual no se detiene en analizar las repercusiones del Terror revolucionario ni en las víctimas de la Francia mártir, ni en la opinión aterrorizada de los países europeos; él debe ver como algo normalísimo el reguero de crímenes, asesinatos y desmanes de los revolucionarios, herederos de las ideas de Voltaire, Rousseau y de la (falsa) Ilustración: los asesinados lo habrían sido por su propia culpa, por supuesto; ellos se lo habrían buscado por osar oponerse a las “luces”. ¡¡Hasta parecería escandalizarse de que protesten al ir a ser asesinados por la chusma "ilustrada"!!
    Ahora bien, ¡¡podríamos imaginar sus exabruptos si sólo una centésima parte de los millares de asesinatos en la Francia revolucionaria los hubieran cometido los absolutistas o los “reaccionarios”!!

    Tampoco reflexiona sobre la veracidad y el cumplimiento de las profecías catastróficas que los malvados reaccionarios habían realizado pocos lustros antes de 1789.
    No sólo eso, sino que Herrero continúa volcando su odio contra los pensadores europeos y españoles que denunciaban esos hechos criminales, odiándolos sólo por pretender que en sus propios países no ocurrieran crímenes parecidos a los de la Francia maloliente y desharrapada; ...y es que, ¡¡ojo!!, en España debía haber sucedido algo parecido... ¡¡y no sucedió por culpa de la reacción!! lo cual es un delito monstruoso para el progresismo.

    ****

    Consecuencia del impacto de la Revolución francesa en España sería, según Richard Herr, la desaparición del despotismo ilustrado bajo Carlos IV, así como el “triunfo de las fuerzas reaccionarias y el endurecimiento de las posiciones del Antiguo Régimen”, debido también a la guerra de 1793-95 contra la Francia revolucionaria.

    Herrero: “entonces pueden afirmar triunfalmente los representantes del Antiguo Régimen que sus advertencias han sido confirmadas por los hechos, que la razón conduce a la anarquía ...Solo la destrucción de las ideas y los hombres ilustrados puede salvar a la sociedad del caos revolucionario"
    Otra falacia de este miserable: confundiendo la “razón” de los falsos filósofos con la Razón en sí; injuriando a las víctimas ¡¡...calumniándolas como deseosas de haber asesinado a sus inocentísimos verdugos!!; y sin una palabra de condena contra los millares de crímenes palpitantes de aquel populacho francés revolucionario, heredero de las blasfemias filosóficas de Rousseau y Voltaire.

    (...)
    4 - Juan Pablo Forner
    Este escritor es mejor considerado por Herrero que los anteriores reaccionarios; son interesantes sus “Discursos filosóficos” (1794), obra que acusa el impacto de la Revolución Francesa. Forner vendría a ser un ilustrado “pesimista”, desconfiado de la “razón”:
    “la razón, he aquí el asilo de la impiedad..., al pretender crear una sociedad justa y feliz mediante la razón, ignorando que el hombre natural está dominado por las pasiones, desemboca en el triunfo del animal”
    “la filosofía es ahora el horrendo fruto de una sofistería audaz que sólo ha sabido inspirar ruina, destrucción, destrozos, mortandades, rapiñas, sacrilegios, cual jamás se ha visto en los anales de la locura humana”
    Herrero: “una de las más triviales y pedestres formulaciones del dogma reaccionario de que la filosofía significa el triunfo del animal en el hombre
    Respuesta: más “trivial y pedestre” fue, para todo el mundo, comprobar cómo en los franceses que habían bebido esa falsa “filosofía” no sólo había triunfado el “animal” sino la fiera carnicera.

    5 – Vila y Camps
    Su obra básica “El vasallo instruido en las principales obligaciones que debe a su legítimo monarca” (1792) consiste en una exaltación de la Monarquía, sugiriendo una teoría bíblica de la institución monárquica “absoluta”, afirmando que Dios da a cada pueblo un Rey adecuado a su hechura, y que cuando Dios llama a alguno al ministerio le da todas las gracias para desempeñarlo fielmente.
    Herrero, disparatando: “así, pues según ese argumento es evidente que todos los reyes son santos
    Confunde la providencia divina con la santidad de los hombres..., pero ¿qué otra sandez podría esperarse de un individuo para quien la “filosofía” de Voltaire equivale a la Filosofía con mayúsculas?

    6 – Peñalosa y Zúñiga
    Tuvo gran difusión su obra “La Monarquía” (1793), la cual parece ser que estuvo cerca del espíritu de las luces...; pero osó criticar a los falsos “filósofos”:
    “para prevenir el engaño con que perturban las almas sencillas ciertos espíritus facciosos, que no pueden por su orgullo soportar la carga de la ley, y que intentan abatir la majestad de los reyes que contienen su malicia...”
    “no es la (actual) una verdadera filosofía sino una filosofía enredadora, descarnada, maligna, libre, ceñuda y presuntuosa”.

    Delito gravísimo, suficiente para ser castigado por los progresistas:
    Herrero: Por esta razón le incluyo entre los que se opusieron en España a la Ilustración
    Es evidente que Peñalosa estaría encantado de no figurar en el “maligno” bando “filosófico” del señor Herrero.

    Afirma Peñalosa:
    “el defecto del príncipe no exonera al vasallo de la obligación esencial de obedecer... resistir las órdenes del príncipe es crimen abominable”
    Herrero: “Esa corriente cultural estaba condenada a subsistir sólo subterráneamente en el siglo XIX... ni siquiera un Elías de Tejada o un Francisco Puy se atreverían a pronunciar hoy tales palabras
    Si sustituimos en la frase de Peñalosa la palabra “príncipe” por “presidente de república jacobina” el señor Herrero no dudaría en absoluto de su veracidad.

    Afirma agudamente Peñalosa, al considerar los riesgos de opresión del absolutismo y la democracia:
    “Si no hay forma de gobierno que pueda destruir las pasiones de los soberanos que mandan, menos la hay para sujetar los vicios de los que obedecen”;
    (y contra la democracia) “la continua mutación de vocales, es no sólo semilla frecuente de revoluciones... sino que disminuye el respeto que la multitud debe tener a la soberanía”

    7 - “El Evangelio en triunfo”
    Apareció tal obra, como anónima, en Valencia en 1797; pero se supo que había sido escrita por el antiguo ilustrado Pablo de Olavide; motivada por su vuelta al cristianismo tras el desengaño de los sucesos de la Francia revolucionaria. Hecho significativo de las crisis violentas de conciencia de muchos ilustrados y afrancesados que hubo por entonces, y que retraerían a muchos espíritus inquietos al antiguo espíritu del “absolutismo”.
    “El evangelio en triunfo” será “una mina para los futuros absolutistas, para atizar el horror a las ideas liberales y el regreso a las actitudes autoritarias” (Herrero).
    Escribía Olavide:
    “Nuestra edad desgraciada ha visto crecer como la espuma esa súbita subversión de las ideas debido a los esfuerzos de la falaz filosofía... sus máximas corruptoras... soltó sus diques para inundar el universo con sus delirios”
    “Voltaire, Rousseau... monstruos perversos, furias escapadas del infierno para corromper el mundo”
    “Si sus libros subsisten... no hay gobierno seguro, no hay culto que pueda sostenerse ni costumbres que no se corrompan”.

    8 - ¿Jovellanos?
    Los efectos de la Revolución Francesa desengañaron a muchos ilustrados; solo que, así como los “reaccionarios no comprendían cómo su mundo se hundía, y por ello imaginaban complots y conspiraciones tenebrosas”, los ilustrados se asombraban de la violencia revolucionaria y la achacaban a las sectas, no a las falsas ideas filosóficas.
    Tal sería la postura de Jovellanos en su “Memoria sobre la educación pública” (1802) escrita en prisión.
    Sospecha Herrero que Jovellanos debió estar bajo el influjo maléfico de las “Causas de la Revolución francesa”, obra del guru reaccionario Hervás y Panduro:
    “tal sistema fue aborto de unos pocos impíos que, aborreciendo toda sujeción, buscaron su gloria y su interés en la subversión de todo el orden social”
    “tales errores corrompiendo todos los principios de la moral pública y privada, natural y religiosa amenazan igualmente al trono que al altar”
    Y remata Jovellanos:
    “Es necesario oponer la verdad al error, los principios de la virtud a las máximas de la impiedad y la sólida y verdadera a la falsa y aparente Ilustración

    ¡¡Muy curioso!! Tales frases las habrían suscrito todos los pensadores “reaccionarios” que llevamos recopilados. El misterio es saber por qué el progresismo ante unas mismas frases, y obras de similar trasfondo doctrinal, cataloga a unos de reaccionarios y a otros, como a Jovellanos, los disculpa de engrosar las filas de la reacción.
    Herrero: “(efectivamente) la educación, la Ilustración sólida y verdadera, sigue siendo el único camino hacia la felicidad”
    ¡¡Ahora nos reconoce el sr. Herrero que había una Ilustración “verdadera” y por tanto... que habría otra Ilustración “falsa”!! ¡¡Qué pena que no nos diga cuál era la “falsa” Ilustración, y en qué sentido la “verdadera” se diferenciaba del pensamiento reaccionario!!
    ¡Y yo que pensaba que los “reaccionarios” sólo atacaban la “falsa” Ilustración!
    Pues una de dos: si no explica Herrero los matices de la “falsa” ilustración... resultará, por exclusión, que Jovellanos era reaccionario también, pues no sólo no se le ve atacar las tesis de los reaccionarios, ¡¡sino hasta defenderlas!!
    Sin embargo ¿por qué razón Jovellanos, misteriosamente, no sería reaccionario? Aquí queda evidente la malicia del sr. Herrero.


