Capítulo 6. Alberta 1935 +
En agosto de 1935 la vasta aunque todavía escasamente poblada provincia de Alberta, en el Oeste de Canadá, se convirtió en una gran noticia a escala mundial. Durante las posteriores décadas del siglo veinte, se escribieron volúmenes de trabajos académicos para tratar de dar una explicación a la aberración de un gobierno elegido popularmente que trata de resistir la tendencia dominante mediante la introducción de una legislación revolucionaria en desafío de la Constitución colonial y del convencional sistema de partidos. Aunque los acontecimientos en Alberta dieron lugar a una inmensa literatura, la historia completa de los acontecimientos es contada aquí por primera vez.
Versión oficial de la historia
Resumidamente, la historia presentada por los académicos de carrera es como sigue. Los años de la depresión de la década de los ´30 golpearon de manera particularmente fuerte a los granjeros de Alberta porque los precios que ellos sólo podían obtener por el grano y el ganado no les permitían satisfacer sus deudas con los bancos. En la horrible pobreza que se produjo como consecuencia de fuerzas que iban más allá del control humano, ellos decidieron agarrarse a un clavo ardiendo. Ese clavo que precisamente aconteció estar ahí en ese momento resultó ser el de una versión aguada de las enseñanzas del economista charlatán Mayor Clifford Hugh Douglas. Y así nació un movimiento populista, encabezado por el predicador fundamentalista lanza-biblias Aberhart, que no tenía ni idea de economía, y mucho menos de política. Aberhart y Douglas inmediatamente se pelearon. Douglas rechazó aceptar la invitación de Aberhart para asumir el puesto de asesor económico para el Gobierno de Crédito Social en Alberta porque, –así continúa diciendo la “versión” oficial– Douglas sabía que sus teorías económicas estaban tan teóricamente equivocadas que jamás podrían ser implementadas en la práctica. Sensatamente, pues, Aberhart se estableció en el camino “correcto”. Cuando Douglas rehusó ir a Alberta después de la victoria electoral, Aberhart pidió apoyo financiero de las autoridades federales para poder liquidar la deuda provincial, y nombró a Robert Magor, el candidato sugerido por el recientemente creado Banco central de Canadá, como asesor oficial para el Gobierno de Alberta. Aproximadamente dieciocho meses después, los acérrimos partidarios de Douglas de entre las filas de los Miembros de la Asamblea Legislativa se revolvieron contra Aberhart, llevando a cabo la así llamada “Insurgencia”. El resultado fue que se renovó la petición echa a Douglas de que fuera a Alberta en calidad oficial de Asesor para el Gobierno. Douglas rechazó de nuevo dar su asistencia personal. Así que en lugar de ello, –de acuerdo con la versión autorizada de la historia–, envió a dos representantes, G. F. Powell y L. D. Byrne, en un intento por forzar al anti-semitismo a toda la población de Alberta, no habiendo ninguna otra naturaleza o significado para el Crédito Social de Douglas. Aberhart murió en 1943, de manera que después de la Segunda Guerra Mundial su sucesor, Ernest Manning, pudo purgar toda la provincia del anti-semitismo apartando a todos los defensores del Crédito Social de Douglas de la escena política. De esta forma, la provincia de Alberta fue llevada de nuevo al redil de la política y la economía respetable y de derechas, ayudada en no poca medida por la posterior explotación de los vastos recursos petrolíferos y minerales de la provincia. Esta línea “oficial” de la historia se ha mantenido en el siglo veintiuno.
Como demostrará este capítulo los académicos, al escribir la historia oficial, fueron altamente selectivos en el material que ellos citan. Toda la extensiva literatura del Crédito Social, de la cual se ha utilizado para trazar muy selectivamente la historia “oficial”, permanece disponible a día de hoy en bibliotecas de referencia y colecciones privadas. Así pues, bloques de escritos sobre el Crédito Social son reproducidos en su totalidad, tal y como fueron originalmente publicados, en las series de Apéndices adjuntos a este capítulo. Aunque los Apéndices no aparecen todos directamente referenciados en el texto, sirven como introducción al rico material disponible sobre el asunto del Crédito Social.[1]
En tanto que el mundo era consciente de ello, en 1935 los actores principales eran los 56 Miembros del Crédito Social de la Asamblea Legislativa (M.A.L.s) que habían sido democráticamente elegidos para el Gobierno por el electorado de Alberta. Los mismos representantes electos creían que ésa era efectivamente la realidad de la situación. Todo lo que tenían que hacer, pensaban ellos, era cumplir el mandato en base al cual ellos habían sido elegidos, introduciendo legislación para dar al pueblo de la provincia la seguridad financiera de la que carecían. El electorado tenía un derecho a controlar sus propios asuntos, en lugar de quedarse impotente. Los ricos recursos de la provincia, y las habilidades y deseos del pueblo deberían ser capaces de proporcionar bienes y servicios para el bienestar de la comunidad en su conjunto, libre de deudas y otras presiones financieras externas.
Listo para la batalla
La edición del Social Credit de 6 de septiembre de 1935 anunció la victoria electoral y valoró la noticia en términos muy diferentes de aquéllos que posteriormente fueron trazados por los historiadores “ortodoxos”. Llevaba el siguiente encabezamiento:
ABERHART FORMA SU GABINETE
Determinado a Mantener el Crédito y Cumplir con las Obligaciones
¡Buena Suerte!
................................
....................................................
....................................................Sr. William Aberhart ...........................Primer Ministro y Ministro de
..........................................................................................................Educación
....................................................Sr. John W. Hugill, K.C. .......................Fiscal General
....................................................Sr. William N. Chant ...........................Ministro de Agricultura y
..........................................................................................................Ministro de Comercio e Industria
....................................................Sr. C. C. Ross ...................................Ministro de Tierras y Minas
....................................................Sr. W. A. Fallows ..............................Ministro de Ferrocarriles,
..........................................................................................................Teléfonos y Obras Públicas
....................................................Dr. W. W. Cross ................................Ministro de Sanidad
....................................................Sr. E. C. Manning ..............................Secretario Provincial
La página delantera citaba de los discursos de campaña de Aberhart:
“Haremos un plan para Alberta tan pronto como conozcamos los hechos, y no puede hacerse hasta entonces. Debemos conocer primero los hechos.”
“Uno no tiene que entender la electricidad antes de poder usar un sistema eléctrico, tal y como es instalado por los expertos.”
“Si somos tan estúpidos y fanáticos como ellos dicen que somos, ¿por qué no nos dejan que nos ahorquemos?”
El mismo número del Social Credit (6 de septiembre de 1935) traía un buen número de artículos informativos acerca de la importancia de la elección, incluyendo:
(1) Un resumen de Douglas de la situación hasta ese día, reproducido en su totalidad en el Apéndice 6a: Douglas habla acerca de Aberhart.
(2) Un artículo profético titulado “De costa a costa: Canadá y la Política Electoral”, reproducido en el Apéndice 6b: De Costa a Costa.
(3) Un comentario acerca de la postura adoptada por The Economist, en el Apéndice 6c: The Economist.
Estos textos son reproducidos en su totalidad para así dar al lector la oportunidad de poder hacer una valoración personal del estado de ánimo de aquel entonces. A la vista de la historia posterior del Crédito Social en Alberta estos informes de noticias fueron increíblemente perspicaces y agudos acerca del papel que jugaban los actores clave así como de los asuntos que estaban en juego. También se incluía en el número del Social Credit de 6 de septiembre de 1935 un largo artículo de Denis Byrne quien, a medida que se fueron manifestando los acontecimientos, tuvo que jugar un papel clave en la historia de Alberta. Para una mayor ilustración de la atmósfera que se respiraba en aquel entonces, se remite al lector al relato autobiográfico de uno de los principales Miembros de la Asamblea Legislativa (M.A.L.), Alf Hooke, 30 + 5, I know, I Was There. [2]
Desde el principio, la batalla se extendió mucho más allá de los límites de las cuestiones puramente económicas de la seguridad de ingresos en Alberta. Al cuestionar la legalidad de las reclamaciones de las instituciones financieras respecto a los activos de la provincia endeudada, el electorado de Alberta estaba arrojando el guante a los poderes de la finanza internacional a escala mundial. Como se decía en otra parte en el número del Social Credit de 6 de septiembre de 1935:
El caso del Crédito Social, por tanto, señala que, puesto que los bancos crean el dinero sobre la base de (1) una industria en funcionamiento, (2) un público consumidor, y (3) un gobierno estable, que todos ellos juntos podrían definirse como el “Crédito Social” de la comunidad, la devolución de los préstamos bancarios resulta imposible, a menos que la comunidad sea acreditada en una cantidad equivalente al valor monetario de los recursos creados. … El sistema defectuoso de contabilidad de préstamos bancarios ha reducido a todas las comunidades industriales a una condición de perpetua escasez, a pesar de la abundancia potencial hecha posible por la ciencia moderna. Se les ha envuelto aún más en una carga de deuda ficticia en favor de los bancos que jamás puede ser liquidada.
Por este tiempo, la población de Alberta, hombres, mujeres y niños, era de aproximadamente 750.000, un poco más de la mitad de la población de Irlanda del Norte en un área 50 veces más grande. Las investigaciones de Douglas habían establecido que el capital real de Alberta era de aproximadamente cuarenta y seis mil doscientos millones de libras esterlinas (₤ 46.200.000.000), o aproximadamente más de ₤ 50.000 por cada hombre, mujer y niño en la provincia. Podría bien presumirse que la mayor parte de la población de Alberta, esto es, los ciudadanos, deberían ser los propietarios legales de la provincia de Alberta. Como Douglas explicaba después:
No estoy diciendo que haya una cantidad de ₤ 50.000 potencialmente en los bolsillos de cada hombre y mujer en Alberta, sino que las deudas de la población ascienden a aproximadamente ₤ 400 por cabeza; y sin embargo, todas sus deudas juntas no representan ni la centésima parte del capital real de Alberta; pero debido a que se tratan de deudas monetarias, y la riqueza de Alberta es riqueza real, y no riqueza monetaria, la vida civilizada en Alberta se está convirtiendo en algo imposible. [3]
Douglas argumentaba que la deuda debería ser un activo perteneciente a los ciudadanos, no a los bancos. Dicho de manera sencilla: una comunidad como la de la población de la provincia de Alberta podría ser considerada como una asociación de individuos tratando de buscar conseguir las condiciones de vida política, social y económica que nunca se podrían conseguir sin alguna forma de organización. Se trata de una asociación a través de la cual la gente pueda trabajar junta efectivamente, con el fin de conseguir una deseable calidad de vida y ocio. La riqueza de una comunidad como ésa consiste en sus activos físicos en forma de activos naturales de terrenos, bosques y minerales, en conjunción con los activos de capital creados a través de los métodos industriales modernos. El activo más grande de todos es, sin embargo, la población misma de acuerdo con “su estado de educación, inteligencia, costumbres, salud y bienestar social. Es decir, “riqueza” no significa “dinero””. [4]
En este momento del tiempo, era innegable que un evento inusual había tenido lugar. La prensa mundial podía informar acerca de una revolución en Rusia, o del desencadenamiento de una guerra. Normalmente no se pone a informar acerca de los resultados electorales de una provincia en el Oeste de Canadá con una población de 750.000. El corresponsal “J.D.B.”, en la edición del Social Credit del 6 de septiembre de 1937, no exageraba de ninguna manera el caso al declarar: “Canadá es el Centro del Mundo”:
En este momento, por muy ridículo que pueda sonar a aquéllos que no han considerado el asunto, el centro de la escena mundial no está en Ginebra, o Roma, o Moscú, sino en Canadá. Allí confluye la batalla que decidirá el destino no sólo de las naciones, pues éstas no importan, sino de los hombres, mujeres y niños, que sí importan. [5]
Los ciudadanos de Alberta no habrían votado a 56 Miembros del Crédito Social de la Legislatura (de un total de 63), no habiendo tenido ninguno de ellos experiencia previa como políticos, si no hubiera sido por la determinante dedicación de dos individuos muy diferentes, William Aberhart y Clifford Hugh Douglas. El segundo había publicado, durante un periodo de dieciséis años, libros y artículos dando lugar a debates públicos con importantes economistas a lo largo del mundo. Aunque prácticamente desconocido para el mundo exterior, Aberhart era una figura famosa y popular a lo largo y ancho de Alberta. Puesto que ambos hombres eran esenciales para la victoria electoral, su cooperación debía ser vital para la exitosa implementación del mandato del electorado. Desde el principio, los comentadores del Crédito Social fueron conscientes de que se iba a hacer un esfuerzo determinante para asegurar que tal cooperación no tuviera lugar:
Me parece a mí… probable, sin embargo, que ellos tratarán de separarlos en la mente popular, magnificando la importancia de cualquier discusión acerca de discrepancias técnicas, allí donde existan, e ignorando el hecho de que estos dos hombres están esencialmente unidos en un mismo objetivo y, de manera creciente también, en una misma estrategia. Ya ha habido signos en la prensa de Londres de que se está siguiendo este camino. [6]
Aquéllas fueron, en efecto, palabras proféticas. Se hizo un considerable esfuerzo para asegurarse de que se publicaran aparentes diferencias de opinión entre Douglas y Aberhart. Más aún, habiéndose encontrado solamente dos veces, y muy brevemente, antes de lad elecciones, nunca más se volverían a encontrar. Como señalaba el corresponsal J.D.B. (en la edición del Social Credit del 6 de septiembre de 1937), tal y como estaban las cosas entonces, Douglas ya había sido nombrado como asesor para cualquiera que fuera el gobierno que estuviera en el poder en Alberta. Aberhart, mientras tanto, había declarado claramente su intención de reafirmar el nombramiento con el fin de poder hacer uso de los conocimientos y pericia de Douglas. Douglas fue escrupulosamente cuidadoso en diferenciar entre la campaña política para determinar los deseos del pueblo en cuanto a la política a seguir, lo cual era la labor de Aberhart, y el asesoramiento técnico sobre la finanza en la provincia, que él (Douglas) podría proporcionar, si era requerido para hacerlo por el gobierno legítimo.
