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Tema: ¿Qué pasó realmente en Alberta?

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    Re: ¿Qué pasó realmente en Alberta?

    Fuente: “Understanding the financial system. Social Credit Rediscovered”. Frances Hutchinson. Jon Carpenter. 2010. Páginas 116-188.



    Capítulo 5. El período previo a 1935 en Alberta.


    El 22 de Agosto de 1935 los ciudadanos de la provincia canadiense de Alberta eligieron un Gobierno de Crédito Social por una aplastante mayoría. De un total de 63 escaños en la Asamblea Legislativa, 57 fueron obtenidos por los miembros del Crédito Social. Ninguno de aquellos elegidos, incluyendo al primer ministro, William Aberhart, jamás habían hecho carrera a unas elecciones previamente, y mucho menos habían ocupado un cargo político. El acontecimiento fue de tal significación que se informó de ello en los periódicos locales y nacionales a lo largo del mundo. Durante las siguientes décadas se gastaron vastas sumas de dinero en presentar este acontecimiento como un acto de rebeldía contra el gobierno legítimo, una reacción irracional a la pobreza en medio de la abundancia causada por la depresión económica de aquellos tiempos, que golpeó particularmente fuerte en las provincias de las praderas, y una herejía peligrosa a la que no se le podía dejar que sentara un precedente. Aunque sus representantes elegidos democráticamente fueron frustrados a cada momento en sus intentos por introducir legislación práctica congruente con la teoría económica de Douglas, el pueblo de Alberta se negó a seguir siendo esclavo del sistema de partidos controlado por la finanza. Una vez tras otra reeligieron representantes del Crédito Social en las urnas. Finalmente, el así llamado “sinsentido” fue erradicado, a medida que los “douglasistas” albertianos eran removidos de los cargos, y los políticos que quedaron podían ser descritos como pertenecientes al “Crédito Social” sólo de nombre. Aunque el Crédito Social fue una fuerza política en otras provincias de Canadá, en el Parlamento Federal de Canadá, en Australia, Nueva Zelanda y en otras partes, incluyendo el Reino Unido, el desafío democrático contra las máquinas de partido convencionales nunca fue tan grande como lo fue en Alberta entre 1935 y la muerte de Aberhart en 1943.


    Los pioneros de Alberta


    En 1901, la población de Alberta era de 73.022, subiendo rápidamente hasta los 185.000 para el momento en que el Estado se unió a la Confederación en 1905. De todos ellos, la mayoría, 127.000, eran granjeros y rancheros. Los primeros ciudadanos de Alberta se caracterizaban por un fuerte espíritu democrático. Al decidir hacer su nuevo hogar en la tierra sin desarrollar que era el Oeste de Canadá, ellos buscaban las libertades democráticas y la seguridad económica que se les negaba en los ambientes sociales que ellos dejaban atrás. La historia de la pobreza rural y urbana que acompañó al crecimiento de la agroindustria y de la industrialización en Europa está bien documentada. Alf Hooke, que posteriormente se convertiría en un miembro principal de la Asamblea Legislativa de Alberta, proporciona algunas indicaciones de las circunstancias que condujeron a su propia familia a emigrar a Alberta. [1] La independencia de espíritu de los granjeros de las praderas se demuestra por los problemas que tuvieron que abordar al tratar de cultivar terrenos desconocidos bajo condiciones climáticas muy diferentes de aquéllas tradicionales en las que se habían criado como niños y jóvenes.

    Desde los primeros años del siglo veinte, los colonos pioneros de Alberta tomaron el mando de su marco institucional con vistas a proteger los intereses de la población rural local. El establecimiento de una Legislatura provincial en 1905 fue paralela al establecimiento de la Society of Equity y de la Farmers´ Association. En 1909, estos dos cuerpos se unieron para formar la United Farmers of Alberta (U.F.A.). Tan pronto como 1913, se hicieron intentos por tratar de solucionar algunos de los daños comerciales que tenía que confrontar la creciente población agrícola en relación a sus problemas en la venta del grano. Con vistas a ese fin, y siguiendo el modelo de otras empresas similares en Manitoba y Saskatchewan, se fundó la Compañía Cooperativa de Alberta de Depósito de Granos. Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, el derecho de sufragio en las elecciones municipales ya se había extendido a las mujeres. Poco después Alberta estaba a la cabeza del mundo en la elección de mujeres como miembros de la Legislatura.

    En 1921 la United Farmers of Alberta tomó el decisivo paso de convertirse en un partido político, pasando a continuación a elegir un Gobierno que reemplazara a los Liberales, que habían estado al cargo desde 1905. La U.F.A. originalmente se había organizado como un grupo no político. La decisión de entrar en política fue consecuencia de la comprensión por parte de los miembros de que la estructura bipartidista tradicional de Liberales y Conservadores procedente de la vieja patria, era ineficaz para tratar con los problemas económicos y financieros de los granjeros productores en el Oeste de Canadá. A la vista de los acontecimientos posteriores, esta decisión fue de gran significación. Dentro de las filas de la U.F.A. existía un pequeño número esparcido de inmigrantes procedentes de los EE.UU. que eran seguidores del reformador monetario William Jennings Bryan.


    Estudio de las ideas de reforma monetaria


    La noción de que el estudio de la economía, la finanza, la política y otros asuntos relacionados deberían ser confinados a un plan de estudios universitario, no era moneda corriente en aquellos primeros días de pioneros en Alberta, ni en realidad tampoco en Canadá tomada en su conjunto ni en el resto del mundo angloparlante. En las décadas de los años ´20 y ´30 hombres y mujeres ordinarios se dedicaron ellos mismos a organizar grupos de estudio autónomos, haciendo uso de los escritos y trabajos de autores principales y expertos en los campos de estudio elegidos. El estudio no estaba confinado a las cuestiones económicas, sino que cubría el espectro completo del conocimiento, desde bellas artes, artes liberales, política, filosofía, derecho, historia, sociología, psicología, hasta medicinas alternativas y terapias naturales. Aquí, sin embargo, nos interesa centrarnos en el crecimiento de los grupos de estudio, que tenía lugar no solamente en Canadá sino también a una escala mundial, y que se interesaban por obtener un entendimiento de la filosofía económica del crédito social y de otras cuestiones relacionadas [2]. En muchos países europeos, se establecieron grupos de estudio y librerías alrededor de los sindicatos. En Canadá, el estudio se focalizó principalmente a través de las asociaciones de granjeros.

    Desde 1913 en adelante los grupos de estudio dentro de la U.F.A. centraron su atención sobre los sistemas financiero y económico. Dirigidos por gente como George Bevington, un granjero de Winterburn, Alberta, el cual era miembro de la Junta Directiva de la U.F.A., los grupos de estudio reexaminaron las causas de las guerras y otros importantes acontecimientos históricos. La relación entre el pueblo y el sistema de banca e impuestos que condujo a la Guerra Americana de la Independencia (1775-1783) fue el objeto de un estudio informado, aunque informal, a lo largo y ancho de la provincia. Igual que ocurría en otras partes de Canadá, se establecieron paralelismos entre el papel de la finanza y las tendencias económicas que conducen a la guerra, la pobreza y la depresión económica.

    En los años inmediatamente posteriores a la cesación de las hostilidades en 1918, cuando los primeros escritos del Crédito Social de Clifford Hugh Douglas se hicieron ampliamente disponibles a escala mundial, éstos fueron estudiados por estudiantes de economía y finanza a lo largo y ancho de todo el Canadá. Desde el principio existía un reconocimiento general de que las enseñanzas de Douglas ofrecían una base para el establecimiento de una democracia económica más seria que aquélla presentada por el sistema de partidos establecido. Si bien todavía no había una organización formal, a partir de aquellos primeros días, los hombres y mujeres de todas las profesiones, profesores, miembros del clero, hombres de negocios y profesionales, se unieron a los granjeros y rancheros en la rigurosa reflexión acerca del funcionamiento del sistema financiero, y empezaron a estudiar alternativas factibles.