    9 – Fray Diego de Cádiz
    Fraile capuchino, de alrededor de 1790-1800, famoso por sus predicaciones y sus soflamas contra “los franceses”, que aparecían como encarnación de las ideas revolucionarias antirreligiosas, o sea, “las ideas de la Ilustración” (Herrero) y predecesor insigne de los curas que predicarían años después contra la invasión francesa durante la Guerra de la Independencia.
    Herrero: “Fray Diego interesa por representar el paso de la reacción del plano teórico al práctico... de la predicación de la intolerancia, pasamos a la eliminación de las teorías ilustradas, no en el plano dialéctico sino en su realidad concreta
    o sea, su archirrepetida y falsa equivalencia Ilustración=falsa filosofía anticatólica
    Herrero: “...víctima de una pésima educación y carente de cultura histórica y filosófica cree sinceramente los disparates que fulmina contra el mundo moderno y está dispuesto a morir por defenderlos”
    Sustituyendo lo de “mundo moderno” por “mundo antiguo”, a lo mejor esa frasecita se la podríamos encasquetar a su admirado Voltaire.

    Escribió Fray Diego la obra “El soldado católico en la guerra de religión” en el contexto de la guerra franco-española de 1793-95, ensalzando aquella guerra política como lo que en el fondo era: un cruzada religiosa contra la Revolución.
    “Dios, su Iglesia, su fe, su religión, sus leyes, sus ministros... se hallan injustamente violados, impíamente desatendidos y sacrílegamente atropellados en ese desgraciado reino por una multitud de hombres cuyo proceder los acredita de hijos de Lucifer”
    “la Asamblea de Francia, aquella multitud de hombres infames sediciosos y perversos, que se unieron y congregaron para formar un conciliábulo contra el Señor de los Cielos y contra su Cristo en la tierra...”
    “obligando a todo católico (tales monstruosidades) a que en el modo que pueda trabaje para exterminar a esas gentes y por hacer que su nombre no vuelva a resonar sobre la tierra”
    Herrero: “es decir: si las fuerzas liberales y democráticas del mundo moderno son la encarnación de Lucifer, deberán ser exterminados sin compasión
    Obsérvese cómo Herrero saca la frase de un contexto de guerra ya declarada entre Francia y España; y que lo que Fray Diego aplicaba en caliente a una guerra ya comenzada y abierta, Herrero lo atribuye, en abstracto y en frío, como incitación al asesinato contra todo futuro “liberal” del mundo “moderno”.
    Lástima que ese escándalo que le parece producir la simple incitación al “exterminio” durante una guerra, no se la produzca en absoluto el anterior exterminio EN FRÍO, CIERTO Y SISTEMÁTICO de miles de católicos y religiosos en Francia bajo las ideas “filosóficas” y “culturales” de sus Voltaire, Rousseau, Diderot, Condorcet, etc.


    ****

    Hasta aquí lo que el señor Herrero denomina “Los elementos del mito reaccionario”; desde ahora nos adentramos en lo que él denomina “La construcción del mito reaccionario”, que abarcaría desde la publicación en 1803 de “Las causas de la Revolución en Francia” de Hervás y Panduro hasta el comienzo de la Guerra de la Independencia, época marcada según Herrero, por la influencia avasalladora, en la Europa absolutista, de las teorías conspirativas que inventó el abate Barruel, religioso francés exiliado en Inglaterra, a fines del siglo XVIII.

    (Queda claro que las citas que aporta el sr. Herrero deben ser las más agresivas que él haya podido encontrar en las distintas obras reaccionarias para justificar sus tesis, por lo cual nos excusa de buscar otras obras y textos más agresivos, si es que los hubiere).
    Última edición por Gothico; 26/06/2008 a las 18:13

  7. #7
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    La España del siglo XVIII: mayoría ¿ilustrada o reaccionaria ?

    Si para el tradicionalismo la ruptura ideológica se produce entre la Monarquía (absolutista) tradicional frente al liberalismo de las Cortes de Cádiz, ...para el progresismo, en cambio, la ruptura se produce entre la España ilustrada (que culmina en las Cortes de Cádiz) frente a la reacción absolutista de 1814, (que entronizó al tirano Fernando VII).
    ¡¡Ambas posturas acaparan para su bando a la práctica totalidad de la España del siglo XVIII!!!; o sea, si para el tradicionalismo, España habría sido absolutamente católica frente a una minoría insignificante de ilustrados afrancesados (que, eso sí, disponían de los resortes del poder); ...en cambio, para el progresismo, España habría estado absolutamente sumergida en la Ilustración y en el afrancesamiento pero, contra ello, habría conspirado una minoría reaccionaria que habría alborotado al pueblo y le habría vuelto a sumergir en la barbarie antiilustrada comenzando en la Guerra de la Independencia y que culminaría con Fernando VII.
    ¿Qué explicación es la más correcta? (Porque es evidente que las dos no pueden ser verdaderas y ambas se excluyen).

    Obviamente, la explicación progresista aparece inverosímil, ya que su explicación necesita infravalorar un hecho irrebatible, que es el de la absoluta religiosidad del 99% del pueblo llano español del siglo XVIII, y su total conformidad con los postulados católicos tradicionales, que no habían variado con la Ilustración; pues episodios aislados como el jansenismo o la expulsión de los jesuitas no afectaban a la idiosincrasia católica tradicional del pueblo llano.
    En los púlpitos no se predicaba Ilustración (aunque tampoco se criticaba si no tenía fines antirreligiosos); y sin contar que las veleidades ilustradas de los Aranda, Olavide etc. no atacaron nunca la Religión católica, y que la censura contra la Enciclopedia no desapareció en España ni con el mismísimo Carlos III.
    Lo que demuestra que TODOS los ilustrados españoles conocían el carácter antirreligioso de la Enciclopedia, y que una faceta (la anticatólica y la antimonárquica) de la Ilustración europea era hostil a las convicciones de TODA la España del siglo XVIII (ilustrada o no) y no sólo a las opiniones de unos cuantos “reaccionarios”, como nos viene cacareando el sr. Herrero.
    Ya vimos antes la opinión de Jovellanos (símbolo de nuestra Ilustración) condenando el anticatolicismo y la falsa Ilustración en su “Memoria sobre la educación pública” (1802).

    Además ¿por qué nunca se citan textos eclesiales en que conste que la Iglesia aceptaba la Ilustración como tal? ...porque si eso se nos dijera, ipso facto quedaría demostrado que el pueblo aceptaba la Ilustración en bloque (dada su aceptación desde los púlpitos). Pero eso no se nos dice... sencillamente porque esos textos eclesiales favorables no existieron.
    Por eso, es falso suponer al conjunto del pueblo español del siglo XVIII como ilustrado, y será cierto considerarle, si acaso, más bien “reaccionario”.
    (Paradójicamente, el progresismo, que siempre apela a mayorías para autolegitimar el sistema demócrata-liberal, en este caso apela a la necesidad de las luces y la ilustración, sin importarle el supuesto y previsible rechazo del pueblo llano español, en cuanto tal hecho supusiera un choque antirreligioso).

    El pensamiento reaccionario tras el año 1800

    Comienza el siglo XIX (¡y misteriosamente aun los reaccionarios no han aniquilado a nadie!); ahora llegaría, según Herrero, el período de la “creación del mito reaccionario”, caracterizado porque la reacción forja estrafalarias y peregrinas teorías sobre tenebrosas conjuras y conspiraciones satánicas al unísono entre protestantes, francmasones y filósofos para demoler la Religión y las Monarquías, “debido a la falta de una explicación mejor para justificar la realidad irremisible de un mundo antiguo que se les estaba hundiendo por momentos, delante de sus ojos atónitos; y ante la que no encontrarían explicación lógica alguna”.
    La explicación progresista sobre el fenómeno es taxativa: el pueblo ha espabilado gracias a la filosofía de los ilustrados, y los poderosos ya no pueden seguir manteniendo el antiguo orden, basado en las viejas supersticiones.