La cuestión entonces surge en cuanto a ¿quién intentaría querer mantener separados a estos dos hombres? y, ¿por qué? ¿Qué asuntos trascendían las fronteras de la provincia de Alberta como para que tuviera que intervenirse en una elección de allí? En ese momento del tiempo, el lector, políticamente consciente, de la prensa mundial sabía que una importante cuestión se había puesto sobre el tapete, la de la relación entre un electorado, los ciudadanos votantes de una entidad política, que en teoría son los que determinan la política bajo una democracia, y el “gobierno” de una nación que determina qué políticas son “practicables” o “factibles”… y cuáles no. Con toda claridad, la cuestión era primariamente una cuestión política, siendo las políticas económicas algo secundario. Como bien señaló Aberhart con respecto a esto último en una de sus declaraciones durante las elecciones: “Si somos tan estúpidos y fanáticos como ellos dicen que somos, ¿por qué no nos dejan que nos ahorquemos?”
Asedio al castillo
En los días de la victoria electoral en 1935, Douglas observaba lo siguiente:
Los estudiantes de política reconocen que, por primera vez en la historia moderna, un Gobierno ha sido elegido en contra de los deseos de aquellos poderes financieros que, en su mayor parte, controlan a todos los Gobiernos; al mismo tiempo que el público en general siente instintivamente que el problema de la pobreza en medio de la abundancia está a punto de ser abordado (quizás por primera vez) sin miedo a la existencia de unos intereses creados. [7]
Justo al mismo tiempo, un corresponsal de The Economist, observaba lo siguiente:
¿Pero cómo va a poder el Sr. Aberhart, como Primer Ministro de Alberta, crear nuevo dinero sin al mismo tiempo transgredir los límites impuestos por la ley bancaria canadiense? [8]
Este comentario pone sobre el tapete la cuestión de la creación de la “ley bancaria canadiense”: ¿Cómo se hizo? y ¿por quién? Bajo un gobierno totalitario, es normal que la gente espere que se le diga lo que puede hacer, y lo que no. Sin embargo, bajo una democracia es normal que los ciudadanos esperen poder determinar la política, con la consecuencia de que si a ellos no les gustan los “límites” impuestos por anteriores administraciones, ellos pueden ponerse a cambiarlos a través del debido proceso de la democracia.
Publicado en The New Age (1 de abril de 1937), el siguiente diagrama proporciona una visión de conjunto de la relación entre “democracia” y “ley bancaria” tal y como había evolucionado en aquel tiempo.
El diagrama representa el choque entre las dos “voluntades”: la “Voluntad de la Finanza” hacia la escasez económica, y la “Voluntad del Pueblo” hacia la abundancia económica. El progreso en las “artes industriales” ha traído la situación en que una amplia cantidad de bienes materiales pueden ser producidos y distribuidos sin miedo a la escasez. Sin embargo, como demuestra ampliamente el caso de Alberta en 1935, esa abundancia no puede ser libremente distribuida… debido a la “ley bancaria”. La Voluntad de la Finanza es consciente, pero ocultada al pueblo. La voluntad del pueblo es subconsciente, y se la ocultan incluso a ellos mismos. El pueblo es propenso a evitar racionalmente admitirse a sí mismo que lo que realmente quiere es poder aprovechar de la abundancia dentro de una comunidad libre. Éste es el resultado psicológico de las sutiles fuerzas educacionales de la academia, de la prensa mundial, de las “autoridades” religiosas y de otros tipos, que están controladas por la finanza, junto con la fuerza de la coacción legal. Tal y como ilustra el diagrama, el Parlamento constituye el “Estado tapón” entre las dos voluntades o políticas opuestas. Puede servir también para alisar las inconsistencias que pueda haber entre las dos voluntades. Los Miembros del Parlamento, sin embargo, no son de ninguna manera más conscientes del choque de intereses que lo que lo es el electorado. Así pues, son atraídos al remolino de intereses opuestos, convirtiéndose en los instrumentos inconscientes de la Finanza. Elaborado antes de la Segunda Guerra Mundial, y precediendo el establecimiento de las Naciones Unidas, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la Comisión Europea y otras corporaciones del mismo estilo, el Diagrama del Gobierno Mundial manifiesta una consciencia acerca de la naturaleza de la relación entre el ciudadano individual y las “autoridades” que determinan las restricciones legales bancarias y de otros tipos sobre los gobiernos electos.
Arthur Brenton, editor de The New Age, sugería que los políticos quizá debieran prepararse a presentarse con garantías personales, las cuales ellos las verían ejecutadas en caso de que sus políticas se demostraran ser imposibles de implementarse:
“Pero cosas como ésas no se hacen”, vendría a ser la primera reacción de la mayoría de la gente respecto a esta idea. No; y se necesita una gran cantidad de tiempo para poder explicar por qué otras cosas no se hacen: por qué el crapaud [sapo] de ministro es capaz de croar: “Castillos en el aire, construimos poco a poco, y los honores para mí mientras tú te vas al hoyo”. Hoy en día se considera como un síntoma de irresponsabilidad, así como algo de mal gusto, tomar la política como algo serio. Admitimos que existe un fundamento racional para esta actitud por parte de los políticos, aunque pocos son conscientes de ello, y consiste en que los banqueros se han reservado para ellos mismos la última palabra en la política mayor, dejando a los políticos resolver las cuestiones de pequeña importancia mediante debates y listas de votación e incluso, en lo que a aquéllas se refiere, confinando la materia objeto de su resolución dentro del marco de los hechos consumados. Luchar por conquistar el castillo del rico es algo compatible con la autoestima, pero luchar por las migajas que caen de su mesa es una humillación. [9]
En 1935 Aberhart, Douglas y la masa del movimiento del Crédito Social eran bien conscientes de que estaban unidos en combate contra el “castillo del rico”. Y estaban luchando contra unos oponentes muy superiores.
Democracia frustrada
Inmediatamente después de las elecciones, Aberhart tuvo que afrontar las tareas organizativas propias de un líder político por primera vez en su vida. Inevitablemente cometió errores. Sin experiencia en el mundo de la política, él era un blanco abierto en el momento en el que le fue ofrecido asesoramiento “sensato” por las “Autoridades” Federales. En lugar de haber llamado primero a Douglas, se enfrascó él mismo en un curso de acción que estaba en directa contradicción con el análisis de la situación de Douglas. Aunque las dos partes finalmente trabajarían juntas, desde junio de 1937 hasta la muerte de Aberhart en 1943, sin embargo el retraso inicial demostró ser, en última instancia, fatal.
En los días inmediatamente posteriores a las elecciones de 1935, se hicieron movimientos para desbaratar las iniciativas del Crédito Social. Sir Montague Barlow estuvo en Alberta durante las elecciones y durante el tiempo inmediatamente posterior a las mismas, en su calidad de Presiente de la Comisión de Minas de Carbón en Alberta. Hablando en la Cámara de Comercio Canadiense en Londres el 6 de marzo de 1936, Barlow, antiguo Ministro del Trabajo, resumía la situación de esta forma:
Tengo una alta opinión sobre su [de Aberhart] coraje y sinceridad. Él hizo dos cosas muy destacables mientras yo estuve allí. Nombró como Ministro de Minas al Sr. Ross, el cual no era un político y quizás incluso no era tampoco, que yo sepa, un creditista social. Él es un hombre absolutamente competente para su trabajo y un administrador de primer nivel Eso constituyó un acto propio de un estadista por parte del Sr. Aberhart.
Igualmente, cuando encontró el Tesoro vacío y vio que tenía que prepararse para obtener largas sumas de dinero para pagar el interés sobre los bonos provinciales, se entrevistó con los banqueros, les preguntó por un experto financiero, el Sr. Magor, uno de los financieros más competentes del Este que ya había sido llamado anteriormente para ayudar a la provincia de Terranova a salir de sus dificultades, y el Sr. Magor, a petición del Sr. Aberhart, se dirigió al partido del Crédito Social en la Legislatura Estatal. [10]
Las “dos cosas muy destacables” ciertamente no se originaron a partir del propio juicio político o experiencia de Aberhart. De acuerdo con el relato autobiográfico de Alf Hooke, el hecho de que el Sr. Aberhart apreciaba en gran medida el vasto potencial de los recursos naturales, especialmente el petróleo y el gas, fue el motivo por el que “invitó a venir al Sr. Charles C. Ross, un ingeniero bien cualificado en su campo, para convertirse en su Ministro de Tierras y Minas”.
Es interesante advertir que el Sr. Ross nunca había sido conocido como un creditista social y, de hecho, no había tenido nunca conexión ninguna con el movimiento de Aberhart. El Sr. Ross, sin embargo, aceptó la invitación y el distrito electoral de Athabasca fue puesto a su disposición a continuación de la renuncia del Sr. Tade, que había ganado las elecciones en ese distrito. [11]
Después de las elecciones, Aberhart se hizo plenamente consciente de la gravedad de la deuda provincial con respecto a las instituciones financieras exteriores. El Tesoro estaba vacío, estaba retrasado en el pago del interés de los bonos, y los salarios de los funcionarios estaban impagados. Los ingresos eran totalmente inadecuados para cumplir con las obligaciones o compromisos de la provincia. Aberhart fue a Ottawa a buscar ayuda en la obtención de un préstamo. El préstamo le fue concedido, pero bajo la condición de que Robert Magor se convertiría en el asesor financiero y económico para el Gobierno de Alberta. El Gobernador del Banco de Canadá recomendó a Magor, con la intención de desacreditar al Crédito Social y derribar el Gobierno de Alberta. Durante los siguientes dieciséis meses, Aberhart siguió políticas que eran aceptables para las “autoridades” Federales, así como también para los intereses bancarios establecidos. Algunas de las medidas que se tomaron bajo el consejo de Magor incluían el despido de funcionarios, una fuerte subida en el impuesto sobre la renta y la suspensión del pago del interés sobre los bonos. Estas medidas llevaron al Gobierno del Crédito Social ha caer en el descrédito con el electorado.
En diciembre de 1936 John Hargrave, líder de los Camisas Verdes y del Partido del Crédito Social de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que operaba independientemente de la Secretaría del Crédito Social de Douglas, viajó a Alberta solo y sin invitación para valorar la situación por sí mismo. La visita de Hargrave fue un factor clave para desencadenar la “insurgencia” de los Miembros de la Asamblea Legislativa tres meses más tarde, y el consiguiente nombramiento de George F. Powell y Leslie Denis Byrne como representantes de Douglas para trabajar con la administración Aberhart.
El 17 de diciembre de 1936, Hargrave tuvo una larga entrevista con el Primer Ministro Aberhart durante la cual se discutieron las incongruencias técnicas entre las proposiciones resumidas en el Manual del Crédito Social de Aberhart, y el Dividendo Nacional y el Precio Compensado tal y como son explicados por Douglas. Se hizo patente para Hargrave que Aberhart no entendía el análisis de Douglas: todavía tenía que superar la asunción convencional de que un “dividendo básico” necesariamente había de implicar algún tipo de redistribución, es decir, una imposición tributaria de algún tipo u otro. De ahí su enfoque gradualista.
Al día siguiente, Hargrave se dirigió a una reunión de Ministros del Gabinete del Crédito Social en los siguientes términos:
Alberta constituye la clave para la situación del mundo.
Lo que ocurra en Alberta puede afectar a los destinos de Europa y del resto del mundo. Si el Crédito Social es capaz de mostrar aunque sólo sea un mínimo de éxito en Alberta, no solamente las otras tres provincias occidentales –Manitoba, Saskatchewan y la Columbia Británica– se “unirían” al Crédito Social, y a continuación todo el Canadá, sino que también Nueva Zelanda y Australia, ya maduras, con toda certeza seguirían los mismos pasos. El Estado Libre de Irlanda, haciendo ahora grandes esfuerzos por conseguir la autosuficiencia económica, se movería en la misma línea. Las otras partes de las islas británicas –Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte– no resistirían el “tirón” ejercido por una Unión Federal de Crédito Social de Canadá, viéndose reforzada, como así estaría destinado que ocurra, por una Comunidad de Crédito Social de Australia y una Nueva Zelanda de Crédito Social. Nada podría detener esta avalancha político-económico-social, que derivaría finalmente en un Orden Mundial de Crédito Social en donde la pobreza y la guerra habrían sido eliminadas para siempre.
Los Estados Unidos de América, en este momento luchando por la libertad económica en medio del laberinto y la confusión del New Dealismo, echarían la mirada más allá de la línea fronteriza de Montana y empezarían a moverse hacia el Crédito Social.
Al primer signo de éxito en Alberta, los ojos de todas los pueblos de la Europa condenada a la guerra, le volverían la espalda al conflicto en desarrollo entre Derecha-Izquierda; volverían la mirada hacia arriba y verían, no un argumento teórico impreso en un libro, sino la realidad de 780.000 albertanos usando su propia riqueza real y viviendo libre de deuda. Y se dirían a ellos mismos, allí en Europa, “Si los albertanos pueden vivir en paz y prosperidad, ¿por qué deberíamos vivir en pobreza y con miedo a una guerra? ¿Por qué deberíamos morirnos de hambre en medio de la abundancia? ¿Por qué deberíamos matarnos los unos a los otros? Permítasenos convertir los tanques en tractores y seguir el camino trazado por Alberta.”
Lo que ocurre aquí en Alberta, por tanto, podría realmente ralentizar o detener la precipitación hacia la siguiente Gran Guerra que puede en cualquier momento sorprender a Europa y dar rienda suelta a un infierno tal sobre la tierra como nunca antes se haya visto desde el comienzo del mundo. [12]
El resumen de Hargrave proporciona una estimación correcta acerca de la importancia de los acontecimientos en Alberta, tal y como eran percibidos por muchos dentro de un contexto mundial. Su discurso fue seguido por un buen número de preguntas, durante el cual el Fiscal General del Crédito Social, Sr. Hugill, declaró que “en su opinión habían restricciones legales y constitucionales, y limitaciones que impedirían eficazmente al Crédito Social ser puesto en vigor en una sola provincia”. [13]
Poco después de su llegada, Hargrave tuvo una entrevista personal con el Hon. C. C. Ross, a quien Aberhart había nombrado Ministro de Tierras y Minas:
El Sr. Ross era un graduado en ciencias en la Universidad de McGill, Montreal, y durante un buen número de años había servido como ingeniero de minas para el Gobierno del Dominio. Él explicaba en esta entrevista que él “no era un hombre del Crédito Social”, y que, como ingeniero de minas, él meramente atendía a su trabajo en su Departamento de Tierras y Minas desde un punto de vista puramente técnico. Él había estado siguiendo una política particular en su Departamento, y le gustaría tener la opinión de Hargrave sobre ella desde el punto de vista del Crédito Social.
