Madrid, 23 agosto 2008. Mientras sigue la conmoción por la tragedia del vuelo Spanair JK5022, que ha echado un borrón sobre las generalmente muy seguras comunicaciones aéreas españolas --las cuales, a pesar de la mala gestión de políticos y especuladores, siguen siendo considerablemente mejores que las del resto del mundo--, van conociéndose datos para la alarma y la indignación.

El 31 de agosto FARO informaba sobre los planes de fusionar las líneas aéreas de bandera Iberia con la problemática compañía British Airways. Esos mismos días saltaba la polémica por el propósito del Gobierno socialista de privatizar AENA, la entidad gestora de los aeropuertos españoles. La tragedia de Barajas ha puesto sobre el tapete la pésima gestión de los responsables anteriores de Spanair, tan próximos a los gobiernos del PPSOE, y de los actuales, de las líneas aéreas escandinavas SAS. Sin embargo, Spanair pudo haber sido gestionada por Iberia. Lo impidió el Gobierno. Lo cuenta hoy el confidencial digital Hispanidad:
Maleni se opuso a que Iberia comprara Spanair por presiones de Montilla

La compañía entonces presidida por Gonzalo Pascual convenció a la Generalitat que de El Prat podría convertirse en un 'hub' si lo dejaban en sus manos

Cuando los suecos de SAS pusieron en venta Spanair, Iberia pujó por ella, pero el Gobierno español, por mor del Ministerio de Fomento, departamento regido por Magdalena Álvarez, vetó la compra. El presidente de la Generalitat, José Montilla, se oponía, entre otras cosas porque el Tripartito soñaba con establecer en el aeropuerto de El Prat un 'hub' y relegar a Iberia, cuya bandera española siempre les ha resultado muy insultante.

Gonzalo Pascual, entonces presidente de Spanair, había convencido a Montilla de que Barcelona podía convertirse en un nuevo Barajas, con el apoyo de Lufthansa, la aerolínea alemana de Star Alliance.

Luego vino la desilusión, porque los alemanes dijeron que sí, que utilizarían Barcelona, pero seguirían empelando Francfurt como su sede principal, por la que deberían pasar los vuelos que salieran de El Prat, incluso con destino a América.
La tragedia del 20 de agosto en Barajas ha servido también para poner en evidencia cómo hace frente el sistema a situaciones así. El Gobierno intentó en las primeras horas censurar la información, hasta el punto de escamotearla a los propios familiares de las víctimas, a los que en cambio se les facilitaban... ¡psicólogos! El jefe de Estado constitucional, Juan Carlos, se hallaba en paradero desconocido, incluso para el Gobierno. Su consorte, Sofía, no se hallaba en Londres, como es habitual, sino en Pekín, respaldando a la tiranía comunista. (El Comité Olímpico Internacional, por cierto, prohibió a los atletas españoles cualquier expresión de luto; y el COE y el Gobierno español consintieron). Quien apareció rápidamente, y desde entonces no deja de intentar acaparar la atención de las cámaras, fue el alcalde de Madrid, el abortista y aberrosexualista Ruiz-Gallardón, que trata de promocionar su imagen a costa de las víctimas y del sufrimiento de sus familiares.

Rogamos a los lectores de FARO una oración por el eterno descanso de los muertos en el accidente.



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