    10 - Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1809)
    Sabio jesuita español, autor de un monumental “Catálogo de las lenguas”, aunque según Herrero sería una figura mítica antirrevolucionaria (“ejercería gran influencia en el pensamiento servil español”), sobre todo por su tratado “Causas de la Revolución Francesa”, escrita en Roma en 1794 y publicada en España en 1803, obra muy difundida durante la Guerra de la Independencia y basada en las “Memorias” del abate Barruel.
    No lo incluye Menéndez Pelayo entre los antienciclopedistas españoles.
    Pasó Hervás la mayor parte de su vida en Italia, como tantos jesuitas exiliados, y en Roma se contagiaría de la manía conspiratoria, debido a encontrarse allí el “centro de las corrientes de pensamiento que, estimuladas por la Compañía, desarrollarán las más extremas teorías acerca de conspiraciones satánicas contra los tronos y la Iglesia” (Herrero)
    La obra de Hervás “Causas de la Revolución Francesa” fue acabada en 1794, pero no pudo ser publicada en España debido al nuevo clima político de amistad con Francia, tras la guerra de 1793-95. Sin embargo, el eco de la obra se ampliaría durante la estancia en España de Hervás entre 1799 y 1802, siendo finalmente publicada en 1803.
    Herrero: “fue debido a las intrigas políticas de aquella tenebrosa época... al ir ganando fuerza en España las fuerzas conservadoras y perder poder los clérigos ilustrados (o sea, jansenistas) que Godoy había mantenido en los primeros años de su gobierno”
    “Epoca tenebrosa” de España, ya... ¡y ni un sólo enciclopedista muerto por los reaccionarios! ... Ahora bien, prohibido dudar de que la Francia revolucionaria y asesina era la luz del mundo.

    Hervás denuncia, entre otras, el desprecio a la autoridad religiosa como causa principal de la Revolución francesa:
    “la Revolución francesa tiene por fin y efecto la abolición del cristianismo, y aun de la religión natural, y consiguientemente, de todo gobierno civil; ...de toda autoridad civil que perjudicaba el ejercicio de una libertad desenfrenada... su consecuencia” ha sido la corrupción de la conciencia en la nación francesa”
    Herrero sibilinamente: "por libertad entiende Hervás el libre ejercicio de las pasiones animales luego el resorte interior que frena nuestra libertad es la conciencia, por tanto el fondo de la acción ilustrada se ha encaminado a hacer guerra a la conciencia, Revolución que es solo la última fase del movimiento de la Ilustración a lo largo del siglo XVIII, y que su ataque a la monarquía es sólo consecuencia directa de aquél
    Hervás habla de Francia y su revolución; pero Herrero le acusa de atacar la acción ilustrada, equiparando Ilustración=Revolución francesa (cosa en que ya vimos que discrepaba Jovellanos); de atacar absolutamente toda la Ilustración, como si se resumieran y la hubiera provocado exclusivamente el enciclopedismo, o sea la falsa filosofía (llamada por Herrero movimiento ideológico del XVIII).

    Véase cómo Hervás sí distinguía entre Ilustración frente a los falsos filósofos. Sobre la Ilustración:
    “Francia hacía la primera... por su poder, cultivo de ciencias y artes mecánicas, por su tráfico interior... las ciencias, la política, y aun al hablar”
    Por contra, decía Hervás contra los enciclopedistas:
    “Esta gente (o sea los contaminados de enciclopedismo y falsa filosofía) debía matar a su monarca para así extinguir en él la potestad que con la pena los castigaría...”
    “Voltaire, Rousseau y otros infames y viciosos ateístas, que para vergüenza del linaje humano abortó el infierno...”

    Y prosigue Hervás:
    “Luis XVI... con su heroica muerte... nos ha dejado sellada con su sangre su virtud heroica y admirable santidad”
    Contra Luis XVI y contra Hervás vocifera nuestro historiador:
    Herrero: lo mismo que Cristo fue crucificado, así la monarquía francesa subió a la guillotina para con su sangre liberar al mundo moderno de los peligros de la libertad y de la Ilustración”
    Por enésima vez equipara y confunde este hombre la auténtica libertad e Ilustración con la filosofía enciclopedista antirreligiosa.

    Inspirado en Barruel, Hervás expone su teoría conspiratoria contra la Francia del Antiguo Régimen, denunciando la influencia al unísono de cuatro sectas que aspiraban a derribarla: la “secta calvinista”, de la que habría procedido la jansenista, que tuvo por fin denunciar supuestos abusos eclesiásticos que habrían dañado la pureza de la primitiva Iglesia, oponiendo los presbíteros a sus obispos, y éstos al Papa:
    “...los solitarios hipócritas de Port-Royal...oprimiendo la dignidad episcopal, las órdenes religiosas y la cátedra de Pedro por medio del desprecio y la calumnia”
    “el dragón infernal predicó la libertad de los reyes frente al poder eclesiástico; y de los pueblos frente a los reyes...”
    Se refiere Hervás también a la secta filosófica, formada por “los ateos, llamados filósofos, cuyo jefe es Voltaire, al que siguen los Diderots, los D’Alemberts, los Helvecios y toda aquella tropa de fatuos y malignos calumniadores”.
    Mientras los jansenistas introducían discordia entre la Iglesia y la Monarquía, aislando a ésta de la protección de aquella, esa discordia privaba a la Iglesia, a su vez, de la protección monárquica.
    Los filósofos, simultáneamente, a partir del falso dogma de la igualdad separaban al rey de sus nobles, dejándolo inerme frente a revolucionarias reformas políticas populares, reformas que acabarían por derrocar la monarquía.
    Por último, la secta de los francmasones (y la de los “iluminados” en Alemania), que trabajarían el espíritu del pueblo para la penetración de las ideas filosóficas de libertad e igualdad, presentándolas como queridas por Dios y como contrarias al Principado y al Sacerdocio, instituciones éstas impuestas mediante la injusticia y la violencia para robar a los hombres su perfecta libertad. El fin de los masones, según Hervás, sería “gobernar el mundo, apropiarse de la autoridad de los soberanos y quitarles el empleo, dejándoles sólo el honor de llevar la corona”.

    Se burla Herrero:
    Herrero: “cuando las ideas aquí atacadas forman el acerbo cultural civilizado, el horror de Hervás nos parece cómico y grotesco... A ello contribuyen (con humor negro) los masones contemporáneos, corroborando la crítica de los jesuitas, de que ellos son realmente ¡¡los introductores de los ideales democráticos en el mundo moderno!!...pues es absurdo hacer de ella una de las causas de la Revolución Francesa o la creadora de la tradición cultural de los derechos humanos
    Lamentablemente acierta Herrero: el “ideario” de encumbrar al pueblo soberano aniquilando reyes, nobles y religiosos está en la base “cultural civilizada” de la Francia moderna y de la Europa heredera de aquellos principios; el único “inculto no civilizado” era Hervás que lo denunciaba, claro.
    Es curioso que los progresistas se burlen de los ritos y conspiraciones que los reaccionarios achacan a los masones, pero sin embargo conceden verosimilitud a bulos conspirativos semejantes de carácter jesuita.
    Por último, sería interesante conocer algo verídico (no fantasmagórico) acerca de tal supuesta “tradición cultural de los derechos humanos”; desconocida en el mundo hasta el descubrimiento de la guillotina, elemento “cultural” clave de la “tradición” liberal.


    Esa teoría conspiratoria constituye el núcleo de la voluminosa obra de Hervás, que escribió en Roma en los años más duros y críticos de la sangrienta Revolución Francesa, contra las sectas que supuestamente la habían preparado o, al menos, la habrían visto con buenos ojos.
    Como colofón de la voluminosa obra, Hervás comete la barbaridad de pedir (año 1794) “el exterminio de las sectas filosófica, francamasona y jansenística y de cualquier otra que contra la pureza del catolicismo pudiera inventarse” así como la “severidad de penas pecuniarias y corporales contra los secuaces o contra los que vendan o tengan libros de su doctrina...”
    Herrero, :”frente al enorme esfuerzo de la Ilustración su básica respuesta es la tradicional Inquisición; frente a la cultura moderna Hervás sueña con delación, penas corporales y exterminio
    Hervás no se dirigía contra la “cultura” ni la “ilustración” sino a una legítima defensa contra ciertas sectas y sectarios (de los que él creía haber demostrado su carácter subversivo y criminal en los hechos sucedidos en Francia).
    Increíble que, después de haber tratado Hervás, exhaustivamente y exclusivamente, sobre sectas... ahora Herrero le cargue el mochuelo de querer exterminar nada menos que la “cultura”...
    ¿O es que Herrero reconoce que esas sectas estarían en la base de la falsa filosofía y el enciclopedismo?


    Herrero: “las incitaciones de los jesuitas Hervás y Barruel a la persecución y a la supresión fueron importantísimos factores, no tanto en la violencia de la represión absolutista sino en la justificación antiintelectual y antiilustrada de esa represión
    Al pobre Hervás (“eruditísimo jesuita, espíritu amplio y cultivado”), que sólo había pedido una respuesta proporcionada contra las SECTAS responsables del asesinato de millares de católicos y nobles de la FRANCIA revolucionaria, le hace responsable este tipo de futuros “exterminio liberal” en España, ¡y solo por una frasecita sacada de contexto!
    Por supuesto, ni una palabra sobre la “persecución y supresión” religiosas y su “justificación” filosófico-enciclopedista.