La política, que el Ministro procedió a continuación a resumir, era la siguiente: desarrollar los recursos naturales de la provincia alentando al capital exterior a venir y a ponerse a trabajar en la producción, especialmente en los campos petrolíferos de Turner Valley, a unas 45 millas al suroeste de Calgary. De esta forma, se permitieron arrendar a compañías externas las extensiones de terreno y, a cambio, se encargaron de pagar al Gobierno ciertas sumas y royalties sobre la producción. De esta forma el Gobierno, financieramente en una posición difícil, podría ser capaz de sacar una fuente continua de ingresos, mientras que al mismo tiempo se podrían desarrollar áreas de terrenos que, de otra forma, habrían quedado más o menos yermas o desaprovechadas.
La importancia de esta política no podrá ser estimada en su auténtico alcance a menos que se recuerde que se puso en plena marcha, y así continúa hoy en día, un “boom petrolífero” en Alberta, y ese hecho debe ser relacionado con los vastos recursos de riqueza real de la provincia. …
Resultaba claro que el Departamento de Tierras y Minas, cubriendo la mayor parte de los recursos naturales de la provincia, estaba funcionando totalmente separada de lo que podría denominarse “la parte de Crédito Social” del Gobierno. El Ministro quiso subrayar particularmente este punto. Él explicaba que su departamento “simplemente continuaba haciendo su trabajo”, y no se preocupaba con intentos de encontrar alguna vía para poner el Crédito Social en funcionamiento. Serían el Primer Ministro Aberhart y otros miembros del Gabinete los que se encargarían de intentar resolver ese problema. Esto, por supuesto, constituía un punto de vista perfectamente lógico de aceptar para un Ministro que no era del Crédito Social, y Hargrave no comentó más sobre ello.
Alberta, por tanto, tenía un Primer Ministro de Crédito Social que había prometido un dividendo “básico” de $ 25,00 al mes, pero que ahora no podía descubrir cómo “recobrarlos” en caso de que intentara cumplir su promesa; un Fiscal General de Crédito Social que sostenía que era ilegal emitir cualquier clase de dividendo, ya fuera posible “recobrarlo” o no; y un Ministro de Tierras y Minas de Crédito Social que admitía honestamente que él “no era un hombre del Crédito Social”, y que simplemente continuaba haciendo su trabajo técnico dejando al Sr. Aberhart y sus colegas descubrir si se podría hacer algo en la línea del Crédito Social. [14]
Hargrave llegó a la conclusión de que el elemento sorpresa se había perdido. Desde las elecciones, las cosas simplemente se habían dejado ir a la deriva. Los Miembros de la Asamblea Legislativa (M.A.L.) que entendía completamente los objetivos del Crédito Social de Douglas eran conscientes de que se estaba haciendo muchísimo por confundir la situación, con las esperanzas de que el Crédito Social simplemente se desvaneciera. Sin embargo, el pueblo de Alberta era consciente de la excepcional plataforma sobre la cual se había elegido su Gobierno de Crédito Social, y monitoreaban estrechamente a sus M.A.L.
Gobierno de sentido único
En su relato autobiográfico de los acontecimientos en Alberta, publicado en 1971, Alf Hooke presenta una clara declaración acerca de la realidad de la situación:
Durante estos años la legislación de Alberta fue sometida al más cuidadoso examen por parte de aquéllos cuyos poderes estaban siendo desafiados. Los oponentes políticos se mofaban, abogados de alto precio argüían, las instituciones bancarias esponsorizaban la publicidad de los programas de radio y los periódicos, todo diseñado para destruir la confianza que el pueblo de la provincia había depositado en William Aberhart y sus seguidores el 22 de agosto de 1935. [15]
Para principios de 1937 era obvio que, aunque el Gobierno de Crédito Social en Alberta había sido democráticamente elegido, sin embargo no representaba, al igual que todos los demás Gobiernos, más que una calle de dirección única. Esto es, a los gobiernos electos sólo se les permite existir, investidos con la panoplia del poder, apoyados con dinero, y sus caminos allanados por la prensa, siempre y cuando no pretendan hacer tambalear a la finanza internacional. Siempre y cuando se mantuviera dispuesta a seguir la ortodoxia financiera incrementando los impuestos y usando la mayor parte del incremento para pagar el interés sobre los bonos poseídos por las instituciones financieras, el Gobierno de Crédito Social de Alberta no atrajo oposición ninguna de parte del Gobierno del Dominio de Canadá en Ottawa. Se le permitió experimentar con medidas que, aunque infringían las prerrogativas del Dominio, fueron estimadas por el asesor financiero ortodoxo como incapaces de conducir a desafío alguno contra el monopolio del crédito poseído por los bancos. Al menos dos Proyectos se convirtieron en ley a pesar del hecho de que excedían los límites de la autoridad de la provincia, incluyendo los “Certificados de Prosperidad”, una forma de dinero que va desapareciendo, modelado en cierta forma sobre la idea de Silvio Gesell [16] de hacer que el dinero vaya perdiendo su valor de forma que la gente haga a su manera su camino hacia la prosperidad, tal y como se entiende convencionalmente. Ninguna acción fue tomada por el Dominio para frustrar este asunto.
La Insurgencia
Durante la carrera hacia las elecciones, Aberhart había subrayado repetidamente su intención de traer a Douglas a Alberta como asesor técnico para el Gobierno. El intercambio de veinticinco telegramas y veintisiete cartas entre agosto de 1935 y marzo de 1936, publicados en el libro de Douglas The Alberta Experiment, [17] muestran que ambos hombres tenían la plena intención de trabajar juntos. Sin embargo, cada uno tenía opiniones precisas en lo concerniente a sus roles. Douglas, el fundador de todo el cuerpo de pensamiento socio/político/económico, era consciente de la importancia en todo el mundo del “Experimento de Alberta”. Aberhart, por otro lado, creía sinceramente que Magor, hábil en técnicas financieras y económicas ortodoxas, era la persona correcta para solucionar los problemas inmediatos que se presentaban ante el Gobierno recientemente elegido. El Informe Interino para el Gobierno de la United Farmers of Alberta, de 23 de mayo de 1935, elaborado antes de las elecciones de agosto, contiene sus recomendaciones en favor de los necesarios pasos que habían de tomarse hasta hacerse con el control de la política financiera. El documento manifiesta la completa evaluación de Douglas de la situación legal, política y económica en Alberta. [18] De ahí que Douglas tuviera razón en sospechar que la visita de Montague Norman, Gobernador del Banco de Inglaterra, al Gobernador del recientemente constituido Banco de Canadá, en la quincena inmediatamente anterior a las elecciones de Alberta, no estaba desconectado con el subsiguiente nombramiento de Magor como asesor para el Gobierno de Alberta. De ahí el retraso consiguiente en el asunto de la invitación formal a Douglas para reasumir el puesto oficial de Asesor para el Gobierno de Alberta.
A lo largo de 1936, la insatisfacción entre los M.A.L. por la falta de progreso hacia el cumplimiento de las promesas electorales comenzó a exteriorizarse. Los intercambios entre Douglas y Aberhart, así como el texto completo del Informe Interino para el Gobierno de la U.F.A. de Douglas todavía no se encontraban disponibles para los M.A.L. Surgió, pues, un debate entre los M.A.L. que estaban realmente interesados en ver introducidas las genuinas medidas del Crédito Social, y el Gabinete, algunos de cuyos miembros afirmaban que Douglas debía ser “enteramente ignorado”. [19] A medida que se iban focalizando cada vez más las discusiones, aquellos miembros del Gabinete que nunca habían estado comprometidos con el Crédito Social dimitieron, incluyendo el Ministro de Tierras y Minas y el Tesorero provincial. El debate culminó en la “insurgencia” contra el Presupuesto de marzo de 1937, cuyos detalles están documentados por Alf Hooke. [20] Los “insurgentes” se negaron a votar la provisión de dinero que permitiera al Gobierno poder continuar, después de lo cual ambas partes se pusieron de acuerdo en establecer la Junta de Crédito Social para que asesorara al Gobierno sobre la política del Crédito Social.
En este momento, Aberhart acordó enviar al Sr. Maclachlan, Presidente de la Junta de Crédito Social, a invitar a Douglas a unirse a la Junta como asesor oficial para el Gobierno de Alberta. El resultado fue la llegada a Alberta de las dos personas nombradas por Douglas, George Powell y Denis Byrne, en junio de 1937. De acuerdo con el autor de 30 + 5: I know, I was there, [21] los siguientes cinco años convirtieron a la administración Aberhart en un “excitante drama, parecido al cual estoy seguro no ha ocurrido nunca otro en la historia moderna.” ¿Una exageración, quizás? Sin embargo, ciertamente hace la lectura muy interesante.
Denis Byrne, quien estuvo desde este momento en el centro de la acción en Alberta, retoma en este punto la historia:
Powell me precedió en el viaje a Alberta. Para el tiempo en que yo llegué, encontré que él había tenido éxito en reunir a las dos facciones que se oponían en el Gobierno –los defensores del Gabinete y los insurgentes– haciéndoles entender que habría una acción pronta para la implementación de la política del Crédito Social. En el plano económico la cuestión se centró en el control del crédito real de la provincia, esto es, en su capacidad para producir los bienes y servicios deseados que elevarían a la gente sacándolos de las condiciones de pobreza que prevalecían. Este crédito real estaba, a su vez, controlado por el sistema monetario (el cual constitucionalmente era de responsabilidad del Gobierno Federal debido a su jurisdicción sobre bancos y sobre la banca). Por tanto, cualquier acción tendente a llevar el crédito real de la provincia, –lo cual implica que la propiedad fundamental y los derechos civiles queden bajo la exclusiva jurisdicción constitucional de las provincias– , bajo el control de la provincia requería que los bancos se ajustaran a la política establecida por el Gobierno provincial. Puesto que la política que estaban siguiendo los bancos bajo el Banco de Canadá era diametralmente opuesta a la política del Crédito Social y era inherente al sistema, era lógico que esta acción estaba destinada a poner al Gobierno de Alberta en conflicto con los bancos, con las instituciones financieras y, a través de ellas, con el Gobierno Federal.
Habiendo explicado esto al Gabinete y, a petición suya, a la Asamblea Legislativa, recomendé, con el concurso de mi colega Powell y con la aprobación de Douglas, que se convocara inmediatamente una sesión especial para aprobar la legislación que requiriera a los bancos implementar las medidas exigidas por el Gobierno. No bien había sido convocada la sesión, se derramaron sobre Edmonton los representantes de la prensa, los oficiales de la Asociación de Banqueros y otros. La legislación que se introdujo –específicamente la “Ley Reguladora del Crédito de Alberta” – fue objeto de un ataque violento por los poderes fácticos financieros en Canadá, Inglaterra, los EE.UU., y varios otros países. Fue inmediatamente desautorizada por el Gobierno Federal, sin importarle el hecho de que el entonces Ministro de Justicia había declarado poco antes que dudaba de que el Gobierno Federal tuviera el derecho constitucional de poder desautorizar legislación provincial.
Volví a Inglaterra con una petición apremiante por el Gobierno de Alberta para que aceptara un nombramiento como asesor económico suyo. En mi ausencia mi colega Powell fue arrestado en base a cargos que estoy satisfecho de confirmar que fueron inventados, típicos de un libelo difamatorio. Regresé a Alberta para aceptar mi nombramiento con el Gobierno y poco después, a continuación de un juicio farsa delante de un juez y sin jurado, Powell fue sentenciado a seis meses de cárcel y se ordenó su deportación. Después de cumplir tres meses de condena, fue liberado y murió poco después de regresar a Inglaterra a consecuencia de los efectos de su experiencia. …
Desde principios de 1938 hasta su muerte en mayo de 1943, estuve trabajando estrechamente con Aberhart como asesor y confidente, por lo que pude llegar a conocerle íntimamente. Uno de los aspectos más fuertes de su carácter era su apasionada lealtad a la Corona, cuyas plenas implicaciones él entendía y apreciaba muchísimo. [22]
Desautorización
Después de la llegada de Powell y Byrne, se aprobaron una serie de Leyes por la Legistalura albertana diseñadas para implementar los deseos del electorado introduciendo medidas en consonancia con el programa electoral de Aberhart. Una vez que fueron aprobadas la “Ley Reguladora del Crédito de Alberta”, la “Ley de Tributación Bancaria”, y la “Ley de Reducción y Liquidación de la Deuda” por la Asamblea Legislativa de Alberta en cuatro días de sesión en agosto de 1937, el Gobierno del Dominio, respaldado por los financieros, reaccionó en seguida. En medio de una tormenta de controversia, el Primer Ministro de Canadá, el Sr. Mackenzie King, “desautorizó” las Leyes. Para mayores detalles de las Leyes “desautorizadas” por las autoridades del Dominio, véase el Apéndice 6d: Cómo está Luchando Alberta contra la Finanza.
Tal y como explicó posteriormente la Junta de Crédito Social, en su Informe Anual de 1939 a la Asamblea Legislativa de la provincia de Alberta, en lo referente a la Ley Reguladora del Crédito de Alberta:
Resulta dudoso que alguna otra pieza singular de legislación haya suscitado semejante atención universal. La alarma era evidente en los centros bancarios de Londres y Nueva York. La prensa financiera del mundo lanzaba insultos hacia el Gobierno que se había atrevido a desafiar la soberanía de la finanza. Se exigió la desautorización de toda esta legislación.
Y toda esta excitación fue originada por el simple acto de meramente pedir a los bancos operantes dentro de la provincia de Alberta que ordenaran su administración del sistema financiero de tal forma que dieran al pueblo de la provincia acceso a sus propios recursos existentes dentro de sus propias fronteras. Esta legislación no interfería en los bancos, la banca, la acuñación de moneda, la moneda legal o en cualquier asunto administrativo que viniera a estar bajo la jurisdicción federal. Simplemente establecía que los bancos operantes dentro de la provincia no continuaran violando la propiedad y los derechos civiles del pueblo manipulando el funcionamiento del sistema monetario en forma tal que negaran al pueblo el acceso a sus abundantes recursos.
Se trataba de una ley que establecía el derecho democrático básico del pueblo a determinar los resultados que deberían corresponderles a ellos, a partir de la administración de sus propios asuntos por las autoridades responsables. [23]
Puesto que se reconoció que esas tres leyes, al igual que cualquier otra acción diseñada para ser efectiva en la lucha contra “las autoridades”, podían ser violentamente tergiversadas, se debatió y aprobó una nueva Ley, la “Ley para la Aseguración de la Publicación de Información Correcta de Noticias”. Esta Ley fue presentada por la prensa como un acto de “censura”, a pesar de que se trataba precisamente de todo lo contrario, pues buscaba garantizar la publicación de las fuentes de información y que se diera una cierta oportunidad de poder hacer correcciones. Estaba diseñada para asegurar que “la misma información que todo editor exige de los corresponsales que escriben en sus columnas, es decir, el nombre de los escritores de los artículos, estuvieran disponibles al Pueblo cuando lo exigieran sus representantes”. En teoría, uno de los ejes centrales de la democracia es la libertad de información: en la práctica, la Ley fue desautorizada.