    Aparecen aquí dos agendas muy distintas. Por un lado, el pueblo busca poner sus propias energías vitales en funcionamiento, como granjeros, mineros, profesores o tenderos. Necesitan finanza si quieren proveer a las necesidades de sus familias. Por otro lado, los intereses financieros buscan tomar el control sobre la tierra, sobre sus recursos y sobre los productos que resultan cuando los recursos son combinados con el trabajo humano. No existe razón alguna en teoría por la que estas dos diferentes agendas debieran estar en conflicto. Sin embargo, la historia de los acontecimientos en Alberta proporciona una sólida evidencia de que puede ocurrir un conflicto de intereses.


    Los recursos e infraestructura de Alberta


    Tan pronto como 1885, un pozo perforado para la obtención de agua en Medicine Hat, condujo al primer descubrimiento de gas natural. Más tarde, se descubrió el yacimiento petrolífero de Turner Valley, y la Calgary Petroleum Products Company comenzó a perforar sobre los 700 acres originales de tierra. La documentación de los ricos recursos de la tierra de Alberta estaba y permanece disponible para su estudio. Las reservas de petróleo, gas natural, carbón, minerales preciosos, energía hidráulica y tierras de cultivo fueron descritas, por ejemplo, en The Case of Alberta. [3] Se prestó mucha menos atención a la poderosa posición de los intereses financieros y petrolíferos que condujeron la explotación de esos recursos desde el exterior de la provincia, y desde fuera del Dominio del Canadá.

    Desde el principio, el asentamiento de la provincia fue facilitado por el desarrollo de un sistema de finanza y de comunicaciones que no se encontraban bajo el control de los colonos mismos. Entre 1905 y 1922 se desarrollaron redes extensas de telefonía y ferrocarril en la provincia por medio de poderosas compañías extragubernamentales, que buscaban explotar los recursos del territorio. El sistema de garantías ferroviarias, a través de la cual se financiaron los desarrollos, condujo en gran parte a los problemas financieros que se le presentaron al Gobierno de la provincia en los años ´30.

    Se planteaba la cuestión, para los hombres y mujeres de Alberta, de la necesidad de una infraestructura financiera capaz de asegurar que ellos y sus niños pudieran tener acceso a la comida, cobijo, combustible, ropa y educación: los elementos esenciales de la vida. También era necesaria una infraestructura de transporte y comunicaciones, cuya provisión dependía también de la disponibilidad de financiación. Para el votante ordinario, el camino para el buen gobierno de la sociedad yace a través de la urna electoral. En lo que concierne a los granjeros, rancheros, mineros, pequeños comerciantes y personas profesionales (doctores, profesores), la economía estaba sometida a la esfera de la política. Los financieros del Este y otros “intereses externos” no deberían tener ningún papel legítimo que jugar en determinar los resultados legales y políticos en la provincia. En Alberta, los productores de trigo, carne y carbón buscaban buenos precios para su producción, prefiriendo abastecer al mercado “doméstico” directamente lo más posible, construyendo al mismo tiempo industrias locales. La familia ordinaria, habiendo emigrado a Alberta para cultivar la tierra, era consciente de la vasta riqueza potencial de la provincia, y encontraba más allá de su comprensión los métodos de financiación de la producción a través de deuda perteneciente a dueños externos.

    A partir de su breve visita a Alberta en 1936/1937, John Hargrave [4] proporcionó un resumen útil de la riqueza actual y potencial de la provincia, haciendo uso de fuentes documentales oficiales. Estas fuentes incluían la Oficina de Estadísticas, Ottawa; el Instituto Canadiense de Minería y Metalurgia; informes de la Sucursal de Minas del Dominio; la Oficina de Minas de los Estados Unidos; el Estudio Geológico de los Estados Unidos; el Geólogo Jefe de la Imperial Oil Company (Standard Oil); y el Consejo de Investigación de la Universidad de Alberta.

    De acuerdo con la historia oficial de la compañía tal y como actualmente es presentada, la Imperial Oil Company comenzó sus operaciones en Ontario, viniendo a ser “un principal contribuidor al crecimiento de la industria petrolífera y al desarrollo económico y social de Canadá durante más de 125 años”:

    El histórico descubrimiento de la Imperial en Leduc, Alberta, fue clave en la creación de la moderna industria petrolífera de Canadá. La compañía también fue pionera en el desarrollo de las arenas petrolíferas de Alberta, tanto a través de su papel de liderazgo en la creación de crudo sintético, como en el desarrollo a gran escala e in situ de recuperación de betún en Cold Lake.

    Por medio de tales iniciativas, la Imperial ha crecido hasta convertirse en uno de los mayores productores de petróleo crudo en Canadá y uno de los principales productores de gas natural, así como la más grande refinería, con una cuota de mercado líder en productos petrolíferos y una importante presencia en la industria petroquímica.

    La Imperial posee operaciones en todas partes de Canadá y nuestros puntos de venta Esso constituyen una parte familiar de la escena automovilística canadiense. Las mayores concentraciones de nuestros empleados se encuentran en nuestros centros de oficinas en Calgary, Toronto y Montreal, así como en los centros de refinería y fábricas en Darmouth, Nueva Escocia; Samia y Nanticoke, Ontario; Edmonton y Cold Lake, en Alberta.

    La Imperial posee más de 65.000 accionistas directos registrados y no registrados, la mayoría de los cuales son residentes en Canadá. Muchos otros poseen una parte en la representación accionarial de la compañía a través de su propiedad en fondos mutualistas o su participación en planes de pensiones que poseen acciones en la compañía. El accionista mayoritario es Exxon Mobile Corporation, que posee el 69,6 por ciento de las acciones de la Imperial.

    El símbolo de la compañía en el mercado de acciones es IMO. Nuestras acciones se cotizan en la Bolsa de Toronto, y se admiten al comercio, sin cotizar, en la Bolsa americana. [5]

    En los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando el Gobierno del Crédito Social fue elegido, el carbón todavía era una de las principales industrias de combustible a escala mundial. Las poderosas compañías petrolíferas estaban comenzando a emerger hacia el máximo potencial de su posición monopolística. Las plataformas petrolíferas y las fuertes emanaciones de gases ya estaban reptando a lo largo de los antiguos pastizales de Alberta. La población en su conjunto, sin embargo, permanecía en su mayor parte inconsciente acerca de la significación histórica de estos desarrollos.


    El Crédito Social en Canadá


    El año 1921 trajo una fuerte depresión económica como resultado directo del descenso en la demanda de trigo y otros productos agrícolas, una vez que las hostilidades cesaron y las exportaciones ya no eran requeridas por más tiempo. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, la caída drástica en los ingresos de los granjeros que se produjo como resultado trajo sufrimientos increíbles a miles de colonos nuevos y ya establecidos. De ahí que se focalizara más la atención sobre el papel de la banca y la finanza en la provincia y a escala mundial. Se hacía cada vez más patente que el dinero había fluido en abundancia cuando fue “necesario” para financiar la devastación de la Guerra Mundial. Pero, sin embargo, no había dinero para financiar la paz. Bajo el sistema existente, en tiempo de paz el sistema financiero decretaba la pobreza en medio de la abundancia. Para la gente reflexiva, había de haber alguna otra sana alternativa.

    En ese tiempo un grupo de representantes de granjeros fue elegido para la Cámara de los Comunes del Dominio bajo la bandera del “Progreso”. Ese grupo fue clave en el establecimiento de un Comité Parlamentario sobre Banca y Comercio en 1923. Douglas fue invitado para presentarse delante de este Comité. Su “Testimonio delante del Comité de Banca y Comercio”, emitido en respuesta a las preguntas formuladas y enteramente sin la ayuda de notas, permanece hasta el día de hoy como un documento valioso de las directrices mediante las cuales podría ser abordada la reforma monetaria. [6] También se invitó para dar testimonio delante del Comité al Profesor Irving Fisher, a Sir Frederick Williams-Taylor del Banco de Montreal, a George Bevington de la U.F.A., y a Henry Ford (aunque este último no se presentó).


    Se activa la reacción


    Mientras tanto, en Alberta, un número de resoluciones relacionadas con el control de la finanza fueron presentadas a las Convenciones de la U.F.A. a lo largo de los años. Dieron lugar a que surgiera un intenso interés, e implicaron prologados y bien informados debates. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, los dirigentes de la U.F.A., al igual que sus homólogos en los círculos políticos y sindicales a lo largo del mundo, se estaban haciendo cada vez más ortodoxos en sus puntos de vista. Las discusiones francas y abiertas en materias de finanza fueron vistas con creciente desaprobación, al mismo tiempo que el propio Gobierno de la U.F.A. se iba haciendo cada vez más reaccionario.

