Lo siento, repetí la entrada por error, por esto la he borrado.
Entre olas pequeñas y grandes,
mi nave se zambulle incansable.
Sonrisas causan las pequeñas
y alegres risas las grandes.
Maravillosa travesía
viviendo la vida,
apurando cada sorbo,
cada experiencia,
buena o mala,
¡todo es sabiduría!
Hermosa nao que las olas surcas,
meciendo mis sueños entre estrellas,
astros titilantes que me guiñan,
complices día a día.
El timón yo llevo,
mano extraña no osa tocar.
Y si me dejo llevar...
¡es de maravilla!
Valiente nao,
¡hasta el fin, día a día!
(18 mayo, 2008)
Teresa Coscojuela
Lo siento, repetí la entrada por error, por esto la he borrado.
Última edición por Leona Catalana; 19/01/2011 a las 19:43 Razón: Repetido por error
Siempre lágrimas
Y sigue el corazón mintiendo a la razón.
¿O es la razón que miente al corazón?
Las lágrimas no saben,
salen libres a su antojo
y no hay grifo que abra y cierre
ante tanto enojo.
¿Enojo?
No. Sólo dolor y tristeza
al ser de espera un manojo.
Espera vana y absurda,
pues ya lo sabes, mujer,
pero no lo quieres saber.
Sobre nube de algodón
te has montado cual corcel
que te lleva galopando...
Hacia la nada.
Teresa Coscojuela
04 enero, 2007
Lágrimas que fueron furtivas,Caen hoy a raudales.La mentira reina siempreY el disimulo persiste.Dime, Luna, ¿por qué?¿Por qué he de mentir yo,para no sufrir,si detesto mentir?Lágrimas ardientes me cieganY me anegan el corazón.Ya nunca más lo voy a abrir.Cerrado está para siempre.
Teresa Coscojuela
(11 diciembre, 2006)
Con garras y colmillos,
alegre cabalgo,
ríendome de los pardillos
y de su hartazgo.
No se salva ni uno.
Ni ambicioso,
ni inoportuno,
ni tan sólo ovejuno.
Mi rugido, a la cobardía
infunde pavor
antes de que acabe el día,
por más que pretenda mor.
¡Cabalga airosa, Leona
y a tener cojones enseña
a quien en blanda lana
enterró su enseña!
Teresa Coscojuela
Ya no cabalgas lanza en ristre, de bravura pregonando.
Mis sueños ya no arrulla el alegre relichar de tu caballo.
Ni tus risas, sonoras y francas, me acompañan hasta el sueño.
Nos perdimos en un bosque de altas copas coronado.
Sin saber de tu suerte, al valle logré salir.
Día a día, hora a hora, luchando contra la profecía,
el recuerdo de tu rostro, a la vida me hizo acudir.
Rostro amado, por mis manos acariciado noche y día.
Mis dedos conocen cada centímetro de tu piel
y entre suspiros y sueños,
el recuerdo de tus besos me sabe a miel,
gozando en mis ensueños.
Vagando entre brumas y nieblas,
fue mi bravo corcel quien tironeó mi alma,
hasta que audaz me sacó de las tinieblas,
devolviendo a mi espíritu la calma.
Con gran empeño te busqué.
Todos los puertos visité.
A todas las puertas llamé,
y tu recuerdo amé.
Hasta que un día, allá en un rincón olvidado,
tu caballo al paso, sacudiendo airoso las crines,
me lanzó un alegre relincho disimulado
mientras paseabas por los jardines.
Los jardines Sabatini.
Tu orgullo de cicerone.
¡Y mis risas cuando me arrancaste el chal!
Los dulces helados en la plaza España,
Don Quijote y Sancho Panza,
testigos de nuestras risas sin artimaña
y cómplices de nuestra alianza.
Hoy te sigo en tus paseos, con el silencio del respeto.
Mi boca he decidido cerrar, como cerrado está mi corazón.
Tú lo cerraste y con la pequeña llave te quedaste.
No te la pido. Eres su justo dueño y el de mi sueño.
Teresa Coscojuela
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