En su estudio de 1954 sobre la relación entre el Crédito Social y el Poder Federal de Canadá, Mallory explicaba que la sanción del Teniente de Gobernador de la provincia era necesaria antes de que la legislación aprobada por la administración Aberhart en agosto de 1937 pudiera entrar en vigor. Y el Teniente de Gobernador confiaba siempre en el consejo del Fiscal General, el Sr. John Hugill, cuya posición era, por tanto, “dificultosa”. En palabras del propio Mallory:
El Gabinete original de Aberhart había incluido al menos a tres miembros que eran “moderados” y cuya adhesión a la doctrina del crédito social era dudosa. Ellos eran el Sr. C. C. Ross, Ministro de Tierras y Minas, el Sr. Charles Cockcroft, Tesorero provincial, y el Sr. John Hugill, Fiscal General. Las diferencias con el Sr. Aberhart habían llevado a la dimisión del Sr. Ross en diciembre de 1936, y del Sr. Cockcroft en el mes siguiente. El Sr. Hugill permaneció. Uno se puede imaginar la incomodidad de un abogado experimentado, producto de una escuela privada selecta inglesa y de una universidad de las provincias marítimas, moderado en sus opiniones políticas y absorbido principalmente en sus deberes departamentales, viéndose confrontado por un Gabinete de evangelistas acalorados, presididos por el mesiánico Sr. Aberhart. [24]
Las “diferencias” entre Aberhart y los dos miembros de su Gabinete, Ross y Cockcroft, se debían a la creciente constatación de que los dos “moderados” estaban trabajando con la administración Federal en evitar la introducción de las políticas de Crédito Social. El estudio de Mallory, de donde se ha recogido lo antes citado, formaba parte de las series de proyectos de investigación académicas acerca del “Crédito Social en Alberta”, comisionados por el Consejo de Investigación de Ciencias Sociales de Canadá y financiados por la Fundación Rockefeller. Estas publicaciones se describen en el Capítulo 8. De esta forma, en el estudio de Mallory, el Primer Ministro democráticamente elegido es descrito como “mesiánico”, y a su Gabinete como “evangelistas acalorados”, en contraposición a tres miembros de su Gabinete original que eran “moderados” y que solamente intentaban continuar haciendo su trabajo ignorando la “doctrina del crédito social”.
Resulta curioso que los tres miembros clave del Gabinete original de Aberhart formado por siete, resultaron ser personas que no habían estado comprometidas con el Crédito Social. Igualmente curiosa es la secuencia de los acontecimientos que condujeron a la “desautorización” por el Gobernador General, tal y como lo describe Mallory. Cuando se le preguntó en la Cámara por un miembro de la oposición si el gobierno tenía el poder para legislar sobre bancos y banca, el Sr. Hugill no quiso comprometerse él mismo, y simplemente hizo referencia a la sección 91 de la Ley de la Norteamérica Británica. Al reconocer que era esencial la sanción del Teniente de Gobernador, el propio Primer Ministro le preguntó:
Para que podamos estar seguros de que nuestros Proyectos de Ley reciban la sanción del Teniente de Gobernador, sugerimos al Fiscal General que nos asegure que él se encuentra en una posición de recomendar en todos los aspectos que el Teniente de Gobernador dé su sanción a cualquier medida de Crédito Social. [25]
El Sr. Hugill no dio esa seguridad. Cuando él acompañó al Primer Ministro para una entrevista con el Teniente de Gobernador, se le preguntó de nuevo a Hugill si los proyectos de ley aprobados por la Legislatura se encontraban dentro de la competencia constitucional de la provincia. Como Fiscal General, su consejo al Teniente de Gobernador fue el de “que las leyes propuestas no se encontraban dentro de nuestra competencia legislativa. … La aceptación de una concepción semejante y la aquiescencia en la aprobación de tal legislación, sería y es tanto como sacudir los mismos cimientos de nuestra constitución y nuestra unidad nacional.” [26] Este desacuerdo con el Primer Ministro electo hizo inevitable la dimisión de Hugill. Sin embargo, esto no supuso el fin del asunto, ya que el Teniente de Gobernador, el Sr. J. C. Bowen, “cedió a los deseos de su Gabinete y dio su sanción a la legislación”, ignorando el consejo del Fiscal General. Mallory excusa la acción del Teniente de Gobernador sobre la base de que él era nuevo en el puesto y estaba inseguro sobre “qué conducta seguir”. Su sanción ciertamente “de alguna forma vino a ser una sorpresa”. Puesto que su sanción era perfectamente legal, de acuerdo a las constituciones de ambos Gobiernos Provincial y Federal, se necesitaba un verdadero juego malabar para poder deshacer esa decisión que habría permitido entrar en vigor a la legislación aprobada por el gobierno democráticamente electo. En el plazo de diez días, el Gobierno Federal “desautorizó” la legislación.
Marco constitucional
Escribiendo en la edición del 10 de diciembre de 1937 del Social Credit Supplement, Douglas explicó el marco constitucional bajo el cual estaban gobernadas las provincias y el Dominio de Canadá, subrayando que la Constitución de Canadá fue creada por la Ley de la Norteamérica Británica (Ley N.A.B.), una Ley del Parlamento Británico de 1867 que confería ciertos derechos al Dominio y a las provincias, incluyendo derechos relacionados con la desautorización. Habiendo examinado la materia con abogados constitucionalistas durante su estancia en Alberta en mayo de 1935, Douglas estaba bien versado en el asunto. Para una descripción detallada de la situación constitucional, véase el Apéndice 6e: Douglas sobre Constituciones. Resumidamente, la capacidad del Primer Ministro Federal para “desautorizar” legislación tiene su origen en la Prerrogativa Real del Soberano del Reino Unido reinante, que está investida en el Gobernador General de Canadá, el cual era en aquel entonces Lord Tweedsmuir, y en el Teniente de Gobernador de una provincia como la de Alberta.
Mallory apoya la justificación que hace Hugill de su consejo de no dar la sanción “sobre la base de que el Fiscal General era el asesor legal oficial del Teniente de Gobernador, y si su deber como asesor legal entraba en conflicto con el principio de solidaridad del Gabinete, entonces él debía elegir defender la ley tal y como la entendía y arriesgarse a romper su conexión con el Gabinete. Él también argumentaba que su juramento profesional como abogado le obligaba a defender la ley y le impedía poder dar consejos contrarios a lo que para él era el sentido literal de la ley.” [27] Con la dimisión de Hugill, “el último de los moderados en el Gabinete”, la “política de la administración se encaminó hacia un directo desafío a la autoridad del Dominio.”
Visión de conjunto
Los acontecimientos en Alberta constituyen un caso que sienta un precedente, demostrando cómo las normas de la política y la finanza hechas por el hombre pueden ser usadas para frustrar la voluntad del pueblo. Para entender lo que está ocurriendo es necesario echarle un vistazo al Diagrama del Gobierno Mundial antes reproducido. En última instancia, el poder radica en el pueblo. Sin embargo, le arrojan la fuerza de “La Prensa Mundial, la Tribuna y el Púlpito”, creando una capa blindada que aparta al pueblo del conocimiento de la verdad. En teoría, El Pueblo constituye el electorado, el cual vota democráticamente en los “Parlamentos de las naciones”. En la práctica, sólo son permitidas aquellas políticas que mantienen “La Voluntad de Escasez Económica” del mundo de las grandes corporaciones, o que no amenazan seriamente el status quo. Cualquiera cosa que amenace el status quo es “desautorizada”, y el poder de la prensa mundial, todo el mundo académico entero, y toda enseñanza moral se dirigirá contra la “herejía”. “Por supuesto, la gente ha de ir a trabajar para ganar el dinero con el que comprar los bienes producidos por otra gente que va a trabajar. Si la gente no trabaja por dinero no habría producción, y entonces no habría nada que poder comprar”. Ése es el mensaje de “La Voluntad de Escasez Económica” que constituye la política de la “Alta Finanza”. A la vista del poder de la ortodoxia a la hora de presentar mentiras y medias verdades, tenemos una deuda de gratitud con los primeros impulsores en la historia del Crédito Social en Alberta, incluyendo a Douglas, Orage, Aberhart, Byrne, Brenton, a los M.A.L. pertenecientes al Crédito Social, al electorado de Alberta y a los creditistas sociales de todo el Canadá y a lo largo y ancho del mundo, por ver más allá de la niebla de mentiras y por rechazar permanecer en silencio.
La historia del Crédito Social en Alberta proporciona una demostración en pleno funcionamiento del modo en que las formas legales y financieras de represión trabajan en cooperación. En 1935, las elecciones provinciales de agosto que trajeron a la administración Aberhart, fueron seguidas de las elecciones Federales del mismo año que trajeron a la administración Mackenzie King. Como líder de la oposición Liberal, contendiendo por el poder durante la campaña electoral, el Sr. Mackenzie King dijo en Saskatoon el 21 de septiembre de 1935:
Canadá se ve envuelta en una gran batalla entre el poder monetario y el poder del pueblo, una batalla que se librará en el nuevo Parlamento. Ruego por una profunda victoria Liberal para poder llevar a cabo mi política de control público de la moneda y el crédito.
Hasta que no se restaure al Gobierno el control de la moneda y el crédito, toda apelación a la Soberanía del Parlamento y a la democracia será ociosa y fútil. [28]
Cuando los Liberales derrotaron a los Conservadores, de forma que Mackenzie King se convirtió en el Primer Ministro canadiense después de las elecciones Federales, los 17 Miembros del Parlamento pertenecientes al Crédito Social formaron el segundo mayor grupo de oposición. Este hecho, unido a los discursos de campaña de Mackenzie King, hizo suponer a muchos que la política Federal simpatizaría con el Gobierno provincial de Alberta. Al desautorizar la legislación de Alberta que amenazaba con dar el poder al pueblo de Alberta, Mackenzie King demostró que él no tenía poder alguno para actuar contra el control que la finanza internacional ejerce sobre el proceso político en Canadá y, de paso, en todo el mundo. Como Douglas demostró, el poder para “desautorizar” se basaba en la ficción legal de la Prerrogativa Real investida en el Teniente de Gobernador de Alberta, el Sr. Bowen, quien fue nombrado por Mackenzie King en 1935.
Lord Tweedsmuir (John Buchan) escribía en A Prince of the Captivity, publicado en 1935:
Existe un grande y potente mundo que los gobiernos no controlan. Es el mundo de la Finanza, el de los hombres que guían el flujo y reflujo del dinero. En ellos radica la decisión de si harán del río una corriente beneficiosa que estimule la vida, o un glaciar muerto que va congelando todo allí por donde se mueve, o un torrente de lava ardiente que sumerge y destruye. Los hombres que controlan ese río tienen la última palabra.
De esta forma, se manifiesta la naturaleza espuria de un sistema democrático que separa los principios de las políticas reales, y pone el énfasis sobre la importancia de los principios como si éstos tuvieran una existencia separada. Más aún, como Douglas frecuentemente subrayaba, los individuos deben hacerse responsables de los sistemas que ellos hacen funcionar. Uno no puede luchar contra el hurto, sino sólo contra los hurtadores.
Las elecciones de 1940 en Alberta
Después de cinco años en el cargo, William Aberhart, Primer Ministro de la provincia de Alberta, buscó la reelección… y la ganó. Douglas comentaba lo siguiente:
Después de años de cuidadosa preparación, toda estratagema conocida en el inframundo, y algunas que ni allí se conocen, ha sido utilizada para confundir, intimidar y sobornar al electorado para “librar a la provincia del Crédito Social”. Todas han fracasado. Ríos de dólares han sido vertidos en los pueblos con el mismo propósito (y se han sumado, así esperamos, de manera permanente al poder adquisitivo de la provincia).
Se entiende, por supuesto, perfectamente bien en Wall Street, Lombard Street y Moscú que había en juego una cuestión mundial en Alberta; y de repente los Liberales, Conservadores, Socialistas y Comunistas, todos ellos, desaparecieron para ser reemplazados por “Independientes”, cada uno con una bonita pequeña política local con vistas a las elecciones, todo para así hacer imposible que pudiera volver nunca más al poder un Gobierno no controlado por la Finanza. Radio, Prensa, Púlpitos: todo fue manipulado. El Electorado de Alberta permaneció casi completamente en silencio… y a continuación votaron la vuelta al poder del Partido del Crédito Social, con una mayoría que probablemente sea más fuerte que la que haya habido nunca antes. [29]
Los logros de Aberhart y su Gobierno de Crédito Social en su primer mandato son destacables. Como recoge Hooke:
Es normal que durante un mandato de cuatro años se tengan cuatro sesiones de la Legislatura, o cinco como mucho, si el gobierno se mantiene en el poder por un plazo de cinco años. Sin embargo, durante el primer mandato de la administración Aberhart, se tuvieron nueve sesiones en total.
Antes de la llegada a Edmonton de las dos personas designadas por Douglas, se habían tenido sesiones especiales como resultado, como antes se mencionó, de la insurgencia. Poco después de la llegada de Powell y Byrne, se hicieron recomendaciones al Gobierno por parte de la Junta de Crédito Social para que fuera aprobada una legislación que tendría el efecto de desafiar a la finanza establecida y atrincherada. Se convocaron sesiones especiales con el propósito de aprobar esa legislación y éstas, unidas a las sesiones regulares hasta llegar a la Sesión de 1940, ésta inclusive, fueron testigos de lo que sin duda fue una las más grandes batallas emprendidas jamás por un gobierno provincial. …
Parte de esta legislación provocativa no fue más allá de la Legislatura, pues el Teniente de Gobernador de aquel entonces, el Honorable J. C. Bowen, denegó la sanción. Otra parte de la legislación fue rechazada por los Tribunales. En algunos casos el Gobierno Federal del Honorable Mackenzie King ejercitó el poder de desautorización. Todo esto a pesar de las tan repetidas promesas hechas por el Sr. King de que su política sería siempre de “manos libres para Alberta”. Con el fin de que mis lectores entiendan mejor la naturaleza de la batalla en la que el Gobierno de Alberta estaba implicado, voy a resumir brevemente parte de la legislación y a indicar cuál fue su destino. La Oficina de Información y Noticias, que había sido establecida por el Gobierno con el fin de que se pudiera dar información exacta al público de tiempo en tiempo, resume todas estas aprobaciones legislativas bajo tres encabezamientos: “Por qué se aprobó”, “Qué ocurrió” y “Qué habría hecho”. [30]
Más detalles de los logros de la administración se incluyen en el Apéndice 6d: Cómo está Luchando Alberta contra la Finanza.