    Mientras tanto, los granjeros que constituían las bases en la organización continuaban su investigación para así estar completamente bien informados sobre el asunto. Buscaron abrir un debate público entre los principales pensadores sobre reforma monetaria y los banqueros en Alberta. Con vistas a este fin, buscaron organizar debates bajo los auspicios de la Convención de la U.F.A. Pronto se hizo patente que los banqueros no estaban dispuestos a enfrascarse en un debate público y abierto. Más aún, consultas privadas entre el Gobierno provincial de la U.F.A. y un representante de los banqueros llevó a la comprensión de que podría ser difícil para el gobierno obtener futuras “facilidades de pago” si se seguía prestando atención a las demandas para la realización de tales debates. [7]


    Los granjeros resisten a la reacción


    Generalmente continuaron incrementándose las discusiones informales sobre la reforma monetaria y económica de Douglas en las Convenciones de la U.F.A., a pesar de la hostilidad de los líderes de la U.F.A. En una ocasión el Presidente de la U.F.A., Henry Wise Wood, fue presionado para que diera su opinión acerca de una resolución que abogaba por una investigación oficial sobre el funcionamiento del sistema financiero. Se recoge que él declaró lo siguiente: “No sé nada sobre dinero, y no creo que ningún otro sepa sobre ello. Esta cuestión ha sido una planta anual; y ahora se está convirtiendo en una maleza nociva; mi consejo para ustedes, es que la maten”. Golpeó la mesa, dando por terminado el debate. La moción fue rechazada, pero dejó a muchos preguntándose cómo evaluar el juicio de un hombre sobre un asunto acerca del cual él abiertamente admitía que “no sabía nada”.

    Desde aquel entonces, la política oficial de la U.F.A. consistió en apoyar la formación de cooperativas comerciales para la compra y venta de la producción agrícola, pero prohibir oficialmente toda discusión sobre la reforma financiera y económica de Douglas. Políticas similares fueron seguidas por prácticamente todas las organizaciones oficiales de granjeros. Los líderes de la U.F.A. habían, así, optado por ignorar el hecho de que los solos métodos de las cooperativas comerciales podían solamente traer muy limitadas mejoras en ausencia de financiación cooperativa. En otras palabras, el crédito real generado por los métodos cooperativos debería complementarse mediante la finanza cooperativa para que los miembros puedan obtener algún control realista sobre sus empresas dentro de la provincia. Aunque los líderes políticos se dejaron conducir ellos mismos hacia la ortodoxia, los hombres y mujeres ordinarios continuaron su investigación para el conocimiento y entendimiento de un sistema financiero aparentemente incomprensible.

    A su debido tiempo, la restricción de crédito financiero a los negocios y a la industria condujo, como Douglas había previsto desde hacía tiempo, al crack bursátil de 1929. El crack produjo unas restricciones aún más severas sobre el crédito agrícola, lo cual fue seguido de unas condiciones económicas azarosas. La miseria y las privaciones agudas se hicieron lugar común en una tierra bendecida con vastos recursos naturales y con las habilidades y talentos para poder explotarlas. El desempleo, las bancarrotas, las fábricas manufactureras paradas, unido a las ejecuciones hipotecarias de las granjas y hogares, fueron el resultado. Las consecuencias del estancamiento económico fueron una característica patente en la vida de cada día. El estancamiento económico fue desencadenado enteramente por la acción de los bancos, que estuvieron reclamando los préstamos existentes todas las veces que fuera posible, y que se negaban a conceder nuevos préstamos a pesar de la evidente abundancia de oportunidad para un nuevo desarrollo en cada palmo. Los recursos reales, la necesidad y el know-how necesitaban ser juntados mediante la finanza, y la finanza brilló por su ausencia.


    Los hambrientos años ´30: un relato de primera mano [8]


    En 1937 Douglas escribió The Alberta Experiment, para registrar los acontecimientos tal y como habían ocurrido entre 1930 y 1937:

    Los primeros años de la década de los ´30 proporcionaron amplia evidencia del fracaso del sistema financiero ortodoxo para satisfacer las necesidades reales de la humanidad en Alberta. En enero de 1932, el trigo de calidad nº 1 del Norte se vendía por un precio tan bajo como $ 0,20 por fanega, el cual era el precio más bajo alcanzado en 400 años. Los cerdos de primera calidad de 200 libras se vendían a $ 5 cada uno. Los granjeros con provisiones de trigo casi sin valor los quemaban en sus estufas porque no podían proporcionarse carbón. Los ganaderos mataban al ganado que sólo valía $ 0,75 por 100 libras la pieza viva, para así salvar las pieles, que traían mejores rendimientos que la carne. Existen registrados casos de ganado que es embarcado para ser vendido y su propietario es facturado por los gastos del transporte después de la venta porque los rendimientos obtenidos de la venta del ganado eran insuficientes para cubrir las cargas por el transporte. Un caso bien verificado nos cuenta de un granjero que embarcó un número de pieles para un comerciante y posteriormente recibió una factura del comerciante por valor de $ 1,50 para pagar la diferencia entre el valor de mercado de las pieles y los costes de transporte en el envío. El granjero replicó que él no tenía dinero alguno, pero que podía enviar al comerciante unas pocas pieles más.

    Al mismo tiempo, los mineros vagaban por las calles porque no había demanda de carbón, y vivían de las raciones de socorro de subsistencia porque no había dinero para comprar la carne y el trigo que se estaba pudriendo y quemando en las praderas. En cualquier parte, el siniestro espectro de la pobreza andaba con paso majestuoso a través de una tierra de abundancia potencial.

    Los pioneros habían construido lo que ellos imaginaban que era un nuevo imperio de libertad en una tierra abundante de recursos naturales. Pero sus intentos de arrancar aunque sólo fuera una simple vida a partir de los elementos al alcance fueron frustrados. Envolvieron sus pies y sus piernas con sacos de yute, porque no tenían dinero para poder comprar calcetines y zapatos de caucho, mientras que afuera cenaban tuzas que se habían vuelto gordas gracias al grano invendible que yacía en los campos. Estas gentes querían producir, y querían consumir los frutos de su producción, pero se les impidió en todos lados. Ellos se volvieron a sus líderes del movimiento agrícola y los encontraron divididos. Por un lado, se les ofreció charlas de socialización como paliativo. Por otro lado, charlas de mercados extranjeros y restricción de la producción se prescribían como un remedio.

    En aquellos tiempos el pueblo de Alberta no estaba muy preocupado con la venta en mercados extranjeros. Su preocupación estaba con los mercados domésticos, donde el pueblo estaba sufriendo de una semi-hambruna en medio de la abundancia. Ellos cuestionaban la sabiduría de tener que vender la mayor parte de su producción al extranjero para poder introducir el dinero con el que poder comprar la menor parte para su propio consumo. Un siempre recurrente “por qué” se extendió por todo el país.

    Los granjeros miraban en vano a su propio Gobierno con vistas a algún enérgico esfuerzo por solucionar el problema. En lugar de acción, sus oídos fueron asaltados a intervalos frecuentes en la radio con un mensaje proveniente del Primer Ministro Brownlee repitiendo constantemente la frase idiota: “La prosperidad está justo al otro lado de la esquina”. Cuán lejos estaba la esquina, o cuánto tiempo requeriría llegar a ella, era algo que nadie parecía saberlo. El Gobierno no hizo nada.

    Un espíritu de desesperación se apoderó entonces de los granjeros. Ésta era su hora cero. En sus convenciones era patente que había un espíritu agitado de descontento dirigido hacia la evidente renuncia de su Gobierno granjero en hacer algo efectivo en favor de la protección de su pueblo de los desmanes legales, basados en la deuda, del sistema financiero ortodoxo.

