Biden, por lo demás, no es ‘culturalmente católico’; no es de esos bautizados que han olvidado su fe y, al menos, tienen la decencia de no desplegarla ante los demás, no: el presidente demócrata ha usado y sigue usando como un medio electoralista su condición de “devoto católico” mientras se muestra como el proabortista más agresivo de la historia norteamericana, causando un escándalo inconmensurable que Roma, sin embargo, ignora.
No escandaliza tanto a los que sabemos que "Roma perderá la fe y será la sede del anticristo", como avisó la Virgen de la Salette, a mediados del siglo XIX
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