Unamuno fue, como dices, un hombre atormentado por las dudas. Pero es indudable que buscaba a Dios y tenía sed de Dios, aunque a veces lo buscara a tientas. Ya conocía la anécdota de su muerte. Y he leído su poesía religiosa, en la que está incluida la estrofa que figura en su epitafio. Es cierto que a veces llegó a decir cosas que se pueden entender como barbaridades, pero no es menos cierta la sinceridad de su inquietud religiosa y su búsqueda espiritual. Yo también espero que Dios lo tenga en su gloria (lo de por siempre es una redundancia, la gloria es eterna). Requiem aeterna dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.