    Muchos granjeros, algunos de los cuales habían prestado servicio en la Primera Guerra Mundial, se levantaron en la Convención para declarar que “las cosas habían ido demasiado lejos como para poder curarlas por medios pacíficos”. Estaban preparados para volver a las armas otra vez en un último intento desesperado por defender e impedir que sus hogares y sus familias cayeran en la indigencia en la tierra que ellos habían hecho habitable y productiva con una dedicación infinita y con fatiga. Pocos hoy en día son conscientes de lo cerca que estuvo Canadá de una revolución sangrienta en aquellos espantosos días de los primeros años de la década de los treinta, durante la Gran Depresión.

    El motivo por el que ellos no podían pagar sus deudas no se debía a que los granjeros fueran ineficientes como productores, ni tampoco por razones de sequía u otras causas naturales. Muchos de ellos habían cosechado grandes producciones de grano, siendo el precio de venta del mismo tan bajo que incluso los costes menores inmediatos de la producción (desembolsados en efectivo por los propios empleados con su propio dinero en nombre del empleador) no podían ser recuperados, sin tener que hacer provisión alguna para los sueldos para las familias de los granjeros. Los registros muestran que se produjo más trigo durante los cinco años del periodo de la depresión (1931-1935) que durante el relativamente más próspero periodo de cinco años de 1926-1930.

    Resultaba patente para la mayoría de los albertanos que la ortodoxia financiera y económica yacía en la raíz del problema. No había escasez de bienes y servicios. El trabajo humano, la maquinaria y la energía estaban disponibles. Los campos, los bosques, las minas y la pesca estaban a la espera de su desarrollo. Sólo la carencia de dinero impedía el acceso a los bienes y servicios que equivalía a la seguridad económica. Puesto que el problema monetario se alzaba en tan gran medida en sus asuntos, era inevitable que los albertanos se centraran en él. La preparación educativa de los primeros grupos de estudio significaba que un considerable número de gente ya estaba familiarizada con los procesos de la financiación con deuda de la producción, y con el control total sobre la política social y económica que podía rastrearse hasta llegar al sistema financiero. Todo lo que se necesitaba era un foco o una figura que trajera a la vida una política viable.


    William Aberhart


    William Aberhart era una figura carismática, en el sentido de “llena de gracia”. L. D. Byrne, que trabajó estrechamente con él desde 1937 hasta la prematura muerte de Aberhart en 1943, observaba posteriormente lo siguiente:

    Cuando aparecí por primera vez [en Alberta], el Sr. Aberhart se inclinaba por tratarme con natural sospecha. Sin embargo, gradualmente fui ganando su confianza y nos convertimos en firmes amigos. Le encontré como un hombre de completa integridad y de profundas y sinceras convicciones religiosas. Tenía un sentido del humor de niño travieso, que él combinaba con una absoluta intrepidez en chocar de frente con sus oponentes. [9]

    Según todos los reportes disponibles, Aberhart no era una marioneta de poderosos intereses, ni tampoco el demagogo que sólo se preocupa de sí mismo que presentan las descripciones hostiles posteriores. En 1933 él era el director de la Crescent Heights High School en Calgary y deán de la Calgary Profhetic Bible Institute, en cuya virtud daba emisiones religiosas en la radio de forma regular, convirtiéndose en una figura popular a lo largo y ancho de la provincia. Como advertía Byrne, “tenía la reputación de un profesor destacado”.

    Tanto la convicción religiosa de Aberhart como su profundamente arraigado sentido de la justicia, se vieron ofendidos por el espectáculo de ver a sus estudiantes teniendo que dejar la escuela, tan educacionalmente equipada, para tomar su lugar en el mundo, incluso para tener que unirse a las colas del pan. Quedó enormemente entristecido cuando uno de sus mejores estudiantes se suicidó por desesperación. Igual que muchos otros en aquél entonces, su razón se rebelaba contra un estado de cosas en donde hombres parados y máquinas paradas existían codo con codo junto con la pobreza y la necesidad. Cuando un colega suyo le envió una explicación de la economía del Crédito Social hecha por el actor-dramaturgo inglés Maurice Colbourne [10] –un resumen popular y razonablemente exacto de la materia– no perdió ni un momento en ponerse a luchar a brazo partido en favor de la obra de Douglas.

    El efecto sobre William Aberhart fue espectacular. Sin ayuda de nadie, comenzó a movilizar apoyos en favor de su recién descubierta doctrina económica, difundiendo la “buena nueva” a través de sus radioemisiones religiosas del domingo que fueron disfrutadas por una amplia audiencia, y posteriormente celebró meetings a lo largo y ancho de la provincia. Los grupos de estudio locales que fueron levantados por la United Farmers Association proporcionaron la base para una discusión informada y un mayor estudio. La versión del Crédito Social adoptada por Aberhart, a consecuencia de su lectura de Colbourne, era inevitablemente algo distinta en sus detalles de aquélla que pregonaba la Secretaría del Crédito Social. Sin embargo, Aberhart adaptó con éxito la filosofía fundamental del Crédito Social, haciéndola aplicable para el pueblo de Alberta.

    Aberhart no aspiraba a convertirse en un político, y mucho menos en el líder de ningún movimiento político. Él reconocía que muchos de los miembros individuales del movimiento de la U.F.A. eran expositores competentes de reformas financieras. En este momento de su carrera, Aberhart veía a la U.F.A. como el vehículo correcto para la reforma progresiva, haciendo frecuentes referencias a la U.F.A. en sus radioemisiones de los domingos y ofreciéndoles todo su apoyo. Aberhart instaba a la gente a estudiar el Crédito Social y, si quedaban satisfechos de que éste proporcionaba una ruta para salir de sus males económicos, les instaba a presionar para que el Crédito Social fuera adoptado por su Gobierno provincial de la U.F.A.


    La Liga del Crédito Social de Alberta


    La respuesta al mensaje de esperanza de Aberhart fue abrumadora. Era una llamada a los pioneros sociales de Alberta para organizarse para su bienestar común. Como resultado, se formó la Liga del Crédito Social de Alberta como un cuerpo de ciudadanos comprometidos con el estudio de la filosofía y la práctica de los principios del Crédito Social. El presidente de la Liga era Orvis A. Kennedy, y el Líder Nacional Robert N. Thompson. La Liga fue enteramente iniciada y financiada por individuos y grupos de ardientes buscadores de la justicia social. No se involucró financiación externa de ningún tipo. Los individuos reunieron su tiempo, sus talentos y sus magros ingresos en la lucha por la democracia económica. William Aberhart actuó como el catalizador para este movimiento, en tanto que su personalidad dinámica, energía, coraje y visión galvanizaron a hombres y mujeres a unirse a la Liga. Por medio de esto, miles fueron capaces de estudiar las enseñanzas económicas de Douglas, con una visión de llevar la teoría a la práctica informada. A lo largo y ancho de la provincia se levantaron más de 2.000 grupos de estudio, siendo muchos de ellos una reconversión de los antiguos grupos locales de la U.F.A.

    Andando el tiempo, se vio claro que la administración de la U.F.A. no iría a tomar ninguna acción directa positiva para implementar una legislación de crédito social. En efecto, algunos miembros del Gobierno provincial de la U.F.A. apoyaron abiertamente medidas planificadoras socialistas, las cuales eran consideradas como la antítesis directa del Crédito Social. Así pues, la Liga del Crédito Social hizo campaña a través de todos los partidos políticos con vistas a obtener compromisos de apoyo para las medidas del crédito social. La reacción de todos los partidos políticos existentes fue negativa. Por tanto, se decidió tomar una acción directa. A través de sus radioemisiones Aberhart anunció su intención de liderar un partido de Crédito Social para las próximas elecciones. Tal fue el apoyo entusiasta en favor del nuevo partido, que se ejercieron presiones sobre los Gobiernos en Edmonton y Ottawa para que tuvieran en seria consideración al Crédito Social. La fuerza de la opinión era tal que las administraciones llamaron a Douglas para que visitara Ottawa y Edmonton.