    ****

    Pasa a continuación Herrero a tratar sobre el abate Barruel (1741-1820), su trayectoria ideológica, su exilio en Inglaterra en 1792, y su posterior y sorprendente aceptación de Napoleón a partir de 1800.
    Sus “Memorias para servir a la historia del jacobinismo” (1797), obra de gran éxito, fueron traducidas a todas las lenguas en años posteriores, aunque la primera edición en España data tardíamente, en 1812 (debido a dificultades con la censura), aunque incluso años antes de su publicación ya había contribuido a “crear un estado de opinión en la reacción española” (Herrero), si bien su apoteosis se produciría a partir de 1813, con la edición traducida y prologada en la Mallorca absolutista por otro reaccionario: el padre Strauch. En estas “Memorias” debió haberse inspirado Hervás y Panduro.

    Las “Memorias”, a pesar de ser citadas en su momento como fiables, no pasaron de ser una monumental falsificación. Barruel describía a los jacobinos como una secta, resultado a su vez de tres sectas previas: los filósofos, los francmasones y los iluminados. Y es que a mediados del siglo XVIII Voltaire, D’Alembert y Federico de Prusia habrían planificado la destrucción del cristianismo mediante tres fases: la Enciclopedia; la destrucción de los jesuitas y por último la destrucción de las órdenes religiosas, todo ello como medio para fundar una ciudad filosófica a cargo de Voltaire bajo la protección de Federico de Prusia, apoderarse de la Academia Francesa y terminar inundando Francia y Europa de libros anticristianos. La obra maestra de tal rebelión se habría fijado el 14 de julio de 1789... y tal habría sido el origen de la Revolución francesa.

    Ahora bien, si, efectivamente hay que conceder que todo era falso en la forma... no lo era en el fondo: en el sentido de que la concatenación de causas y efectos más o menos queridos y más o menos trabajados durante décadas acabó produciendo un efecto final revolucionario en la realidad que debía aparecer como lógico dado el desarrollo de los hechos.
    No hace falta poner fecha a unos sucesos ni sentar a unos personajes ante una mesa maquinando una conspiración para imaginar que el efecto final sucedió como si de una conspiración se hubiera tratado.
    Herrero: esas complejas explicaciones de conjuras y sectas van creando una visión tenebrosa y siniestra de la historia moderna
    Debe ser que los millares de reaccionarios franceses guillotinados y asesinados dan un toque precioso a la historia moderna ¿no?

    ****

    11 – Antonio Campmany

    Otro reaccionario peligroso; con su carta a Godoy de 1806, recogida en “Centinela contra franceses” (1808), comenzará según Herrero la formación del pensamiento “servil”. Dicha carta constituirá un alegato a favor del “antirreformismo autoritario”, de la “santa España”, del “casticismo”, de la causa del “pueblo contra la cultura”, de la “esencia religiosa de los españoles”, de la “santa ira”, del “ateísmo como esencia de lo francés”, de “Napoleón como monstruo jacobino” etc

    Si la obra de Hervás (en 1794) hacía referencia al papel siniestro de unos conspiradores contra el Altar y el Trono en Francia (y en abstracto en el resto de Europa) Campmany, apareciendo ya en 1806 como inminente la avalancha revolucionaria francesa-napoleónica, trata de denunciar un estado de cosas que en España la tienden a producir, frente a otro estado ideal que evitaría o detendría esa avalancha; de ahí su apología de aquella España primitiva y anterior al afrancesamiento edulcorado de la España de mediados y finales del siglo XVIII.

    Hay que hacer notar que el ataque de Campmany a la Ilustración, en 1806, estaba justificado, pues había habido ya un cambio de matiz muy importante; y es que si la Ilustración española durante el siglo XVIII respetaba el catolicismo y el orden monárquico tradicional, la Ilustración francesa había demostrado un cariz anticatólico, antitradicional y virulento que estalló en la Revolución de 1789; y ese carácter era ya, descaradamente, el que parecía imponerse inevitablemente con las tropas napoleónicas. De ahí sus iras contra todo lo que oliera a Ilustración, y ya sin distinciones, aunque su odio parece dirigirse a la Ilustración radical francesa, que ya merodea por España sin disimulos.
    Campmany, alarmado, ataca la Ilustración francesa como forjadora de la corrupción de costumbres en España y en cuanto su falsa filosofía pretende cambiar con la invasión el orden político tradicional de España:
    “el pueblo es la nación, de su masa sale todo: el sacerdote, el magistrado el guerrero y hasta la sabiduría” (¡qué pena que no provenga de los falsos ilustrados!)
    “desnudémonos de todos los hábitos que nos introdujeron los pestíferos ejemplos de nuestros enemigos”..., o sea, “el pueblo contra la cultura” (Herrero)
    “nuestra religión... preservada del contacto de las sectas, de los encantos de la moderna filosofía”
    “desechar toda felicidad reforma regeneración y constitución que venga de París, Burdeos o Bayona... ”
    “el nuevo edificio político que se levantaba para ser morada exclusiva y regalo de los ilustrados”.

    Herrero, regodeándose: “en este período esas ideas (reaccionarias), que habían estado en la periferia de la cultura española, desdeñadas por los intelectuales ilustrados y sostenidas por una minoría, que aparecía como de estrafalarios pero inofensivos maníacos alcanzarán una enorme difusión, se alzarán con feroz violencia y materialmente aplastarán y destrozarán a los representantes de la cultura ilustrada, deteniendo de paso durante veinte años la evolución de la historia española y sembrando semillas de odio cuyos ecos aun resuenan en España...”
    (¡¡!!)
    El problema es que el grueso de la España católica de fines del siglo XVIII creía lo contrario: que lo que estaba en la “periferia de la cultura” era una minoría de intelectuales ilustrados que “aparecían como estrafalarios pero inofensivos maníacos”
    ...algunos de los cuales “se alzarían con feroz violencia y materialmente aplastarán y destrozarán” a los representantes de la cultura católico-tradicional y "sembrando semillas de odio cuyos ecos aun resuenan en España" (primero, pacíficamente en las cortes de Cádiz y luego a partir de 1820).

    Herrero: “De odiar a Francia a odiar todo lo francés hay sólo un paso, y ese paso lo darán las fuerzas reaccionarias, explotando la intensísima emoción antifrancesa para identificar las ideas ilustradas y el liberalismo democrático con lo francés y a los liberales españoles con agentes del enemigo, traidores a su patria y vendidos a Napoleón”.
    Vaya, ahora nos mete Herrero, de contrabando, junto a la Ilustración...el “liberalismo democrático”... ¿y eso? ¡¡Nos pretende camelar nada menos que la Francia revolucionaria homologándola con la Ilustración de la época de Carlos III!!
    Y yo pregunto: ¿qué tienen que ver las ideas ilustradas del católico siglo XVIII español con el jacobino “liberalismo democrático”?¿por qué los identifica el sr. Herrero? ¿se conoce algún ilustrado español del XVIII que lo hubiera defendido?
    Imposible, porque en España aparece en las Cortes de Cádiz, y como un contagio de la invasión francesa.
    Luego está claro que la Ilustración (ya más bien Revolución) francesa no era ni equivalía a la Ilustración española del XVIII, aunque Herrero juegue a mezclarlas para confundir a sus lectores; y que esa virulenta Ilustración (o más bien Revolución) “francesa”, dispuesta a penetrar en España, era la que estaba en el fondo de las denuncias de Campmany.
    Última edición por Gothico; 03/07/2008 a las 18:55
    ALACRAN dio el Víctor.

  8. #8
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Aparece la “derecha progresista”

    Según la historiografía “derechista”, la Ilustración sería el antecedente remoto de la derecha “civilizada” (no de la derecha “cerril”); o sea, de la derecha de la revolución dentro de un orden, del mal menor, la que consiente que los exaltados incendien iglesias... “dentro de un orden y sin pasarse”; la que permite el aborto “dentro de un orden”; la homosexualidad “dentro de un orden”; que se despedace España “dentro de un orden” etc. Que suceda de todo, en fin, pero legalmente, educadamente y sin follones callejeros.
    A esos que defienden ese origen ilustrado y “civilizado” de la derecha, y que se arrogan la autoría de las Cortes de Cádiz, podría considerárseles más bien, como el brazo civilizado (y en versión española) de los asesinos revolucionarios franceses y de sus teorías de soberanía popular (otra cosa sería que en España no hubiera hecho falta matar reyes, como en Francia, dado que Fernando VII estaba ausente).
    En otro lugar trataremos del asunto.

    Campmany ¿contra la Ilustración?

    Campmany se refería al aspecto agresivo revolucionario que se iba inoculando bajo capa de Ilustración desde 1789 en adelante; que ya había sorprendido y escandalizado a los ilustrados españoles de entonces y que acabará dando lugar al “liberalismo” en España tras la invasión francesa de 1808; y que los liberales (de derecha y de izquierda) se han esforzado en presentar, desde entonces, como la gloria y culminación de la Ilustración (...aprovechándose providencialmente del ataque y repulsa tradicionalista contra la Ilustración en bloque, que les deja el campo libre).

