No tengo nada contra Pérez Reverte y sus espadachines y sus batallas y sus cojones por banda y garañones "urbi et orbi". Sencillamente, no es escritor de mi devoción por unas cuantas razones que no desarrollaré, porque éste no es el momento ni el lugar. Para mí, Pérez Reverte representa esa literatura mediocre, tan exitosa y tan abundante por estos pagos y débitos, y que tanto mal hacen, no sólo a los lectores que la leen, sino a las mismas estadísticas.
Lo curioso es que, hace unos años, ningún crítico, de esos que algunos llaman «solventes críticos», daba un euro por Pérez Reverte, y, menos aún, Umbral. Ahora, en cambio, desde que al "ilustre" reportero lo apelmazaron con la vitola de académico, sus adjetivos y sus sustantivos cotizan en la bolsa de la literatura mucho más que, pongo por caso, los verbos y metáforas incluidas de Miguel Sánchez-Ostiz, el burgalés Manuel de Lope ó el escritor y magnifico traductor Juan Eduardo Zúñiga, escritores que, según mi punto de vista, dan sopas con sapos al comentado "ilustrísimo".
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