    Clifford Hugh Douglas es llamado


    Douglas ya había aparecido delante del Comité de Banca y Comercio del Parlamento del Dominio en abril de 1923. En Edmonton, fue invitado en 1934 a presentarse ante el Comité de Agricultura de la Cámara Provincial. William Aberhart, y un número de otras personas que sostenían opiniones tanto favorables como desfavorables al Crédito Social, fueron invitados también. Después de esta audiencia, Douglas fue nombrado oficialmente Asesor de Reconstrucción para el Gobierno de la U.F.A. que, en aquel entonces, era el gobierno elegido democráticamente. La razón de que Douglas fuera nombrado en este momento se debió enteramente a la campaña de radio de Aberhart.

    Un año después, el 23 de mayo, Douglas presentó su primer Informe Interino a la Legislatura de Alberta. [11] En su informe, el Asesor de Reconstrucción subrayó la distinción que debería trazarse entre cualquier programa para la utilización práctica del crédito público, y la estrategia requerida para adquirir el poder de manejar el crédito público. Exactamente, él avisó incluso en esta etapa temprana de que cualquier paso que se tomara hacia la emancipación del crédito respecto de su control monopolístico por la finanza internacional se vería resistido. Además, avisó de que los medios de comunicación deberían quedar bajo el “control indiscutible” de la provincia. A la vista de la historia posterior del Crédito Social durante las décadas transcurridas del siglo veinte, merece la pena estudiar este documento con considerable detalle. Ha estado disponible, en su totalidad, a lo largo del mundo desde que se publicó por primera vez en 1937.


    Preparación para las elecciones de 1935 en Alberta


    En el momento en cuestión, 1935, el Gobierno del Reino Unido ejercía su jurisdicción sobre una extensión de terreno de casi 80.000 millas cuadradas (200.000 kilómetros cuadrados) con una población de alrededor de los 50 millones. Aunque nominalmente bajo el Imperio Británico, Nueva Zelanda era en la práctica un territorio autogobernado de 103.738 millas cuadradas (268.680 kilómetros cuadrados) con una población de 1,5 millones. Y Alberta, con una extensión de terreno de 255.541 millas cuadradas (661.848 kilómetros cuadrados), con una población de 740.000, era una de las diez provincias dentro del Dominio Federal de Canadá. Así pues, en 1935 las posibilidades de introducir con éxito las medidas del Crédito Social eran mucho mayores en Nueva Zelanda, la cual era ella misma un Dominio, que en la provincia de Alberta, la cual, a pesar de su tamaño, permanecía bajo la jurisdicción del Parlamento Federal en Ottawa. Durante toda la historia del Crédito Social en Alberta, sin embargo, funcionó en paralelo un movimiento del Crédito Social que estaba activo a lo largo y ancho de todo el Dominio del Canadá. Los Creditistas Sociales electos fueron una fuerza sustancial dentro del Parlamento Federal en Ottawa, en la Columbia Británica, en Saskatchewan, y en otras partes. En muchas partes de Canadá, especialmente en Quebec, continuó produciéndose literatura del Crédito Social durante el resto del siglo veinte. Desde la fecha de la primera elección de un Gobierno de Crédito Social en agosto de 1935, han venido circulando en paralelo dos versiones contradictorias de la historia.

    Cuando el Gobierno de la U.F.A. llamó a las elecciones para el 22 de agosto de 1935, la Liga del Crédito Social presentó candidatos en cada distrito electoral. A la vista de los costes considerables en términos de tiempo y dinero que implica la presentación de candidatos y la producción de publicidad sin ningún tipo de financiación externa, fue una auténtica hazaña organizativa. En junio de 1935 Aberhart publicó su manual de Crédito Social: El Crédito Social tal y como se aplica en la provincia de Alberta. El así llamado “Manual Azul”, ascendía a 64 páginas (12 cm. x 16 ½ cm.). Como mínimo la mitad del espacio en el pequeño libro fue rellenada con publicidad, permitiendo así que el pequeño libro pudiera circular libre de costes. La lectura de los anuncios mismos merecen interés, no sólo por los vislumbres que dan de la vida en Alberta en aquel entonces, sino también como una indicación del amplio apoyo en favor del Crédito Social entre los pequeños negocios que estaban preparados para sacar anuncios.


    Oposición organizada


    Previsiblemente, los candidatos de la U.F.A. miraban con burla a los inexpertos candidatos del Crédito Social, y en la carrera hacia las elecciones predecían confiadamente su absoluta derrota. Sin embargo, las advertencias de Douglas de la existencia de otra agenda que estaba funcionando entre bastidores probó ser exacta. En el Reino Unido la cuestión de los financieros que apoyan a figuras políticas era frecuentemente materia de observación por los creditistas sociales del Reino Unido. Dos años antes, la repentina subida al poder de Hitler fue el objeto de un comentario perspicaz en The New Age. [12]

    Durante la campaña electoral, se pusieron de manifiesto los primeros signos de una oposición organizada contra el Crédito Social. Las instalaciones de prensa y radio fueron utilizadas a una gran escala en un intento bien financiado y organizado de desacreditar un cuerpo doctrinal de filosofía política que para entones ya se había convertido en moneda corriente en las conversaciones de todo el mundo dentro de la provincia. Empezaron a aparecer caricaturas, representando a Aberhart como un tonto torpe haciendo venta ambulante de políticas sin sentido. La Economic Safety League fue una de las misteriosas organizaciones que surgieron a la vida, con plenitud de dinero a su disposición para hacer circular literatura bien editada y para enviar cartas a la prensa en una campaña concertada contra Aberhart. Alrededor de un mes antes de las elecciones, un pequeño libro sustancioso producido por la Economic Safety League, Calgary, inundó la provincia. Titulado El Plan de Aberhart: Un estudio y análisis del Proyecto del Crédito Social tal y como es presentado a los electores de Alberta, por W. M. Davidson, parecía a primera vista haber sido escrito como una explicación franca y honesta de la posición del Crédito Social. Sin embargo, una lectura más detallada de la publicación confirma que era parte de la campaña concertada para desacreditar a Aberhart. En la página veintisiete la conclusión se titulaba “El Peligro Inmediato”:

    Si cualquier persona que haya leído estos artículos cree que William Aberhart ha organizado un partido político, con un slogan sensacional, simplemente para poder ponerse él mismo en el centro de la escena, o incluso para poder llegar al cargo, debería abandonar esa idea pues no hay nada más alejado de la verdad. Si alguien tiene la idea de que después de alcanzar el cargo, él se deshará rápidamente de las partes más extravagantes de su programa, esa persona también estará equivocada. Si algún líder de un partido político tiene alguna esperanza de que el partido del Crédito Social, con una banda de miembros electos –no una mayoría, digamos, pero sí un grupo–, constituiría un aliado valioso en la mezcolanza general que puede seguirse de unas elecciones, mejor sería advertirle que abandonara ese sueño.

    El Sr. Aberhart es resuelto, determinado e inflexible y luchará inquebrantablemente y sin compromisos en favor de su programa, tal y como es, importándole un comino los partidos, grupos, asociaciones o alianzas. Si él fuera puesto en el cargo, él se movería hacia la meta sin consideración del coste o de las consecuencias para la provincia o el pueblo. Si él llegara a sostener la balanza del poder en una cámara demasiado dividida, él se encargará de que el partido que manda acepte todos sus mandatos, con perpetuos trastornos y confusiones como alternativa. Vendría a ser como la alianza de los Nazis y de los Nacionalistas Alemanes una vez más.

    Sin embargo, algunos periódicos locales como The Ottawa Citizen y The Western Producer dieron apoyo a la campaña del Crédito Social, animados a hacerlo por medio de las radioemisiones de Aberhart.

    Cuando se completó el recuento de los resultados de las elecciones, los albertanos habían elegido a 56 miembros del Crédito Social, de los 63 escaños de la Legislatura. No fue elegido ni un solo candidato de la U.F.A. Totalmente rechazados por un electorado indignado, el movimiento de la U.F.A., originalmente inspirado por ideas democráticas de libertad, murió. En el corto espacio de 20 años se había convertido en ortodoxo, incapaz de reconocer que la clave para la libertad económica era la reforma financiera conforme a las verdaderas directrices del Crédito Social. A su debido tiempo, la historia se repetiría ella misma, cuando aquellos elegidos en base a un programa de Crédito Social fueron persuadidos a rechazar las enseñanzas de Douglas y a seguir políticas de Crédito Social sólo de nombre.