    Sin embargo, según Herrero, con Campmany propiamente comenzaría, la “guerra santa contra la Ilustración”(¿?) ...a pesar de que, realmente, lo que defendía Campmany, ya en vísperas de la invasión napoleónica, no era propiamente sino la “santa guerra religiosa”; la “defensa de la sacrosanta religión de nuestros padres”... “la causa del Todopoderoso” etc.
    Herrero: las primeras emociones populares fueron la indignación ante la traición napoleónica y la rebelión patriótica de un pueblo humillado... pero sobre esa cruda violencia actúan los líderes tradicionales del pueblo, las poderosas fuerzas conservadoras...
    (¿?)Antes nos decía que las ideas reaccionarias “habían estado en la periferia de la cultura española, desdeñadas y sostenidas por una minoría de estrafalarios maníacos”. ¡Pero ahora dice que también las sostenían unas “poderosas fuerzas conservadoras” (que no conocíamos)!
    ¿quiénes eran y qué hacían esas “poderosas fuerzas conservadoras” durante la flamante Ilustración del siglo XVIII? Misterio.

    La peculiaridad de Campmany frente a los anteriores reaccionarios consistirá, eso sí, en dejarse de avisos indefinidos y vagos sobre peligros antirreligiosos futuros y sobre sectas tenebrosas, para dirigir ya el ataque (incluso material ) hacia los franceses y, de paso, contra aquellos aspectos sibilinos que labraron en el espíritu de los dirigentes ilustrados de entonces las semillas de la invasión napoleónica que se avecinaba sobre España, con su secuela revolucionaria:
    “Con esta guerra (de Independencia) nos libraremos de la molestia y el asco de dar oídos a la fastidiosa turba de sabihondos, ideólogos, filósofos, humanistas... que nos iban introduciendo escuelas centrales, normales, elementales, institutos... y todo para formar el espíritu y el corazón a la francesa moderna...

    Herrero: “...de ahí que el fin de esta guerra santa será la destrucción de la Ilustración y los ilustrados, agentes principales de la gran conspiración....”
    Mentira. Para Campmany la guerra es contra la imninente invasión francesa y, de paso, contra la influencia de sus ideas revolucionarias más extremas que se deslizaban en escuelas y academias de la España de entonces.
    Y lo de que el fin de la guerra fuera “destruir ilustrados” del tipo moderado de un Jovellanos, por ejemplo, se lo saca de la manga este señor.

    Campmany arremete también contra Godoy “el otomano bautizado”, su “famoso sofá”, sus voluptuosos festines y sus escandalosas orgías: “aquel idiota que en tres cuartos de hora medio en pie medio sentado, con el cigarro en una mano y pellizcando a alguna beldad despachaba los negocios de ambos mundos”

    Herrero: si la invasión francesa representa el esfuerzo del ateísmo... la guerra santa española será el principio de una cruzada por la que esas fuerzas del mal son vencidas y la Iglesia y la monarquía absoluta restauradas a su pasada grandeza... así pues, la violencia resultante alcanza una intensidad difícil de describir...
    Puesto que los liberales se identificaban en el fondo con la cultura francesa, sobre ellos caerá también ahora la persecución purificadora...
    ¿Es que acaso la Ilustración había menoscabado en algo el poder de los monarcas en España?
    Tampoco nos explica el proceso por el que en España llegó a haber “liberales”; él sobreentiende que vendrían a ser un efecto necesario de la Ilustración; ...lógico, le es muy fuerte reconocerlos como los socios españoles de los jacobinos de la Revolución francesa: de los asesinos de todo rey que no se plegara a los caprichos de dictadura “popular”.

    El mequetrefe en su salsa:
    Herrero: “la capacidad misma de razonar desaparece;“la filosofía es ateísmo y blasfemia”; “todos los españoles que participaron de las ideas ilustradas se convierten en traidores”; “la mejor garantía de fidelidad a nuestras santas tradiciones es la incultura”; “la ignorancia ha mantenido en nuestro pueblo en su pureza intelectual”;
    “las mujeres superan a los hombres porque leen menos”; “sólo la barbarie puede civilizarnos”; “debemos exterminar como lobos a los liberales”, etc.
    Por supuesto, todas esas sandeces no las escribe ningún reaccionario; las imagina por su cuenta y riesgo este progre metido a "historiador".

    12 – Simón López: “Despertador cristiano-político”

    Interesante documento del primer año de la guerra de la Independencia, escrito por un presbítero murciano: en él se recogerían “las más agresivas ideas de Hervás” adaptadas a las nuevas circunstancias bélicas: los filósofos-masones “afrancesados” como agentes de Napoleón ( “leopardo del Apocalipsis”, “bestia horrenda de siete cabezas”); los filósofos de nuestro tiempo, la coaligación de los impíos, incrédulos, deístas, ateístas, herejes, apóstatas de Francia y de la Europa toda”...

    Herrero: “las ideas expuestas son las centrales de la reacción contra la Ilustración ya comentadas”
    No. Son ataques contra la antirreligión ilustrada. Maliciosamente Herrero intenta confundir.

    Y eso lo aclara el “Despertador”: “No todos los filósofos son francmasones; pero todos los francmasones son filósofos, o por mejor decir, sofistas. Humanidad, economía, regeneración, libertad sociable, igualdad, felicidad pública, religión y moral depurada es el lenguaje favorito de estos impostores incrédulos...”
    ¿Qué tiene que ver ese ataque contra la cultura propiamente dicha? Es evidente su ataque contra el sesgo antirreligioso de la Ilustración y la Revolución francesas que entran en España con Napoleón (y que era inexistente o muy diluido en la Ilustración española del XVIII). Escribe:
    “La Revolución francesa, principiada veinte años hace, fue la que parió esta monstruosidad, concebida más de medio siglo antes...; los filósofos francmasones, en breve tiempo, realizaron en Francia su gran proyecto, de arruinar el trono y el altar...; tras su victoria en Francia comienza el periodo de expansión por toda Europa, introduciéndo en los gabinetes amigos, ministros, confidentes finos, espías astutos y bien pagados”.

    En España el instrumento de la secta habría sido Godoy.:
    “Un privado español, ambicioso, lujurioso, irreligioso, ignorante, ruin, satélite de Napoleón... ha empobrecido al reino más opulento del mundo... venderlo a sus enemigos, llenarlo de francmasones y literatos afilosofados... y nos ha puesto a punto de una total ruina”.

    Acaba el “Despertador” alabando a la Inquisición, que habría obstaculizado a pesar de todo la difusión de libros y folletos seductores de los filósofos contra la Iglesia la religión y los monarcas, y a la cual se debe “el grito de la nación: ¡Viva la religión!¡Viva la Iglesia!Viva la Virgen!¡Viva Dios!¡Viva Fernando VII!¡Muera Napoleón!¡Mueran los franceses!”.

    Herrero: “el primer gran paso hacia la afirmación del catolicismo será nuestra total separación de la cultura europea”
    De la “cultura” criminal-revolucionaria sí, por supuesto y a mucha honra.
    Por lo demás ¿dónde ha atacado el “Despertador” a la cultura?¿ha dicho acaso algo como “muera la Ilustración” o “muera la cultura”? La malicia de este tipo no tiene fin.

    ****

    Los reaccionarios en las Cortes de Cádiz

    Con las Cortes de Cádiz comienza Herrero la última parte de su libro dedicada a lo que él llama “la difusión del mito reaccionario”:
    Herrero: “(Cádiz) será el centro del primer gobierno elegido por un pueblo al que una revolución política acaba de hacer donación de la soberanía...; un breve y frustrado intento de introducir el diálogo parlamentario, de sustituir la autoridad por la razón, señala el fin del Antiguo Régimen y su sustitución por las instituciones democráticas...”
    Por lo menos reconoce que hubo una “revolución política”; por supuesto. Fue gestada anónimamente durante el caos y el embrollo de la guerra de la Independencia.
    Pero ¿qué “pueblo” eligió a ese “gobierno” y a los diputados de esas Cortes?¿Qué autoridad tenía la Junta que convocó esas Cortes?¿Esa fue la “revolución política”... surgir de la nada y autonombrarse diputados la mayoría de ellos, ...faltando la mayoría de diputados titulares? Nunca nadie responde a eso.
    ¿Y qué tiene que ver la “razón” con las mayorías “democráticas” y sus rodillos parlamentarios?¿cuándo la razón” radicó en la opinión de una mayoría?; y lo último: ¿nos contrapone “autoridad” a “razón”? ¡cómo si pudiera darse alguna verdadera autoridad al margen de la razón!

    Herrero: “vamos a asistir, pues, al nacimiento del liberalismo, pero desde el ángulo de la ideología reaccionaria, que es la que envolverá ese término en un halo de execración y horror que justificará las futuras medidas represivas
    Que en España se implantara, por narices, un régimen político copiado del francés criminal-revolucionario ¿no debería horrorizar y escandalizar?
    Sobre “futuras medidas represivas” (hemos visto que desde 1770 ...a 1810 sigue sin haber ninguna) ya nos hablará más adelante el sr. Herrero...

