El Primer Ministro japonés ha presentado su dimisión. No ha podido cumplir con una de sus promesas electorales y se ha visto envuelto en un escándalo financiero. Ha estado en el puesto ¡8 meses!.

Eso es un ejemplo de decencia personal, un modelo que debería ser obligatorio en el ordenamiento constitucional y figurar en todos los tratados de moral pública.

Y no como aquí, con un Presidente que no sabe lo que significa esa palabra y, encima, no tiene un puñetero diccionario para enterarse de lo que es. Pero la diferencia es que el ex-Primer japonés es un político de un país de verdad, y ZP es un político bananas en un país que fue grande y que hoy está al mismo nivel que las repúblicas bananeras.

¡ZP lárgate ya de una p... vez!