    Mientras tanto, sin embargo, el éxito de los candidatos que Aberhart había ayudado a seleccionar fue aplastante. El propio Aberhart no había sido un candidato, pero entonces le presionaron para que se convirtiera en el líder en la Legislatura. Consintió en la petición y aceptó un asiento vacante perteneciente al distrito electoral de Okotoks. De esta forma, se convirtió en el Primer Ministro del primer Gobierno de Crédito Social en el mundo. El Gobierno estaba destinado a durar por más de un cuarto de siglo sin una sola derrota electoral.


    Democracia en Alberta


    El programa electoral de Aberhart, elaborado precipitadamente, se habría beneficiado de una amplia edición-enmienda realizada por pensadores principales del Crédito Social, en lo que a materias de deuda y finanza se refieren. Sin embargo, contiene valiosas ideas sobre la esencia del argumento político en favor del Crédito Social en Alberta en 1935. Aberhart declara la premisa básica del Crédito Social, que es la siguiente:

    Es deber del Estado por medio de su Gobierno organizar su estructura económica de tal forma que a ningún ciudadano, hombre, mujer o niño de buena fe, se le permita sufrir por carencia de las necesidades básicas de comida, ropa y cobijo, en medio de la plenitud o abundancia. La provincia de Alberta es lo suficientemente rica para llevar a cabo este propósito. [13]

    Esta declaración es seguida por evidencias estadísticas acerca de la riqueza de Alberta, y de una versión del argumento en favor del pago de un Ingreso Nacional o “Básico” sobre la base de la herencia cultural común. El pueblo, se afirmaba, tenía un derecho político sobre los recursos de la tierra en la que vivían, es decir, un derecho a la autodeterminación política y económica, libre de deudas artificialmente creadas que llevaban consigo el control sobre el pueblo y sobre sus recursos por financieros externos al territorio. Los ciudadanos tenían un derecho a una porción en la plusvalía que surge de la asociación. Este último término es explicado como sigue:

    Esta expresión significa exactamente lo que dice. Existe un incremento o aumento en el precio, y este incremento no es ganado por el propietario o el productor de los bienes… Una mina de carbón situada bien lejos de la civilización o sin transporte para llegar a ella sería de poco valor para todos, excepto en tanto en cuanto pudiera ser utilizada para necesidades personales. Si diez personas vivieran cerca de ella, podría ser más valiosa. Si mil personas estuvieran al alcance de ella, habría entonces una mayor demanda por el carbón y, por tanto, habría un mayor precio. De esta forma, el precio del carbón por encima del coste de producción depende en gran medida de la demanda originada por la asociación de los individuos en sus inmediaciones. Ni el propietario ni los mineros son responsables de este precio incrementado. Se trata de una plusvalía cuyo origen procede de la asociación de la gente dentro de los límites de la tierra controlada por ellos. [13]

    En respuesta a la cuestión referente a la diferencia entre el Sistema del Crédito Social y un Plan de Crédito Social, se redactó la siguiente respuesta:

    El Sistema del Crédito Social consiste en la exposición de los principios envueltos en la filosofía del Crédito Social. Un Plan de Crédito Social consiste en un método de adaptarlo a cualquier Estado, comunidad o industria. Los principios de la electricidad son los mismos dondequiera que se encuentre. El plan de iluminar una habitación puede diferir dependiendo del estilo o tipo de habitación, o de los caprichos o gusto artístico del propietario. Es la labor de nuestros expertos formular e idear nuestro propio plan particular para esta provincia. [14]

    La obra completa constituye una demostración abierta y honesta de la posibilidad para una democracia en acción. Al comparar el papel de la finanza en el Estado con el de la electricidad dentro de un edificio, Aberhart presenta inteligentemente el corazón del asunto no solamente en relación a la provincia de Alberta, sino también en lo que a todo el mundo en su conjunto concernía y concierne. Es por esta razón que la elección del Gobierno de Crédito Social en Alberta dio a luz décadas de críticas negativas. Es por ello que el artículo de The Times fue el primer intento de muchos de persuadir que la victoria electoral fue, de alguna manera peculiar, una negación de la democracia. Se hicieron enérgicos esfuerzos en frustrar la voluntad del electorado en Alberta. Durante las últimas décadas del siglo veinte, el Crédito Social fue explicado en los ámbitos académicos como una aberración, un intento desviado de desacreditar la legítima finanza (Véase Capítulo 7).


    La elección de 1935 en el contexto mundial


    Como comentaba el Social Credit inmediatamente después de las elecciones en Alberta:

    Aunque “Perro muerde a un hombre” no es noticia, pero “Hombre muerde a un perro” sí lo es, cuando del Crédito Social se trata un hombre tiene que morder a doce perros antes de que la prensa de Londres repare en ello. El Sr. Aberhart ha hecho algo equivalente. Todo periódico de importancia en Londres y en las provincias ha dado la mayor publicidad de su extraordinario éxito, que solamente pueden valorar verdaderamente aquéllos que sean conscientes del alboroto propio de unas elecciones provinciales canadienses. [15]

    El 31 de agosto de 1935, The Times concluía su reportaje acerca de los eventos en Alberta con un “aviso” de que “es de esperar que nada se haga por los exaltados reformadores ni por los salvajes alarmistas que vaya a destruir el crédito o las expectativas futuras de la provincia.” De acuerdo con este reportaje, Alberta “ha ganado una repentina notoriedad al elegir el primer Gobierno de Crédito Social en el mundo.” La sola palabra “notoriedad”, usada para describir la elección democrática de un gobierno fuera de los controles de las corporaciones, resume la preocupación sentida por los comentaristas de la gran prensa. El reporte impreso en The Times del 31 de agosto de 1935 se reproduce en su totalidad como Apéndice 5a: Pobreza en la abundancia.

    El Crédito Social constituía una cuestión política en un buen número de distritos electorales en Canadá. Los otros Estados occidentales, Columbia Británica y Saskatchewan, también presentaron con éxito un buen número de candidatos de Crédito Social para las elecciones provinciales de 1935. Más tarde, en el mismo año, 17 creditistas sociales fueron elegidos al Parlamento Federal en Ottawa, formando el segundo mayor grupo de oposición tras apenas seis semanas de campaña electoral. Ninguno de esos elegidos había tenido experiencia previa dentro de las máquinas de partido existentes.

    En otras partes en el mundo, el análisis económico y la filosofía política del Crédito Social fueron tan bien percibidos que se hicieron progresos considerables en los electorados del Reino Unido y de los otros Dominios. En noviembre de 1935, unas elecciones generales en Nueva Zelanda trajeron un Gobierno Laborista por primera vez en su historia. Escribiendo en 1937 acerca del tema de The Alberta Experiment, Douglas atribuye el éxito de esa elección en gran parte al apoyo dado por “El Movimiento del Crédito Social de Douglas”. [5] En el tiempo de las elecciones en 1935, Douglas era consciente de que las posibilidades de introducir políticas prácticas informadas por un análisis creditista social de la economía política eran mucho mayores en Nueva Zelanda de lo que lo eran en Alberta. Nueva Zelanda había sido fundada por europeos durante la primera mitad del siglo XVII. Fue llamada “Nova Zeelandia” en consideración a la provincia holandesa de Zelanda, pero el capitán Cook, el explorador británico, posteriormente anglicanizó el nombre, pasando a ser Nueva Zelanda. Durante el siglo XIX se estableció el dominio británico sobre el territorio, y Nueva Zelanda pasó a ser un Dominio por derecho propio, con la sede del Gobierno en Auckland (más tarde trasladada a Wellington). Se proporcionó un gobierno representativo para la colonia mediante la aprobación por el Parlamento del Reino Unido de la Ley de Constitución de Nueva Zelanda de 1852. El Parlamento de Nueva Zelanda se reunió por primera vez en 1854. En 1907 Nueva Zelanda pasó a ser un Dominio independiente del Imperio Británico, bajo la autoridad constitucional de la Monarquía Británica en la misma línea que el Dominio de Canadá. Hasta la década de 1870 Nueva Zelanda no había tenido cuerpos representativos subnacionales como provincias o subestados, al margen de las municipalidades locales. A partir de ese momento también, la moneda de Nueva Zelanda ha sido el dólar neozelandés. Así pues, el pueblo que estaba viviendo en el área de terreno conocido como Nueva Zelanda se encontraba, en 1935, en una posición constitucional que ofrecía la posibilidad de poder prestar una seria consideración al tema de la autodeterminación en materia de finanza.