    Herrero: el siglo XVIII asistió a la evolución del concepto de monarquía absoluta, basado en el principio del poder real procedentamente directamente de Dios...
    ...y que fue el único existente en la católica España durante todo el siglo XVIII y anteriores, desde la época visigótica (Recaredo)
    ...al de despotismo ilustrado, en que el monarca encarna la ley natural y, conforme a la razón, desarrolla las energías del Estado...
    ...y que se dió tangencialmente en España, sobre todo bajo Carlos III, sin afectar a la catolicidad de todo el país y del Estado.
    ...al (finalmente) de soberanía nacional, según el cual el poder reside en el pueblo, que elige a sus representantes, que, unidos en una asamblea nacional, dotan al país de una constitución (parlamentarismo)
    ¡ojo! esto ya es una derivación anticristiana traída por el sector más radical de la Ilustración: el revolucionario francés, ajeno por completo a la Ilustración española del XVIII. Aquí hay ya una mutación ideológica, ajena a la moderada ilustración española, y que consiste en implantar de modo incruento el modelo político revolucionario francés; para lo cual se convocaron, de modo fraudulento, las Cortes de Cádiz.

    Herrero: las “Memorias” del obispo de Orense, el “Manifiesto” de Lardizabal y “La España vindicada” de José Joaquín Colón son los más importantes documentos por la que los teólogos de la reacción pasan a la acción... inexorablemente decididos a destruir tanto los principios renovadores cuanto a los hombres que los encarnan....
    (¡¡¡)Otra burrada de su estilo, tildando de asesinos a los casi-asesinados y de víctimas a los casi-asesinos.

    13 – El obispo de Orense.

    En septiembre de 1810, en la primera sesión de las Cortes, éstas declaraban, nada menos, que en ellas residía la soberanía nacional. Por tal motivo, Don Pedro Quevedo y Quintano, obispo de Orense, miembro de la Regencia, se había negado a prestar juramento a dichas Cortes.
    En sus “Memorias” aclaraba que ello fue debido a que “las Cortes parecían haber sido convocadas para decidir sobre los derechos del rey en conformidad con la voluntad general de la nación... por lo cual nada podrá impedir mudar reyes y gobiernos según le agrade y formar tantas o más constituciones que las que abortó la Revolución francesa”.

    Toda la argumentación del obispo gira, efectivamente, sobre la concomitancia entre Cortes de Cádiz y Revolución francesa. Nunca se refiere a la Ilustración.
    Efectivamente, no olvidemos que, en pura doctrina católica, la democracia sólo conlleva poder elegir personas capaces de defender mejor la religión católica, no elegir ni implantar caprichosamente ideologías ni constituciones heterodoxas como presuponía esa “voluntad general de la nación”.

    Pero Herrero, materialista, solo ve simple materialismo en el obispo :
    Herrero: “las Cortes podrían llevar a cabo una transformación y redistribución del poder político, a lo que las clases que lo han detentado hasta este momento se opondrán con una inexorable violencia..
    ¡Vaya!¿Acaso, su admirado ilustrado Carlos III habría estado encantadísimo de “transformar y redistribuir su poder político con los liberales sin "violencia”? ¡Qué suerte tuvo de morir cuando aun no había ni revolucionarios, ni liberales ni guillotina!

    El obispo daba en el clavo, definiendo el “inamovible dogma servil”:
    “Las Cortes no han sido convocadas para crear nuevas formas de gobierno, o hacer nueva constitución, sino para restablecer la antigua, dando vigor a leyes anticuadas que convenga renovar”.
    Quien, desde entonces, apele al sentido común, a la lógica, a la honradez, a la integridad políticas tendrá para los liberal-revolucionarios un nombre precioso: será un “servil”.

    14 - El “Manifiesto” de Lardizábal.

    Lardizábal, miembro de la Regencia (1810), sería desterrado por publicar un manifiesto contra las Cortes de Cádiz. Más tarde, Fernando VII lo nombraría ministro de Indias, pero posteriormente caería en desgracia y sería encarcelado.
    Lanzó duros ataques contra aquellas Cortes por perseguir al obispo de Orense:
    “¡Se deja que esos copistas y repetidores de pensamientos franceses, escritores proletarios y miserables de Cádiz condenen al obispo de Orense”.

    Frente a tanto concepto heterodoxo-revolucionario de soberanía popular que se cacareraba por Cádiz, Lardizábal aclaraba el sentido tradicional del concepto contractual de soberanía: decía, en resumen, que la soberanía estaba en la nación y que de ella la habían recibido los reyes, pero que debió transferirse a unos pocos (dado que en caso contrario fuera inútil por inaplicable):
    “la monarquía consiste en transferir todo su poder a uno que es el rey... y los españoles, desde el siglo XI a lo sumo, quisieron tal soberanía y además que ese poder soberano fuese para siempre hereditario”.
    En cambio –decía- “por el democratismo de estas Cortes todo se allana en Cádiz; se habla de los reyes como se hablaba en Francia, se insulta desvergonzadamente a la nobleza, a las clases privilegiadas...”

    Como se ve, para estos pensadores las Cortes de Cádiz equivalen a Revolución Francesa, ni se refieren ni atacan a la Ilustración, como tal.

    15 – “La España vindicada” de José Joaquín Colón (del Consejo de Castilla).

    Este “panfleto” atacaría el concepto de soberanía, en cuanto artificial conflicto de clases y trasfondo material de poder ( “monarquía y nobleza” frente a “pueblo y liberales”) provocado por las medidas de las Cortes de Cádiz.
    Escribía Colón sobre “el ataque de los enemigos del orden contra la soberanía real... cubriendo de horrendas calumnias, sátiras y desacatos a la respetable e inmortal nobleza española”... “con el fin inconfesado de reconquistar para el pueblo los legítimos bienes de la nobleza y la monarquía, halagando para ello a la incauta multitud; las falsas promesas al pueblo que obedece, la quimérica igualdad con que se le lisonjea”.

    Tocaría pues, Colón, la fibra sensible de todo moderno marxistoide; apela al pueblo, a los bienes materiales, a la justificación de su posesión ...por lo cual Herrero le espera en su terreno para darle un buen cachiporrazo de teoría barata de lucha de clases:

    Herrero: “a la discusión del problema de soberanía como conflicto de clases se dedican la mayoría de páginas del panfleto... las disposiciones contra señoríos y mayorazgos, la posible desamortización de los bienes de la nobleza y clero habían hecho adquirir a los serviles una conciencia clara de las raíces económico-sociales del conflicto; la reacción se prepara para usar los elementos míticos en defensa de sus intereses económicos y de clase”
    O sea, reconoce Herrero que el trasfondo de las Cortes de Cádiz consistía en el latrocinio de bienes de nobleza y clero. ¡Vaya, hombre!¡ Tanta “Ilustración” intelectual para acabar en cosas tan prosaicas y viles propias de curas y nobles!!... ¡Y yo que pensaba, como Herrero, que la cultura en sí (y no la tierra ni el vil metal) era el mayor bien que un hombre puede poseer!
    Muy curioso también eso de que unas Cortes espúreas roben bienes ajenos. Herrero estaría encantado con que unas Cortes le quitaran su propia casa; eso sí, sólo si fuera decidido democráticamente...

    Ataca también Colón la libertad de imprenta, que permitía que circularan libremente infernales escritos incendiarios, idénticos a los de la Francia revolucionaria, “encendiendo el odio de las muchedumbres contra sus legítimos señores”.
    Aunque para Herrero sucede precisamente lo contrario: ¡los infernales incendiarios serían los serviles!:
    Herrero: “Los serviles lanzan en sus panfletos y periódicos las más gratuitas acusaciones contra los liberales, amparados precisamente en esa libertad de imprenta que en ellos atacan”.
    Bueno, es que por “libertad de imprenta” los revolucionarios entendían licitud de blasfemar, de injuriar a clero y monarquía; de publicar libelos difamatorios e incitar a la rebelión y hasta el asesinato. Los "serviles" (así como todos los siglos y países hasta la llegada de los criminal-revolucionarios) jamás entendieron que eso pudiera ser libertad de imprenta, sino terrorismo impreso, que es otra cosa.
    Por lo demás, Herrero parecería encantado de que los revolucionarios aplicaran la "ley del embudo".


    ****
    Vemos al fondo de todo este caótico laberinto ideológico y verbal, horripilante y enmarañado, cómo se iban cumpliendo inexorablemente los peores presagios vaticinados cuarenta años antes por los primeros reaccionarios: cómo ya los enemigos de la Religión y la Monarquía se habían hecho con el poder, en buena medida mediante el trastorno y manipulación del lenguaje y la filosofía socio-política, hábito progresista que ha llegado hasta la actualidad.
    Última edición por Gothico; 23/07/2008 a las 16:32

  9. #9
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El horror de la “caverna”: el padre Vélez y el Filósofo Rancio.

    Ambos pensadores cierran el catálogo de reaccionarios que Herrero nos cita en su libro. Sobre ellos descarga Herrero su furia, por el delito de oponerse doctrinalmente a la existencia y disposiciones de aquella ilegal Convención llamada “Cortes de Cádiz”.