Las elecciones de 1940 fueron las últimas que tuvo que luchar Aberhart. Murió en mayo de 1943. Su última radioemisión, Una Radioemisión de Aberhart, [31] está disponible electrónicamente. Su sucesor, Ernest Manning, adoptó políticas más en consonancia con la ortodoxia. Aunque Byrne continuó trabajando con la Junta de Crédito Social hasta 1948, los defensores de las políticas del Crédito Social de Douglas fueron siendo eliminados progresivamente del Gabinete. Aunque el Gobierno de Alberta continuó siendo reelegido por el pueblo de Alberta bajo el nombre de “Crédito Social”, las políticas seguidas por éste eran indistinguibles de la de los partidos políticos avalados por las autoridades financieras.
¿Fracasó el Crédito Social?
Lejos de haber “fracasado”, el Crédito Social alcanzó el éxito, en contra de abrumadores obstáculos. A pesar de las tergiversaciones sistemáticas de la gran prensa, de los medios y de la academia, la literatura del Crédito Social fue estudiada a lo largo y ancho de la Commonwealth británica, de los Estados Unidos y en otras partes. Durante décadas el Crédito Social continuó luchando en las elecciones provinciales en Saskatchewan, Manitoba, Ontario y el Quebec francófono, y logró el poder político en la Columbia Británica (1952-1991). También continuaron luchando en las elecciones Federales, consiguiendo representación continua en la Cámara de los Comunes.
Sin embargo, la corriente principal tuvo éxito en representar el Crédito Social al público como una herejía peligrosa, económicamente defectuosa y políticamente cargada de anti-semitismo. En la medida en que la gente reflexiva haya permitido que se la convenza de la versión “oficial” de la historia, podría decirse que el Crédito Social “fracasó”. En marzo de 1934, un año antes de las elecciones de Alberta que trajeron a la administración Aberhart, Arthur Brenton, editor de The New Age, hizo un comentario muy revelador sobre pensamiento social y política en el siglo veinte:
El Movimiento de Douglas basa sus actividades educativas en dos proposiciones fundamentales, siendo una de carácter técnico y la otra de carácter político. La primera consiste en que el sistema financiero causa automáticamente una escasez de poder adquisitivo. La segunda consiste en que algo llamado Monopolio del Dinero existe, y que la gente que lo encabeza está deliberadamente impidiendo al público que llegue a comprender que eso es así. Al partidario de Douglas, en la medida en que es capaz de entrar en contacto con el público, se le pide que explique el “cómo” de la proposición técnica, y el “quién” de la proposición política. “Danos una razón, danos un nombre”, gritan las multitudes, inconscientes del hecho de que, en lo que respecta a lo primero, carecen de una formación previa que haga posible que la razón pregonada sea inteligible para ellos; y que, en lo referente a lo segundo, no se puede traer ninguna evidencia en contra de ninguna persona en absoluto. “Muéstranos un signo”, gritaban las multitudes de antaño, “de que las palabras que tú hablas son verdaderas”; y se les dijo que no se les daría ningún signo; que si no podían sentir el poder de la verdad en las palabras habladas, ningún signo podría conseguir comunicar ese sentimiento.
Es cierto que la razón que se pregona es inteligiblemente comunicable, pero sólo para aquéllos que son lo suficientemente pacientes como para someterse a la disciplina de la investigación sistemática. Pero para el partidario de Douglas, la tarea de contactar a esa gente y de persuadirles, en medio de una atmósfera de incredulidad masiva, de que asuman la previa posibilidad de que la proposición sea cierta (pues sin esa previa asunción, ¿quién iba a querer gastar su tiempo en estudio?) viene a ser casi más insuperable que cualquier otra tarea que pueda concebirse. Las masas, cuando demandan una razón, están demandando algo que realmente es un sustituto del razonamiento: algo que genere convicción sin exigir reflexión. Esto es así porque se les ha adiestrado a esperar instrucciones en esa forma, y porque siempre les ha sido posible obtenerlas en esa forma en relación a las políticas y programas que los partidos políticos les han esparcido para que disputen sobre ellas. Pequeñas piezas de verdades irreconciliables es todo lo que ellos quieren, y es todo lo que se les ha permitido que tengan. Y, habiendo quedado mentalmente desarmados por este arsenal de heterogéneas convicciones acerca de trivialidades, todavía esperan, en su mayoría inconscientemente, poder entender la técnica financiera para la síntesis económica y la conciliación política simplemente examinando un artículo en un periódico u oyendo un discurso en un foro o asamblea. [32]
A pesar del paso de más de siete décadas, las palabras de Arthur Brenton continúan siendo ciertas.
A causa de la imposibilidad generalizada en dedicarse al pensamiento sistemático, las mismas “pequeñas piezas de verdades irreconciliables” todavía continúan manteniéndose, con demasiada frecuencia, como sustitutos del razonamiento. Después de la Segunda Guerra Mundial, los principales políticos del Crédito Social en Alberta se convirtieron en ardientes sionistas. Para 1948, ya habían “purgado” el partido del Crédito Social de sus elementos no sionistas [33], y el Crédito Social de Douglas se desvaneció del Oeste. El testigo fue recogido por Louis Even y los creditistas sociales católicos romanos de Rougemont, Quebec.
Apéndice 6a: El Mayor Douglas habla acerca de Aberhart
Social Credit, 6 de septiembre de 1935.
El interés que se ha suscitado por la profunda victoria del Partido del Crédito Social en Alberta en las elecciones provinciales que acaban de tener lugar no es, pienso yo, injustificado. Todos aquéllos que se ocupan de la ciencia monetaria son conscientes de que se ha dado un veredicto contra la política financiera ortodoxa. Los estudiantes de política reconocen que, por primera vez en la historia moderna, un Gobierno ha sido elegido en contra de los deseos de aquellos poderes financieros que, en su mayor parte, controlan a todos los Gobiernos; al mismo tiempo que el público en general siente instintivamente que el problema de la pobreza en medio de la abundancia está a punto de ser abordado (quizás por primera vez) sin miedo a la existencia de unos intereses creados.
Un éxito sin precedentes
Cincuenta y seis de un total de sesenta y tres escaños en la Legislatura han sido ganados por el Partido del Crédito Social. El Sr. Aberhart, a quien se debe principalmente, sin lugar a dudas, este resultado, es un líder con gran fuerza de carácter y sinceridad, y tiene a la población de la provincia detrás de él hasta un punto que, en la medida en que yo sé, no tiene precedente alguno. Él mismo no se había presentado como candidato pero, como Primer Ministro, permanecerá como el líder político del nuevo Gobierno, igual que lo fue del Partido durante el periodo de propaganda y organización política.
Nuestro objetivo es idéntico
Por motivos que son perfectamente obvios, se han hecho esfuerzos enormes para insinuar que existe una diferencia radical entre las opiniones del Sr. Aberhart y las mías. En lo que a los objetivos se refiere, tales diferencias son inexistentes. En la medida en que la aplicación del Crédito Social en Alberta ha alcanzado la fase de proyectos, es mi opinión (y aquí, por supuesto, hablo solamente en mi propio nombre) que el Sr. Aberhart ha conseguido trazar satisfactoriamente un cuadro para el electorado por medio del cual ha descrito un asunto objetivo en términos que pudieran ser entendidos por una población rural. Me sorprendería si él o ellos atribuyeran alguna especial importancia a cualquiera de los detalles de este cuadro. Me siento confiado en que tanto su propio juicio como la fuerza de las circunstancias le llevarán a adoptar métodos que le permitan implementar sus promesas. La política en Alberta, y en realidad en todo el Oeste de Canadá, es un asunto terriblemente serio. Las condiciones de la situación son malas, y están yendo a peor. La propia Alberta es una provincia de inmensos recursos naturales, casi totalmente sin explotar, y su población es muy trabajadora, decente y razonable. Pero está determinada a que se le dé un trato equitativo, y creo yo que, bajo el Sr. Aberhart, lo conseguirá.
Se espera oposición
Ya que la aplicación de los principios del Crédito Social implica el uso del crédito financiero en beneficio de la población general en lugar de en favor del sistema bancario, resulta cierto que el nuevo Gobierno se encontrará en frente con toda la oposición que pueda ser provista por la Finanza Internacional. Si bien esta oposición puede retrasar la llegada de los resultados, no creo que en última instancia los afecte.
Las repercusiones que puede haber tanto en las elecciones federales canadienses como en el Movimiento del Crédito Social que existen en prácticamente todo Dominio británico de ultramar, es probable que sean grandes, con la consecuente, y probablemente irresistible, presión sobre la política del Gabinete británico aquí en casa. En lo que respecta a Canadá, el problema de la deuda, más particularmente en las provincias del Oeste, ha alcanzado ya un estado en que, o bien se han de usar nuevos métodos para tratar de solucionarla, o bien se ha de hacer inevitable su repudio. Los tributos han venido a caer definitivamente bajo la influencia de la Ley de Retornos Decrecientes. Las propiedades están siendo abandonadas por la absoluta incapacidad de poder pagar el impuesto que pesa sobre ellos, con el resultado de que la base objeto de fiscalización que se va dejando para soportar la carga va siendo cada vez más pequeña y decreciente. El resultado de la evaporación del poder adquisitivo y del drenaje de los recursos del país para poder cumplir con las demandas de los acreedores del Este ha tenido, entre otros efectos, el de reducir el tráfico de ferrocarriles hasta tal punto que se ven amenazados con la bancarrota o algo peor. Toda predicción hecha por los Gobiernos canadienses de después de la guerra han probado ser falsos, y no se ha cumplido prácticamente ninguna de las promesas hechas en relación a la seguridad y prosperidad de los individuos.
Ya no hay confianza en ninguno de los viejos partidos, y de ninguna manera resulta improbable que, incluso en el poco tiempo disponible antes de las elecciones Federales del 22 de octubre, un nuevo partido, posiblemente encabezado por el Sr. Stevens, el rebelde ministro conservador, pueda obtener el poder, con la cooperación del Gobierno de Alberta, y transfiera la victoria del Crédito Social a Ottawa, con resultados no sólo muy importantes en sí mismos, sino también muy probablemente decisivos para las próximas elecciones en Nueva Zelanda, que ya están a su vez dispuestas a abrir la cuestión del Crédito Social.
Tales resultados podrían muy posiblemente ocurrir incluso antes de cualquier logro concreto real en Alberta, en el campo de la economía práctica, si bien la exitosa inauguración de incluso las primeras fases de un régimen financiero reformado, que efectivamente aboliera el absurdo de la escasez en medio de la riqueza, proporcionaría, de manera incuestionable, una lección objetiva capaz de modificar la política mundial.
C. H. Douglas
30 de agosto de 1935
Apéndice 6b: De Costa a Costa. Canadá y Política Electoral
Social Credit, 6 de septiembre de 1935
Es de esperar que ningún nuevo lector confunda esta publicación con un órgano de opinión. Como Douglas escribió no hace mucho, se trata de un órgano de política; es decir, existe para conseguir un objetivo definido, y no para hacer funcionar un agradable club de debate. Su mismo comienzo fue como resultado directo de su gran discurso en Buxton, en donde defendió que la verdadera función propia de la democracia era la decidir qué es lo que debía hacerse, y no cómo debía hacerse o quién debía hacerlo.
Protección contra el fraude
Esta publicación acepta esa declaración como verdadera y de fundamental importancia; pero más particularmente para el rápidamente creciente número de lectores de ultramar, existen dos puntos que nos tocan o alcanzan a cada uno de nosotros, con independencia de que estemos o no de acuerdo con esta definición abstracta de democracia. El primero consiste en que la demanda de resultados es la única manera segura de protegernos a nosotros mismos contra el fraude. Con fraude quiero decir un tipo de crédito social impuesto y diluido que los intereses financieros eventualmente podrían ofrecernos, que probablemente ya se resignen a ofrecernos, en caso de que cometamos el grave error táctico de demandar métodos en lugar de resultados. Ellos pueden fácilmente dividirnos y confundirnos en cuestiones de técnica, pues ellos son expertos y nosotros, en su mayor parte, no lo somos. Apenas hay un solo país, de cuya historia del crédito social esté familiarizado, en donde no hayan tenido ya considerable éxito haciendo eso. El que ellos tengan o no éxito depende sobre todo del éxito o fracaso de la gente en cerrar sus filas y exigir aquellos resultados que, como sabemos, sólo el crédito social puede dar.
El diablo lleva las riendas
El segundo punto consiste en que el tiempo es limitado. Ojala pudiera sentirme seguro de que incluso entre los que trabajan por salvar la democracia hubiera plena consciencia de este hecho. En los próximos tres o cuatro años varias alternativas, o una combinación de ellas, se presentan a Gran Bretaña y al mundo. Guerra, revolución, epidemias generalizadas, o bien, para evitar todo eso, una dictadura de hierro que, en su comparación, los presentes regímenes en Rusia y Alemania vendría a parecer casi inocuos. El miedo por la seguridad de uno mismo constituye un mal incentivo para la acción, y menciono este aspecto de la materia simplemente porque no puede dejar de estar en el fondo de la mente de todos, y conviene que se le elimine y se le mire de frente antes de que sea reemplazado por una emoción más fructífera. Si alguien todavía duda de la posibilidad de una dictadura en los países anglosajones (impuesta siempre, por supuesto, en nombre de la libertad, y con el mínimo de uniformes), es que todavía no comprende la verdad de la máxima en virtud de la cual viven los gobiernos modernos. “Cuando hay necesidad, el diablo lleva las riendas”. No tienen elección; el Mayor Douglas lo dejó lo suficientemente claro para que lo pudieran entender todos en su informe de Alberta, y el trato de los desempleados tanto en Canadá como en otras partes en los meses recientes le están dando la razón al pie de la letra.