    La política de los defensores del Crédito Social a lo largo del Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda era la buscar conseguir la autoridad política colaborando con candidatos que buscaban su elección bajo las banderas de los partidos políticos existentes. Si podía convencerse a suficientes miembros elegidos acerca del buen sentido de las políticas del Crédito Social, dicho miembros estarían en una posición de poder satisfacer los deseos del electorado. Si los miembros electos fallaban, sucumbiendo a las presiones de las multinacionales y de la alta finanza, entonces dependía del electorado asegurarse de su reemplazamiento.

    La rotunda elección de un Gobierno de Crédito Social en Alberta sorprendió a Douglas y al movimiento del Crédito Social exactamente del mismo modo que sorprendió al resto del mundo. Desde el principio, Douglas apreció que el fallo del Gobierno de Crédito Social por implementar las políticas en base a las cuales había sido elegido podía, a la larga, probar ser un importante revés para el Crédito Social a una escala mundial. Desde sus primerísimos años de colaboración en la redacción de los textos del Crédito Social (1918-1922), Douglas y Orage eran plenamente conscientes de la triple característica de las esferas sociales que regulan la interacción humana. La “economía” que produce bienes y servicios para su intercambio en el mercado, no opera en un espléndido aislamiento con respecto a las esferas política y cultural de la sociedad. Sin las aportaciones de artistas, ingenieros, granjeros, artesanos, tecnólogos, inventores, enfermeros, pensadores espirituales, educacionistas y relatores de cuentos, todos actuando en cooperación, la actividad económica simplemente no tendría lugar. Igualmente, sin la sanción de la ley, determinada a través de la esfera política, la finanza y toda actividad económica se desintegrarían rápidamente.

    La prensa de Crédito Social de 1935, incluyendo el Social Credit, The New Age, The New English Weekly, y muchos otros semanarios en todo el mundo, hacen de su lectura algo necesario pero también fascinante. Demuestran que, durante un breve periodo en 1935, había una muy verdadera oportunidad de que las fuerzas de la reacción pudieran ser derrotadas, de forma tal que la pobreza en medio de la abundancia, y sus consecuencias, despilfarro y guerras, pudieran ser derrotadas. No resulta sorprendente que las fuerzas de la reacción entraran inmediatamente en acción.

    Sin los recursos de las multinacionales y de la finanza internacional a su disposición, el Movimiento del Crédito Social había establecido un cuerpo substancial de conocimiento acerca de la triple naturaleza de la comunidad social, con grupos de estudio en pueblos y ciudades a lo largo y ancho del Reino Unido, los Dominios y otras partes. Como se demuestra en el Capítulo 7, los textos publicados de Douglas y otros se vieron enfrentados al más riguroso examen intelectual. Para diciembre de 1935, parecía que las campañas electorales podían conseguir una nueva era de verdadera democracia. Nueva Zelanda, por ejemplo, que había recientemente elegido un Gobierno Laborista sobre la fuerza que le había dado el apoyo del Crédito Social, “podía disfrutar de un nivel de vida universal, como el mundo no había conocido jamás, en el plazo de un año”, siempre que pudieran evitar ser desviados por los intereses de la finanza.

    Tal y como informaba el Social Credit en diciembre de 1935:

    Al pueblo de Nueva Zelanda, igual que a los pueblos de todas las otras democracias, se les ha enseñado a votar solemnemente sobre ciertas cuestiones técnicas sobre las cuales no pueden tener ninguna clase de opinión clara, cada cuatro o cinco años, para a continuación volverse a sentar y confiar en el nuevo gobierno hasta que el fallo de éste en distribuir los bienes sea tan obvio que se necesite una nueva elección. Entonces a continuación desfilan todos ellos obedientemente hacia las urnas una vez más y votan sobre el mismo conjunto de cuestiones técnicas, ligeramente modificadas. Ésta es la teoría; en la práctica, por supuesto, la mayoría o bien votan en base al principio de “echar al Gobierno”, o bien votan por personas en lugar de por políticas. En cualquier caso obtienen exactamente lo que pedían: en primer lugar un nuevo conjunto de peleles, y en segundo lugar un variado conjunto de peleles.

    Un miembro del parlamento es un pelele simplemente porque no se le permite ser otra cosa. Nada en el gobierno democrático resulta más chocante que el contraste entre la inteligencia personal y la impotencia pública de los miembros del parlamento. No estoy necesariamente sugiriendo que el miembro medio sea más inteligente que sus representados, pero ¿por qué en nombre de la democracia necesitaría serlo? ¿Es él el maestro o el representante del pueblo? El caso es que sus representados son inteligentes también, en el sentido de que ellos saben muy bien lo que quieren, cuando (y siempre que) se les dé una oportunidad real de manifestarlo. La función propia del Miembro del Parlmento es la de actuar como el portavoz de la voluntad de ellos, y ver que sus deseos sean llevados a cabo por los expertos que él designa en su nombre. [17]

    El autor del artículo era optimista en confiar que el estudio del Crédito Social en Nueva Zelanda había hecho surgir un cuerpo de candidatos con la posibilidad de poder liberarse de las camisas de fuerza de los partidos tradicionales, particularmente en lo que se refiere a la cuestión de la nacionalización, la cual está “muy al margen de la cuestión principal y, por tanto, resulta aceptable para el monopolio del dinero”. El peligro que se predecía era el de que se pudiera llegar a una hábil componenda, el de que se introdujeran por partes medidas previamente seleccionadas del Crédito Social. Estaba claro que los financistas tolerarían “una gran porción de interferencia con los principios financieros ortodoxos, siempre y cuando no fuera vista como la cuestión fundamental la introducción de un pago en dinero incondicional considerado como un derecho universal” (subrayado en el original). El nuevo Gobierno se vería puesto bajo una gran presión para no hacer reformas de alguna importancia. Los Independientes, al menos ocho de ellos eran conocidos como firmes defensores del Crédito Social, fueron insuficientes para inclinar la balanza del poder, y el mismo Partido Laborista quedó dividido acerca del tema del Crédito Social. Así pues, dependía del electorado el ejercer una continua presión sobre sus miembros parlamentarios individuales entre las elecciones, al igual que durante el tiempo de elecciones; una presión en favor de resultados prácticos deseados, y no en favor de vagas ideas de “Crédito Social”. El autor del artículo refleja que:

    incluso en los Dominios, al pueblo a menudo se le persuade de que ha de rogar por aquello que por derecho le corresponde y, de esta forma, con las mejores intenciones del mundo, se ponen ellos mismos en una falsa posición. Ejercer el derecho de petición a su Majestad el Rey Jorge V, sin embargo, añade a esto la carga de ponerle a él en una falsa e imposible posición. Cuando los reyes eran efectivamente “soberanos”, el caso era claramente muy diferente. Pero bajo una democracia, lo quiera uno o no, el pueblo es, o debería ser, soberano, y el hecho de que el pueblo soberano apele a lo que ha sido descrito como una “presidencia hereditaria”, es no hacer justicia ni a él ni a ellos mismos.