    Veíamos que Herrero aprovecha el vago término “Ilustración”, tanto en su sentido moderado del XVIII como el posterior francés-revolucionario, vigente tras la invasión napoleónica de España. Eso le brinda meter en un mismo discurso anticultural a quienes se oponían a las medidas revolucionarias de Cádiz (ya se fuera ilustrado moderado como reaccionario), considerando (tanto los gaditanos entonces como Herrero ahora) a todo crítico como “servil”; aplicándoles las mismas descalificaciones que pesaban sobre los antiguos críticos de Voltaire Rousseau etc., a pesar de que no atacaran otros aspectos válidos de la Ilustración dieciochesca, o de que, a la inversa, algunos ilustrados no comulgaran con los nuevos postulados revolucionarios.
    Otra cosa es que la Ilustración moderada hubiera sido camino obligado para llegar a la revolucionaria, y que bastantes ilustrados hubieran hecho ese trasvase ideológico a la vista de las ínfulas y prebendas que en Cádiz se repartían.

    Vélez y el Rancio constituirán el horror de la caverna, en su máxima expresión, para el progresismo; imaginados como con hábito frailuno, puñales, pistolas, cartucheras, crucifijos, bebiendo sangre de liberales en sus mismas calaveras...

    16 – El padre Vélez (1777-1850)

    Fraile capuchino, nacido en Vélez Málaga; se dio a conocer en el diario “El Sol de Cádiz y por sus obras “Preservativo contra la irreligión” (1812) y Apología del Altar y del Trono” (1818).
    “Aclamado por los representantes de la tradición española como uno de sus grandes maestros... digno de ser puesto al nivel de las cartas del Rancio... su visión es clara, su argumentación recia, sólo pudieron sus enemigos oponerle el silencio” (Ferrer, Tejera y Acedo).
    Contra él ya escribía la canalla de su tiempo: “Capuchinito acicalado de Cádiz, muy afeitadito siempre, pisaverde a la descalcez, su barba poblada y ensortijadita, muy preciado de buen mozo... salía por las mañanas del tocador y acababa de rizarse las barbas...”
    Fue posteriormente arzobispo de Santiago entre 1824 a 1834; se le desterró a Menorca por sus actividades carlistas entre 1835 y 1844; siendo restituido al arzobispado por Narváez. Murió en 1850.

    Herrero: su espíritu corresponde a la identificación entre el absolutismo político y el religioso
    ¿¿Así que el mismísimo régimen político español de siglos, tras un par de añitos de “soberanía popular” de Cádiz, ya no era más que “absolutismo”??
    Muy curioso eso de contraponer siglos a un par de años... Y el absolutismo de su amado Carlos III, ¿por qué no lo criticaba Herrero?
    ¿Y qué es el “absolutismo religioso”?. ¿Es que antes del siglo XIX la Iglesia no era “absolutista”?

    Vélez en “El Sol de Cádiz” (de 1812 a 1813) denunciaba la actividad de las Cortes; apelaba a las sociedades secretas, a los francmasones y liberales como sus fautores; su fuente para ello serán Barruel y Hervás, pero comete la impostura de no citarlos (Herrero).
    Llamará a sus enemigos, indistintamente, liberales o francmasones pues:
    “el verdadero masón goza de una completa libertad: ni tiene rey que le mande ni papa que le excomulgue. El es para sí rey, papa, obispo, cura...”

    Criticaba también Vélez el concepto masónico de libertad: una perfecta libertad que habría sido atacada por las Monarquías y la Iglesia, y de ahí el odio masónico contra esas dos instituciones “asirios avarientones, y de ahí provienen los nombres odiosos para ellos de principado y sacerdocio”; de ahí la añoranza masónica de la gloriosa Edad de Oro en que los hombres podían llegar a ser iguales...

    Herrero: “tal igualdad que ataca los privilegios de los grandes debía ser especialmente odiosa a los serviles que luchaban contra las reformas de las Cortes...
    Se ve que la “cultura ilustrada” no bastaba a hombres tan sabios como los diputadetes gaditanos; había que arramplar la pasta de los nobles y los curas, no estaba bien que unos diputados tan cultos fueran pobres...

    Herrero: “difunden (los serviles) una imagen de los liberales como traidores y antiespañoles que pronto culminará en una terrible explosión de odio popular... en ese mecanismo de creación de la anti-España, Vélez desempeña un papel de primer orden”
    ¿Y acaso los liberales azuzando al pueblo contra nobles y religiosos no desempeñaban otro “papel de primer orden” para la creación de la otra España anticlerical? (y con el agravante de que no hubo liberales hasta 1810, mientras que nobles y religiosos los había desde muchísimos siglos atrás)

    Su obra “El preservativo contra la irreligión” gozará de gran éxito editorial en “los tres centros de la reacción”: Cádiz; Palma de Mallorca y Santiago de Compostela.
    Herrero: “será el primer tratado extenso dedicado a un análisis de la Ilustración, de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas, concebida de forma exclusivamente reaccionaria... como piezas de una gran conspiración de Satán contra Dios”...


    Vélez: “ciertos hombres que se atribuyen el nombre de filósofos... se dicen liberales... se jactan de ser superiores a todos los de su especie: su patria es el mundo... son conocidos con los nombres de iluminados, materialistas, ateos, incrédulos, impíos...
    Luego la religión y la patria nada deben esperar de tales sabios... y sí debemos temer que cooperen a nuestra cautividad y exterminio...

    Herrero: “Vélez ve la religión cristiana más bien como garantía no sólo de la monarquía sino de la propiedad privada... la fórmula es habilísima puesto que la lucha política se cierne sobre un cambio en la naturaleza del poder y la propiedad

    Muchos eufemismos para justificar el robo. Vélez lo decía más claro: “La igualdad consiste (para los liberales) en saquear los templos y robar a los ricos, nobles, eclesiásticos y a todos los buenos.

    Herrero, irónico: ...el pueblo español marchaba mansamente por el camino terrenal hacia la morada eterna. Protegido por la Inquisición de las asechanzas de la razón y la filosofía, pacientísimo hacia sus reyes y superiores, aceptando ciegamente las enseñanzas de los ministros del santuario arrojaba lejos de sí todas las falsas promesas de ciencia y conocimiento... pero las ideas francesas lo alteraron...
    Si "laicizaramos" todos esos términos religiosos , Herrero estaría contentísimo de la obediencia “mansa” y “ciega” de los súbditos al liberalismo gaditano

    Vélez: “Nuestra ruina fue el resultado infalible de unos planes proyectados por los sabios, que en un siglo se habían distinguido en Francia...
    Así recayó la dirección de España en manos de Godoy, dado a conocer por su palacieguismo, su guitarra y sus amores, inmoral, irreligioso, sibarita, déspota, sultán...

    Por tanto, para restablecer el antiguo estado de cosas, es precisa, escribe Vélez, la vuelta del “angélico” Fernando VII ( “¡¡ Príncipe augusto!!, suspirado Fernando!!”) quien, según Vélez, “habría de de haber disimulado, fingido, y adulado a Napoleón, sacrificando sus sentimientos contra una familia que había matado a su esposa... dando su mano a la sobrina del homicida... para conciliar el bien de sus vasallos y la paz de su nación”.

    Para que su vuelta fuera eficaz, aconsejaba Vélez: “a los sabios y ministros del santuario les compete descargar esta nube que todo lo asola y hacer ver que la libertad proclamada por Francia es esclavitud”
    “Publicistas, sabios, políticos... presentaos en Sevilla, Ecija, Córdoba, y veréis a sus habitantes sacar las imágenes por las calles y gritar: “¡¡Viva María Santísima, Viva Jesucristo, Viva Fernando VII, Mueran los franceses!!”.

    Herrero: “Vélez debía encender el más violento odio hacia las personas así señaladas y, en su día, las represalias que, efectivamente se produjeron en 1814; pretender negarlo es de un cinismo increíble e insultante
    ¡¡Aun no nos ha hablado de esas supuestas “represalias de 1814”, ni ha dado pruebas de ellas, y se permite llamar “cínicos insultantes” a los que duden de que las hubo y de que Vélez fue su instigador!! Aquí el único “cínico insultante” es Herrero.

    Herrero: “Vélez, habiendo jurado la Constitución de Cádiz, la traiciona, cuando ya, a la vuelta de Fernando VII no había peligro de represalias... además se condena y encarcela a los que la establecieron, lanzándose contra ellas los peores ataques”
    ¡¡Tendría su gracia que un reaccionario fuera el precursor de la “Memoria Histórica”, tan del agrado de progres y perjuros del siglo XXI!!

    17 – El Filósofo Rancio (Francisco Alvarado) (1756-1814)

    Se muestra muy ufano Herrero por haber logrado hacerse con textos del Rancio, dificilísimos de conseguir, regodeándose en su lectura y ridiculizando a autores conservadores, como Suárez Verdeguer, por hablar del Rancio solo de oídas y en base a afirmaciones gratuitas de Menéndez Pelayo (quien sitúa al Rancio entre los “atletas de la escolástica decadente”, encumbrándole a las más altas cotas del pensamiento):
    Herrero: “es el Rancio un autor tosco y plúmbeo, cuya rudeza llega en ocasiones a la grosería más vulgar. Ha sido también y con razón, uno de los autores menos leídos de nuestra historia; el mismo don Marcelino, cuya formación filosófica es tan pobre, sin duda alguna se limitó a hojearlo... Es evidente que cuando Menéndez Pelayo se lanza a estudios políticos y filosóficos sus juicios proceden de simpatías y antipatías, basados, exclusivamente en rápidas intuiciones de identidad ideológica”.