Canadá es el centro del mundo
En este momento, por muy ridículo que pueda sonar a aquéllos que no han considerado el asunto, el centro de la escena mundial no está en Ginebra, o Roma, o Moscú, sino en Canadá. Allí confluye la batalla que decidirá el destino no sólo de las naciones, pues éstas no importan, sino de los hombres, mujeres y niños, que sí importan. Los albertanos han desafiado al Monopolio del Dinero demandando resultados, por medio de un gobierno comprometido con la abolición de la pobreza. Debatir a esas alturas si éste o ése miembro de la Liga del Crédito Social hizo declaraciones técnicas incompatibles con las de Douglas, y más aún, acusarles de no haber entendido los entresijos del asunto, constituyen rumbos que muestran, como sugería la semana pasada, una falta de comprensión de las posibilidades dinámicas de la situación, y podría convertirse, de hecho, en algo activamente peligroso. Se ha dicho que los enemigos del crédito social tratarían de “confundir” a Douglas y Aberhart en la mente popular. Pero a parte del punto de vista estratégico, nada podría ser mejor. Me parece a mí igualmente probable, sin embargo, que ellos tratarán de separarlos en la mente popular, magnificando la importancia de cualquier discusión acerca de discrepancias técnicas, allí donde existan, e ignorando el hecho de que estos dos hombres están esencialmente unidos en un mismo objetivo y, de manera creciente también, en una misma estrategia. Ya ha habido signos en la prensa de Londres de que se está siguiendo este camino, y me sorprendería y alegraría si los comentarios canadienses no lo confirmaran. Desacreditar al líder popular que consiguió levantar el entusiasmo del público, posicionándolo en contra del consultor técnico de ultramar, el cual, por lógica, no podría hacer eso mismo, es el rumbo que yo seguiría si estuviera detrás de la Economic Safety League, o importara profesores, y cronistas de Washington, para que hicieran el trabajo sucio.
Una vez que Aberhart fuera eliminado como fuerza dinámica, probablemente la finanza piense, correcta o equivocadamente, que podría prolongar las discusiones técnicas en Alberta hasta que las vacas vuelvan a sus hogares y mueran en sus establos por falta de alimento. Si alguien de la provincia se siente preocupado acerca de la posición técnica de la Liga del Crédito Social, yo le pediría que recordara que el Mayor Douglas continúa siendo el asesor económico del Gobierno provincial, cualquiera que sea el partido que esté en el poder, y que el Sr. Aberhart ha expresado más de una vez su plena intención de pedirle que vuelva para formular un plan de acción para la provincia.
Las elecciones Federales
Las elecciones Federales han sido fijadas ahora para el 14 de octubre, y la relación entre ellas y la situación de Alberta constituye un asunto complejo que está manteniendo despiertos por las noches a los más entusiastas observadores canadienses. En un momento hubo rumores de que el partido del Crédito Social y el Partido de la Reconstrucción del Sr. Stevens unirían sus fuerzas, pero esto ha sido negado desde entonces y parece improbable que pueda ocurrir ningún tipo de alianza positiva. Una alianza defensiva, sin embargo, no debería ser de ninguna manera imposible, especialmente desde la declaración del Sr. Stevens recogida en The Observer del 25 de agosto, de que a la vista del abrumador apoyo que tiene el Sr. Aberhart en Alberta, “resulta obviamente el deber de las autoridades federales darle cualquier cooperación razonable y asistencia para llevar a cabo las políticas que han sido tan definidamente promocionadas”.
Asumamos que el Partido de la Reconstrucción obtuviera, a partir de los votos urbanos, una gran proporción de los escaños en la Asamblea de Ontario, así como un cierto número de distritos rurales allí y en la Columbia Británica, la provincia natal de Stevens. Probablemente puede contar con el apoyo de los miembros federales de la U.F.A. en caso de que algunos de ellos mantengan sus escaños, y en todo caso si, como parece probable, son reemplazados por los miembros de la Liga del Crédito Social, los dos partidos podrían muy bien tener entre ambos una gran minoría en la Cámara de los Comunes, estando unos comprometidos con el crédito social, y siendo los otros como mínimo simpatizantes y prontos a la investigación de las posibilidades de la reforma monetaria. Bajo estas circunstancias sería difícil, si no imposible, para un Gobierno Liberal en Ottawa interferir sobre esa acción provincial de querer asegurar el control político del crédito tal y como aconsejaría Douglas al Gobierno provincial que hiciera. (En todo esto, por supuesto, estoy asumiendo que no habrá conflicto alguno de las fuerzas del crédito social en ningún sitio en el ámbito federal; la producción de una situación como ésa sería muy claramente desastrosa).
La mañana después
Asumiendo, pues, que el partido Liberal retornara al (de origen dudoso) poder, naturalmente se plantea la cuestión de la utilidad de una campaña electoral realizada sobre los mismos principios generales que la realizada en Gran Bretaña. Describí al principio de este artículo los dos factores que hacen de la demanda de resultados una urgencia práctica, cualquiera que pudiera ser la posición teórica, y resulta difícil escapar a la conclusión de que aquello que podría muy bien ser deseable en el ámbito provincial resulta esencial en el ámbito federal. No debería olvidarse que una campaña como ésa ha de ser genuinamente no partidista en un sentido que no admite ninguna otra interpretación, y constituye incuestionablemente la forma más rápida de inducir a todo un pueblo a la completa comprensión de lo que sus votos unidos pueden llegar a hacer. De acuerdo con las circunstancias, puede hacer el efecto de una amenaza (como en Gran Bretaña), o el de un voto no partidista de confianza y apoyo.
En el improbable, pero no imposible, caso de que una coalición de reformadores monetarios volvieran al poder, la utilidad de una campaña como ésa, por las razones ya dichas, no quedaría reducida de ninguna manera, y éste sería particularmente el caso ya que está casi fuera de toda duda que esa coalición pudiera ser lo suficientemente poderosa como para poder llevar a cabo su controvertido programa sin semejante apoyo. Podría llevar varios años antes de que un entusiasmo comparable con el habido en Alberta pudiera desarrollarse a lo largo y ancho de todo el Dominio en favor del crédito social, si bien podría muy probablemente llevarse a cabo una campaña electoral en un tiempo más corto que en este país [Reino Unido], a pesar de nuestras distancias mucho más cortas. Por supuesto, los compromisos realizados a través del correo o como resultado de llamamientos en radioemisiones podrían jugar un papel importante, y es improbable que la energía y recursos de los canadienses fracasen en terminar exitosamente el trabajo una vez que lo emprendan.
J. D. B.
Apéndice 6c: Un indicador del éxito. Curiosa actitud tomada por The Economist
Social Credit, 6 de septiembre de 1935.
The Economist del 31 de agosto, al comentar los resultados de las elecciones de Alberta, subraya que la financiación del dividendo mediante cualquier forma de impuesto sobre las ventas al por menor constituiría “una forma gravosa y aparentemente inútil de impuesto redistributivo”, y que el intento de financiarlo mediante préstamos “produciría meramente un incremento del déficit y del endeudamiento de la provincia”. En cualquier caso, dice, tales medidas no serían de verdadero “Crédito Social” pues “La esencia de esa doctrina consiste en la financiación de créditos al consumidor libres, a través de una continua y permanente creación de nuevo dinero.”
Dinero para Alberta
No hay necesidad de disputar acerca de esta definición, incompleta como es, y encuentro de mayor interés la siguiente declaración acerca de las dificultades que han de superarse; es como sigue:
Pero, ¿cómo el Sr. Aberhart, como Primer Ministro de Alberta, va a poder crear nuevo dinero sin que al mismo tiempo transgreda los límites impuestos por la ley bancaria canadiense? No puede fundar un banco gubernamental y emitir una cantidad ilimitada de billetes. Ya que la Ley Bancaria de junio de 1934, establece que desde el día en que el Banco de Canadá comience a funcionar, el máximo de billetes que podrían ser emitidos por un banco autorizado no debería exceder “la cantidad del capital íntegro desembolsado del banco en ese día”; y que posteriormente ese máximo debería reducirse progresivamente. La única posibilidad que quedaría delante del Sr. Aberhart consistiría presumiblemente en fundar un banco gubernamental y emitir crédito ilimitado con independencia de las reservas de caja. Él acaba de hablar de utilizar los “recursos reales” de la provincia como “base para el crédito”. Semejante crédito no sería convertible en dinero en efectivo y solamente podría ser utilizado en Alberta si sus ciudadanos optan por aceptarlo. Si efectivamente, sin embargo, decidieran aceptarlo, y fuera expandido ilimitadamente, al final iría menguando progresivamente medido en términos de valor tanto de mercancías como del dólar canadiense. En cualquier caso, existen aún más obstáculos legales para un proyecto como ése. La Ley Bancaria de junio de 1934, establece que un “banco no puede emitir billetes o comenzar el negocio bancario hasta que haya obtenido de la Junta del Tesoro un certificado que le permita hacerlo.” El Sr. Aberhart no puede levantar un nuevo banco, por tanto, sin el permiso del Tesoro. Pero aún incluso, si obtuviera el permiso, la cantidad de crédito que el banco podría emitir estaría severamente limitada. Pues la Ley del Banco de Canadá establece (cláusula 27):
Todo banco autorizado deberá (…) mantener una reserva de no menos del 5 por ciento de sus depósitos en el Banco (de Canadá) y de los billetes del banco poseídos por dicho banco.
Por tanto, a menos que el Sr. Aberhart pueda idear alguna forma de certificado de impuestos o pagarés que puedan ser aceptados como moneda de curso por los ciudadanos de Alberta, pero no considerados como tal por los letrados del Dominio, no parece probable que algún proyecto genuino de Crédito Social pueda ser intentado en esa provincia.
Victoria esperada
De esta forma, The Economist ya adelanta el fracaso. Pero, ¿lo hace realmente? Siendo, como es, uno de los innumerables altavoces de la finanza, seguramente ésta no es la línea correcta que debería tomar si lo hiciera. ¿No sería más apropiado, en tales circunstancias, sugerir que no hay nada que pueda parar el hecho de que se le dé al Crédito Social la oportunidad de una prueba en Alberta, y de esta forma queden expuestas sus falacias para todos los tiempos? Sin embargo, a la vista de lo citado más arriba, en caso de que se espere que ocurra el fracaso que se profesa, no se entiende muy bien cómo podría sugerirse que las proposiciones de Douglas habrían de someterse a ensayo. [Subrayado añadido].
En estas circunstancias, considero esta propaganda derrotista muy alentadora. Las dificultades que habrán de superarse son grandes, pero no necesariamente insuperables, y esta admisión de su existencia resulta de gran valor para poder explicar por adelantado cualesquiera retrasos que pudieran ocurrir en la transición de la pobreza a la abundancia.
“Allí donde hay voluntad, siempre hay un camino” y, ¿quién podría dudar de la voluntad del Mayor Douglas, asesor económico para el Gobierno de Alberta? Su tenacidad está probada por la forma en que ha resistido durante los pasados dieciséis años a pesar de los ataques venidos de todas partes.
M. Jacklin
Apéndice 6d: Cómo está luchando Alberta contra la Finanza.
“LO QUE ALBERTA HACE, HACE A ALBERTA”
El público británico, al que se le ha venido enseñando en sus periódicos a decir que “el Crédito Social fracasó en Alberta”, sabe que hay algo erróneo en esto, incluso mientras lo dice. ¿Qué es lo que hay de equivocado en ello? La siguiente declaración responde a esta cuestión:
William Aberhart, el Primer Ministro de la provincia de Alberta, había estado en el poder durante cinco años cuando buscó la reelección en 1940, y la ganó. El Mayor C. H. Douglas, cuya demostración de lo que es posible en una comunidad moderna, en el sentido de tener “Vida, y Vida en mayor abundancia”, había inspirado a Aberhart a prometer su realización al pueblo de Alberta, dijo acerca de esta segunda victoria:
Después de años de cuidadosa preparación, toda estratagema conocida en el inframundo, y algunas que ni allí se conocen, ha sido utilizada para confundir, intimidar y sobornar al electorado para “librar a la provincia del Crédito Social”. Todas han fracasado. Ríos de dólares han sido vertidos en los pueblos con el mismo propósito (y se han sumado, así esperamos, de manera permanente al poder adquisitivo de la provincia).
Se entiende, por supuesto, perfectamente bien en Wall Street, Lombard Street y Moscú que había en juego una cuestión mundial en Alberta; y de repente los Liberales, Conservadores, Socialistas y Comunistas, todos ellos, desaparecieron para ser reemplazados por “Independientes”, cada uno con una bonita pequeña política local con vistas a las elecciones, todo para así hacer imposible que pudiera volver nunca más al poder un Gobierno no controlado por la Finanza. Radio, Prensa, Púlpitos: todo fue manipulado. El Electorado de Alberta permaneció casi completamente en silencio… y a continuación votaron la vuelta al poder del Partido del Crédito Social (es decir, el Partido albertano liderado por el Sr. Aberhart), con una mayoría que probablemente sea más fuerte que la que haya habido nunca antes.
¿Qué historia habrá de contarnos los registros históricos? ¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno de Crédito Social de Alberta, y qué es lo que no ha hecho a causa de que el Gobierno Federal de Canadá, o el Teniente de Gobernador, o la Corte Suprema de Canadá o el Consejo Privado, –todos ellos resueltamente inclinados hacia la misma única política de impedir que prevaleciera la voluntad declarada del electorado– se interpusieron en su camino?
La respuesta aparece dada en el folleto del Sr. Hand, The Case for Alberta, de donde son tomados los siguientes detalles. Treinta años de mandato de los Liberales y de la United Farmers Association habían dado como resultado el siguiente legado heredado por el Gobierno de Aberhart:
Deuda Provincial (cero en 1905) ..........................$ 161.000.000
Deuda Municipal ...............................................$ ..70.000.000
Deuda Hipotecaria ............................................$ 200.000.000
Deuda Privada .................................................$ 171.000.000
Total ............................................................$ 602.000.000
Quiebras de empresas (en cinco años) ..........................307
Desempleados Registrados .............................................7.406
Servicios de Sanidad Inadecuados
Salarios de profesores impagados ........................$ 250.000
Todo esto en una tierra de abundancia con silos y almacenes repletos; minas y bosques sin explotar; petróleo en abundancia sin utilizar, y suficiente ganado, lácteos, aves de corral y productos de huerta para todos. Éste era el punto de partida del Gobierno de Aberhart.
LOS LOGROS
El Hon. Solon Law, Tesorero provincial, al presentar el Proyecto de Ley para la institución de un sistema de Sucursales del Tesoro diseñadas para facilitar el comercio dentro de la provincia, –una parte del famoso “Programa Interino”–, resumió la situación de la siguiente forma:
Después de demostrarse que toda acción para asegurar en favor del pueblo de la provincia las reformas económicas que ellos deseaban podía ser bloqueadas desde arriba, y después de las repetidas amenazas de los bancos de abandonar los servicios esenciales de varios puntos en la provincia, el Gobierno, en obediencia a una amplia demanda, preparó planes para dar al pueblo facilidades para poder derivar ellos mismos mayores beneficios a través de la cooperación.