    El destino del ejercicio de un derecho de petición depende, en la práctica, de la recomendación hecha al Rey por el Ministro del Interior, y la opinión del Ministro del Interior en la actualidad está, y debe estar, como todo creditista social sabe, a merced de la finanza. Si cualquier petición no traspasa sus intereses, podría ser juzgada imparcialmente; de lo contrario, tiene aproximadamente las mismas posibilidades que una bola de nieve en el infierno. La así llamada “Prerrogativa Real” es, hoy en día, una ficción legal, y cualquier confianza en ella sólo sirve para disimular y fortalecer esa falsa base del poder que está en la raíz de nuestros problemas. [17]

    La gente es, o debería ser, soberana. Así pues, el ejercicio del derecho de petición proporciona a los poderes fácticos exactamente la oportunidad que ellos necesitan. Ofrecen la oportunidad de influir al personal de cualquier Comité de Investigación, en forma tal que fijen su propia agenda de tal manera que las pruebas y testimonios que se presenten aseguren que los fines de los peticionarios no se alcancen. Los resultados son entonces utilizados como “prueba” en favor de la oposición contra cualquier futura protesta de reforma. El autor del artículo cita como demostración el Informe de la Mayoría del Comité Monetario de Nueva Zelanda, el personal del Comité Monetario Australiano que en aquel entonces lo constituía, y el personal del Comité Monetario Irlandés. La finanza da la bienvenida a tales investigaciones, “emprendidas con toda la buena fe, costando dinero y energía, levantando falsas esperanzas de las cuales proceden reacciones que, dependiendo del temperamento, acaban en desesperación o violencia”. En opinión del periodista de 1935, tales maquinaciones pertenecían a una “época pasada”. Desafortunadamente, tal optimismo estaba fuera de lugar.




    Apéndice 5a
    : Pobreza en la abundancia



    La difícil situación de Alberta

    The Times, 31 de Agosto de 1935


    Alberta, una de las provincias más jóvenes de Canadá, que ha ganado una repentina notoriedad al elegir el primer Gobierno de Crédito Social en el mundo, siempre ha sido una pionera en lo que a legislación progresista se refiere.

    Nacimiento de una provincia

    Se creó a partir del antiguo Territorio del Noroeste junto con la provincia adyacente de Saskatchewan hace casi 30 años, y puesto que fue un Gobierno Liberal en Ottawa el que le había concedido su estatuto, el primer Gobierno provincial fue Liberal, tanto en la teoría como en la práctica, y mantuvo el poder hasta unos pocos años después de la Guerra. Para la mayoría de aquel entonces el Primer Ministro fue el fallecido Arthur L. Sifton, el mayor de dos hermanos que hizo mucho por el Canadá Occidental. Había dejado el puesto de presidente de la Corte Supremo para guiar los destinos de la joven provincia, y bajo su sabio y visionario mandato se logró un progreso perdurable.

    Aquéllos fueron días turbulentos. La inmigración estaba en su punto álgido. Los diseminados puestos comerciales de los días de la vieja frontera eran pocos, pero una vez que se supo que se habían ido los voyageurs mestizos, los Indios, la Policía Montada y los factores o agentes de la Bahía de Hudson, pronto pasaron a ser centros de comercio florecientes a medida que la nación se iba llenando de gente. Al principio predominaban las mercancías de la vieja patria, y las viejas colonias o establecimientos como las que se encontraban alrededor de Calgary, High River y Macleod, todavía en su mayoría estaban compuestas de pura sangre británica.

    Boom económico y depresión

    A medida que el número de inmigrantes crecía, así también las mercancías iban haciéndose más variadas. Miles de granjeros ansiosos de mejorar sus condiciones dejaron sus hogares en los Estados del Oeste y, llevando todo lo suyo consigo, como en los antiguos días de los carromatos de los pioneros que cruzaban las praderas, migraron a través de la frontera para asentarse en el nuevo país en donde la tierra era libre o muy barata. Llevaron consigo igualmente muchas de aquéllas recién inventadas nociones de democracia como elecciones primarias, la iniciativa, el referéndum, y la petición de votación para retirada de un miembro electo, la cual encontró un gran apoyo en algunos de los Estados del Oeste, particularmente en Oregón, que siempre fue presentada como modelo de lo que debería ser una democracia moderna. Pronto también Alberta tendría la misma experiencia.

    El momento clave

    En los años justo anteriores a la Guerra, el carácter de los inmigrantes cambió enormemente. Provenían cada vez más y más del Este y del Sureste de Europa. Galicianos, búlgaros, polacos, rumanos, italianos, griegos e incluso sirios afluyeron a los nuevos distritos a medida en que se iban abriendo para el asentamiento. Edmonton, la capital de la provincia, que había sido considerada por mucha gente como estando demasiado alejada en el norte, ahora se la veía como estando en su verdadero lugar en el centro. Se abrieron nuevas vastas áreas al oeste para la agricultura junto con las nuevas vías férreas transcontinentales que cruzaban las Rocosas a través del Paso de Yellowstone, y más al norte incluso, donde los experimentos habían mostrado que podía hacerse crecer el trigo, en la región de Athabasca y Peace River. Las multitudes de nuevos colonos vertiéndose a través de Edmonton día tras día, extraídos a partir de prácticamente toda nacionalidad existente bajo el sol, a menudo recordaban la prisa de la gente por un partido de fútbol. Los hoteles estaban siempre a rebosar, durmiendo la gente en las bañeras, en los tableros de billar, en los corredores, en cualquier parte en donde pudieran reposar sus cabezas.

    Entonces vino la caída en la construcción de la vía férrea, y la Guerra. Cesó la inmigración, y aunque se hicieron intentos por reavivarla mediante la asistencia pública, nunca volvió a ser otra vez lo que había sido, y finalmente murió por completo. Los negocios comenzaron a ir desapareciendo, y la gente tuvo tiempo para meditar sobre sus infortunios. Empezó a prevalecer un gran descontento.

    La desesperación de los granjeros

    Muchos se habían asentado en regiones distantes en donde se les había prometido la llegada de las vías férreas, pero las vías nunca llegaron cerca de ellos, y fueron dejados en tierras salvajes con pocas expectativas de poder vender cualquier cultivo que produjeran. En la parte sur de la provincia existía un gran cinturón de terreno que se quemaba por la sequía año tras año. El verdor de la primavera pronto dejaba paso a una profunda terra cotta, y las cosechas se arruinaban en un periodo de sequía para el cual no parecía haber fin. Los grandes canales de riego solamente ayudaban a aquéllos que se encontraban al lado de su curso inmediato, los cuales tenían que pagar mucho por sus tierras. El precio de cualquier cosa que el granjero necesitara subía, y continuó subiendo. Muchos de ellos tuvieron que afrontar altas hipotecas con un interés extorsionador, gravámenes impuestos sobre sus tierras a causa de maquinaria que les habían persuadido que compraran, a pesar de que se las habrían podido arreglar perfectamente sin ellas, y contratos gravosos y a menudo abrumadores, los cuales vinieron a ser tan frecuentes que se tuvieron que hacer leyes declarándolos legalmente nulos a menos que hubieran sido ratificados por un juez del tribunal del país.

    La U.F.A.

    Estos agravios condujeron a la formación de la United Farmers Party [UFA], que sucedieron a los Liberales en 1921 y permanecieron en el poder hasta su derrota en la presente elección. Los tiempos difíciles y la última depresión económica los han barrido del poder, igual que lo que les pasó a los Liberales antes de ellos. Alberta y Saskatchewan, en tanto que las zonas más recientemente asentadas del Dominio y las más alejadas de los grandes centros de población e industria, han sufrido más y en primer lugar que todas las demás.

    Con grandes almacenajes de grano no vendido reposando en los silos con casi ninguna posibilidad de poder ser vendido, y los campos permaneciendo parados y sin labrar, el granjero de las praderas era capaz de darse cuenta, como pocos otros podían hacerlo, del significado de las palabras “pobreza en medio de la abundancia”. Su deseo consistía en mercados más seguros, precios más estables para sus productos, y cargas justas por los suministros, servicios y bienes que él necesitaba, así como préstamos baratos y fáciles de conseguir para ayudarle durante estos tiempos difíciles que él está ahora experimentando. Él simplemente quería asegurarse el sustento. Proyectos de cooperación, restricción de la producción, regulación de mercados, ayuda financiera procedente de los Gobiernos: todo esto se intentó, pero nada ha evitado el mal. No es sorprendente, pues, que esta gente, en su desesperación, se haya agarrado a un clavo ardiendo. Si el crédito social podrá resolver estas dificultades no se sabrá hasta que algún proyecto definido sea presentado e intentado. Muchos sentirán ya que ningún sistema puede hacer que las cosas vayan a peor.

    Un aviso

    Mientras tanto, es de esperar que nada se haga por los exaltados reformadores ni por los salvajes alarmistas que vaya a destruir el crédito o las expectativas futuras de la provincia.
    Última edición por Martin Ant; 12/11/2014 a las 17:00

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