Ahí está el problema. Rumania o Bulgaria no estaban preparadas (no cumplían ni de lejos los requisitos socio-económicos que se impuso al resto de países miembros) para ingresar en el club mercantilista de Bruselas. El resultado es que ahora campan libres por España decenas de miles de gitanos procedentes de estos dos países del Este, para gran alegría de los explotadores agrarios.

A esta gente asilvestrada las autoridades pueden decirles misa cantada, pero seguirán comportándose del mismo modo asocial que han hecho siempre. Sólo que esta vez en ¿nuestro? suelo.