Se había fomentado la oposición, proveniente principalmente de conglomerados cuyos cuarteles generales radicaban fuera de la provincia; pero el sistema ha mostrado lo que podría hacerse sin la creación real de instrumentos de crédito (una actividad que constituye todavía el monopolio de los grandes “intereses” bancarios). Aquí están otros resultados de las medidas que forman parte del “Programa Interino”:
En el primer año, la deuda provincial se redujo en $ 900.000; en el segundo, en $ 700.000; en el tercero, en $ 1.400.000: un total de $ 3.000.000, mientras al mismo tiempo las deudas de otras provincias en Canadá estaban creciendo. Los pagos de intereses se redujeron en un 50 % y se amortizaron certificados de ahorro por valor de $ 3.464.057.
Las rentas de la Cuenta de Ingresos aumentaron en $ 2.243.594, provenientes de (a) incrementos de ingresos sin incrementos de impuestos e (b) incrementos de impuestos sobre las corporaciones financieras no pagadas por el público ($ 353.843).
Se incrementaron los servicios sociales y otros servicios públicos.
Mientras que a Saskatchewan, de 1936 a 1939, le refinanciaron deudas vencidas por valor de $ 7.502.000, y el Dominio canceló letras del Tesoro por valor de $ 26.679.996, se discriminó a Alberta en el mismo periodo, y la negativa de ayuda por parte de los financieros resultó en un total de impagos por valor de $ 11.855.200.
Se extendió la educación y se mejoró; los costes fueron reducidos; y a los profesores se les pagó completamente los salarios no pagados.
Las mejoras en los servicios de sanidad resultaron en una reducción del 12 por ciento en la tasa de mortalidad; Alberta tenía en 1933 la mayor área libre de tuberculosis de todo el Imperio.
El Gobierno aprobó la primera orden general de salarios en Canadá, extendió el alcance y la eficiencia de anteriores leyes salariales, aprobó una Ley de Calificación de los Comerciantes, reforzó la Ley de Normas de Funcionamiento Industriales y, al estallar la guerra, estaba a la vanguardia del progreso en relación a Legislación Laboral.
Se han abierto nuevas industrias y las nóminas (industriales) ascendieron de $ 62.000.000 en 1934 a $ 75.000.000 en 1938. El empleo se incrementó un 20 por ciento. El comercio se incrementó. Las fábricas se incrementaron. La construcción se incrementó un 134 por ciento. Los minerales se incrementaron en un 56 por ciento. En el sector agropecuario, una política de comercio de toros y una política de comercio de verracos desterraron la deuda; y una política de cerdos hizo subir su calidad, medida de acuerdo con los mercados “selectos”, en un 36,5 por ciento. Se efectuaron mejoras en las granjas. Mejoraron las calidades de la mantequilla y el queso. Las familias golpeadas por el sistema de deuda se restablecieron y la mayoría se hicieron económicamente independientes en cuatro años.
Se construyeron carreteras con eficiencias de última generación, sin incrementar la deuda, mientras que antes de 1935 la carretera de Edmonton a Calgary había sido construida cubriéndola con gravilla y con un coste de $ 2.358.030. Esta inversión se esfumó en 10 años, dejando $ 1.164.447 de deuda como carga continua.
Alberta está produciendo el 97 por ciento del petróleo de Canadá y el 70 por ciento del gas de Canadá.
Las primas por seguros de incendios ascendieron en el periodo 1935-1938 a $ 12.722.831. Solamente se desembolsaron $ 4.432.320 en pérdidas por incendios. Por tanto, Alberta puede preguntar al mundo, ¿qué ocurre con los beneficios de las Aseguradoras? ¿O es que el Gobierno Federal tampoco le dejará preguntarlo?
¿Burocracia? El personal de la administración pública ascendió de 2.907 a 3.324, no mucho; y el incremento se debió a la labor de la Junta de Ajustes y a la labor del Impresor del Rey en hacer el trabajo de la gente, efectuándose un ahorro del cuarenta al cincuenta por ciento –$ 100.000 al año–, y otras causas.
En la organización de sucursales del Tesoro, a su vez, la provincia posee el germen de un sistema de intercambios llevado en interés del público.
Esto es parte de lo que ha hecho el Gobierno de Alberta al mismo tiempo que intentaba, delante de una oposición escondida que utilizaba al Gobierno Federal y a otras agencias administrativas como instrumentos suyos, llevar a cabo la volunta del pueblo de Alberta.
¿Cómo ha sido negada la democracia? Nos lo dice un albertano:
DEMOCRACIA NEGADA
Durante los últimos tres años ha habido un intento absolutamente deliberado e injustificable de bloquear varias medidas diseñadas para aliviar el sufrimiento y las necesidades que existen a lo largo y ancho de la provincia. Todo lo que podía hacerse para engañar al pueblo, se ha hecho. Se ha utilizado propaganda desde el aire, en tribunas públicas y en los periódicos, que constituyen una iniquidad y una desgracia para cualquier pueblo civilizado.
El pueblo eligió al Gobierno para lograr un cierto objetivo, pero todo obstáculo posible ha sido puesto en su camino; su legislación ha sido retenida por el Gobierno del Dominio o mediante su remisión a la Corte. Todo mecanismo ha sido utilizado para frustrar la voluntad del Pueblo de Alberta.
Casi todo país en el mundo se encuentra en estado de guerra o preparándose para ella. La solución del Problema del Paro y un estado de supuesta prosperidad se están llevando a cabo mediante un programa de construcción de armamentos, pero en ningún otro país a excepción de Alberta se está luchando realmente contra la verdadera causa de sufrimiento de la humanidad.
Nosotros, el pueblo de Alberta, estamos en guerra con la Finanza Internacional. Es una guerra que merece la pena porque significa la libertad y seguridad para nosotros mismos y nuestros hijos para siempre. Es una guerra en la que la vida humana no necesita ser sacrificada y no será sacrificada. Hasta ahora hemos respondido a aquéllos que buscan desacreditarnos con tres años de un Gobierno honesto y progresivo, y con un esfuerzo persistente. Hemos respondido a las críticas destructivas de los políticos de los viejos partidos con los tonos suavizados del firme razonamiento. Hemos contestado al puño de hierro de la dictadura monetaria con el guante acolchado de la comunión pacífica; pero la guerra puede tener muchas fases, y si nuestra batalla ha de ser ganada finalmente mediante métodos todavía más agresivos, mejor si los aplicamos ahora, de manera que nuestros hijos puedan disfrutar de la herencia que será un privilegio para nosotros transmitirles, en paz y seguridad.
No hay duda alguna de que la raíz de la causa de todos nuestros males presentes, como siempre la ha sido, es la falta de dinero, que conduce a la guerra, el paro, la pobreza, con todos sus males concomitantes de asesinatos, suicidios, desesperación y locura. El lugar lógico, pues, en el que se ha de aplicar la cura radica en aquél en donde esté la causa de nuestros problemas. Incluso líderes de los viejos partidos nos están diciendo ahora que ellos también creen que tenemos razón en nuestras demandas. Si ellos quieren entrar en la lucha con sus manos limpias, entonces nosotros les daremos la bienvenida. El Crédito Social no es un asunto partidista, y no debemos permitir nunca que se convierta en un partido de fútbol. Estamos dispuestos a dar la bienvenida a gente de cualquier credo político a nuestras filas, pero ellos deben asumir la lucha conforme a nuestros términos y de acuerdo con nuestras reglas.
Nosotros, que implícitamente creemos en la filosofía de este gran movimiento, y en la justicia de nuestra causa, creemos que no sólo nuestra provincia, sino también el Dominio y otros países del mundo vendrán a ser conscientes gradualmente de que solamente eliminando la causa de la pobreza, tan extendida por el Dominio de Canadá, podrán esperar sacar orden del caos que existe hoy en día. No es, por tanto, sorprendente encontrar a hombres, que han sido en el pasado líderes en el mundo de la financiación ortodoxa, que, habiéndose dado cuenta de que su caída es inminente, están tomando su lugar en las filas de aquéllos que han desafiado su poder, y están determinados a cortar para siempre el efecto estrangulador que su mantenimiento provoca en la misma vida de todo país en el mundo.
Ley Reguladora del Crédito de Alberta
Por qué se aprobó
1. Porque había pobreza generalizada y miseria a lo largo y ancho de Alberta.
2. Porque Alberta, una de las provincias más ricas del Dominio, podía producir en abundancia para su pueblo.
3. Porque la única razón de que el pueblo de Alberta estaba viviendo en la pobreza era la falta de poder adquisitivo.
4. Porque ese poder adquisitivo debería hacerse disponible al pueblo mediante el uso de su propio crédito, pues eso les permitiría obtener, en todo momento, lo que necesitan.
5. Porque esto podría hacerse mediante una igualación científica entre el dinero y los bienes producidos.
6. Porque siendo el control del Crédito, en palabras del Hon. McKenzie King, “Un asunto público que no sólo es de interés de los banqueros, sino que concierne directamente a todo ciudadano”, la política crediticia debería ser investida en una autoridad responsable con los representantes del pueblo.
7. Porque los bancos, siendo fabricantes de crédito y funcionando como empresas de servicios públicos, suministrando un servicio de primaria y vital importancia para las vidas de los ciudadanos de Alberta, deberían ser autorizados y estar sujetos a supervisión exclusivamente con respecto a la política, es decir, a los resultados que proporcionen; y a menos que el pueblo de Alberta pueda usar los recursos de su propia provincia como ellos deseen, así como determinar los resultados que deberían corresponderles a ellos, no tendrán ni propiedad ni derechos civiles en sentido pleno. (La continuación de la administración bancaria bajo la jurisdicción Federal no queda afectada de ninguna manera mediante esta Ley).
Qué ocurrió
Desautorizada por el Gobierno Federal el 17 de agosto de 1937.
Qué habría hecho
1. Habría asegurado los resultados demandados por el Pueblo: un menor coste de la vida, y dividendos mensuales.
2. Habría proporcionado mercados para los fabricantes y comerciantes de Alberta.
3. Habría conducido a un tremendo desarrollo industrial en la fabricación de bienes de Alberta mediante el procesamiento de los productos de Alberta.
4. Habría derivado en una absorción rápida de toda persona desempleada en empleos útiles, y habría librado a las personas mayores y enfermas de la necesidad de trabajar para ganarse la vida.
5. Habría conducido a un incremento de la actividad empresarial en donde industriales, mayoristas, minoristas y bancos, todos, se habrían beneficiado.
6. Habría permitido poder reducir drásticamente los impuestos.
7. Habría hecho posible ocuparse de los problemas de deuda.
Ley de Tributación Bancaria
Por qué se aprobó
1. Porque, bajo el actual sistema, el Gobierno sólo posee una sola fuente de ingresos: los impuestos.
2. Porque el pueblo de Alberta ya está siendo gravado más allá de su capacidad de pago.
3. Porque los bancos son las únicas instituciones que reivindican el derecho legal de monetizar el crédito del Pueblo, hasta el punto de que crean y emiten créditos monetarios varias veces por encima del dinero de curso legal que poseen.
4. Porque los bancos pueden, de este modo, crear dinero de la nada.
5. Porque el actual método de tributación de los individuos es confiscatorio e innecesario.
Qué ocurrió
Denegada la sanción por el Teniente de Gobernador. Declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Canadá. Rechazada la apelación de la decisión de la Corte Suprema hecha por la Provincia al Consejo Privado.
Qué habría hecho
1. Habría puesto más de Dos Millones de Dólares de nuevo dinero en circulación.
2. Habría permitido que una cantidad equivalente, que de otro modo se habría pagado en impuestos, permaneciera dentro de los canales ordinarios de la industria, ayudando de esta forma al empleo y actuando como un impulsor de los negocios en general, o
3. Habría permitido al Gobierno poder embarcarse en un programa de autopistas y carreteras de mercado por un valor de seis millones de dólares, bajo el plan de triples carreteras Federal-Provincial-Municipal, o
4. Habría proporcionado un hospital y servicios médicos en distritos en donde no están disponibles, o
5. Se habría establecido un fondo para Seguros de Cosechas, o
6. Habría proporcionado una disminución de los Impuestos Escolares.
7. Habría proporcionado un incremento en el poder adquisitivo para el Pueblo de Alberta.
Ley de Reducción y Liquidación de la Deuda
Por qué se aprobó
1. Porque, bajo el actual sistema financiero, la deuda no puede ser pagada sin tener que crear nuevo dinero y mayores deudas. El Pueblo de Alberta posee solamente alrededor de 20 céntimos por cada $ 1,00 de deuda: esto es lo que deben a los bancos, y no pueden conseguir ningún dinero excepto como deuda con los banqueros.
2. Porque las deudas privadas, a consecuencia sobre todo del interés acumulado, se habían incrementado hasta tal punto que quedaban fuera de toda proporción en comparación con el valor recibido.
3. Porque muchas de las deudas pendientes habían tenido su origen en la guerra (fase de 1914-1918) y en los años inmediatos a la posguerra, cuando los valores estaban muy altos.
4. Porque la deuda original ya había sido, en muchos casos, pagada en las cargas de intereses mientras el principal permanecía inalterado o mostraba una reducción pequeña.
5. Porque el pueblo no podía continuar ya más pagando interés del 8 al 10 por ciento.
6. Porque las corporaciones financieras se negaron a reconocer que la incapacidad del pueblo para cumplir con sus obligaciones se debía a la falta de ingresos adecuados sobre lo que producían.
7. Porque ningún pueblo o país puede prosperar o progresar mientras trabajen bajo el peso de aquéllos que comercian con el dinero como si fuera una mercancía.
Qué ocurrió
Declarado acto ultra vires de la Provincia por los Tribunales.
Qué habría hecho
1. Habría establecido una base para la liquidación de todas las deudas pendientes.
2. Habría reducido toda deuda incursa anterior a julio de 1932, aplicando a la reducción del principal todo el interés pagado desde esa fecha hasta la aprobación de la ley.
3. Habría resuelto definitivamente la cuestión envuelta en las deudas que se habían vuelto incobrables.
4. Habría conducido a una restauración de la confianza y habría alentado a aquéllos que, sin culpa alguna de su parte, estaban viviendo en la pobreza y luchando contra obstáculos que no podrían superar.
