En efecto, a los mauritanos les importa un bledo la suerte de los extranjeros y aun de los suyos propios. No hace mucho un grupo de periodistas se embarcó en un cayuco hacia Canarias para comprobar en directo lo que significa ese trayecto, y la policía marítima mauritana (o sea ¡unos representantes de la Ley!) no solo no les ayudó en momentos críticos sino que se dedicó a robar a todos los emigrantes, dejándolos después a su suerte. Gracias a Dios lograron salir adelante. Así que no nos cuenten historietas de solidaridad africana por que no la hay, ni por parte de la gente común que están en estado salvaje ni por parte del Estado, más salvajes aún. ¡Cuanta falta hacen los misioneros expulsados! Solo ellos fueron capaces de traer algo de civilización a estos imperios de la barbarie.