    Sus fuentes reaccionarias son, cómo no, Barruel y Mozzi aunque también aprecia muchísimo al P. Vélez. y su obra se plasma en “Cartas” donde rebate los principios de reformadores y de filósofos modernos.
    Como sus tesis son comunes a los de los otros reaccionarios, veamos su peculiaridad tal como nos los expone Herrero.

    Rancio: “los principios de dignidad, libertad, igualdad se hallaban ya en el Evangelio; lo que los filósofos esconden bajo esos nombres es: bajo “dignidad del hombre” que la miserable razón humana sea el supremo tribunal de todas las cosas; bajo “libertad” que hablen y obren según sus errores, pasiones e intereses; bajo “igualdad”, que los hombres viciosos roben a los que son más ricos que ellos...

    Sus burlas hacia Rousseau

    Según Rousseau, Dios (Ser infinitamente inteligente) habría creado al hombre en estado primitivo y salvaje; pero el hombre salvaje se habría puesto de acuerdo con otros salvajes para forma la sociedad civilizada...

    Muy curioso... así que Dios, Ser infinitamente inteligente, creando hombres salvajes animalescos; pero hete aquí que los salvajes animalescos conociendo de antemano las ventajas de la sociedad hacen, inteligentemente, un pacto social para conseguirla. ¡¡Es decir, habrían sido más inteligentes que el mismísimo Dios!!

    En tal absurdo radica la burla del Rancio hacia el Contrato Social de Rousseau, “con ese gracejo que deleitaba a don Marcelino”:
    “Allá en los tiempos de entonces, antes de la fecha del pacto social, de que yo fui notario, los hombres eran unos salvajes que andaban por esos mundos de Dios dispersos cada cual por su lado, como los osos por las montañas, los borricos por los prados o como ahora las monas por sierrabullones...
    Erraban por todas partes desnudos, sin artes, sin ciencias, sin auxilios y hasta sin palabras con articulaciones semejantes a los maullidos de los gatos y a los bramidos de los becerros... Más dígame usted: ¿Esos salvajes de dónde vinieron?¿se hicieron a sí mismos o los hizo alguien? y si alguien los fabricó ¿qué fabricante fue ese tan inepto que no supo darles las ventajas que ellos mismos pudieron adquirir después de siglos de haber andado de monte en monte como las cabras y de cenegal en cenegal como los cochinos?”

    O dicho desde otra perspectiva:
    - Rousseau presupone un pacto social para que toda sociedad (que proporciona ventajas al individuo) haya existido;
    - El pacto social presupuso una misma lengua con la que pactaron los miembros;
    - Ahora bien, si el pacto social es, por definición, lo primigenio de una sociedad, una de dos: ¿en qué lengua se entendieron unos hombres que aun no hablaban una misma lengua, viviendo separados y en estado salvaje?
    y si hablaban una misma lengua, ¿cómo pudieron aprenderla, si aun no había pacto social para vivir juntos unos con otros?
    Y si no pudieron entenderse para pactar, ¿cómo aparecieron entonces las sociedades en el mundo?
    Luego, o no tuvieron más remedio que hacer el pacto social entendiéndose al modo de “cochinos becerros y gatos”... como el Rancio despotrica, o bien, hubo la sociedad de ser creada directamente por Dios, cosa que siempre nos dijo la Religión.
    Irrebatible desde todo punto.
    Herrero: luego el Rancio carece de toda categoría intelectual... obtuso sectarismo ideológico... crasa ignorancia... ciega irracionalidad... modelo de los españoles tradicionales de su época etc.
    Aplícate a tí esos insultos, que no tienes talla ni para entender ironías.

    El Filósofo Rancio ataca a los jansenistas: “Por subir algún puestecito de la Iglesia que los hiciese visibles se decidieron a destrozar, desobedecer al papa, los obispos etc.”; a la Pompadour, “Madame de Pompadour, que de verdulera había sido saludada marquesa poseía el corazón del desgraciado Luis XV, estaba resentida contra los regulares”; a Godoy, “solemne cobardón, a quien todos los filósofos imitarían, de encontrarse en su lugar”...
    Herrero: Los disparates que el Rancio acumula al formular el esquema político que opone a la Ilustración son tan grotescos que nos es penoso el resumirlos, ver las doctrinas del Evangelio puestas por un necio al servicio de intereses temporales
    Necio y penoso tú, defendiendo los intereses temporales de los cómplices españoles de franceses asesinos.

    Afirma el Rancio que “sólo el Evangelio ha descubierto y afianzado los derechos del hombre” (“¿¿disparate grotesco??”)

    Se extraña Herrero de tal afirmación y responde con mala uva.
    Herrero: “al Rancio no se le ocurre pensar que el hombre puede sentirse y ser llamado “hijo de Dios” y ser tratado como un perro por sus semejantes, el verdadero problema político... cuando en Cádiz se está formulando el concepto de propiedad privada burguesa frente a la feudal...
    Ah, ¿insinúa que la Ilustración comenzó por el “trato de perro” que la Iglesia consentía que se diera a los católicos? Cada vez entendemos mejor las razones del proceso “ilustrado”.
    Cristianamente, el único “trato de perro” es el que da el Estado laico y liberal al ser humano, cuando priva a la religión cristiana de informar los principios de la sociedad y de sus miembros.
    Y muerte “de perro” es la que dieron los revolucionarios franceses a nobles y religiosos por el único delito de serlo, y es la que hubiera esperado a los nobles y religiosos españoles de haberse resistido a las Cortes gaditanas.

    Cometería el Rancio, con “gran confusión intelectual”, la insolencia de insinuar que la desigualdad y la pobreza son necesarias para la sociedad, (dado que “hay en el hombre una enfermedad inveterada que coopera contra el Espíritu”) y por ello es necesario al hombre trabajar y sudar para la conservación y comodidad de los hombres...
    Herrero, gracioso: (no sabemos si el Rancio incluye en esa comodidad a los que deben sudar por los otros)
    Ya. Tú incluirás a Voltaire y Rousseau, que “sudaron” por la “comodidad” de los filosofillos y periodistas de Cádiz (todos ellos vagos redomados) ¿no?

    Prosigue el Rancio: “El pobre contempla como inviolable la propiedad del rico como obra de la Providencia... pero a veces en vez de la razón discurre la concupiscencia... si las fuerzas le bastan roba... ¡¡pero si es cobarde se suele meter a periodista y se vale de la filosofía como del puñal o la escopeta!! Tal tipo de armas vendrían a ser los llamados “derechos humanos”... el por qué de cómo el duque de tal ha de tener tantos palacios, estados, rentas y galones ¡¡y filósofos hambrientos y cobardes como Rousseau, Condillac, Pufendorf solo habrían de tener una casa”!!

    Herrero se irrita ante una clasificación burlesca del Rancio:
    Buenos: rey, pares, nobleza, monarquía absoluta, títulos, papa, obispos, curas, católicos, ricos
    y Malos: filósofos (mocitos de primera tijera, que están pagando barbero de poco a esta parte... que han leído uno o dos libritos franceses... cuya ocupación es el café, el paseo, el teatro y las visitas), abogadillos, mediquillos, saltimbanquis, judíos, calvinistas, jansenistas y toda esa perra canalla ... (incluyendo abogadillos de agua dulce, corbatas, oficialillos, caballeros pobres, ricos entrampados, clérigos arrepentidos, abates de becoquín y pantalón...)
    Herrero: “así no nos sorprenderá que el Rancio y sus compañeros serviles pretendan exterminar esa raza maldita mediante el angélico, providencial e idolatrado Fernando VII”.
    El Rancio, implacable: Fernando VII con “absoluto imperio” condenará los actuales errores y crímenes a la execración y castigo... el que se la haga a Dios, tiene que pagársela... no se la quedarán a deber ni Quintana, ni Gallardo, ni Canga-Argüelles, ni otros que yo me sé...
    La Inquisición aplicará a los liberales la corrección que merecen...
    Herrero: “nuestro fraile emplea varias hojas en argüir que la Inquisición mediante santamente aplicada tortura forzará a los liberales a abjurar de sus errores y aceptar las grandes verdades serviles... su alma de verdugo le hace soñar en el placer de atormentar a Quintana hasta hacerle exclamar Viva la Santa Inquisición”
    Qué pena que no nos cite ninguna de esas páginas tan sabrosas. ¿Deberemos creer exactamente a Herrero?

    Rancio: “¿Quién ha dudado jamás que el palo y el castigo son el mejor medio para curar antojos cuando la razón no alcanza a curarlos?... Volverá la Inquisición... veremos a ustedes transformados de filósofos en hipócritas, de liberales en serviles y de despreocupados en supersticiosos”
    La Inquisición no sirvió para nada; Fernando VII, tampoco. El “palo y el castigo” existió, sí, (y con el idolatrado Fernando VII) ...pero no fue contra los liberales, como soñaba el Rancio, sino de los liberales contra los religiosos españoles a partir del Trienio liberal en 1820-23.
    Última edición por Gothico; 03/09/2008 a las 14:04
    ALACRAN dio el Víctor.

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