Ley para la Aseguración de la Publicación de Información Correcta de Noticias
Por qué se aprobó
1. Porque tanto el control de las noticias como el control del crédito son ejercidos por los intereses financieros.
2. Porque “La libertad de la prensa” se había convertido en licencia para distorsionar las noticias, tergiversar los hechos y retener información al público.
3. Porque este aspecto antisocial de la prensa, bajo una dirección que lo animaba, estaba siendo utilizado para frustrar al pueblo de Alberta en su lucha contra la finanza.
Qué pasó
Denegada la sanción por el Teniente de Gobernador. Declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Canadá. En la apelación hecha por la Provincia de Alberta contra la decisión de la Corte de Canadá, el Consejo Privado se negó a escuchar argumentos por parte de sus letrados.
Qué habría hecho
1. Habría asegurado que todos los periódicos en Alberta publicaran todos los hechos en sus informes de noticias de los asuntos del Gobierno en la medida en que fuera posible, y en caso de que por cualquier causa aparecieran declaraciones falsas, habría de darse un espacio igual para la correspondiente rectificación.
2. Habría asegurado que la misma información que todo editor exige de los corresponsales que escriben en sus columnas, es decir, el nombre de los escritores de los artículos, estuvieran disponibles al Pueblo cuando lo exigieran sus representantes.
Ley de Salvaguarda de los Propietarios de Hogares
Por qué se aprobó
1. Porque bajo la presión de las condiciones mundiales y de un sistema financiero falseado, sobre el cual no tenían ningún control los individuos, muchos se vieron forzados a hipotecar sus hogares.
2. Porque las condiciones habían cambiado desde el tiempo en que se recibieron estos préstamos, de forma que los precios de las mercancías y del trabajo tenían ya poca relación con el continuo alto nivel del precio del dinero.
3. Porque había un grave peligro de que muchos Ciudadanos de Alberta perdieran sus hogares.
4. Porque, en la mayoría de los casos, esos hogares representaban los ahorros de toda la vida de mucha gente.
5. Porque es deber de cualquier gobierno tanto proteger los hogares de los miembros individuales de la Sociedad contra las prácticas confiscatorias de prestamistas sin escrúpulos, como igualmente defender a su pueblo contra la invasión de un agresor extranjero.
6. Porque no puede haber Inviolabilidad del Contrato en donde no se reconozca que la vida Humana tiene, como mínimo, el mismo valor que las consideraciones acerca del “dinero”.
Qué pasó
Desautorizada por el Gobierno de Mackenzie King, el 15 de junio de 1938.
Qué habría hecho
1. Habría prohibido las ejecuciones hipotecarias o la venta bajo procedimientos hipotecarios de cualquier hogar granjero.
2. Habría prohibido las ejecuciones hipotecarias o la venta bajo procedimientos hipotecarios de cualquier Hogar en un pueblo, ciudad o villa, a menos que el ejecutor depositara primero $ 2.000 en el Tribunal, los cuales serían pagados al propietario en caso de que fuera desposeído, para permitirle poder Adquirir otro hogar.
3. Habría inducido tanto al deudor como al acreedor a buscar una base equitativa para la liquidación de la deuda por medio de la Junta de Ajustes de Deudas.
4. Habría permitido a los propietarios de hogares poder entrar en nuevos contratos que estuvieran en consonancia con su actual capacidad de pago.
Ley del Impuesto sobre la Seguridad – 1938
Por qué se aprobó
1. Porque el Gobierno necesitaba ingresos adicionales para un año con el fin de reemplazar la pérdida de ingresos de la Ley de Tributación Bancaria ante el Consejo Privado.
2. Porque los ingresos adicionales eran esenciales para proveer al pueblo de los beneficios que necesitaban.
3. Porque era equitativo que las sociedades de equidad y aseguradoras así como otras instituciones similares, compensaran una parte de los impuestos que han evadido durante años.
4. Porque el Gobierno está comprometido con el pueblo a eliminar la carga de los Impuestos de los individuos y, hasta que no consigamos obtener el control sobre nuestros recursos crediticios, esto sólo puede hacerse transfiriendo aquéllos a aquellas instituciones que son más capaces de poder soportarlos.
Qué pasó
Desautorizada por el Gobierno de Mackenzie King el 15 de junio de 1938.
Qué habría hecho
1. Habría realizado $ 1.500.000, suficientes ingresos para equilibrar el Presupuesto Provincial.
2. Habría ayudado considerablemente al Gobierno a reducir los impuestos, a proporcionar proyectos de ayuda adicionales, incrementar las Becas Escolares, y emprender muchos otros beneficios en favor del pueblo.
Ley Reguladora del Crédito de Alberta (Enmienda de 1938)
Por qué se aprobó
Porque la Ley Reguladora del Crédito de Alberta había sido desautorizada por el Gobierno del Dominio
Qué pasó
Denegada la sanción por el Teniente de Gobernador. Declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Canadá. En la apelación hecha por la Provincia de Alberta contra la decisión de la Corte Suprema de Canadá, el Consejo Privado se negó a escuchar los argumentos de Alberta por parte de sus letrados.
Qué habría hecho
Habría traído todos los beneficios de la Ley Reguladora del Crédito de Alberta, a la cual reemplazaba.
Apéndice 6e: Douglas sobre Constituciones. Tu Guerra en Alberta.
Clifford Hugh Douglas, Social Credit Supplement, 10 de diciembre de 1937
La Ley de la Norteamérica Británica
La Constitución de Canadá, en el supuesto de que realmente tenga una, aparece contenida en la Ley de la Norteamérica Británica, comúnmente llamada la Ley N.A.B. Ésta es un Ley del Parlamento Británico de 1867, que confiere ciertos derechos al Dominio y a las Provincias, incluyendo derechos relacionados con la desautorización. El poder de desautorización era una delegación hecha al Gobernador General de un poder que reside en el Soberano, que en 1867 era la Reina Victoria, y cuyos poderes eran mucho mayores de lo que lo son ahora. En teoría, el soberano reinante tiene el derecho, conocido como Prerrogativa Real, de denegar la sanción a Proyectos de Ley aprobados por el Parlamento, pero todos nosotros sabemos muy bien lo que ocurriría si se ejerciera aquélla a día de hoy, y ciertamente no parece posible investir a un Gobernador General con mayores poderes que su soberano.
En Ley N.A.B., la única referencia a la desautorización que he podido encontrar se encuentra en las Secciones 55, 56 y 57, que dicen así:
“55. Cuando un Proyecto de Ley aprobado por las Cámaras del Parlamento es presentado al Gobernador General para la Sanción de la Reina, él deberá declarar de acuerdo a su discreción, pero sometido a las disposiciones de esta Ley y a las Instrucciones de Su Majestad, si bien da la sanción al mismo en nombre de la Reina, o bien deniega la Sanción de la Reina, o bien reserva el Proyecto de Ley a la Manifestación de la Voluntad de la Reina.
56. Cuando el Gobernador General dé la sanción a un Proyecto de Ley en nombre de la Reina, deberá en la primera oportunidad que vea conveniente enviar una copia auténtica de la Ley a uno de los Principales Secretarios de Estado de la Reina, y si la Reina en Consejo, dentro de los Dos Años posteriores a la Recepción de la misma por el Secretario de Estado, considera adecuado desautorizar la Ley, dicha Desautorización (con un Certificado del Secretario de Estado del Día en que la Ley fue recibida por él), siendo dada a conocer por el Gobernador General, por Palabra o por Mensaje a cada una de las Cámaras del Parlamento o por Proclamación, anulará la Ley desde y a partir del Día de dicha Manifestación.
57. Un Proyecto de Ley reservado a la Manifestación de la Voluntad de la Reina no tendrá ninguna fuerza a menos y hasta que, dentro del plazo de Dos Años desde el Día en que fue presentado al Gobernador General para la Sanción de la Reina, el Gobernador General manifieste, por Palabra o por Mensaje a cada una de las Cámaras del Parlamento o por Proclamación, que ha recibido la Sanción de la Reina en Consejo.
Se hará una entrada de cada una de tales Palabras, o Mensajes, o Proclamaciones en el Boletín de cada Cámara, y un duplicado de los mismos debidamente probado será suministrado al Oficial correspondiente para que quede en los Registros de Canadá.”
Es decir, que el único caso en que deja de ser un asunto personal que corresponde al Gobernador General, es cuando lo refiere al Consejo Privado Británico.
La Sección 90 de la Ley concede el mismo derecho de desautorización, y reservaba la sanción al Teniente de Gobernador en relación a la Leyes Provinciales, igual que la tiene el Gobernador General en relación a las Leyes del Dominio.
Me introduje cuidadosamente en toda esta cuestión en 1935, cuando estuve en Alberta, con la ayuda de los mejores abogados constitucionalistas, y ellos fueron claros en que el poder de desautorización, en la medida en que todavía existiera, correspondía al Gobernador General personalmente, y no al Gobernador General en Consejo (siendo este último término, por supuesto, otra forma de denominar al Gabinete del Dominio).
Las tácticas ilegales de la oposición
En el momento en que el Sr. Mackenzie King “desautorizó” las Leyes albertanas, el Gobernador General, Lord Tweedsmuir, se encontraba en el Círculo Ártico y, en mi opinión, es incuestionable que la acción del Sr. King constituyó un flagrante abuso de la Prerrogativa Real, y solamente podría haber sido usada de manera apropiada si el Gobernador General hubiera denegado al principio la sanción a los Proyectos de Ley.
Ahora bien, el siguiente paso para Alberta era re-aprobar las leyes con modificaciones para hacerlas más difíciles de desautorizar, y esto puso en funcionamiento un poder que nunca antes había sido usado en Canadá, en el momento en que el Teniente de Gobernador de Alberta, el Sr. Bowen (quien fue nombrado por el Sr. Mackenzie King en 1935), se reservó la concesión de la Sanción Real.
Puesto que estas Leyes acababan de ser aprobadas por segunda vez, la naturaleza de aquella acción podría ser mejor apreciada si nos imagináramos que el Rey denegara la sanción a una Ley vital del Parlamento aprobada por grandes mayorías en la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores.
Ciertamente, las acciones del Sr. Mackenzie King y del Sr. Bowen no pueden ser ninguna de ellas legales.
Todo esto es una clara indicación de que tan pronto como uno haga algo que verdaderamente suponga un ataque a la prerrogativa de la finanza internacional –y ésa era la naturaleza de las Leyes albertanas– entonces los gobernadores titulares simplemente pasan a convertirse en las marionetas de los financieros internacionales.
El collar de fuerza hipotecario
Antes de proceder a explicar con más detalle la naturaleza de estas Leyes, la actual situación de las mismas, su objetivo y la probable tendencia que se desarrolle en relación con las mismas, pienso que sería deseable dar un breve cuadro de la situación tal y como la vemos, y como, pienso yo, que correctamente la vemos.
En primer lugar, existe, específicamente en Alberta, pero también en mayor o menor medida en todo el mundo, un estado de cosas, cuyo entendimiento resulta absolutamente esencial para cualquier comprensión de la política mundial de hoy en día. Puede ser expresado resumidamente diciendo que un Gobierno –no importa si se trata de un, autodenominado, gobierno soberano, o si su soberanía está siendo disputada, como ocurre en Alberta– es considerado por la Plutocracia (por la cual quiero significar a los intereses de los prestamistas del dinero, y no necesariamente a los hombres ricos) primariamente como el cuerpo de administración de una finca que es hipotecada hasta los tuétanos, siendo creadas dichas hipotecas mediante el préstamo, a la población de la finca, de su propio crédito a la más alta tasa posible de interés.
Es esencial también darse cuenta de que el objetivo primario de esta política no es meramente (y ciertamente no lo es visto en un sentido realista), la adquisición de riqueza dineraria por parte de los plutócratas por medio de la maquinaria de los bancos, de las compañías financieras hipotecarias, y de las compañías aseguradoras que constituyen sus agencias. Aunque en comparación con el resto de la población estos hombres son inmensamente ricos, su escala de lujo personal podría en muchos casos ser mantenida con un ingreso de proporciones extremadamente modestas, y sus inmensas reservas son usadas para perpetuar el sistema y para financiar las guerras que son el resultado del mismo.
La amenaza del esfuerzo agobiante
Con plena conciencia de la gravedad de lo que estoy diciendo, estoy convencido de que, en lo que a la camarilla de financieros internacionales que controlan el sistema se refiere, el objetivo consciente es el de mantener a la gran masa de población en el miedo a la pobreza y a la pérdida de la posición social; con lo cual no necesariamente quiero dar a entender que mantengan a la población con falta de artículos de primera necesidad, sino que lo que quiero decir es que lo que se pretende es que la población sea mantenida en una inseguridad constante y bajo la amenaza del esfuerzo agobiante, aún cuando tal esfuerzo no sea exigido por ninguna razón realista de la situación. Principalmente, todo esto se consigue mediante una completa orientación desviada del esfuerzo productivo: fábricas redundantes, “Obras Públicas”, “Modas”, etc…, todo menos bienes de consumo deseados.
Puedo imaginar que cualquiera que no esté familiarizado con las técnicas del sistema de creación de deuda en el cual todos existimos, podría decir que todo esto no es más que una agreste afirmación incapaz de probarse. Por el contrario, es capaz de probarse con la más simple de las pruebas posibles, y resulta a partir de las siguientes proposiciones:
(a) La vida y el trabajo modernos no pueden llevarse a cabo sin el uso de dinero;
(b) Todo dinero viene a la existencia como una deuda de la comunidad con las agencias creadoras del dinero;
(c) El deudor es el siervo del prestamista hasta que su deuda sea pagada;
(d) Las deudas que la comunidad debe a las agencias prestadoras del dinero están incrementándose en una proporción geométrica, y nunca podrían ser devueltas, ya que la cantidad de dinero en existencia en todo momento en posesión de la comunidad representa una fracción microscópica de las deudas que poseen contra ella las agencias prestadoras del dinero.
La propuesta que es presentada por todos los Gobiernos, que actúan como portavoces de las agencias prestadoras del dinero, es que la capacidad de pago debería constituir la medida de las obligaciones del deudor, lo cual significa que todo lo que él no necesite para llevar una existencia básica debería ponerse al servicio del prestamista.
Existe otro punto que es frecuentemente malentendido, y que me gustaría introducirlo, ya que resulta vital para la consideración de las medidas correctivas que pueden tomarse en relación con la situación, y éste es que, aunque las deudas de la comunidad con las agencias prestamistas del dinero están asumiendo proporciones astronómicas, éstas son muy pequeñas en comparación con la riqueza real de la comunidad medida en las mismas unidades.
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